𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗶𝗻𝗰𝗲 - 𝗫𝗩

Once y Dahlia estaban en la habitación de la primera, en la cabaña de Hopper, intentando buscar algo que pudiese serles útil. Habían recolectado imágenes de todas las víctimas que conocían, pero no eran capaces de encontrar a ninguna. La situación era cada vez más frustrante.

—Esto es imposible —se quejo la rubia tirando su cinta al suelo.

—¿Qué vamos a hacer si no encontramos nada? —preguntó Once preocupada.

—No... No lo sé —murmuró Lia mirando al suelo.

—Si perdemos, al menos lo haremos juntas —dijo con una leve sonrisa en su rostro—. Te quiero, Lia

—Y yo a ti, Ce —le sonrió de vuelta, con algo más de seguridad está vez—. Pero de momento, intentemos no morir, ¿Te parece bien?

—Me parece un buen plan —rió la castaña.

Mientras tanto, en el salón de la cabaña Mike y Max parecían tener una discusión más acalorada que las que normalmente tenían, y esta vez parecía ser prometedora.

—¿Podéis ayudarnos a zanjar una discusión? —pidió Max, llamando la atención de los hermanos Byers y Nancy— ¿Quién debe decidir sobre los limites de Once? ¿Mike u Once?

—Tal como lo has planteado es una gilipollez —Contraatacó Michael.

—No es una gilipollez Mike. Ese es el gran problema. Y precisamente por Ce te dijo que pasa de ti.

—¿Ce te ha dejado? —preguntó Nancy con sorpresa

—¿Quieres hablar de malos novios? Porque tú dejaste a Lia cuando tenía toda la razón sobre ti —Max puso una mueca al recordarlo— Ce solo me dejó porque ella conspira en mi contra. La está corrompiendo.

—No, le enseño cosas. La verdad es que ella no es tuya al igual que Lia no es mía. Tienen identidad propia y son capaces de tomar sus propias decisiones —dijo Mayfield ignorando el tema que el azabache le había echado en cara.

—Arriesgan su vida sin ningún motivo.

—Mike ese ejercito está por ahí haciendo dios sabe qué —discutió Nancy, entrando en la conversación

—Matando, esclavizando... —Lucas le dio la razón

—Transoformádose en monstruos... —continuó Will.

—Y no son tontas. Conocen sus capacidades mejor que nosotros.

—Exacto gracias —espetó Max aliviada de saber que no era la única que pensaba así—. Ce ha salvado el mundo dos veces pero Mike no se fía de ella.

—¿Tú quieres hablar de confianza?, ¿En serio? —la frustración de Mike se estaba desbordando— ¿Después de pedirle a Ce que nos espiara?

—¿Espera, qué? —cuestionó Lucas

—Max usó los poderes de Ce para espiarnos.

—No, no, no. Yo no la obligué. Fue idea suya. ¿Por qué estamos hablando de eso?

—Sí ¿Qué más da? —dijo Will harto de la discusión.

—A mí me importa —Lucas.

—Sí, porque las novias no mienten, si no que espían.

—Solo era una broma

—Habría sido muy gracioso pillarme en el váter cagando a algo.

—No fue así.

—¿Y si hubiera pasado?

—¡Pues qué asco!

—Venga, ¿En serio Mike? —Nancy.

—Quiero demostrar lo poco que Max se preocupa de los poderes de Ce y Lia. De hecho todos hacéis lo mismo. Las tratáis como si fueran una especie de maquinas y no lo son.

—Yo no trato a Lia como a una maquina.

—Ni si quiera te preocupas por ella. Solo la usas para divertirte y salvar tu culo del azotamentes. El punto es que no quiero que Ce muera buscando al ejercito porque está claro que ha desaparecido. ¿No podríamos pensar en otro plan? Porque la quiero y no quiero volver a perderla —todos excepto Max lo miraron atentamente.

—Joder, Mike —cerró sus puños, dolida por que sus amigos pensaran que no se preocupaba por Lia—. No soy una cabeza hueca ni una insensible. Lia me importa lo mismo que a ti Ce. ¿Eres tan imbécil como para decir que no me preocupo por mi novia? —tomó una pausa y lo miró muy enfadada— Yo amo a Lia. Y soy la única que se acuerda de que ella también puede morir, porque al parecer aquí solo os importa Once.

Un gran silencio inundó la sala. La discusión entre los dos chicos había creado más tensión de la que se imaginaba. Lo que no sabían era que en el otro lado de la puerta, las hermanas habían escuchado atentamente gran parte de la conversación.

Once tomó el pomo de la puerta lentamente, y cuando las chicas salieron de la habitación todas las miradas se clavaron en ellas y en el ligero rubor de las mejillas de Lia.

—¿Qué ocurre? —preguntó la castaña.

Max miró a Lia y en un solo segundo la que estaba roja era ella. Sintió un pequeño cosquilleo en el pecho pero lo dejó pasar, pensando que solo fue una reacción al ver a Dahlia.

—¡Nada, nada! —dijo Mike de mal humor, pensando que Once no había escuchado nada.

—Una conversación de familia —contestó Lucas.

—Ah... lo hemos encontrado —dijo la rubia esta vez.

—¿Encontrado?, ¿A quien? —cuestionó Nancy.


[...]

—Y eso no es normal, ¿No?

—¿Billy quedándose en casa el cuatro de julio? —respondió Max.

—Eso es que quiere que le encontremos —comentó Will.

—Sí, eso es lo que me temo. Si vamos a por Billy el ejercito sabrá donde estamos.

—Es una trampa estoy de acuerdo, es una emboscada.

—Pero no nos sorprenderá —habló Lucas con un tono demasiado confiado—. Sabemos que van a venir, y machacaremos a esos esclavos.

—Querrás decir que Ce y Lia los machacarán —Max miró a Lucas con una ceja alzada mientras hablaba.

—Es demasiado arriesgado —dijo Jonathan preocupado.

—Sí, y innecesario. Matar a los esclavos no detendrá al azotamentes. hay que encontrar desde donde se extiende. Hay que encontrar el origen.

—Billy lo sabe, ha estado allí, en el origen —dijo Lia, mirando a Once con una leve sonrisa.

—Sí pero... —Mike fue interrumpido

—Es una trampa, ya lo sé. No podemos ir a por Billy, pero creo que hay otro modo. Una forma de ver donde estuvo —habló Ce con seguridad.

Todos volvieron a su lugar. Once eligió un canal vacío y se sentó con las piernas cruzadas frente a la televisión. Tomó la cinta que usaría para cubrirse los ojos, pero antes de poder colocársela Mike se acercó a ella.

—Ce, sé que crees que debes hacerlo. Pero no. Mira, solo lo has hecho una vez. Y... Tu madre te quería. Y quería que supieras lo que pasó. La mente de Billy está enferma, contagiada. El azotamentes está en ella.

—No puede hacerme daño, ahí dentro no —aseguró la castaña.

—Eso no lo sabes.

—Mike, necesito que confíes en mí —pidió Ce.

—Sí, pero ten cuidado —dijo Mike después de la mirada que Max le lanzó.

Finalmente, los ojos de todos se clavaron en la figura de la chica, ya con los ojos tapados y concentrada para meterse nuevamente en la oscuridad. La chica Byers la miró con los nervios visibles. Pero nadie lo notaba en ese momento, pues estaban demasiado concentrados en Ce.

"Tengo que entrar con ella", pensó mordiéndose el labio.

Sin dudarlo más se levantó y se sentó a un lado de Once, quitándose la cinta del pelo para poder ponérsela en los ojos.

—Lia, ¿Qué haces? —preguntó Max preocupada.

—Voy a ayudarla —dijo de forma seria, a lo que nadie quiso llevarle la contraria.

Cerró los ojos y se concentró como Once le había enseñado. Cuando los abrió, no se encontró con la oscuridad de siempre, estaba de pie sobre una arena caliente. Levantó la mirada y pudo ver el infinito mar, con las olas sonando junto al canto de los pájaros.

Miró hacia todas partes, encontrando a Ce caminando hacia una peligrosa tormenta. Lia comenzó a correr hacia ella mientras la llamaba desesperadamente. Pasó entre dos figuras masculinas. Una de un niño vestido con el uniforme de un equipo de béisbol, y otra de un adulto con un guante del mismo deporte. Neil Hargrove.

—Billy —susurró con el corazón encogido.

Ese niño pequeño era el hermano de Maxine. El pequeño Billy corría lejos de su padre con lágrimas en sus ojos, mientras que el adulto solo hacía comentarios crueles.

Corrió hasta alcanzar a Ce. La castaña la miró con sorpresa, pero no hizo preguntas al respecto. Caminaron juntas hasta el núcleo de la tormenta hasta encontrarse con un lugar que Lia no conocía.

—Creo que lo hemos encontrado —susurró Lia—. El origen.

—¿Donde?, ¿Dónde estáis? —la preocupación en las palabras de Max era muy notoria.

—Brimborn —contestó Once leyendo un cartel—. Hecería.

—¡Ce!, ¡Lia! —llamó Mike—. Lo hemos encontrado, salid de ahí, ¡Sal!

Cuando quisieron salir, la vista de ambas se nubló con recuerdos de Once, era estresante y repetitivo. Cuando por fin abrieron los ojos estaban donde se suponía que habían estado todo ese tiempo. En la modesta cabaña de Hopper. Pero no había nadie. Estaba absolutamente vacía, sola y fría.

—¿Max? —llamó Lia débilmente al mismo tiempo que Ce llamaba a Mike.

El aire se sentía cargado y respirar era una tarea difícil. Se levantaron con dificultad y dieron un vistazo a la casa para analizarla una vez más. Su miedo incrementó al escuchar unos pasos lentos crujir la madera clara del piso. Por el marco de la puerta, apareció el temido Billy, solo que no era él.

—No os oyen —dijo.

Lia percibió la profundidad desconocida en su voz, pero por alguna razón no le sorprendió, en cierto modo se le hizo familiar. Sus piernas se sintieron débiles, pero no se permitió derrumbarse.

—No deberíais haberme buscado. Porque ahora yo os veo a vosotras —dijo caminando lentamente hacia ellas—. Todos podemos veros.

Byers juró poder ver la mirada de sufrimiento del chico. Ambas comenzaron a tambalearse hacia detrás con cada pasó que Billy daba hacia delante.

—Tú nos dejaste entrar —dijo clavando la mirada en Once—. Y ahora vosotras vais a tener que dejar que nos quedemos. ¿No os dais cuenta? Todo este tiempo lo estábamos construyendo. Lo estábamos construyendo para vosotras.

Las chicas se chocaron contra el mueble que tenían detrás, y no pudieron evitar tomarse de las manos, como si de alguna forma eso fuera a protegerlas de lo que estaba por venir.

—Tanto trabajo, tanto dolor. Todo para vosotras. Y ha llegado el momento. Ahora toca acabar, y vamos a acabar contigo —parecía que sus palabras solo iban dirigidas a la castaña, pero eso no lo hacía menos terrorífico—. Y cuando tú ya no estés acabaremos con tus amigos. Y luego... —miró a Lia mientras una lágrima resbalaba por su ojo— tú y yo vamos a acabar con todo el mundo.

—¡Márchate! —gritó Dahlia antes de que Once lanzase a Billy contra la pared.

Abrió los ojos en un sollozó y se quitó la cinta tan rápido como pudo, sintiendo como su mano realmente estaba entrelazada con la de su hermana.

No era capaz de escuchar los llamados de sus amigos o de su novia. Solo podía sentir su corazón latiendo a gran velocidad, y el sonido de sus propios sollozos.

—Es mi culpa —murmuró sin importarle si la escuchaban o no—. No debí haber ido, no estaba preparada.

—Lia —pudo por fin levantar la mirada cuando vio las manos de Max apoyadas en sus hombros—. Vamos a arreglar esto, lo prometo.

Soltó la mano de Once al mismo tiempo en el que abrazaba a Max, soltando todas las lágrimas que llevaba dentro.

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