𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚 𝐈𝐈

— Un, dos, tres... un, dos, tres... — Canta John marcando el ritmo de esa forma... — Muy bien Alex, te has vuelto excelente en esto.

Alexander sonríe en respuesta al cumplido de su novio sin dejar de mover sus pies al ritmo de la música, siguiendo la guía de Laurens.

Han pasado varios años ya ¿Qué tantos? Lo suficientes como para que John ya haya terminado su carrera y haya empezado a trabajar como profesor de biología en una Universidad, Alexander mientras tanto, luego de años de intenso esfuerzo, está pronto a graduarse, a una semana más bien.

No muchas cosas han cambiado a lo largo de estos seis años.

Cumplido el segundo aniversario de Lafayette con Adrienne, el francés se mudó al piso de su novia, dejando a John con un puesto disponible de compañero de piso.

"Aunque ya tengo una persona en mente"

Fue lo primero que pensó el castaño al encontrarse sólo. No tardó nada en buscar el contacto de su novio y marcar su número.

— Hola Jack.

Escuchó la voz de Alexander al cabo de unos segundos de oír el tono de llamada.

— Hola lindo... — Saludó John, incapaz de ocultar la emoción en su voz. — ¿Cómo estás?

— Bien... — Respondió Alexander algo confundido por el tono de su novio. — ¿Y tú? Pareces de lo más feliz.

— Eso es porque soy novio del chico más lindo del mundo...

Sabía que, con sólo decir eso, Alexander se encontraba sonriendo y, probablemente, con un sonrojo adornando tan bellas mejillas.

— Eres un tonto...

Sólo John es capaz de hacerle sonreír y sonrojar con líneas tan simples.

— Un tonto enamorado. — Corrigió el castaño. — Un tonto enamorado que quiere darte una noticia, aunque no sé si te interese...

— ¿Qué pasa?

Preguntó Alexander con esa característica curiosidad suya.

— Verás... Lafayette acaba de mudarse con Adrienne, por lo tanto yo estoy aquí, solito, sin compañero de piso... — Hizo una pausa, mordiendo su labio inferior mientras contenía una risa al imaginar la expresión en el rostro de Alexander. — Y yo quería saber si tu...

— ¿Si?

Preguntó Alexander sin ocultar su ilusión.

— ¿Podrías preguntarle a William si quiere vivir conmigo?

— ...

No culpen a John, no pudo resistirse, la oportunidad estaba ahí...

— ¿Alex?

Preguntó el castaño aún sin borrar su sonrisa. Lo siguiente que escuchó fue un penetrante "peep, peep"

Si, Alexander había cortado la llamada.

Luego de aquello John optó por hacerle la verdadera pregunta en persona.

— ¿Te gustaría vivir conmigo?

— ¿Por qué no se lo pides a William? — Respondió Alexander con otra pregunta, dando la espalda a su novio. — Ya que son tan amigos...

— Porque William no es el amor de mi vida... — Respondió, con tono meloso, pegando su mejilla a la del menor, abrazándolo por la cintura. — Lo eres tú.

— ...

El menor no dijo nada, evitó contacto visual con el pecoso.

— Alex... ¿Sabes lo feliz que sería de vivir contigo? Podría verte, literalmente, cada que quisiera, podríamos pasarnos días enteros en casa viendo películas, acurrucados, podríamos hacer tantas cosas...

— ...

Más silencio. John dio un beso en la mejilla de su novio.

— Por favor, mi vida... — Pidió John con su voz más dulce. — Se que, muy en el fondo, también quieres, que me amas aunque sea un tonto, aunque ni yo sé como alguien tan maravilloso como tú se entregó de tal forma a un imbécil como yo... — Logró percibir una sonrisa en Alexander, sabía que iba por buen camino. — ¿Me concederías el honor de disfrutar tu compañía cada que vuelva a casa? ¿De iluminar mi apartamento con tu carisma y esa luz única que sólo tú posees?

Finalmente Hamilton soltó una risita, ladeó el rostro para ver a su novio.

— ¿Cómo puedo decir que no si me lo pides así?

Aunque, dicha sea toda la verdad, Alexander planeaba decir que si desde el principio, sin embargo su orgullo le demandaba hacerse de rogar.

— Perfecto.

Dijo John con una gran sonrisa.

— Pero si vuelves a hacer algo como lo de William, te quedas sin sexo dos semanas.

Amenazó Alexander, aunque dudaba sobre si él mismo sería capaz de cumplir aquello.

— Con tu mera compañía, eso pasa a segundo plano. — Respondió John con sinceridad. — Y yo no tengo sexo contigo, contigo hago el amor.

Joder... cuando quiere, Laurens le hace de lo más difícil a Alexander estar enojado con él.

Luego de aquello, ambos pasaron el resto de la tarde juntando las cosas del caribeño, cosa que sorprendió a William al llegar a su hogar.

— ¿Así que te mudas así sin más y no me dices nada hasta que llego? — Exclamó el rubio algo molesto. — ¿Si no llegaba antes de que te fueras que pasaría? ¿Donde irás siquiera?

— Vivirá conmigo. — Explicó John. — Lafayette se mudó con Adrienne y le pregunté a él si le gustaría ser mi compañero de piso.

Con esa información, las facciones del rubio se suavizan y se mezclan con duda.

— Bueno... si ese es el caso... — Dubitó un poco, cuando se trata de esos dos le es difícil enojarse, siendo ambos tan lindo par. — Aunque hubiera apreciado que me lo dijeses, Alex.

— No iba a irme de aquí antes de que llegaras. — Aseguró Alexander. — Quería... despedirme de ti y todo eso.

Confesó el caribeño algo apenado, sorprendido tanto al rubio como a su pareja.

— ¿De ver...?

— No pienses nada raro. — Se apresuró en agregar. — Sólo pensé que tenías derecho a saberlo, nada más.

Se explicó el menor, haciendo sonreír tanto a William como a Laurens, algunas cosas nunca cambian...

Luego de aquella mudanza y de pasar un buen rato acomodando todas las cosas del caribeño en su nueva habitación, Alexander contempló su nueva habitación ya acomodada y amueblada. Este sería su nuevo hogar, junto a John...

— Creo que quedó bien. — Ladeó el rostro para ver a John. — ¿Y tú?

Grande fue la sorpresa del caribeño al ver como una solitaria lágrima se deslizaba por la mejilla izquierda del ojiverde, quién observaba la habitación cómo si fuera algo sagrado. Sus ojos estaban cristalinos y su labio inferior temblaba.

— John... — Atrajo su atención Alexander, tomando su mano. — ¿Qué pasa?

Preguntó con preocupación, aunque, conociendo a su novio, tenía una idea del porqué de aquella reacción.

— No puedo creerlo... — Dijo John. — No puedo creer que de verdad hayas aceptado vivir conmigo, que luego de tanto tiempo, tantas discusiones, tantos sacrificios, por fin... por fin podamos vivir juntos.

Tal y como sospechaba, Alexander tenía razón.

— Lo dices como si esto fuera el final, y no lo es... — Le aseguró limpiando aquella lágrima. — Esto es solo un escalón más en el camino hacia la verdadera meta, lo recuerdas ¿Verdad?

El pecoso asintió, aunque en ese momento sintió que ya habían logrado mucho más que en sus anteriores vidas, sabía que esto no es el final, que aún les queda mucho camino por recorrer juntos y le alegra que así sea.

— Por supuesto que lo recuerdo, mi futuro esposo... — Musitó con voz dulce mientras abrazaba por la cintura a su novio. — Pero eso no significa que no puedo alegrarme de que vivas conmigo ¿Verdad?

— Claro que no, lindo. — Negó Alexander con voz tranquila, susurrando sobre los labios de su novio. — Si quieres puedes demostrármelo incluso...

Susurró con voz traviesa. John alzó las cejas.

— ¿No estaba castigado?

— Sólo era si volvías a decir algo como lo de William.

Le corrigió Alexander, Laurens soltó una risa antes de besar a su novio, el cual pronto se impulsó con sus piernas hacia arriba mientras el ojiverde le alzaba, terminando las piernas del caribeño envueltas en la cintura de John.

— Chico travieso...

Musitó John mientras lo llevaba hacia su cama, recostándole ahí, posicionándose encima de él.

En aquel momento, John recordó la advertencia de Lafayette de hace un par de años.

"Si lo invitas a nuestro piso, no quiero que tengan sexo en mi cuarto"

Cierto es que el francés ya no se encuentra y esta habitación ahora es de Alexander, pero técnicamente, es la habitación de Lafayette también, o lo era al menos...

"Lo siento Laff, pero creo que eso será cosa de la gran mayoría de noches a partir de ahora..."

Luego de aquello, la vida siguió con relativa calma, con sus altas, con sus bajas, con sus dificultades, con sus buenos momentos, pero siempre John y Alexander manteniéndose juntos, dando el apoyo y amor que el otro se merecía.

Así llegamos a este momento, momento en el que ambos se encuentran bailando en su sala al ritmo de la música, desde hace un par de meses John le ha estado enseñando a Alexander a bailar a petición de este último.

— La práctica rinde sus frutos.

Comenta John con una sonrisa. Alexander asiente mientras apoya su cabeza en el hombro del contrario.

— Eso es porque tengo a un gran maestro.

Musita mientras siguen balanceándose al ritmo de aquella lenta canción en un suave vals.

El tiempo ha pasado, si, pero Alexander y John aún sienten como si estuvieran en sus primeras semanas de noviazgo, tal vez sea porque luego de esperar más de dos siglos, cualquier otro periodo de tiempo les parece poco.

— Te has vuelto muy bueno en esto. — Habla Laurens una vez la canción termina. — Sólo te falta la última prueba.

— ¿Y cuál es esa?

— Ser tu el que lleve el mando, la próxima vez será así. ¿Crees poder manejar eso?

— No lo creo, lo sé.

Habla Alexander con total seguridad, provocando una sonrisa en John, quién le da un fugaz beso en los labios antes de soltarle.

— Me gusta tu seguridad.

— Pues claro, mi seguridad fue una de las cualidades que me ayudaron a llegar a mi graduación. ¿Te dije que voy a graduarme? ¿Qué obtendré mi titulo de derecho por fin? ¿Te lo dije, John?

Pregunta Alexander con emoción propia de un niño. Desde hace tiempo no ha dejado de repetir lo mismo a todos sus conocidos, amigos, familiares, quienes ya lo saben más que de sobra.

— Apenas me has hablado de ello, cuéntame más en la cena.

De todas las personas a las que Alexander ha bombardeado con aquella noticia, el único que no se muestra harto ante ella es Laurens, y eso es porque él ama ver al caribeño logrando sus metas y estando tan feliz y orgulloso por ello, saber que todo el esfuerzo y sacrificio de su novio han tenido su recompensa le llena de alegría. Además, cuando el de cabello lacio habla del tema su rostro se ilumina y la felicidad brilla en su voz, John ama verlo así y es por eso no desperdicia oportunidad de que su pareja hable del tema.

— Lo haré. — Asegura el menor mientras se dirige a la cocina para hacer la cena. — ¿Qué quieres comer?

— Algo ligero

Habla John mientras se sienta en el sofá de la sala mientras revisa sus mensajes con su amiga rubia.

Así que estarás aquí para la graduación de Alex ¿No?

Martha: ¡Claro, pecas! 

Martha: Por cierto, ya casi tengo listo tus pedidos :3

John sonríe al saber eso. Si, está preparando cierta sorpresa para su novio, sobre la cual no ha pronunciado palabra pues siendo Alexander tan inteligente como lo es, este lo descubriría sin problemas.

Si, no hace falta ser muy listo para saber que pretende John, planea por fin hacer la gran pregunta a Alexander.

"¿Quieres casarte conmigo?"

Contadas son las personas que saben de aquello, está siendo más que precavido porque no más personas de las necesarias sepan eso, lleva mucho tiempo planeando eso y, más importante aún, muchísima ilusión en aquella sorpresa.

Mira a su novio quién está empezando a hacer la cena. Ese joven al que el destino le unió hace tanto, o quizás fue él mismo quien aferró su alma a la del caribeño... bueno, da igual eso.

Quiero ser yo quien te lo proponga...

Hace varios años ya, habían llegado al acuerdo de que sería el pecoso quién haría la gran pregunta. Es un honor para John ser él quien haga eso y saber que Alexander confía en él como para cederle el control pero, inevitablemente, también se siente nervioso... mucho.

El ojiverde observa la pantalla de bloqueo de su celular, en esta se ve una foto de su novio durmiendo, una foto que hace poco le había tomado. ¿Si le falla? ¿Si lo que tiene en mente no es suficiente para él? ¿Si ha esperado ya mucho tiempo y Alexander ya no quiere casarse con él?

— No me gusta esa foto. — Una voz a sus espaldas sobresalta a John. — Salgo despeinado.

John esboza una sonrisilla a pesar de sus nervios.

— Estás dormido, es lo normal.

Alexander desvía la mirada y resopla.

— No creo que esa foto sea apropiada aún así. — Toma su celular. — Me gustan más de este tipo.

Alexander sostiene su celular de tal forma que John puede ver que su pantalla de bloqueo es una foto de ellos dos juntos, abrazados, recién levantados, en la cama del caribeño, quién está recibiendo un beso en su mejilla por parte del pecoso.

Cierto, aquella boda no es sólo para Alexander, es para John también. Luego del desastre que fueron en sus vidas pasadas, son aprueba de todo prácticamente.

— Pero ahí también salimos despeinados.

Señala John intentando contener la ternura en su voz. El menor dirige su vista hacia la pantalla de su celular, comprobando lo que acaba de decir John.

— Pero salimos juntos, Laurens. — Responde el menor mientras lo abraza desde atrás. — ¿Sabes? Me gusta mucho tu apellido, deberías prestármelo...

John musita una risa, acariciando el cabello de su pareja.

— Así será lindo y tú me darás el tuyo también...

— Lo sé, lo sé... — Suspira Alexander. — Algún día.

Dice mientras vuelve a la cocina. John hace una mueca de preocupación al notar la resignación en la voz de su novio.

"Será pronto Alex. Haré ese día tan importante para ti el doble de especial. "

[...]

— Tal vez esté mal que yo lo diga, pero quedaron bastante bien.

Se halaga a sí misma. Algo que Hércules le ha dicho es que es muy importante que ella sea la mayor fan de sus trabajos y, a la vez, su más dura crítica.

— ¿Tú qué opinas?

Pregunta hacia Katie, si, la mascota de William. El inglés ha llegado al punto de confiar tanto en la rubia que le ha dejado cuidar de su mascota mientras se alojará en Inglaterra cosa que ella aceptó encantada, nunca tuvo un reptil como mascota.

"Aunque estuve cerca de tener una tortuga"

Piensa mientras dobla su parte del trabajo y guarda cada prenda en una bolsa. Detiene su acción al darse cuenta de que aquella vez, en la tienda de mascota cuando entró con John...

— William estaba ahí...

Si, el inglés trabajaba en la tienda de mascotas en la que ella entró ese día.

En sus labios aparece una tímida en sus labios, pensar que aquel empleado se volvería tan cercano a ella en los siguientes años.

Así es, aunque el tiempo pasó también para el joven Jackson y la joven Manning, su lazo no se ha quebrantado, viéndose cada que el inglés pasaba tiempo en su tierra natal y, cuando este volvía a Estados Unidos, pasando noches en vela hablando por mensajes.

No cabe duda de que William y ella se han vuelto muy buenos amigos.

"Amigos..."

El sonido proveniente de su laptop atrae su atención, se sienta en su cama, frente al aparato para contestar la llamada de Skype.

— Hola Peggy.

Saluda la rubia con una sonrisa con una sonrisa a su amiga.

— ¡Hola Martha! — Devuelve el saludo la Schuyler al otro lado de la pantalla. — ¿Cómo estás? Mañana vuelves a Nueva York ¿No?

— Ajá. — Responde ella. — He estado pensando en quedarme ahí, ya sabes, definitivamente ahora que he acabado con mis estudios aquí.

— ¿¡En serio?! — Exclama emocionado la morena. — ¡Eso es genial! ¡Tenerte aquí de nuevo será maravilloso! Eso alegraría mucho a todos.

El recuerdo de todos sus amigos en Nueva York llega a la mente de la joven diseñadora de modas. Ahora que ha terminado sus estudios ¿Qué le impiden volver a Estados Unidos? No es que no le agrade Londres ¡Es una ciudad hermosa! Pero su vida está en Nueva York junto a su familia y amigos.

— Por cierto... — Peggy retoma la palabra. — Tú me debes una disculpa.

Asegura con tono molesto, extrañando a la rubia.

— ¿Yo? — Pregunta. — ¿Por qué yo?

— ¡Porque han pasado años y tú y William siguen siendo amigos!

Vocifera la Schuyler como si estuviera acusando a su amiga de asesinato, quien corre la mirada nerviosa.

Si, no es secreto para Peggy que, desde hace un tiempo, Martha ha aceptado que sus sentimientos por el rubio sobrepasan la amistad.

¿Cómo se dio cuenta la ojimiel? Fue en el momento en que se dio la oportunidad de empezar a salir con chicos en Inglaterra, descubrió que no se sentía realmente cómoda con ninguno de ellos y que el rubio acaparaba su mente.

Trató de ignorarlo al principio, restándole importancia, atribuyéndolo a un capricho de su mente, pero con el lento paso del tiempo se dio cuenta de que era más que eso y le fue imposible negarlo cuando el chico con el que estaba saliendo le dijo ciertas palabras.

— Esto no está funcionando ¿Verdad? — Le preguntó tomándola de sorpresa luego de unos meses de relación. — Está claro que tú no sientes lo mismo.

— ¿Q-qué?

— Te pedí una oportunidad y tú me la diste. Creí que podría conquistarte pero creo que no es así. — Se lamentó el joven con una sonrisa. — Gracias por haberme dado la oportunidad al menos pero creo que ya hay alguien que ocupa un lugar en tu corazón.

Aquel comentario fue un golpe de realidad para Martha, pues en ese momento la imagen del inglés cruzó su mente y fue imposible negarlo, William había logrado conquistarla.

Luego de aquello la rubia decidió no volver a involucrarse en una relación seria, no hasta sacarse al inglés de la mente, lo cual fue imposible pues hasta el día de hoy William sigue permaneciendo en su mente.

Se preguntaran si la rubia ha intentado algún tipo de "movimiento" con respecto a William, si ha intentado ser más que su amiga, la respuesta es no.

No es por miedo, ella sabe que en el peor de los casos William diría un "No siento lo mismo" lo cual no es el fin del mundo, no sería la primera vez que la rechazan y sabe que no es tan malo como podría parecer. El motivo de la rubia es otro: La distancia.

— ¿Cuál es tu problema con las relaciones de larga distancia?

Pregunta Peggy. Desde que Martha le contó su motivo para no intentar nada con William se ha preguntado eso.

— Es fácil decirlo para ti, tu novio vive a unas calles.
— Si, la joven Schuyler está saliendo con un muchacho de nombre Stephen, un muchacho del que ella sólo habla maravillas. — Una parte importante de las relaciones es la convivencia... con William en Nueva York y yo en Inglaterra...

— Pero acabas de decir que volverás a Estados Unidos definitivamente ¿No?

Recuerda Peggy con una sonrisa.

— Dije que lo estaba pensando. — Le corrige ella. Peggy hace una mueca. — Además no sabemos si él siente algo por mí.

— No es imposible ¿Verdad?

Martha se encoge de hombros. Es verdad, ambos se llevan bien, ella es linda, la posibilidad siempre está presente, no es una idea descabellada.

"A menos, claro que él sea gay"

— Bueno... supongo que cuando vaya a Nueva York se sabrá.

[...]

Lafayette mira su celular para pasar el rato en el aeropuerto mientras espera de mal humor.

El mismo se había ofrecido a recibir a Martha, aunque diría que Adrienne le obligó. Han pasado años desde que ha visto a la rubia, si, habla con ella casi a diario por mensajes, están al día en lo que respecta a sus redes sociales sin embargo esta es la primera vez que la verá en persona desde que ella se marchó a Londres.

Por lo que el francés sabe, hay una posibilidad muy fuerte de que la ojimiel vuelva a Estados Unidos definitivamente, lo que le alegra y no es como si esperar en el aeropuerto le moleste. Entonces ¿Por qué está tan de mal humor?

— ¿Quieres una gaseosa?

Ofrece William a su lado, la razón del mal humor de Lafayette. El inglés había insistido en esperar también a Martha y Peggy había obligado al francés a que este lo acompañara.

— No gracias.

Responde Lafayette secamente sin dirigirle la vista.

"Joder, de todo el mundo tenía que ser él"

¿Por qué no vino John? ¿Por qué no vino Alexander? ¿Por qué no vino Peggy? ¿Por qué debía ser ese oxigenado?

William no es tonto, está bastante consciente de que el francés le tiene un claro desagrado, lo que no entiende es el porqué. ¡Hasta se lleva bien con Alexander aunque este no quiera admitirlo! ¿Por qué le cae mal a Lafayette?

Bueno, si algo le ha enseñado la vida al joven inglés es que a veces uno le cae mal a las personas sin saber porque, no es la primera vez que le pasa.

Abandona su asiento y se pone de pie, estar al lado del francés le pone incómodo. Se acerca a la enorme pantalla que anuncia las llegadas de los vuelos.

"El vuelo de Martha lleva diez minutos de retraso"

Se da cuenta con preocupación. ¿Y si...?

"No, joder, no pienses en eso... hay mayores posibilidades de ganar la libertad que de sufrir un accidente de avión"

Camina de un lado a otro, para tratar de mantener su mente ocupada piensa en Martha, en su llegada, en cómo reaccionar al verla, en su sentido del humor tan único, en su forma de pensar, en su risa, su sonrisa, sus ojos color miel, su cabello tan suave...

"Martha..."

Toma su celular y entra en su galería de fotos, donde tiene escenas de esta junto a Martha, todas de esas veces en que fue a Inglaterra. Sus iris verdes no se despegan de la imagen de la rubia, de su... su...

— ¡Ajá!

Una repentina exclamación a sus espaldas le asusta, haciendo que su celular se resbale de su mano cual pastilla de jabón, afortunadamente logra atraparlo. Voltea para encontrarse con Lafayette tras él, quién luce cómo se acabara de encontrarle robando.

— ¿Cómo que ajá?

Pregunta William aún nervioso.

— ¡No te hagas el tonto, tonto! — Vocifera el francés.
— ¡Te gusta mi amiga!

El rostro de William se transforma en un poema en ese momento.

— No digas tonterías, Laff, yo...

Intenta negarlo pero es interrumpido por el contrario.

— Primero: No me llames así, segundo: negarlo es tonto, vi como mirabas sus fotos.

La forma en que el inglés miraba las fotos de Martha, como sonreía al verla. ¿Acaso William le cree tonto? Ese es el mismo rostro con el que John ve las fotos de Alexander.

El inglés le mantiene la mirada unos segundos para finalmente suspirar rendido.

— Bien, tienes razón. — Confiesa encogiéndose de hombros. — Me gusta.

— Deja de intentar negar-- —... — ¿Qué? ¿En serio?

William asiente. Lafayette parpadea confuso, creía que eso sería más difícil.

— ¿Qué vas a hacer? ¿Decírselo?

Pregunta William con un leve retintín en su voz.

— ¿Qué es esto? ¿La primaria?

Responde Lafayette con otra pregunta, dando un "no" por respuesta, aunque no de forma explícita. William sonríe en respuesta, volviendo a sentarse. Lafayette le sigue.

— ¿Soy tan obvio?

— Un poco, sobre todo cuando miras así sus fotos.

El ojiverde se encoge de hombros. Cuando está con Martha procura disimular bien sus sentimientos pero al no encontrarse ella baja la guardia y este tipo de cosas pasan.

— ¿Desde cuándo?

Pregunta cortante Lafayette. William se siente como si estuviera tratando con el hermano de Martha.

— No lo sé con exactitud... creo que simplemente pasó.

Lafayette arquea una ceja, viéndose escéptico ante esa respuesta. William no puede culparlo, sabe que es una respuesta vaga pero ¿Qué puede esperar de él? Fue algo que creció poco a poco, empezó a pensar cada vez más en la rubia, buscar más excusas para ir a Inglaterra, y para cuando se dio cuenta, no tenía ningún interés en otra chica que no fuera la ahora diseñadora de modas.

— Por ahora son solo amigos ¿Verdad? — William asiente. — ¿Piensas cambiar eso o qué?

El inglés suspira, se recuesta en su asiento mirando al techo.

— No es tan simple.

— Tú eres un chico y ella una chica ¿Que tan complicado puede ser?

William se siente confundido por unos segundos ¿Lafayette le está alentando?

— No entiendes. — Se dobla sobre sí mismo, apoyando sus codos en sus rodillas. — Ella y yo hemos sido amigos por demasiado tiempo, por años, cambiar eso sería...

Se atora con sus palabras. Mierda, ni él sabe que le pasa, nunca había tenido este problema; sin embargo lleva tanto tiempo siendo amigo de la joven Manning que el hecho de ser algo más que eso lo ve como algo imposible prácticamente.

Por no hablar de la maldita distancia, lo cual, no sería un problema si fuese cualquier otra chica... pero estamos hablando de Martha, ella no merece eso, no merece que la orillen a un amor de lejos. Ella merece un chico que esté a su lado, al que pueda ver cada día, que le diga que la ama en persona y no por mensajes o por llamada. Y si William no puede darle eso... prefiere no ser más que amigos.

— ¿Y así pretendes conquistarla?

Pregunta Lafayette bastante molesto. William le mira algo confundido y, francamente, algo molesto.

— ¿Por qué te importa tanto? Es bastante obvio que te caigo mal.

— ...

El francés aprieta la mandíbula para luego hacer una mueca.

— ¿Sabes? Si no estuvieras saliendo con Adrienne desde hace años pensaría que te gusta Martha.

— ¿Es que para ti un chico y una chica no pueden ser amigos?

Pregunta Lafayette molesto, perdió la cuenta de la cantidad de veces que alguien ha insinuado algo similar entre él y Martha. No le tomó importancia al principio pero se fue volviendo molesto con el correr del tiempo, es molesto que crean que dos personas del sexo opuesto no pueden ser amigos.

— No es eso. — Suspira William. — Creo que al gustarme... te veo cómo una potencial amenaza.

Murmura esto último muy bajo, pero el contrario logra oírlo aún así, sorprendiéndolo ¿Acaso William está celoso? Sin saber bien porque aquello es reconfortante para el francés, saber que es capaz de molestar así al inglés sin intentarlo...

— Volviendo a lo de antes... — El moreno retoma la palabra. — Supongo que serán los típicos celos de amigo, siempre vi a Martha como una hermana y... ver que te interesa... tú me entiendes.

Elige no adentrarse mucho en ese tema. Él siempre fue celoso en general, amigos o pareja, y al ser Martha alguien tan cercana a él...

— ¿Por eso te desagrado? — Inquiere William. — No me crees lo suficientemente bueno ¿Eh?

Habla con cierta empatía. Puede entender a Lafayette hasta cierto punto.

— No es que no te crea lo suficientemente bueno... todo lo contrario, creo que eres perfecto para ella. — Aquella revelación sorprende y alegra a William por partes iguales. — Y odio admitirlo, odio admitir que el mismo sujeto que estuvo con John es el indicado para mi amiga; pero la química entre ustedes habla por sí sola...

Lafayette suena como si estuviera aceptando el hecho de que Martha y William serán pareja a futuro, lo cual alegra a este último, si incluso el francés lo cree, tal vez...

— Aunque tenía la esperanza de que fueras gay.

Agrega el de cabello negro sin abandonar aquel tono resignado. William se limita a reír, sin embargo su mirada se enfoca en otra cosa al creer divisar a cierta persona, su expresión cambia a una de sorpresa.

Lafayette voltea al ver la expresión de William y se topa con cierta rubia con varias maletas caminando por el aeropuerto. De forma automática una sonrisa nace en su rostro, es su amiga, es Martha.

Se pone de pie y pretende gritar el nombre de la ojimiel, sin embargo esto queda en un mero pensamiento cuando ve a William correr en dirección hacia ella.

Lafayette logra ver cómo la expresión de su amiga se tiñe de sorpresa al ver al inglés corriendo en su dirección, para luego darle su más radiante sonrisa y lanzarse a los brazos del inglés, quién lo recibe gustoso, atrayéndola a su cuerpo, rehusándose a soltarla.

Una sonrisa aparece en los labios de Lafayette. Joder... si se ven hasta lindos juntos. A menos que esos dos sean demasiado tontos, nada les impide estar juntos.

Aunque más le vale a William cuidar bien de su amiga.

Tener a la joven Manning entre sus brazos es una sensación tan cálida, William siente que podría tenerla así para siempre... pensar que en la anterior vida fue un amigo con derecho de Laurens y ahora... la que fue su esposa ocupa un lugar en su corazón.

— Es bueno verte.

Murmura la rubia, feliz de estar entre los brazos del inglés.

Oír su voz y sentir su aroma, su calor...

Cuando Martha está lejos, la idea de ser algo más que un amigo para ella suena a una locura pero el tenerla frente a él con esa sonrisa... hace que no suene tan loco de repente para William.

— ¿Sólo bueno? — Pregunta él fingiendo estar ofendido. — ¿Así defines volver a verme? ¿Como "bueno"?

Una risita escapa de los labios de Martha, risa que ella conoce bien, es esa risa que sólo William es capaz de lograr en ella.

Por ese tipo de cosas, Martha teme que William se dé cuenta de lo que siente, teme ser muy obvia.

— Creo que hago mal tercio aquí.

Tras el joven que la tiene cautivada, Martha oye una voz igual de importante para ella. Ve a Lafayette caminando hacia ella a paso despreocupado, con las manos en sus bolsillos y una sonrisa de medio lado.

— ¡Laffy!

Corre hacia su amigo para envolverlo en un abrazo fraternal, dejando sus maletas tiradas.

Lafayette sonríe enternecido, dirige su vista hacia William, quien no luce para nada molesto, sino que se ve bastante feliz para su decepción.

— ¿Cuántas veces debo pedirte que dejes de llamarme así?

Pregunta dirigiéndose a la rubia, colocando una mano en su hombro.

— Las que tú quieras, porque no dejaré de hacerlo.

Responde ella con una sonrisa. Lafayette rueda los ojos.

— Sigues siendo igual de molesta.

— Y tú igual de gruñón.

Responde ella luego de sacarle la lengua. El francés suspira cansado.

Martha se gira para buscar sus maletas, sin embargo es detenida por el francés, quién le da una pequeña caja con un listón rojo.

— Es bueno verte de nuevo.

Murmura él tímidamente, muy bajito, para luego recoger, junto con William, las maletas de la rubia, quién sonríe y guarda el regalo en su bolso.

— Gracias por venir a esperarme.

— Adrienne me obligó. — Miente el francés. — Y, para cuando me di cuenta, William estaba aquí conmigo.

Martha dirige la vista hacia el rubio, quién le sonríe con cierta actitud coqueta.

— No iba a arriesgarme a dejarte sola con Lafayette.

Es increíble cómo, con Martha a su lado, cada duda y miedo desaparece de la mente del inglés, al lado de la ojimiel nada le parece imposible.

— Por cierto, traes mucho equipaje. — Señala Lafayette. — ¿Cuánto vas a quedarte?

La pregunta pone algo nerviosa a la fémina, quién empieza a jugar con su cabello, gesto el cual William encuentra de lo más tierno.

— Bueno... — Alarga aquella palabra. — He estado pensando en quedarme aquí, ya saben, definitivamente.

Al oír aquellas personas ambos jóvenes se sorprenden, sobre todo el inglés.

— ¿D-de verdad?

Atina a preguntar el de ojos verdes. Martha asiente.

— Extraño estar en Nueva York y ya que terminé mis estudios en Londres... pensé ¿Por qué no?

William y Lafayette intercambian una mirada, mirada con la cual el francés parece decirle al rubio que no desaproveche su oportunidad.

— Eso... ¡Eso es genial, Martha! — Exclama el de ojos verdes. — Tenerte aquí de nuevo será increíble, no tendré que recorrer kilómetros para verte.

La fémina esboza una sonrisilla tímida, gesto que para Lafayette, parece gritar "Estoy enamorada de ti, imbécil, bésame"

— Saben lo de John ¿Verdad?

Ambos jóvenes asienten ¿Qué si lo saben? John ha estado como loco los últimos meses con toda esa planeación, aunque es entendible, quiere dejar todo listo para estar presente en la ceremonia de graduación de Alexander.

— Por cierto ¿Dónde vas a quedarte?

— Mmh... — Martha medita la pregunta del francés. — Bueno, tenía pensado quedarme en un hotel de momento, no quiero molestar a mis padres.

Eso significa que Martha no tiene donde quedarse realmente. William muerde su labio inferior, el último compañero de piso que tuvo se mudó hace una semana, por lo que tiene aquel espacio libre.

Le preguntaría a la rubia si desea tomar la oferta pero ¿Es muy pronto? Ella acaba de volver después de todo ¿Qué pensaría ella? ¿Y si lo toma como algún pervertido?

— William no tiene un compañero de piso.

Comenta Lafayette, delatando al inglés.

"William... ¿No tiene compañero?"

Cierto escenario cruza la mente de Martha, pero se apresura en apartarlo de su mente. ¿¡Por qué eso fue en lo primero que pensó?!

— Entonces... — Se dirige al rubio. — Si no es molestia y si la oferta no está tomada ¿Crees que pueda tomar aquel puesto?

Pregunta con cierta timidez que encanta al inglés.

— C-claro... por mí no...

"Oh Dios..."

— ¿Aquello fue un tartamudeo, Jackson?

Pregunta ella con actitud traviesa. William siente sonrojar.

— ¿Quieres la oferta o no?

Desvía el tema de conversación al punto inicial.

— ¡Claro!

Responde ella feliz.

Los tres continúan caminando, hablando sobre diversos temas, poniéndose al día con sus vidas. Lafayette le cuenta a ella sobre su trabajo de traductor y William habla sobre su trabajo cómo psicólogo, además de enseñar filosofía en sus ratos libres. Martha le cuenta al ojiverde sobre Katie, quién se quedó en casa de sus padres, hasta que se detiene de golpe en un parque.

— ¿Qué pasa?

Pregunta Lafayette antes de dirigir su vista hacia donde ella está mirando para descubrir que se encuentra mirando unos columpios.

— Hace tiempo no subo a uno de esos.

— ¿No estás algo mayor para eso?

Pregunta Lafayette.

— ¡Oye, viejo lo serás tú!

— ¡Tenemos la misma edad!

Exclama Lafayette. Martha resopla.

— Da igual. — Responde ella. — Ni que fuera ilegal...

Con eso dicho, la joven se dirige a los columpios.

— Nunca va a cambiar. — Murmura Lafayette para dirigir su vista al rubio, sin embargo se sorprende al no encontrar a nadie. — ¿Qué mierd--?

Al volver la vista al frente ve al inglés junto con Martha balanceándose en los columpios.

— Son tal para cual...

Murmura Lafayette.

Entre risas, sintiéndose como un niño de nuevo, William se columpia junto a la rubia, disfrutando oír su risa y ver como el cabello de esta se balancea con el viento...

Hace años que ella no se subía a un columpio, hace años que no pisaba Nueva York...

"De verdad es bueno volver"

[...]

— ¡Mírate, Lexi! — Exclama Rachel al ver a su hijo a minutos de la ceremonia. — Te ves tan... tan...

Es difícil para Rachel expresarse en estos momentos, pensar que su pequeño es un hombre ya. Que ha logrado alcanzar aquel titulo con el que tanto soñaba.

Alexander siempre fue de ideas claras, desde los once años tuvo muy en claro su objetivo en la vida y a que quería dedicarse. Rachel nunca tuvo dudas sobre él ni sobre si lo lograría, pero eso no quita la emoción de ver a su hijo a minutos de graduarse...

— No llores, por favor, mamá.

Pide el caribeño al ver los ojos de su madre cristalinos, quién se apresura en recomponerse, si no lloró cuando se divorció de James menos lloraría ahora.

— Yo no lloro, hijo. — Asegura ella. Alexander sonríe, feliz de tener a su madre en este día tan importante para él. — Lamento que tu padre no haya podido venir.

Alexander rueda los ojos.

— Yo no lo necesito aquí, no si te tengo a ti.

Su madre fue quien dio todo de ella para apoyarle en sus estudios, no ese hombre que se hace llamar su padre.

A unos metros, John observa aquella escena. Ahora mismo es una mezcla de felicidad y muchos nervios, apenas terminada la ceremonia de graduación, piensa llevar a Alexander al lugar elegido para celebrar aquel acontecimiento y hacer la pregunta...

Había invertido demasiado tiempo en esto, de hecho estuvo a punto de no asistir a la graduación del caribeño por falta de tiempo en arreglar los últimos detalles, sin embargo Lafayette, William y Martha se habían ofrecido en ser ellos quienes se ocuparan de eso, aunque eso fue a costa de no poder asistir ellos.

— ¿Nervioso?

La voz de Rachel le saca de sus pensamientos. Al darse cuenta la mujer está a su lado con una sonrisa gentil y aquella aura maternal tan característica de ella.

— ¿Se nota mucho? — Pregunta John mientras rasca su nuca. Rachel asiente. — Joder... espero no haber sido demasiado obvio, si Alexander ya se dio cuenta...

— Lo dudo. — Responde Rachel. — Alexander es listo sí, pero cuando se trata de ti... bueno, digamos que lo dejas algo atontado.

Comenta la mujer, si, ella también está enterada de las intenciones del castaño. John emite una risa, dirige su vista hacia el caribeño, este parece sentir su mirada ya qué le regala una sonrisa dulce y un saludo.

Al ver al pecoso saludar a su hijo de esa forma, la mujer sonríe complacida. Alexander ya ha tenido otras parejas, algunos buenas personas, otros no tanto pero en ninguno vio ese "algo" que le convenciera de ser el indicado para su Lexi.

Hasta que John llegó.

Desde el momento en que Rachel le conoció, supo que era el indicado para su hijo y aunque pasan por dificultades como cualquier otra pareja, el tiempo le fue dando más y más la razón.

El vinculo que comparten es impresionante, es casi como si se conocieran de antes, de mucho antes...

Al ver a su nuero suspirar, el semblante de Rachel se torna preocupado.

— ¿Qué sucede querido?

John dirige sus orbes hacia Rachel.

— Creo que esperé demasiado. — Habla John. — Es que quería ahorrar para la boda, pero creo en esperé mucho. ¿Y si Alexander dice que no?

Esa posibilidad siempre está presente en la mente de John. Alexander está en todo su derecho a decir "no" pero ciertamente sería un golpe de realidad para Laurens, tal vez el caribeño ya no quiere casarse con él.

— ¿De qué hablas? — Pregunta Rachel. — John, cariño, disculpa la pregunta pero ¿Eres tonto?

— ...

El ojiverde observa a la mujer perplejo.

— Alexander te adora, eres su mundo, nunca lo vi tan enamorado como ahora. Él es una persona que no teme a los compromisos, está más que listo para casarse contigo, de hecho, creo que si fuera por él estarían casados hace años.

Con una sonrisa John agradece a su suegra -aunque no se acostumbra del todo a llamarla así- antes de dirigirse hacia sus lugares, en unos minutos la ceremonia empezará.

Con la vista Alexander busca a sus otros amigos, aunque no logra localizarlos, lo cual lo entristece. Está feliz de tener a John y a su madre junto a él en este momento tan importante pero desearía que sus amigos también estuvieran presentes.

"Debían tener cosas importantes que hacer"

Piensa más bien para animarse a sí mismo.

La ceremonia da inicio. John la encontró bastante aburrida, la mayor parte del tiempo se la pasó hablando por mensajes con Martha verificando que todo estuviera andando bien.

Sin embargo al llegar el turno de Alexander, apagó su celular y centró toda su atención en su pareja, para alivio de la rubia.

— Por fin...

Murmura Martha cuando John deja de bombardearla con mensajes. Guarda su celular para luego mirar el salón.

— Tal vez esté mal que yo lo diga, pero quedó bastante bien.

Habla William mirando como ha quedado todo.

— ¿Has considerado ser decorador de interiores?

Pregunta Martha dando un ligero codazo al rubio.

— Tú serías mi secretaria ¿No?

— Prefiero el término "ayudante"

Responde ella. Lafayette los observa desde unos metros. Le guste o no, debe admitir que esos dos son perfectos juntos.

— Los trajes te quedaron muy bien, Martha.

Comenta el francés tomando uno de los mencionados.

— ¿Qué esperabas? — Pregunta el inglés. — Son trabajo de la mujer diseñadora de Nueva York.

— Creí que eran trabajos míos.

Responde la rubia a modo de broma. Lafayette rueda los ojos, toma uno de los trajes correspondientes y se dirige a una habitación aparte para cambiarse, dejando solos a Martha y William.

— Cuesta creer que John vaya a casarse... — Murmura Martha con voz nostálgica, sentándose en un banco. — Siento que apenas ayer estábamos trabajando en la cafetería...

— El tiempo sí que pasa rápido ¿Eh? — Responde William mientras se sienta a su lado. — Sobre todo cuando tienes una vida de hace más de doscientos años a tus espaldas.

La ojimiel asiente, mira el lugar, imaginándose a sus amigos bailando ahí como el par de enamorados que son...

— Admiro mucho a John por hacer esto.

— ¿En serio? — Pregunta Martha. — ¿Por qué?

El rubio muerde el interior de su mejilla, aprovecha para reducir distancias entre su amiga y él.

— ¿Quieres que te cuente un secreto?

Pregunta en un susurro cómo si estuviera a punto de contar algo íntimo, cosa que hace sonrojar a la fémina.

— D-de acuerdo...

— ¿Eso fue un tartamudeo, Manning?

Pregunta William elevando una ceja. Martha le saca la lengua.

— Habla Jackson.

El inglés asiente, retomando esa actitud nerviosa y algo tímida, golpeando con sus dedos el banco ligeramente.

— El matrimonio siempre me ha parecido de los riesgos más grandes en el mundo. — Se sincera William — Es invertir demasiado tiempo, dinero, energía y muchas cosas en decidir unirte a alguien para siempre. Y tener mucho amor y confianza hacia el otro y en qué de verdad funcionará, pero si no funciona... — Traga saliva. — Sería demasiado perdido, mucho tiempo, mucho dinero...

Aunque John y Alexander le habían enseñado cuán fuerte puede ser una relación y que si existe aquel "amor incondicional" eso no quita los pensamientos del inglés sobre el matrimonio.

— ...

Martha observa y escucha atenta como su amigo se sincera con ella.

— La verdad a mi me asusta esa idea, casarme con alguien y que no funcione, eso sería perder demasiado, haber sacrificado tanto para nada, supongo que es por eso que admiro tanto a quienes se atreven a tomar ese riesgo. — Hace una pausa. — ¿Honestamente? Incluso si encuentro a "esa" persona, no creo que llegue a dar ese paso en mi vida.

— ¿Por qué no?

William se encoge de hombros.

— No lo sé, tal vez eso cambie a medida que crezca o, quizás, simplemente no es para mí. Lo cual podría ser un problema en mis futuras relaciones ¿Sabes? Muchas chicas esperan formalizar una relación en algún punto... pero si yo no nunca estoy listo hacer eso...

— No digas eso. — Le interrumpe Martha. — No tiene nada de malo que pienses eso, es una opinión perfectamente válida. Y si alguien de verdad te quiere... — Desvía la mirada. — N-no creo que le importe eso... ¿Sabes?

Bien, en esa última parte se había dejado llevar un poco, pero dejando de lado sus sentimientos por William, Martha de verdad piensa eso. No a todos les agrada la idea del matrimonio, lo cual no debería ser un problema mientras haya amor y respeto por ambas partes.

— Eso es reconfortante. — Dice William atrayendo la atención de Martha. — Ese también es uno de mis miedos, que por no formalizar una relación...

Se interrumpe cuando Martha lleva unas manos hacia sus cabellos y empieza a jugar con estos.

"No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes..."

— No creo que debas preocuparte por eso... — Lo tranquiliza. — Estoy segura de que no eres el único que no piensa así. De seguro a muchas chicas no les importaría ese pequeño detalle...

El ojiverde traga saliva a causa de la cercanía de la fémina.

— ...

"¿Debería...?"

Este parece ser un buen momento para intentar algo, o al menos así lo ve Martha. Humedece sus labios, acción que fascina totalmente a William.

— O-oye Will...

Se atreve a acercar su mano a la del aludido, mientras acerca su rostro al del contrario, sintiendo su corazón latir contra su pecho.

— Martha. — Le repentina intromisión del francés, quien ya se ha cambiado, sobresalta a la rubia. — Los trajes te quedaron muy...

Lafayette se interrumpe al ver a ambos rubios con sus rostros realmente rojos.

"Creo que acabo de interrumpir algo"

— V-voy a cambiarme.

Balbucea ella nerviosa jugando con su cabello, tomando su vestido y desapareciendo de la vista de sus amigos.

— O-oye Laff. — Tartamudeo William. — Llámame loco... pero creo que le gusto a Martha.

El de cabello negro rueda los ojos.

"No jodas, Will, eres un genio. ¿Te diste cuenta tu solito?"

— Vaya... ¿Tú crees? — Pregunta reuniendo todas sus fuerzas para no sonar sarcástico. — Si tú lo dices así debes ser...

Responde Lafayette tratando de sonar lo más sincero posible. William asiente aún sonrojado, tal vez de verdad él y Martha puedan ser más que amigos.

[...]

— ¡Estoy muy orgullosa de ti Lexi!

Terminada la ceremonia, Rachel es incapaz de evitar que algunas lágrimas rebeldes abandonen sus ojos. ¡No la juzguen! Ver a su bebé cumplir su sueño es demasiado para ella.

— Lo sé, mamá. — Responde Alexander, borrando con su pulgar una rebelde lágrima que se había escapado de la comisura de su ojo. — Por cierto... ¿Sabes dónde está John?

— Nos está esperando en la entrada. Tiene una sorpresa para ti.

— ¿Una sorpresa? ¿Qué es?

— Si te lo dijera ya no sería sorpresa ¿Verdad?

Reconociendo que su madre tiene razón, Alexander acompaña la acompaña hasta la salida, donde John los espera parado frente al auto de Lafayette, el cuál prácticamente se había vuelto suyo también.

Con una sonrisa dulce, John se acerca hasta el caribeño para tomar su rostro y darle un beso en los labios.

— Estoy muy orgulloso de ti. — Murmura. — Y a la vez estoy muy feliz y agradecido contigo por haberme permitido recorrer este camino contigo.

Alguien responde uniendo sus frentes. Rachel los mira con ternura hasta que escucha algunos murmullos hacia su hijo y su pareja.

No duda responder con una mirada fulminante hacia esa mujer mayor, quien intimidada sigue su camino.

Desde el incidente del restaurante que John le había contado, ha puesto mano dura contra cualquiera persona que siquiera mire mal a su hijo, nadie volvería a golpearlo así.

— Subamos. — Dice John. — Te tengo algo preparado para celebrar esto.

— ¿Vas a decirme qué es?

— Entonces ya no sería sorpresa, tonto.

Responde John antes de subir al auto y sentarse en el asiento del conductor. Alexander no le queda otra que sentarse en el asiento del copiloto, mientras Rachel va en el asiento de atrás.

— ¿Recuerdas cuando ibas en el asiento de atrás, Lexi? — Pregunta la mujer desde el asiento de atrás.
— Y llorabas porque querías ir adelante conmi--

— ¡Mamá!

Se queja Alexander antes de que su madre vaya a avergonzarlo con alguna anécdota de su infancia.

— Bien, bien, lo siento.

Mientras murmura una risa, de su bolsillo saca un antifaz para dormir, el cual extiende hacia Alexander.

— Ponte esto.

Alexander mira el antifaz extrañado para luego mirar al castaño con la misma expresión.

— Si quieres probar cosas nuevas, agradecería que no lo hicieras frente a mi ma--

— ¡Alexander!

Le interrumpe John con el rostro rojo, causando una risa en el más bajo quién toma el antifaz y se lo coloca, cubriendo sus ojos.

— Si vas a secuestrarme al menos deja ir a mi madre, por favor.

John rueda los ojos mientras Rachel musita una risa.

— No es eso. — Toma la mano de Alexander y da un beso en el dorso de esta. — Tú confía en mi ¿Si?

— Siempre.

Responde el más bajo mientras aprieta la mano del pecoso.

"¿Que planea John?"

Esa pregunta no deja de rondar por la mente del caribeño. Si su madre no estuviera presente junto con ellos las posibilidades que estarían surcando su mente serian mucho más... abiertas que las que está pensando ahora. Sin embargo no siente la necesidad de hacer preguntas ni tiene miedo, seguiría a Laurens hasta el fin del mundo si él se lo pidiera

Durante el trayecto, Alexander siempre con los ojos vendados, los tres hablan sobre cosas sin mucho sentido realmente; pero en todo momento Hamilton siente a su novio muy nervioso, él acaricia su mano para tranquilizarlo, para hacerle saber que está con él pase lo que pase.

Luego de casi una hora de viaje, Alexander siente el coche detenerse. Escucha a su madre murmurando al ojiverde lo que parecen ser palabras de aliento, lo siguiente que escucha es la puerta del conductor abrirse y luego cerrarse, Laurens ha salido.

— ¿John?

Hace un amago de quitarse el antifaz, pero un golpe en su mano le detiene.

— No espíes.

Ordena su madre. Alexander asiente rápidamente, luego escucha como ella sale del auto.

— Ni ispiis

Remeda cuando está seguro de que no puede oírlo. Luego de unos segundos que le parecieron eternos escucha la puerta a su lado abrirse.

— Sal, hijo. — Escucha decir a su madre, él obedece, con ayuda de ella obviamente. — Muy bien, quítate la venda.

— Por fin.

Suspira Alexander aliviado mientras se saca el antifaz. Al hacerlo lo primero que ve es que está frente a un gran salón de fiestas, de color dorado.

— Una fiesta...

Murmura con una sonrisa. Claro, debía de imaginarlo.

— Entra cariño. — Pide su madre. — Yo te alcanzo en un minuto.

— ¿Y John?

— Él ya está adentro.

Con aquello dicho, el caribeño se adentra en el salón, mientras su madre lo sigue con la mirada, sin dejar de sonreír ni por un segundo.

— Mi nene ya es un hombre...

Murmura para sí misma Rachel.

Al entrar, Alexander se encuentra en el recibidor, donde, haciendo honor al nombre de la habitación, es recibido por una amiga.

— ¿Martha?

Pregunta estupefacto.

"Creí que estaba en Inglaterra"

La verdad sea dicha, le costó reconocer a la rubia ya que está estaba vestida con un vestido color violeta que se vería más propio en algún retrato del siglo dieciocho, aunque eso no significa que no sea un hermoso vestido.

La rubia lleva su cabello recogido en una trenza alemana, ciertamente se ve hermosa.

— Bienvenido, recién graduado.

Saluda ella con voz cordial. Recién en este momento Alexander nota las ropas que la joven lleva en sus manos.

— ¿Qué es eso?

— Es tu traje, si entras así a la fiesta te sentirás algo fuera de lugar. — Responde ella extendiendo las ropas al caribeño. — Hay un baño a la izquierda. Espero que te guste la ropa, yo mismo la diseñé.

Comenta ella mientras se aleja hacia la puerta que da a la sala principal.

— ¿En serio? — Pregunta impresionado, pues la tela de la ropa se siente de muy buena calidad. Sin embargo de inmediato más preguntas llegan a su mente. — Espera ¿Cómo sabes tú mis medidas?

— ...

La ojimiel da un guiño por toda respuesta antes de irse, dejando sólo a Alexander.

— No, en serio, Martha responde, tengo miedo. — No hay respuesta. — ¡Martha!

Es inútil, no hay respuesta y no la habrá. Resignado y a la vez intrigado se dirige hacia el baño para cambiarse.

Tras un par de minutos, finalmente se encuentra listo para... lo que sea que se ha preparado.

Señalar el parecido del traje que lleva puesto ahora mismo con el traje militar del siglo dieciocho sería decir lo obvio, si Martha no lo hizo con la intención de imitarlos, pues está claro que al menos se inspiró en ellos.

Aún algo nervioso, se dirige hacia la puerta que lleva a la sala principal.

Al abrir la puerta, música llega a sus oídos, un estilo de música muy particular.

Amelie OST || D'un autre et

https://youtu.be/znfYwABeSZ0

Tan pronto la puerta se cierra tras de sí, Alexander siente que ha viajado en el tiempo. Reconoce a todos sus amigos y los de John en aquel salón, algunos bailando, otros hablando entre ellos, otros comiendo, sin embargo están todos vestidos de maneras similares, con vestidos, con trajes sacados que parecen sacados de un baúl de recuerdos del siglo dieciocho.

— ¡Alexander!

La voz de Hércules le toma de sorpresa, quién efectivamente también está vestido acorde a la ocasión.

— Hola Herc.

— Ya eres oficialmente un adulto ¿Eh?

Pregunta el sastre, refiriéndose a la graduación del caribeño.

— Eso parece... — Murmura Alexander aún sin salir de su trance del todo. — ¿V-vienes con tu familia?

— Así es.

Señala a su familia, su esposa y sus tres hijos. El tiempo pasa pero la familia de Hércules sigue viéndose igual de hermosa, transmitiendo esa aura cálida y familiar que reconforta tanto a Alexander.

— Es impresionante como crece Allaine.

— ¿Me lo dices a mí? — Cuestiona el sastre. — Siento que Ty apenas ayer tenía trece y míralo ahora, es todo un hombre de diecinueve años.

— Creí que ibas a echarlo de casa a los dieciocho.

El sastre se encoge de hombros.

— Un año más, un año menos...

Responde él vagamente, provocando una risa en Alexander, quien, luego de conversar un rato más continua recorriendo la fiesta, verdaderamente maravillado, todo esto se ve tan hermoso, es tal y cómo en esa época.

"Aunque es fácil recrear el siglo dieciocho cuando lo has vivido"

Pues de seguro fue el propio John quién organizó todo esto, aunque no era necesario. Una simple noche de películas con pizzas junto a sus amigos habría sido más que suficiente para celebrarlo todo, pero tampoco se quejará, esto es hermoso de verdad.

— ¡Alex!

Una voz con familiar acento francés le llama, a unos pasos ve a Lafayette, vestido de una forma muy similar a él.

Verlo así, ciertamente es nostálgico, casi se siente listo para patear unos cuantos ingleses... ¿William estará por aquí también?

— Hola Laff. — Saluda Alexander. — Tú ya sabías de esto ¿No?

El francés se encoge de hombros con una expresión divertida.

— Tal vez, aunque aún falta lo mejor.

Responde él con tono misterioso, mientras continúan hablando caminan por el salón a paso tranquilo, dejándose envolver por la atmósfera del lugar.

Que John se haya esforzado tanto para dar aquella pregunta... joder, esto ha dejado las expectativas de Adrienne de lo más altas, Lafayette las tendrá difíciles cuando sea su turno.

— ¡Hola Alexander!

Un repentino abrazo tras sus hombros, sobresalta al caribeño, efectivamente es William.

— Hola Will... — Saluda el caribeño al inglés, quién está con Martha a su lado. — Vaya, verte vestido así me recuerda a cuando eras el secretario de John.

De inmediato una expresión molesta aparece en el rostro de William.

— ¡No era un secretario, era un ayudante!

Una sonrisa satisfecha aparece en el rostro de Alexander. Nunca falla eso...

— Así que... fue por esto que no pudieron venir ¿No?

En los tres amigos de Alexander un aura de culpa aparece.

— Si... — Es Martha quien responde. — Discúlpanos, pero faltaban arreglar algunas cosas y no queríamos que fuera John quién debiera ausentarse, creíamos que no importaba si...

— No digas eso. — La interrumpe Alexander. — Les agradezco que se hayan tomado todo el tiempo de hacerlo pero me habría encantado tenerlos ahí, todos ustedes son iguales de importantes para mí que John.

Confiesa con sinceridad.

— ¿Incluso yo?

Inquiere William con una sonrisa divertida. Alexander rueda los ojos.

— No pruebes tu suerte, Jackson.

Responde él, apartando el brazo del inglés.

— Alexander... — Adrienne llega, usando un vestido similar al de Martha. — Estás buscando a John ¿Verdad?

Tan pronto el caribeño asiente, la francesa señala un lugar no muy lejano, en el que se ve a John, de espaldas, hablando con Rachel, ambos vestidos con ese estilo revolucionario.

Luego de agradecer a Adrienne, Alexander se encamina hacia su novio, mientras sus amigos lo siguen con la mirada y una sonrisa.

— ¿Creen que ya lo haya deducido?

Pregunta Peggy llegando a escena.

— Lo dudo.

Responde Adrienne, en ciertos temas Alexander es bastante distraído.

Mientras habla con Rachel, John, de repente, siente un toque en su hombro. Ladea el rostro y queda estupefacto con lo que ve.

— Hola...

Saluda Alexander con cierta timidez. John se queda boquiabierto, sabía perfectamente que Alexander estaría vestido así, sin embargo verlo así, vestido como hace tantos años...

— Hola, Alex...

Saluda John, rotando su cuerpo para quedar frente a frente con su novio, quién no puede evitar verlo de arriba a abajo. Dios; ver a John así vestido es demasiado, le trae tantos recuerdos.

— ¿Y? — Pregunta John. — ¿Qué opinas de mi sorpresa?

Una risilla tímida escapa de los labios del caribeño, no sabe muy bien que decir, está encantando, cosa que su risa evidencia.

— Eres increíble.

Murmura Alexander con un leve sonrojo y la vista baja. John toma su barbilla para que lo mire.

— No más que tu. — Alexander asiente, perdiéndose en los ojos del castaño. — ¿Bailas?

— Tendré que hacerle valer todas esas clases ¿No?

Dice mientras toma la mano del ojiverde, llevándolo hacía la pista de baile. Mientras camina, John voltea a ver a Rachel, quién levanta su pulgar en señal de aliento para su nuero.

Al ver como Alexander y John empiezan a bailar, el resto de parejas hacen lo mismo, dejando a un par de rubios solos.

— Temía que este momento llegara.

Murmura William. Martha se encoge de hombros más para sí misma que otra cosa.

A unos pasos, el inglés logra distinguir a Peggy, quién está bailando con su novio, haciéndole señas, indicándole claramente que invite a bailar a la rubia.

La idea le llena de nervios, y aunque está motivado por aquel evento anterior entre ellos antes de que Lafayette les interrumpiera, eso no quita aquella sensación.

Considera salir a fuera un minuto para tomar algo de aire, sin embargo la voz de la fémina a su lado le interrumpe.

— ¿Bailas?

Pregunta extendiendo su mano. William parpadea un par de veces, casi se le escapa un confuso "¿Qué?", pero la sonrisa de Martha le saca todas las dudas.

— Por supuesto. — Asiente él, tomando la mano de la fémina. — Pero te advierto que soy muy malo.

— Somos dos, tendrás que disculparme si te piso un par de veces.

Comenta Martha mientras se dirigen a la pista de baile.

Ambos están bastante nerviosos a la par que emocionados. Es inevitable para William tragar saliva cuando posa su mano en la cintura de la joven Manning.

— Tranquilo, Will, yo no muerdo. — Asegura ella cruzando sus brazos tras los hombros del inglés. — Amenos que quieras, claro.

Bromea con un guiño, logrando aliviar el ambiente. Más que un baile, aquello es un balanceo leve entre ambos.

William se permite aspirar el aroma de la rubia, el cual es levemente a vainilla, es un aroma muy leve pero dulce ciertamente.

— No bailas tan mal.

Comenta ella con una sonrisa. William sonríe de medio lado, gesto el cual Martha cree que podría ver toda su vida, le tiene fascinada.

— Supongo que lo único peor que bailar conmigo es no bailar con nadie. — Martha lo observa con una mueca de reprobación. — No pongas esa cara era bro-

— No pienses así. — Le interrumpe ella. — ¿Sabes? Cuando empezó la música, la primera persona que cruzó mi mente con quién bailar... fuiste tú.

Se sincera ella totalmente. Provocando en el inglés una reacción de sorpresa a la par que un leve tono carmesí invade sus mejillas.

— Es... lindo oír eso. — Responde William. — Y-yo pensé en invitarte a bailar, pero...

— ¿Me adelanté? — William asiente. — Lo siento...

Ambos ríen. William suspira y se atreve a apoyar su frente sobre la de la rubia.

— No te disculpes, no hiciste nada malo. — Habla con voz suave. — Estabas siendo tú misma... me encanta que hagas eso.

La fémina siente la emoción recorrer su cuerpo, por instinto humedece sus labios, gesto que, involuntariamente, William imita mientras refuerza levemente el agarre a su cintura.

— ¿Sabes? — Ella retoma la palabra. — Estar aquí, bailando contigo es... casi como estar en el siglo dieciocho.

— Ajá...

— Me habría gustado conocerte, en aquella época, me gusta pensar que... si nuestros caminos se hubieran juntado en esa época, podríamos haber... haber...

— ...

William permanece callado. Martha decide que las palabras se quedan cortas para esta ocasión.

Los labios de la rubia, por unos segundos, se posan sobre los del inglés en un beso tímido. El sonido de los latidos de ambos resuenan en los pechos de ambos rubios en la unión de sus labios. Es poco más que un roce, no más que el mero contacto de sus labios, sin embargo eso no impide que la emoción estalle en los pechos de ambos.

Luego de lo que William sintió como un milisegundo, la neoyorquina rompe el beso. Mira al inglés con sus ojos muy abiertos brillando con emoción, expectante, por una respuesta con el carmín cubriendo sus mejillas.

— Te quiero...

Murmura ella con una voz que derrite el interior del inglés, es inevitable que sonría.

— Cuando pensé que no podías ser más linda... — Acaricia con su mano la mejilla de la rubia. — Te me confiesas de esa forma tan... tan...

— ¿Tan yo?

Competa su oración. William rueda los ojos.

— Chica lista. — Dice antes de besar los labios de la neoyorquina nuevamente, dejando más que en claro sus sentimientos y sus intenciones con la ojimiel, aunque solo para dejarlo claro... — Yo también te quiero, Martha.

El oír esas palabras provoca una sensación de alegría y calidez en ella.

"Tal vez si me quede aquí después de todo..."

Nada podría ser más perfecto para Alexander, aún le parece increíble que John haya hecho todo esto.

— Creo que de verdad te sirvieron esas clases.

Escucha decir a John.

— Bueno, contigo como maestro ¿Qué otra cosa podría esperar?

John le da una sonrisa, la cual Alexander corresponde antes de ocultar su rostro en el cuello del más alto, aferrando el agarre a su cadera.

— Esto no era necesario...

— Lo era, Alexander, tú te mereces esto y mucho más. — Responde John. — Además algo me decía que te gustaría este estilo revolucionario.

— Que bien me conoces amor. — Da una mirada de arriba a abajo al americano. — Verte vestido así, trae... recuerdos.

John nota el pequeño quebradero de voz en la voz del menor.

— ¿Qué clase de recuerdos?

— De todo tipo: Recuerdos lindos, dolorosos, recuerdos agridulces, divertidos... — Sonríe con sinceridad mientras entrelaza los dedos de su mano con los de John. — Pero son todos junto a ti, Laurens, junto al hombre que amo y de todo lo que pasamos juntos para llegar hasta aquí. Un recordatorio del camino que hemos recorrido.

"Mierda, siempre sabe que decir"

— ¿Volverías a pasar por todo eso?

— Las veces que sean necesarias.

Mientras el de cabello lacio deposita un beso sobre sus labios, John se arma de valor.

Es hora.

— Oye... — Toma las manos de Alexander entre las suyas. — Esto... no era solo para celebrar tu graduación.

Alexander está algo desconcertado, John de repente suena muy serio.

— ¿Hay otra razón?

— La hay, vaya que la hay...

— ...

El sexto sentido de Alexander le dice que esto es algo serio y sentir como Laurens refuerza el agarre de sus manos, confirman ese pensamiento.

— Yo no soy perfecto. — Comienza a hablar el más alto. — Y no pretendo serlo, pretendo ser la mejor versión de mi mismo que pueda brindar a los demás y tu eres quién me ha ayudado a ser eso, me has obligado a enfrentar mi pasado y mis miedos. Gracias a eso puedo decir que estoy orgulloso de quien veo en el espejo cada día, siento que veo a la persona que tú te mereces.

— ...

Alexander lo observa sonrojado. A veces olvida que John también es muy bueno con las palabras.

— Hace muchos años dije que podía ser feliz sin ti y eso es cierto, podría pero... de alguna forma, sin ti, seguiría incompleto. Sin ti no vería esta vida como el milagro que es, una segunda oportunidad, sin ti no vería la vida como algo hermoso, no vería la belleza en las noches de Nueva York, pues no puedo ver las estrellas pero tú me hiciste apreciar lo hermosa que se ve la ciudad con todas sus luces encendidas. Sin ti no vería la belleza en las cosas de cada día, en como amanece, en los escasos momentos de silencio que esta loca ciudad ofrece, en el canto de las aves, en los colores y momentos de vida de una flor, en la simple maravilla que es estar vivo. Sin ti, no podría ser testigo de cómo pintas la vida con tu forma de ser.

— ...

Alexander está pasmado y más que conmovido, siente que unas lágrimas amenazan con salir de sus ojos.

"¿Qué está... pasando?"

— Hace años. — Continúa Laurens mientras suelta las manos de Alexander y mete una de las suyas en su bolsillo. — Te dije que no podría volver a dejarte ir, que no cometería un error tan craso de nuevo y, si me lo permites, pienso cumplir aquella promesa.

— No me...

Ve a John arrodillarse frente a él con una pequeña cajita en su mano. En algún punto todas las miradas de su alrededor se posaron sobre ellos.

— Eres el amor de mi vida, nunca me cansaré de decirlo, Alex. — Abre la caja, revelando un anillo en esta. — Pero decirlo no basta, debo demostrarlo y esta es mi forma de hacerlo. Sé que he cometido decenas de errores, pero el que jamás me perdonaría sería desperdiciar la oportunidad de unir mi vida a la tuya frente a los ojos del mundo como antes no pudimos.

— ...

Alexander apenas puede mantenerse en su lugar, siente un remolino de emociones en su interior. Lleva una mano a su pecho, sintiendo sus latidos los cuales están descontrolados.

— Estoy enamorado de ti, Alexander Hamilton. — Declara John con su sonrisa más sincera. — ¿Quieres casarte conmi--?

A una sílaba de terminar la pregunta que tanto había ensayado, John es interrumpido por un efusivo abrazo por parte de Alexander, el cual lo derriba y le hace terminar en el suelo con el caribeño aferrando a su cuello, escondiendo su rostro en este. De milagro no soltó el anillo

— ¡Sí! — Vocifera Alexander a todo pulmón mientras levanta el rostro para verlo. — ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Mil veces sí, John! ¡Acepto, maldición!

Lo siguiente que se oye son vítores y aplausos por parte de los invitados. John abraza a Alexander, el cual parece rehusarse a moverse para luego tomar el anillo y colocarlo en el dedo anular de su mano derecha. Mira a Alexander, quién ya ha soltado algunas lágrimas, con sus ojos llorosos.

— Te tardaste...

Musita el menor con una sonrisa.

— Lo bueno se hace esperar, amor.

Sellan aquel momento con un beso entre las celebraciones de todos los presentes para luego unir sus frentes, aún con lágrimas en los ojos.

— Tú usarás el vestido ¿Verdad, Alexander?

— No pruebes tu suerte, John. 

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