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Aquella fría madrugada de 1963 en dónde un joven de veintidós años proveniente Minnesota, Estado Unidos se encontraba sentado enfrente de su escritorio de madera barnizado mirando fijamente una hoja de papel en blanco... Simplemente en blanco en dónde ni una mísera idea coherente pasaba por su cabeza y que pudiera poder conectar y tener algo sólido, pero no había nada, estaba bastante frustrado mientras movía su bolígrafo golpeteando la punta del mismo contra el escritorio y no muy lejos de él estaba su cenicero en dónde en el borde posaba un cigarro a medio consumir.

No habían ideas, no había inspiración de ningún tipo, ni el pasar de las hojas de otoño que desnudaban los árboles preparándolos para el espantoso invierno nevado que inundaria todo el país sin lugar a dudas, pero aún así eso no era lo suficientemente potente para poder imprimirlo en esa hoja en blanco, maldita sea el bloqueo de escritor.

──Maldita sea...── Gruñó el rizado poniéndose de pié para ir a indagar en su amplia biblioteca.

Pasó entre cada uno de los estantes catalogados por orden alfabético y género literario, leía uno por uno los títulos de cada uno para ver si por lo menos algo de inspiración podría tener para escribir algo.

Habían clásicos que todo el mundo sería capaz de reconocer, el que más me gustaba era el de Dylan Thomas, pero no negaría que en su gran mayoría habían libros de poesía de poetas de todo el mundo, eran su mayor fuente de inspiración y los estudiaba queriendo saber que era lo que a esos famosos hombres tenían como fuente de inspiración, que era lo que les hacía escribir tan hermosas, dulces, delicadas, dolorosas, apasionadas y rítmicas palabras que eran el deleite de todo lector u oyente.

──Una musa... Divinidades que inspiran a los más grandes artistas.──

Gruñó muy para sus adentros siguiendo buscando hasta encontrarse con un pequeño libro cubierto de polvo, parecía que nadie lo había usado en años, le extrañó porque normalmente limpiaba cada uno de sus libros y estantes pero ese libro era muy pequeño, parecía bastante íntimo y con cautela lo abrió en dónde su rostro se formó una sonrisa algo nostálgica.

Era un libro el cual estaba con su letra, era suyo, era su pequeño libro en dónde cuando era aún más pequeño había escrito ideas, sueños, planes a futuro, lo que deseaba alcanzar y lograr, si que eran sueños inocentes, en dónde añoraba tener algo, que sus escritos tuvieran vida, eran muy hermosos, eran exactamente lo que representaba la más pura de las inocencias.

Se llevó aquél libro a su escritorio y lo empezó a leer con más cautela tomando entre sus dedos su cigarrillo a medio fumar para poder terminar de consumirlo y se acomodó lo mejor que pudo leyendo lo que una vez el pequeño Robert Allen Zimmerman había soñado y añorado con todo su ser, capaz y él mismo fuera su propio salvador.

"En el mundo de los sueños en dónde las más dulces melodías surcan los cielos, nuestros más profundos deseos y anhelos se hacen realidad ¿Y yo? Yo estoy ideando una forma de mostrarle al mundo la realidad, de hacerles ver la realidad aunque se muy bien que no seré apoyado o podría generar un enorme revuelo, eso quedará a consideración de las personas que lean o escuchen lo que por mi cabeza pasa. Pero siendo sincero la soledad me ha azotado los últimos días y no soy un fiel creyente de tener amigos imaginarios pero de forma inconsciente me he dado cuenta que nosotros como seres humanos somos seres sociales, necesitamos hablar y ante la negativa de ello nos creamos soluciones... Bueno, creo que le podría poner un nombre aunque el Robert del futuro se pueda reír de ésta tontería, pero es una persona creo... Es bastante amable pero parezco un loco que necesitaría ayuda de un psiquiatra pero soy un niño así que está justificado, dejaré de tantas vueltas y lo presentaré, es un chico bastante alto, gracioso, carismático aunque algo holgazán, pero no dudaría en ayudar a alguien más, le gusta tocar la guitarra y escucharme, quería que fuera algo diferente pero no tanto así que si nació en Liverpool, Inglaterra ¿Sería algo malo? No lo sé pero me agrada, tenía que ponerle un nombre y no busqué que tuviera algo complejo así que quise poner George Harrison, es muy lindo y amable."

11/08/1951

──George Harrison.... Ay pequeño Robert eres una verdadera maravilla inocente digna de ello.── Comentó con una risa al hablar de si mismo dejando aquel libro al lado de la hoja en la cual comenzó a imprimir sus letras negras en la superficie blanca etérea.

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