𝟏𝟏 - 𝐈𝐜𝐚𝐫𝐨

━━━━━━ •◦ S. XVIII◦• ━━━━━━

Ícaro era el hijo de Dédalo.

Ícaro y Dédalo ayudaron a asesinar al Minotauro. Fueron encerrados por el padre de este, en el laberinto que solía encerrar a dicho monstruo.

Dédalo construyó dos pares de alas para él mismo y para su hijo, con ellas escaparían del laberinto, las pegó con cera en los hombros de ambos.

"No vueles demasiado alto, no vueles cerca del Sol" advirtió Dédalo a su ambicioso hijo.

Ícaro no escuchó. Creyéndose rey del mundo y más grande que cualquier Dios se elevó por los cielos de forma imprudente. Voló muy cerca del Sol y este derritió la cera de sus alas.

Ícaro cayó al mar.

Ícaro murió por volar muy cerca del Sol.

Esa lección al rubio le había quedado clara.

Tal vez por eso no le gusta el calor, tal vez por eso prefiere el frío.

"Quédate lejos del Sol" se decía a si mismo cada día.

Bastante irónico, pues al día siguiente sería su duelo con Lee y ahí se hallaba, practicando su puntería.

— ¿Estás completamente seguro de esto?

Pregunta su amigo francés, quien le ve disparar varias botellas vacías, recargado en un árbol.

— No tengo opción de retirarme — Hace una pausa para disparar, la botella se rompe en decenas de pedazos — La palabra "Rendirse" no está en mi vocabulario.

— Lo he notado.

Murmura Lafayette más para sí mismo. Mientras John continúa practicando él lo estudia.

Desafiar a un duelo a un General, del doble de su edad cabe aclarar, siendo él únicamente un ayudante de campo ¡Sólo a él se le podría ocurrir eso!

"Bueno, a él y a otra persona"

El único otro hombre al que se le podría ocurrir eso sería a Hamilton pero, extrañamente, hasta él tiene sus límites.

Nunca ha conocido a nadie tan imprudente como John Laurens y sobra decir que no se parece en nada a lo que había oído.

Sabía que era hijo de Henry Laurens, un estricto republicano, un hombre justo, trabajador y religioso, Con una gran influencia en la venta y envíos de esclavos pese a que se dice que es bastante indulgente con los que son de su propiedad.

John, por su parte, había sido instruido en su casa hasta que perdió a su madre a los diecisiete años, un duro golpe para él y para su padre pero no sabía mucho más de él y John parecía querer que fuera así.

— Bien, creo que es suficiente. — Sentencia Laurens bajando su arma — Que sea lo que Dios quiera.

— Suenas bastante despreocupado pese a la posibilidad de que podrías morir mañana.

— Lo que tenga que pasar, pasará. — Cierra Laurens el tema — Ahora me gustaría tratar otro tema.

Lafayette enarca una ceja.

— ¿Es sobre la esclavitud?

— Es usted muy perspicaz mi amigo.

Laurens se recarga, junto a él, contra el árbol.

— Hay algo que me inquieta. ¿Por qué decidiste luchar contra eso? Eres un hombre rico, la sola idea debería hacer reír a sus colegas. ¿De verdad no lo haces simplemente por la mera gloria?

John se siente descubierto por unos breves instantes pero logra disimularlo con éxito.

— Verá, podría decirse que fue mi padre quien plantó esa idea en mí. — Confiesa como si estuviera contando un íntimo secreto. — El nunca se ha pronunciado en contra de la esclavitud públicamente pero dice que espera, algún día, liberar a sus propios esclavos y convencer a sus compañeros de que hicieran lo mismo.

Esas palabras sorprenden a Lafayette, no se esperaba aquello de Henry Laurens.

— Hemos hundido a los africanos y sus descendientes por debajo del Estándar de la Humanidad, y casi los hemos privado de la Bendición que el Cielo nos concede a todos. — Continúa John — No sé en qué momento me di cuenta de eso, tal vez esa idea siempre estuvo ahí, dentro de mí, y fue creciendo poco a poco.

— Pero, objetivamente hablando, ellos tienen una mayor esperanza de vida aquí.

— ¿A eso llamas vida? ¿A estar con cadenas en tus muñecas? ¿Tener que rezar porque tu poseedor sea indulgente? — Exclama Laurens indignado — ¿Has oído la frase "Prefiero morir de pie que vivir de rodillas"? ¡Pues estamos siendo unos malditos hipócritas al someter, deshumanizar a personas así! ¡Llamarlos propiedad y lavarnos las manos alegando hacerles un favor para poder apoyar la cabeza en la almohada tranquilos por la noche es lo más descarado que he oído!

Escupe palabra tras palabra con palpable rabia dejando helado a Lafayette. Laurens es, normalmente, reservado por lo que verlo hablar así impacta a cualquiera.

— ¿De verdad estás tan convencido de tu causa?

— Lafayette, amigo mío, estaría dispuesto a morir por mi causa.

"Tu estarías dispuesto a morir por lo que sea"

Piensa para sí pero no iba a negar que las palabras de John comienzan a arraigarse en su mente.

— De verdad estás loco.

Se limita a decir antes de irse. Laurens, conociendo a aquel orgulloso francés, se siente orgulloso de si, comienza a hacer tambalear las creencias con las qué había crecido. Sintiéndose satisfecho se dirige a su habitación, donde le espera su particular compañero.

"Castigamos la sodomía ¡Pero les haremos dormir en las mismas camas! Att: La sociedad"

Piensa el rubio mientras camina hacía su habitación, es cómo si les estuvieran obligando a tener sexo, sobre todo dándole a Hamilton cómo compañero.

Al abrir la puerta encuentra, como es costumbre, a su "amigo" escribiendo pero lo nota más inquieto de lo normal. Varias hojas esparcidas de forma desordenada por su escritorio refuerzan esa idea.

— ¿Estás bien?

Pregunta dejando el arma en la misma mesa a sobre algunas hojas.

— ¿Cómo voy a estar bien? — El pelirrojo se ponen de pie — ¡Mañana es tu duelo!

— Así que era eso...— Músita el rubio sonriente para luego acariciar su cabeza como si fuera un niño — Que tierno.

— ¡No soy tierno! — Le aparta la mano con brusquedad — ¡Y no me cambies el tema!

— Hamilton, por favor... — Toma al aludido por la cintura con sus firmes manos, su voz cambia a una suave y seductora — Tengo al mejor segundo del mundo.

Obviamente se refiere a él, pues Alexander se había ofrecido como su segundo y Laurens había aceptado.

En su afán de seguir enojado el pelirrojo se aleja unos pasos del rubio y le da la espalda, de brazos cruzados, junto con un "Mhmp" malhumorado.

John le sostiene la mirada con cariño, y algo divertido.

— Lo siento...

Musita Laurens con voz suave mientras, con pasos lentos, se acerca al menor. Una vez cerca lo toma de las caderas.

— ¿Qué?

Hamilton se altera ante el contacto de Laurens.

— Siento preocuparte tanto.

Susurra contra el cuello de Alexander, con una voz tan dulce que parece desprender miel.

Nunca se terminará de acostumbrar a toda la pasión y excitación que Laurens despierta en él, con sólo un toque o un susurro. Una pasión que le hacía olvidar todo excepto al rubio que le tiene hechizado.

— N-no... — Se queja, sonrojado, al sentir unos labios en su cuello, labios suaves que desprende sensualidad. — Déjame seguir enojado.

Pide, caprichoso, con voz entrecortada a la par que cierra los ojos tratando de resistirse pero es inútil, siente que su mente se nubla ante los encantos de John.

Laurens rie contra el cuello de su contrario, adentrando una mano bajo la camisa del menor, tanteando su piel tibia.

— Qui-quiero seguir enojado contigo, déjame.

Súplica con lo poco de sentido lógico que le queda.

— Yo quiero compensarte.

Canturrea contra el oído del pelirrojo, mordisquea el lóbulo de su oreja mientras su otra traviesa mano haya lugar dentro de los pantalones de su amante.

— A-ah... — Gime al sentir la mano de Laurens en su intimidad — John...

— Te debo esto.

Masajea el pene del menor mientras este se aferra a sus hebras con una mano a la par que con la otra sujeta su brazo dando pequeños gemidos.

— A-ah — Siente su miembro ser rodeado por la mano de su amante con firmeza. — Así...

Músita el menor echando la cabeza hacia atrás. El orgullo de Laurens crece el sentir aquel miembro erecto contra su mano, retira sus manos y las lleva a los hombros del menor.

— No. — Se queja Alexander con lo que podría describirse como un puchero infantil. — No pares.

— Calladito, Alex.

Voltea al aludido para unir sus labios en un beso mientras lo empuja hacia la cama que comparten. Alexander gime contra los labios del mayor, siente que es recostado sobre la cama.

— No. — Rezonga al sentir los labios de John abandonar los suyos. — Más...

Pide sintiéndose totalmente indefenso ante el rubio. John tiene alguna clase de magia en aquéllos labios, con cada beso logra que la mente de Alexander sólo se centre en él.

John desabrocha la camisa del menor para besar su torso y cuello mientras desabrocha sus pantalones, deleitándose con los gemidos de Hamilton.

Al desabrochar su cinturón Laurens se deshace de las prendas que tienen cautivo el miembro de Alexander para acercar sus labios al glande de este.

— ¿Vas a... — Laurens no le deja terminar, atrapa con sus finos labios la punta del miembro para luego darle una fugaz lamida de arriba a abajo — ¡Ah!

— Eso es — Músita Laurens con aires de victoria — Hazme saber que te gusta.

Y vuelve a lamer toda la longitud del miembro que está envuelto por su mano hábil. La piel de Hamilton se eriza al sentir su miembro entrar en aquella húmeda cavidad.

— Si... — De nuevo John lo tiene completamente sumiso, a su merced. Sujeta sus rubias hebras mientras arquea la espalda — ¡Así John! Más. Por... por favor, más.

Por reflejo da un brusco movimiento con la cadera pero Laurens logra sujetarlo, dejándolo inmóvil con sólo una mano, ventajas que tiene el rubio al ser tan grande y algo pero a Alex no le importa suplicar, no le importa mostrarse débil o indefenso si es ante John.

— ¡Si! — Hamilton, normalmente tan elocuente y hábil con las palabras, ahora se asemeja a un disco rayado repitiendo las mismas frases — Así... justo así

Sentir la lengua del mayor, sentirlo chupar y ahuecar sus mejillas contra su miembro no tarda en hacerle alcanzar el clímax. Se corre contra el paladar del rubio.

Abre los ojos una vez que su respiración se normaliza. Ve al rubio limpiarse los restos de semen con su mano. Por instinto dirige la vista hacia la entrepierna del más alto, tal y como esperaba, ve un bulto en los pantalones de este.

— ¡Oye! — Exclama Laurens sorprendido al ver y sentir cómo Hamilton se abalanza sobre él, y ahora es él quien está contra la cama y Hamilton encima de él ¿Qué pasa?

Pregunta sonriente con las manos en la cintura del contrario.

— Que me encantas, eso pasa.

En lo que recupera el aliento besa todo el rostro de Laurens, su rostro tan varonil y tan atractivo, parecía invitarlo a besarlo con cada parpadeo de tan bellos ojos. Ahora une sus labios en un húmedo y pasional beso mientras una de sus manos baja hasta la erección del contrario, sin dejar de besarlo.

— Eres incorregible.

Murmura John sonriente al sentir como Alexander enjaula su miembro con una sola mano ¿En qué momento lo había librado de su pantalón y ropa interior?

— Por ti, seré lo que quieras.

Susurra contra los labios de John en medio de vehementes besos mientras su mano trabajo en el pene de este. Da una traviesa mordida al labio inferior del rubio mientras su mano se mueve cada vez más rápido, haciendo a John gemir a causa del placer.

— Suje-sujetalo más fuerte.

Pide tropezando con sus propias palabras a causa del éxtasis en el que comienza a entrar.

— Oh... — Aquello parece interesar a Alexander — ¿Así?

Hamilton refuerza su agarre y apenas lo hace John arquea la espalda.

Es satisfactorio para Alexander, le alegra ver que es capaz de darle placer al hombre que le hace sentir tantas emociones. Los dedos de John se aferran a su cabello a la par que suspira y libera su semilla en la mano del pelirrojo, este sin borrar su sonrisa pasa su lengua por su mano, mirando fijamente a Laurens.

— Jaja... — John rie cuando su respiración se normaliza — ¿Mejor?

— Tal vez...

Murmura sonriente, le es tan difícil enojarse con John a veces.

Se visten y se disponen a dar un paseo por el campamento, aquello se está volviendo costumbre entre ellos.

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"Si no tuviera novia gustoso te besaría de nuevo, de nuevo y de nuevo..."

Habían pasado dos semanas desde que John le había dicho esas palabras y él no deja de repetirlas en su cabeza y de revivir ese beso en su mente.

Aún así no tiene el valor suficiente de volver a ver a John.

"Tomate todo el tiempo que quieras"

Le había dicho, así que en cierta forma espera que John sea el que le hable cuando esté listo. Además se había enterado de que él y Peggy habían roto y se siente culpable.

"No te culpes por lo que voy a hacer"

Le había dicho Peggy pero aún así...

— Basta.

Sentencia Hércules dejando sus tijeras en el mostrador, sobresaltando al pensativo joven.

— ¡Ah! — Se asusta por aquella repentina acción — ¿Basta de qué?

— Ya has estado evitando a Laurens demasiado tiempo, no puedes hacerlo para siempre, iremos a esa cafetería

La idea toma de sorpresa al menor.

— Pe-pero...

— ¡Te mueres de ganas! — Le delata el sastre — Apuesto a que desde ese beso no has hecho más que follártelo mentalmente.

Acusa con total descaro, haciendo que el caribeño, sonrojado, se ponga de pie dispuesto a defenderse.

— ¡Yo no me follo mentalmente a John!

— Oh, claro, lo siento — Se disculpa con una sonrisa y tono sagaz — Tu le haces el amor ¿Verdad?

— ...

Alexander no dice nada, avergonzado baja la mirada apretando el mostrador tan fuerte que sus manos tiemblan ligeramente.

— ¿O él te lo hace a t-

— ¡Basta mierda!

Grita, aún más rojo que antes, volviendo a sentarse de brazos cruzados, cual niño que se niega a ir a la escuela.

— Oye, ya han pasado más de doscientos años — Le recuerda el mayor — ¿No crees que ese fue tiempo más que suficiente?

Carajo ¿Por qué debe hablar con tanto sentido?

— Pero y si yo...

— Yo voy a estar ahí contigo, vigilaré que no hagas ninguna idiotez.

Le reconforta con una sonrisa comprensiva que termina de romper el escudo de Alexander.

— Está bien, vamos.

Desiste el menor poniéndose de pie y caminando a la salida.

...

Una joven morena, con el cabello negro y lacio y un nuevo tatuaje en la muñeca entra en la cafetería. Se sienta en una mesa y saca un pequeño espejo viendo su rostro.

"Usa demasiado maquillaje" "De seguro no es nada sin él"

Adrienne suspira internamente al recordar los comentarios a sus espaldas que había logrado escuchar.

¿Qué tiene de malo que le guste usar maquillaje?

— Disculpa — Una voz la saca de sus pensamientos — ¿Puedo tomar tu orden?

— Oh, claro — Guarda el espejo en su bolso — Un capuchino, por favor.

— Enseguida.

Responde la joven de un rubio oscuro, casi castaño, sonriente. La francesa nota que ella no trae ningún tipo de maquillaje, al igual que aquellas que habían hecho esos comentarios, tal vez podría pedirle su opinión.

— Disculpa. — La llama antes de que se vaya, mirándola nuevamente nota que es bastante linda aún sin ningún tipo de maquillaje. — ¿Puedo preguntarte algo?

— Ahm — Martha se encuentra extrañada por la situación — Seguro.

Termina por asentir por mera cortesía.

— ¿Tú... crees que uso demasiado maquillaje?

Pregunta sonrojada y apenada no puede creer que este incomodando a alguien así en su trabajo.

— ¿Qué? — La joven pregunta cómo si hubiera oído una blasfemia — ¡Nada de eso! Usas la cantidad de maquillaje correcta, te queda absolutamente genial.

La rubia siempre ha tenido alguna clase de rara admiración a aquellas que se maquillan diariamente, a ella le daría una flojera terrible además de que no está en ella el usar maquillaje.

— ¿De verdad?

— ¡Por supuesto! Déjame adivinar, alguna te dijo que sin maquillaje no te verías igual ¿Verdad?

La francesa abre sus ojos azabaches sorprendida.

— ¿Cómo...?

— Les ha pasado a algunas amigas — Recuerda un caso concreto con Peggy — Oye, si a ti te gusta usar maquillaje que no te importe lo que otras digan, no querría recurrir a lo de la envidia pero diría que parece el caso.

La joven de acento francés es realmente hermosa y la verdad duda bastante que deje de serlo sólo porque no lleva maquillaje.

— Gracias — Agradece la joven francesa con una sonrisa sincera — Por cierto, me llamo Adrienne.

Se presenta esperando que puedan ser amigas.

— Un gusto, soy Martha.

Corresponde la rubia antes de dar media vuelta e irse.

"Adrienne... ¿No será...?

— ¡Laff!

Lo llama luego de entregar la orden.

— No hace falta que grites, aquí estoy.

— Ay, lo siento — Se disculpa Martha — Oye ¿De casualidad ella no es Adrienne?

Señala con disimulo la mesa donde se encuentra la joven con la que acababa de hablar. Lafayette sonríe al reconocer a esa joven, y tanto que es ella.

— ¡De hecho si!

— Vaya, es muy linda — Reconoce la rubia — Me gusta el tatuaje que tiene.

¿Tatuaje? Oh cierto, le había dicho que se haría uno aunque Lafayette no lo vio aún.

Con la orden lista el francés se ofrece a llevar el café a su -aún- amiga.

— Hola

Saluda con ese tono galante y confiado que le caracteriza mientras deja la taza en la mesa.

— ¡Lafayette! — Saluda alegre de verlo — ¿Trabajas aquí?

— No, uso el uniforme por gusto.

Contesta con sarcasmo haciendo reír a la joven.

— Entonces ¿Ella es la tal Martha?

Pregunta señalando con disimulo a la rubia que se encuentra hablando con un castaño tras el mostrador. Lafayette le había hablado bastante de ella y es que no iba a admitirlo nunca pero la quiere mucho, es cómo su hermana.

— Ajá, es ella

— ¡Oh! Por cierto — Muestra su muñeca — Este es el tatuaje del que te hablé

Lafayette observa el tatuaje, es una frase en francés "Je suis toute à vous"* (Soy toda tuya) se lee. Esa frase le da un golpe de nostalgia sin saber muy bien porque.

— ¿Lafayette?

— Ehm... Me gusta, está lindo pero ¿Por qué esa frase?

— No lo sé... simplemente vino a mí.

Mientras ellos hablan John se ocupa de atender órdenes. Aún sigue recuperándose de su ruptura con Peggy pero se encuentra bastante mejor.

— Oye... — Su amiga lo llama — ¿Estás bien?

Pregunta Martha con voz cautelosa haciendo sonreír a John, la sagrada lo considerada que es su amiga.

— Si, no es el fin del mundo, es sólo una ruptura, tú ya lo dijiste, lo superare.

Martha le sonríe feliz de que su amigo no se esté ahogando en un vaso de agua.

En la puerta del recinto Alexander parece dispuesto a abrir.

— Ca-cambié de opinión — Tartamudea con nervios el menor — Vámonos.

Se dispone a marcharse pero el irlandés lo toma del cuello de su playera y prácticamente lo arrastra dentro del local.

Alexander, resignado, ve que ya no tiene opción, no quiere armar una escena. No es tan malo, Hércules está aquí también.

— Bien, Alex. — Le llama Hércules aún en la puerta —Ahora grita "Traidor"

— ¿Por qué?

Pregunta extrañado elevando una ceja.

— Porque me voy, suerte.

Y dicho esto Hércules se retira, dejando sólo a Alexander.

— ¡Traidor!

Grita pese a que ya se ha ido. Vuelve a suspirar resignado

"Tal vez John no note que estoy aquí"

— ¡Hola Alex!

Saluda Martha con alegría desde el mostrador, hace tiempo que no le ve.

John al oír ese nombre voltea, siente una inexplicable alegría de verlo, la verdad lo había extrañado.

Al encontrarse su mirada con la del caribeño le sonríe con timidez mientras le saluda con la mano. Alexander le devuelve el gesto con la misma sonrisa tímida.

Aquella sonrisa gentil da más confianza a Alexander, siente que las cosas no están tan mal cómo él creía.

— Alex. — Le llama Martha antes de que tome su orden — ¿Puedo preguntarte algo?

— Voy a suponer que es sobre el beso ¿Verdad? —
Pregunta algo incómodo, ella asiente — Dime.

— Bueno... — Martha piensa unos segundos — ¿Por qué lo hiciste? Es decir, no parece algo que tú harías...

No conoce mucho a Alex pero parece buena persona.

— No lo sé, fue un impulso supongo, es que John de verdad... me gusta.

Gustar no es la palabra, él ama a John con locura pero debe recordar que en esta vida no habían tenido toda la historia que en su vida pasada, decir que le ama a estas alturas sería muy apresurado para el que no supiera toda la verdad.

— Por eso no has estado viniendo ¿Verdad? — Alexander asiente — Me alegra ver que eres así de considerado, como tú mejor amiga-

— Martha, no eres mi mejor amiga.

Le interrumpe Alex, no es que no le caiga bien la rubia es sólo que a él no le gusta eso de calificar a sus amigos en quien es "mejor"

— ...

— ...

— Cómo tu mejor amiga — Insiste Martha — Creo que no deberías dejar de venir.

— ¿De verdad?

— La verdad creo que le gustas pero él no lo reconoce — Confiesa con tono de complicidad — De cualquier forma, ¿Qué vas a pedir?

— Un latte estaría bien.

Pide bastante más alegre, no había sido mala idea eso de ir a la cafetería.

⋅◈⋅

Una locura, eso es lo ese duelo es lo que es y es aún más loco que él lo esté viendo a escondidas.

Nota lo nervioso que está Alexander, incluso Lee parece nervioso ¿Cómo Laurens se mantiene tan tranquilo?

Cuando Lee y Laurens toman posiciones, Lafayette decide apartar la vista.

— Uno...dos... tres...

Escucha a Hamilton contar los pasos de ambos contrincantes. Él, por primera vez en mucho tiempo, comienza a rezar, rezar porque Laurens salga ileso de ese duelo.

Se había ganado su respeto y comenzaba a apreciarlo, no quiere que muera ahora. Además sabe que su muerte destrozaría a Alexander, él le tiene un cariño -por no llamarle amor- demasiado grande.

"Pero es un enfermo"

Le dice cierta parte su mente como recordatorio.

— ...

¿Por qué?

Se cuestiona por primera vez aquel dogma.

¿Por qué Laurens y Hamilton son "enfermos"?

¿Por sentir atracción a los hombres?

¿Es eso inherentemente malo?

"Va en contra de los deseos de Dios" dicen algunos. Él nunca fue muy apegado a la biblia, esa excusa no le basta

"Es antinatural" dirían otros. ¿En un mundo donde lo natural se va perdiendo cada vez más?

¿De verdad está mal... que dos hombres se amen?

¡Bang!

Un disparo le alerta. Vuelve la vista hacia Lee y Laurens.

Lee yace tendido en el suelo con una mano mientras que Laurens parece listo a disparar una segunda vez.

— Lee ¿Te rindes?

Pregunta Hamilton sagaz, seguro de que la respuesta sería un "Si"

— ¡Laurens le disparó en el costado! — Exclama indignado Evan Edwards, el segundo de Lee — ¡Claro que se-

— No.

Espeta Lee firmemente, poniéndose de pie con dificultad, con una mano cubriendo su herida.

— ¿Qué?

Preguntan los presentes casi al unísono, incluso Lafayette.

— E-esa bala apenas me rozo — Se excusa el mayor — Dis-disparemos de nuevo Laurens.

Pide mirando fijamente al rubio, pese a que los años le pasan factura no lo demostrará.

Ambos segundos, Hamilton y Edwards, intercambian miradas dudosos.

— Está bien.

Accede John sin pensarlo mucho. La sola idea espanta a Alexander, no quiere volver a vivir esa situación.

— ¡N-no! — Se apresura en contestar Alexander — No es necesario.

— Lee, ya estás herido. — Interviene Evan — Laurens ya ganó

Esas últimas palabras resuenan en la mente del General. Reacio baja la mirada y suelta el arma.

— Bien — Desiste apoyándose en Evan — Pero, Laurens, no vayas a pensar que soy débil ni nada, sólo me ganaste porque eres... tú

Y con esa confusa línea se retira recargado en Edwards.

— ¿Eso fue un cumplido?

Pregunta Laurens viéndole irse.

— Creo que sí. — Repone sonriente Alexander. — Bueno ¿Qué aprendimos hoy?

— Qué para que las personas te respeten debes dispararles.

— ¡No!

Se apresura en contestar Alexander ganándose una sonora risa por parte del rubio. Lo que le cautiva, es raro que él ría así.

Mientras Hamilton está cada vez más seguro de que ese hombre lo tiene bajo sus encantos, Lafayette los mira y cada vez duda más de que sus amigos estén enfermos.

⋅◈⋅

Lafayette se da cuenta de que está soñando despierto, sacude su cabeza mientras vuelve al mundo real porque, según él, esas lagunas mentales no son más que fantasías que él no entiende de donde salieron.

John recoge los cubiertos de la mesa de Alexander con cierto aire de incomodidad. Ambos quieren hablarle al otro pero temen que el otro no quiera.

— Así que... — Laurens decide tomar la palabra — Volviste con tu obsesión por el café.

— Pffffffft, nunca la dejé.

— ¿Qué dices? Si no te he visto por aquí en más de un mes.

— ¿Qué? ¿Es esta la única cafetería y yo me vengo enterando?

— Sabes que si no es en esta cafetería no bebés café en ningún lado, Alex.

Dice con una sonrisa antes de irse. Dejando a ambos más tranquilos, sintiendo que su "amistad" está mucho mejor.

Ese pequeño intercambio de cinco frases alegró de sobremanera al ojiverde y ahora se siente más alegre.

Tal vez sus amigos tengan razón.

Tal vez le gusta Alexander.

━━━━━━ •◦ S. XVIII◦• ━━━━━━

Laurens sueña con su hermano muerto, Jimmy.

A veces sueña que sigue vivo y es feliz, que vive feliz a su lado.

Pero, otras, son sueños llenos de culpa.

"No estuviste ahí"

Y era verdad, John era su tutor legal y se encontraba en Londres en cuando él murió.

Laurens tiene frío.

No estuvo ahí

"Es tu culpa"

"Es tu culpa"

" E s t u c u l p a"

— ¿Laurens?

De repente... calor.

Un calor gentil que envuelve todo su cuerpo en un abrazo.

Un calor agradable.

— John, despierta.

Abre los ojos, está totalmente oscuro pero logra sentir la presencia de Hamilton a su lado, le está abrazando. Laurens balbucea sacudiéndose los restos de la pesadilla.

— ¿Estás bien? — Alexander enciende una pequeña lámpara a su lado — Estabas temblando... me preocupaste.

— Yo... — Se incorpora, sentándose en la cama — Si.

— ¿Seguro? — Alexander se incorpora para darle unos besos en su mejilla, luego acaricia está con su pequeña nariz. — Puedes decirme si quieres.

Murmura dulcemente abrazando al rubio.

— Si, de verdad. — Contesta acariciando el brazo de Hamilton que le tiene envuelto. La piel de Alexander es cálida. Alexander es cálida — Iré a tomar aire unos minutos.

Sale de la cama para vestirse, toma las ropas que están en el suelo.

— No tardes mucho.

Dice Alexander volviendo a recostarse, entiende lo que es eso de querer pensar a solas un rato por lo que no protesta.

El aire es fresco, contrasta de sobremanera con la calidez de su habitación compartida con Hamilton.

Un romance prohibido en medio de la guerra, en medio del su lucha por aquel ejército de hombres negros.

"¿De verdad no lo haces simplemente por la mera gloria?"

Gloria...

Aquella palabra...

Ese objetivo que ha estado persiguiendo desde que tiene memoria.**

Una de las cosas que más ansia es aquella sensación ansiada gloria de ser quien libere a todos esos esclavos.

Lo que sería aquel prestigio...

Se da cuenta de que tiene frío, que la calidez que Hamilton le dio se ha esfumado.

— ...

"Aléjate del sol, si te sigues quemando. Aléjate, aléjate del sol, porque es lo que has aprendido"

Ha aprendido a pisar el freno antes de arrancar siquiera.

Es peligroso, acostumbrarse a alguien es peligroso, sobre todo si es alguien cómo Hamilton.

Hamilton es cómo el sol y John no quiere terminar como Ícaro.

≫────··•••··────≪

* Esas fueron las últimas palabras –O una de las últimas- de Adrienne a Lafayette (¿Les recuerda a algo~?)

** Lo que para Hamilton era su legado para John lo era la gloria, ha llegado a cometer locuras con eso como excusa. De hecho muchos argumentan que el deseo de un regimiento negro de Laurens no era mucho más que "Una mera necesidad egoísta de comando de campo donde podría perseguir su obsesión por la gloria" e incluso su biógrafo, Gregory D. Massey, está de acuerdo con, en parte, con esto. Recuerden esto, en este fic exploraré ese lado suyo.

≫────··•••··────≪

≫ Lo que escribí de Henry Laurens es cierto, lo de que él plantó la idea de "Libertad para los esclavos" en John es más bien personal pero el resto es cierto, era mucho mucho más amable con sus esclavos que otros y tenía la esperanza de liberarlos algún día.

≫ Si entendieron la referencia a 31 minutos los amo

≫ A partir de ahora nos iremos adentrando más en las vidas pasadas, pasaran a tener su propia narrativa en lugar de estar dentro de la narrativa de la vida actual, espero haberme explicado bien.

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