𝟎𝟖 - 𝐃𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧
Capítulo ocho
Decisión
La cabeza le está matando, la siente palpitar, todo está demasiado borroso, los recuerdos de aquella vida pasada...
Ya era hora de que te dieras cuenta
Esa condenada voz no ayuda para nada, aunque ya tiene sospechas de a quien pertenece
—No estoy de humor para soportarte.
Había estado medio ausente durante toda la cena en casa de Hércules y francamente, está mentalmente agotado.
Luego de una breve ducha decide dormir, pasa de todo, mañana pondrá sus pensamientos en orden.
Así que toda esa historia de la reencarnación es cierta y... él ha recordado su vida pasada, vida en la que su madre murió, en la que tuvo un hermano, en la que un huracán destrozó su hogar, una vida en la que engañó a su esposa y tuvo ocho hijos.
¿¡Ocho hijos!? Definitivamente esa parte de la historia no se repetirá.
Entre divagaciones va entrando al mundo onírico, ese mundo de un país en guerra, de un amor prohibido en aquellos tiempos, una relación que era una escalera hacia la nada.
⋅◈⋅
Debería estar durmiendo, echaría de menos esas horas de sueño mañana pero ahí estaba, escabulléndose a la tienda de Laurens.
Si lo atrapan, está muerto pero no le importa. Logra ver una tenue luz y la silueta del rubio que aparentemente se encuentra dibujando. Con pasos sigilosos se adentra en la tienda pero el rubio no repara en su presencia, sigue centrado en su cuaderno.
—¿No deberías estar durmiendo?
Laurens se sobresalta notoriamente, contrario a lo que Hamilton creía no estaba dibujando, si no escribiendo.
—¿Qué haces aquí?
Pregunta algo nervioso, aparta la hoja.
—Sólo no podía dormir — Se encoge de hombros con actitud despreocupada
—¿Me permites hacerte compañía?
—C-claro.
Sigue algo nervioso pero la verdad Hamilton no lo nota, está algo ocupado con otros pensamientos en su mente. Se sienta a su lado mientras el rubio toma su cuaderno con algunos dibujos y comienza a dibujar en este, estando plenamente consciente de la mirada del menor sobre él.
—¿Sucede algo?
Pregunta sonriente, vamos, no es tonto, sabe perfectamente porque Hamilton está en su tienda.
—Nada, sólo miro.
—¿A mis dibujos o a mí?
No recibe una respuesta en palabras, el menor acerca sus labios a los suyos, los roza apenas pero rápidamente da otro contacto más, cada vez más lento y pasional, es la primera vez que se siente la suficiente protección de ojos ajenos cómo para besarlo así.
—A ambos.
Laurens sonríe antes de volver a besarlo, Hamilton aparta el cuaderno de dibujos de este y luego lo atrae más hacía él. Hunde sus dedos en las hebras del rubio buscando intensificar el beso con desesperación provocando una leve risa en el mayor.
—¿Qué sucede?
Pregunta el pelirrojo con un leve carmín en sus mejillas.
—Eres muy tierno, sólo eso.
El rubor del menor se intensifica, frunce levemente el ceño pero ¿Cómo puede enojarse con John en un momento así? Simple, no puede por eso no se queja cuando el mayor vuelve a besarlo, está vez introduciendo su lengua en la cavidad bucal de Hamilton, buscando su lengua con la suya, buscando qué estén en contacto en un baile lento. Usa su peso para inclinarse sobre el menor, obligándole a recostarse sobre el suelo de la tienda.
—¿Era esto lo que querías?
Pregunta John acomodándose sobre el menor, con sus piernas a cada lado de este.
—No, yo quiero mucho más.
Dijo firme llevando sus manos a la nuca del rubio para acercarlo y continuar besándolo. Se estremece al sentir una mano gentil acariciar sus pectorales.
—Debemos... — Levanta un poco la prenda de Alexander permitiéndole ver la piel de su torso— ... Mantenernos callados ¿Si?
Da un tierno beso en el cuello del menor, luego otro y otro mientras sus manos acarician el torso del pelirrojo quien se estremece ante cada contacto, su respiración comienza a agitarse y su miembro comienza a erguirse. Con suavidad el rubio retira la prenda del menor dejándola a un lado.
—Joder...
Alexander se estremece por el frío, aun con creciente temperatura de ambos cuerpos está temblando. Se ve tan frágil e indefenso a ojos de Laurens.
—El ejército tiene sus ventajas.
Comenta John con una sonrisa que es de todo menos casta. Su rostro se ve atrapado entre dos manos, pronto sus labios se ven en una situación similar al verse cautivos por los del pelirrojo, quien ahoga un gemido, ambos jadean sintiendo cómo la temperatura del ambiente aumenta.
Cada vez más intensos, cada vez más desesperados y cada vez más húmedos eran los besos. Alexander comienza a frotar su entrepierna contra la de Laurens mientras sus impacientes manos tratan de arrebatarle la prenda superior, con algo de brusquedad cabe aclarar, dejando parte de su pecho al descubierto
—Oye, tranquilo. — Laurens toma las muñecas de su opuesto y las aleja. Se incorpora mientras libera una para tomar la vela a su lado — Déjame verte.
Con la tenue iluminación de la vela Hamilton es escudriñado por el hombre encima suyo, siente sus mejillas arder, su respiración agitada saliendo de sus labios entre abiertos, su corazón latiendo descontrolado, su miembro palpitante reaccionando ante el contacto sobre él.
—Impaciente ¿Eh?
Pregunta Laurens vacilón viendo los cabellos de Hamilton esparcidos por el suelo apretando la muñeca contra del menor contra el suelo. Este aprieta los puños con algo de rabia, siente la cera caliente de la vela en su pecho, no quema, no es eso lo que le molesta.
—Suelta eso y continuemos.
Lo que le molesta es no estar besando a Laurens en este momento, le molesta lo bien que sus cabellos caen sobre su frente y no poder enredar sus manos en ellos.
Laurens obedece, deja la vela donde pertenece y se acerca a Alexander para continuar con los besos, logrando domar al feroz Hamilton, quien ahoga un gemido al sentir a Laurens mover sus caderas, frotando sus miembros a través de la ropa, impaciente por más el menor despoja de la prenda superior al rubio, acariciando su piel.
Laurens procede a besar el cuello del menor, a veces con dulzura, otras veces más brusco, disfrutando de los jadeos, los gemidos que se convertían en leves risas y volvían a ser gemidos por parte de Hamilton. Adentra una mano en los pantalones del menor, tanteando el miembro del pelirrojo, lo envolvió con su mano hábil y procedió a estimularlo moviendo su mano de arriba a abajo.
—Más... rápido.
Jadea Hamilton aferrándose a la espalda de su amante, sintiendo el placer aumentar en él. Otra mordida en su cuello, otro beso sobre sus labios para callar los gemidos que podrían delatarlos.
Alexander jadea contra los finos labios de Laurens mientras rasguña su espalda con los ojos cerrados dejando pequeñas marcas en ella mientras se corre en la mano del mayor. Abre los ojos para encontrar una expresión
¿Orgullosa? Por parte de Laurens.
—Tienes unos ojos hermosos.
Da un beso en la mejilla del menor, luego otro en sus labios a la par que baja los pantalones de Alexander, quien lo imita y pronto quedan ambos desnudos con el sonrojo escalando por las mejillas de ambos y un matiz de deseo brillando en las pupilas de ambos. Con algo de duda Laurens adentra un dedo en la entrada del menor.
—Mmh...
Se aferra a los grandes y firmes hombros del rubio mientras este se abre camino en su interior.
—Está bien, aquí estoy.
Los besos que el menor repartía ahora eran dulces, contrastan de sobremanera con lo pasional que estos eran hace unos segundos.
Sólo la tenue luz de la vela es testigo de aquel pecado de medianoche.
Alexander logró relajarse permitiendo a Laurens introducir un segundo dedo. Los susurros vehementes del mayor le ayudan a concentrarse en otra cosa.
—Ya... ya... — Súplica Alexander, tuvo suficiente del juego previo, necesita sentir a Laurens en su interior — Por favor, John.
—El rubio sonríe de medio lado, retira sus dedos y toma su propio hombría posicionándola frente a la entrada del menor, con su mano libre toma la de Alexander. Lentamente penetra en el menor quien lucha por contener un gemido, no pueden atraparlos, no pueden. Aprieta los dientes al sentir al rubio ya dentro de él, nunca se había sentido tan cercano a nadie, tan unido a otra persona.
—Sus miradas se encuentran, la de él mayor llena de preocupación y la del rubio con algo de vergüenza, pero ambas desbordantes de deseo.
—Muévete... — Pide con una sonrisa mientras el placer le recorre a la par que el dolor pero no quiere que Laurens sepa eso último, ve la duda en el rostro del rubio — P-por favor.
La voz del menor es tan tentadora y excitante que no pudo esperar más. Inicio un vaivén suave que logra hacer que ambos se estremezcan de placer. Lleva una mano nuevamente al miembro ajeno y vuelve a masturbarlo.
¿Cómo algo que está tan mal se siente tan bien?
—Más rápido.
Súplica Hamilton. Qué difícil es mantenerse callado cuando desea gemir libremente. John obedece sin dudar, el placer lo embarga de pies a cabeza. Los movimientos de ambos cuerpos se intensificaron cuando Alexander enredó sus piernas alrededor de la cintura del otro volviendo las embestidas más desesperadas. Sus labios buscan callarse los unos a los otros pero se separan para apretar los dientes luchando por no hacer ruido alguno mientras alcanzan el clímax.
—Alexander...
Sólo eso logra gemir el mayor antes de correrse dentro de su amante, todo su cuerpo se estremece mientras el aire escapa de sus labios entre abiertos al son de su orgasmo. El pelirrojo gime de placer al sentir esa cálida sensación dentro suyo, se corre también mordiendo el hombro ajeno. El rubio se deja caer sobre su amante mientras normaliza su respiración, ambos pueden sentir los latidos del otro.
Hamilton suelta una pequeña risa, casi inaudible pero John logra oírla al estar tan cerca.
—¿Qué?
—¿Sabías que los espartanos creían que el sexo homosexual fortalecía los lazos entre los soldados?
Esta vez es Laurens el que rie.
—Entonces ¿Deberemos hacer esto más seguido?
—Lo que sea por el bien de nuestra nación.
Concluye Hamilton acariciando la mejilla del mayor, dándole un beso cariñoso. Ojala pudiese quedarse ahí toda la noche pero sabe que no puede, por mucho que le duela. Siente a Laurens sacar su miembro y se recuesta a su lado.
—No puedes quedarte aquí toda la noche — Besa su frente — Lo sabes ¿No?
—Si, si — Pese a lo que dice se acurruca en el pecho del mayor — Sólo un rato. Escucha al mayor suspirar.
—Bien, tienes suerte de ser adorable.
Si fuera cualquier otra persona se habría enojado pero si se trata de Laurens... pues está bien que lo diga.
⋅◈⋅
El sonido de su alarma lo despierta, frota su cara y se ponen de pie, apenas lo hace los recuerdos de su sueño lo golpean, sus mejillas se tiñen de rojo.
¡Dios! ¿Cómo va a ver a Laurens a los ojos?
Bueno, no sólo Laurens. Lafayette, Hércules, Eliza...
Todos ellos son personas con las que compartió una vida pasada...
Tiene que poner en orden sus pensamientos y necesita una buena ducha, con agua fría.
...
— ¿Qué opinas de estos? A mí me gustan
Dice Hércules mientras se ve en el espejo de la tienda de óptica probándose unos lentes de montura blanca, le gustan, le dan cierto aire profesional. Nota a Alexander muy callado, voltea a verlo, ve unas tenues ojeras bajo los ojos de el menor con la mirada pérdida en quién sabe dónde.
—¿Alex? — Con cuidado lo sacude del hombro — ¿Amigo?
—...
No hay respuesta. Alexander sigue hundido en alguna laguna mental.
—¡Oh! ¡Dios! ¡La Cuarta Guerra Mundial! — Grita el irlandés sacudiendo al menor — ¡Alexander! ¡Te perdiste la tercera por estar en tu mundo!
—¿Q-qué? — Alexander vuelve al mundo real — ¿Qué pasa Hércules?
—Yo soy quien debería preguntar eso — Vuelve la vista a la dependienta frente a él — Llevaré estos.
—Muy bien ¿Aumento?
Pregunta la dependienta amable. Hércules entra en pánico.
—E-ehm si, de uno punto cinco.
Tira nervioso una cifra rezando porque tenga coherencia, la dependienta sonríe, dice que estarán listos en unos días.
"¿Días?" "¿Tanto cuesta poner unos cristales en unos lentes?"
Se cuestiona Hércules. Bueno, él no había estudiado oftalmología y no los necesita en realidad para ver.
—¿Desde cuándo necesitas usar lentes? Pregunta el menor saliendo de la tienda.
—Desde que insulté uno de los dibujos de mi hijo.
¿Eso es culpa en su voz?
Con algo de pánico se da cuenta de que se dirigen a la cafetería donde John trabaja.
Vamos, puede mantenerse en calma, sólo es...
Sólo es John Laurens, tu novio de hace más de doscientos años
El pelinegro rueda los ojos.
Ya decía que esa voz se le hacía familiar, joder ¡Es su propia voz! "¿No querrás decir nuestro novio de hace más de doscientos años?"
Porque son la misma persona, técnicamente, ¿Si? ¿No? ¿Tal vez? Dios, que confuso es esto.
Jura poder ver al pelirrojo rodar los ojos.
No es cómo si lo siga amando ni nada
"¿Sabes lo estúpido que es mentirte a ti mismo?"
Debe de estar loco, está hablando con aquella voz, con su "yo" de una vida pasada.
Así que... aquí está de nuevo en Nueva York, de nuevo conoció a las mismas personas, sólo que en diferentes circunstancias.
Ahora la pregunta es "¿Qué harás?"
¿Qué hará? ¿Qué significa e...
Antes de que se dé cuenta están frente al local.
Ahí está, Alexander logra verlo a través del cristal. Es bastante menos alto que en su vida pasada, su cabello rubio y lacio pasó a ser enrulado y castaño. Sus facciones pasaron a ser mucho más suaves, unas pecas adornan su piel pero sin duda sigue siendo él. El cielo que veía en esos ojos azules se transformó en una pradera, una primavera floreciente en sus iris.
Se encontró a sí mismo en plena limerencia, dándose cuenta de un hecho crucial: John Laurens aún lo tiene a sus pies.
Al verlo hablar con Martha sintió una sensación amarga. Cierto, se casaron en sus vidas pasadas pero aquí de verdad parecen buenos amigos y no más. Pero aún así...
Y ahí está, ese mar de sentimientos, Dios, quiere hacer tantas cosas. Quiere correr hasta John y abrazarlo, golpearlo, llorar en su hombro, decirle que es un tonto por dejarse matar en esa batalla y luego besarlo, decirle que lo ama, que es el hombre de su vida.
—¿Alex?
La voz de Hércules lo saca de sus pensamientos, mira de reojo al castaño por última vez. Mira a Hércules, quien fue su confidente en tantas ocasiones en su vida pasada.
—Yo, creo que paso hoy.
No puede, no puede entrar, son demasiados sentimientos encontrados, si entra hará alguna tontería, tiene que aclarar su mente.
Hércules enarca una ceja sorprendido, eso es nuevo.
—¿Seguro?
—Si, yo... — Comienza a retroceder —... caminare por ahí un rato — Voltea y comienza a caminar pero se detiene — Saluda a Laurens de mi parte.
Dicho esto se marcha dejando al irlandés sorprendido. "Laurens" ¿Ya sabe su apellido?
Tal vez eso explica ese cambio de actitud tan repentino. Sonríe antes de entrar al local.
Alexander camina hacia quien sabe dónde sólo quiere distraer su mente con algo, lo que sea, el ruido de la gente, del tráfico...
—¿Alexander?
Una voz meliflua lo llama, una voz que le transmite paz. Voltea y ve a la chica quien fue la calma en el huracán que fue su vida pasada.
—Eliza.
En cierta forma no ha cambiado, sigue irradiando dulzura y paz en su simple presencia. Se unió a él en su caminata.
Nuevamente, lo ayudó, hablar con ella es cómo alguna clase de terapia. Caminaron un buen tiempo conversando, conociéndose, en verdad apenas había cambiado. Alexander le preguntó en que le gustaría trabajar.
—Quiero ser pediatra.
Contesta la Schuyler a la pregunta. Alexander abre los ojos sorprendido, pediatra, no se lo esperaba ella no demostró nada de eso en su vida...
Cierto, ella no podía trabajar en ese tiempo, su trabajo era ser su esposa, Dios, que machista sonó eso.
Eliza le dedicó su vida, aún luego de muerto, él fue su vida ¿Y ella? Ella era feliz siendo devota al hombre que amó, porque esa era su labor, porque lo amaba.
Alexander se siente algo culpable, Eliza fue tan devota a él que no pudo hacer su propia vida pero eso puede cambiar, ahora tiene oportunidades que no tuvo hace doscientos años.
La pregunta es ¿Estará a su lado él en esta vida?
Luego de quien sabe cuánto tiempo Eliza, siendo una flor de nervios, pregunta algo.
—Alex ¿Te gustaría, ya sabes, salir otra vez? Pregunta algo sonrojada. ¡Dios! Se ve tan adorable.
Podría usar esto como una redención hacia ella, darle la vida de cuento de hadas que se merece pero el ya ha tomado una decisión.
—Eliza, eres una chica hermosa y maravillosa — Dice con voz gentil — Pero ya hay alguien más para mí.
—Oh... ¡Oh! ¡L-lo siento! — Tartamudea nerviosa — No sabía ya estabas saliendo con alguien.
Bueno... si, podría decirse que somos novios. "Pero él no lo sabe aún"
—No quería causarte problemas.
—No lo hiciste, tontita — La reprende con cariño — De verdad
La sonrisa del pelinegro la calma, le habría encantado salir con él pero ¡Oh bueno! La vida sigue.
Luego de caminar un rato más y acordar en que Alexander llevaría a su futuro hijo con Eliza cuando está sea pediatra se despiden.
—Betsey — La llama antes de irse — Eres la mejor esposa y la mejor mujer.
La Schuyler lo mira extrañado ¿Betsey? Que apodo más raro, suena a nombre de vaca.
—G-gracias, supongo.
Contesta algo sonrojada. Alexander la ve marcharse, ahí va una gran chica, una maravillosa mujer.
¿Si es tan maravillosa por qué la dejaste ir?
"Si es tan maravillosa ¿Por qué la engañaste?"
Silencio, por varios segundos.
No lo sé
Mira con una sonrisa el cielo neoyorquino.
Así que ¿Ya decidiste que hacer?
"Y tanto"
Alexander Hamilton pudo conseguir casi todo en su vida pasada, una de las pocas que no pudo conseguir fue una vida junto a John Laurens y ese será su objetivo desde ahora. No pudieron estar juntos en ese momento pero las cosas han cambiado, ya no son personas luchando por construir un país, son personas normales que pueden permitirse preocuparse únicamente por su felicidad. No son los mismos de hace doscientos años atrás
No será nada fácil ¿Sabes? No esperes que sea cómo Eliza
Él no quiere que sea cómo Eliza, quiere que sea cómo él mismo, cómo John Laurens. Además ¿Qué cosa que valga la pena es fácil?
Se siente renovado, cargado de energía y confianza.
"John Laurens, prepárate, el amor de tu vida luchará por ti aunque no lo sepas"
—¡Alexander!
Esa es la voz de John, voltea y se encuentra esos hermosos ojos verdes y esa sonrisa.
Confianza: A la mierda. Energía: La usará para correr.
Dios, es verlo y sentir una bomba de sentimientos en su estómago, como una efervescencia dentro suyo.
—Vamos a ir al cine ¿Quieres venir?
Ofrece John sonriente ajeno al mar de sentimientos del caribeño.
—L-lo siento, estoy ocupado.
Le encantaría ir pero teme hacer una idiotez, es decir ahora mismo está luchando por no devorar los labios del castaño.
Apresuradamente se aleja dejando confundidos a John, Lafayette y Martha.
Había dejado ir a una gran mujer, solamente John Laurens vale eso por eso debe luchar para estar a su lado y lo haría, mierda que lo haría, cuando aprenda a controlar su tonto corazón en presencia del castaño.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top