𝐈.
Mayo 11 de 1943.
Charleston, Carolina del Sur.
El joven de cabello azabache se dirigía al lugar al que asistía sin falta cada martes: su bar de Jazz favorito, que ofrecía las mejores presentaciones esos días y él no quería perdérselas. Sin embargo, llevaba consigo mucha curiosidad sobre la persona o personas que deleitarían sus oídos esa tarde. Estaba muy entusiasmado. Su atuendo era acorde al momento: camisa blanca de manga corta, pantalón de traje negro y sus mocasines favoritos. Las bellas calles de la ciudad lo envolvían en la calidez de su arquitectura; las casas pintadas de un tono rosado y el verde de las plantas le daban el toque ideal.
Al llegar al bar, que estaba casi lleno, JungKook trató de encontrar una mesa libre y la vio casi al fondo, con una vista perfecta al escenario. Mientras se acomodaba, escuchó una conversación entre unas jóvenes en la mesa de al lado.
—¿Sabías que Juliette Rousseau se escapó de su casa para poder presentarse hoy? —dijo la más rubia de todas.
—Eso escuché en el club de lectura. A esa chica deberían corregirla, es una rebelde. Su padre debe estar cansado de ella.
—Seguro que sí, desde la muerte de su madre se volvió totalmente insoportable.
La manera en que ellas se expresaban de la desconocida le pareció horrible a JungKook. Si esa "Juliette" había cambiado su comportamiento debido a la pérdida de un ser amado, debían apoyarla, no criticarla y juzgarla. De pronto, las luces del lugar disminuyeron su intensidad y el foco se dirigió al escenario, iluminando a los músicos y al telón. De este salió una chica de tez blanca, cabello castaño oscuro y un vestido rojo algo provocativo para la época. Tenía una leve apertura que dejaba ver la piel de su pierna izquierda, y en su cuello colgaba un collar de piedras que brillaban. Su peinado encajaba de manera impecable, con suaves ondas que la hacían ver delicada, con un toque de coquetería.
JungKook tragó saliva, impresionado por la belleza de Juliette. A sus 20 años había visto mujeres preciosas, pero esa chica tenía algo que lo atrapó al instante, aunque no estaba seguro de qué era, quiso averiguarlo.
Justo antes de que todo comenzara, uno de los meseros que ya lo conocía le dejó su copa de vino tinto favorito, Cabernet Sauvignon. Dio un sorbo y la suave melodía del piano y el contrabajo inundó sus oídos. A los segundos, la dulce voz de Juliette acompañó a los instrumentos cantando.
—Take my lips, I wanna lose them...
La chica rozó delicadamente sus labios con sus dedos de acuerdo con la letra, para luego darle una leve sonrisa juguetona al público. El saxofón se unió, dándole mucha más armonía al momento, que Jungkook estaba disfrutando.
Encanto y pureza eran las palabras que recorrían la mente del chico.
Juliette se contoneaba con el apacible ritmo de la música, llevando sus manos a su cuerpo de manera sutil, viéndose con un toque de inocencia. JungKook la observaba detalladamente desde su mesa, mientras ella, entre tantas personas, parecía sentir su insistente mirada. Lo observó y él experimentó una corriente subir por su cuerpo. Quiso apartar la mirada, pero la chica lucía tan cómoda manteniendo el contacto visual que le dio vergüenza romperlo.
El pecho del joven subía y bajaba con algo de rapidez, lo había puesto nervioso. No se resistió y observó su copa antes de darle un gran trago. La cantante notó esto y sonrió por la ternura que le había producido aquel chico de rostro fino y agradable. Las de la mesa de al lado se fijaron en esto y comenzaron a susurrar entre ellas, sacando conclusiones.
El resto del público estaba muy concentrado viendo a la joven Rousseau.
Definitivamente, no era el único embobado por la clase y elegancia de la mujer del vestido rojo. Se acomodó en su silla, dispuesto a manejar la situación, y durante el resto de la presentación no apartó la vista de ella.
—Why don't you take my arms, I'll never use them... —movió sus brazos para después tocarlos por encima de los largos guantes que le llegaban casi hasta los codos.
Ambos encontraron sus miradas de nuevo, y esta vez ninguno la apartó. Ambas respiraciones se agitaron, y sus corazones se aceleraron. Ninguno de los dos podía explicarse qué les sucedía. JungKook tragó grueso y pudo sentir sus palmas sudar. Las limpió en sus rodillas sin romper la conexión entre ambos.
—Your goodbye left me with eyes that cry —ella, ante la fuerte mirada del joven, comenzó a intimidarse y sus nervios eran incapaces de controlar. Retiró su vista de él y se fijó en otras personas. —How can I go on, dear, without you? —el surcoreano se sorprendió y soltó una risa baja, dándose cuenta del efecto que causó en Juliette. La química que sintieron desde lejos era única, y después de que la descubrieran, jamás la soltarían.
—Es hermosa... —susurró JungKook para sí mismo. Sus mejillas comenzaron a dolerle levemente y esa fue su señal para saber que había estado sonriendo demasiado. Cambió su expresión a una mas neutra pero cada nota perfecta que Juliette alcanzaba, no le permitían llegar a esto.
La chica cantó un tiempo más para luego ir bajando poco a poco su voz y quedar en silencio total. Los espectadores aplaudieron e incluso se oyó algún que otro silbido. Las chicas de la mesa de al lado no aplaudían, solo observaron con envidia a la cantante mientras esta agradecía algo tímida.
—No entiendo porque tanto alboroto por ella. Es una simple, hasta yo puedo cantar mejor. —se burló una de las chicas. JungKook no se resistió y las volteó a ver indignado, así causándoles vergüenza.
Regresó su vista al escenario, pero ella ya no estaba.
Algo dentro de él quiso hacerlo levantar, buscarla y presentarse para después pedirle amablemente si le concedía una cena. En su mente sonaba perfecta la idea, pero después de recapacitarlo unos segundos, seria raro. Juliette no lo conocía y probablemente recibiría una respuesta negativa.
Cálmate, se regañó en su mente.
Tendía a ser impulsivo y la mayoría de las veces eso no le resultaba bien. En esas ocasiones, su amigo Min YoonGi siempre lo frenaba, pero al no encontrarse presente, tuvo que recordar sus palabras: "Sé que quieres seguir tus instintos, pero a veces es mejor detenerse y evaluar la situación antes de tomar cualquier paso".
Se aferró a su silla como si su vida dependiera de ello esperando a que eso lo frenara aún más.
Dios, cómo deseaba poder hablarle.
𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆ ᡣ𐭩 ⋆ ˖·˳˖𓂃
La suave música llenaba todo el bar; ya casi no quedaban muchas personas. El tiempo había pasado muy rápido entre tantas copas de vino, suaves bailes y miradas fugaces. JungKook nunca perdió de vista a Juliette; la observaba desde lejos con la intención de llamar su atención.
¿Y cómo no iba a hacerlo?
Esos brillantes ojos atraían la atención de cualquiera.
Después de su presentación, en pocos minutos, ella adoptó una actitud más formal; ya no quedaban rastros de aquella chica tan provocativa y juguetona, pero eso no le importó a él. De hecho, lo atrajo aún más. ¿Cómo alguien podía hacer eso?
A pesar de mantenerse a distancia, sus miradas se buscaban. JungKook no se atrevía a acercarse, temía decir algo incorrecto y arruinar la primera impresión. En ese momento solo se dedicó a observar a las cinco personas a su alrededor: un músico con el cual nunca había entablado una conversación, Will, el bartender, Juliette, una chica desconocida que estaba junto a ella y, por supuesto, Marigold, la dueña del lugar, quien sentía un cariño especial por el surcoreano y su mejor amigo.
Ella fue la primera persona en tratarlos bien cuando estuvieron por primera vez en Charleston. No los miró de manera crítica ni los excluyó; siendo inmigrantes, esto a menudo causaba cierta sensación de amenaza en otros. Marigold solo vio a dos niños asustados, huyendo y buscando un mejor futuro, el cual ella quería brindarles. No estaba casada; lo estuvo, pero su esposo falleció hacía unos cuantos años. No tenía hijos y su único orgullo era su bar. Era su vida.
Ella veía a JungKook y a YoonGi como si fueran sus hijos. Al principio, especialmente el mayor, pensó que los estaba engañando y les haría daño, como muchas veces otras personas lo habían intentado. Al final, terminaron aceptando y decidieron confiar.
Fue lo mejor que pudieron hacer.
Ahora ellos vivían con ella. YoonGi se sentía incómodo al comienzo, ya que percibía que ella les brindaba demasiada generosidad a unos extraños. Y sí, podía ser raro para muchos, pero lo que ella vio y sintió en su corazón era razón suficiente para dejarlos entrar en su vida y brindarles ese calor de hogar que todos nos merecemos.
Con el tiempo, todos se adaptaron con facilidad y se sentían como en casa. En algunos momentos la familia de los chicos ocupaban sus pensamientos; ambos compartían la misma. Los padres de JungKook fallecieron en un terrible accidente cuando él era tan solo un niño de 7 años, así que la familia de YoonGi lo recibió. Ya se conocían y eran amigos desde una edad temprana gracias al vínculo especial entre sus progenitores, y definitivamente no lo iban a abandonar.
Ellos eran como hermanos.
La dueña del lugar se acercó poco a poco, interrumpiendo la vista del menor. Esta lo observó con algo de picardía en sus ojos, como si ya supiera lo que sucedía.
—¿Por qué no vas y le hablas? —la señora de cabellos negros le acarició suavemente una mejilla, y él le dio una tierna sonrisa ante el tacto. Se sentía como un niño pequeño.
—No quiero decir algo estúpido. Además, ¿con qué excusa podría hablarle?
Marigold le dio una palmada en la cabeza, no tan fuerte pero sí lo suficiente para que él la mirara impactado. —¿Acaso no viste la presentación? ¿Qué otra excusa como esa necesitas?
Él rió avergonzado porque la mayor tenía mucha razón, pero se sentía tan nervioso que sabía que si le hablaba, no podría formar ni una sola palabra. En su mente, soñaba con describir lo angelical y melodiosa que era su voz, cómo lo elevó hasta el cielo y luego lo dejó caer fuertemente cuando desapareció del escenario. Observó a Juliette reírse mientras hablaba con la extraña anteriormente mencionada; el rostro de la cantante estaba adornado con unos cabellos rebeldes, sus labios ya no estaban pintados de un tono rojo, más bien, había rastros de él en ellos. Y su cabello estaba recogido hasta la mitad con un listón negro.
—Lo haré, le hablaré.
Marigold sonrió cuando JungKook la miró fijamente y pudo notar cómo sus ojos brillaban más de lo normal; realmente estaba anonadado con Juliette.
—Eso es, mi niño. Sé que le agradarás.
—¿Algo que deba saber antes de...?
—Pues, hace unos días regresó de Nueva York y según dicen, volvió para quedarse. Conocí a su madre cuando éramos adolescentes, éramos muy amigas. Vivieron un tiempo aquí en Charleston pero luego, por razones que desconozco, se marcharon al otro extremo del país. Hace un año volvieron para enterrar a su madre —hizo una pausa como si para ella fuese difícil decir esto, el joven tomó su mano y la apretó suavemente en señal de apoyo— Ella deseó que fuera así. Su alma estaba enlazada a este lugar, era su hogar. Luego de aquel momento, Juliette desapareció por meses hasta ahora. Su padre siempre la acompañó en todo, a donde ella quisiera ir, él iba con ella. —Marigold miró a la susodicha— Por eso, no creas todo lo que escuchas por ahí, hay personas que no saben el trasfondo de las cosas, JungKook. Él es un buen padre y acompañó a su hija en su dolor.
El surcoreano asintió algo conmovido por lo que acababa de escuchar. Sintió dolor por aquella chica, ya que él había experimentado lo mismo de niño. Desconocía cómo enfrentar esos sentimientos y aquel vacío; cuando supo que jamás volvería a ver a sus padres, ni oír sus risas, chistes, ni que le prepararan sus platos favoritos o que le llamaran "Kookie" cada vez que hacía alguna travesura, lo destrozó.
A su edad actual, JungKook ya tenía muy borrosos los rostros de sus padres y el recordarlo lo ponía triste. Cada noche, antes de dormir, trataba de unir piezas y visualizar algunos momentos con ellos y fijarse en sus rostros, esperando así reconocerlos, pero siempre fallaba. Aquello lo frustraba. En su niñez, como compartía habitación con Yoongi, este siempre lo acompañaba; cuando lo oía llorar, tomaba su mano y le susurraba que todo estaría bien. Eso hacía sentir esperanza a JungKook; realmente le agradecía a su amigo por brindarle esa paz que le faltaba.
Se había sumergido tanto en sus pensamientos que no notó cómo la tan mencionada joven de cabellera brillante y afable se les acercaba poco a poco. Él se tensó en su lugar y tragó saliva fuertemente.
—Dios, no. Aún no estoy listo. —lloriqueó tan bajo como pudo, pero la que era casi como su madre lo escuchó y quiso reírse, aunque se contuvo cuando Juliette se abalanzó para abrazarla.
—¡Tía Marigold! —saludó felizmente la chica, apretando los ojos cuando la rodeó. El rostro de JungKook quedó frente al de ella debido al abrazo; abrió sus ojos y ambos se miraron fijamente por unos segundos que para él se sintieron como minutos, ya que tuvo la oportunidad de analizarla. Tenía unas cuantas pecas alrededor de la nariz y sus ojos eran de un tono café claro. Él aspiró el aroma a fresas de la chica y lo saboreó, provocando que su corazón diera un vuelco al recibir aquellas sensaciones y emociones en tan corto tiempo. —Ha pasado tanto, perdóname por no venir antes.
Se apartaron y la otra le respondió.
—No te preocupes, lo importante es que tú te sientas bien. —tomó su rostro entre sus manos y lo apretó suavemente. Marigold realmente era un amor. —Déjame presentarte a alguien. —miró a JungKook como insistiéndole que se parara y saliera de su trance. Inmediatamente, hizo caso y a duras penas se levantó, pero intentó disimularlo. La chica frente a él era algo pequeña; podría decirse que le llegaba a la altura de su pecho o incluso unos cuantos centímetros más arriba. No importaba, porque eso a él le gustó. —Él es JungKook, viene de Corea y es como mi hijo.
Juliette, sin siquiera aparentar un poco, lo observó de arriba a abajo con una sonrisa en sus labios. Aquellos visos de coquetería cruda aceleraban el corazón del pobre joven.
—Un placer, señorita Juliette. —le sonrió amablemente, causando que sus ojos se cerraran. Desde la perspectiva de ella, este gesto lo encontró muy tierno y le devolvió la sonrisa. —Su presentación fue realmente espectacular y su voz endulzó mis oídos. —habló con seguridad o procuró que sonara así. Los nervios lo consumían.
Si YoonGi lo viera en esa situación, probablemente se burlaría y no lo dejaría en paz.
—Es igualmente un placer. —ella sí se atrevió y le extendió la mano. No pasaron ni dos segundos y él la tomó, sintiendo así la suavidad y la calidez que brotaban de ellas. Las agitaron un poco mientras seguían haciendo contacto visual; la sensación de sus manos tocándose era tan cómoda, encajaban perfectamente. Era como si las manos de Juliette hubiesen sido hechas para estar con las de JungKook. —Me alegra oír que mi presentación fue de su agrado, aunque lo pude notar.
A Juliette, el surcoreano no la intimidaba. Y él se enteró, haciendo que lo atrapara aún más.
Marigold carraspeó. —Por lo que veo, ustedes podrían llevarse muy bien. —la chica se sonrojó por aquel comentario. —¿Qué te parece si uno de estos días te invitamos a cenar? Así también podrás conocer al hermano de JungKook.
Asintió emocionada y después soltó un pequeño "Sí".
El veinteañero no podía dejar de mirarla; claro que desviaba su vista a alguna que otra cosa, pero inevitablemente, regresaba a ella. Tenerla tan cerca y oír su voz era demasiado para él. Los movimientos de la cantante eran tan suaves y adictivos; tenía algunos lunares en los brazos que parecían marcar un camino hasta su clavícula, que apenas se podía ver.
JungKook metió las manos en sus bolsillos y suspiró. Marigold lo miró extrañado, pero él la ignoró. Necesitaba calmarse.
—¿Dónde puedo guardar el saxofón? —interrumpió el músico, totalmente desconocido para los jóvenes, mientras tenía su vista en la mayor.
—Ven conmigo, te enseñaré. —agarró el instrumento y antes de desaparecer le habló a su hijo—Hazle compañía a Juliette hasta que lleguen por ella. Sé un caballero. —le guiñó sintiéndose cómplice. Sabía lo que hacía y no le importó que la causante de los nervios de JungKook estuviese ahí.
Ambos vieron cómo se alejaba y quedaron en silencio.
JungKook moría por hablarle y decirle lo hermosa que era, pero se contuvo, no quería ser un pesado. Tenía límites.
—¿Qué edad tienes? —preguntó finalmente.
—19, ¿Y tú?
—20.
—¿20? Dios, no los aparentas. Creí que tenías más.
—¿Me estás diciendo viejo?
Juliette se tapó el rostro mientras se reía, y aquello provocó un apretón en el estómago de JungKook. Desde ese momento, supo que su pasatiempo favorito sería hacerla reír.
—¡No quise decir eso, lo juro!
—Más te vale. Ya estaba pensando que eras una chica algo atrevida con alguien mayor que tú.
—¿Atrevida yo? —se cruzó de brazos fingiendo estar indignada.
—Así es, tú. —él bajó su vista para poder observarla un poco mejor.
—Yo no soy el que me miraba de forma tan intensa mientras cantaba. —JungKook se tensó por sus palabras. Creyó que ella iba a ignorar eso por completo, pero no fue así. Esperó no haberla incomodado y se sintió algo mal. —No me incomodé, si eso te preocupa. Solo me sentí halagada y algo nerviosa.
Respiró tranquilo al saber que no la había espantado.
—Es bueno saber eso, Juliette. —ella frunció el ceño confundida— porque así podré admirarte sin ningún cuidado.
Ella volteó su rostro escondiendo el calor que había subido a sus mejillas mientras soltaba una risita. Definitivamente, a JungKook le encantaba el efecto que causaba en ella.
—¿Entonces eres mi admirador? —regresó su vista a él para después alzarle una ceja, dispuesta a seguirle el juego.
—Soy tu admirador.
El claxon de un automóvil resonó fuertemente desde afuera, rompiendo el encanto del momento. Ambos se miraron y supieron lo que significaba: Juliette debía irse.
Ella dio dos pasos, como si quisiera alejarse, pero a mitad del camino se detuvo. No quería despedirse. Deseaba quedarse junto al joven. La energía que él emanaba la atraía con desesperación, y JungKook lo sabía porque él también se sentía de la misma manera, o incluso de manera aún más intensa.
Esas emociones que cada uno experimentaba los acompañarían durante mucho tiempo. Era como si lo que llevaban dentro de ellos se hubiera estado buscando mutuamente durante años y, finalmente, se hubieran encontrado, deseando explotar juntos.
—Ven, te acompañaré afuera. —JungKook tampoco quería despedirse, aunque sabía que se verían nuevamente por la invitación de Marigold. Temía que al encontrarse por segunda vez con Juliette, esas mismas sensaciones ya no estuvieran presentes y no pudieran aventurarse en ellas.
Caminó detrás de ella como si la escoltara; el frío de la noche los golpeó a ambos y el instinto de la chica fue cruzarse de brazos para entrar en calor. JungKook notó esto y quiso abrazarla para brindarle esa calidez, pero creyó que sería algo probablemente muy inapropiado, ya que no tenían esa confianza.
YoonGi estaría muy orgulloso de él si lo viera controlando sus impulsos.
JungKook le abrió la puerta del pequeño Ford negro y la invitó a subir; la chica hizo caso y le agradeció. Pero antes de que el automóvil arrancara, ella sacó su mano por la ventana esperando a que él la tomara; sin dudarlo, la tomó, y le dio una suave y apenas perceptible caricia.
—Estaré esperando con ansias volver a verte, JungKook.
Él sonrió mientras agachaba la cabeza; que lo llamara por su nombre le había producido un tumulto de emociones, y aquellas palabras terminaron de rematar el sentimiento.
—También estaré deseando volver a verte, Juliette. —Ambos ignoraron por completo la presencia del chofer y se observaron unos segundos más hasta que sus manos se soltaron y el auto desapareció en medio de la calle melancólica e iluminada, dejando al chico con el corazón latiendo rápidamente y la boca seca.
¿Qué acaba de suceder?
Se preguntó una y otra vez.
Eso nunca le había pasado ni cuando se enamoró por primera vez a los 16 años; esto era diferente. ¿Cómo podía llamarle a lo que estaba sintiendo?
¿Amor?
Lo dudaba mucho, pues apenas la conocía desde esa tarde. ¿Tal vez fue amor a primera vista?
No lo sabía y no quería darle tantas vueltas al asunto, o al menos eso quería convencerse. Sabía que apenas se encontrara con su mejor amigo no dudaría en contarle todo con detalle y preguntarle qué pensaba, ya que YoonGi estaba algo más experimentado en el ámbito del amor.
𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆ ᡣ𐭩 ⋆ ˖·˳˖𓂃
—¡Te lo juro, YoonGi! Su voz era preciosa —habló emocionado JungKook mientras le contaba a su amigo sobre Juliette. El contrario lo veía de manera incrédula desde su cama.
—¿Quién eres y qué hiciste con JungKook?
—Estoy hablando en serio, hyung. No exagero, de verdad quedé demasiado impresionado con ella —suspiró mientras se tiraba a la cama del mayor, provocando un bufido por parte de este.
—¿Cómo dijiste que se llama?
—Juliette Rousseau.
—Es un lindo nombre. —le dio un golpecito en la frente —pero solo la has visto una vez, tal vez solo te impactó.
—¿Tú crees?
Yoongi se quedó en silencio unos segundos y luego respondió.
—Sí, pero es claro que te gusta. Quizás si la conoces más puedan llegar a algo. —se acostó a su lado —pero recuerda no ilusionarte tan rápido, JungKook. No quiero que salgas lastimado. —murmuró esto, pero el menor logró escucharlo y sonrió discretamente al notar cómo su amigo le demostraba preocupación y aquel cariño que se tenían mutuamente, cosa que no era muy habitual en él, por eso se había emocionado. —Solo no cometas los mismos errores que yo.
Y entonces, la emoción desapareció. JungKook lo miró preocupado y esperó a que siguiera hablando, pero no lo hizo.
Sabía a qué se refería.
Antes de que ellos huyeran, YoonGi estaba en una relación con un chico muy dulce llamado JiMin. Todo parecía ir bien, ambos a pesar de lo que se dijera a su alrededor, se amaron, fue difícil para ellos pero no les importó correr aquel riesgo. Tenían cuidado y algunos de sus allegados sabían de esto, los apoyaron, les costó pero lo hicieron. Aunque el mundo se pusiera en su contra, para ellos siempre valdría la pena.
Pero cuando llegó la noticia de que debían irse, no les quedó más remedio que terminar. YoonGi fue quien puso fin a la relación. El miedo y la incertidumbre lo invadió porque no sabía cuándo volverían a verse o si JiMin podría reunirse con ellos en algún momento. La familia de su chico no tenía los recursos suficientes para llevar esto a cabo. Así que, según sus palabras, no quería que la relación a distancia fuera una carga más, y tampoco sabía si duraría, ya que las cosas podían cambiar, y ambos podrían tomar caminos distintos. No quería hacerlo esperar y que tal vez su amor se apagara durante el tiempo que estuvieran separados.
Se arrepintió desde ese entonces de su decisión.
Esto destrozó a JiMin, él le rogó que no lo alejara, pero el temor era más grande que el amor y no lo superaron. YoonGi creía que siempre estarían juntos, JiMin era su otra mitad, lo que lo motivaba a seguir luchando cada día. Él decía que ya lo había superado y que era solo un recuerdo más, pero mentía; la voz de JiMin, su piel, su cabello, sus palabras seguían impregnadas en él.
Lo que YoonGi no sabía es que su chico pensaba en él, y lo hacía con desesperación. Cada día que pasaba era un día más en el que sufría por no tenerlo.
—YoonGi...
—No te preocupes, estoy bien.
—No luces así.
—Solo estoy cansado, sabes que el trabajo me deja así, JungKookie. —le alborotó levemente el cabello al menor tratando de calmarlo y cambiar de tema. —Volviendo a Juliette, deja que las cosas fluyan. Y por favor, no seas coqueto frente a mí.
Ambos soltaron una risa y JungKook le dio un codazo por sus palabras. Realmente se tenían un afecto profundo, conocían casi todo del uno al otro, habían vivido muchas cosas juntos y eso los unió más; eran la familia del otro. YoonGi tenía a quien proteger y JungKook tenía a quien amar.
Hablaron un rato más hasta que Marigold subió a sus habitaciones para llamarlos a comer, pero ambos se habían quedado profundamente dormidos. Desde la puerta, la señora se enterneció al ver esa imagen ante sus ojos. Su corazón se sintió lleno y feliz al contemplar a las dos personas que más quería. Aunque sabía que en unos años cada uno seguiría su propio camino, esa perspectiva no la entristeció; al contrario, la animó, pues significaba que había logrado su objetivo: brindarles la oportunidad de tener un futuro mejor.
A pesar del tenso ambiente provocado por la guerra, la esperanza seguía presente. Sin pensarlo, cerró la puerta y se dirigió a comer sola mientras recordaba el pequeño momento entre Juliette y JungKook. Para ella sería muy gratificante verlos unidos, ya que compartían muchas cosas y notaba la tensión entre ellos. Sonrió al recordar los nervios del joven y se propuso ser la que les diera un empujón para que sus corazones se acercaran aún más.
𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆ ᡣ𐭩 ⋆ ˖·˳˖𓂃
La chica se miró en el espejo mientras Alisha le peinaba, deshaciendo las ondas que anteriormente estaban perfectamente ordenadas. Su amiga se quejó en voz baja porque el cepillo se había quedado algo atascado, pero celebró cuando logró quitarlo. Miró a Juliette y esta se encontraba sonriendo.
—¿En qué tanto piensas? ¿Vas a contarme al fin qué sucede? —preguntó.
A la cantante se le escapó una risita recordando el tacto de sus manos con las de JungKook. Ese joven se le había quedado en la mente desde que lo observó desde aquella mesa en el bar.
—Conocí a alguien esta noche, Ali. —la otra chica soltó un ruidito de emoción y se sentó a su lado en la pequeña banca de cojín, esperando a que entrara en detalle, y Juliette lo hizo. Le contó cada momento profundamente y cómo se sintió, la fuerte mirada de JungKook y cómo sus ojos negros la habían puesto nerviosa, el pequeño momento en el que se pusieron coquetos y cómo él había dicho que era su admirador. Alisha escuchaba atentamente cada palabra; todo sonaba tan romántico y perfecto, estaba feliz por su amiga.
—Se oye como alguien muy atractivo, Juli.
—Lo es, y sus manos...— se quedó en silencio unos segundos y la de su lado se echó a reír, comprendiendo la emoción. —Es encantador. Quiero volver a verlo, Alisha.
—Y lo harás. Solo tienes que esperar a que la señora Marigold te confirme el día de la cena.
—¡Cierto! —se levantó y caminó hasta su cama para sentarse en ella. —¿Quieres ir conmigo? No creo que sea capaz de ir sola y...
—Me encantaría ir, pero te invitaron a ti, no a mí, Juliette. Seguro estarás bien. Sería de muy malos modales llegar con alguien más sin avisar. —dijo la chica de crespos algo apenada.
—¡No digas esas cosas! Llamaré a Marigold y le diré que irás conmigo. Decidido. Te necesito ahí conmigo.
Alisha corrió hasta la cama de su amiga y le tiró una almohada encima.
—¡Oye! —se quejó.
—Cállate. —se tumbaron en la cama y Juliette seguía con la misma sonrisa boba. —No puede ser.
—¿Qué sucede? —su amiga la miró preocupada.
—Realmente te gusta, ¿Verdad? Mira la sonrisa boba que tienes en el rostro. —la chica se tapó el rostro con sus manos, avergonzada porque había sido muy evidente.
—Sí.
—Dios, Juliette, te voy a perder. —se rieron y Alisha siguió hablando— bien, iremos y compartiremos con ese joven.
—Y con YoonGi, su casi hermano. —agregó.
—¿Casi hermano?
—Eso entendí. No lo he visto, pero creo que debe ser igual de amable que JungKook. Así que podrás hablar con él.
Alisha sonrió por la idea de conocerlo; era alguien sociable y alegre. Le gustaba hacer amigos y esperaba que YoonGi también lo fuera. Era una chica realmente adorable.
—Está bien.
Juliette tomó un cabello de su amiga y jugó con él hasta que notó que la dueña de este se quedó dormida. Se bajó de la cama y apagó las luces para volver a acostarse entre las sábanas. Suspiró y observó la ventana; el dueño de sus pensamientos durante toda esa noche fue JungKook, y como si no se cansara, repasó cada escenario con él hasta quedar sumida en un profundo sueño.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top