Capítulo 7
La clase de historia había sido un martirio, no sólo porque no me gusta —aunque soy bastante buena— sino también porque Dylan solo sabía golpearme con sus pies mediante pataditas por debajo de la mesa. Todo por invitar a Amanda a la casa hoy. ¿Cuál es el problema? ¿Qué ha estado enamorado de ella desde el jardín de infantes? Pues que se joda, y que en vez de ver esto como un posible suicidio que lo vea como una oportunidad, pero creo que ya estamos claros en que él y yo no nos parecemos en nada.
—¡Ey! Para ya, ¿quieres? —exclamo indignada mientras continúa dándome traspiés desde atrás, mientras intentamos llegar a la casa.
—Tú camina, y no hables. Mala hermana —cuestiona molesto y yo pongo los ojos en blanco. Por el amor del "Supremo", Dylan. No puedes estar hablando en serio.
Después de caminar un rato más llegamos a nuestra casa —al fin—, nos adentramos y para nuestra sorpresa mamá no se encontraba. Escucho el gruñido de mi hermano molesto por no verla aún en casa y corro a llamarla por teléfono a la tienda, seguramente está almorzando.
—¿Dígame? Buenas tardes. —la voz de Zara hace presencia tras el auricular y mi ceño se frunce atrayendo la atención de mi hermano.
—Hola, Zara, buenas tardes. Es Zoe la que habla, la hija de Nina —al escucharme decir el nombre de la mujer rubia, Dylan se sienta junto a mí intentando escuchar qué dice.
—¡Hola, Zoe, preciosa! ¿Cómo estás? —interroga divertida y puedo escuchar una risa de fondo, es mi madre.
—Muy bien, gracias. ¿Está mi mamá? Necesito hablar con ella —comento rápidamente.
—¿Tu mamá? Sí, ahora te la pongo —escuchamos un vacío luego de sus palabras y pocos segundos después la voz de mi madre hizo acto de presencia—. ¿Qué pasa, Zoe?
— ¡Hola a ti también! ¿Cómo te encuentras? ¿Todo bien con el trabajo? — la ataco sarcástica y escucho su bufido de respuesta.
—No tengo tiempo Zoe, para tus infantilismos. ¿Sucedió algo? —pregunta aburrida haciendo que me entren ganas de colgarle el teléfono en plena llamada pero sé que Dylan me haría llamarla de regreso.
—Dylan quería saber si podía venir Amanda hoy a la casa— respondo escueta y mi hermano se acerca más al teléfono.
—¿Amanda? Sí, claro. Puede ir, pero nada de fiestas y chicas en el cuarto de Dylan. Por favor no hagan nada extraño.
— ¡Mamá por favor! ¡Que tenemos trece años nada más! —espeta furioso creando que ambas soltemos carcajadas.
— También te quiero, cariño. — Dylan bufa y se encamina hacia su cuarto, imagino que para darse una ducha para cuando llegue "su chica"—. Por cierto Zoe, necesito un favor tuyo.
Frunzo el ceño al escucharla y me pongo a pensar en el favor que me pudiera pedir, hasta ahora el único que se me ocurre es: "Desaparece y vete a Hawái con tu abuela, a ver si descanso de ti".
—Como Zara empezó a trabajar conmigo en la tienda, no está adaptada en dejar a Daniel mucho tiempo solo. ¿Por qué no vas a darle un vistazo a ver si todo está bien?
Ese es un favor interesante. Siento la alegría recorriéndome cada poro de mi piel y le respondo un "Sí" escueto a mi madre antes de colgar y avisarle a Dylan que iré a ver a nuestro vecino.
Después de un rato de peleas y unos cuantos rasguños con mi hermano, me cercioro de que tenga todo en su lugar y camino hacia la puerta de salida. El calor de la tarde me dio la bienvenida, sonrío para mis adentros y camino hacia el edificio del lado. Me ubico delante de la puerta, acomodo otra vez mi cabello y sonrío antes de llamar al timbre. Espero unos segundos, cuando siento la voz de Daniel saliendo del panel de seguridad.
—¿Quién es? —pregunta expectante y quizás algo inquieto.
—Tu peor pesadilla —respondo entre risas y escucho la suya igual.
—Me gusta cómo suena eso, voy a abrir. —Asiento sonriente y escucho el "click" de la puerta abriéndose.
Me adentro despacio en esta, era la primera vez que veía su casa. Es muy parecida a la mía, sus muebles eran color crema, su cocina de un color blanco – hueso se puede ver desde la sala. Tiene un aroma acogedor y un ambiente bastante amigable, se ve espaciosa gracias a sus paredes blancas y amo el piso de madera oscura. Definitivamente han hecho un gran trabajo aquí. Me encamino hacia los grandes butacones y tomo asiento mientras esperaba a Daniel, que poco a poco pude sentir sus pisadas por las escaleras.
—Debo admitir que es una sorpresa que hayas venido a verme. No lo esperaba —comenta carismático mientras continua bajando las escaleras poco a poco.
—No creas que estoy aquí porque quiero. Tu madre me ha mandado —sentencio segura y él hace un mohín en el momento que se sienta en el sofá de tres plazas.
—Eso me ha dolido —dramatiza mientras acerca una mano a su corazón—. Te esperé ayer, pensé que ya no quieras venir a verme. ¿Te olvidaste del ciego?
Miro sus gafas oscuras un momento y continúo mi recorrido hacia su boca, tiene labios gruesos y sus dientes perfectamente blanqueados sobresalen de ellos. Su cabello negro me hace ver lo tan blanco que en realidad es, su ropa siempre limpia y sus pies protegidos me dan a ver que en realidad no le dificulta para nada su discapacidad.
—Por supuesto que no. Mi madre no me dejó venir ya te lo expliqué. Me cogió saliendo de la casa, fue horrible —menciono algo nerviosa, Daniel me dedica una sonrisa y puedo notar como se muerde su labio inferior, seguramente anda pensando algo.
—Definitivamente la mejor forma de poder conversar sin intromisiones será que vengas a mi cuarto por el balcón —al escuchar eso mi corazón se acelera. ¿Quiere que hablemos más veces?—. Hay que buscar una manera de que sea lo menos peligroso posible, y que nadie se dé cuenta de que estamos cruzando de balcón en balcón.
—¿Quieres seguir encontrándonos? ¿ De verdad? —cuestiono cautelosa y nerviosa, la forma en que Daniel me decía las cosas me hacía sentir especial.
—Por supuesto que sí, Zoe. ¿Por qué no querría? Eres una niña increíble y me gusta estar contigo, tal vez podríamos tener una amistad duradera. —Declara con una sonrisa y la devuelvo aunque no pueda verme.
—Yo pudiera ir de un balcón a otro, en realidad están bastante cerca, así que no paso trabajo. Así también evitamos que te hagas daño.
—Me parece bien. ¿Quieres venir a cenar? —su pregunta me sorprende. Quiero, claro que quiero pero no estoy segura si Amanda se quedará a cenar con nosotros.
¡Oh,cielos! ¡Me olvidé de Amanda!
—Lo siento mucho pero no puedo, una amiga viene a cenar y no puedo dejarla plantada con mi hermano. Créeme es un martirio el chaval. —Su risa escandalosa inunda la sala dándome a ver lo fabulosa que es.
—Está bien, no te preocupes. Ve a atender a tu amiga — añade entre risas contagiosas mientras me levantaba del asiento.
Me acerco a él poco a poco y deposito un beso en las mejillas un poco torpe. Le dedico un "Adiós" al que él corresponde moviendo la mano. Salgo de su casa con una sonrisa tonta en la cara, ¿qué puedo decir? No estoy adaptada a que los chicos quieran seguir viéndome después de dos minutos.
No soy para nada hermosa, tampoco cuento con un cuerpo atlético, ni mucho menos dinero, y tampoco puedo decir que sea un amor de niña. Soy insoportable, lo sé. Mi carácter de los mil demonios me ha traído demasiados problemas, pero a él no parece molestarle. Ya sé, tal vez sea porque tienes que verme para notar el cincuenta por ciento de mis defectos, así que son puntos a su favor y a la misma vez míos.
Sacudo la cabeza para salir de mi lío mental, toco la puerta de mi casa dos veces y para mi sorpresa veo la cara de Amanda al abrir.
—¡Zoe! ¡Al fin has llegado! ¡Entra por favor! —Asiento un poco desconcertada por su bienvenida a mi propia casa y entro enseguida.
—¿Llevas mucho rato aquí? —pregunto avergonzada y ella niega con la cabeza.
—No, casi acabo de llegar. Dylan fue a buscar algunas chucherías a la cocina, ya sabes, para comer. —se alza de hombros alegremente y yo formo una sonrisa forzada. ¿También notaron que es algo rara o soy yo?
—Está bien, toma asiento voy a ir a ayudarlo. Estás en tu casa. —Salgo corriendo de allí antes de que se fuera a poner todo más extraño. Llego a la cocina y veo todo hecho un desastre: hay ollas y sartenes en el piso, harina esparcida sobre la mesa, y un Dylan un "poco frustrado" intentando que no se haga un desastre mayor—. ¿Se puede saber qué intentas hacer?
—¡¿Tú?! Al fin llegas, vamos apúrate y ayúdame a hacer este pan con pasas — responde rápidamente sin mirarme siquiera concentrándose en batir la mezcla.
Me abro paso hacia él recogiendo cada cosa que encuentro por el piso e inmediatamente poniéndolas en su lugar. Llego hacia su posición viendo todo lo que había hecho solo sin creérmelo aún.
—Quita, quita. Yo arreglo esto, ve al baño, lávate esa cara que está llena de harina y atiende a tu visita. —Demando empujándolo hacia un lado y él acató las ordenes como soldado digno que es.
Luego de una media hora de terapia intensiva en la cocina pude rescatar el pobre pan con pasas, unas galletas y una mermelada cacera. Observo mi obra de arte con fascinación, coloco todo en una bandeja y continuo hasta la sala. Apoyo la bandeja en la mesa intentando no llamar la atención de los tortolitos, los cuales tienen una conversación súper romántica sobre los neutrones y protones –"nerds"–.
Subo a mi habitación para darme una ducha rápida, cojo todo lo necesario y me meto en el agua rápidamente. Al terminar coloco una toalla envolviendo mi cabello mojado y salgo con un camisón para dormir color malva que seguramente mi mamá me lo ha comprado nuevo porque en mi vida lo había visto. El sonido de mi beeper llama mi atención al instante, un mensaje de Daniel pidiéndome que saliera al balcón se mostraba en la pantalla y rápidamente lo hago a ver qué quiere. Me acerco al borde y lo puedo ver sonriendo desde el suyo, mirando hacia ningún lugar en específico.
—¿Pasó algo? —rompo el silencio rápidamente y al instante sube su cabeza hasta dar conmigo.
—Hoy, doce de la noche, en mi cuarto, noche de preguntas. No acepto un no. —Dicho esto entra rápidamente dejándome con una mirada absurda.
Nadie lo sabía, ni él , ni Dylan, ni Amanda, ni nuestras madres. Nadie sabía que a partir de ese momento yo iba a comenzar a ser la guía de sus ojos.
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