𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝘀𝗲𝗶𝘀 - 𝗫𝗫𝗩𝗜

—Me mostró cosas que todavía no han pasado —dijo Lia en voz baja y con la mirada perdida, aún traumatizada por lo que había pasado la noche anterior—. Eran cosas horripilantes. 

Max estaba sentada a su lado, mirándola con atención y una mirada de lástima, sosteniendo su mano. Aún no podía creer que Vecna había dañado a Lia de la misma forma que a ella.

—Vi una nube negra que cubría todo Hawkins. El centro estaba ardiendo, había soldados muertos y una criatura gigante con la boca abierta —explicó mientras los demás escuchaban con atención—. La criatura no estaba sola, había muchísimos monstruos, todo un ejercito. Y venían a Hawkins, a nuestros barrios, a nuestras casas. 

Hizo una pequeña pausa para poder tragarse el llanto y la enorme tristeza que le provocaba la siguiente visión.

—Y luego me enseñó a Once, a Will, a Max... —dijo con la voz rota casi por completo—  A todos vosotros, estabais todos... —no pudo terminar la frase.

Max apretó más su agarre. Acarició el dorso de la mano de Dahlia con su pulgar, intentando calmarla. Steve cerró los ojos angustiado.

—Vale pero.. solo quería asustarte, Lia —dijo Steve, intentando consolarla—. ¿No? Porque no es real.

—Aún no —dijo Lia, en voz baja y mirando a Steve—. Pero hay algo más. Me ha enseñado los portales. Cuatro portales repartidos por Hawkins. Y los portales era como el que hay en la caravana de Eddie pero no paraban de crecer. Y no era el Hawkins del mundo del revés, era nuestro Hawkins, nuestro hogar.

—Cuatro campanadas —mencionó Max, causando que todos la miraran—. El reloj de Vecna siempre suena cuatro veces exactamente.

—Yo también las escuché —dijo la rubia.

—Nos ha estado contando su plan desde el principio.

—Cuatro asesinatos —habló Lucas de pronto, sonando desesperanzado—. Cuatro portales —miró a su amiga—. El fin del mundo.

—Si eso es cierto solo le queda una última víctima —dijo Dustin.

Eddie maldijo por lo bajo, no pudiendo creerse la situación en la que estaban metidos.

—Lia... —llamó Dustin— dijiste que era tu culpa, ¿Por qué dijiste eso?

—¿Estás de broma? —Max saltó a la defensiva— Claro que no es su culpa.

—No digo que lo sea, solo quería saber porque lo ha dicho —se justificó el rizado.

—Estaba asustada, no lo decía en serio —argumentó la pelirroja.

—No —intervino Lia—. Lo decía en serio.

Inmediatamente todas las miradas se posaron en la joven Byers, ninguno entendía a qué se refería.

—Nada de lo que está pasando es tu culpa —Max trató de convencerla.

—Excepto que sí lo es —respondió en un tono de voz más alto, aún sabiendo que su novia no había hecho nada mal.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Nancy en un tono calmado.

Dahlia la miró algo indecisa. Si les contaba todo lo que había recordado la odiarían, la culparían y la dejarían sola. No quería estar sola, pero tampoco podía mentirles. Se sentía como la mayor mierda del mundo, estaba segura de que no iba a ser capaz de vivir sin decir la verdad.

—¿Lia? —preguntó Max, al ver que no respondía.

—¿Recordáis como he dicho que Henry Creel era Vecna? —preguntó sin mirar a nadie en concreto.

—Sí —afirmó Steve.

—Claro.

—Bien, después de que matara a su familia y todo ese rollo fue llevado a donde Martin Brenner, el hombre al que llamábamos "papá" —explicó mientras jugaba con sus dedos—. Después de fallar en el intento de controlarlo decidieron recrearlo a través de su sangre.

—Eso ya lo sabemos —interrumpió Dustin, a lo que Lucas le dio un manotazo.

—La cuestión es que funcionó, pero solo a medias. La mayoría de los niños tenían telequinesis y algunos tenían la habilidad de la ilusión, pero ninguno llegaba a la perfección de Henry. Ninguno dominaba ambos poderes —hacía memoria en sus recuerdos mientras lo explicaba—. Así que decidieron crear un bebé de otra manera, con la reproducción natural —dijo tratando de no ser muy explícita—. Ese bebé estaba destinado a ser perfecto, a tener un control total sobre ambas habilidades de Henry, pero no fue así.

Lia notó como un par de lágrimas quisieron escapar de su rostro así que dirigió su mirada la techo para evitarlo. Max no fue ajena a este pequeño gesto, y le asustaba saber a donde quería llegar la rubia con todo eso.

—El bebé creció, y sí, tenía tanto la habilidad de la ilusión como el poder de la telequinesis, pero no era ni lo más cercano a la perfección. No controlaba sus poderes, era un caos absoluto, dicho de otra manera; era una decepción —la lágrima finalmente consiguió escaparse, pero Lia la limpió tan rápido como pudo—. Hasta ayer pensé que Once y yo siempre habíamos sido hermanas, que siempre habíamos estado la una para la otra, pero no era así. Yo la odiaba —le dolió tener que pronunciar esas palabras, pero sabía que era lo más leve que podía decir—, la detestaba con todo mi ser. Ella era todo lo que yo quería ser, fuerte, poderosa, querida. No soportaba ver como Henry siempre tenía su atención puesta en ella, siempre asegurándose de que estuviese bien. Quería que estuviese tan orgulloso de mí como lo estaba de ella.

—¿Por qué querrías que Vecna te quisiese? —preguntó Robin sin entender lo que Dahlia había tratado de decir indirectamente.

—Primero, porque Henry aún no era Vecna en ese momento —recalcó—. Y segundo, porque ese bebé que decepcionó a todo el mundo —tomó una bocanada de aire antes de terminar la frase—. Era yo. Ni si quiera mi propio padre me elegía sobre Once.

Nadie fue capaz de comentar nada al respecto. El demonio contra el que llevaban luchando todo este tiempo era el padre de Dahlia, ella lo había conocido todo este tiempo a pesar de no recordarlo.

—¿Eres hija de Vecna? —preguntó Lucas sin poder creerlo, a lo que Lia asintió—. Por eso el cuatro de julio dijo que acabaría el mundo contigo.

—Básicamente —dijo sin ser capaz de mirar a nadie a los ojos.

—Eso no es tu culpa, Lia —afirmó Max tomando su mano—. No puedes elegir que tu padre sea un psicópata o no.

—Tal vez no, pero eso no quita lo que hice.

—¿Qué hiciste?

Dahlia miró a Maxine profundamente a los ojos. No quería perderla, de verdad que no quería hacerlo, y sabía que si hablaba lo haría, pero ya no había vuelta atrás.

—Henry quería salir de aquel laboratorio, quería liberarse de las riendas que Brenner le había puesto —comenzó a explicar—, y después de ver el potencial de Ce supo que la necesitaría. La engañó para que se pusiera de su lado y le quitó lo único que lo mantenía controlado —señaló el costado de su cuello con el dedo índice—. Se deshizo del chip que inhabilitaba sus poderes. Le contó a Ce la verdad, qué el era Uno, y después salió a cumplir su "proposito". Todo lo que nosotras pudimos escuchar fueron gritos de dolor o de auxilio, y cuando salimos todas las paredes y el suelo estaban teñidos de sangre —se sintió disgustada al recordarlo—. Al llegar a la sala del arcoíris, la sala en la que todos jugábamos, vimos los cuerpos del resto de los niños sin vida, desfigurados tal y como...

—Tal y como Vecna lo hace —completó Dustin.

—Exacto. Henry intentó convencer a Once de que se uniera a nosotros, pero yo ni si quiera sabía si existía un nosotros —un par de lágrimas rodaron por sus mejillas—. Toda mi vida había querido estar junto a él, hacerle sentir orgulloso. Y de pronto, ver a todos esos niños muertos, me hizo darme cuenta de que nada de lo que Henry quería hacer estaba bien, solo habría destrucción y muerte a su lado —trató de limpiar las lágrimas de sus mejillas pero nuevas gotas volvían a mojar su rostro—.  Ce se negó a ayudarlo y trató de pelear contra Henry, pero él tenía más control sobre sus poderes y trató de hacerle lo mismo que había hecho con todas sus víctimas. Ce estaba allí flotando en el aire, a punto de morir, ¿y qué hice yo? Absolutamente nada. Me qué quieta, observando. A pesar de saber que lo que Henry estaba haciendo estaba mal, mi mayor sueño siempre había que me quisiera, apoyarle en todo, y sabía que luchando junto a Once perdería todo eso. Finalmente ella logró crear el portal de alguna forma, y lanzó a Henry dentro de él. Después Brenner apareció y ya sabéis el resto.

Al principio nadie sabía que decir, su confesión parecía haber dejado a todo el mundo desconcertado. A todos, menos a Max.

—Dahlia —la llamó, obligándola a que la mirara—. Vecna ha querido el control del mundo desde mucho antes de que tú nacieras. ¿Cómo demonios va a ser tu culpa que haya conseguido parte de su proposito?

—No hice nada para impedirlo, lo elegí a él antes que a Ce —sollozó.

—¿Cuantos años tenías? —preguntó Robin— ¿Ocho? —Lia asintió— Una niña de ocho años no tiene la responsabilidad de elegir el futuro del mundo.

—Lo sé pero... 

—Pero nada —finalizó Max.

—Nos estás ayudando ahora, ¿No es así? —cuestionó Nancy.

—Sí, claro —afirmó algo desesperada.

—Eso es lo que importa, ahora sabes lo que tienes que hacer —dijo Steve con seguridad.

—No importa lo que no hayas hecho —dijo Dustin.

Lia tuvo aún más ganas de llorar, pero esta vez no por la culpa que la carcomía, sino por saber que estaba rodeada de personas que la querían y la apoyaban.

—Gracias —murmuró algo avergonzada.

Después de unos minutos incómodos de silencio decidieron volver a llamar a la casa Byers, que llevaba si contestar desde la llegada de Dahlia.

—¿No cogen? —preguntó Steve.

—No, da tono un par de veces y luego cuelgan —dijo Max.

—Te habrás equivocado al marcar, llama otra vez.

—No me he equivocado —contestó la pelirroja indignada.

—Tío, como si no supera usar un teléfono —le regañó Dustin.

—Solo digo que puede haberse equivocado —se justificó Harrington.

Max volvió a llamar con la esperanza de que esta vez contestasen, pero pasó exactamente lo mismo que la anterior vez.

—Nada.

—¿Cómo es posible?

—Joyce hace telemarketing, suele estar mucho rato al teléfono —explicó Lia—. Pero no es normal que no contesten en tres días.

Dahlia miró al suelo con preocupación. Antes estaba aliviada de que Will no estuviera en Hawkins para no tener que revivir la misma historia, pero si las cosas estaban igual de mal en Lenora se arrepentía de no estar allí con él. 

El resto continuaron discutiendo pero algo llamó la atención de Lia. Tuvo esa misma sensación que tenía un par de años atrás cuando Once la observaba. Trató de quitar esa idea de su cabeza, ya que Ce había perdido sus poderes hace casi un año, pero esa sensación no se desvanecía.

—Perdonad, voy a ir al baño —dijo la rubia sin esperar respuesta antes de correr al baño. 

Cerró la puerta y buscó algo que pudiera servirle para taparse los ojos, encontrando una toalla. Se sentó en el suelo contra la pared y trató de buscar a su hermana. No había hecho eso desde hace un buen tiempo, pero supo que no se había olvidado de como hacerlo cuando abrió los ojos y se encontró con esa, desgraciadamente conocida, oscuridad.

Escuchó unas voces de forma borrosa, caminó hacia ellas esperando que fueran Will y Ce pero sorprendentemente se encontró con el salón de la caravana de Max. No entendía qué hacía allí hasta que vio una figura blanca en el otro lado, se acercó lentamente a ella hasta reconcerla. Era Once, solo que una Once muy diferente a la que dejó en Lenora.

—¿Ce? —preguntó algo dubitativa, llamando la atención de la castaña.

—¡Lia! —corrió hasta la rubia y la envolvió en un fuerte abrazo.

—¿Cómo...? —se alejó de ella sin entender, y detuvo su pregunta cuando vio su cabeza rapada— ¿Dónde está tu pelo?

—Es complicado de explicar.

—Once —advirtió, sacando su lado de hermana protectora.

—Papá está vivo.

La respiración de Lia pareció detenerse durante unos segundos. No podía ser verdad, todo el mundo le había asegurado que aquel hombre estaba muerto. 

—¿Te ha hecho algo? —preguntó enfadada.

—No, estoy bien —aseguró—. He recuperado mis poderes.

—Y has vuelto a perder tu pelo.

La castaña miró brevemente a sus pies. Había requerido mucho tiempo dejar que su pelo creciera tanto, mentiría si dijera que perderlo no le había sentado como un puñetazo en el estómago. Sacudió su cabeza al recordar la razón por la que había ido a verles en un primer lugar.

—Lia, Hawkins está en un grave peligro.

—Lo sé —la castaña parpadeó un par de veces—. Vecna ya ha matado a tres personas, ha atormentado a Max y me ha enseñado nuestro pasado y su futuro —explicó rápidamente.

—¿Max está bien? 

—De momento —contestó sin poder evitar recordar cuando vio a su novia flotando en el aire.

—Yo también he visto nuestro pasado —la rubia tragó saliva, asustada.

—Escucha, si pudiese cambiarlo lo haría. Sé que da igual porque ya me odiarás, pero te quiero un montón y juro que no quiero nada más que acabar con Henry, barra Vecna, barra-

—Lia —Ce la interrumpió con una pequeña sonrisa.

—¿Si?

—No te culpo por nada —la chica abrió los ojos con sorpresa—. Entiendo por qué no hiciste nada, y sé que ahora estás luchando en Hawkins —tomó las manos de su hermana—. Y yo también te quiero un montón.

Dahlia atrajo a Once en un abrazo y si quedaron así unos largos minutos, hasta que Lia empezó a escuchar otra voz. Miró a Ce extrañada antes de ver como desaparecía tanto ella como la oscuridad.

Notó algo en su hombro y quitó la toalla de sus ojos. Tuvo que parpadear varias veces antes de enfocar la mirada y ver a Dustin sacudiendo su mano en su cara.

—¿Qué hacías? —preguntó indignado— Nos habías asustado.

Lia giró su cabeza y vio a Max con una expresión de alivio en su rostro.

—Estoy bien, lo siento —la rubia se levantó rápidamente.

—Ven, parece que tenemos un plan.

Los tres adolescentes volvieron al salón de Mayfield donde el resto de personas la miraban intentando saber qué había pasado. Byers simplemente negó con la cabeza antes de que Dustin comenzase a hablar.

—Como decía, Vecna es como Once y Lia, y eso nos da una ventaja —comenzó a explicar mirando a la joven Byers—. Conocemos sus puntos fuertes y débiles.

—¿Los débiles? —cuestionó Erica, mirando a Dustin como si hubiese dicho una tontería.

—Cuando ellas se conectan a distancia entran en una especie de trance o algo parecido —miró a la rubia esperando un asentimiento de su parte—. Seguro que con Vecna es lo mismo.

Lia miró a un punto vacío de la habitación, sintiendo la mirada de alguien, pero esta vez supo que se trataba de Once.

—Eso explicaría lo que hacía en el desván —mencionó Lucas.

—Exacto —explicó Dustin—. Cuando ataque a su siguiente víctima seguro que estará en el desván y su cuerpo físico estará indefenso.

—¿Indefenso? ¿Y qué hay del ejercito de murciélagos? —preguntó Steve señalando su cuello.

—Sí, hay que buscar la forma de sortearlos, distraerlos de algún modo.

—¿Y cómo esperas que lo hagamos? —preguntó Eddie sarcástico.

—Ni idea —admitió Henderson—. Pero cuando desaparezcan, no tendrá nada que hacer. Será como asesinar a Drácula mientras duerme en su ataúd.

—Esa teoría suena muy bien pero no hay un patrón en sus asesinatos. Al menos yo no lo he descifrado —dijo Robin—. No sabemos cuando volverá a atacar, ni si quiera a quien atacará ahora.

—Lo sabemos —Interrumpió Max.

Todas las miradas se dirigieron a la pelirroja, que ahora estaba apoyada contra el marco de la puerta. 

—Yo todavía lo siento. Sigo marcada, maldita. —explicó mientras miraba al suelo—. Si me libro de Kate Bush volveré a atraer su atención.

—Max, ni si quiera lo pienses —Dahlia dio dos grandes zancadas hacia su novia—. Te matará.

—Ya he sobrevivido una vez, lo volveré a hacer —interrumpió nuevamente—. Pero lo mantendré ocupado lo bastante para que vosotros lleguéis al desván y así podréis decapitarlo, clavarle una estaca y volarlo con algún explosivo que Dustin prepare, no sé. Me da igual como mandéis a ese cabrón a la tumba, pero sea como sea.... hagáis lo que hagáis.... no falléis.

—No —Lia negó con la cabeza mientras lo decía.

—Escucha, sé que suena mal pero-

—No —volvió a decir—. No vas a ofrecerte como carnada.

—Lia piénsalo por un segundo-

—¡No voy a enviarte a una muerte segura! —dijo más algo de lo que esperaba— No otra vez.

Salió del salón frustrada y corrió hasta la salida, tratando de coger aire fresco en cuanto puso un pie en la hierba. Sentía que no podía respirar, el recuerdo de Max con los ojos blancos mientras se elevaba en el aire atormentaba su mente. Puso una mano en su pecho mientras usaba la otra para apoyarse contra la pared de la caravana.

Escuchó unos pasos que salían de la caravana y se acercaban a ella, pero no tuvo la fuerza para volver a irse andando.

—Lia... —escuchó la voz de su novia a su derecha.

—Max, por favor, no lo hagas —dirigió su mirada borrosa por las lágrimas a los ojos azules de Maxine.

—No quiero que te enfades —murmuró tomando su mano.

—No estoy enfadada.

—¿Entonces qué pasa? —la rubia la miró con incrédulidad.

—¿En serio me lo estás preguntando? —recibió un asentimiento por parte de la pecosa— ¡Porque me preocupas, Max! Actúas como si escapar de Henry no fuese más que un maldito juego, pero es mucho más que eso.

—No pienso que sea un juego.

— ¡Sí que lo haces! —interrumpió, claramente frustrada— ¡Te vi elevarte a metros del suelo, Max! ¿Me entiendes? Te vi y pensé que ibas a morir en ese momento —gritó— Estabas en el aire, indefensa, fuera de nuestro alcance. No pude hacer absolutamente nada más que mirar y esperar a que Kate Bush te salvase el culo. Ni si quiera mis poderes pudieron hacer nada.

—Dahlia...

—¡No! —exclamó, alzando un dedo— No intentes convencerme de que ser el cebo para Henry es el único plan porque te juro, Max, que... Dios. No puedo creer que nadie haya dicho nada sobre esa mierda de plan —dijo, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. Miró hacia arriba y le dio la espalda a Max por un momento, para después volver a mirarla— Estabas muerta. Lo vi. Vecna me lo mostró en la visión. Se sintió tan... tan real. Era como una pesadilla y no quiero revivirla. No quiero. Así que por favor, ¿podemos pensar en otro plan? —preguntó rápidamente— Te amo y no puedo perderte.

Max siguió mirándola. Esta vez con una mirada tierna y profunda de amor. Tenía los labios entreabiertos y su corazón comenzó a latir un poco más fuerte de lo normal. Agarró ambas mejillas de Lia y secó sus lagrimas con sus pulgares. Sonrió mínimamente mientras apoyaba su frente contra la de ella.

—Yo también te amo, Lia —susurró Max—. No me vas a perder.

—Promételo.

—¿Qué?

—Promete que no te vas a morir.

Max se quedó en silencio, separándose unos milímetros de su novia.

—Lia, no... —dijo con tristeza.

— Maxie, promételo. Promételo, vamos —insistió al borde de las lágrimas, poniendo sus manos sobre las de Max que aún estaban sobre sus mejillas— Por favor. Simplemente promételo.

La pelirroja sintió sus propios ojos azules llenarse de lágrimas. Su inferior tembló levemente. Su corazón dolía porque sabía que no podía prometerle algo así. Tenía una leve esperanza de que todo saldría bien, pero no podía estar segura.

—Prometo que haré todo lo posible por volver a ti —afirmó sin decir ni una sola mentira.

La mirada de la rubia viajó de sus ojos azules a sus labios, y sin pensarlo dos veces, eliminó la distancia entre ellos cerrando los ojos y besando a Max con dolor y miedo a perderla. Sin embargo, encontró algo de consuelo en el beso a pesar de todo lo que les estaba pasando y de todas las cosas horribles que vio la noche anterior. La pelirroja la acercó aún más sin soltar las mejillas de Dahlia y suspiró suavemente en el beso. Byers se relajó lentamente y se agarró a la parte superior de la chaqueta marrón de Max, sin querer soltar a su novia nunca. Max necesitaba seguir viva por ella y por Lia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top