🎼|Capítulo 7.|🎼
𝘖𝘯𝘨𝘢𝘬𝘶 𝘯𝘰 𝘏𝘢𝘴𝘩𝘪𝘳𝘢
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟕.
"El cazatalentos más vistoso de la historia"
Nada podría salir mal ahora, así que no perdió más tiempo y se levantó del futón en el que estaba acostada. Se aseguró de dejar una almohada junto a su hermanito para que no se despertara, ni mucho menos se asustara al no tenerla cerca. Ahora mismo no podía pensar en otra cosa que el dinero. Lo necesitaba, no sabía si son día siguiente podrían comer bien, o si pasaría algo con el estado de salud de Sei que va y viene, sube y baja; prefería antes arriesgarse ella, ir a lo seguro y conseguir dinero extra por si ocurre una emergencia. Como a esas horas había personas afuera, aún, iba a aprovechar el momento y a sacarle el mayor provecho posible, con tal de tener algo guardado le bastaba, aunque tan solo fuesen unas cuantas monedas, no importaba. Necesitaba dinero.
Estando de pie, se peinó un poco el cabello, se colocó en sus dos coletas un listón del color contrario a sus mechones, y ya con eso buscó algo de ropa abrigada, además de la capa que le cubriría el rostro para esconder su identidad y que sólo su voz llamara la atención, ya que bueno, después de todo no estaba buscando otra cosa.
Al menos así aprovechaba su talento.
Estaba por salir de esa pequeña habitación, pero algo la detuvo: su hermanito pequeño. Sei estaba dormido profundamente, pero suspiraba un poco y se le veía inquieto, como si buscara algo entre sueños con mucho afán. En ese corazón, ella pudo sentir el instante justo cuando se le estrujó el corazón por la tristeza, no esperaba a que duda ojos de aguaran por ver tal escena, se supone que ya lo había superado por completo, se supone que debía ser fuerte ahora y dejar el pasado atrás para evitar contratiempos en un futuro, pero sentía que iba a quebrarse como un cristal al ver a su hermanito buscar entre sueños la mano de su contraparte.
Para ponerlos un poco en el contexto, a Sui le afectó mucho ver aquello ya que de inmediato le llegaron a su cabeza una lluvia de recuerdos. Sus hermanitos, Sai y Sei, desde que nacieron, acostumbraron a dormir así y hacer básicamente todo, estando siempre juntos. Pocas cosas eran las que solían hacer cuando estaban separados, pero siempre tenían presente al otro. Muchas veces se comportaron como si el uno no pudiera vivir sin el otro, incluso solían decirlo, ambos eran tan unidos que tan sólo el pensar en su separación los llenaba de ansiedad. Sei no manifestaba esto por ningún lado después de la muerte de su hermano, o más bien después de que este se transformara en un demonio. Por otro lado, parecía que no lo recordaba, pero Sui era consciente que aquel actuar así, y también esa forma de negar las cosas y seguir como si nada hubiese pasado, era la única forma que su hermano tenía para defenderse de un pensamiento negativo. Eso, amigos míos, también quiere decir que le duele, ¡Y claro, como no podría dolerle! Prácticamente perdió de forma trágica a su única alma gemela en todo el mundo, a su compañero de juegos, a su confidente, siendo apenas tan sólo un niño de unos cuantos años, apenas preocupándose por entrar a la adolescencia.
Sui sabía que él se preguntaba ahora ¿Qué sería de ellos? Apenas y conocen el mundo. Sabía que él no era ajeno a todo lo que estaba pasando, sabía que muchas veces esa sonrisa podía llegar a ser fingida, y es por eso que siente su corazón doler y romperse lentamente, su pecho pesado y su respiración agitada. No quiere que su hermano pase por ese dolor, pero ella sabe que Sei no es tonto así que, lo único que puede hacer ahora es... Continuar ¿Cierto?
Técnicamente ya no tienen nada que perder, así que... ¿Por qué las preocupaciones? Iba a apostar todo.
—–Lo siento...—se disculpó ella, en un hilo de voz.
Se acercó al futón del menor, por el otro lado, acariciando ligeramente su cabello y comenzando a tararear una melodía suave, así él volvía a quedarse rendido en los brazos del Dios del sueño y el descanso. Podría irse más tarde, ahora su hermanito era la prioridad que más le importaba.
—–Parece que no fui tan discreta, te desperté...—susurró la mayor, con la cabeza ladeada y cerrando los ojos para concentrarse en cantar lo mejor que podía, así Sei descansaba.—–No fue mi intención hacerlo... Lo siento mucho....
Vio como su hermanito se removía en dirección a su voz, intentando acurrucarse en su dirección, sin embargo, Sui se inclinó un poco y le dejó un beso en su mejilla, sonriendo después cerca de su piel.
—–Shh... Aquí estoy... Nunca te dejaré sólo, ¿De acuerdo...?—le susurró con una voz muy dulce y suave, buscando tranquilizarlo. Odiaba verlo en ese estado, aún tenía secuelas de pesadillas de esa fatídica noche. Ella comprendía muy bien ese sentimiento, ya que también sufría de aquello, así que intentaba a toda costa evitar que el pequeño sufriera por ello. —–Shhh... Shh... Ya pequeño...—agregó, sentándose finalmente a su lado, luego se recostó, acercándose a darle en su frente un pequeño y suave beso.—–Te quiero...
Aquel trato con su hermano también le sirvió para tranquilizarse de su poco. Se quedó cerca de Sei ahí acostada, mientras él se dormía profundamente, vigilando que no se despertara. Así evitaba que él se asustara al no verla a su lado o cerca de él. Luego, cuando estuvo lo suficientemente segura de que podría salir, no lo pensó dos veces más y lo hizo, asegurándose de cerrar bien la puerta y de que nadie la siguiera. Esperaba su que no fuera muy tarde aún para trabajar un poco más, estaba segura de que a esas horas podría ganar casi el doble de lo que ganó hoy en esta tarde.
Lo único que tenía que hacer ahora era encontrar una buena ubicación con mucha gente para deleitar con su dulce voz.
Después de todo, estaban en un sitio con mucho movimiento nocturno, era una parte moderna a comparación de otras aldeas o comunidades.
—–Huh...
Se había quedado dormida por un rato. Se levantó rápidamente y llenándose de rabia, pensando que había perdido la noche, pero afortunadamente esa siesta no le tomó más de veinte minutos, así que aún tenía mucho tiempo de sobra para aprovechar. Se sintió bastante aliviada, pero no se quedaría ahí por más tiempo, tenía que trabajar. El dinero no crece en los árboles, y por desgracia, así se mueve el mundo.
Si estuviera sola, podría preocuparse por sólo comprar algo de pan, pero cargaba con un pequeño hermano que mantener, con cuidados médicos y vitaminas para mantenerlo sano; siendo apenas una joven de entre catorce a quince años.
Sui guardaba en su interior muchos deseos de vengarse de ese sujeto, de ese demonio, que acabó con su felicidad en una noche, y que encima de llevó consigo la vida de sus padres y de su otro hermano menor.
—–Nada hay que hacer...
Esa noche, las calles cercanas hicieron cierto silencio, escuchando los lamentos de una hermosa voz femenina, que cantaba con sentimiento una canción triste y desoladora, que a todos los presentes solía conmover. A aquella joven no se le veía el rostro, pero bastaba con escucharla para identificar fácilmente que ella estaba llorando, su corazón lloraba y le dolía cada palabra, pero ahí estaba, esperando que su talento fuese reconocido y premiado por alguien.
Muchas personas preferían hacer la vista gorda y pasar de largo, ignorar aquella canción y seguir con sus vidas. Lamentaban su situación y que estuviera cantando tan triste, no obstante, ese no era su problema, ellos también tenían batallas que lidiar, pero de seguro no eran tan fuertes como esa, la de aquella muchacha que no mostraba su rostro, pero que con el don de su voz podía sin dudas, conmover. Así mismo y en contraste, muchas otras personas no dudaron en dejarle monedas, quizá estaban hechizados, quizá querían que se callara, pero esperaban que eso pudiera ayudar.
Esa melodía era dulce y envolvente, pero como ya dije, triste. Se preguntaban cuál sería el rostro de esa joven que cantaba con tanto sentimiento y pasión.
Se hizo más tarde, poco a poco las calles estaban vaciándose, incluso los fiesteros o las parejas dejaban el lugar, para irse a dormir o a hacer sus cosas en casa. Al ver que no había mucho más para recibir, Sui decidió retirarse, cubriéndose completamente con la capa. Recogió su dinero ganado justamente, y desapareció entre las sombras. Saltó a los techos y sé escabulló por los lados estrechos, yendo en dirección al edificio en donde se hospedaba. Viendo que le había ido tan bien en una sola noche, empezaba a considerar la idea de tal vez quedarse un tiempo más, con tal de conseguir más ganancias.
Ahora sólo debía dormir, mañana le esperaba un día más pesado, comprando comida y cuidando de Sei.
Sin dudas, era agotador, pero no podía hacer más que romperse el lomo para comer y mantener a su hermanito.
—–Oh. Eso fue magnífico.—espetó una voz masculina, pero de tono elegante y jocosa, entre la oscuridad era difícil de ver.
Lo que Sui no sabía, es que más que dejar encantados a todas las personas que quisieron escucharle esa noche, dejó a un hombre boquiabierto de sorpresa, que paseaba con su esposa por ahí. Ambos se habían detenido a escuchar la voz, diferenciándola especialmente de las otras voces humanas que los rodeaban. Ambos estaban impresionados.
Querían tener a esa chica, un talento como el de ella sin duda les convendría.
—–Ya se fue, querido.—avisó la mujer, abrazada al brazo de su marido.—–Deberíamos irnos también.
—–Tienes razón. Aún tenemos cosas que hacer.—agregó el sujeto, comenzando a caminar, regresando por donde llegaron.—–Un humano que devorar ¿No? Será deliciosa~
—–¡Basta cielo! No bromees así. Alguien podría oírte.—le calló su esposa entre risas. Desapareciendo los dos en la neblina.—–Hay que regresar a casa. Volveremos mañana a esta hora aprovechando que estará sola...
Tal vez Sui ya no está segura.
El día siguiente llegó y con él la noche también, estando la luna llena, alzándose en lo alto del cielo para alumbrar las calles y rincones del bosque con su suave luz. Pero, así como era una imagen linda para disfrutar y pasear... También era un momento de alto peligro, ya que estaba corriendo el rumor de que demonios estaban rondando por el pueblo, por lo que lo mejor para todos los habitantes era mantenerse seguros y encerrados en sus casas.
Pero claro, también existían rebeldes que bien, querían pasear y disfrutar de los placeres que la noche les podría traer. No había mucha gente en las calles como el día anterior, eso era evidente, pero tampoco iba a impedir que Sui pudiera sacarles dinero.
Había comprado comestibles, medicinas y adelantado la paga de la noche en el lugar donde se hospedaba, para no endeudarse mucho. Lo que le sobró lo escondió junto con el resto de sus ahorros que ya tenía guardados, dinero producto de sus otros trabajos cuando vivía con Tamayo.
Ahora mismo, Sui se estaba alistando para salir a la noche y trabajar. Debía admitir que estaba bastante cansada por el día tan largo que tuvo. Estuvo haciendo compras todo el día, además, no olvidemos que tiene un hermanito que cuidar y que prácticamente depende de ella. Estaba agotada, sí, pero, tenía que seguir esforzándose para darle a su hermanito una vida digna y sencilla, fuera de peligro. Tal vez nunca lograría regresarle la vida que perdieron, pero se encargaría de que su hermanito viviera cómodo y bien atendido.
Sei estaba profundamente dormido, lo que significaba que estaría bien salir por ahora, ella sólo rogaba porque permaneciera con ese sueño hasta el amanecer.
Antes de irse, Sui se volvió a su hermano, sonriendo enternecida al verlo descansar en el futón. Parecía un bebé puro, un niño sin preocupaciones y con muchos sueños por delante. Ver ese rostro hacía que se repente el sueño desapareciera, y la forzara a seguir.
—–Bien... Otra vez...—murmuró con cansancio, sintiendo de repente mucho frío.
Se colocó la capa negra que había conseguido en una tarde. Con ella le bastaría para cuidarse del frío, al menos un poco. Sólo esperaba no tener que huir de él. A esta hora el distrito era muy movido, incluso podría conseguir dinero de uno que otro borracho que quede encantado con su voz.
Quizá sonaba mal, pero estaba desesperada por conseguir dinero y un lugar para establecerse con su hermano, ¿Tenía otra opción aparte de esa o venderse? Incluso esa última opción comenzaba a serle tentadora, a decir verdad.
Le preocupaba no poder cuidar bien de Sei...
—–A trabajar...
Al menos contaba con la ventaja de que sus padres siempre la acostumbraron a ser trabajadora, de lo contrario, no tendrían comida en la mesa. Caminando hacia su puesto recordaba claramente cómo su padre le advertía que la vida iba a ser complicada, pero lo sería aún más si no hacia algo por tratar de cambiar ese aspecto. ¿Se refería a romperse el lomo para conseguir dinero y poder comer una noche más? Es lo más probable. Aun así, nunca imaginó que llegaría a ser así de complicada hasta tal punto que tener que soportar tanto frío para conseguir monedas extra.
Desde el atentado en su casa, la idea de dejar de respirar se hacía cada vez más llamativa en su cabeza, y se la repetía una y otra vez. Claro, ella trataba de callar ese maldito pensamiento intrusivo; le daba pánico pensarlo, pero a la vez no dejaba de plantearselo. En tal caso, no podría descansar en paz sabiendo que dejó a un niño indefenso a merced de un mundo cruel que viendo su situación no los ha querido ayudar, mucho menos dado una oportunidad de redimirse.
De nuevo, ¿Acaso podría descansar sabiendo todo eso? Ni al caso.
Arrastró sus pies hasta la salida del edificio pequeño en el que ella y Sei se hospedaban, luego siguió caminando hacia la ciudad. El lugar con más luces y furor o extravagancia sería el lugar en donde se pararía a cantar, o al menos a mendigar. Dios, esa última palabra le daba tanta vergüenza, pero vamos, ¿Tenía de otra?
Caminaba un poco más, moviendo las pocas monedas en la lata que llevaba para guardarlas. No había sido una gran noche y, sus delgadas piernas temblaban por el frío. Ya ni siquiera tener la capa encima lograba ayudarle a contrarrestar la brisa fría y nocturna y mantener el calor corporal. Quizá hubiera servido por un rato más a lo largo de la noche, de no haber sido por una horrenda administradora de un prostíbulo, quien al enterarse de que estaba una joven parada pidiendo monedas a susurros, salió de sorpresa y le empapó con agua fría para echarla de ahí.
Aunque Sui hizo un breve escándalo pidiendo justicia, ya que a nadie le estaba haciendo daño, la gente del lugar sólo siguió pasando y prefería ignorar.
Eso le ayudó a llegar a la siguiente conclusión: La humanidad es una mierda, ¿De verdad merecen la salvación?
A lo mejor generalizar no está del todo bien pero ¿Pueden culparla?
Sus temblorosos dedos luchaban por agarrar con fuerza la capa. Podía escuchar algunos susurros de personas que, a lo mejor y se referían a ella, pero no importa si los miraba o no, se apartaban, la apartaban, no le brindaban una mano. Se sentía como un alma en pena buscando el descanso eterno en donde no lo había, no había sitio para descansar o recortarse, sólo bastaba observar de reojo a otras personas o mujeres asomadas tras las ventanas, quienes al verla con desprecio ya la echaban sin siquiera ella acercarse.
Esta noche no podría ir de lo peor.
No tuvo de otra, más que alejarse un poco de esa multitud caminante de personas ruidosas y algunas ebrias, yendo hacia un callejón a sentarse junto a un bote de basura. Sus pies le dolían y su cuerpo temblaba a más no poder. No podía creerlo, pero sentía que iba a morir. La desesperación ya estaba invadiendo su cuerpo, y de repente su respiración comenzó a acelerarse; su cuerpo estaba tratando en un intento apurado de volver a estabilizarse para seguir con vida, pero, estaba débil. Apenas y había logrado desayunar un pan, ya que gastó el resto del dinero comprando medicinas para Sei y pagando la renta del día en ese maldito hostal que le chupaban hasta la última moneda. Estaba mareada, estaba cansada.
¿Iba a morir, tan pronto?
No quería hacerlo, no con Sei en ese estado... Era todo lo que le quedaba ¿Y se lo arrebatan así sin más?
Sentía que quería llorar del miedo, pero estaba tan descontrolada que, solamente esperaba a que su vista se nublase para ya dejarse llevar. Le daba rabia, pero sentía que no podía seguir luchando.
Al menos, hasta que escuchó acercarse a ella un ligero par de pasos. A juzgar por el sonido y el ritmo, podrían tratarse de una mujer ya que la delicadeza con la que se ejecutaban era sublime. Pero apenas y podía pensar, estaba muriendo de frío.
—–¡Ah! ¡Aquí estás!—por el tono de voz tan delgado y dulce confirmó que, en efecto, se trataba de un ser femenino.—–Oh no... ¡Mira cómo estás! Pobrecita.
Al momento de haber dicho eso, escuchó que a ella se apresuraban unos pasos más fuertes y más pesados. Eran de un hombre, a lo mejor y era su pareja.
—–¿Ya la encontraste, cielo? ¡Caray!
—–Pobre muchachita. ¿Quién te mojó así? ¿No sabe que a esta hora apenas y se puede conseguir calor?—ella no podía hablar, estaba ocupada tratando de calmarse a sí misma, pero podía razonar que ambas personas que le hablaban estaban preocupadas por ella.
No podía evitar pensar en que querían hacerle daño, sin embargo, estaba muy débil como para hacer o decir algo al respecto.
—–Vamos, que no hay tiempo.
Sui levantó la mirada hacia esos seres. Sus ennegrecidos ojos se encontraron primero con los de una mujer. Ella tenía el cabello rubio largo hasta la cintura, liso, por cierto, y era de piel pálida, sus ojos eran prácticamente rojos cual rubíes, sí, eran así de brillantes. La miraba con la boca entreabierta y con un genuino gesto de preocupación, con una mano cerca de su boca, la cual por cierto tenía uñas largas y, a juzgar por la forma, se veían filosas. Es así que no tardó en ver al hombre quien se le acercó más. Aunque Sui intentó levantarse para salir de ahí, sus piernas flaquearon y volvieron a tumbarla sobre el frío suelo, así que frustrada simplemente aceptó lo que pasaría, pero su sorpresa fue grande cuando de repente dejó de sentir tanto frío, en su lugar, el mojado de la capa se reemplazó por una suave textura de algodón, como si se tratara de estar acostada sobre suaves nubes.
¿En qué momento le quitó la capa, en qué momento la envolvió con ese suave abrigo que él antes tenía puesto?
Los ojos de Sui se abrieron un poquito más, así su vista se enfocó en el hombre que la dejó de tocar, alejando sus manos lentamente de ella, manteniendo una postura amable y una media sonrisa que, podría jurar, significaba ternura.
—–Yo...
—–Calla. Estás muy débil, primor. ¿Cómo se siente el abrigo? ¿Calentito?
El hombre tenía sus manos levemente levantadas, como si con eso la intentara convencer de que iba en son de paz. En su dedo anular derecho tenía un anillo de oro, quizá se trataba de uno de bodas. Tenía el cabello azul con reflejos celestes, sus ojos eran tan oscuros como la negra noche, pero también contaba con una tersa y juvenil piel pálida como la de su esposa. ¿De qué se trataba esto? Intentaba no pensar en lo peor.
—–Si nos lo permites... Mi esposa y yo queremos ayudarte.
—–Nuestra casa está cerca.—interrumpió la esposa, sonriendo un poco.—–Hace mucho frío hoy. Ven con nosotros, al menos para refugiarte ¿Si?
¿Debería confiar en ellos?
A juzgar por los latidos de sus corazones no mentían, no percibía ningún cambio de frecuencia de ellos al hablar a comparación de como cuando se aparecieron frente a ella. Sin embargo, no podía dejar de notar algo extraño en la frecuencia de los mismos.
Tal vez y... A lo mejor no eran humanos.
—–Déjenme... Déjenme en paz...—Sui mostró los dientes y frunció su ceño tratando de verse amenazante, pero la energía que traía ya era poca, y gastó sus reservas para decir eso.
Es como si de repente se quedase dormida, pero no fue por nada de ellos, simplemente se había desmayado, lo que la dejaba a completa merced de esos extraños sujetos que parecían ser buenos samaritanos.
De nuevo su cuerpo dejó de sentir frío, espasmos o dolor. No entendía por qué su espalda se sentía descansada sobre una superficie tan suave y cómoda, como si se tratase de las mismas nubes en el cielo, tampoco entendía bien porqué de repente percibía un aroma a tomate siendo cocinado.
Es entonces que su mente pensó que era suficiente el dormir, por lo que le ordenó a todo su cuerpo levantarse porque percibió que estaban en un lugar extraño, y como siempre, no se equivocó. Grande fue la sorpresa de Sui cuando despertó y se vio a sí misma en otra habitación, diferente a la suya en ese hostal de mala muerte, y ojo, que Sei también estaba a su lado en otro futon, con apariencia igual o más suave que el de ella.
¿Qué mierda estaba pasando?
Su mirada de dirigió rápidamente hacia la puerta tan pronto escuchaba unos suaves pasos acercarse. Se quedó viéndola fijamente y la puerta se abrió por completo. Dejó ver a una mujer de cabello rubio, piel pálida y ojos brillantes cargando una bandeja con un plato de arcilla en ella, no había duda, era la misma mujer de noche, quien junto a su esposo se ofrecieron a ayudarla.
Ahora mismo Sui no sabía realmente en qué pensar, pero sólo se quedó en silencio. Por alguna razón se sentía algo adormecida, pese a que sabía que debía estar nerviosa.
—–Oh, me alegra verte despierta jovencita. A mi esposo le gustará la noticia.—le dijo la rubia en un tono amable, sonriendo bastante complacida y generosa.
Sui se fijó en la bandeja que llevaba en sus manos. Traía consigo una sopa de tomate, y por como olía, debía saber igual de bien.
¿Debía comer?
Es decir, estaba en un sitio desconocido, con desconocidos, otra vez, y tal como cuando conoció a Tamayo, apenas y podía moverse y procesar lo que estaba pasando.
—–Toma. Está algo caliente, pero te ayudará mucho a recuperar calorías y la temperatura corporal. Es mejor que comas, no quiero que pesques un resfriado.—le advirtió, dejando a un lado de su futón esa bandeja con la sopa. De cerca se veía aún más deliciosa.
Sui se quedó en silencio mirando la comida, luego volvió a ver a Sei, evaluando intensamente al menor en busca de alguna herida. Pero, no. De hecho, se veía dormir bastante tranquilo, como si por su mente no pasaran preocupaciones. La última vez que vio a Sei dormir así, fue en casa de la señora Tamayo.
—–No te preocupes por él.—una voz masculina interrumpió sus pensamientos, haciendo que la adolescente inmediatamente volteara a ver en dirección a ese sonido. En efecto era el mismo hombre que le dio ese abrigo elegante en la noche para cubrirla del frío.—–Duerme como un bebé. Logramos sacarlo rápidamente de ese hostal tan sucio. ¿Cómo es que decidiste vivir ahí? Es el sitio más repugnante que he visto.
Sui iba a protestar, pero no tardó en caer en cuenta de que estaba rodeada de gente extraña. Desconocía sus intenciones, mucho más por el hecho de que ella y Sei estaban juntos, cuando en realidad apenas ella se encontró con la pareja, estaban a mucha distancia.
Quería decir que ellos ya sabían quiénes eran ella y su hermanito.
—–Yo haré las preguntas.—espetó seriamente, notando que la pareja no se inmutó en lo absoluto, sólo la miraban, como si con eso le dijeran que podía seguir hablando tranquilamente.—–¿Quiénes son? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué quieren de nosotros? Si buscan dinero, no tenemos. Estamos solos. Y si buscan hacernos daño o algo peor, hagan lo que quieran conmigo, pero a él déjenlo en paz.
Los mayores ser miraron las caras, luego regresaron a verla a ella. El hombre con llamativo vestir se cruzó de brazos, dejando apreciar que, en su mano derecha, las garras que tenía como uñas, estaban de colores distintos a comparación de las de su otra mano. Levantaba una ceja, y mantenía en su rostro una sonrisa gatuna al ver a Sui.
Esa chica era tan fría, con un carácter de acero, pero se ganó su respeto muy rápido al ver que siempre mostraba los colmillos.
—–Woh, woh, woh.—calló el mayor, entrando finalmente a la habitación.—–Dulzura, entiendo tu posición. Pero por favor, no insinúes que queremos robarte o hacerte daño. Eso no es para nada vistoso, no somos como el resto de gente deplorable del Distrito rojo. No pensamos venderte ni mucho menos.—le aclaró, tomando una postura seria, sin embargo, su tono no dejaba de ser gentil y agradable al oído.—–Si quieres que hablemos sin rodeos, muy bien. Eso haremos, pero por favor, baja un poco la guardia. Tu rostro es muy hermoso como para arruinarlo con arrugas.
Sui no se inmutó. Seguía mirando a los dos seres con el ceño fruncido y una mirada amenazante. No quería problemas, mucho menos quería dar su brazo a torcer, necesitaba una explicación ahora, y debía actuar así para ser tomada en serio. Entre tanto, su esposa intentaba mantener un gesto gentil para que Sui se sintiera más tranquila.
—–Como ya habrás notado, ambos somos esposos... Ahora tú y tu hermano están en nuestra casa.—volvió la mirada hacia la rubia, quien hablaba tranquilamente.—–Ambos dirigimos en Cabaret "Pretty Pomponio". Es el establecimiento que queda sobre esta casita.—sonrió.—–En este lugar no sólo se venden bebidas y se la pasa bien, apreciamos la belleza, el glamour, los modales y el talento.
—–Somos cazatalentos... Con muy buen estilo.—aclaró el esposo, caminando hacia su mujer y ambos se tomaron de la mano.—–Hace unos días, estábamos dando un paseo nocturno cuando de repente... Nuestros oídos se vieron envueltos en una melodía tan dulce y especial, tan única, que nos dejó completamente estupefactos. Fue entonces que nos dimos cuenta de que aquella dueña de tan sublimes matices eras tú... Oh, no sólo eres una joven talentosa.
—–Tienes la virtud de tener una belleza tan única que no pudimos dejar pasar la oportunidad. Llamaste nuestra atención enseguida.—comentó ahora la mujer.—–Aún así, pasamos un par de noches viéndote cantar. Cada vez nos sorprendía mucho más... Hasta ayer, que decidimos finalmente acercarnos a contratarte, pero te encontramos casi agonizando del frío.
Sui los miraba completamente escéptica. ¿Querían verle la cara? Podrían habérsele acercado antes, siquiera a darle dinero, como hacen las personas normales. Además, eso no explicaba porque Sei estaba ahí. Sólo fue una ocasión en la que se llevó a Sei a trabajar con ella, y, ni siquiera duraron mucho cantando bajo la luz de la luna.
—–Tal vez también te preguntas porqué está tu hermano aquí... Lo cierto es que, sí, llevábamos ya tiempo de verte, y fue fácil averiguar la ubicación en donde estabas.—comentó el mayor de cabello oscuro, mostrando una sonrisa colmilluda y animada.—–Ya estarás sospechando que no somos personas normales... Bueno, estás en lo correcto...—mencionó finalmente, mientras se cubría la mitad de su rostro.—–Lo cierto es que somos demonios...
—–¡P-Pero antes de que creas algo malo! No comemos humanos. La verdad es que nos da mucho asco...—admitió la rubia, jugando con sus dedos de forma tímida e infantil.—–Nos basta con...
—–¿Beber algo de sangre?—cuestionó ahora la bicolor, de brazos cruzados y viendo seriamente a la pareja.
¿Qué acaso ahora era un imán para demonios altruistas? Bueno, igual, no se quejaba, era mejor que encontrarse con uno que prefiera servírsela como cena o postre. Lo cierto es que no le quedaba ningún otro camino.
Aquel comentario sorprendió a los dos. Además, tomando en cuenta de su reacción tan tranquila... —–¿Ya has tratado con demonios antes, muchachita?... Tal vez... ¿Una mujer demonio llamada Tamayo?
Sui levantó la mirada casi de inmediato tan pronto escuchó el nombre de aquella mujer demonio que la ayudó. ¿La conocía? Tal vez se trataba de ese amigo que Tamayo mencionó una vez, pero ¿Y si era una trampa? A lo mejor el demonio podía escudriñar en sus recuerdos sin dar previo aviso, ¿Era una teoría lógica, no?
El brillo en los ojos bicolores de Sui fue suficiente para que aquel hombre demonio reconociera ese gesto como respuesta afirmativa, a lo que él sonrió un poco más y se sentó frente a ella, apoyando las manos sobre su propio regazo. —–Lo sabía. ¡Espléndido! Dimos justo en el clavo contigo. Tamayo ya nos había avisado que vendrías. Verte ese collar colgando de su fino cuello es la prueba suficiente.
Sui se sorprendió. Había olvidado eso, el collar que le dieron a Sei antes de irse, como una especie de regalo.
Quizá era una señal de que definitivamente podría confiar en ellos.
—–Somos muy buenos amigos de Tamayo. Nos conocemos hace siglos. De hecho, fue nuestra madrina de bodas, ¿Verdad, mi cielo?
—–Ajá. —asintió la chica, recibiendo una caricia en su cabeza por parte de su esposo, quien sonreía y volvía a hablar.
—–Bueno, si eres la famosa chica que Tamayo recomendó para nosotros, puedes quedarte aquí. Nuestra casa es mucho mejor que ese sucio hostal en el que tú y tu hermanito. ¿Qué dices? Puedes trabajar con nosotros si quieres, como mesera o cocinera, lo que mejor se te dé. Te pagaremos para que puedas mantenerte a ti y a tu hermano, comprar comida, ropa... ¡Será divertido! Con una chica tan linda como mesera, todos querrán venir.
"Con una chica tan linda todos querrán venir".
Más clientes es igual a más dinero, igual a más propinas, igual a más éxito. Tal vez la idea de trabajar para ellos no suene tan mal, aunque como mesera no ganaría mucho, pero, a ver, ¿Había una mejor opción? A tan corta edad estaba tan preocupada por conseguir dinero para la comida y medicinas de su hermano, que incluso la idea de venderse a hombres cada noche no sonaba tan descabellada, pero, trabajar para ese par de demonios era muchísimo mejor que acostarse con extraños, y también mucho más seguro.
"Pero siendo mesera, aunque me den propinas, apenas me alcanzará para comprar y pagar las deudas que me quedaron de ese sitio..."—pensó un momento, luego volvió su mirada a los mayores.—–"Ganaría más dinero... Si aprovecho mi talento..."
—–¿Qué dices, querida?—preguntó la mujer, apoyándose en la espalda de su esposo.—–¿Aceptas?
—–Con una condición.—interrumpe Sui, antes de inclinar su espalda completamente, hasta el punto de quedar casi boca abajo sobre el suelo.—–Agradezco mucho esta oportunidad... Pero un sueldo de mesera no me alcanzará, así que por favor...
"—–Déjenme ser el show principal...."
BUENAS, BUENAS NALGAS
MISS TRAJO OTRO CAPÍTULO, A LA ORDEN 🤍 recién calentito, porque acabo de terminarlo uwu
Woah, cuantas emociones hay en este cap. ¿Les está gustando? Espero que sí, realmente sí uwu
Quise publicarlo de una, porque quería mostrarles los nuevos separadores que hice uwu, en unos días cambiaré los anteriores por estos nuevos, pero como no quería arruinar la sorpresa, preferí mostrarles los nuevos con un nuevo cap como se debe uwu
También hice una nueva portada >:D
Espero que les haya gustado mucho, así como yo disfruté escribiendo este nuevo capítulo. Sin más que decir, espero que ustedes estén bien :3 que tengan una linda semana.
Un besote en el cerebro, y les deseo buenas nalgas 🤭
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