4. (end)

──¿¡Cómo se te ocurre hacer eso!?── Exclamó el estadounidense entrando a su habitación empujando al muchacho de cabello oscuro dentro de su habitación.

──¿Qué hice? Solamente le dije que no se metiera en dónde no la llamaban y que estabas conmigo.── Dijo normalmente George viendo algo desconcertado al rizado el cuál parecía molesto.

──Te dije que no podías salir de la casa, no pueden verte o van a sospechar o pensar cosas que no tienen sentido ¡Piensa un poco! Y encima marcarme como si fuera de tu maldita propiedad ¡Vamos!.── Exclamó aplaudiendo con fuerza mientras iba a cerrar las ventanas de la casa para que nadie viera lo que ocurría dentro de su propiedad.

George se quedó callado tratando de entender las razones del enfado del otro, no había hecho nada malo, era algo que normalmente hacia estando en esa casa en dónde lo celaba, vivía estando arriba de él todo el rato siendo el centro de su atención absoluta y parecía que le molestó que lo hubiera abrazado por la espalda cuando hablaba sospechosamente con una de las vecinas de la casa, sintió un ardor en su pecho y por eso lo abrazó y apegó su pecho a su espalda mirando con recelo a esa mujer como diciéndole que ese rizado era suyo y de absolutamente más nadie.

──No puedes hacer eso, no puedes ir como si nada reclamandome cómo tuyo ya no somos niños, somos adultos, estos ya no son celos infantiles de ver quién es el mejor amigo de quién ¡Pensaran que somos maricones!.── Le volvió a recriminar apretando con fuerza sus puños teniendo una sonrisa cerrada con su fuerte mandíbula tensa en dónde una risa ahogada de la desesperación escapó de sus labios.

En ese momento George se acercó demasiado a Bob obligándolo a retroceder hasta dar contra la pared sin importarle en lo más mínimo que le estuviera haciendo daño al presionar su cuerpo contra la pared y tomó su mentón con fuerza obligándolo alzar la mirada en dónde clavó sus ojos pardos como un depredador a su presa.

──Dijiste que me necesitabas, te dejé ilustrarme en tu libro de notas, posé para ti, me desnudé para ti, escuché por y para ti, dejé que me cogieras a tu gusto y placer ¿Y me vienes a reclamar que no haga algo en lo cual me veo en el derecho de proclamar cómo mío? ¿Es enserio Robert? Tienes miedo de ser un maricon cuando sabes que no hay nada de malo en amar a otro hombre.── Gruñón molesto llegando a casi clavar sus uñas en la suave piel del rizado y lo estampó con más fuerza contra la pared dejando una de sus piernas en el medio de las del otro. ── Tú me hiciste estar aquí, tú debes hacerte responsable de lo que has hecho conmigo porque me desvivo por ti y si no eres mío... Me veré obligado a llevarte conmigo entre las hojas de tu libreta en dónde no nos molestaran y seremos eternos para siempre.──

Aquellas frías y maníacas palabras del otro que lo dejaron congelado en lo absoluto en dónde trató de quitar aquel agarre que parecía sobrehumano sumado a su cálido aliento que daba de golpe contra su cuello en dónde entró en pánico y comenzó a forcejear con él pero resultó inútil, volvió a quedar atrapado contra George y la pared sumado a sus deseos posesivos de los cuales no veía la gravedad y lo inhumano del asunto, viéndolo como un arrebato infantil pero no lo era, era más grave, atentaban contra él, le estaba haciendo daño, lo estaba proclamando como suyo cuando no le pertenecía, si, se habían besado y tenido relaciones sexuales en la soledad de su habitación pero aquello había escalado de una forma demencial y tenía miedo.

El miedo fue superior cuando lo empujó haciéndolo caer al suelo tomándolo de las piernas para jalarlo hacía la biblioteca en dónde le pedía desde el fondo de su corazón y de la más pura desesperación que lo dejara, que no le hablaría más a esa mujer, que sería suyo y de más nadie pero que no le hiciera daño y temia que aquellas últimas palabras de "ser eternos entre las hojas de su libreta" no fuera una metáfora y que fuera una realidad porque si había aparecido de la nada, podía desaparecer con él de la misma forma.

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