i.
Mi especial navideño
☆ ★ ✮ ★ ☆
Son tan afortunados.
Es lo único en lo que piensa un fin de semana por la madrugada tras haber perdido a la policía entre todos los edificios de esta ciudad ajena.
En el centro, las calles son extensas y muy anchas, concurridas, pero no lo suficiente como para recordar su ciudad natal, donde caminaban turistas por doquier y los costos eran excesivamente elevados gracias a ellos.
Pero no era así en todo el territorio: había barrios pequeños y acogedores, con lindas casas de tamaño mediano y jardines bien cuidados que las personas decoraban extravagantemente cuando se acercaba la Navidad.
Los dedos que sobresalen de sus mangas largas se sienten helados. Intenta recuperar el oxígeno tras haber corrido por tantas calles junto a Jungkook, pero al hacerlo, la gelidez del aire le quema la garganta, y acaba tosiendo y ahogándose sobre el pavimento.
—Eres un idiota —es lo primero que dice Jungkook cuando su respiración se estabiliza—. Te dije que no, esa tienda no, ESA NO.
—¿Qué carajos vas a saber tú? —masculla Jimin—. Tenemos lo que necesitamos, ¿no? Con eso sobreviviremos la semana.
Jimin se desliza por la pared descolorida y rasposa mientras Jungkook sigue quejándose como el niño mimado que es. Jimin lo entiende, no tiene por qué hacerlo, pero para su pesar sabe a la perfección qué cosas detesta Jungkook y por qué es así de idiota. No sería mejor en su lugar. Le gustaría ignorarlo y ser más frívolo, un poco más como Yoongi, quien le advirtió que no fuera un alma caritativa con este pequeño desgraciado.
Seguro que mañana empieza a nevar. Jimin cierra los ojos y su mente se arrulla en la remembranza de la sensación suave al caer sobre la nieve, los días especialmente blancos a través de su ventana, la nieve iluminada por luces coloridas en diciembre, los villancicos cálidos viniendo de la casa de sus vecinos y...
—Tenemos que irnos, Jimin —se queja Jungkook, sacándolo de los buenos recuerdos—. Hace frío aquí.
Le quiere romper la cara; si tuviera opción, lo haría. ¿Qué sabe el estúpido de Jungkook sobre lo que es mejor para ambos? ¿Cuánto tiempo lleva en estas jodidas calles de mierda? No puede decidir; es menor, estúpido e inepto.
—Mañana barrerás la nieve.
Jungkook suelta un suspiro de incredulidad.
—¿De qué nieve hablas?
—Barrerás la nieve de las casas y comeremos con lo que te paguen. Si seguimos robando comida, nos encontrarán fácilmente.
Jimin escucha los quejidos de Jungkook, pero no dice nada. En cambio, cierra los ojos e intenta dormir debajo de la marquesina de un local abandonado. Jungkook se sienta junto a él con un suspiro; suena cansado, aunque Jimin no quiera admitirlo.
Jungkook tiene razón al decir que deberían marcharse porque hace frío; eso es malo, especialmente para Jimin, pero tampoco hay otro lugar al que puedan ir en una ciudad áspera que apenas puede recibirlos.
Jimin intenta convencerse a sí mismo de que mañana podrán encontrar un lugar mejor. Mañana será un nuevo día.
Y cuando todo acabe, quizás no tendrán que seguir huyendo.
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No hay días buenos, solo días malos y días peores.
Este día, en particular, es de los malos ordinarios. Le duele el estómago por el hambre, hace mucho frío y necesita conseguir un baño cuanto antes, pero están afuera, libres y sin esconderse en esos suburbios donde, hace unos días, se arriesgaban a que los asaltaran. Además, pudieron contactar con Yoongi por la mañana, quien les dio instrucciones sobre cuál sería su próximo paradero.
No está mal.
Entonces Jimin no debería sentirse así, ¿verdad? Como si el mundo estuviera a punto de partirse sobre su cabeza. Detesta la nostalgia que le produce la Navidad; la odia.
Los últimos buenos recuerdos que tiene de esta fecha son junto a Namjoon.
Érase una vez, acababan de embargar el departamento donde se hospedaban y los habían puesto a ambos en la calle. Jimin estaba ahogándose en su propio llanto; era un desastre de lágrimas y sollozos, pateó todas las latas que encontraba e incluso llegó a golpear una ventana por accidente.
Jimin no era el afectado y, sin embargo, Namjoon jamás lo molestó por comportarse como un mocoso llorón. Su amigo —su buen amigo— puso las manos en sus hombros y lo atrajo en un cálido abrazo.
—Mañana es Navidad, ¿qué quieres que cenemos? Sea lo que sea, lo conseguiré para ti.
Y lo hizo.
Jimin fue un poco codicioso. Dijo que había un platillo de lomo al horno que su madre solía preparar. Llenaban la mesa con eso y otros platos, cada uno tan delicioso como el anterior. También había vino, muchas botellas de buena cosecha adornando la mesa; para los más jóvenes había tazas de ponche tradicional. Quizás un plato sería suficiente para satisfacer el antojo. Tal vez, con eso, estar sin casa no sonaría tan mal.
Pero Namjoon nunca fue una persona de detalles ligeros. Él siempre sorprendió a Jimin, lo colmó de las cosas más preciosas del mundo y le ofreció una cena increíble en un lugar que pidió prestado.
¿Cómo no enamorarse de él?
—¡Hyung! —llama Jungkook con su insoportable voz infantil, esa que pone cada vez que está tan jodido por las tareas que Jimin le da—. ¡Tengo las manos entumecidas! ¿Podemos parar con esto, por favor?
Por favor.
El rostro inexpresivo de Jimin, helado por el viento frío, de pronto muestra una mirada que él mismo siente demasiado comprensiva para ser usada. Ve de reojo las manos de Jungkook y nota sus nudillos enrojecidos, la piel partida. Las manos listas para fundirse en la nieve ahí mismo.
Jungkook, que es un mocoso sin conciencia, Jungkook, que tuvo la vida que Jimin siempre quiso.
Tuerce los labios con ligero disgusto y aparta la mirada, de vuelta a la pila de periódicos que tiene entre las manos.
—No —masculla Jimin con voz ronca, y camina cuesta abajo, de regreso a su labor de repartir periódicos mientras Jungkook se parte el lomo limpiando nieve.
¿Hay músculos debajo de la chamarra enorme de marca lujosa que Jungkook lleva y ha desgastado con el viaje? Quizás no. Después de todo, él es solo un mocoso de veinte años.
Maldita sea, Namjoon, ¿qué me hiciste?
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Se hace de noche y Jimin consigue un lugar donde dormir, que no es bajo una marquesina. Resulta que, mientras repartía periódicos en la calle, se hizo amigo de otro tipo en condiciones similares, y este le dijo que había un amigable albergue para los errantes de la zona. Regularmente es calmado, la mitad en su viaje psicodélico, otros hablando solos y los más cuerdos haciendo lo que se supone que hagan a esa hora: dormir.
Muchas personas miran con curiosidad en dirección a la esquina en la que se refugian, pero Jimin sabe que no lo miran a él, sino a Jungkook, quien luce aterrado en medio de tanto demente.
Hace jodidamente helado y Jimin sabe que no puede lucir frágil frente a estos tipos. Se queda sentado en el suelo, con las piernas ligeramente abiertas y los brazos recargados sobre sus rodillas. Jungkook, en cambio, se aferra a un par de sucias cobijas de lana prestadas y abraza sus piernas.
Y es por eso que ahora parecen una presa fácil.
—Duerme —ordena Jimin—. Nos turnaremos; tú duermes primero y después duermo yo.
Aunque hace lo posible por sonar seguro de sí mismo, no se sorprende cuando Jungkook comienza a cuestionarlo.
Es joven, incrédulo e idiota. No puede leer entre palabras, es desobediente como un chiquillo mimado, siempre desconfiado y quejoso. Y, mierda, Jimin realmente siente que lo odia en ratos así. Quiere hacerlo dormir y desaparecer mientras el menor está inconsciente.
Pero no puede.
—¿Cómo demonios esperas que...? —comienza Jungkook, pero no alcanza a durar lo suficiente hablando.
Jimin pone la mano sobre la boca de Jungkook y lo empuja hacia abajo, hundiéndolo entre las mantas que apestan a humedad.
El albergue es más una construcción abandonada que un lugar público. Donde debería de haber ventanas, hay maderas pegadas con clavos, y las paredes están manchadas por la humedad y el moho. Alguna vez este lugar debió ser algo, porque hay capas de pintura desgastada y habitaciones de tamaños irregulares, unas más grandes que otras.
Si no era demasiado obvio, resulta que tampoco hay luz, es una bendición que los vagabundos sean buenos juntando basura para luego transformarla en fogatas. Ojalá eso fuera una profesión.
No obstante, es tan claro como el agua que ellos dos no pertenecen a un lugar así. Al menos Jungkook no.
Al cabo de un rato, Jungkook deja de resistirse y se queda dormido. Jimin, en un intento de controlar su propia somnolencia, decide que mirar el pacífico rostro de Jungkook es una grandiosa idea y, lejos de encontrar algo con lo qué burlarse, descubre que parece un ángel.
Jungkook tiene varios lunares peculiares: uno pequeño en la punta de la nariz y otro debajo del labio inferior, luce maravilloso. Quizás no es el hombre con el rostro más perfecto del mundo, pero el suyo es muy atractivo comparado con el promedio. No hay tantas cosas que parezcan desagradables a primera vista, y su voz es varonil e hipnotizante, como la de los chicos de las películas. Jimin está seguro de que el menor sería muy popular si todavía asistiera a la universidad.
Y eso que Jimin nunca la ha pisado.
No es lamentable. La verdad es que nunca pudo decidirse por una carrera. Namjoon le insistió incontables veces y lo llevó a decenas de conferencias de distintas universidades públicas, pero no. No era lo de Jimin.
Y si iba a tirar su dinero y tiempo en un lugar, no sería en algo que no le gustara.
Los sueños de Jimin eran más sencillos.
—Oye, tú —una voz áspera lo llama desde la entrada—. ¿Jihyun?
Ese es el nombre falso que Jimin les dio.
—¿Sí? —responde.
—Ven aquí un momento, ¿quieres?
El hombre que lo llama ronda los treinta años. Se ve mejor que todos los hippies de alrededor, tan decente como Jimin, pero su mirada... ¡oh, su mirada! Jimin es fiel creyente de que los ojos hablan, y los de este tipo no son muy amables.
Lo mira con desconfianza, con los músculos tensos y el abdomen cosquilleándole. Todos los que, a tan altas horas de la noche, no pueden conciliar el sueño, se han callado desde que el tipo habló y lo miran. Tienen los ojos sobre él como subordinados frente a su maestro.
Eso no pinta nada bien.
—¿Para qué? —cuestiona Jimin en voz baja, en un intento de no sonar tan ofensivo.
El hombre pone los ojos en blanco. La impaciencia lo hace golpear repetidamente el suelo con la punta del zapato.
—Solo trae tu trasero aquí, mocoso, tenemos que hablar al menos con uno de ustedes.
Oh.
Claro, Jungkook y él son extraños. Además, el tipo que les enseñó el lugar no está alrededor para abogar por ellos. Es normal que quieran conocerlos, darles algunas reglas y esas cosas: las introducciones usuales en este tipo de lugares.
Jimin no quisiera dejar a Jungkook solo, pero fue difícil hacerlo dormir y será peor intentarlo más tarde. Mierda, tiene que dejarlo solo.
Jimin se deshace de las mantas y las tira sobre Jungkook, quien responde a la acción con un ligero ronquido y un poco de movimiento. Bien por él. Dormir con esa pesadez es algo envidiable para los intranquilos como Jimin.
Sin antes echarle un vistazo a Jungkook, Jimin sigue al desconocido hasta una de las habitaciones escaleras arriba. El hombre no le dice nada, tiene las manos en los bolsillos y se mueve como si ese pedazo de ruina fuera su propia casa, con una tranquilidad intimidante que hace sentir a Jimin fuera de lugar.
Cuando el tipo frena, Jimin se golpea torpemente contra su espalda y se disculpa en voz baja. El cabrón es alto y duro.
—Adelante.
Jimin tiene que pasar alrededor de él para poder ver la puerta de la habitación a la que el hombre lo está invitando.
Si el pasillo es aterrador y oscuro, ver una habitación con puerta, cuando ninguna ahí tiene una, es todavía más aterrador y no genera nada de confianza.
—¿Qué es esto? —pregunta Jimin, sin intenciones de abrir—. ¿Por qué me traes hasta aquí?
Parece como si Jimin estuviera quebrando los nervios de este idiota. Esa falta de paciencia hace que lo tome del hombro e intente meterlo a la fuerza. Por supuesto, Jimin reacciona de inmediato, clava las uñas en la madera vieja del marco de la puerta y se tensa lo más que puede para ser inamovible.
Desafortunadamente, adentro hay más personas. Dos hombres lo sujetan rápido de los brazos y las piernas, y después se cierra la puerta.
—Por favor, cariño, no hagas esto difícil y paga por quedarte.
Estar a salvo no sería tan fácil.
Es un idiota.
Es peor que Jungkook.
—No tenemos dinero —miente, porque el dinero que juntaron es esencial para que puedan marcharse de aquí antes de que la policía pueda seguirles el paso.
—Yo nunca especifiqué el método de pago.
El rostro serio del hombre se deforma en una mueca de diversión. Su sonrisa guarda una oscura perversión detrás que a Jimin le genera ganas de vomitar.
No quiere rendirse, pero tampoco puede luchar.
Piensa en cómo salir de esta habitación. Si es lo suficientemente fuerte, quizás pueda deshacerse primero de los hombres que lo sostienen. No son tan grandes, son casi tan delgados como los vagabundos desnutridos de allá abajo. Quizás el hombre que lo trajo hasta aquí sea el verdadero problema, pero deshacerse de él podría ser un plan aparte.
Jimin también podría gritar; con suerte, alguno de esos gritos llegará a alguien. Podría incluso despertar a Jungkook.
O simplemente podría quedarse quieto, porque Jungkook está allá abajo en manos de esas horribles personas. Un movimiento en falso y la insignificante vida de Jimin no será lo único que termine en la basura.
¿A partir de ahora va a ser así? ¿Con la vida de ese joven veinteañero siendo la prioridad entre ambos?
—Él es importante para mí. Prométeme que lo cuidarás, Jimin, promete que cuidarás a Jungkook.
Escucha las hebillas de los cinturones sueltos, el metal contra el metal frío y un sonido agudo. Se apresura en cerrar los ojos, las piernas y la boca.
Piensa en otros días.
Piensa en esa cena de Navidad.
Piensa en los villancicos que provenían de la casa de sus vecinos.
Recuerda las risas.
Recuerda la humedad de la nieve.
Las manos dormidas, hormigueantes y frías.
Oculto en los grandes bolsillos de las chamarras de Namjoon.
Es verdad, ahora está nevando. Hoy vio la nieve por primera vez en años.
Blanca, brillante...
Un gemido de dolor, fuerte y claro, resuena contra sus oídos.
Y a él le siguen otros.
Cae al suelo.
Sus muñecas y piernas, que hace un momento se sentían adoloridas, de pronto encuentran el alivio de ser liberadas y la huella de las manos que tenía encima forma un calor que le escuece la piel.
Abre los ojos y parpadea muchas veces, intentando acostumbrarse a la luz de la habitación de la que se había perdido por quién sabe cuánto tiempo. Cuando consigue reconectarse a la realidad, lo primero que ve es a Jungkook gritándole desde la puerta para que se ajuste los pantalones y salga junto a él antes de que alguien más venga.
Jimin se queda en blanco.
¿Qué hace Jungkook despierto?
¿Cómo llegó hasta ahí?
¿Cómo es que noqueó a todos estos tipos?
¿Y dónde encontró un tubo de metal tan grueso?
—¡Carajo, Jimin!
Jungkook tampoco es demasiado paciente. Se inclina y lo carga entre sus brazos con una sorprendente fuerza que no parecía tener esta mañana cuando maniobraba la pala para recoger la nieve.
El camino desde el pasillo oscuro hasta la salida del albergue se siente eterno.
Se llenan de miradas horribles y aterradoras. Algunos corren en dirección opuesta y Jungkook maldice en un susurro, le dice a Jimin que, al cruzar la calle, ellos se habrán dado cuenta de lo que ha hecho y entonces no podrá cargarlo más; tendrán que correr.
Por primera vez, Jimin no pregunta nada y deja que Jungkook se encargue.
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No tarda en aparecer en el periódico.
Es extraño porque nadie se preocupa por las personas sin nombre, es decir, las que no tienen ni descendencia, ni estatus, ni ninguna otra clase de patrimonio.
Pero por primera vez describen el ataque violento que surgió de una lucha entre pordioseros que se refugiaban en un albergue, y están buscando a los culpables.
Lamentablemente, las descripciones son perfectas. Desde la edad, hasta las estaturas, la complexión, las facciones, el color de cabello, los lunares, las marcas, las cicatrices... Es horriblemente específico.
Y es así como poco a poco comienzan a ser empujados de la ciudad antes de tiempo, Yoongi jamás se comunica, esto no era parte de los planes.
—Deja eso ahí, hyung —Jungkook le arrebata el periódico y lo avienta al primer contenedor que encuentra—. No tenemos que llamar la atención, así que se terminó esta mierda de repartir periódicos y juntar la nieve.
Jimin no se molesta como usualmente lo haría, ni le reclama por ser un mocoso imprudente sin modales. Desde lo acontecido ese día, se ha sentido mentalmente adormecido, quiere pensar tan rápido como antes, buscar la manera de contactarse con Yoongi y salir de ese lugar pronto, pero todo lo que puede sentir es un terrible dolor de cabeza y hambre, mucha hambre.
—Jungkook —masculla, con la voz cansada—. ¿Qué se supone que hagamos si no es esto?
Jungkook no lo piensa, como si ya hubiera preparado la respuesta hace mucho tiempo.
—Robar una tienda.
Lo que estaban haciendo hace una semana, por supuesto, robar tiendas.
No hay muchas por aquí, hay una al final de la avenida y a cierta hora se vuelve menos transitada, pero todavía existen los detectores, las cámaras de seguridad, los guardias, la policía...
¿Cómo lo hacían antes? Jimin se fuerza a recordar.
Antes los planes eran perfectos y ahora solo ve trabas por todos lados donde antes no había.
—Ya nos reconocen —contesta, saca el periódico de la basura y extiende la nota donde hablan de ellos y del incidente—. Estamos aquí.
—Jimin, por dios —Jungkook arranca la hoja del periódico y la rompe a la mitad—. ¿Quién lee periódicos hoy en día? ¿Crees que a la gente le importa atrapar indigentes que pelearon con otros indigentes? Por favor, te necesito en esto. Tú sabes cómo hacerlo, piensa y entraré a la tienda a hacer lo que digas.
Jimin se ríe sin ganas, mientras niega con la cabeza.
—Antes odiabas hacerlo y me recriminabas por...
—Eso fue antes de que casi te lastimaran —lo corta Jungkook—. Hyung, no podemos volver a depender de los demás para sobrevivir.
Sus palabras le roban el aliento por unos segundos y al verlo a los ojos, lo primero que viene a su mente es la mirada que Jungkook puso cuando escaparon de ese horrible lugar. Estaba lleno de preocupación genuina, inspeccionó a Jimin de arriba a abajo, en busca de alguna señal de que algo realmente malo le hubiera pasado y cuando corroboró que no fue así, suspiró con un alivio que ni siquiera el propio Jimin, quien fue el afectado, se permitió sentir.
Jungkook actuó como si Jimin le importara.
No se iba a engañar con que ahora tenían una especie de conexión, porque desde un inicio Jimin sabía que él era el boleto al cielo que Jungkook requería y que la relación entre ambos era pura conveniencia.
Pero aún así...
—Hay una tienda junto a una gasolinera, después de las diez de la mañana la seguridad se toma un descanso y van a desayunar a un restaurante que está al otro lado de la avenida —recuerda Jimin—. Tal vez sea el lugar y el momento perfecto... no lo sé.
Jungkook sonríe mostrando sus hermosos dientes frontales, más grandes que los demás, la sonrisa de un inocente conejillo.
—Perfecto, hyung, esperemos y hagamos eso.
Después de eso regresan al callejón en el que se refugiaban y dejan pasar una larga hora en silencio.
¿En qué momento Jungkook se volvió más obediente? Tal vez su lado desafiante estaba guardado especialmente para personas desagradables como Jimin. Tal vez con este lado inocente fue que Jungkook conquistó a Namjoon.
No se parece a Jimin y eso es todavía más desconcertante, porque Jimin siempre ha sido del tipo que cuestiona todo hasta el final, el que necesita hechos sobre los testimonios, el que cansa con su pesimismo y cree que ya lo sabe todo.
Namjoon siempre lo llevaba de la mano para poner sus ideologías a prueba, una vez fueron a la hermosa panadería de un conocido solo para demostrarle a Jimin que incluso de un tipo adicto podía salir un famoso panadero siempre y cuando existiera la pasión en el oficio.
¿Es Jungkook tan importante para Namjoon porque el menor no necesita generarle esa clase de molestias?
Seguramente lo es.
Y por eso Jimin jamás podrá tener más allá de horribles sentimientos por él.
Porque Jungkook lo alejó de Namjoon, le quitó lo único que a Jimin le quedaba.
Lo apartó.
—Hyung, son casi las diez, ¿nos acercamos?
¿Y cómo puede Jungkook mirarlo con tanta obediencia cuando Jimin solo siente odio?
—Vamos.
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Hay tantas cosas que Jimin quiere preguntarle a Jungkook, pero no puede.
Jimin quiere saber cómo conoció a Namjoon y desde cuándo. Tal vez fue muy poco tiempo, o quizás fue mucho. Puede que su encuentro no haya sido ni la mitad de especial de lo que fue con Jimin, puede que sea mejor.
Jimin conoció a Namjoon en un día tan nevado como este, en aquel entonces no tenía mucho tiempo de haber perdido su hogar cuando este hombre sonriente, que había atrapado la belleza del otoño reciente en su piel, vino a Jimin y le ofreció un café dulce y caliente.
—Me llamo Namjoon, espero no incomodarte, pero te he estado viendo desde allá adentro. ¿Esperas a alguien?
—No —masculló Jimin, anonadado.
—Perfecto, porque quizás llevo más de tres horas viendo cómo te congelas y empiezo a sentirme mal. No puedo permitir que un hombre tan joven como tú se congele frente a la tienda de mi mejor amigo, ¿verdad? —agregó Namjoon.
¿Hay una entrada tan amable como esa? ¿De verdad podría existir?
—Hyung, no has comido nada —Jungkook interrumpe su línea de pensamientos, comienza a volverse un pésimo hábito, el muchacho no sabe cómo cerrar la maldita boca todo el día—. ¿Puedes comer por lo menos el pan?
—Estoy bien así, guárdalo o cómetelo.
El robo salió bien. Si el señor de la tienda en verdad logró darse cuenta de algo, no dijo nada cuando Jungkook le dedicó una intimidante mirada fría que incluso dejó a Jimin paralizado.
En lo más profundo de su ser, a Jimin le asusta la familiaridad en el cambio de Jungkook, es justo como Jimin empezó antes de que Namjoon pudiera rescatarlo de su espiral de amargura, el mismo al que volvió cuando Jungkook llegó a sus vidas.
—Si comes la mitad de esto, te diré lo que Yoongi me dijo esta mañana.
—Por favor, eso no funcionará conmigo... —se queja de mala gana, pues los chantajes son las cosas con las que más ha lidiado en los últimos años y ha aprendido perfectamente bien a controlarlo. Piensa que lo que no se tiene no se pierde. Hasta que cae en cuenta de lo dicho—. ¡¿Esta mañana?! ¡¿Hablaste con Yoongi esta mañana y no me dijiste nada?!
Jungkook se encoge de hombros con una expresión infantil. El enojo se apodera de la mente de Jimin cuando se pone de pie y se lanza sobre él, completamente listo para arrancarle esa tonta sonrisa del rostro. Pero no llega a nada.
Jungkook lo detiene, tomándolo de las muñecas, como si fuera un simple muñeco de trapo al que puede malear con un solo dedo. Jimin es tan buen perdedor que se rinde con una mirada amarga luego de forcejear inútilmente. La vista le duele y la blancura del día solo lo empeora. Todos sus músculos están tan entumecidos que pequeños movimientos bruscos solo le generan calambres. Ni hablar de lo seca que tiene la garganta; dio todo de sí al gritarle a Jungkook hace unos segundos.
No le quedan más energías.
—Solo es la mitad de un bollo de chocolate —susurra Jungkook, su mirada rota destruye un muro que Jimin impuso entre ambos desde el primer día.
Si Jungkook lo quisiera, si lo odiara tanto como Jimin lo odia, bastaría con un movimiento de esos brazos fuertes para incapacitarlo y dejarlo a la deriva. Bien, quizás suena inhumano pensarlo así, ideas típicas viniendo de Jimin, no de Jungkook.
Pero si Jungkook todavía parece querer llorar cuando se trata de Jimin, si él también sacrifica su vida por él como lo hizo en el refugio, ¿eso no lo hace un aliado?
—Como sea...
Jungkook lo suelta y Jimin arrebata el paquete de pan para luego tirarse en el suelo húmedo y comenzar a comer. En el segundo bocado, las ganas de devolver lo persiguen, traga con fuerza y se obliga a sí mismo a masticar el tercer bocado, no para de hacerlo hasta que Jungkook se digna a hablar.
—Hyung, esta noche dejaremos esta ciudad —comienza a hablar—. Iremos a nuestro siguiente destino y quizás ese sea el último lugar al que tengamos que ir antes de que todo esto termine...
—¿Namjoon está vivo...?
Jungkook aparta la mirada.
—Yoongi hyung todavía no puede responder a eso.
Jimin se queda sin ganas de hablar. Falta un rato para que se haga de noche, todo puede pasar.
Guarda el pedazo de pan en su viejo abrigo para más tarde y pasa el rato admirando sus delgadas manos pequeñas que se han puesto todas callosas por el frío. Si Namjoon las viera, ¿todavía tendría ganas de darle besos en los nudillos?
—Lo siento —dice Jungkook en voz baja—. No deberías de estar pasando por todo esto por mi culpa. Yo solo...
—Silencio.
No pretende sonar demasiado duro. La palabra se siente incluso pesada en su lengua, mas las disculpas son lo que menos sirve en estos momentos, y a un par de edificios están cantando hermosos villancicos que devuelven a Jimin a su infancia. Son lo único que puede ayudarlo a escapar mentalmente de esta miseria.
Jungkook también se rinde frente a él.
Ambos se quedan atrapados en ese pequeño callejón donde quiere acumularse la nieve. A varios metros de distancia solo pasan los autos y alguna que otra persona con montones de prendas térmicas encima.
Son las últimas horas en una ciudad completamente desconocida que nunca pudo terminar de acogerlos. Este arisco lugar de altos edificios y tristes construcciones hechas a medias no conoce la belleza de una temporada fría hecha para que las familias sean unidas.
Muy lejos de aquí, Jimin recuerda su hogar. A pesar del bullicio del centro de su ciudad natal, donde los turistas llenaban cada rincón y los precios parecían diseñados para ellos, las afueras eran lo que siempre había amado. Un lugar cálido entre montañas, con casitas coloridas acomodadas en filas, mercados vibrantes y un aire tranquilo que lo abrazaba como ningún otro.
A estas horas, los habitantes de su provincia ya deben de estar organizados para las posadas, encendiendo luces y preparando las calles para la interminable fiesta navideña. La brecha entre ese recuerdo y la fría ciudad desconocida donde se encuentra ahora le revuelve el estómago. Incluso si quisiera huir de todo para volver allí, sabe que ya no existe un lugar para él en casa. No le queda de otra más que escuchar las suaves voces infantiles que cantan a lo lejos con un inglés flojo, quizás en el pequeño preescolar al final de la calle.
A veces, Jimin alza la mirada y descubre a Jungkook mirándolo. Una mezcla de culpa y preocupación se asoma en sus ojos redondos, sentimientos que Jimin no alcanza a comprender. El menor se sobresalta y dirige la vista hacia cualquier otro lado en un intento de disimular. Jimin bufa con disgusto, baja la mirada y, más tarde, el ciclo se repite.
Ya casi es Navidad.
☆ ★ ✮ ★ ☆
Les debo muchas explicaciones.
Todo este tiempo me la he pasado trabajando en diversas historias, siempre un poco de todo, pero nada completo de algo en concreto.
Este especial nació hace dos meses y la verdad es que no pretendía ser navideño, por primera vez en un tiempo me permití dejarme llevar para traerles este regalo.
No sé si serán 4 o 5 capítulos, si esto les sirve para tener una idea, tengo el 70% de la historia escrita, lo que significa que no habrá actualizaciones lentas y si nada me lo impide, mañana mismo subiré el segundo capítulo. Espero ver muchas teorías, porque es la idea de esta trama.
Gracias por unirse a la lectura de esta linda historia.
—Princess.
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