3.

──¿Por cuánto más tiempo deseas que permanezca así?.── Preguntó George estando acostado en un sillón de tres piezas de forma horizontal sosteniendo su cabeza con la palma de su mano mientras miraba fijamente al rizado.

──Solo unos pocos minutos más Geo... Solo un poco más.── Susurró de forma ronca teniendo una libreta apoyada en su rodilla izquierda mientras escribía paulatinamente.

George asintió con su cabeza manteniendo su mirada fija pero suavemente con sus ojos pardos y piel de marfil con sus colmillos que relucían cuando sonreía ante las palabras, halagos y poesía que le proclamaba su adorado estadounidense que lo tenía puesto como en un pedestal, cómo una obra de arte la cual absolutamente nadie debía verlo, tocarlo o corromperlo, era de su propiedad, era de su creación al final de cuentas, era suyo, lo podía adorar sin lugar a dudas y sus palabras eran ley de vida.

──Eres tan hermoso, como el amanecer de un día de verano y el atardecer de las primaveras, ni el canto de un ruiseñor se compara con su hermosa capacidad vocal, las musas más codiciadas por los mortales de mueren de la envidia cada vez que lo contemplan a usted.──

──¿Lo has escrito para mí, Bob?.── Preguntó George con una sonrisa más amplia levantándose de aquel sillón y caminó paulatinamente hacía el rizado pasando por detrás de él apoyando sus manos en sus hombros. ──Es hermoso, tan talentoso como siempre lo fuiste, eres increíble.──

──Siempre fuiste el motivo de mis pensamientos y sentimientos más escondidos en el fondo de mi ser.── Confesó cerrando su libreta elevando su brazo izquierdo para poder tocar con la yema de sus dedos el cabello castaño y esponjoso de su acompañante. ── Siempre teniendo las palabras indicadas para mí.──

Al saber que era el centro del universo del rizado una sonrisa ciertamente divertida pero algo retorcida se dibujó en sus labios y se inclinó para apoyar su mentón en su hombro y abrazarlo lo mejor que pudo sin tratar de asfixiarlo en dónde como pudo le miró quedando mirando fijamente esos ojos claros que lo tenían hipnotizado en dónde a lo último soltó una risa nasal

──Siempre voy a complacerte, jamás estarás solo, nada te hará falta, no te dejaré, créeme.── Le susurró suavemente de forma descarada con una sonrisa igual en dónde rozó sus narices.

──Se que jamás lo harás... Por algo viniste, por algo que aún no me explico estás aquí conmigo, no lo entiendo pero estoy más que agradecido.── Confesó apretando sus labios mirando más de cerca aquel joven que parecía ser la personificación de un Dios Griego el cual pensaba adorar y que nadie lo viera jamás.

Deseos mundanos y bajos crecían en su interior pero con sonrisas tontas e infantiles nadie se daría cuenta, podían envolverse en sus brazos y entregarse a ellos mismos, se pertenecían mutuamente y nadie, ninguna otra persona tenía permitido pasar por sus mentes, eran ellos, George y Bob, Bob y George, Tierra y Agua, absolutamente más nadie y con eso se contentaron.

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