𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝗱𝗼𝘀 - 𝗫𝗫𝗜𝗜
Tras un agotador y estresante día, los adolescentes merecían un merecido descanso. Sin embargo, eso no estaba en los planes de Dahlia. Habían acordado turnarse para vigilar a Max durante la noche, pero Lia había insistido tanto en que ella podía encargarse de ello que los demás no tuvieron más opción que ceder.
Sin embargo, Max apenas podía conciliar el sueño. Al ser ya por la mañana, decidió subir a la cocina para dibujar lo que había presenciado durante su encuentro con Vecna. Por supuesto, Dahlia la acompañó, chocando con casi todo a su paso debido al cansancio. Max se sentó en la mesa de la cocina con un puñado de crayones que Holly le había prestado, mientras Lia se acomodaba a su lado observando sus trazos. Karen Wheeler estaba ocupada preparando el desayuno.
—Deberías dormir —dijo Max sin mirarla.
Dahlia le dirigió una mirada y negó con la cabeza. Max suspiró y se quitó los auriculares. Luego la miró y dejó de pintar.
—¿Cuánto llevas sin dormir?, ¿Dos días? —preguntó Max— Incluso yo he dormido un poco.
—Estoy bien, Maxie, no estoy tan cansada, solo he pasado una noche en vela —la tranquilizó con una leve sonrisa.
En realidad, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Max con los ojos en blanco y flotando en el aire a varios metros de altura se reproducía una y otra vez en su mente. Recordaba con claridad la angustia y la impotencia que había sentido el día anterior.
Max suspiró y se sumergió de nuevo en su mundo, colocándose los auriculares. Dahlia la observaba, pero su mirada ahora estaba perdida en la mano de Max.
Los ojos de Dahlia se volvían cada vez más pesados. Luchaba por mantenerse despierta como podía, pellizcándose de vez en cuando para no sucumbir al sueño. Su cuerpo, casi de manera instintiva, le pidió a Lia que apoyara su cabeza sobre sus brazos en la mesa. Sin darse cuenta de lo difícil que sería mantenerse despierta en esa posición, Byers obedeció.
Max la miró de reojo mientras Dahlia luchaba por mantenerse despierta. Una amplia sonrisa de ternura se formó en su rostro al observarla. Con suavidad, guió su mano hacia un lado de su rostro y la acarició con cariño, consciente del efecto relajante que eso tenía en Dahlia.
—Para. Sé lo que intentas —murmuró la rubia con el ceño fruncido. Casi ni se le entendía puesto que tenía la mejilla aplastada contra su brazo y por lo exhausta que estaba—. Max...
La pelirroja no respondió. Continuó acariciando su rostro y su cabello. Dahlia no hizo ningún movimiento para apartar su mano, simplemente la dejó allí. Sus ojos se fueron cerrando lentamente y el sueño parecía estar ganando la batalla. Max sonrió nuevamente, inclinando un poco la cabeza mientras observaba a su novia. Finalmente, Dahlia se rindió y cayó dormida en cuestión de segundos sobre la mesa, vencida por el sueño debido a las caricias de Max.
Aproximadamente una hora después de que la pareja se refugiara en la cocina, Nancy subió las escaleras corriendo, seguida de cerca por Dustin. Sus rostros reflejaban tensión y preocupación hasta que vieron a Max sana y salva, pintando y escuchando música junto a una dormida Dahlia.
—Buenos días —saludó Karen con una sonrisa mientras preparaba las tortitas. Ted Wheeler también estaba presente—. ¿Va todo bien? —pregunta.
—Sí —respondió Nancy, asintiendo—. Sí, todo va bien.
Max se giró para mirar a ambos, dedicándoles una leve sonrisa como saludo.
—Me parece súper bonito que estéis todos tan unidos —comentó Karen sin borrar su sonrisa, mientras colocaba las tortitas en un plato.
—Aunque podríais estar unidos en otra casa, para variar —se quejó Ted sin apartar la mirada del periódico.
Nancy ignoró por completo el comentario de su padre y se acercó a Max. Karen fulminó con la mirada a su esposo y luego dirigió su atención a Dustin.
—Aquí siempre sois bienvenidos —dijo la mujer volviendo a sonreír.
—Claro. Somos familia —dijo Dustin. Caminó hasta el desayuno—. ¿Puedo?
—Por supuesto —Karen le dio un plato—. Pobrecita, parece que no durmió bien —dijo mirando a Lia—. Llévale un plato a ella también.
—Sí adelante. No te cortes, por favor —dijo Ted, claramente irónico.
Karen le lanzó una mirada de desaprobación, pero Dustin no se percató.
—Vale —respondió el rizado con una sonrisa inocente, tomando varias tortitas para él y para Dahlia. Ted lo miró fijamente mientras observaba cómo se llevaba el desayuno.
Nancy se sentó al lado de Max. Al percatarse de su presencia, la pelirroja se quitó los auriculares y detuvo la música. Le ofreció una sonrisa breve.
—Hola —saludó Max.
—Hola —respondió Nancy, devolviendo la sonrisa—. ¿Estás bien?
—No podía dormir. No paráis de enchufarme el walkman sin venir a cuento —bromeó Max, ladeando una sonrisa—. Pero Holly me ha dejado sus lápices. Y nos hemos divertido, ¿No , Holly? —preguntó, mirando a la más pequeña.
Holly simplemente tarareó mientras seguía concentrada en su juguete.
—¿Y ella?, ¿Cómo está? —preguntó Nancy, observando a Dahlia, quien seguía durmiendo profundamente.
La rubia tenía la boca levemente abierta y su rostro reflejaba una serenidad que daba la sensación de que todo estaba bien. Max la miró con ojos llenos de amor y suspiró.
—Está cansada. Insistió en quedarse despierta toda la noche por si acaso —contó Max mirando a Nancy—. Creo que es la primera vez que duerme algo en dos días.
—Bueno, tenemos que entenderla —dijo Nancy con una pequeña sonrisa. Apartó con suavidad unos mechones de cabello que cubrían el rostro de Byers—. Quiere que el amor de su vida esté sana y salva —susurró.
Max se ruborizó intensamente y apartó la mirada de Nancy. Lia ya le había llamado así en el pasado, y cada vez que lo hacía, Max se ponía extremadamente nerviosa y desordenaba sus pensamientos.
—¿Esto es lo que viste anoche? —preguntó Nancy mirando los dibujos.
—Bueno, más o menos—contestó Max—. Creía que sería más fácil dibujarlo que describirlo, pero ya lo ves —dijo algo fastidiada.
Nancy extendió la mano y tocó uno de los dibujos en el que Max representaba a Fred y Chrissy enredados en los pilares.
—Era como si estuvieran expuestos. Y luego había una niebla roja por todas partes —explicó mientras Nancy la miraba atenta—. Era como un sueño. Una pesadilla.
—¿Crees que Vecna solo quiere asustarte?
—¿Con Billy y Lia? Sí. Pero cuando llegué allí... —dijo, señalando los dibujos con la palma de su mano— No sé, la cosa cambió. Parecía sorprendido, como si no me quisiera ahí.
Dustin se acercó y se sentó al lado de Dahlia, frente a Max. Dejó el plato con las tortitas junto a su amiga dormida.
—Puede que te metieras en su mente —especuló Dustin—. Él invadió la tuya, ¿No?, ¿No cabe la posibilidad de que tu acabaras en la suya? Como en la sala las calderas de Freddy Krueger —dijo abriendo un poco los ojos.
—¿Freddy Krueger? —pregunta Holly.
—Es un tío súper quemado y con navajas en los dedos que te mata en tus sueños —explicó Dustin emocionado por el tema.
Holly retrocedió un poco, claramente asustada. Dahlia le dio un manotazo a Dustin y lo miró enfadada.
—Dustin, ¿en serio? —se quejó Lia, levantando la cabeza por completo. Tenía los ojos entrecerrados ya que aún se estaba acostumbrando a la luz.
—Lo siento —dijo rápidamente, mirando a Holly—. Es una película. No es real.
—Lo primero que oigo al despertarme es "Freddy Krueger". Qué bonito —gruñó Lia por lo bajo, frotándose los ojos.
— Pensadlo —dijo Dustin, volviendo al tema—. ¿Y si has abierto la puerta trasera al mundo de Vecna? —miró a Max— A lo mejor la respuesta a lo que buscamos —cogió uno de los dibujos— está dentro de este dibujo súper indefinido —dijo, analizando el dibujo—. Dios, nos falta Will —maldijo, dejando el dibujo en la mesa.
—Ya, no me digas —ironizó Max algo ofendida.
La mención de su hermano hizo a la rubia preguntarse que estarían haciendo. Si supieran en el lío en el que estaban en Hawkins vendrían para ayudar sin dudarlo, lo sabía. Pero en cierta parte estaba feliz de que Will no estuviera allí con ellos, ya había sufrido lo suficiente en los últimos años, se merecía un buen descanso.
—He vuelto ha llamarlos mañana, y no paran de comunicar. Ni, mis hermanos ni Mike dan señales de vida —suspiró Lia.
Max la miró con una pequeña mueca y tomó su mano por encima de la mesa, sin importarle mucho que sus amigos y los padres de Nancy estuvieran presentes.
—¿Es una ventana? —preguntó Nancy, tomando el mismo dibujo que Dustin había tenido en sus manos hace un momento.
—Sí —afirmó Max.
—Vidrieras con rosas —dijo Nancy.
— Sí —confirmó Max nuevamente— ¿Ves? No dibujo tan mal.
Dustin le sonrió sarcástico y siguió comiendo su tortita.
—Sí, pero ayuda que ya lo hubiera visto.
—Ahora que veo los dibujos... ¿No parecen trozos de una casa? —preguntó Dahlia, tomando una tortita y llevándosela a la boca— No sé, quizás estoy loca.
Nancy la miró por un momento y luego observó los dibujos. Frunció el ceño y se dio cuenta de que Lia tenía razón. Comenzó a doblar los dibujos y a unirlos. La rubia abrió los ojos con asombro al ver que lo que Dahlia había mencionado no era una locura después de todo. Nancy cogió un rotulador y trazó líneas para dar forma a la casa.
—No me jodas —susurró Lia, sorprendida—. Sí que es una casa.
—No de una casa cualquiera —dijo Nancy, poniendo el dibujo del vitral—. La de Victor Creel.
[...]
El grupo decidió acercarse a la puerta de la casa derruida y descuidada por el tiempo. Dahlia sintió un escalofrió recorrer su cuerpo al ver la casa. No le gustaba ese sitio.
—A ver, ¿Qué se supone que buscamos? —preguntó Steve mientras Lia se acercaba a la puerta para abrirla.
—No lo sé. Pero sabemos que esta casa es importante para Vecna —contestó Nancy.
—¿Porque Max la vio en el mundo rojo de la mente de Vecna?
—Básicamente.
—Genial—respondió Harrington de manera irónica.
—Puede que haya una pista de su ubicación. De por qué a muerto. De por qué mató a los Creel y como detenerlo antes de que venga a por Max —explicó Dustin, aunque Lia creyó que se estaba precipitando.
—Pero no creéis que esté ahí dentro, ¿Verdad? —preguntó Lucas asustado.
—Ahora lo sabremos.
—¿Dahlia? —llamó Steve, esperando a que la nombrada quitase el tablón de madera que tapaba la puerta.
La rubia asintió y levantó la mano hacia la puerta. El resto del grupo se alejó, y a los pocos segundos el tablón salió disparado hacia el jardín.
—Está cerrada —dijo Steve después de intentar abrir la puerta—. ¿Llamo a ver si hay alguien en casa? —bromeó.
—No hace falta —Robin, quien tenía un ladrillo en la mano, se acercó a la puerta—. Tengo la llave.
Una vez que lo lanzó, Steve pasó su brazo por la vidriera para poder abrir la puerta desde dentro. El chico fue el primero en entrar. Dejó un silbido de asombro al ver el interior de la casa. Los demás entraron lentamente. Harrington cerró la puerta tras ellos.
—Alguien no ha pagado la factura de la luz.
Lia lo miró de reojo, negando con la cabeza y encendiendo su linterna, justo como los demás. Le había hecho gracia la broma, pero sabía que no era momento para reírse.
—¿Tenéis linternas? —preguntó Steve, mirando a Dustin.
—¿Hay que decírtelo todo? —cuestionó el rizado al girarse para mirarlo— No eres un crío.
Steve lo miró sin palabras y frunció el ceño
—Gracias.
Henderson le tendió la mochila.
—Bolsillo de atrás.
Dahlia revisaba la oscura casa con detalle en busca de algo. La mano que sostenía la linterna temblaba descontroladamente y sentía constantemente escalofríos. Tragó saliva duramente y suspiró, tratando de quitar algo de tensión de su cuerpo.
—Lo dejaron todo tal cual —comentó Nancy con sorpresa.
—Supongo que un triple homicidio no ayuda a la venta —bromeó Robin.
Todos siguieron avanzando, hasta que la voz de Max los llamó.
—Eh, tíos, ¿Lo estáis viendo, no?
El grupo de adolescentes se giró para mirarla. Max estaba apuntando con su linterna a un reloj de péndulo.
—Sí —dijeron Harrington y Henderson al unísono.
—¿Este es el que viste en tus visiones? —preguntó Nancy
Max asintió sin dejar de mirar al mueble.
—Bueno, es un simple reloj —dijo Robin dudosa—. ¿No?
La chica se hizo paso hasta ponerse delante del reloj. Pasó una mano por el polvoriento cristal para limpiarlo.
—Es un reloj normal —dijo.
—¿Por qué a ese mago le obsesionan los relojes? —preguntó Steve—. Puede que sea un relojero o algo así —dijo abriendo un poco los ojos, como si fuese algo revelador.
Dustin rodó los ojos
—Has resuelto el caso Steve —dijo el rizado con sarcasmo
—Yo creo que la respuesta está aquí —dijo Nancy—. Vale, todo el mundo en grupos de dos. Robin, arriba.
Robin asintió y acompañó a Nancy al piso de arriba.
Max se dio la vuelta sin dudar ni un momento para agarrar a su novia por el brazo y arrastrarla con ella sin soltar ninguna palabra. Dustin se posicionó junto a Lucas y miró a Steve con una sonrisa, a lo que este resoplo, cansado de siempre estar con Dustin. Lucas simplemente los siguió.
Lia y Max estuvieron explorando varias habitaciones. El único sonido que se podía escuchar era la canción de Kate Bush, que resonaba de los auriculares de Mayfield por el alto volumen. Por un instante, la canción se detuvo y Max retiró la cinta de inmediato. Lia la miró con una pequeña mueca.
—Ojalá tuviera una cinta más larga —dijo Byers.
—Cuarenta y seis minutos no está mal —contestó la pelirroja, mirando a su novia por un momento—. Hay cosas más importantes. Como, ¿Qué pasaría si de tanto escucharlo y de tanto escucharla me canso de ella y de repente ya no es mi canción preferida? —preguntó sin apartar la mirada de Lia— ¿Todavía funcionaría o Kate Bush perdería sus poderes mágicos? —bromeó
—¿Kate Bush? Nunca —afirmó Lia, con el mismo tono de broma.
—¿Te gusta Kate Bush? —preguntó Max incrédula, sin dejar de sonreír.
—Sí, ahora sí —dijo la rubia contagiándose de la sonrisa de Maxine.
—¿En serio?
—Sí. Soy mega fan. Ha salvado la vida de mi persona favorita —dijo Dahlia con diversión—. Además, le pisamos los talones a ese monstruo —agarró una de las manos de Max—. Encontraremos a Vecna y lo mataremos antes de que vuelva a meterse contigo
La pelirroja la miró profundamente a los ojos, casi creyéndose lo que decía. Lia caminó hasta un viejo piano, llevando a su novia con ella de la mano.
—De hecho, si tocamos las teclas en el orden correcto, se abrirá la puerta a una guarida secreta —dijo Lia, soltando la mano de Mayfield una vez que estuvo a su lado.
Tocó algunas notas de la canción "Take On Me" mientras tarareaba parte de la canción, sin dejar de mirar a Max y a las teclas del piano. Maxine la miraba con una amplia sonrisa y también tocó algunas notas del piano para estropear la melodía adrede.
—¿Take On Me?, ¿En serio?
—Pues claro —dijo Lia—. Siempre pienso en tu preciosa cara cuando la escucho. Por eso es mi canción favorita.
—¿Ah, sí? —preguntó alzando las cejas.
Dahlia asintió mientras reía.
—"You're shying away. I'll be coming for you anyway" —tarareó Lia empujando gentilmente a Max con su hombro— "Take... on... me. Take on me!"
—Eres una romántica sin remedio —dijo Max, sin perder esa sonrisa divertida.
—Sobretodo si estás a mi lado —dijo Byers guiñándole el ojo.
Max soltó unas pequeñas risas mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja tímidamente, sin apartar la mirada de su novia. Dahlia detuvo su caricia de inmediato y sintió cómo lágrimas de felicidad se formaban en sus ojos. Miró a Max con una amplia sonrisa cálida y dejó escapar un suspiro diminuto, casi como una risa suave. En ese momento, sintió cómo todos sus problemas y preocupaciones se desvanecían por completo con el simple y inocente sonido de las risas de Max. Esas risas llenaban su corazón de una felicidad indescriptible.
—Lo echaba de menos —susurró Dahlia con los ojos llenos de amor, sus palabras emergiendo con una suavidad que transmitía ternura y nostalgia.
—¿Qué? —preguntó la pelirroja con confusión.
Max se quedó perpleja ante el comentario de su novia, buscando comprender su significado. Lia giró todo su cuerpo hacia Maxine, acercándose un poco más a ella, como si quisiera envolverla en un abrazo reconfortante.
—Oírte reír —dijo Dahlia, soltando un suspiro tembloroso que denotaba nerviosismo. Un breve destello de risa escapó de sus labios antes de continuar—. Dios... Daría lo que fuera por ello.
Dahlia hablaba con una suavidad en su voz que irradiaba calma y consuelo, a pesar de la situación en la que se encontraban.
Max suavizó su gesto y dejó de sonreír, clavando su mirada en el rostro de la persona a la que más amaba, admirándola como siempre hacía cada vez que la miraba. Su corazón latía desbocado, igual que aquella primera vez que se conocieron, y una chispa de alegría volvió a prender en lo más profundo de su ser después de tanto tiempo apagada. Saber que Lia había estado a su lado en cada momento, a pesar de las dificultades, las caras largas, las miradas frías y apagadas, el mal humor y las palabras hirientes, le hacía creer que el amor de Dahlia era real y verdadero. Por fin sentía que merecía ser amada. Por fin sentía que era digna de recibir el amor incondicional e infinito de Dahlia.
—Lia... —suspiró Max, sintiendo cómo el contacto de sus manos sobre las teclas del polvoriento piano les conectaba de manera íntima.
Sus rostros estaban muy cerca, y Byers desvió su mirada a los labios de Max con cierta indecisión.
—No voy a permitir que nadie te haga daño, ¿Me escuchas? —dijo Lia decidida, acariciando los dedos de Max—. Nadie.
En ese momento íntimo, Dahlia se dio cuenta de la profunda enamorada que estaba de Maxine. Se había propuesto protegerla a toda costa, sin importar las adversidades. Estaba dispuesta a darlo todo por aquellos a quienes amaba, incluso si eso implicaba entregar su propia vida. No había lugar para la duda.
Antes de que la pelirroja pudiera pronunciar palabra, la cinta dejó de retroceder, indicando que estaba lista para ser escuchada de nuevo. Ambas dieron un pequeño salto, separándose ligeramente la una de la otra. Observaron el walkman de Mayfield con cierta molestia, interrumpiendo el momento de intimidad compartido.
—Listo —dijo Max—. Haz tu magia, Kate —sonrió, mirando a Lia con complicidad.
Dahlia le devolvió una sonrisa tenue. Justo cuando Max estaba a punto de ponerse los auriculares de nuevo, ambas escucharon un sonido desconcertante. Sus miradas se dirigieron hacia la fuente del sonido, sorprendiéndose al ver una lámpara parpadear intermitentemente. La pelirroja se acercó a ella, colocando los auriculares alrededor de su cuello,
—Prometo que dejaré de preguntarlo pero... Tú también lo ves, ¿no?
—Sí —confirmó Lia, acercándose.
Max estiró su mano para tocar la lámpara, y esta al momento se apagó. Lia se giró al escuchar el mismo sonido en el pasillo.
—Mira —señaló.
Juntas, siguieron la luz. Esta cambiaba de lampara continuamente.
—¿Tíos? Tenéis que ver esto —llamó Byers con una expresión seria.
El resto del grupo no tardó en juntarse cuando la chica les llamó. Señaló el candelabro que parpadeaba en silencio.
—Como las luces de navidad —dijo Nancy.
—¿Las luces de navidad? —preguntó Robin en el oído de Wheeler.
—Cuando Will estaba en el mundo del revés, las luces se encendían —explicó Nancy.
—Vecna está aquí, en esta casa —Lia tragó saliva—Pero en el otro lado.
El candelabro dejó de parpadear de un momento para otro
—Acaba de salir de la habitación —asumió Robin.
—¿Nos ha oído? —preguntó Max temerosa.
—¿Puede vernos? —preguntó Steve mirando a la pelirroja.
—Auriculares —dijo Lia rápidamente, a lo que Max obedeció sin chistar.
—Esperad, esperad —llamó Wheeler—. Apagad todos las linternas y separaos.
—Pero no podremos ver nada si apagamos las linternas —dijo Steve. Se quedó callado cuando vio que todos se dispersaron sin escucharle—. Hay que joderse —murmulló.
Cada miembro del grupo empezó a caminar hacia una habitación de la casa, buscando a la criatura. Fue el grito de Robin el que les hizo reagruparse.
—¡Lo tengo!, ¡Lo tengo! —exclamó al ver como su linterna se encendía por si misma, hasta que volvió a apagarse— Lo tenía.
La linterna de Steve fue la siguiente en encenderse de manera parpadeante.
—Creo que se mueve —dijo intentando seguir a Vecna— ¡Se mueve!
Todos los siguieron por la casa, hasta que al final de las escaleras la linterna volvió a apagarse.
—Lo he perdido.
—No lo has perdido —dijo Max con seguridad.
La pelirroja subió un par de escalones más, y abrió la puerta del desván. Todos pudieron ver como una luz anaranjada escapaba de aquella habitación.
Entraron a la habitación a pesar de las quejas de Dustin y Robin, y se colocaron en un círculo alrededor de la lampara. De forma instantánea, todas las linternas se encendieron.
—Vale, ¿Qué ocurre? —preguntó Steve, como si alguien supiera la respuesta.
Las linternas empezaron a subir de intensidad una a una, aumentando la curiosidad por saber que provocaba esa acción en ellas. Pasaron unos largos segundos hasta que de pronto las linternas empezaron a explotar, en el mismo orden que antes. Y finalmente, las luces de la lampara de la habitación explotaron en mil pedazos.
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