❝死んだ神の国❞:Save me
Encerrada en la soledad de su modesta cabaña, aquella Diosa se abrazaba a sí misma, en un rincón de su amplia cama, mientras la ansiedad hacía que sus músculos se tensaran, su pecho se comprimiera y las lágrimas quedarán en sus ojos, siempre al borde del llanto.
Aún no empezaba el dolor, pero la incertidumbre y aquella presión psicológica de estar esperando lo peor hacia que su cabeza doliera mientras su ansiedad seguía creciendo.
Podía sentir a sus lindos humanos aterrados, ella también tenía miedo, ninguno podía hacer nada para evitar la catástrofe que se avecinaba.
Se sentía igual que la última vez, el Dios Creador estaba furioso, e iba a calmar su furia castigando a la humanidad con todas las catástrofes qué podía haber; maremotos, incendios, huracanes, temblores... Se perderían miles de vidas, miles quedarían heridos, tardarían mucho en reconstruir su mundo de nuevo.
Todo por un Dios omnipotente y sin sentimientos, sin sentir piedad por las vidas perdidas, ni el sufrimiento de la humanidad,y por consecuencia, de ella: El fracasado intento de una Diosa de los Humanos, otro Dios Indeseado de los cuantos que había en aquel lugar, llamen como lo llamen: Inframundo, Mundo de Abajo, o la Tierra de los Dioses Muertos, era lo mismo.
Todo lo rechazado por el Dios Creador iba a parar allí, durante sus primeros momentos de existencia, en el Mundo de Arriba, le habían hecho creer que aquel lugar era como un basurero gigante dónde iban las peores cosas, una Tierra horrible llena de sufrimiento y castigo por no ser lo suficientemente bueno.
Aunque aquellas palabras estaban muy lejos de la realidad.
Pasó unas cuantas horas en soledad, esperando entre lágrimas mientras el miedo crecía y crecía en su pecho, hasta que alguien tocó la puerta, no pudo responder, porque sentía un nudo en la garganta y su voz no surgió, fue cuestión de segundos para que la puerta se abriera y escuchara los pasos apresurados que fueron hacia su dormitorio.
Cómo creía, allí estaba la única persona que en verdad se preocupaba por ella, Namjoon, el Dios del Inframundo.
Él la había recibido poco después de haber llegado a ese mundo, la había consolado luego de sentirse una decepción, como Diosa Indeseada solo podía pensar cosas negativas de su expulsión, Namjoon la ayudó a ver su nueva libertad y a rehacer su vida, le mostró la realidad de nuevo.
El Dios del Inframundo disfrutaba de hacer eso con los Dioses nuevos que llegaban, era muy querido entre todos por ser tan amable, protector, maduro y cuidadoso, todo lo contrario a su hermano, aquel llamado Dios Creador.
―Jisoo...― Se acercó a ella para abrazarla, la Diosa menor temblaba del llanto.―Lo siento, recién me estoy enterado de lo que está pasando en la Tierra de los Humanos...― Dejó caricias en su largo y ondulado cabello.―Pasará, Soo, todo va a estar bien.
―¿Q-qué les están haciendo... a mis Humanos?― Murmuró, Namjoon no estaba seguro de contarle, porque no sabía si le haría bien, decidió usar el tono más suave que tenía.
―Jungkook, está muy molesto por algo... Y se quiere desquitar con ellos― Dijo, mientras dejaba suaves caricias sobre su cabello, Jisoo escondía el rostro en su cuello buscando quizás un lugar para esconderse y sentirse protegida, aunque sabía que no lo iba a encontrar.―Cómo siempre, su ego y su maldad no le deja contemplar el valor de la vida de los más inocentes.
―¿P-Por qué? ¿Porque está enojado?― Suspiró profundamente para contener el llanto.―¿Por qué está haciendo todo esto otra vez?
―No lo sé aún, Jisoo.― dijo el Dios mayor, en un tono bastante bajo, él no tenía comunicación con el Mundo de Arriba, no podría saberlo tan fácil.―Pero lo voy a averiguar, no te preocupes.
―¿Los has visto?
Namjoon asintió levemente, podía ver la Tierra de los Humanos, después de todo, él también habría creado aquella tierra, por más que no ejercía su poder sobre esta, podía ver lo que ocurría, aunque no solía hacerlo mucho, ya que no era su responsabilidad.
―Se están poniendo a salvo lo más que pueden Soo, tus humanos no son ningunos tontos... Van a aguantar con todo lo que tienen.― Murmuró, intentando que aquellas palabras fueran un consuelo.
―Ellos son pequeños y débiles.― Le recordó Jisoo.―Con un solo paso del Creador sobre la Tierra se formarían terremotos que acabaría con ellos... Con tocar el agua pude provocar tsunamis... Con soplar hará tornados...
>> Ellos no pueden hacer nada contra él.
Por más que Namjoon hubiera querido decirte que aquello era sólo un pensamiento negativo, Jisoo tenía razón, así que permaneció en silencio, con la joven Diosa abrazándose a él en búsqueda de un poco de consuelo.
―Quizás la Diosa nueva sepa algo.― Dijo Jisoo luego de un rato.―Ella llegó aquí ayer.
―Lo sé,― Namjoon asintió, la había visto llegar, la hubiera ido a recibir pero las últimas noticias sobre los Humanos lo tenían mucho más preocupado por la Diosa más sensible que conocía.―tendría que ir por ella, ¿vas a estar bien?
―Los dos sabemos que eso no es tan fácil de decir.― Jisoo sonrió con algo de pena.―Pero si podemos resolverlo a tiempo, estaré bien.― Su voz sonaba temblorosa, todo su cuerpo temblaba en realidad, sentía miedo y ansiedad creciendo bajo su piel, envenenado cada célula de su cuerpo de a poco, y casi podía sentir una mano sobre su garganta, lista para asfixiarla pero sin hacerlo aún, la inquietud, y la incertidumbre la iban a romper de a poco.
―Buscaré a Chaeyoung, le preguntaré, Soo, todo se resolverá, solo... Quédate aquí, y cuídate.― Pidió el mayor con un tono de voz bajo y calmado.
Jisoo asintió, le dijo que era mejor marcharse, para buscar respuestas, lo más rápido posible.
El Dios mayor se retiró del lugar, salió al exterior de la modesta cabaña, y creó una ventana, aquel rectángulo flotante que le mostraba imágenes de lo que quería ver, podía ver cada rincón del mundo, con su mente preguntó por la joven Chaeyoung, tomó apenas segundos para que la imagen de la chica apareciera frente a sus ojos, cargaba con un conejo de pelaje dorado y miraba con curiosidad, buscando algo.
La chica era en serio muy bella, su cabello estaba desordenado, largo con ligeros rizos, de un perfecto color dorado, sus ojos eran grandes y expresivos, llenos de brillos, enmarcados por el rubor rosado de sus mejillas.
―Oh, disculpa.― Dió un salto cuando escuchó una voz a sus espaldas, para encontrarse con aquella joven Diosa, quien le dedicó una sonrisa tímida.―Estoy buscando a Jisoo, la Diosa de los Humanos, ella está-
―Chaeyoung, Diosa de todo lo Bello.― El tono de Namjoon fue bastante serio, haciendo que la menor tuviera algo de miedo, Rosie saltó a sus brazos y se escondió en el doblés de su codo, entre sus ropajes de seda rosa.
―S-si.― Murmuró, con un asentimiento.―¿Cómo lo sabe?
―Todo lo que mi hermano crea y viene a este mundo es de mi conocimiento, especialmente uno de sus Dioses.
―¿Hermano?― Preguntó, sorprendida, alzando sus cejas, sus ojitos se hicieron más grandes y brillantes.―¿El del Dios Creador? ¿Eres el... Dios de la Destrucción?
―Se llama Jungkook, ese título que se puso es una mierda.― Dijo Namjoon, no le gustaba ni un poco que se llevara el mérito de todo con aquel apodo, ninguno de sus Dioses sabían su nombre real porque no se presentaba con este.―Y no, no destruyo nada, ese debería ser el título de Jungkook, para ser sincero.
Chaeyoung no entendía nada, pero permanecía asustada y con ojitos sorprendidos, esperando entender algo, por lo que había aprendido... Nada de lo que sabía era cierto, nada de lo que le dijeron en el Mundo de Arriba era cierto.
―¿Buscabas a Jisoo?― Preguntó.
―¡Sí!― Dijo, asintiendo, casi lo había olvidado.―Sí, yo... La fui a buscar a aquella puerta, aquella cueva con un lago, por dónde llegué y ella estaba allí, pero ya no estaba.― Explicó con algo de nervios.―Y después sólo... Sentí que ella estaría por este lugar, no sé, algo... Me guió hasta aquí.― Murmuró, hasta ella estaba confundida, había sentido como si algo en su corazón tirara hacia aquel lugar, y allí estaba, junto a una cabaña modesta, y frente a aquel extraño.―¿Jisoo vive aquí?― Preguntó.
―Si, pero ella no está en condiciones para-
Fue interrumpido cuando un grito cargado en pánico y miedo, un grito que rogaba ayuda inmediata, se escuchó venir desde el interior de la casa.
―¡Namjoon!
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