𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲 - 𝗩𝗜𝗜

—¿Has estado viviendo aquí todo este tiempo? —preguntó Jonathan incrédulo después de que Dahlia hablara.

—Sí, a veces tenía que dormir en el castillo Byers, pero normalmente dormía en la habitación de Will.

—Pero no lo entiendo, nunca vi nada raro —dijo Joyce aún en el shock.

—La telequinesis no es el único poder que tengo —dijo cerrando su mano en un puño, y cuando la abrió creció una Dahlia de ella.

—¿Puedes crear flores? —preguntó Steve confundido.

—No, está flor no es real —dijo atravesando la flor con su mano—. Pero he convencido a vuestras mentes de que existe.

—Te hacías invisible —dijo Joyce entendiendo lo que la niña quería decir.

—Si vienes del laboratorio... —empezó a hablar Mike—. Eso significa que conoces a Once.

—Es mi hermana.

—¿Y no puedes buscarla para saber donde está? —el cuerpo de Hopper se tensó ante la pregunta del azabache— Once lo hizo para buscar a Will.

—Llevo un año intentándolo, pero siempre me pierdo en la oscuridad —explicó—. Nunca he hecho eso sola, papá me ayudaba.

—¿Crees que si te ayudamos podrías hacerlo? —insistió Mike.

—Puede ser, no lo sé.

—¿Y qué numero eres? —quiso saber Dustin, a lo que Lia se quito las pulseras, enseñando el numero 010 tatuado en su brazo.

—¿Once no tenía la cabeza rapada? —cuestionó Nancy al ver el largo cabello de la chica.

Lia, con algo de vergüenza se quitó la peluca rubia que llevaba, enseñando su pelo real de un rubio menos amarillo y con algunos mechones ondulados que no seguían el patrón del resto de su pelo.

—De acuerdo, una niña de catorce años nos ha vacilado a todos —dijo Hopper aún con el dolor que le causo el haber sido lanzado contra una pared.

—¿Buscarás a Once? —preguntó Mike cuando todos se habían callado.

—¡Ya vale Mike! —lo regañó Lucas— Tenemos un problema mucho más grande que ese, unos demogorgons nos van a matar a todos.

—¡Con Once podríamos ganarles! —rebatió el azabache.

—¿Hola? —preguntó Dustin incrédulo— Tenemos a otra chica con súper poderes por si no te habías dado cuenta. Salimos y los matamos, fácil.

—No, no funciona así —negó Hopper—. Ni si quiera sabemos a qué nos enfrentamos.

—No —interrumpió el joven de los Wheeler—. Pero el sí.

Todas las miradas fueron directamente a Will, quien yacía aún inconsciente en el sofá.

—Si alguien sabe como destruir esa cosa es Will —comenzó a explicar—. Está conectado a él. Conoce sus puntos débiles.

—Creía que ya no podíamos fiarnos de él, que era un espía del azotamentes —dijo Max confundida.

—Sí pero, no puede espiar si no sabe donde está.


[...]

—Oye —llamó Dustin a Lucas y a Dahlia —. Siento mucho lo de Dart. Creo que lo consideraba un amigo. Me equivoqué—dijo mientras rebuscaba en la basura—. Rompí las normas, si quieres que tu novia pase a ocupar mi lugar en el grupo, lo comprenderé —dijo mirando a Lia.

—¿Qué? Max no es mi novia —dijo confundida.

—Os vi cogidas de la mano en el bus, y teniendo en cuenta lo que dijiste con Steve...

—Nos tomamos de las manos porque tenía miedo —se defendió.

—Tal vez, pero lo noté.

—¿Qué notaste? —preguntó Lucas esta vez.

—La electricidad —Nada más acabar su frase decidió levantarse y marcharse del Lugar.

Lucas observó a la rubia. Ella estaba confundida. Sabía lo que Henderson había querido decir, pero, ¿le gustaba Max? No estaba segura. Ambos se levantaron del suelo y simplemente caminaron en silencio hasta el cobertizo de los Byers junto a los demás.

Sinclair se quedó pensando en lo que su amigo había dicho. Quizá tenía razón, al fin y al cabo Lia no sabía que era una pareja hasta ese momento, no sería sorpresa que pudiera gustarle una chica, pero Max era una historia diferente. A él le gustaba la pelirroja, no podía ser que fuera lesbiana, y menos que gustase de su amiga.

Una vez que el cobertizo quedó irreconocible para que el azotamentes no supiese donde estaban a causa de Will, llegó la hora de interrogarle. Mike y Lia rogaron por quedarse con el jefe, Joyce, Jonathan y el pequeño. Mientras que los demás volvieron al hogar de los Byers.

Ataron al niño a una silla para que no pudiera correr y descubrir donde estaban. Hopper puso un liquido raro en su nariz para que Will lo oliera y despertase. Eso funcionó bastante bien, solo que al contrario de como pensaban, a las pocas frases se volvió completamente histérico. Hopper tuvo que agarrarlo durante unos momentos para que se calmara, y seguidamente Joyce intentó hablar con él otra vez.

—¿Sabes que día es el veintidós de marzo? —preguntó en un tono calmado— Tu cumpleaños, tú cumpleaños —repitió—. Cuando cumpliste ocho años te regale una caja enorme de lápices, ¿Te acuerdas? De ciento veinte colores. —comenzó a contar el recuerdo—. Todos tus amigos te compraron juguetes de la guerra de las galaxias, pero tú solo querías dibujar con los lápices nuevos. Y dibujaste una nave espacial gigante, pero no era de ninguna peli, era tu nave espacial. Una nave multicolor, la llamaste así. —Las lágrimas empezaban a acumularse sin control en los ojos de la mujer—. Y debiste usar todos los lápices de la caja. Me lo llevé al trabajo y lo colgué. Le decía a todo el mundo que entraba que lo había dibujado mi hijo, y a ti te daba vergüenza —no pudo evitar soltar una risa nostálgica al decirlo—. Pero yo estaba orgullosa, estaba muy, muy orgullosa.

—¿Te acuerdas del día que se fue papá? —esta vez fue Jonathan el que decidió recordar un momento feliz— Nos quedamos despiertos construyendo el castillo Byers, tal y como lo habías dibujado —tuvo que tomar una grande bocanada de aire para seguir hablando—. Y tardamos toda la noche porque se te da fatal clavar clavos —ambos Byers rieron—. No acertaste ni un solo clavo. Y luego se puso a llover, pero nos quedamos igualmente. Estuvimos enfermos durante una semana. ¿Pero teníamos que acabarlo verdad? Teníamos que hacerlo.

—¿Recuerdas el día en que nos conocimos? —preguntó Mike con una lágrima en su mejilla— Fue el primer día de parvulario. No conocía a nadie, no tenía amigos, y me sentía muy solo y asustado. Pero te vi en los columpios y tú también estabas solo. Te columpiabas solo y me acerqué a ti y te pregunté si querías ser mi amigo. Me dijiste que sí, dijiste que sí. Y es lo mejor que he hecho nunca.

—¿Aún te acuerdas de cuando me encontraste? —se animó Lia a hablar— Había estado corriendo descalza toda la noche por el bosque cuando encontré el castillo Byers, tenía miedo de dormir, pero lo hice —empezó a contar, sintiendo como sus palabras temblaban—. Cuando desperté te vi a ti, haciendo mil preguntas sobre qué hacía ahí. Y yo estaba muerta de miedo —rió sin querer—. Quería salir corriendo de ahí, pero algo en tu mirada me decía que no lo hiciese, que me quedara contigo. Y gracias a dios que lo hice. Gracias a ti soy alguien, tú me pusiste mi nombre, tú me llamaste Dahlia. Tú me alimentabas todos los días y me hacías un hueco en la cama cuando hacía frío.

La información que la niña había dado no fue sorpresa para Joyce. Su hijo era la persona más generosa y con el corazón más grande que jamás había conocido. Estaba infinitamente orgullosa de él y de poder decir que era su hijo.

—Will, cariño, si estás ahí dentro, por favor... Por favor dinos algo —pidió entre lágrimas—. Te quiero mucho.

En ese momento Will empezó a llorar y a respirar irregularmente, pero como si alguien se hubiese metido en su cuerpo, cambió totalmente de expresión, a una neutra y sin emoción aparente.

—Soltadme —soltó robóticamente.

Los presentes creían que estaba todo perdido cuando Hopper se percató de algo. Los dedos de Will daban pequeños y suaves golpecitos contra la silla, pero no parecían aleatorios. Quería dar un mensaje.

Rápidamente todos salieron del cobertizo y rodearon a Hopper cuando se sentó a escribir algo en un papel.

—¿Qué pasa? —preguntó Dustin.

—Creo que habla, pero sin palabras —dijo mientras escribía.

—¿Qué es? —quiso saber Steve.

—Código morse —dijeron los niños.

—Aquí —leyeron todos a la vez lo que había escrito Hopper.

—Will sigue ahí dentro —afirmó—. Y nos habla.

Con la misma velocidad de antes volvieron a donde estaba Will para seguir contándole historias y buenos recuerdos, esperando que así Will no dejase de hablar con ellos, con la canción favorita de Will sonando de fondo: Should I stay or should I go.

—¿Te acuerdas de la primera vez que lo oíste? —preguntó Jonathan— mamá y papá estaban discutiendo, así que te puse la cinta que había grabado. Y fue cuando descubriste la música. La de verdad.

—Te metiste en problemas para protegerme, claro que no fuiste tú el que quemó el sillón —dijo Lia algo avergonzada—. Pero igualmente dejaste que te castigaran dos semanas porque yo te pedí que no dijeras nada sobe mí. 

Mientras seguían contando recuerdos Hopper mandaba los códigos que Will daba, y el resto de los niños lo copiaban y traducían.

—Y luego el grupo escapó por el desagüe, y habían unos bichos enormes —Mike— Pero seguíais en el nivel uno. Luego invocaste a la niebla y nos salvaste. Salvaste a todo el grupo.

—Viste a aquella niña en la caja de arena, y no paraba de llorar —recordó Joyce—. Y le regalaste tu camión. Y yo te dije que no podíamos comprarle otro camión. Dijiste que se lo quedara porque estaba triste, "Está triste mamá" —imitó a su hijo—. Te quiero mucho, te quiero muchísimo.

De pronto se escuchó el teléfono de la casa Byers. Aunque solo fuese el típico ring, en esas circunstancias era como una bomba de destrucción masiva, dicho de otra manera, era el timbre que avisaba la hora del almuerzo para los demoperros.

Los ojos de Will comenzaron a moverse incontrolablemente, y ni si quiera las palabras de Joyce pudieron sacarle del trance.

—Lo sabe —advirtió Lia—. Sabe donde estamos.

Joyce volvió a dormir a Will, y al escuchar unos rugidos todos corrieron dentro de la casa para protegerse. Jim tenía consigo un fusil y una escopeta en sus manos. Nancy se puso delante de Byers y agarró el rifle del policía cuando este vio que Jonathan no sabía usarlo. Ahora todos miraban con un ambiente tenso y peligroso hacia la puerta.

Lucas tenía el tirachinas, Mike una copa, Steve su bate con clavos y Lia sus poderes listos para ser usados. Max, por su parte, tenía la mano de Lia. Ambas manos entrelazadas por el miedo.

No paraban de escucharse rugidos alrededor de la casa, generando jadeos de sustos y aún más tensión en el ambiente, si es que eso era posible.

Empezaron a sonar extraños rugidos de dolor de parte de las criaturas hasta que al fin ya nada hacía función de banda sonora. Todo se había calmado, si es que se podía decir así. 

Un demoperro muerto entró disparado rompiendo la ventana, pero Lia al no estar seguro de si de verdad estaba muerto lo lanzó contra las paredes repetidas veces, ganándose algunas miradas de asombro y una sonrisa de Max.

Poco duró ese pequeño momento de felicidad cuando el pestillo del picaporte se desbloqueó. Se deslizó demasiado suave para ser un monstruo. La puerta se abrió, dejando ver el rostro de una niña bastante reconocible. Era la hermana de Lia. Era Once.

Mike se atrevió a dar un paso. Tenía los ojos llenos de lagrimas y un enorme nudo en la garganta que obligó a sus labios a entreabrirse. Ce miró al azabache y una sonrisa sincera apareció en si rostro. Su alma gemela estaba de nuevo a su lado.

Miró detrás de él. Dahlia estaba completamente paralizada. Ya ni si quiera agarraba la mano de la pelirroja. Once dejó escapar una pequeña lágrima al verla. Su hermana estaba allí, frente a sus ojos.

Estaban todos allí, y esta vez nada los iba a separar.

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