𝟎𝟓 - 𝐄𝐧𝐬𝐨𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐝𝐢𝐟𝐮𝐬𝐚𝐬 𝐈

Capítulo cinco 

Ensoñaciones difusas -Parte I-

Los días pasan y se convierten en semanas, las semanas se convierten en un mes, un mes normal en la cafetería para nuestro grupo de amigos favoritos, al igual que para Hércules, su negocio de sastre iba bien, al igual que la crianza de sus dos bellos hijos.

Pero para Alexander, bueno, no estaba siendo un mes malo, para nada, el conocer a John le había cambiado el mundo y disfrutar de su compañía es de lo más agradable al igual que Martha y Lafayette, sólo estaba siendo un mes raro.

¿Qué por qué? Bueno, sus sueños se están volviendo cada vez más confusos, más bizarros, además de que cada vez más seguido se queda soñando despierto, sospecha que puede ser alguna clase de narcolepsia o algún definís de atención, busca alguna explicación lógica a su situación porque ¡Nada tiene sentido para él! Dios, llámenlo tonto por preguntar pero ¿Es posible desarrollar sentimientos por alguien en tus sueños? Porque aquel rubio...

Toca sus mejillas mientras piensa en aquellos rasgos tan masculinos, tan hermosos, tan apacibles, tan...

 — ¡Agh! ¿Qué me estás haciendo? 

Se cubre los ojos con sus manos y se deja caer en su cama sintiendo su cara arder. 

¿Qué le está pasando?Lo más raro es lo atrayente que son aquellas "fantasías", siente esconden algo y, como no es de sorprender, él es curioso por naturaleza.

Cierra los ojos y se deja arrastrar en su curiosidad.

⋅◈⋅

— ¿A quién debo matar para que me obedezcas?

Mira frustrado a su corcel, debieron haberle dado al caballo más terco de toda América.

El animal de pelaje color canela no le hace caso, se satisface con el abundante pasto del suelo. Mueve sus pequeñas orejas ahuyentando a los molestos insectos que molestan, lástima que no pueda ahuyentar al molesto pelirrojo que incordia su almuerzo.

— Muy bien — Habla el de ojos azules — Jugaré tu juego.

Saca de una pequeña bolsa una manzana que pensaba comer, se las arregla para cortar un trozo de esta, ofrece al más pequeño al animal.

— Si te portas bien, te daré un poco ¿Trato? 

El caballo se le acerca. Alex asustado al ver los dientes del animal acercarse a su mano, retrocede, el animal aprovecha y engulle el trozo más grande de la fruta.

— ¡Oye!— Reclama enojado — ¡Eso era para mí!

 El caballo ignora sus protestas y mastica tranquilo.

 Resopla enojado, mastica el trozo de manzana que planeaba darle al animal. ¿Cómo demonios los otros soldados se las arreglan por sus corceles? 

Escucha una risa tras él."Por favor que no sea..." 

— ¿Aún tiene problemas con su caballo? 

"...Mierda, es él"

Laurens se le acerca a él.

— Agradecería que no usará ese tono de burla — Dice con tono ligeramente molesto — No todos nacemos con un don con la naturaleza como usted...

Se nota en su tono de voz que está avergonzado.

Laurens aprovecha que tiene la mirada en el suelo para estudiar sus facciones.

Nota esos ojos azules tan profundos cómo la noche, esos labios carnosos, tiene unas mejillas ligeramente redondeadas dándole cierto toque tierno, es un rostro hermoso.

— Ciertamente es una hermosura.

— ¿E-eh?

— Le asignaron una yegua preciosa.

Dice acariciando al animal, quien se muestra manso frente al rubio.

— Oh, sí. — Claro, está hablando del caba... — ¿Yegua? ¿Es hembra?

— No me diga que no lo sabía.

Pregunta sonriente, Hamilton se encoge de hombros.

— Todo lo que sé es que este animal es tan terco cómo una mula.

Se cruza de brazos fulminado con la mirada al equino, este lo ignora.

— Déjeme enseñarle a tratar con ella. — Se ofrece Laurens a lo Hamilton asiente sin vacilar — ¿Le puso un nombre?

— ¿"Estúpido animal" cuenta cómo nombre?

Laurens enarca una ceja. Su expresión se vuelve nostálgica.

— ¿Qué le parece Martha?

— ¿Martha?

— Si es... — Parece vacilar mientras se ahoga en un mar de recuerdos — Un nombre lindo ¿No cree?

— Supongo.

Contesta ignorante a la nostalgia del rubio. Este sacude su cabeza ordenándose centrarse.

— Acaríciela, es un animal hermoso.

Dice mientras consiente al animal con caricias de sus firmes manos. El pelirrojo observa a la yegua con desconfianza y -aunque no vaya a admitirlo- algo de envidia.

— No va a morderme. ¿Verdad?

— ¡Venga hombre! — Lo anima al ver que se acerca con desconfianza — ¡Sin miedo!

Toma la mano del pelirrojo y la guía en sus caricias hacia el animal. Alexander se estremece ante el contacto de la mano de Laurens. Es algo más grande que la suya y está algo fría pero se siente, tan gentil, tan relajante, cómo si pudiera proteger su pequeña mano del infierno en que se encuentran.

— No es tan malo.

Dice aliviado al ver que el animal se deja hacer.

— Sus manos son cálidas, Hamilton — Lo elogia con una sonrisa apretando ligeramente la mano del pelirrojo — Sólo debe aprender a usarlas.

— L-lo tendré en cuenta.

Su pequeña altura no ayuda a que no se vea tierno a los ojos del rubio, quien es bastante más alto que él.

— Bien — Suelta la mano del pelirrojo — Enséñeme cómo monta.

— Al caballo ¿Verdad?

— ¡Pues claro, Hamilton! — Coloca las manos en sus caderas adoptando cierta actitud altanera — ¿De qué otra cosa estaría hablando sino?

Reprimiendo el impulso de sonrojarse monta al animal, quien se altera relinchando.

— ¡Eh! ¡Eh! ¡Basta! — Reprende al animal enojado. Dirige la vista al rubio que parece juzgarlo, se ordena tornar una actitud más gentil — Ya, ya, shhhhh...tranquila.

Da palmaditas en el animal para calmarla, cosa que, contrario a sus expectativas, funciona. Se siente orgulloso de si, esa sensación aumenta al ver la expresión de Laurens.

— Nada mal. — Lo felicita con un tono casi fraternal — ¿Le apetece ir a cabalgar un rato?

— Por mi bien.

Laurens le regala una sonrisa antes de voltear e ir a buscar a su caballo.

⋅◈⋅ 

Abre los ojos y mira su mano, esa sensación fresca y refrescante que transmitía la mano del rubio se ha ido de su mano pero permanece en su mente. 

Mira el reloj de su celular. Toma su mochila y se marcha, tiene trabajo que hacer.

El celular de John le indica que tiene un mensaje nuevo. Sonríe al ver que es la respuesta de su novia. Abre el chat del grupo que tiene con Laff y Martha. 

💬: Peggy dice que está viniendo.

💬Laff: ¿Invitaste a alguien más sin decirme?

💬:Es mi casa

💬Laff: ¡También es la mía!

💬Martha: ¡La mía también!

💬Tu no vives aquí Martha.

💬Martha: Ah, es verdad.

💬Laff: ¿Qué onda con el nombre del grupo?

John nota que el nombre del grupo es, ahora, "Marvel>DC" Sabe quién es el culpable o mejor dicho la culpable.

💬Martha: Yo cree el grupo, si no te gusta puedes irte.

Laff salió

💬Martha: ¡Noooooooooooo! D:

💬Top 10 despedidas más tristes del anime ?)

Martha agregó a Laff

💬Parecen un par de niños.

💬Laff: Ella empezó >:(

💬Martha: Illi impizi

💬¡Bueno mierda! Pongo el nombre yo.

John teclea el nuevo nombre del grupo "Creo un grupo ¡Y pasa esto!"

💬Ya ¿Felices?

💬Martha: Yo tengo una duda.

💬Laff: ¿Qué?

💬Martha: ¿Por qué hablamos por mensaje? Estamos todos en la misma sala.

El ojiverde dirige la vista hacia Martha, quien está sentada en el suelo, mientras que Laff y él están en el sofá.

💬Laff: Buena pregunta

💬x2

John deja el celular a un lado y enciende el PS4, arroja uno de los mandos a Lafayette.

— ¿Juegas?

— Creo que no tengo opción. — Parece repensar sus palabras — ¿No quieres jugar tu, Martha?

— Paso — Agita su mano de forma despreocupada — Yo soy feliz con mis emuladores de Nintendo DS — Hablando de eso... — Saca su celular — ¡Último caso! ¡Ahí voy!

Mirando de reojo a John el francés logra notar leves ojeras bajos sus ojos, eso le preocupa.

— ¿Has estado durmiendo bien?

— ¿Por qué preguntas eso Laff? — Inquiere Martha con voz pícara — ¿No lo dejaste dormir bien anoche?

— ¡Martha!

Reclaman los dos enojados y algo apenados. Saben que sólo lo hace a modo de broma pero es que la rubia no tiene idea de los mensajes entre ellos que vuelven su relación... extraña.

— Aish, sólo bromeó ¿Qué pasa, pecas? ¿Insomnio?

— No, es siempre termino despertando en medio de mis sueños, son... raros.

— ¿Pesadillas?

Pregunta la rubia.

— No lo sé, sólo recuerdo disparos, cañonazos, algunos nombres y apellidos que no logró recordar y... un horrible dolor en el pecho.

Dice pensativo mirando al suelo pensando en la sensación que acompaña a esos sueños, culpa, siente una culpa terrible sobre sus hombros.

Se percata de la preocupación en la expresión de sus amigos. Sacude su cabeza.

— Bueno, son sólo sueños, da igual.— Le resta importancia volviendo a jugar.

La ojimiel hace una mueca estudiando a John, sin duda comparten la característica de evitar los problemas a toda costa. Coloca algo de música para despejar el ambiente, pone una canción de Twenty One Pilots, sabe que es de los favoritos de Laurens.

John sonríe escuchando la canción. Se pierde pensando en aquellos sueños, en cierta manta de cabellos pelirrojos y en esa sensación de nostalgia que siente al despertar, además de la sensación que acompaña a ese muchacho de cabellos rojos, tan reconfortante, tan...

— ¡Gol! — El festejo de Lafayette lo despierta de su ensoñación. — ¡Punto para

"El héroe de dos mundos"

— Siempre quise preguntarte ¿De dónde sacaste eso?

Lafayette piensa unos segundos la pregunta de Martha.

— La verdad no lo sé, simplemente vino a mí un día. — Nota lo callado que

está Laurens — ¿John? ¿Todo bien?

— ...Cálido.

Murmura, pero Lafayette no logra entenderlo.

— ¿Cómo?

John se da cuenta de lo que dice, parpadea para volver a la realidad.

— A-ah, nada.

— No estás acostumbrado a perder ¿Eh?

— Jodete Laff.

El sonido del timbre llama la atención de los tres. Martha se ofrece a abrir.

— ¡Peggy!

Saluda sonriente a la novia de su amigo. La abraza frotando su mejilla contra la de la Schuyler.

— Hola Martha.— Corresponde sonriente al saludo.— Traje papas fritas. Martha toma sonriente la bolsa mientras Peggy entra al departamento, se dirigen a la sala.

— ¡Llegó la mejor cuñada del mundo!

Anuncia la rubia la llegada de Peggy al entrar en la sala a los jóvenes que se encontraban jugando en el suelo. Martha se dirige a la cocina a buscar un recipiente en el que servir las papas fritas que la Schuyler había traído.

— Hola Peggy.

Saluda Lafayette sin sacarle la vista a la pantalla.

— Hola Laff — Su mirada se encuentra con su par de ojos verdes favoritos — Hola cariño.

— Hola hermosa — Recibe un rápido beso en los labios por parte de Peggy, quien se sienta a su lado. — ¿Cómo estás?

Nota cómo Peggy lo escudriña frunciendo el ceño.

— Creo que yo debería preguntarte eso a ti, no te ves muy bien. — Repiensa sus palabras — ¡Ah! Quiero decir que pareces algo cansado no que te veas mal o algo así.

John sonríe, nunca le deja de sorprender lo observadora que Peggy es. Le ofrece el mando, ella lo acepta sonriente y toma su lugar en el partido contra Lafayette.

— Es sólo que últimamente no he logrado dormir bien.

Se frota los ojos tratando de sacarse de encima la sensación de sueño.

— Tal vez deberías dormir una siesta.

Sugiere la chica mientras sus hábiles dedos se deslizan por los botones del mando poniendo en un apuro al francés.

— ¿Y joder mi horario? Paso.

— ¡Maldita sea! ¿Por qué eres tan buena en esto Peggy?

Se queja Lafayette viendo la repetición del gol, Peggy ríe.

— ¿Qué me perdí? — Pregunta Martha sentándose junto a Lafayette con el recipiente lleno de papas fritas. La pequeña gata parece interesada en la comida, se acerca ronroneado rogando comida — Laff ¿Puedo darle un poco a Laurette?

— Empezando por el hecho de que, en principio, nosotros no deberíamos estarlo comiendo, no.

— ¿Laurette? — Pregunta Peggy — John me dijo que se llamaba Martha.

— ¡Ninguno! ¡Se llama Jean le Blanc! — Espeta frustrado — ¡Agh! Maldición.

Otro gol por parte de Peggy, para frustración del francés ¿No se suponía que los juegos deben relajarte?

— ¿Quieres jugar Martha?

— ¿Con dos goles de ventaja contra Laff? ¡Claro!

— ¡Esto es como tres contra uno! — Se queja viendo como Martha toma el control — No es justo.

— La vida no es justa Laff.

— Li vidi ni is jisti Liff.

Viendo la pequeña discusión entre sus amigos. Peggy saca una pequeña bolsa de su bolsillo.

— John, te traje algo.

Él ojiverde toma la pequeña bolsa sonriente, la abre y se topa con dos pequeños collares, uno de color blanco y otro negro, al verlos bien se topa con que son de esos collares de pareja. Uno tiene incrustado un candado con la frase "I love" y otro una llave con la palabra "you"

El ojiverde sonríe y le dirige la vista a Peggy dispuesto a agradecer pero le inquieta ver la expresión nerviosa de su novia.

— ¿Qué pasa?

— ¿No es muy... — Aprieta los labios dudosa — cursi?

— Ay Peggy — La atrae en un gentil abrazo — ¡Claro que no! — Peggy sonríe al sentir los labios de John en su frente en un gentil beso. El ojiverde el collar blanco, el que tiene forma de candado — A ver, te ayudo.

Peggy voltea sosteniendo su cabello mientras John le coloca el collar, se siente algo tonta por estar tan sonriente pero le da igual. Una vez que John logra colocar el collar, ella voltea a verlo sonriente, John le devuelve el gesto con aquel brillo en su mirada que sólo la joven Schuyler provoca.

— Awww ¡Basta, me muero! ¡Son tan tiernos!— La voz de Martha rompe el ambiente. Dirigen la vista a sus amigos, quienes los ven sonrientes. La rubia padeciendo la más enternecida de los dos. — Son cómo Troy y Gabriela pero con más personalidad... al menos Peggy lo es.

John achica los ojos y la mira con recelo.

— Bueno, Martha, en este mundo hay personajes principales — Se señala a sí mismo — Y secundarios.

Señala a la ojimiel.

— Y como todos sabemos, los secundarios tienen mayor encanto — Retruca con astucia y un guiño — Secundaria y todo, me robo el escenario.

— Buena respuesta, punto para Martha.

— ¡Hey! — Reclama John a su novia — ¡Se supone que estás de mi lado!

— Cuando pierdes debes reconocerlo cariño — Se defiende Peggy sonriente — Además, ya le traje un regalo, para él mejor novio del mundo.

— Vaya ¡Gracias Peggy! — Lafayette le arrebata el collar de color negro al pecoso — Pero creí que estabas saliendo con John.

Él aludido da una risa sarcástica mientras recupera el collar. Laff y Martha retoman el partido.

— Muy original Laff.

Se coloca el collar mientras Peggy sostiene su rizado cabello.

— ¿Puedo hacerte una trenza?

Pregunta inocente.

— ¿Qué les pasa a ustedes con hacerme trenzas?

— Es que tu cabello es muy trenzable

Repone inocente. Una vez se coloca el collar, se recuesta en el hombro de Peggy mientras ella acaricia la mejilla de forma cariñosa él disfruta del dulce aroma que desprende. Se pierde en sus pensamientos.

⋅◈⋅

Laurens camina en busca de su caballo, llega al establo e identifica a su corcel con facilidad, la mancha color canela en su ojo derecho no sólo contrasta de sobremanera con su pelaje blanco, si no que lo hace fácil de identificar.

— ¿Estás de humor para salir Sayani? — El animal relincha por respuesta, Laurens cree firmemente que puede entenderlo — ¡Ese es el espíritu!

Toma al animal de las riendas y lo guía hacia afuera. Mientras alista al animal escucha algunos murmullos tras de sí.

— ¿Aquel no es John Laurens?

Pregunta un joven soldado cauteloso.

— Si, el hijo de Henry Laurens, escuché que ese tipo es un idiota.

— El pobre rubiales perdió a su madre muy joven. ¿Verdad?

Una tercera voz suena tras de sí.

— Además de que se casó por obligación ¡No sé cómo sigue vivo! Yo elegiría ahorcarme antes de casarme.

— Vaya, pobre hombre.

El semblante del rubio se tuerce en disgusto con esas dos últimas palabras.

Pobre hombre.

Esas voces suenan cargadas de lastima, piedad, lo están compadeciendo.

Siente rabia.

De seguro que si supieran del final de su relación con Kinloch esa actitud en ellos crecería -si no corrían a denunciarlo, claro está- aunque en realidad habían terminado en buenos términos, o eso quería creer él.

Les decida una mirada gélida que transforma la piedad en sus tres pares de ojos en miedo. 

Los tres soldados parecen caer en cuenta de que tienen delante a un joven bastante alto y bien formado, joder, un hombre así no necesita palabras de "pésame". Se marchan con actitud cohibida.

Laurens resopla tratando de sacarse de encima esa asquerosa capa de condescendía lastimera que dejaron esos hombres en él. ¿Quiénes mierda se creen para tenerle lastima? ¿Qué carajos es? ¿Un perro de la calle?

Suelta un pesado suspiro, monta al corcel quien empieza a andar, cabalgar siempre le ayuda a despejarse.

Por fortuna su mal humor desaparece al llegar junto a Hamilton.

— ¿Le mantuve esperando mucho tiempo?

— Para nada — Repone sonriente — Andado, es una tarde ideal para cabalgar. 

El aire les regala una agradable brisa. En el agradable silencio Hamilton nota la finura de los labios de Laurens, junto con ese color sonrosados le dan un toque agraciado que cualquier mujer enviudaría, al igual que cualquier hombre, pues no deja de tener aquel atrayente toque masculino.

— ¿Paramos aquí? 

Sale una pregunta de aquellos cautivantes labios al llegar a aquel claro donde hace no mucho se habían conocido. 

— Por mi bien

Ambos bajan y atan a los caballos a las ramas de un árbol que se ve bastante resistente.

— Esperemos que está vez su caballo no escape.

Obviamente Laurens no desaprovecha su oportunidad para molestar a Hamilton.

— Ciertamente, volver al campamento caminando sería una molestia.

— Siempre podemos usar el mismo caballo, Hamilton.

Ofrece con un tono de voz que el pelirrojo no logró descifrar pero que le hizo desear que se presentase dicho escenario. Mientras él se sienta contra un árbol nota cómo Laurens inspecciona el lugar, las hojas de los árboles y algunas aves del lugar.

— ¿Le gusta la naturaleza?

— ¿He sido tan obvio?

Contesta con otra pregunta sentándose a su lado.

— Para alguien con mi capacidad de observación, si, Laurens. — Sonríe con actitud galante — Pero dígame ¿Qué trae a un hombre cómo usted a este infierno?

Laurens enarca una ceja sonriente.

— ¿"Un hombre cómo yo"? ¿Qué significa eso?

— He aprendido a identificar a aquellos opulentos que no tienen necesidad de mover un dedo en su vida, sin ofender, pero usted parece uno de ellos

— Soy culpable — Confiesa — Si bien vengo de una familia acaudalada aquella vida no era para mí. Y lo que anhelaba no lo conseguiría encerrado en cuatro paredes bonitas.

— Me interesa eso ¿Qué tanto anhela?

El rubio juguetea con su lengua, nervioso, ¿Debería contárselo? Ya había recibido su cuota diaria de sermones sobre lo irreal que era su objetivo.

Ingenuo, iluso, soñador, tonto.

Cientos de epítetos que había recibido resuenan en su mente y aunque no está de humor para escucharlos nuevamente ¡Qué demonios! ¡Llámenlo cómo quieran por defender en lo que cree!

— Libertad, Hamilton, eso quiero.

Hamilton resopla una risa.

— Supongo que estamos iguales ¿Eh?

— No lo creo, mi buen amigo.

El más bajo sonríe al ver lo rápido que Laurens ha entrado en confianza.

— ¿Por qué lo dice?

— Usted quiere libertad para el país y sus ciudadanos, pero aunque consigamos eso, me temo que mi objetivo estaría completado a medias.

¿A medias? ¿De qué habla? ¿Qué hay más ambicioso que querer la libertad para su país?

— Me temo que no lo sigo.

Por primera vez en bastante tiempo está perdido ¿Por qué le gusta eso?

Laurens resopla una risa. 

— Vera, yo anhelo libertad para aquellos que no son ciudadanos, para los que no tienen voz, para los que tienen marcas de latigazos en sus espaldas y de esposas en sus muñecas. Mi susurro tiene mucha más fuerza que miles de gritos de ellos desafortunados que cayeron en las codiciosas manos de los americanos.

Hamilton clava su vista en esos finos labios que han terminado de moverse y forman una sonrisa. 

— Usted... 

— Yo quiero abolir la esclavitud, mi buen amigo. Mi sueño es morir en batalla por mi causa — Lo ve a los ojos con una sonrisa calma — Adelante, diga sus opiniones, con gusto las oiré. 

"¿Cómo quiere que le de opiniones cuando sólo puedo oír el latido de mi propio corazón?"

 Pero en el lío que es su cabeza logra rescatar una idea, ese rubio de ojos color cielo es único, es magnético y no quiere apartarse de su lado. 

— Laurens — Aprovecha y se acerca acortando la distancia — No he oído objetivo más ambicioso y noble a la vez.

 — Eso es lo menos denigrante que me han dicho en mucho tiempo sobre el tema 

— No pretendo insultarlo. De hecho me avergüenzo de mi mismo, ni siquiera había considerado eso hasta que usted lo mencionó y, siendo lo más sincero qué puedo ser, la culpa, entre otras cosas, me obliga a solicitarle que me deje ayudarle. 

— Claro, no veo porque...¿¡Perdone?!

Eso sí que no se lo esperaba. Su reacción causa gracia en el pelirrojo a la par que tiñe sus mejillas de tal forma que combinan con sus cabellos.

— Yo, quiero... deseo ayudarlo Laurens y no solo eso, me gustaría conocerlo y creo que está es la mejor forma de hacerlo, ya se ha ganado mis respetos, permítase ganarse mi amistad.

Dice con toda la sinceridad en su ser, anhelando un sí de parte de aquellos cautivantes labios.

Laurens nota la mirada de Hamilton. Contrasta exageradamente con la que esos tres hombres le habían dado, él pelirrojo no lo ve con pena, lo ve con respeto, con alegría, se atrevería a decir que es cómo alguien ve a un hermano pero una ligera chispa en los ojos del caribeño le apartan esa idea.

Hamilton lo ve cómo quien ve un igual.

— Claro, mi buen amigo — Sonríe honestamente — Pero me gustaría preguntar ¿Qué son esas "otras cosas" que le motivan a ayudarme aparte de la culpa?

Una sonrisa misteriosa se asoma en esos labios tiernos.

— No estoy del todo seguro — Se pone de pie — Averigüémoslo juntos.

Es todo lo que dice mientras se va bajo la atenta mirada del rubio quien sonríe y lo sigue dispuestos a volver al campamento militar.

⋅◈⋅

Siente un dedo picar su mejilla que le hace despertar de esa rara ensoñación. 

— Venga, pecas, despierta. 

— ¿Eh? — Da tres parpadeos rápidos mientras se endereza — ¿Qué pasa?

— Te quedaste en blanco así de golpe — Reclama Martha — ¿Seguro que estás bien?

— Si, si — Bosteza estirándose — Sólo es el sueño.

— Bien, Laff y yo iremos a comprar algunas cervezas, él insiste en venir conmigo.

— Últimamente han estado robando bastante por aquí — Informa John mientras la rubia se coloca su abrigo — No querrás que te asalten ¿O sí?

— Si Lafayette viene seguramente nos asaltaran a ambos.

— No me hagas cambiar de opinión, Martha.

Entre comentarios sarcásticos el francés y la rubia se marchan dejando sola a la pareja.

— ¿Puedo ver tus dibujos?

Pregunta Peggy emocionada. John asiente y se encamina hacia el lugar donde esconde su cuaderno de dibujos. Le da demasiada vergüenza que otros los vean, por mucho que quiera y confíe en Martha y Lafayette no deja que los vean. Sólo se los muestra a personas con quien tiene una relación íntima y con quien se sienta en extrema confianza.

— Aquí.

La joven toma el cuaderno y comienza a ojearlo, su novio es de verdad talentoso ¿Por qué no lo ve?

Un dibujo capta su atención, es de un muchacho pelirrojo, llama la atención pues está coloreado con colores vivos y extremadamente detallado. Esos ojos azules parecen reales.

— ¿Quién es él?

John se encoge de hombros viéndose confundido. 

— No lo sé, estaba garabateando y salió eso. Me sorprende también lo detallado que está.El dibujo de repente se le hace familiar.

 — ¿Me enseñarías a dibujar?

 Empuja ese pensamiento al ver la alegre sonrisa de su novia.

— Por supuesto

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