𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗼𝗻𝗰𝗲 - 𝗫𝗜

A pesar de haber terminado el anterior día con un sabor amargo, Lia no pudo estar más contenta cuando recibió una llamada de su hermana invitándola a ir a su casa. En el instante en el que colgó el teléfono corrió hacia su bicicleta y pedaleó a toda velocidad a la cabaña de Hopper.

Pensó que al fin Mike se había puesto enfermo o algo similar y que podría pasar una tarde de hermanas, pero otra vez la conversación solo giró entorno al azabache.

—Si crees que te ha mentido habla con él y ya —dijo la rubia molesta después de una hora hablando sobre el chico Wheleer.

—No me estás escuchando, no lo creo, lo sé —dijo triste—. Pero no entiendo por qué lo ha hecho.

—Tal vez porque está cansado de pasarse todos los días de su vida en esta cabaña.

—¿Se a aburrido de mí? —preguntó con los ojos abiertos.

—¡No! A lo que me refiero es... ¿Sabes qué? Estoy cansada de que Mike sea el centro de tu vida —se levantó de la cama y tiró de la mano de Ce hasta la puerta—. Vamos a pasar un día de chicas con Max.

—¿Max? —preguntó la castaña dubitativa.

—Sí, ya verás como te caerá genial.

A pesar de que la menor no estaba convencida con la idea decidió aceptar los planes de su hermana. Ambas se subieron en la bici, y se dirigieron a la casa Mayfield. Lia sabía perfectamente que a Once no le agradaba Max pero no había ninguna razón para ello. Quería que su hermana y su novia se llevaran bien.

Llegaron justo a tiempo para ver como la pelirroja resbalaba del monopatín, con ella cayendo al suelo en medio de la carretera y el skate que salió disparado hacia delante. La rubia gritó su nombre y se bajó de la bici rápidamente para ir corriendo a su lado.

—Maxine, ¿estás bien? —preguntó arrodillándose— ¿Te has hecho daño? —estaba intranquila y preocupada, y eso derritió a la pecosa por dentro.

—Estoy bien, Lia. No pasa nada —dijo con una leve sonrisa.

Ella también sonrió, aunque con preocupación en su gesto. Le ayudó a levantarse del suelo, y cuando la pelirroja iba a preguntarle a su novia sobre su presencia sintieron unos pasos acercándose a ellas. Ambas giraron su vista, viendo a Once sostener el Skate.

—Hola —dijo Ce mirando a Mayfield.

—¿Hola? —saludó recelosa.

La castaña le entregó el monopatín que tenía en sus manos. Ya no estaba tan desconforme con estar con la pelirroja, tal vez era una buena idea.

—¿Podemos hablar? —preguntó Lia rápidamente.

Max le dirigió una mirada extrañada, sin entender que hacía Once ahí cuando claramente no se llevaban bien. De todas formas las invitó a pasar a su habitación sin discutir, pues realmente tenía curiosidad sobre que tenían que decirle.

Ce observó con atención la habitación, algo fascinada a decir verdad. Se sentó en la cama de la pelirroja y rompió el raro silenció que había entre las tres.

—Hoy llamé a Mike por teléfono para saber por qué no había venido a casa. Dijo que su abuela estaba enferma, pero Hop dijo que ella estaba bien. Le dije que podía venir después de visitar a su abuela, pero dijo que quería estar solo con sus sentimientos. Y luego me dijo que me echaba de menos y colgó —explicó observando a Max ir de un lado a otro.

—Menudo cretino —farfulló.

—¡Max! —la regañó Lia.

—¿Qué? —preguntó la castaña.

—Mike no tiene absolutamente nada que hacer, y su yaya no está enferma —dijo agitando las manos—. Estoy segura de que está jugando al Atari.

—Pero los amigos no mienten.

—Ya, pero los novios si mienten —dijo con un gesto obvio—. Constantemente —acercó su rostro hacia ella. Luego, se sentó a su izquierda—. Deja de llamarlo cuanto antes, y luego ignora sus llamadas. Por lo que a ti respecta ya no existe.

—No sé si eso- —Fue interrumpida por Ce.

—¿No existe?

—Te ha tratado como a basura, pues tú le tratarás igual. Que pruebe de su propia medicina.

—Que pruebe de su medicina —repitió, tal y como Lia lo hacía con Will cuando lo conoció.

—Y si eso no funciona, si no te da una explicación, pasa de él.

Desde la perspectiva de Lia, Max estaba sacando todo de contexto. Posiblemente Mike estaba mintiendo, pero romper con él era demasiado exagerado. Claro que la rubia quería pasar más tiempo con Once, pero no apartando a Mike de su vida.

Max hacía eso por venganza hacia él por cómo la trató meses atrás, y estaría dispuesta a meter la mano en el fuego por ello.

—Chicas, sería mejor-

—Vamos —nuevamente, fue interrumpida.

—¿A donde vamos? —preguntó Ce siendo arrastrada por Max.

—A divertirnos —respondió con obviedad—. Hay más cosas en esta vida que los chicos.

Ambas chicas se fueron de la habitación, dejando a Lia sola. No sabía si era su imaginación o realmente su hermana y su novia la acababan de dejar tirada.


[...]


—Bueno, ¿qué te parece? —preguntó Max cuando bajaron del bus.

—Hay demasiada gente. Contra las reglas.

—¿En serio? Tienes súper poderes. ¿Qué podría salir mal? —dijo sonriente— Vamos —cogió las manos de Lia y Ce para guiarlas dentro del centro comercial.

Cualquier otro día Lia hubiese estado feliz de estar en el StarCourt, pero esta vez quería evitar a toda costa estar rodeada de multitudes agobiantes. De todas formas trató de hacer un esfuerzo por no arruinar el primer día de compras de Ce. Byers volvió a la realidad cuando volvió a ser arrastrada por la pelirroja hasta la tienda más conocida de Hawkins. The Gap. Eso parecía agradarle más.

Once se soltó de sus amigas para observar más con asombro tanta ropa colorida y llamativa de la tienda. Hubo una camisa en particular que llamó su atención. Lia notó la sonrisa dulce que Max tenía, y no pudo evitar sonreír también al ver que por fin las dos personas más importantes de su vida se llevaban bien.

—¿Esa te gusta? —preguntó Maxine.

—¿Como sé lo que me gusta? —Once volvió a mirar a las chicas.

—Pues pruébate cosas hasta que sentir que eres tú —explicó la rubia poniendo una mano sobre su hombro, pues después de todas las veces que Max la había sacado de compras podía decir que tenía experiencia en ello.

—¿Yo misma?

—Sí, ni Hopper, ni Lia, ni Mike. Tú —terminó con una sonrisa.

Once miró nuevamente la camisa que tenía en frente, sonriendo emocionada. Mayfield miró a su novia, acordándose de repente de lo mucho que le gustaba probarse cosas, y de inmediato quiso prestarle atención a ella.

—Lia —la nombrada dejó de mirar a su hermana para observar a la pelirroja —¿Por qué no te pruebas algo tú también?

—Creí que era el día de Once.

—Sí, pero una sesión de compras no hace daño a nadie.

—¡Sí! Podemos probarnos ropa juntas —dijo Ce saltando y agarrando las manos de Byers de la euforia que sentía en ese momento.

Lia soltó grandes carcajadas y accedió sin dudarlo, dándose la vuelta para buscar su primer conjunto. Mientras tanto las otras dos jóvenes fueron a probar la ropa que Once había elegido.

La rubia rebuscó por toda la tienda en busca de un buen conjunto que la hiciese sentir ella misma. Sus ojos se decantaron por una falda-pantalón amarilla que terminaba algunos centímetros más arriba de las rodillas. Y para la parte superior no pudo evitar llevarse una camiseta de tirantes amarilla con las letras de Wonder Woman en el centro del pecho dibujadas.

Estuvo a punto de entrar al probador cuando su mirada captó uno de los vestidos que estaban en los maniquíes. Era algo parecido al que había escogido Once, Pero el estampado era de soles geométricos. Se imaginó el conjunto en su mente y pensó que quedaría aún mejor con un cinturón amarillo. Sin duda ese se había ganado su corazón, y lo único que quedaba era probarlo y rezar para que le quedase bien.

Corrió al probador. Se quito toda la ropa y se puso el vestido. Cuando se giro para mirarse en el espejo su boca se abrió de manera involuntaria. Era la primera vez que se sentía de esa forma, es decir, la ropa que compraba con Max le gustaba, pero nunca se había sentido tan guapa con algo puesto. Salió fuera de los probadores para enseñárselo a Max, quien se quedó con la misma expresión que la rubia tuvo unos segundos atrás.

—Guapa —dijo Once a sus espaldas.

Lia giró la cabeza para sonreirle.

—Dios, Lia —habló Maxine—. Te... Te ves, ese decir, te queda...

—Lo sé —dijo Lia girándose otra vez—. Me veo bien. Gracias, chicas —sonrió mientras sus mejillas se teñían de rojo.

Tras eso arrasaron con todas las tiendas de StarCourt hasta que Ce no pudo llevar más bolsas en sus manos. Después se hicieron una sesión de fotos en la que Lia pudo jurar que Once nunca había sonreído de esa manera. Para divertirse un rato también molestaron a unas chicas que se habían reído antes de ellas por no saber usar tacones. Definitivamente había sido una tarde increíble.

Antes de irse decidieron comprar un helado en Scoops Ahoy, donde fueron interrogadas por Steve, y seguidamente fueron a esperar al bus, donde se encontraron con sus amigos.

—Vaya, que sorpresa más argradable —dijo Max con una sonrisa arrogante en sus labios

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Mike dejando caer su bicicleta, a la vez que señalaba a su novia con el dedo índice.

—Comprar —Once tenía el ceño muy fruncido.

—Es su nuevo estilo, ¿Qué te parece? —la sonrisa arrogante de Mayfield parecía no querer irse.

—¿Cómo se te ocurre? Ya sabes que no debería estar aquí —le regañó a Max, y después dirigió su mirada a Lia—. Tú deberías protegerla, no ponerla en peligro.

—¿Perdón? —preguntó la rubia incrédula.

—¿Qué es, tu perrito? —atacó la pecosa.

—Sí, ¿soy tu perrito?

—¿Qué? ¡No!

—¿Y por qué me tratas como basura? Has dicho que tu yaya está enferma.

—Lo está —de no haber sido por qué Mike repitió la misma frase varias veces, Lia le hubiese creído—. Está enferma, lo está.

—Está súper enferma, y por eso estábamos aquí.

—Sí, sí —confirmó Mike—. No para nosotros, si no para la abuela. Y también para comprarte un regalo, pero no he encontrado nada adecuado. Solo tengo 3,50. Es difícil.

—Súper difícil. Todo es muy caro —Lucas apoyó la mentira.

Lia compartió una mirada con su hermano, ambos sabían que las cosas solo iban a ir a peor.

—Has mentido. ¿Por qué mientes? —Once se acercó a si novio y Lia se fijó en el rostro de arrepentimiento del chico. Sintió lástima por él, pero definitivamente no esperaba lo que pasó a continuación—. Ahora paso de ti.

La mandíbula de Max se abrió con una sonrisa, y los chicos se quedaron absolutamente pasmados. Los brazos de Lia que antes estaban cruzados cayeron a ambos lados de su cintura, y su cara de sorpresa y confusión tampoco se hizo esperar.

—Ce —intentó llamarla, pero hizo caso omiso.

—Nos vamos.

Max tomó la mano de Lia, quien no pudo evitar girarse a los chicos mientras seguía a su novia. No pudo evitar tener una expresión triste cuando vio a los chicos correr hacia el bus, y con sus labios gesticuló un pequeño "lo siento" antes de subirse al vehículo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top