𝗗𝗶𝘇𝘇𝘆 | 𝗶


Allí estaba la sombra otra vez, mirándome a través de la ventana de la cocina, mientras yo tomaba una cuchara del cajón en el desayunador. La miré fijamente con desinterés, quité la tapa del pote de helado, me senté en una banqueta y me dispuse a comer, sin despegar mi somnolienta mirada de ella. 

No sé qué demonios quiere, siempre está detrás de mí, pero jamás logro alcanzar a verla. Por su contextura física asumo que es una chica, de figura pequeña, no es muy alta. Es mucho más veloz y ágil que yo. 

Todavía no llegué a la conclusión de si me molesta o no que me acose, la verdad se me dificulta bastante que algo me interese lo suficiente para considerarlo. Que me acosen ¿me interesa? ¿me afecta en algo? Digo, ella no me puede lastimar físicamente, es como treinta o cuarenta centímetros más pequeña. Podría aplastarla como a una mosca si me hace algo.

Saqué lentamente de mi boca la cuchara.

—Bueno, ya fue suficiente—me puse de pie con pereza, ordené y limpié todo lo que usé, con la mirada de aquella extraña en la nuca, extendí el brazo hacia el interruptor de la luz y lo oprimí, quedándome a oscuras—Azrael... —dije en medio de un bostezo. 

La espada se hizo paso por el ventanal de la cocina a través de un estruendo y una marea de cristales rotos. Se incrustó velozmente en el árbol donde aquella chica estaba apoyada, el fuego que emanaba iluminó por unos segundos su rostro asombrado. 

Sí sí, ya sé, no entienden nada. No pienso explicarles mi individualidad ahora, es de madrugada y no es relevante para esta escena, así que sigan leyendo.

[ Toga ]

Sentí una ráfaga de fuego quemar parcialmente mi mejilla izquierda, llevé rápidamente mi mano a ella asustada, y miré a mi costado qué demonios me había quemado. Una espada se encontraba incrustada en el tronco del árbol a mi lado. 

Instintivamente tomé distancia de este. Desconocía el quirk de Hiro, ahora veo por qué. La espada se desincrustó por sí sola de la madera, y volvió a toda velocidad hacia la casa, hasta que su mango dio con la inmensa mano de mi novio. 

Sonreí con amplitud al verlo salir de la oscuridad tan imponente, con su estructura ósea gigantesca, ese andar despreocupado. Un suspiro repleto de anhelo se escapó por mis labios, él es perfecto. 

A medida que se acerca... puedo contemplar aún mejor lo sexy que se ve empuñando una katana prendida en llamas. Sus ojos sombríos y faltos de sueño se clavan en mí como cuchillas, haciendo que varios escalofríos placenteros se desparramen por mi anatomía... quizá también por la zona de mis bragas.

Tenía muchas muchas ganas de hablarle, pero él claramente me quiere matar y su cuchillo es más grande que el mío. Así que no me puedo dar el lujo de pelear con él, aunque se me haga agua la boca de pensar en lamer la sangre que gotee de algunos cortes en sus, prominentes y gruesos, bíceps. 

Así que, mientras corro de él, les contaré nuestra muy extremadamente romántica historia de amor. Conocí a Hiro un día hermoso, nublado y de viento arrasador que atrajo su aroma hacia mí. 

¡Quieren saber a qué huele su sangre! ¿Verdad? Seguro adiviné, mi Hiro huele a chocolate semiamargo, uno de mis gustos favoritos. ¡El primero! Por eso seguí su aroma hasta dar con él entrando a la U.A. Esperé fuera de la escuela por horas, hasta que salió, y desde entonces lo acompaño a todas partes.

Tengo tantas tantas ganas de hablar con él, pero nuestro amor es prohibido. Sé que mi caballero me ama con fervor y debe ocultarlo para protegerme, sino no me habría permitido observarlo constantemente por alrededor de dos meses, ¿no es así? 

Vi la carretera a unos metros de mí, salté sin dudar entre los autos, esquivándolos con destreza y terminando al otro lado de la calle en unos segundos. Di un último vistazo a Hiro, quien me miraba de pies a cabeza con sus ojos azules, probablemente tratando de memorizar cada parte de su amada, porque uno nunca sabe cuándo puede ser la última vez que nos veamos. 

Es tan difícil que el amor de tu vida sea tu enemigo. 

[ Hiro ]

La loca frente a mí me lanzó un beso de despedida y luego se desvaneció en la oscuridad de la noche. Observé el mechón rubio entre mis dedos, que mi espada había cortado de ella, y lo guardé en mi bolsillo. 

Si les soy sincero, todo esto me quitó el insomnio. Que bueno que no tomé las pastillas. 


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