❝死んだ神の国❞:Begin

―¿Así es el Mundo de Arriba?― Jisoo frunció el ceño con una mueca de asco, luego de escuchar el relato de la vida de la joven Diosa.―Bueno, ya era una mierda cuando me fui, así que no me sorprende del todo pero si decepciona que siga siendo tan malo.

―¿Tú también te escapaste, Jisoo?― Preguntó Chaeyoung, con ojitos grandes y curiosos, llenos de estrellas, eran tan brillantes y tan redonditos que la otra estaba aguantando las ganas de tomar sus mejillas para mirarlos por los siglos de los siglos.

―Algo así.― Respondió simplemente, se encogió de hombros.―Fue hace bastante, no importa realmente.

La rubia asintió, se notaba que Jisoo no quería hablar al respecto.

―Creo que iré a recorrer un poco más del Inframundo.― Anunció Chaeyoung con una sonrisa, levantándose, se había sentado junto a Jisoo en la orilla del agua, viendo la cascada y escuchando aquel sonido con tranquilidad, de lejos, el agua no parecía tan turbulenta como en verdad era.

―Es un lindo lugar, algo... Diferente, pero es lindo.― Dijo la otra Diosa.―Las personas y criaturas aquí son muy amables, puedes pedirles ayuda si necesitas algo, no tendrás problemas, y sino, ya sabes dónde estoy.

―Gracias.― Dijo la rubia, y la Diosa se perdió en esa sonrisa de dientes perfectos, y esos ojitos que se hacían pequeños de forma encantadora.

―De nada, Chaeyoung.― Murmuró, aunque estaba tan embobada de aquel rostro que no reaccionó hasta que la joven y libre Diosa se dió vuelta, para alejarse entre las Tierras del Inframundo, con el pasto muy alto y árboles de corteza oscura y gran altura, sin rumbo realmente, pero buscando encontrar algo.

La vio desaparecer e irse, la admiró desde la distancia, sentía una extraña curiosidad por ella, quería seguirla, pero su lugar estaba allí, esperando que algún alma en pena de algún pobre humano tenga que ser consolada.

Jisoo no tenía un trabajo realmente, porque ya no era una Diosa del Mundo de Arriba, entonces no le debía nada a nadie, puesto que allí no existían las obligaciones, pero era su pasatiempo, le gustaba estar allí, porque siempre había amado a los humanos, y aún siendo una exiliada, una Diosa Indeseada, quería ayudar y llevar regalos a los únicos seres que de verdad le importaban.

Pasó largo rato viendo el agua de la cascada, escuchando el suave eco de esta al caer, y de la corriente fluir, pensando en aquella linda Diosa, con hermosos ojos y perfecto rubor, tan tranquila y en paz... Hasta que sintió un profundo miedo, creciendo en los confines de su corazón, llenando rápidamente su pecho con una fuerza abrumadora, como una explosión de mil bombas, se abrazó a sí misma con dolor, mientras las lágrimas subían rápidamente a sus ojos.

Como Diosa de los Humanos, Jisoo había perdido el puesto, pero nunca sus poderes, y uno de ellos era la Empatía, podía sentir lo que los humanos sentían, un don tan preciado y que podía ser hermoso, casi siempre estaba lleno de dolor y tristeza, porque los humanos eran de los seres más sufridos de todos los mundos.

Eran sus humanos, sus lindos humanos, aterrados en forma masiva e intensa, por un mal que se avecinaba, una situación muy similar a algo que ya había vivido antes, y que nunca había terminado bien.

El aire le faltaba, sintiendo todo su cuerpo débil temblar, sólo pudo pensar en ir a casa, a ese cómodo hogar que ella había creado para descansar en aquel mundo, para protegerse un poco de la crueldad y el dolor que estaba por llegar, que iba a invadirla completamente, dejándola indefensa y débil de nuevo, igual que otras veces.

Así que simplemente se fue, ignorando el hecho de que quizás, una joven Diosa regresaría a buscarla, y no la encontraría.

Chaeyoung caminó demasiado tiempo, cruzando un gran bosque pero que estaba muy vacío, cada tanto podía ver alguna casita, como cabañas, pero parecían tan vacías y espeluznantes que no quiso detenerse allí.

La oscuridad era bastante profunda, todo estaba rodeado de aquella leve luz azulada proveniente de una fuente desconocida, pero que no le ayudaba demasiado, así que creó unas cuantas luciérnagas para alumbrar un poco más su camino, los pequeños seres luminosos la acompañaron como si fueran una tropa de estrellas que la seguían.

Sus piernas estaban cansadas de caminar, y pensó mil veces en regresar con Jisoo, porque era la única persona que había visto en todo ese rato, pero estaba demasiado agotada, encontró un gran árbol caído, y aunque estaba acostumbrada a aquella cómoda y elegante cama en su palacio, no cambiaría su nueva libertad por nada del mundo.

Por fin tenía lo que tanto deseaba, por fin era ella, sólo ella, era su propio nuevo comienzo.

Se recostó sobre aquel tronco, tenía un par de ramas que podían sostener su cuerpo en aquella circunferencia, dejó a las luciérnagas ir, para que quizás ellas pudieran encontrar algo de compañía, y cerró sus ojitos para ir al mundo onírico en pocos minutos, estaba demasiado cansada.

Pasaron unas cuantas horas, aunque al despertar, Chaeyoung sentía como si hubiera dormido siglos, su cuerpo dolía y estaba pesado por el cansancio y el desgaste de tanta acción el día anterior, en verdad, no se hubiera levantado nunca... De no ser por sentir un picoteo en su pierna.

Abrió sus ojos, siendo cegada por demasiada luz, frotó sus párpados para despejarse, mientras soltaba un quejido somnoliento, con un amplio bostezo finalmente pudo ver quién la había despertado.

Se sorprendió al ver a un niño de no más de siete años, que cargaba una rama bastante larga en su mano, el pequeño la miró con ojos llenos de sorpresa y mucha admiración.

―Hola.― Murmuró la joven Diosa, levantándose un poco, sentándose sobre aquel duro tronco, el niño la seguía mirando con miedo.―Hey, no te haré nada, no muerdo, tranquilo.

El pequeño asintió levemente.

―Soy Chaeyoung, ¿cómo te llamas?― Se presentó, con una sonrisa encantadora, podía notar que aquel pequeño era un humano, y nunca había visto un humano tan de cerca.

Era adorable.

―Soy E-Eunwoo― Murmuró, con timidez.―Tú no pareces de aquí.― Añadió, extrañado.

Y es que Chaeyoung destacaría en cualquier lugar que iría, creía que debía acostumbrarse a esa idea.

―¿Estás solo? Eres muy pequeño para estar por aquí.― Chaeyoung cambio de tema, viendo al niño frente a ella, vestido con ropa evidentemente sucia y vieja, su piel se veía algo gris, posiblemente por la suciedad también.

―Mis padres no vinieron conmigo.― Dijo Eunwoo, negando.―Estoy solo.

Chaeyoung tardó dos segundos en recordar que todo humano que estuviera en el Inframundo, en realidad está muerto en la Tierra, de repente de sintió realmente mal por aquel pequeño, le parecía injusto y casi inimaginable que una vida tan joven se perdiera tan pronto, aunque si era realista, sabía que aquel no era el único niño en ese lugar.

―Yo también estoy sola.― Admitió la rubia, dedicándole la sonrisa más amable que pudo encontrar.―¿Quieres acompañarme?

El niño asintió levemente y se sentó a su lado, se notaba la curiosidad en sus oscuros ojitos, viendo los razgos de Chaeyoung más de cerca y con admiración, notando las estrellas en sus ojos, aquel notable brillo en su rizado cabello, y toda su apariencia, mucho más limpia e inmaculada que la de él.

―¿De dónde vienes?― Preguntó Eunwoo.

―Pues... Vengo del Mundo de Arriba― Dijo, señalando hacia el cielo.―Soy una Diosa...― Murmuró, con algo de duda.―¿Tanto se nota?

El niño asintió con ganas, y sonrió con emoción.

―Nunca había visto un Dios...― De repente sus cejas se alzaron como si hubiera recordado algo.―Oh, conozco a alguien que también dijo venir del Mundo de Arriba, bueno no es un alguien... Es un conejo, pasó por aquí anoche.

Chaeyoung alzó sus cejas, de repente su tranquila expresión cambio a una preocupada.

―¿Un conejo? ¿Cómo era? ¿Era brillante y como de este tamaño?― Chaeyoung separó sus manos unos treinta centímetros, el niño asintió a cada pregunta.―¿Sabes dónde está?

―Se fué, porque estaba buscando a alguien.― Explicó Eunwoo.―¿Lo conoces?

―Es complicado... Es mi conejo, me está buscando a mí.― Suspiró con pesadez, pensando en que habría pasado para que Rosie estuviera en el inframundo, la pequeña era su parte más responsable, y se había negado rotundamente a acompañarla... Nada bueno podría haber pasado para que esté allí.―¿Sabes a dónde se fué?

Eunwoo se tomó su momento para analizar aquel bosque, hasta señalar un punto en especial, bastante alejado del camino que Chaeyoung había hecho el día anterior.

Sin más, la joven Diosa le agradeció al niño y se fue a paso apresurado, buscando a lo único que tenía que podía llamar "amiga", su protectora, compañera, e incluso parte de su alma, sabía que la pequeña Rosie la necesitaba.

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