Capítulo 2

Miro a Daniel fijamente, fascinada y algo intrigada sobre él.  Es ciego, lo que explica el por qué usa las gafas oscuras y por qué había veces que se caía en su mismo cuarto.

— Espera —soy la primera en hablar después del tonto silencio incómodo que se ha instalado en la cena. Ahora tengo la atención de todos, tomo un pedazo de carne y me lo pongo en la boca antes de hablar. ¿Recuerdan lo de "no se habla con la boca llena"? Sí, me importa poco—, ¿si eres ciego cómo sabías que era yo en la tienda? O sea, como supiste que venía alguien caminando.

— ¡Zoe, esos modales! ¡Traga primero por el amor de Dios !— exclama mi hermano exaltado y yo pongo los ojos en blanco . ¿Ven lo que les digo?

— No sabía que eras tú —comenta Daniel y vuelvo a fijar mi atención en él—. Simplemente te escuché,estaba en el otro lado de la cristalera. Además, pude oirte fácil, arrastras mucho los pies.

Sin poder evitarlo siento como la sangre llegaba a mis pómulos. Es cierto que arrastro los pies, muchos me lo dicen pero es algo increíble lo mucho que se les desarrollan a las personas  los otros sentidos al no tener uno. Fascinante.

— ¿Entonces cómo...?

—¡Ya está bien Zoe! —acata mi madre más alterada de lo normal y me fijo en ella con las cejas alzadas. ¿Ahora qué?—. Deja de atosigarlo con preguntas. Que coma tranquilo, no seas maleducada.

Miro a Daniel buscando que diga algo como: "No me importa, tranquila.  Pregunta lo que quieras". Pero no pasa. Su madre coloca su mano sobre la de él y automáticamente vuelve a comer de la cena, y junto a él todos los demás. Como dije antes no tengo hambre, el apetito se me ha quitado y ahora más al no dejarme ser yo.

Me levanto de la mesa de inmediato, intentando no sonar mucho la silla, me despido y salgo disparada hacia mi cuarto. Abro la puerta, la cierro y voy directamente a la computadora donde tengo un correo de Adriana.

¿Correo? Sí, bienvenidos a los noventa.

De: Adriana
Para: Zoe
Asunto: Fiesta conjunta.

¡Tenemos un problema! O más bien unos cuantos. Los chicos decidieron echarse hacia atrás con lo de la fiesta, algunos porque no querían cooperar y otros porque van a salir con sus padres. Solo queda Mattew, ¿qué hacemos?

Leo el correo rápidamente y me llevo la mano a la frente por el cansancio mental. Los chicos se han hechado hacia atrás y yo no puedo hacer nada para impedirlo. Era decisión de ellos asistir o no, aunque sabía que tendríamos problemas no me imaginé que fueran tantos.  Pienso metódicamente  lo que voy a contestarle cuando escucho la puerta de mi cuarto abrirse y a un Daniel un poco asustadizo pasando por ella.

— ¿Zoe, estás aquí ?— pregunta en un susurro mientras se acerca cada vez más a mi cama.

Tiene los brazos hacia abajo y arrastra los pies para saber si hay algo con lo que pueda tropezar. Se mueve despacio, con miedo. Camina en dirección hacia mi cama y me levanto rápido para impedir que caiga.

—Estoy aquí. — sujeto sus manos y lo siento sobre mi cama—. ¿Por qué subiste? ¿Lo hiciste solo? ¿Tu mamá sabe que estás aquí? ¿La mía sabe?

— Es verdad que preguntas mucho. — objeta entre risas y a mí me vuelve a llegar la sangre a las mejillas. Nunca me imaginé la gratitud que se siente que alguien no te pueda ver en estos momentos tan embarazosos—. Pero es lindo y no me importa que lo hagas, no eres aburrida. Respondiendo a tus preguntas: subí solo, nadie sabe que estoy aquí y lo hice porque quería seguir respondiendo a tus extrañas preguntas.

La última respuesta me llama la atención. Al parecer no tiene ningún problema en responderme y lo hace con educación, tampoco se muestra incómodo o molesto.

—¿No te incomoda que quiera saber sobre tu discapacidad ? —interrogo casi en un susurro y por respuesta me dedica una sonrisa de medio lado.

—No me molesta, porque, sé que puede sonar un poco raro, pero sabes que está ahí. No la quieres ocultar.

—En realidad, me da curiosidad.  Nunca había hablado con alguien ciego. ¿Puedo preguntarte algo?

— No te conozco pero me imagino que no sea solo "algo" . Seguramente tienes un buen arsenal de preguntas para hacerme. — se acomoda mejor en la cama mientras cruza las piernas y asiente con la cabeza—. Cuando quieras.

Sonrío ante su sencillez. Dios, a mis ojos es la persona más perfecta que he conocido y tal vez tenga que ver conque no me ve. Soy una chica de cuerpo grueso. Sí , se puede decir que soy gorda y no me importa aceptarlo.  En la escuela, me molestan. ¿Pero a quién no? Ahora estoy empezando a hacer dieta, no por lo que hablan de mí sino porque quiero sentirme un poco mejor conmigo misma y no me cuesta nada bajar unas libras.

— ¿Zoe?—me llama y eso hace que salga de mi espiral del pensamiento. Estira su mano hacia mí y sin querer choca con mi cara—. Perdón, pensé que te habías ido.

— No, aquí estoy. —me acomodo también en mi cama, incluso me pongo en la misma posición de él y empiezo con mi interrogatorio—. ¿No te molesta?

—¿Ser ciego? En realidad no. A veces pienso que sería genial poder y así hacerme más fácil salir de mi casa e ir a la playa o al parque, pero con el tiempo me he acostumbrado a andar solo y a valerme por mí mismo.

— Entiendo. ¿Y entonces ...?

— ¡Daniel! —el grito de la madre del chico hizo que nos sobresaltáramos.

Veo como se tensa por completo y me doy cuenta de que no quiere que sepan que está aquí, porque además de regañarme a mí quizás lo castiguen a él.  De todas formas es un chico en el cuarto de una chica sobre su cama... No es una imagen que deje mucho a la imaginación.

Los nervios comienzan a tomar control de mí y miro hacia todos lados para idear un plan que nos favorezca a ambos. Es imposible esconderse, mi cuarto es demasiado pequeño y no creo que él quepa en ningún lugar. Miro hacia afuera y me doy cuenta de que nuestros balcones están casi juntos. Tengo una idea.

Tomo la mano de Daniel y él da un pequeño salto al sentir mi contacto.

—¿Confías en mí? —pregunto cuál novela barata y él me sonríe.

—Te conozco de hace dos horas, pero sé que intentarás sacarme de esta así que sí. No será bueno que me vean en tu cuarto.

Sonrío de ternura y también por lástima, yo sé por qué. Lo saco de la cama rápidamente y corro a abrir la puerta que da a mi balcón. Me fijo en la distancia que hay entre el mío y el de él. Vivimos en edificios uno al lado de otro y en el mismo piso. Los balcones no están a la misma altura, el suyo queda un poco más bajo pero es más largo que el mío por lo que termina justo bajo nosotros. Creo que no morirá.

—Está bien, párate aquí —digo mientras lo empujo a la punta del balcón—. Daniel, ¿ sabes volar?

— ¿Cómo? ¿¡No estarás pensando en tirarme del balcón, cierto!? — una risa de nervios me acorrala y él se gira inmediatamente hacia mí.

—Es la única manera. ¿Quieres morir acaso?

—¡¿Y piensas que así no moriré?!— los pasos se escuchan más cerca de la escalera y el miedo me puede, lo empujo fuerte para que no le dé  tiempo a aguantarse de mí y escucho el "PUF" de su caída.

Rápidamente me fijo si está vivo. Daniel se levanta del piso con su cara de dolor en su mejor momento y comienzo a reír.

—¿Estás bien? —un pulgar levantado es lo único que me muestra, camina casi hasta el borde de su balcón y me saca la lengua.

La puerta de mi cuarto se abre de golpe y la cara de mi madre muerta en preocupación sale a la luz.

—¿Has visto a Daniel? —pregunta en tono serio mientras su respiración sube y baja rápidamente.

—¿Daniel? Estoy hablando con él desde el balcón. —sus cejas alzadas traspasan toda la habitación hasta que llega a mi lado y baja los hombros de alivio.

—¡Daniel! ¿Estás bien, cariño? — pregunta mi progenitora con ansias de que su respuesta sea positiva.  Si no lo es, pues quizás yo también sepa lo que es volar con aterrizaje forzoso.

— Sí, señora Henry. No se preocupe. No me sentí bien y vine a mi casa, salí por la puerta de atrás. Muchas gracias por la cena. —el pelinegro le muestra una sonrisa sincera a mi madre y esta antes de irse anuncia que le diría a su madre sobre eso—. ¿Estás ahí, Zoe?

—Umju, ¿qué necesitas? —me asomo un poco más hacia la punta para admirarlo con mayor atención.

—Quiero que pongas una soga aquí. 

— ¿Para?

— Para así poder ir a contestar tus preguntas todas las noches. —mi corazón salta por unos segundos. ¿Quería hablar conmigo de nuevo?

— Ni lo sueñes. Que duermas bien, Daniel.

Cierro la puerta mientras corro a mi cama  para tirarme en ella. Me quedo mirando hacia arriba unos segundos hasta que siento algo chocar con mi puerta que da hacia el balcón. Salgo r pensando en un posible ladrón, cuando me encuentro con una piedra que en la que se asoma un papelito. Lo abro rápidamente y veo que en él hay muchos puntitos.

Cierro la puerta y voy hacia mi escritorio. Me siento en la silla e intento arreglar un poco el papel ya que está  estrujado por su viaje en piedra. Paso una y otra vez mis dedos por el extraño pedazo y sus pequeños puntitos que hacen diversos patrones.

¿Me ha escrito una carta?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top