𝟎𝟒 - 𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐯𝐮

Capítulo cuatro

Déjà vu


El pelirrojo camina por el campo aburrido, sin nada que hacer en realidad, irónico que el ejército le resultase aburrido en plena guerra.

Hace lo que suele hacer cuando está aburrido, monta en su caballo y da un paseo por el bosque. La naturaleza parece ignorar que esté ocurriendo una guerra, todo está igual de apacible que siempre, la brisa y el canto de las aves es igual de armonioso que en los días más tranquilos de la historia de la humanidad.

Aunque el hombre haya doblado a su voluntad a la naturaleza está se mantiene desinteresada ante los conflictos de la humanidad, en cambio la humanidad debe doblegarse ante las guerras de la madre naturaleza.

— Cuanto poder posee la naturaleza, el día en que decida desatarla sobre nosotros Dios nos ampare.

Dice acelerando el paso de su caballo ligeramente. Cabalga un poco más hasta llegar a un claro en el bosque por el que ha pasado algunas veces, planea seguir el paso pero algo de lo que ve le detiene.

Jala la rienda de su corcel para ordenarle detenerse, a unos pasos de él ve a un rubio concentrado en su cuaderno. Los rayos del sol acarician sus masculinas facciones dándole una mejor vista al pelirrojo, permitiéndole apreciarlo mejor, ver esos mechones rubios ser iluminados por el sol, dándoles un color casi blanco.

Baja de su caballo y se apresura en atar las riendas del corcel a un árbol sin sacarle la vista al rubio, quien parece ignorar su presencia. Se acerca a este y se sienta a su lado cómo si fueran los conocidos más cercanos del mundo.

Recibe una mirada escéptica por parte del rubio ¡Oh, aquéllos ojos! Nunca podrá olvidarnos, tan apacibles como el cielo, tan fríos como el hielo...

— ¿Nos conocemos?

Pregunta con actitud indiferente el de ojos más claros como pidiéndole de forma educada que se retirará.

— ¿Es eso una pregunta o una propuesta?

Responde hábilmente con otra pregunta el pelirrojo. Se siente triunfante al ver una sonrisa nacer de esos sonrosados labios.

— ¿Puedo ayudarle en algo?

— Únicamente paseaba por aquí y decidí descansar un poco.

El rubio dirige la vista un poco más lejos.

— Su caballo no parece opinar lo mismo.

Contesta con una sonrisa. El menor vuelve la vista y se topa con que su caballo está trotando a paso acelerado, alejándose del lugar.

— ¡Eh! — Se pone de pie — ¡Vuelve aquí, equino estúpido!

Se siente ridículo corriendo tras el animal rogándole detenerse. De seguro sus mejillas se asemejan al color de su cabello en estos momentos.

El veloz pasó de un caballo a su lado lo aturde, y la sonrisa y mirada presumidas del rubio que lo monta lo cautiva.

El rubio no sólo se las arregla para alcanzar al animal, si no que logra calmarlo,

con algo de dificultad. Toma al animal de las riendas y lo acerca nuevamente a

su dueño con su caballo siguiéndolo a paso tranquilo.

— Tome. — Ofrece al animal al pelirrojo que es, considerablemente, más bajo que él.— Debería ponerle un nombre, son más inteligentes de lo que uno cree, aprenden a responder a uno.

— Lo tendré en cuenta — Acaricia al animal pero de inmediato vuelve la vista hacia el rubio — Hablando del tema ¿Me permite saber su nombre?

El rubio ríe ligeramente. Aquella risa, aquellos ojos, aquellas facciones masculinas tan bien formadas...

— Claro, buen hombre, mi nombre es John Laurens.

"Hay muchas cosas que preferiría olvidar de mi vida, pero John Laurens, aunque quisiera no podría borrar tus ojos de mi memoria"

— Es un placer conocerlo, mi nombre es Alexander Hamilton.

Y aquello fue el inicio de la perdición de ambos.

⋅◈⋅

La alarma de su celular suena despertándolo. Se frota los ojos y se despereza.

Laurens

Ese apellido vuelve a resonar en su mente. Suena tan lindo, tan relajante.

Ese sueño fue tan raro, le extraña lo bien que puede recordar todo, como recuerda cada facción del rubio, cómo puede leer los pensamientos del pelirrojo, sentir lo mismo que él siente y más raro aún ¿Por qué el pelirrojo tiene su nombre?

Pero lo más raro de todo son las sensaciones que siente en esos sueños, nostalgia, felicidad, tristeza ¡Un jodido mundo de emociones!

Se pone de pie para empezar un nuevo día, una nueva semana. Iba a reunirse con Hércules para desayunar y sabía exactamente a donde ir.

...

Martha da un bostezo, el cual contagia a John, el cual, a su vez contagia a Lafayette.

La primera media hora en la cafetería siempre transcurre con tranquilidad, por llamarlo de alguna manera... vamos, no llega nadie en ese tiempo.

— He estado pensando en teñirme el cabello.

Comenta rompiendo el silencio la rubia. Sus amigos la miran extrañados.

— ¿A qué viene eso tan de repente?

Pregunta Lafayette.

— No lo sé, nadie está hablando, trato de mantener esta amistad a flote ¡Apreciaría algo de ayuda!

Reclama, a modo de broma, causando una risa en sus amigos

— ¿Y por qué? — John toma uno de los mechones del cabello de la ojimiel — A mí me gusta así tal cual.

Una de las cosas que más halagaban de Martha era su cabello, ese tono entre rubio y castaño encantaba a todos. Recuerda una vez, en secundaria, comprando algo en la cafetería del colegio oír a alguien susurrar tras ella "Estoy tentada a cortarle el cabello a esa chica"

— A mi también pero por probar cosas nuevas — En realidad no pensaba teñirse nada, sólo no soportaba el silencio — No sé, tal vez pelirrojo...

— ¡Oh no! ¡Si te veo de pelirroja te rapo o no vuelves a verme!

Amenaza John asustando a la ojimiel.

— ¿Por qué?

— A John le dan miedo los pelirrojos.

Suelta Lafayette en medio de una risa. 

Martha mira incrédula al castaño ¿Miedo a un color de cabello?.¿Eso existe?

 — ¡No es miedo! — Se defiende el mayor — Es desconfianza ¿Confiarías en alguien cuyo cabello es del mismo color que la sangre? ¡Esa mierda debe ser satánica!

 — ¿Confiarías en alguien que sangra durante una semana sin morir? —Responde Martha con otra pregunta — Porque básicamente eso somos las mujeres.

 — No lo había pensado así.Responde nervioso John. 

— Así soy yo, John, siempre dando nuevos puntos de vista a la vida. 

Repone sonriente Martha, cuando entra en confianza es la persona más ocurrente del mundo. 

El celular de Lafayette suena indicando un mensaje nuevo, sonríe al ver que es un mensaje de Adrienne. 

— ¿Es tu novia? 

Pregunta Martha sonriente al ver el nombre en pantalla 

— No es mi novia — Mira de soslayo a John sin saber muy bien porque — Es una amiga. 

— Con derecho.

Murmura John por lo bajo a la rubia, haciendo que Lafayette se sonroje, no iba a negar que su amiga de la infancia le atraía además de que le encantaba su personalidad, razón por la que su comportamiento era tan exagerado cuando John lo molestaba con eso

— ¡Date por muerto Laurens!

 Cómo ahora.El castaño se apresura en huir hacia la cocina, oyendo algunas quejas por parte de otros empleados que trabajan ahí junto a ellos. 

— ¡No rompan nada!

Súplica Martha. Escucha la puerta abrirse tras ella, voltea tapándose con dos rostros que se le hacen conocidos.

— Buenos días.

Saluda el irlandés sonriente.

— Buenos días.

Corresponde el saludo la rubia, nota al menor mirar curioso el local, extrañado de que no haya nadie más.

— Está abierto ¿Verdad?

— Si, es sólo que la primera media hora nunca llega nadie, son los primeros, normalmente aprovechamos para hacer el inventario, prepara-

— ¡Vuelve aquí John!

Se escucha una voz con acento francés desde la cocina.

— ¡Martha! ¡Controla tus mascotas!9

Se escucha otra voz desde la cocina. La rubia mira a los clientes nerviosa.

— No es así todos los días, lo juro.

De repente por la puerta de la cocina aparece John caminando hacia atrás intentando calmar a Lafayette

— ¡Tregua! ¡Tregua! — Súplica aferrándose a su última oportunidad, siente que choca contra alguien, voltea para disculparse.— Lo sien- 

Sus ojos verdes se topan con aquellos ojos marrones que conoce hace bastante poco.

De nuevo se forma una burbuja entre ellos, donde sus almas disfrutan de la compañía del otro luego de más de dos siglos sin verse, pero ellos no lo saben, así que se limitan a mirarse perdiéndose en los ojos del otro tratando de entender que es esa sensación de calma que sienten en esos momentos, ignorando el resto del mundo.1

Hércules los ve con una sonrisa que tiene un toque paternal mientras los dos más jóvenes se miran extrañados encogiéndose de hombros. ¿Qué pasa con esos dos?

Lafayette tose educadamente, despertando al par de su ensoñación. El castaño vuelve la vista a sus amigos.

— ¿Van a hacer eso cada vez que se vean?

Pregunta curiosa enarcando una ceja.

— ¡Martha!

Reclama John sonrojado a su amiga.

— Es para irme acostumbrando.

— A mí también me gustaría saber.

Alex elige escabullirse del asunto hacia una mesa junto con Hércules. Le inquieta lo sonriente que este se ve.

— Hércules ¿Hay algo que no me estás contando?

— ¿Por qué la pregunta Alex?

— No me contestes con otra pregunta, sabes de que hablo.

Hércules se encoge de hombros sin dejar de sonreír lo que inquieta más al menor.

— ¿Lo conoces?

Pregunta haciendo un ademán hacía el castaño. El irlandés se muerde la lengua, la verdad quería decirle demasiadas cosas pero sabe que esto es algo que Alexander debe averiguar sólo.

— Algo así pero tiempo al tiempo.

El menor frunce el ceño. Esa frase ya la ha oído...

La chica, que si mal no recuerda se llama Martha, se acerca a tomarles la orden. El resto de la mañana transcurre con bastante tranquilidad, la cafetería se va llenando de más personas.

— ¿Aún sigues diciéndole a tu madre que vives en un piso?

— Si, justamente ayer la llamé y como que se lo asegure.

Repone tratando de no recordar aquella pesadilla.

— Sabes que tarde o temprano se enterara ¿Verdad?

— Confió en que encontraré piso antes de eso, además tu me cubres las espaldas, eres mi cómplice.

El irlandés ruega mentalmente porque Alex tenga razón, si Rachel se entera que fue cómplice en la mentira de su hijo... Dios le ayude.

— Bueno, Alex, tengo que irme, la tienda no se atiende sola y las clases de equitación de mis hijos no se pagan solas.

Alex sonríe, los hijos de Hércules heredaron su amor por los caballos. A veces ve a Hércules y ve al padre que le hubiera gustado tener.

— Yo me quedo un rato más.

— Si sigues así vas a desarrollar una adicción por la cafeína.

— ¡No es mi culpa! El café aquí es muy bueno.

— Claro — Hace un gesto hacia el pecoso — El café es lo que está bueno.

Se va dejando sonrojado a Alexander. ¿Qué insinuaba Hércules? ¿Qué John le gustaba? Pero sólo lo conoce hace un par de días, han hablado bastante por mensajes si pero él no era de los que se interesaban en alguien a los dos días.

No son días.

De nuevo aquella voz... eso comienza a preocuparlo.4

— ¿Tú amigo se fue?

La voz de John lo saca de sus pensamientos.

— Si, yo decidí quedarme un rato más. — John se toma la libertad de sentarse junto a él, cosa que a Alexander no le molesta en absoluto.

— ¿Tú amigo sigue enojado conmigo?

— Creo que si — Se dirige al francés — ¡Laff!

— Si, lo estoy. — Se adelanta a la pregunta. — Y quiero una cuarta opinión ¡Martha! ¿Marvel o DC? ¿Cuál es mejor en películas?

La rubia pone una expresión dudosa, conoce las preferencias del francés.

— ¿Te digo la verdad o seguimos siendo amigos Laff?

La respuesta de la rubia causa una risa en Alexander y John.

— Tus amigos parecen muy simpáticos.

— Lo son, créeme que de no ser por ellos nunca se me hubiera ocurrido trabajar de cara al público.

— Lo sé, te quedas paralizado frente a muchas personas, me lo dijiste.

— ¿Te dije también que soy experto en Mitología griega?

— Ver una película de Percy Jackson no te hace experto en nada, sólo en malas adaptaciones, quizás.

— Lo dices por envidia.

¿Cuánto tiempo toma establecer una amistad? Pues para Alexander y John bastó un fin de semana de mensajes. El pecoso lo trata ya de la misma manera en que trata a Martha y Lafayette. Se quedaron conversando entre distintos temas que habían estado tratando el fin de semana, hablando de lo más distendidos hasta que John recuerda algo.

— Espera aquí, quiero mostrarte algo.

El pecoso se pone de pie y desaparece por una de las puertas del fondo mientras Alexander lo sigue con la mirada sonriente.

— Toma.

Ve que Lafayette le ofrece un cuchillo de plástico.

— Ahm, gracias — Toma el cubierto dudoso — ¿Para qué?

— Para cortar la tensión sexual entre ustedes.

Responde con total calma haciendo que Alexander se sonroje.

— E-esto...

El francés suelta una risa ante esa reacción.

— ¿Te gusta mi amigo?

Ya es la segunda persona que se lo insinúa.

— Si siguen preguntando diré que si únicamente para que no molesten.8

— ¿Entonces por qué te sonrojas?

— ¡Por qué me estás incomodando!

Reclama haciendo retroceder a Lafayette un poco.

— No tienes que estar tan a la defensi-

— ¡No estoy a la defensiva!

La reacción exagerada del caribeño le hace gracia a Lafayette pero su expresión se torna sería.

— Deberías tener cuidado con él, se que parece muy tierno pero puede llegar a ser muy frio, podría lasti...

Lafayette deja la frase inconclusa, desconcertando a Alexander.

— ¿Qué quieres decir?

El francés sacude su cabeza como sacándose una idea de su mente.

— Nada, olvídalo, no sé ni porque dije eso.

Se marcha preguntándose de donde habían salido aquellas palabras. John nunca lo había lastimado ni a nadie que conociera.

"¿Cuidado con él" ¿De qué habla? ¿Cómo alguien como John podría lastimar a alguien? Se le ve tan tierno, joder ¿Cómo alguien con esas pequitas podría dañar a alguien?

— Ten. — De repente John está frente a él con un cuaderno. Parpadea para centrarse y toma el cuaderno, lo abre y está lleno de dibujos hermosos. — Dijiste que te gustaría verlos, aquí están.

— Vaya, de verdad eres talentoso.

Dice fascinado viendo los dibujos.

— Es cuestión de práctica.

Mientras Alex mira los dibujos se va dando cuenta de la clase de persona que es John. Los dibujos son desde garabatos tontos, dibujos de personajes de películas o series, personajes históricos o inventores, reconoce un dibujo de Nikola Tesla, una de los inventores a los que más admiración le tiene.

John es de esa clase de persona con la que puedes hablar cualquier tontería así como algún tema mínimamente serio.

Vuelve su vista al ojiverde que lo ve expectante de una respuesta a sus dibujos, con sus ojos brillantes que parecen gritar algo que Alexander no logra

descifrar aún.

— ¿Te gustan?

— Nada mal, ojos verdes

Los ojos de John se ensanchan y un leve carmesí tiñe sus mejillas en su desentendimiento

— ¿Ojos verdes? ¿Y eso?

Alexander se encoge de hombros.

— No sé, me gusta darles apodo a las personas.

Miente, en realidad le gustan los ojos de John además se está dando cuenta de que John es la clase de chico por la que él rompe a reír cuando le preguntan si sólo le interesan las mujeres.

— ¡John!

Una voz femenina llama al pecoso, ambos voltean y ven a una joven vestida con un jean y un abrigo amarillo.

— ¡Peggy! — Corresponde el saludo John mientras se pone de pie y se acerca a ella. Alexander sonríe con la idea de conocer otra amiga de John pero esa sonrisa se desvanece al verlos besarse. — ¿Cómo estás, hermosa?

Pregunta John sonriente a su novia.

Alexander siente... nostalgia. Claro, John es de esa clase de chico que ya tienen pareja.

Algunas cosas nunca cambian

Siente un palpitar doloroso y una sensación familiar. Recuerda aquel sueño que tuvo el viernes.

Lafayette sonríe al ver a John y Peggy hablar, la verdad le encanta la pareja que hacen pero al ver la expresión de Alexander esa sensación se fue dejándolo con la sensación de "ya he visto esto antes"

⋅◈⋅ 

— ¡Hamilton!

Una voz con acento francés resuena por el campamento. Un pelirrojo busca a un amigo.

"Où pourrait-il être?" 

Se pregunta. Camina un poco más preguntando a otros soldados pero ninguno sabe nada. Detrás de unos árboles ve una manta de cabellos rojos, debe ser él.

— ¡Aquí te encontrabas! Debes de...

Se interrumpe al ver al pelirrojo de ojos azules darse la vuelta. Se ve devastado, con una carta entre sus manos y, por su aspecto, parece que acaba de leer algo que le destrozó en alma y mente. Tiene los ojos rojos de tanto llorar, lágrimas decoraban su cara de la forma menos alegre posible, está apretando los dientes. Se lo veía roto.

— ¿Alex?

Pregunta preocupado.

⋅◈⋅ 

— ¡Lafayette! 

La voz de su amiga le despierta. Sacude su cabeza. 

— ¿Ah? ¿Quién? 

— ¿Qué pasa?

 Pregunta Martha curiosa ¿Qué pasa con sus amigos últimamente? 

— No, nada, sólo... — Ve de soslayo a Alexander — ¿Alguna vez has tenido esa sensación de déjà vu?

— ¿Hablas de cuando te das cuenta de que todos los días de tu vida son-

— No, no hablo de tus problemas con la sociedad capitalista, Martha — Aclara — Hablo de sentir que ya has visto una situación y que crees saber... — Se da cuenta de que lo está diciendo no tiene sentido — Nada, olvídalo, no sé ni lo que estoy diciendo.

— Creo que viste demasiadas veces "El efecto mariposa" Laffy.

El francés se va tratando de ordenar sus pensamientos. Ve la expresión acongojada de Alexander, se siente algo mal por él.

— Muy bien John — Golpea la cabeza del castaño levemente con una bandeja — El piso no se paga sólo, trabaja.

— De acuerdo Laff — Vuelve su vista a la morena frente a él — ¿Me esperas?

Peggy ríe ligeramente.

— John, yo vine aquí a tomar un café, no a verte.

— Repite eso hasta que te lo creas, linda. Oh, por cierto — Un brillo en sus ojos aparece al volver la vista a Alexander — Alex, ella es Peggy, mi novia.

Alex saluda cortésmente, no va a ser grosero, Peggy parece una buena chica.

Lafayette los ve desde la barra preguntándose algo ¿Por qué siente que la situación le es familiar? ¿Por se siente como si estuviera viendo un camión estrellándose en reversa?.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top