03

Ese día las cosas no terminaron bien para ninguno, salir durante la semana no fue una opción, como si fuese un pacto silencioso se quedaron juntos lo más que podían, incluso si ya no tenían temas de los que hablar o de si se sentía muy mal por cualquier tipo de contacto físico, seguían haciéndolo. Gon es un koala prendado todo el tiempo a la espalda del albino. Las marcas de las cadenas fueron mostradas a Kurapika cuando lo llamaron y él les contó una verdad que cada vez les traía miseria: —Nuestro señor fue encadenado en la última capa de nuestro infierno, donde las temperaturas son tan bajas que le vuelven ceniza la piel, allí reside y nunca podrá salir a menos que bueno... Consiga otro cuerpo. —la reencarnación solo es un tema que los Dioses pueden comprender, ellos no reencarnan, mutan y ahora que las cadenas eran visibles hasta en el cuello pálido Gon ya no lo aguanta, llora por las noches en espera de que todo termine. Era un inútil ante la voluntad de Dios.

—Es hora de irnos. Hoy es el día. —meses después, dos ángeles que fueron encargados de la tarea de buscar al supuesto Satanás se dio hecha. Dios los mandó con armas en tal caso que su primer plan no funcionara. Eran del último nivel, una herida con cualquiera de esos arcos terminaría con la vida de un demonio así fuera de alto rango. Un chico de cabello rubio y cara de niño sonreía como si fuera a cantarle un cuento a los niños antes de dormir. Junto a su compañera, un ángel de unos cuantos años de cabello rosa pero gesto serio. —Pareces un psicópata con esa cara, sabes bien lo que vamos a hacer. —comentó.

Killua se despertó. La tormenta se supone que comenzaba ese día y tanto Kurapika como Zushi estaban en una habitación aparte para resguardarse. Por alguna extraña razón tuvo un raro presentimiento. Gon se mantenía atado a él con algunas lágrimas en su rostro que delataban lo mal que la estaba pasando.

Los ángeles se encontraban en la puerta de la casa, habían tardado horas en llegar y la tormenta ya comenzaba a molestar sus oídos, —¿Por qué el Dios de estas bestias se ocultaría en una casita común y corriente?—pregunta el pálido y mirada divertida, ahí, en la puerta, una pequeña marca de protección, —¿Crees que si la destruyo los demonios dentro morirán? —la fémina a su lado detuvo sus acciones de inmediato, —Ese no es nuestro trabajo. —le advierte al ver la cara de decepción. Al entrar a la fuerza notaron la casa vacía, a excepción de las presencias que se encontraban ocultas en los cuartos.

—Iré contigo. —susurra Gon si soltarlo.

—¡Oye, Killua! —grita a los cuatro vientos el ángel blondo. —¡Si te entregas no le haremos nada a los que están aquí! ¿Sabes? ¡No hay necesidad de ocultar nuestras intenciones, después de todo ese traidor abrió la boca! ¡Le dieron su merecido castigo, nunca le volverán a crecer las alas! —empieza a reír, al ver la planta baja deciden subir

Su compañera le mira feo. —Ahora tú eres quien está hablando de más. —suspiró.

—No importa, solamente quiero hacer esto para volverlo interesante. Nunca nos habían dado una misión tan importante.

Killua detuvo sus intenciones de salir con Gon. En sus ojos se reflejaba el miedo. —N-no... No vengas...

Lo agarra del brazo, intentado detenerlo, —No me obligues... No voy a dejarte solo. —cuando la presencia luminosa de ambos ángeles choca contra su mirada el miedo se transforma en rabia, quiere matarlos, pero la mujer lo apunta con el arco al olor su sed de sangre.

—No venimos por ti, aléjate. —lo amenaza y Killua lo aleja de su cuerpo con una sonrisa rota.

—Quédate, amor... Ellos te necesitan. —Kurapika está en el otro cuarto, consolando a Zushi, que llora bajito, con miedo.

—¿Amor? ¿Llamas a un íncubo "amor"?, que ridículo, estoy comenzando a dudar de que realmente sea él. —el ángel de cabello rubios saca de su bolsillo las esposas, —Te olvidara en cuanto cruces la puerta, sino es que antes. —la sangre le ruge y Killua está peor, no es como si no quisiera partirle la cara al hablador, es que la flecha luminosa que lo apunta constantemente, un mal paso y su cabeza sería una decoración más de la pared.

Mientras el albino esposado avanza hasta la puerta, la peli rosada se mantiene atenta a que no los sigan.

—Eres más inteligente de lo que pensé. —sigue comentando el blondo. —Consideraba que con tanto tamaño no habría un cerebro ahí adentro. —Killua gruñe, cuando el ángel se atreve a darle golpecitos en la cabeza. —Ouh, no te pongas así. ¡Si sobrevives podrás volver a verlo! ¿No te parece genial? —la brisa los recibe. —Vamos, vamos. Quiero terminar con esto.

La puerta se cierra, dejando a Gon atrás, —"Los matare, los matare, los matare"— Llora mientras sus amigos salen del cuarto, Kurapika lo abraza y él ya no sabe qué hacer, los ojos le queman y luego de unos minutos un reconocido dolor en el vientre lo alarma, —L-la marca... —duele mucho más que antes y Zushi no pierde tiempo, levantándole la camiseta para cerciorarse, pues Gon está por desmayarse. —¡Gon!, ¡Está desapareciendo!—ser marcado no duele, pero cuando esta desaparece se siente como un patada constante en los intestinos y Gon no puede hacer más que llorar amargamente. ¿Se habían equivocado?

En las fuertes brisas, apenas pasaron unos minutos donde los dos ángeles dieron por hecho de que aquel demonio no iba a soportar tal temperatura. Estaban cerca de la casa, apenas el albino había soportado dar unos pasos por el terrible dolor quemando su piel, pero era obligado a avanzar por las constantes flechas que lo amenazaban. Habían unas viviendas cercas que notaron unos demonios de clase baja que se asomaban curiosos por las ventanas. Killua juraba que no tenía escapatoria, las lágrimas se iban por el aire parecían desaparecer pero las sonrisas de los ángeles sobre él esperando su muerte eran más que tenebrosas. —Oh... Ya debería estarse evaporado. —dijo la chica. Estaba más que enojado, el gruñido de dolor que dio hizo a los ángeles retroceder un poco atemorizados

—¡Suéltame!—el íncubo mantiene una pelea con Kurapika, —¡No!, ¡Si vas tú también vas a morir! ¿Qué no lo ves?—le explica lo obvio pero es imposible hacerlo entrar en razón.

Gon lucha contra las cadenas del rubio. Zushi, que estaba haciendo tapón en la puerta de pronto es golpeado por una pequeña estela de luz que parece derretirse. El ruido del golpe hizo que el moreno se distraiga y que quede inmovilizado en el suelo, de la luz emerge aquel ser que tanta rabia le había causado a Gon hace unos meses, —¡Tú!—le grita envuelto en el frío metal y Zushi se asusta del ser ya no alado.

—Espera, escúchame, tra-traje algo... Es un velo, con el podrías pasar entre la tormenta. — Kurapika agarra al pequeño ya no ángel y lo examina, en su mano trae un trozo de tela transparente.

—Si crees que vamos a creerte estas mal de la cabeza.—obviamente, el único que estaba tan desesperado como para creerle a un ángel en tan delicada situación fue Gon, que tomó el velo negro y se lo colocó para volar fuerza de la casa, en medio de la tormenta. El clima le congela la piel, pero no está muriendo.

Busca desesperado entre la blanca neblina, no hay olores, ni mucho menos ruidos, no logra encontrarlo y la piel se le vuelve escarcha. —Oh no, no, no. No es momento de morir aquí. — da un vuelo por la zona cuando se da cuenta de que sobre su cuerpo otra capa de ropa negra se está creando, el velo se vuelve más largo y al lograr mirar mejor por sobre la tela negra. Lo ve, a lo lejos, como incluso en la increíble tormenta y completamente desprotegido, Killua lucha, una flecha en su brazo y una a lo lejos apuntando a su cara. —Imbécil, es imposible matarlo. —la chica esta frente al demonio albino, su piel es tan pálida como la niebla y es difícil verlo. Sin darse cuenta, la sangre de su compañero le pinta la túnica de rojo y al voltear encuentra la razón del por qué. El joven súcubo, protegido por un velo y vestido negros la toma de la cabeza y de un solo y fuerte movimiento, se la hace rodar fuera del cuello.

Killua apenas puede escuchar como los ángeles que lo custodiaban terminan por morir, cuando logra ver a Gon piensa que es una ilusión porque las marcas de sus brazos además de la flecha clavada duelen como nunca. —¿Gon...? —tal vez ya estaba muerto y no lo sabía, pero se ilusiona cuando es tomado de las mejillas como si se estuviera asegurando el moreno también de que está vivo. Le da varios besos hasta intentar saciarse pero no es suficiente, siente que estuvo a punto de perderlo. —¿C-cómo estás aquí? ¿Acaso de verdad morí...?

Ikalgo mientras tanto estaba esperando pacientemente en la casa. Mirando a los dos íncubos con nerviosismo. —N-no tienen que desconfiar, después de todo tuve un castigo por ayudarlos... —suspira, aunque Zushi es el único que le ve con pena, Kurapika mira insistente la puerta.

Hasta que ya no puede más, Gon la abre de golpe y el viento glacial le hace casi caerse de rodillas, a la lejanía ve una suela acercándose rápidamente y al poder verlo mejor se hace a un lado y deja pasar volando al moreno, que trae a Killua en brazos al estilo nupcial, —¡Kurapika!, necesito tus conocimientos de medicina. —deja a Killua acostado en el suelo, la flecha sigue incrustada, —Antes de revisar hay que quitársela, evitare una hemorragia, no te preocupes. — Zushi e Ikalgo ven todo lo sucedido desde lejos.

El pálido apenas puede escuchar lo que sucede, jura que logra distinguir que alguien cuenta hasta tres y lo que tenía incrustado sale de un golpe y hace que de un terrible gemido de dolor. La sangre sale como nunca pero Kurapika toma rápido las previsiones cerrando la herida como puede. El sudor cae de su frente, al menos prefiere eso que a como estaba antes, siente como es revisado por todo el cuerpo pero solo está pensando en encontrar a Gon con la mirada dentro de su visión borrosa.

Cuando se dan cuenta el albino está desmayado, preferían eso a que sufriera por la recuperación, la herida estaba quemada, debido al calor que irradian las flechas, debían quitar la piel muerta y cocerla, sería doloroso, —¿Quieres llevarlo al cuarto?, eso tal vez lo haga sentir más tranquilo. —Gon asiente en silencio mientras vuelve a cargarlo.

—¿Gon...? —pregunta Zushi, ese vestido, no lo había visto irse con él.

—El velo no sería suficiente en plena tormenta, si la señora estuvo de acuerdo con las razones de Gon para volar en la tormenta entonces tiene sentido que le haya otorgado su protección. —explica Ikalgo, mirando con pena a Killua, su rostro más pálido que nunca.

—Gracias Ikalgo... Y lamento lo de tus alas. —Gon se marcha y detrás de él va el rubio.

—Deberías tener suerte el resto de tu vida, él no se disculpa por nada. —el castaño siente el entorno más tranquilo luego de que la pareja volvió.

Fueron horas de duro trabajo pero habían valido la pena. Kurapika no paró de atenderlo hasta que se percató de que al terminar de coser la piel parecía reaccionar y empezaba a curarse haciéndolo retroceder. —E-esto es nuevo... —murmura, viendo a Gon que se había quedado dormido contra su voluntad por el cansancio, sosteniendo la mano de Killua con fuerza. Suspiró, mirando de nuevo al que se encontraba desmayado. — ''Sobrevivió a la tormenta... No debería sorprenderme... ''— Bajó hasta la sala para comentar que todo estaba bien, manteniéndose en una charla con los dos que se mantenían despiertos.

Las horas pasaron y por fin el ambiente se relajó al completo, Gon estaba exhausto y cuando Kurapika se acercó a él notó heridas en sus alas y brazos, cuando el vestido aún no había hecho acto de presencia el moreno no se había detenido y ahora las laceraciones son profundas. Serian días largos encerrados hasta que la tormenta pase y por suerte lograron hacer las bases con Ikalgo, que de temeroso pasó a ser bastante confiado y eso a Zushi le agrada, por qué puede averiguar de él muchas cosas sobre mundos que desconoce.

Luego de una semana Killua despertó y lo primero que hizo fue buscar a su novio. Al no hallarlo en la habitación bajó por las escaleras hasta el primer piso. Apenas lo ve de espaldas con una de sus camisas puestas y el olor de la comida, pero lo segundo lo ignora por esta ensimismado en abrazarlo y poder sentir su calorcito reconfortante. Le da un apretón contra su cuerpo algo fuerte, buscando acariciarlo sin dobles intenciones.

Por la diferencia de alturas termina siendo alzado e incapaz de darse la vuelta más que para darle caricias con la mano, —Te estabas tardando en despertar ¿Cómo te sientes, amor? —recibe besos en el cuello y hombros mientras las grandes alas blancas también lo abrazan.

—Bien... —lo observa con cuidado, como si fuera una ilusión. —¿Y tú...? —sus manos bajan hasta su vientre como siempre solía hacer, pero siente que al hacerlo se tensa. —¿Cariño...?

—Al final si resultaste ser ese Dios de lo que los ángeles hablaban. —lo dejó apoyar los pies en el suelo y Gon tira la cabeza hacia atrás, —Ese quiere decir que... No eres humano y por lo tanto, mi marca ya no existe. —Gon se agarra el vientre, no puede sentir lo que su pareja siente, y es raro, demasiado tiempo viviendo de la misma forma y ahora... Es extraño.

—Pero eso quiere decir que ya no le perteneces de forma física, puedes volver al mundo humano sin la necesidad de que este cerca. —dice Kurapika desde su lugar, sentado mientras desayuna.

—Tampoco sufrirás los dolores de la marca, ¿eso no es bueno? —pregunta Zushi también.

Killua ignora un poco las presencias a su espalda, solo concentrado en tocar el vientre plano donde la piel hundida por la marca ya no existe.

—No, no es bueno, a mí me gustaba mi marca. —se queja Gon.

—A mí también. —dice el pálido. De repente hay un silencio.

—Entonces... ¿Cuándo es la boda? —Zushi pregunta ilusionado. —Ya que Killua prácticamente puede hacer lo que quiere, se pueden casar. ¡Quiero que Gon tiré el ramo! Aunque, eso es una tradición del mundo humano...

—Es verdad. Creo que es lo justo. —Ikalgo apoya intentando no reírse de las orejas rosadas del pálido que se notan de lejos.

—Kurapika... Me vas a ayudar a planearla ¿verdad?, siempre decías que querías verme poniéndome serio con alguien. —toma a Killua de las mejillas, —¿Qué te parece él?, es bonito, educado y encima un nuevo Dios. —le deja unos cuantos de besos mientras Kurapika ríe de la vergüenza del pálido.

—Espera... Él es una especie de Dios ahora... ¿Cómo funciona eso? —pregunta el rubio y Zushi explica lo poco que sabe.

—Si Dios te permite vivir en este mundo será un milagro, aún puede arrastrarte el mismo hacia la última capa, allí fueron todas sus reencarnaciones anteriores.

—Creo que muchos querrán que Killua se los lleve. —Ikalgo no puede evitar decir el comentario recibiendo la mirada de un íncubo que azota su cola contra el suelo. —¿Qué? Es la verdad...

—No me lo recuerdes. —había muchos demonios mirando en espectáculo de casa de hace una semana y Gon teme lo peor, no se considera celoso, pero no puede evitar sentirse a rabiar cuando otros intentan quitárselo de las manos, literalmente, —Es que tengo al novio más bonito de todos. —le susurra a Killua entre risas.

Killua le deja besitos en los labios al escucharlo. —Tú eres más bonito. —termina dejándose llevar un poco mientras lo sujeta de la cintura como una pareja de película, mientras los tres restantes se quedan de piedra.

—No estoy listo para volverme famoso. —Zushi siente la presión de los medios, había hasta redes de noticias en el Infierno que eran muy insistentes en tener la información necesaria cuando salía una noticia jugosa. Y no había otra como que el mismo Satanás apareciera.

—Si logran quedarse calladitos y no llamar la atención no será tan complicado. —Kurapika se levanta y busca su maleta, era hora de volver.

—Ah, espera Pika, voy contigo. —Zushi también se levanta del asiento y agarra sus cosas, hace calor ahora que la tormenta pasó e Ikalgo se queda mirando como las cosas se mueven de un lado a otro, —Neh, ¿no quieres venir conmigo? —pregunta el joven íncubo al ángel desplumado.

—¿Ir contigo? ¿A dónde? —Ikalgo no sabe qué decir, la verdad es que estaba perdido y no sabía a dónde dirigirse.

Killua se queda pensando en las palabras de Kurapika. — ''Creo que pide mucho...'' —

—A mi casa, ¿dónde más? —ante la oferta el pequeño ángel sonríe, justo al segundo se sentir dos pares de manos agarrarlo y llevárselo hasta una esquina. Gon en la derecha y Kurapika en la izquierda.

—Si logras mantenerlo protegido créeme, te lo deberé toda la vida, Zushi es un chico increíble pero suele meterse en muchos problemas. —le dice Gon.

—Problemático y tonto, si intentas algo me enteraré, se consciente pequeña gallina desplumada. —luego de dejarlo entrando en pánico se lo dan a Zushi como si fuese un regalo.

Los acompañaron hasta el final del río y la despedida fue más silenciosa de lo que creyeron.

Killua después de la despedida agradecía volver a tener su privacidad, y claro, estar ahora vivo. Estuvo experimentando solo con el fuego que salió de la nada mientras intentaba preparar el almuerzo por su cuenta. —Hmm... Me preguntó qué otras cosas nuevas hay. —dijo en voz alta, esa vez comerían en la habitación y verían películas. Tal y como dijo Gon, eran mucho mejores que las del mundo humano.

—Déjame revisar tu herida. —le exige el moreno una vez la segunda película terminó, estaba cerca del pecho del albino así que debía quitársela para hacerlo, —Ya casi no se ve, Kurapika tenía razón... Estas sanando muy rápido. —le deja un beso en el pecho y luego en la pequeña herida mientras poco a poco se sienta sobre el regazo de Killua, —¿Cómo te sientes ahora que eres Satán? —se apoya de sus hombros.

—Mejor que nunca. —le sonríe muy feliz tomando una de sus manos para besarle la piel de la mano. —¿Qué ibas a hacer sino volvía? ¿Regresarías con Kon y te olvidarás de mí?

Le mordió la mejilla como venganza por su comentario estúpido, al sentir el ataque Killua intenta escabullirse, pero Gon lo vuelve a dejar inmóvil que la cama, —Ven aquí señor Dios, no termine contigo. —le pellizca la espalda y luego le pica las costillas, causando un juego algo rudo, Gon lo aleja con las piernas mientras Killua intenta pellizcarlo.

—Está bien, está bien. Me rindo, no puedo contra ti, le has ganado al superior de todo lo malo. Que no valgo más que ese muñeco inflable. —igual sigue con su juego. Notando cómo queda con las manos arriba de su cabeza. —¿Qué me harás? ¿Volverás a comerme como la primera vez que nos conocimos?

—Si eso me devuelve mi marca, haré lo necesario. —sentado sobre el estómago contrario solo debe deslizar la cadera hacia atrás para quedar donde quiere, —Estuve mucho días sin energía, Kurapika dice que parecía anémico. —le suelta las manos y las coloca en el estómago donde antes estuvo sentado, realmente le costaba despertarse o mantenerse despierto por las noches, —Los sacos de sangre no tienen el mismo efecto que este precioso. —restriega el trasero contra la creciente erección.

—Ah ~ Así que esas son tus intenciones, cariño. No te importa tomar riesgos. —aprieta su trasero cuando siente que ya está teniendo una erección. Tratando de sentir lo mejor que puede la fricción de sus cuerpos como tanto le gusta. Una mano sube hasta meterse debajo de su propia camisa pero que usaba Gon de costumbre para tocar todo a su paso y pellizcar uno de sus pezones.

Gon se acerca a Killua para besarlo, realmente extraña su intimidad, su voz diciéndole cosas sucias. Comparten saliva mientras su trasero es desnudado por cada caricia. Tiene ambas manos en las mejillas pálidas, evitando que se aleje de sus labios, —Te amo. —dice por beso y de pronto giran en la cama dejándolo de piernas abiertas con el peso del albino sobre él.

El pálido recorre la piel como la primera ocasión en la cual se atrevió. Cada parte trata de marcarla así fuera un poco con sus colmillos o dejando chupetones bruscos mientras sus intimidades ahora se rozan directamente al bajarse la ropa.

Los pezones estaban duritos y comenzó a succionarlos tomando el pene de Gon para masturbarlo con ganas, buscando desviar su atención mientras entraba con lentitud por su vagina.

—Ahg ~... Amor... Sigue así. —respirar le es costoso y la intromisión la siente profundo y aunque vaya despacio, Gon está feliz con eso, una vez la pelvis de Killua choca contra su pelvis gime bajito por sentirse lleno otra vez, —¿Aún te... Gustarí¡Ah! si estuviera panzón por tener un niño? —cuando el albino se acomoda para empezar los pensamientos intrusivos de Gon salen de su boca, con un bonito color rojo en la cara aprieta su vientre ya no marcado.

—Cla-claro que sí, me gustaría verte de esa manera. —le deja un beso dulce en la frente, sintiendo que se derrite por las sensaciones y los gimoteos agudos cuando va aumentando la velocidad de las embestidas. Toma la cola que se había enredado en su propia cintura para hacerlo pero con el pene del dueño, dejando la punta en el orificio. Sigue con una masturbación rápida buscando ahora darle un beso que les roba el aliento.

No puede decir palabra alguna, mira el techo por las fuertes sensaciones, abriendo las piernas y dejándolas elevadas para que dé justo donde a él le gusta. Lo estaba masturbando con su propia cola y a la vez generaba unas caricias placenteras en la misma que al darse cuenta ya estaban haciendo que suelte líquido preseminal, —No pares, ve más ~ duro... Justo ¡ahí! —sentía cerca el orgasmo.

Killua se esconde en el cuello de su pareja, empujando contra el cuerpo bronceado con toda la fuerza que tiene hasta que se presenta el orgasmo, uno de los mejores que había experimentado. Siente los espasmos y temblores de Gon llenando su mano pálida que fue dejando de moverse pero escucha un ruido diferente de su parte, un chillido que le hace preocuparse.

Diferente a otra veces donde simplemente la calidez lo llenaba, ahora había algo aún más pesado, caliente, que lo hace sollozar por sí solo. Al mirar al preocupado Killua lo agarra del cuello y lo baja para volver a besarlo desesperado por como su vientre se siente. Un dolor conocido y placentero a ese punto, como si te estuviera marcando a fuego con brazas, la ya familiar marca vuelve distinta a la anterior. Pues ya no es de pertenencia. Debido a esto, Gon tiene un segundo orgasmo que lo deja llorando y tiritando en brazos de su pareja.

—¿Gon...? —trata de alejarse pero el estado de trance del moreno se lo impide, está aferrado a él pero reconoce sus movimientos al presentarse de nuevo las sensaciones placenteras. El problema era que no supo que hizo de diferente. Deja besos en su rostro, esperando pacientemente manteniéndose unido a él. Acaricia todo su cuerpo hasta que siente una marca de nuevo en el vientre que le hace extrañarse.

—No es... Suficiente. —Gon se levanta cuando las manos pálidas viajan ilusionadas hacia la marca recién creada, no traía un corazón como la del inicio, era similar a un infinito, según podía notar.

Tira a Killua de espaldas a la cama y tomando el pene con una mano lo alinea a su entrada anal importándole poco que hace cinco segundos tuvo dos orgasmos seguidos, es más, necesitaba esa energía extraña para no caer derrotado en ese preciso momento, —Killua ~... Deja de asustarte... Me gusta cuando es doloroso. —se adentra de un golpe, el grosor lo expande y el largo lo hace lloriquear, apoya los pies en el colchón y las manos en los hombros pálidos, listo para saltar.

—Gon ~ Es-espera... —no sabía si asustarse o dejarse llevar, tal vez ambas. Sujeta a Gon de las manos que no se mueven de su lugar pero es ignorado olímpicamente, su cuerpo voluptuoso se empieza a mover a una fuerza que se pregunta de dónde la saco. Rememora cuando sucedió algo similar en la segunda ocasión dónde se acostaron, pero de eso había pasado mucho tiempo. Es como si de nuevo se estuviera alimentando de él. —Maldición, me estás apretando mucho.

—Si quieres que me detenga vas a tener que ordenármelo. —salta a su gusto y hacia donde a él le gusta, hace mucho que no lo hacía por el simple hecho de que necesitaba la energía, pero también hay otra cosa, amaba a Killua, esa era la gran diferencia a cuando lo hicieron hace mucho tiempo atrás, busca su aprobación, esas caras de placer absoluto que solo él puede entregarle.

Cuando las manos pálidas lo ayudan a subir y bajar al agarrar del trasero se desarma, gime más alto. Su próstata siendo maltratada por el grueso miembro que ya parece conocer su cuerpo al completo.

Killua fue el primero en llegar, volviéndose un lío de gruñidos y gemidos bajos pero prolongados cuando sintió el apretón de las paredes calientes en su pene como sino quisieran soltarlo. Volviendo a llenar el interior mientras Gon baja el ritmo de sus movimientos, hasta el punto que se detuvo con un gesto de placer puro dejando salir un poco de saliva de sus labios. —Montaste mi pene como quisiste, cariño. —nuevamente el semen de su novio dejó rastros pero en el abdomen del pálido.

—Ahh... Esta caliente. —toca su vientre por la nueva descarga, esta vez logra balancear el orgasmo con eso, está cansado, pero ya es por sueño, —Ahora quiero cariño.

—Te lo daré si me dices que fue lo que pasó, ¿acaso te estás comiendo mi vitalidad otra vez...? —se sienta para acomodarlo a su lado después de separarse, dejando la entrada de Gon libre.

—N-no. —al tartamudear su mentira cae, —Solo un poquito, es que... Estuvimos mucho tiempo sin hacerlo ¡Y ni te estoy culpando ni nada por el estilo! —se asegura antes de seguir, acostándose a su lado mientras da largos suspiros, —Además, está vez se sintió diferente, era más... Denso y caliente. —explica avergonzado de sus palabras, nunca tuvo que explicar su naturaleza, simplemente se sabe cómo es, —¡Mi cuerpo entero sabía que quería experimentarlo otra vez!, perdón si no fue de tu agrado... —extiende los brazos, quiere ser arropado por el más alto.

—Gon, creo que estás delirando... ¿Acabas de decir que mi semen cambió? —lo acurruca contra su cuerpo. —Estabas muy emocionado aquí. —juega tocando uno de sus glúteos. —No te preocupes, si me gustó. Por un momento pensé que ibas a dejarme sin pene por lo mucho que me estabas succionando.

—Jeje, eso solo significa que aún hago bien mi trabajo. —trae la sábanas y los cubre a ambos con ella, enrollándose un poco y procurando dejar espacio por si en la noche por si ambos se movían como locos, —Te amo muchísimo Killua, mucho, mucho, mucho. —por cada "mucho" le dejaba un beso en la cara, hasta que el sueño fue más fuerte que él y terminó durmiéndose sobre el albino, desnudo y satisfecho.

Killua estaba solito en el cuarto. Había un tema que no dejaba de pensar cada vez que intimaba con Gon, cosa que se hizo constante como siempre pero notaba que se veía con energía después de hacerlo. Entonces comenzó a considerar la posibilidad de que tuvieran un bebé, aunque no iba a hacerlo por completo sin hablar del tema con su pareja.

Gon estaba en una situación similar, pasa cada vez que intiman, es diferente y hay anhelos diferentes cuando es llenado por completo. Hijos, jamás había pensado en hijos, al inicio le parecía que sería algo que él jamás tendría por gusto, luego creció y se dio cuenta de que no podría tenerlo de forma tradicional y terminó por sepultar lo poco que lo atraía del tema.

Ahora que está en una pareja estable y saludable por aproximadamente siete años humanos su idea al respecto cambió, a veces tiene leves pensamientos intrusivos. Killua cargando un pequeño bebe en brazos, o él mismo enseñándole a volar como en su momento tuvo que enseñarle al albino.

Se encuentra en el baño, tomando, silenciosamente, tres toallas y colocándoselos debajo de la camiseta, sobre su estómago, para hincharlo y mirarse. Su imagen es distorsionada, es raro pero no tanto.

Justo cuando está por quitarse las toallas del lugar el ruido de un vaso de vidrio estrellándose contra el suelo.

—¿Killua...?

—Lo-lo siento... —pensaba que se estaba ya imaginando cosas. Pero se iba a morir literalmente sino lo hablaban. —Gon... He estado pensando en algo y... Me gustaría saber tu opinión. Deja limpio primero este desastre.

—Ten cuidado. —se quitó las suaves telas, estomago plano otra vez, Killua miró eso y Gon tuvo que aguantarse las ganas de consultar.

Una vez estaba todo limpio fueron hasta el living, sentados en el sillón frente a la cocina, ninguno sabía muy bien como comenzar, —En unos meses cumpliremos creo que son ocho años humanos de relación. —comenta ilusionado, pensando que tal vez esa era una buena forma de comenzar.

La cola que normalmente apareció después de convertirse en Dios, apareció mientras escuchaba atentamente a su pareja. Era larguísima y tenía la punta como una ancla, esta se movía de un lado a otro intentando calmar sus nervios. —S-sí... Parece mentira, paso muy rápido. —tragó saliva. —Oye... Nunca has pensado ¿en cómo sería si pudiéramos tener un bebé...?

—Me viste en el baño, claro que lo pienso... Mucho últimamente. —toca la parte del vientre donde la marca se nota, —No te parece...¿Raro?... Soy un íncubo, no debería querer hijos.

—Yo igual. —coloca una mano en su vientre también, sonriendo un poco imaginando a Gon teniendo su panza de pocos meses. —No lo creo, tienes deseos distintos porque estás conmigo. —se queda callado. —¿No quieres intentarlo?

—¿A-ahora?... ¿No es muy rápido? —Killua se había puesto encima de él rápidamente, Gon coloca las manos sobre el pecho pálido, sonrojado, —Te acabo de decir que no puedo hacerlo como lo hacen los de tus especie.

—Bueno, solamente pensaba que como sucedió con la marca, podríamos hacer que pase. Ambos queríamos que volviera y eso paso, ¿quién dice que no puede suceder lo mismo con esto? —se acerca a su oreja que está roja como un tomate. —Además, podemos intentarlo todas las veces que hagan falta.

—"Eso es sumamente estúpido, no funcionará pero... No pierdo nada con intentarlo"— No lo dice en voz alta, no quiere cortarle las ilusiones a su novio ahora que le da besos en el vientre mientras baja por entre sus piernas desnudas. Besa sus muslos y sigue bajando, —¿Tanto te gustan mis piernas? —siente como las aprieta, pellizca y muerde, pasa de una a la otra e incluso se acaricia contra ellas.

Como era esperado, no pasó nada. Cosa que Gon sabía que iba a suceder y claramente Killua estuvo como un niño pequeño, porque en su linda cabecita eso tenía el mejor sentido del mundo. Aunque continuaron con ese anhelo, hasta podían jurar que con más intensidad que antes. No había ningún libro o demonio que pudiera guiarlos sobre el tema, sería vergonzoso contar que tuvieron la fe de que simplemente el moreno tuviera un bebé y listo.

Gon no podía evitar consolar a su pareja luego de cada encuentro y que con los días obviamente nada ocurriera, a veces se culpaba, pues obviamente era su sistema el que no hacía que la posibilidad existiera.

Incluso si en secreto le preguntó a Kurapika, éste tampoco tenía una idea muy clara de cómo hacerlo debido a que, los súcubos e incubo no nacen de forma común, son más bien una creación ajena, algo que nace del querer y poder de alguien, por eso sus vidas son miserables, porque no son seres naturales. Al contárselo a Killua, su naturaleza y la razón por la que desconocía sobre la posibilidad, el Albino lloró, lloró por él, por sus amigos. Ellos nunca lo habían hecho de ser sencillamente su realidad.

En su estado de tristeza, pensó en Leorio. Se preguntó entonces si lo que Gon comentó era cierto, de que pudo terminar en el Cielo o en el Infierno y de solo recordarlo quiso buscar. Quizás si seguía siendo su mismo amigo cuando estaba vivo podría recordarlo, lo más fácil sería buscarlo donde estaban mientras consultaban con Ikalgo si había escuchado sobre él antes de ser desterrado. Entonces fue como una ligera luz de esperanza, uno de los demonios que seguía a Killua siendo el nuevo gobernante, al enterarse de quién estaba buscando le indicó que había un médico con ese mismo nombre que estaba en un hospital cercano.

Ese día su establecimiento estaba particularmente lleno, demonios pasaban por las salas a cada minuto y no eran los únicos, también habían buenos, ninfas hermosas y por supuesto, algunos ángeles de apariencia extraña. Para un médico, esto es indiferente y para Leorio Palandinght, aún más. Incluso luego de morir su petición había sido escuchada y fue llevado a ese extraño mundo en el que tardó años a acostumbrarse, pronto consiguió la protección para el invierno cuando su trabajo dio frutos sanos, era bueno en lo que hacía y cada día se volvía mejor. Ahora que no necesita dormir, comer o descansar, deja el cuerpo y el Alma en sus pacientes, aún sean ladrones, asesinos o prostitutas, le da igual.

Ganó una altura prominente, sin alas pero con una larga cola llena de pinchos, cuernos similares a los de las cabras y puntiagudos dientes, si no fuera por la bata, mataría a cualquiera del susto.

Un silencio sepulcral, nunca había estado el hospital TAN callado. Salió de la sala de operaciones y caminó por el pasillo hasta chocar con alguien a quien no me prestó atención sinceramente, —¿Qué se te ofrece? —no lo miraba, pues apuntaba varias cosas en una libreta.

Todas las especies tras el joven albino estaban casi de rodillas, mientras que Leorio solo estaba ahí, como parándose junto a un igual.

—¿Leorio...? —aunque la voz estaba diferente, el tono era irreconocible. El médico dio un salto en su lugar que por poco se le caen los lentes.

—¡¿Killua?! —no entraba en el asombro. Notó de inmediato como era el único que estaba de pie. Sí que necesitaba informarse, escuchó que había aparecido Satanás pero que va. Estaba demasiado atareado día a día para interesarse. Mientras no jodiera con su hospital. —¡Esto sí que es la mejor casualidad, mira cuanto has cambiado! —se dieron la mano de manera amistosas pero pronto el de ojos azules se rompió, nada como ver el jefe de todos quebrarse en llanto mientras alzaba al moreno como si se tratara de una pluma.

—Lamento haberme ido de forma tan abrupta... —incluso si está siendo alzado como si fuese un muñeco lo abraza y una vez en el suelo se lo lleva a una sala para reconfortar sus lágrimas, —Jamás creí que te vería por aquí, pensé que eras de esos amantes de la palabra del de arriba. —lo deja cerca y con la puerta cerrada, los seres fuera se mantienen callados o directamente salen del lugar. —¿Debo llamarte señor?¿Su santidad? —pregunta entre risas para intentar que el pálido se calme.

—Nada de eso, puedes seguirme llamando por mi nombre. —Killua se sienta sonriendo. Estando calmado. —Disculpa que tome de tu tiempo, seguramente estás muy ocupado. Pero... Quería saber de ti y, consultarte algo importante

—En realidad sí, por aquí las cosas son movidas todos los días, pero puedo hacer espacio en mi ajetreada agenda para el nuevo señor de las tinieblas- Lo abraza una vez más antes de colocarse mejor su bata, volviendo a su trabajo, —¿Tiene algo que ver con mi trabajo o es algo de un bonito reencuentro? —Leorio está ante la puerta pero no se va.

—Es algo inusual, es que tengo una pareja y... Bueno, es un íncubo que, por más extraño que suene nos gustaría tener un hijo. —dice de manera lenta, observado la sorpresa en el rostro de su amigo.

—¿Tú y un íncubo?... Espera, espera, ¿hijos? —cierra la puerta su espalda y se adentra un poco, —Es casi imposible que un íncubo quiera hijos... Podemos ser amigos pero yo trazaré mi línea en caso de que intentes obligarlo. —había tratado con casos de marcas forzosas, de intentos de cirugías para embarazos, tantos supuestos esposos intentando obligar a sus parejas.

—N-no, yo no sería capaz de eso... —niega rápidamente. —Quiero decir, nos conocimos cuando era humano y si lo marqué pero después de eso... Terminamos saliendo y empecé a transformarme. Más bien, desapareció la marca cuando sucedió y apareció una nueva. ¿Qué sabes sobre eso?

—Las marcas son diferentes dependiendo de qué especie las cree, los humanos son los que tienen las marcas menos frecuentes, forma de corazón con un cerradura en el centro. —enseña rápido una fotografías, —Otras pueden ser como la forma del omega, un reloj de arena y las más raras... Tal vez los infinitos... Creo que solo vi dos en todo lo que va de mi carrera.

—Uhm... Es una con un infinito. Pero... ¿Por qué son tan raras? —tiene un nudo en el estómago por los nervios, feliz y ansioso de lo que quería saber.

—Por qué son permanentes, aunque el ser que lo provocó muera, el íncubo o súcubo no podrá quitarse nunca la marca... He visto extremos Killua... Pobre almas que intentaron cortarse el estómago, arrancarse la piel del vientre.

—Ya veo... —traga algo de saliva. —De todas maneras, gracias por responder mis preguntas. Cualquier cosa estaremos en contacto. —toma su mano después de levantarse. —Al menos me dijiste información valiosa. Volveré pronto, prefiero venir de nuevo con Gon. —apenas toman caminos separados la cantidad de demonios queriendo acercarse lo aturde, pero logra alejarse con rapidez antes de que no pueda escapar.

Gon también se había marchado de la casa, junto a Kurapika fueron a despejarse un rato, hace mucho que no eran solo ellos dos haciendo cosas sin más, comer, beber y charlar en el sillón del Kurta sobre temas que en grupo no hablan, — "Me da miedo tener hijos"— Le expresó el moreno luego de unas cervezas y el rubio se quedó a su lado, para escucharlo.

—Nunca tuve padres, no sé cómo ellos se comportan, ¿qué haré con mi propio hijo?, lo que menos quiero es que la pase mal conmigo, que me odie. —inquietudes que debía resolver antes de lanzarse.

—Lo harás bien Gon, nadie nace sabiendo y te recuerdo, no estás solo... No seré un come libros por nada. —ambos rieron, felices con la idea de un pequeño Freecss por la sala.

—Si es una niña entonces seré su padrino. —mientras el rubio lo acompaña hasta la estación, siguen hablando.

—Ehh... Pero si es un niño ¿no lo vas a querer? —le cuestiona Gon.

—Claro que sí tarado, pero, siempre quise tener una sobrina.

Gon sabe que miente, Kurapika jamás imaginaría a ninguno de sus amigos como padres, pero le hace ilusión de todas maneras y ahora que está de regreso a su hogar, la felicidad y confianza de mayor, ahora, solo quedaba el método.

Abre la puerta de la casa, no se encuentra vacía.

—¿Cómo te fue, cariño?—había una sonrisa diferente en el rostro del pálido. Se le notaba alegre pero menos inquieto como las largas semanas que pasaron anteriores. No aguantó y abrazo a su pareja mientras su cola se movía de lado a lado. —¿Adivina qué? Pude encontrar a Leorio aquí, justo como me dijiste.

—¿En serio?, wahh que suerte. —lo había dicho en un inicio más como una corazonada, pues la mayor parte de la humanidad cae en el infierno al morir, —¿De qué trabaja ahora?, ¿es un demonio? —se dirigen a la cocina para prepararse algo frío que beber y comer.

—Es médico, y sí... Sigue siendo el mismo. Parece que tuvimos suerte de caer en el mismo lugar. —aunque no contó detalles, porque se lo estaba guardando para decirlo mientras estuvieran comiendo. Empezó a quedarse callado de repente, ya sentados en la mesa. —Lo importante es que... Habló del tipo de marca que tenemos ahora y que si es posible un embarazo en un íncubo.

Gon pestañea varias veces y luego mira a su pareja con la ceja alzada. Al bajar la mano hasta su vientre levanta un poco la camiseta sin tirantes que lleva puesta para poder enseñar su marca, —¿Tiene algo de especial? —la acaricia con los dedos. Esta marca no le ha generado problemas como la otra, parece más que nada estético, —Cuéntamelo todo.

—Pues, solo Leorio ha visto dos y no comento cosas nada alentadoras. No sé puede quitar así alguno de los dos muera... —le toma de la mano. —Cariño, si de verdad hay una posibilidad de ser padres quiero primero hablarlo contigo y que te sientas cómodo. Yo puedo esperar lo necesario.

—"De todas formas no quiero que se quite"— Piensa Gon mientras termina de colocar el hielo triturado en el vaso de vidrio, le había hecho un batido rápido y bastante azucarado a su pareja, —Yo solo... no es que no quiera tenerlos, pero temo no estar hecho para ser realmente padre... ¿Y si a mi hijo no le caigo bien por ser un incubo?, es complicado. —explica dándole la espalda, corta una manzana en trozos para ir picando cada vez que el llanto se le suba a la garganta.

—Claro que no, por supuesto que le vas a agradar. —lo abraza por el espalda, cubriendo su cuerpo con sus grandes alas. —No estás solo, estaré aquí contigo y sé que vamos a cometer errores pero no pienses que no puedes solo por tu especie. —siente con el cuerpo tiembla bajo sus brazos.

Agarra un trozo de manzana y lo mastica para después repetir la acción varias veces, no iba a llorar, no quería hacerlo, —Lo sé, lo sé... Son pensamientos tontos que me llaman de vez en cuando. —se da golpecitos en el rostro, —Si estás conmigo entonces nada puede salir mal, al menos no todo. —su pareja restriega la nariz contra su cabello debido a la altura y poco a poco las gigantes alas lo dejan en libertad, más no los brazos. —Entonces... ¿Encontraste una forma de embarazarme? —pregunta tal vez muy directo.

—Eso lo averiguaremos si vienes conmigo, cuando Leorio haga un espacio podremos preguntar a detalle pero... Si es posible, al menos se ha logrado. —le deja un beso en la mejilla. —Te amo mucho. —lo imita cómo él hacía en ocasiones de darle varios mimos mientras repite que lo quiere para animarlo.

—Entonces solo queda esperar. —recibe el cariño gustoso, pues las manos acarician su marca mientras los besos van desde la cabeza hasta la nuca, —Neh Killua... ¿Tú qué quieres que sea? —lo mira de soslayo, le gusta esa posición así que no se mueven a menos que sea para agarrar y comer algo.

—Uhm... No lo había pensado. Solamente tenía en mente que sería muy feliz de tener un bebé contigo, pero me gustaría que fuera una niña. Todos en mi familia fueron hombres a excepción de mi hermana. —se queda quieto manteniendo apoyado el mentón se su hombro.

—Supongo que gana por mayoría, Pika también quiere que sea una niña... ¿Cómo podríamos llamarla?, soy malo con los nombres. —se imagina a su niña y le gustaría que se parezca más a Killua que a él, le gusta el pelo albino, su altura y ojos, no es que no se considere bonito o atractivo, pero simplemente piensa que su pareja es perfecta.

—Yo también apesto en eso, quizás si hablamos con Leorio cuando pase nos de ideas cuando sepamos su sexo. No te preocupes por eso. —toma un poco de fruta por la cola, empieza a ser un glotón y a agarrar de más. —Vamos a tener que comprar otra nevera para cuando te den tus antojos.

—Ahora que lo pienso... Nunca estuve fuera de forma, agradezco que mis alas sean lo suficientemente grandes, prefiero morir antes que caminar con ese peso extra. —verse a sí mismo con una barriga de siete meses se le hace raro, pero es tierno saber que en su imaginación, el albino siempre aparecía detrás de él para abrazarlo. —Habrá que hablar con tu amigo sobre cómo podríamos tener sexo si quedo embarazado, no puedo vivir sin eso. —increíblemente no lo decía con dobles intenciones.

Primero fue una sonrisa orgullosa, después lentamente mientras escuchaba lo que comentaba su pareja apareció un rubor en sus mejillas pálidas hasta con la última oración explotó. Tuvo que alejarse por el repentino rubor intenso que apareció, —¡Tontoo, estamos hablando cosas bonitas y vienes con eso de repente! —su cola choca con los muebles por estar agitada mientras se cubre el rostro.

—¡No me digas tonto!, tu eres el tonto, ¡Soy un íncubo, necesito energía! —se da la vuelta para encararlo, era lógico su argumento, —Cuando te embarazas necesitas muchos más cuidados, ¡Necesitas energía para mantener vivo a tu hijo!, ¿De dónde crees que yo consigo la mía? —le pica la frente insistentemente, la cola del pálido rasga una de los muebles, pero no le importa.

—¡Ya lo sé, me has chupado el pene todo este tiempo! Solo estábamos teniendo una conversación de lo más linda y lo interrumpes, luego no te quiero verte quejándote de mis comentarios estúpidos. —como si fuera imposible está más sonrojado que nunca en su vida.

—¡Cállate!, solo quiero que nazca fuerte y si para eso tengo que dejarte seco... Vas a tener que estar atento a las consecuencias. —sus mejillas están levemente rosas a comparación, estaban discutiendo muy cerca por culpa del pánico del albino.

Por suerte no necesitaron seguir discutiendo.

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