Extra #2: Mattew...
Adriana
Sus manos recorren mi cuerpo y me despierto con esa extraña sensación.
Lo tengo encima.
No es la primera vez que uno de ellos se atreve a tocarme mientras mi madre duerme plácidamente hasta arriba de sabe Dios qué mierda. Le doy una patada en la cara como puedo y al escuchar sus gritos salgo corriendo de mi casa sin mirar si quiera en qué estado se encuentra mi madre.
Doblo la esquina que tengo en frente y me encuentro con una figura conocida que hace que todo dentro de mi salte emocionado.
—Adriana...
Mis ojos se abren de repente y miro a mi alrededor dándome cuenta que ya no estoy en mi casa, y que todo fue simplemente un sueño. Una pesadilla; que hace que mi corazón lata fuerte y mi cuerpo tenga escalofríos.
La luz del sol se asoma por una pequeña ventana que sobresale casi del techo de este lugar. Me fijo en todas las cosas regadas de Mattew, sobre todo en sus trofeos del fútbol y su ropa de entrenar; al igual que todo un juego de pesas y equipos para ejercitarse.
Cuando me quiero dar cuenta, estoy sonriendo como toda una boba.
Salgo de la pequeña cama que han preparado para mí y comienzo a recoger mis cosas para cambiarme de ropa y dejar este lugar un poco más ordenado.
Subo hacia la primera planta de la casa y mi estómago ruje en cuanto me llega el olor desde la cocina. Camino sin pensarmelo y mi mirada se queda prendada de él sin camiseta, yendo de un lado al otro mientras hace el desayuno.
Sus ojos se clavan en mí segundos más tarde y me sonríe antes de señalarme la isla de la cocina—. Ven, siéntate. Estaba a punto de llamarte para desayunar.
Me acerco con pena hacia uno de los asientos y me siento sobre estos mientras Mattew no deja de poner platos sobre el frío mármol de la isla.
—Hay fruta, cereal, leche en aquella caja de la esquina, jamón, queso, pan; puedes coger lo que quieras. Ya sabes dónde está todo.
—Gracias, de nuevo. —Emito en un susurro y me dedico a armar la merienda para ambos de hoy en la escuela.
—Por favor, deberías ya de dejar de agradecerme. Llevas unos días aquí, te he repetido miles de veces que me encanta tenerte por aquí.
El estómago se me enconje, la presión en el pecho aparece y siento que mi corazón quiere salirse.
—Lo sé, solo que aún siento que estorbo. —Hace el amago de volver a hablar y levanto mi mano quedando frente a su cara—. Ya sé lo que vas a decir, puedes ahorrártelo.
Asiente con la cabeza y comienza a limpiar todo lo que utilizó para el desayuno. Cuando terminamos ambos de cumplir con las tareas que nos tocan regreso al cuarto de abajo para recoger mi mochila y encaminarme a la escuela.
—¡Me voy ya! —Grito desde la puerta de salida y escucho los paso apresurados hasta llegar a la sala.
—Puedo llevarte, si quieres.
—Tengo mi bici, no hace falta.
—Pero en el auto sería más rápido. —Repite como cada una de las mañanas que he estado aquí. Me fijo en el brillo que salen de sus ojos cada vez que repara en mí, y me obligo a repetir mi discurso forzado.
—No quiero que te vean llegando conmigo. No me importa la opinión de los demás pero no quiero dar de qué hablar. —Este asiente y vuelvo a tomar el pomo de la puerta antes de fijarme nuevamente en él—. Nos vemos allá.
Cierro la puerta tras de mí y camino unos metros antes de tomar mi bicicleta y pedalear a la escuela.
Antes de volver a mi farsa.
[...]
—Deberíamos hacer una fiesta hawaiana.
Abro los ojos sorprendida antes de fijarme en Zoe y en las expresiones de los demás.
No se lo esperaban.
—¿Una fiesta hawaiana de graduación?
—Sí, podemos traer chicos que hagan un luau y cantar hula que es la danza más tradicional de Hawai donde se cantan canciones que se llaman mele. Bailamos y nos divertimos un rato con las canciones tropicales de allá. —Responde Zoe con entusiasmo e inevitablemente me contagio de su emoción.
—Sí, podemos conseguir frutas, hacer un coctel de frutas...
—¿Le pondremos alcohol?
Me ha cortado lo que estaba diciendo y todos le han mandado a callarse. Mattew simplemente se ríe.
—Como les decía —Recalco en un tono más fuerte, fulminándolo con la mirada—, podemos hacer comida típica de allá. Quizás asar un cerdo, decoraremos todo con flores y colores. Definitivamente será algo nuevo.
—Exacto, y no tenemos que bailar hula solamente pondremos todo tipo de música. Si quieren puedo ayudarles a aprender el hula. —Termina Zoe y todos se levantan emocionados a bailar mientras los murmullos corren por el aula donde cada cual intenta aportar algo a la graduación.
Río para mis adentros al ver a todos unidos por una misma causa. Me acerco a mi mesa para recoger mis cosas e irme con Zoe hasta su casa; me han invitado a una fiesta hoy.
—¿Nos vemos en casa?
Giro sobre mi eje para encontrarme con Mattew. Su cara está tan cerca de mí que puedo sentir su respiración y él ni siquiera se ha inmutado.
—Zoe me invitó a su casa, quizás me quede con ella.
—Lo que vayas a hacer por favor avísame. Mantenme al tanto.
—No te preocupes tanto por mí, me sé cuidar sola. —Regreso a terminar de recoger mis cosas y me coloco la mochila en el hombro.
—Sí, pero no quiero.
—¿Perdona? —Lo encaro con el ceño fruncido y me siento sobre la mesa cruzada de brazos.
—No quiero que sigas sola. —Se aproxima más hacia mí y siento como mi respiración comienza a ser irregular—. Ahora mismo tú eres mi responsabilidad y mientras vivas a mi lado te cuido yo. Así que mantenme al tanto, ¿entendido?
Asiento con la cabeza varias veces y me alejo de allí. Mi cuerpo ha encendido tantas alarmas que no estoy segura si quiera si le he pasado por al lado a Zoe y no me he dado cuenta.
“No pienses en lo que te ha dicho. No le des importancia. Él es así con todas. Él es así con todas.”
Diviso a Zoe en la salida y camino hacia ella que al verme me sonríe y comenzamos a caminar hacia su casa.
—Irás con tu príncipe al baile, ¿verdad? —Inquiero con cuidado. La veo tan sumida en sus pensamientos que quizás necesite de alguien que la ayuda a alivianar la carga.
“¿Por qué no intentas tú también alivianar la carga?”
—Aún no lo sé. No le he preguntado.
Vale, está cerrada con ese tema. Quizás tiene sentido teniendo en cuenta que ahora que están las cosas bien tiene que irse, pero regresará en corto tiempo, no es que se vaya a quedar lejos. Y por supuesto, tiene que decirle a Daniel.
—¿Ya le dijiste que te vas?
—Aún no —Su voz se entrecorta; señal de que comenzará a llorar en cualquier momento.
La sostengo desde el brazo e intento que me mire a los ojos. Esto es demasiado importante, y estoy viendo por parte de los dos lo que es más justo...
—Zoe te vas dentro de una semana. ¿Cuándo se lo piensas decir?
—En el baile de graduación.
Las lágrimas se le sueltan solas y un nudo se me hace en la garganta. No sabía que este tema la afectaba tanto para que esté así... ¿Quizás debía haber actuado antes? He estado tan ocupada intentando mantenerme en pie que me había olvidado de los demás.
—Chiquilla, no es que te vayas a la luna. Solo son vacaciones, puedes regresar al final de estas aquí y comenzar a estudiar en la Universidad Marina como querías.
—Quizás esté haciendo una tormenta en un vaso de agua. —No muy segura se alza de hombros y limpia sus lágrimas antes de regresar a caminar.
—Él te adora, estoy segura que nada pasará entre ustedes que cambie eso.
¿De verdad estoy segura de eso que digo? No conozco bien a Daniel, y no sé nada sobre amor. No soy la que debería estar aconsejando.
Al llegar a su casa el olor a paella atraviesa mis fosas nasales de una forma un tanto añorante. No recuerdo cuál fue la última vez que mi madre hizo una para ambas.
“¿Ella estará bien?”
—¡Adriana, mi niña! ¿Cómo estás? —Anita, la madre de Zoe, es la que nos recibe abriendo la puerta de par en par y gritando a todo pulmón con un pedazo de copa de vino en mano que es un milagro sus no se haya roto.
Hoy es el aniversario de bodas de los padres de Zoe. No les he dicho que no estoy quedándome en casa por eso es que desconfío mucho en el por qué invitarme a mí a algo tan familiar como esto.
—Muy bien, señora Henry. Gracias por invitarme. —Respondo cortésmente y me fijo en el doctor Henry, padre de Zoe, que mira a su mujer con preocupación y amor al mismo tiempo.
—¡Zoe! Vayan a tu cuarto y báñense para cenar. ¿Necesitas ropa, querida?
Niego con la cabeza entre risas y luego de poner los ojos en blanco Henry se lleva a Anita lejos de nosotras haciéndonos reír con cada palabra que le dice para mantenerla tranquila.
—¿Es normal eso?
—Cada año.
Entre risas nos adentramos a la casa y sigo, sin esperarla, hacia su cuarto abro la puerta y mis ojos se clavan en Daniel sentado en la silla frente a la computadora, llevando un traje con esmoquín en negro y apretando sus manos por lo nervioso que está.
Se ve guapísimo el tío. Y no hablemos del pedazo de ramo de flores que le a traído a Zoe.
—Joder.
Vemos cómo se levanta inquieto y algo dentro de mí se oprime.
¿Alguna vez tendré a alguien así?
—¿Zoe? —pregunta inseguro y me siento en la cama antes de observar como mi amiga da la vuelta al cuarto y se acerca a él.
—Estoy aquí.
—Hay una fiesta hoy en la madrugada. La editorial ha aprobado mi libro.
—¿En serio?
Creo que me estoy perdiendo de algo. ¿Qué libro?
—Sí, dijeron que era muy joven aún pero que el libro tiene potencial. Por eso harán la fiesta.
Mi amiga salta sobre él con una emoción que no puedo evitar reírme al ver como intentan mantenerse en pie; Daniel ríe junto conmigo, mientras Zoe gira su cabeza hacia algo detrás de ellos.
—¿ Y eso?
—Les he comprado un vestido. —Inconscientemente levanto una ceja hacia y como si pudiese verme sonríe hacia mí—. Tranquilas, mi madre me ayudó.
Zoe me mira sin aún entender nada y me alzo de hombros antes de fijarme en las cajas que han subido encima de la cama. Esta marca de ropa no es barata, ¿cuánto se habrá gastando en todo esto?
—¿Nos has comprado un vestido?
—Sí, tienen media hora para vestirse. Las esperamos abajo.
—Pero hoy es el aniversario de mis padres. —Daniel baja un poco la cabeza haciendo que ambos queden a la misma altura y la cara de Zoe comienza a coger color en las mejillas.
—En media hora, abajo.
Abro los ojos sorprendida por el subidón que me ha dado eso, que en cuanto el chico sale del cuarto me acerco a ella y ambas miramos fijamente a la puerta sin aún creer lo que sucede.
—Chiquilla, perdona que te diga esto —Comienzo a decir intentando llamar su atención—, pero me ha puesto cachonda hasta a mí.
Zoe ríe de buena gana antes de sentarse en la cama y comenzar a abrir las cajas de una vez—. Ya lo escuchaste. Nos vamos de fiesta.
[...]
— El número que usted llama no responde. Inténtelo más tarde.
Quisiera saber para qué me exiges que te llame si al final no me vas a coger las llamadas Mattew.
—Ya hemos llegado, chicos. —escuchamos decir al conductor del taxi y casi de inmediato nuestra puerta se abre.
Bajo yo primero del auto seguida por Zoe y Daniel; mi mirada se queda fija en el edificio que está delante de nosotros. Creo que la última vez que ví algo así fue en una de esas pelis tan chungas que ponen por el televisor.
—¡Esto es una puta locura!
Zoe asiente asombrada mientras Daniel sonríe de oreja a oreja. Van de la mano y se adentran en la celebración mientras que yo sigo a sus lados fijándome en todo lo que tengo a mi alrededor.
Caminamos por un pasillo extenso hasta dar con una puerta inmensa con adornos en oro que me deja embelesada
—¿Listo para esto?
—Mentiría si te digo que sí pero la ansiedad me está matando —Río divertida al escuchar a Daniel y me giro hacia él.
—Lo harás genial, chiquillo. Solo disfrútalo que este momento es tuyo.
Abro una de las puertas y caminamos hacia una de las mesas más cercanas; antes de sentarme me dedico a darle un vistazo a todo. Vestidos de gala por todas partes, gente importante conversando con otros más importantes y con champán en mano.
Me giro hacia Zoe y abro bien los ojos demostrando mi desconcierto al estar en un lugar como éste y ella se alza de hombros antes de sentarse.
—Ustedes están muy calladas.
—Pensé que esto sería como en “Los Óscar”, todos vestirían elegantes, tomaríamos champán con música clásica de fondo mientras los viejos dicen muchas cosas buenas sobre ti.
Daniel ríe ante mi broma mientras niega con la cabeza varias veces. Ubico mis ojos en una figura que lleva ya un tiempo mirándome, este me sonríe haciendo que le responda de vuelta.
"Tú ahora eres mi responsabilidad..."
—Lamento que te hayas llevado el fiasco del siglo.
—¿Yo? ¡Qué va! Estoy mirando desde aquí a alguien que quiere que le dé, y no consejos. —Me levanto rápido mientras toqueteo mi pelo varias veces y me concentro en mi amiga—. Si me disculpan.
Camino descaradamente hasta llegar al salón de los cócteles y me detengo justo al lado del chico al que le he sonreído. Tomo el cucharón con que se sirve el ponche y su perfume masculino me invade haciéndome saber que está cerca.
—¿Quieres algo más de tomar? ¿Quizás algo de comer? —Tiene la voz suave cual profesor, y vuelvo a sonreírle como hace un rato.
—No, pero gracias de igual modo. —Culmino de servirme el ponche y dejo nuevamente el cucharón donde estaba. Me giro hacia el chico y le tiendo la mano que tengo libre—. Adriana. ¿Tu nombre?
—Eric. —Me estrecha la mano entre risas y realizamos un mini brindis con las bebidas que tenemos a mano—. No te había visto antes.
—Ya lo creo yo que no. En realidad no pertenezco a este mundo vengo de acompañante con unos amigos. —Señalo a los chicos con la mano y le doy un sorbo al ponche antes de fijarme nuevamente en Eric.
—Bueno, entonces brindemos, nuevamente, por eso. —Eric levanta su trago en mi dirección, a lo que yo hago lo mismo. Brindamos con dos sonrisas en las caras; sin saber que ambas eran con intenciones muy diferentes.
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