Capítulo 5


Zoe


Hace unas horas le escribí a Daniel por el beeper. Al principio pensé que sería una mala idea  pero al escuchar a su progenitora decirme que a él le encantaría hablar conmigo, creí que sería una oportunidad de acercarme a él. 

Seguro preguntarán como conseguí su número, pues muy sencillo. Después de salir de casa de Daniel como si fuera una espía en cubierto entré en mi casa vigilando al tonto de mi hermano. Todavía dormía así que subí hacia mi cuarto, me di una ducha rápida, me cambié de ropa y corrí hacia el teléfono para llamar a papá. 

Luego  de unas horas de conversación profunda con mi querido padre (nótese el sarcasmo), Dylan se levantó de mala gana — como siempre — y se dirigió a la cocina. La mañana pasó tranquila sin mucha algarabía, ya cayendo la noche me tocó sacar la basura y ahí fue donde me encontré con Zara. La saludé y tuvimos esta conversación del beeper. Pensé tal vez que era una broma lo que me decía, pero luego me recordé que había un tipo de servicio de voz que se utilizamos para mandar los mensajes más rápido, en vez de perder tiempo en escribirlo; así que después la idea no fue tan loca. Ella me dió el número de su hijo y le dije que iba a escribirle. Al momento le mandé un mensaje, corto pero conciso y obviamente no me ha respondido, ni espero que lo haga tampoco.

En estos momentos estoy en la cama, debo dormir temprano porque mañana es domingo. ¿Qué pasa los domingos? Una palabra, iglesia. Hay misa mañana y mi madre desde que se fue mi papá nos ha introducido poco a poco a la religión a mi hermano y a mí. El tonto de Dylan como fiel servidor de mi madre va sin berrinche y sin formar show porque no se quiere poner una saya tan larga, pero como seguramente adivinaron yo sí lo hago. ¡Aviso! No tengo nada en contra de ninguna religión, pero no está en este cuerpo fuerte y trabajador levantarse un domingo a las ocho de la mañana para ir a una misa, perdonen pero no es mi caso. Escucho a mi madre riendo desde mi cuarto, Zara le ha caído como una bendición, nunca había oído a mi madre sonriendo desde que papá se había marchado. Tal vez que Zara y su hijo se hayan mudado sea lo mejor que pudo pasarnos a ambas.

~~°~~

Miro la saya de un metro que me he enganchado para ir a misa, mi madre me observa con esperanzas mientras mi hermano me mira seriamente, seguramente vigilandome de que no le diga alguna tontería a mamá. Les doy una sonrisa, más falsa que un diez mío en matemática,  a ambos y comenzamos a caminar hacia la iglesia. En mi barrio (no sé si es igual en todos), cuando las familias van a misa todos se saludan como si hubieran pasado años desde que no se ven. Se abrazan, se besan, se observan con admiración y caminan todos juntos hacia la "sede del reencuentro". Obviamente mi familia no se queda atrás, cada vez que alguien nos saluda mi mellizo y yo asentimos con la cabeza  mientras que mi madre se queda teniendo una corta platica con cada uno de los vecinos.

Después de caminar — obviamente—  medio pueblo al fin llegamos a la iglesia. El olor a velas encendidas e incienso viejo nos da la bienvenida, el hombre a cargo de la iglesia (¿el padre?)  al frente de todo nos sonríe con amabilidad y al lado de él una joven nos sonríe a los más pequeños. Caminamos todos hacia ella, nos continúa sonriendo y luego de que nos acercamos todos los menores de edad ella comienza su discurso obviamente preparado con dos días de antelación.

— ¡Hola! ¿Cómo estáis chicos? Yo soy la hermana Rosa, estoy estudiando los caminos del " Más grande"  para así algún día convertirme en una monja y servir a nuestra deidad suprema.

— Amén, hermana — comentan los demás chicos y yo me quedo fascinada con la chica. No es ni muy alta ni muy bajita, ni muy gorda ni muy flaca, es ,digamos , normal. Sí, eso, una chica normal.

—  Pues muy bien. Me han encomendado a que a partir de ahora yo les enseñe las palabras del "Más grande", así que por favor me acompañan por aquí si son tan amables —  dicho esto se da la vuelta y comienza a caminar por un pequeño pasillo. Miro hacia todas partes y veo diferentes estatuas de deidades que me miran fijamente como si quisieran mi alma.

— Ya me quiero ir —  le comento a Dylan y él en respuesta pone los ojos en blanco.

— Por favor, Zoe. No vayas a meternos en problemas te lo suplico —  corresponde en un susurro y esta vez la que bufa soy yo.

— ¡Por favor! No haré nada, Dylan. Si soy lo más tranquilo que conoces .

Dicho esto aparecemos ante una pequeña sala con muchos cojines. La chica se sienta en una silla mientras que con su mano nos indica que debemos sentarnos . Todos hacemos caso, me siento al lado de mi hermano y una niña, digamos de unos ocho años, que lo único que hace es urgarse la nariz; seguramente está en busca de un tesoro.

— ¡Pues muy bien! — di un brinco al escuchar la voz de la chica con unos cuantos niveles de intensidad que le sobran—. Comencemos en el día de hoy hablando sobre el "Más grande ". Recuerden que él quiere que todos seamos felices en este mundo creado por él. Quiere que contemos de buena salud y que nada nos impide triunfar en la vida. Deben pensar...

Admito que no he atendido a nada de lo que dijo después, me puse a mirar los cristales que estaban en las ventanas. Son muy bonitos la verdad. Los colores son preciosos y algunos hacen muchas formas, dibujos e incluso cuadros. Me fijo un poco más en la habitación la cual está llena de ventanas con cristalitos de colores, eso hace que parezca todo una discoteca al los rayos del sol pasar por ellos y proyectar dichos colores. Además de los cojines y la silla no hay absolutamente más nada en la habitación, está pintada de un color, bueno, de lo que se supone que sea un beige claro con amarillo pero con muchos colores que, sinceramente, no le encuentro ningún sentido.

—  Entonces, pequeña. ¿Cómo te llamas? —  escucho a la hermana Rosa preguntar y no sé por qué presentía que era yo.

Me fijo en todos, y en efecto, me miran esperando alguna respuesta de mi parte, pero al ser yo, Zoe Henry, nunca hago nada decente.

— Me llamo Zoe, Zoe Henry—  le respondo escueta y ella comienza a sonreír poco a poco como si supiera que se acerca mi fin. Es una bruja.

—  ¡Muy bien, Zoe! ¿Tienes alguna pregunta que quieras consultar? — el tono burlón en su pregunta me encendió la sangre. Tal vez me lo imaginé pero ni aunque me lo imagine se va a burlar de mí. La mano de Dylan se aprieta contra la blusa de color ámbar que tengo puesta, me levanto de mi cojín con estampado de caracolas y le doy una sonrisa a Rosa.

— Hermana, hay algo que no entiendo. Si usted comenta que el "Más grande" nos trajo a este mundo sanos y deseosos de disfrutar nuestro destino. Es porque seguramente el quiere lo mejor para nosotros , ¿cierto?

—  Exactamente , Zoe. El "Más grande" solamente quiere lo mejor para ustedes, y si esa es tu pregunta debo decirte que seguramente necesitas un poco más de información y atender a clases porque...

— Disculpad usted, hermana, pero aún no he hecho mi pregunta. — la chica se corta en seco al escuchar mi tono. Escucho la face palm de mi hermano haciendo eco en el lugar y la sonrisa se me agranda—. Si el más grande nos hizo para habitar su mundo. ¿ Por qué creó a los discapacitados?

— ¿Perdona? — pregunta expectante la hermana.

— Sí, a las personas que cuentan con alguna discapacidad, que no quiere decir que sea alguna incapacidad pero les hace más difícil disfrutar de su mundo. ¿Por qué crea personas que no pueden disfrutar a plenitud su creación?

La sala cae completamente en silencio, la chica me miraba como si fuera una auténtica loca. Que tenga trece años no significa que sea una completa inmadura.

— Pues eso es porque... Obviamente porque... Mejor lo dejamos para la próxima, ¿sí? —  comenta la futura monja con una risa fingida mientras intentaba apaciguar el ambiente .

— Si no sabe la respuesta, que obviamente no lo sabe, debo decirle que seguramente necesita un poco más de información y atender a clases porque si a cada pregunta que no está en su guión la dejamos para la próxima al final no entenderemos nada. —  un rojo intenso aparece en sus mejillas y debo decir que nunca he disfrutado de esta sensación de vencer. Me fijo en el reloj de su muñeca dándome cuenta de que ya era hora de irme de este lugar y vuelvo a dedicarle una sonrisa—. Nos vemos en la próxima, ya nos tenemos que ir. ¡Un placer hermana!

Camino sola, dejando los sonidos de mis zapatos en el eco del lugar y sigo hasta encontrar a mi madre. Esta al verme una sonrisa se le cruza en el rostro, se la devuelvo y al momento aparece mi hermano con una mirada de enfado.

— ¡¿Qué es lo que pasa contigo?!—  espeta furioso y yo abro los ojos ante su arranque de ira.

— Esa chica es una incompetente, si no está preparada para las preguntas incómodas pues que sigan estudiando — digo cortante y miro a mi madre esperando la aprobación para salir corriendo de allí.

—  ¿Qué fue lo que sucedió? —  pregunta confundida esta, y yo solamente me alzo de
hombros lo que hizo que mi hermano se cabreara más mientras que yo lo disfruto.

Llegamos a la casa después de una hora, ya que nos detuvimos a pedir unas pizzas para el almuerzo. Subo hasta mi habitación y el sonido de mi beeper me llama mi atención, tengo un mensaje de Daniel.

Daniel: Todos hablan de ti y de tu pregunta poco religiosa. Eres increíble, al igual de lo rápido que corren las noticias aquí.

Sonrío ante su mensaje y no dudé en mandarle una respuesta rápidamente.

Yo: No te imaginas lo que puedo llegar a provocar en este lugar.

Dejo el beeper sobre la mesa y me voy al baño a darme una ducha antes de almorzar, el olor a incienso tiene mi estómago asqueado. Salgo del baño con una toalla sobre mi cabeza, cojo una secadora y comirnzo a secar mi cabello castaño claro con paciencia, hasta que vuelvo a escuchar sonar mi beeper.

Daniel: Quiero saber quién eres. ¿Vienes en la noche?

Yo: Prepárate, ahí estaré.

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