𝘖𝘯𝘨𝘢𝘬𝘶 𝘯𝘰 𝘏𝘢𝘴𝘩𝘪𝘳𝘢
Capítulo 1.
“La felicidad y el dolor, finitos y eterno”
—–¡Suigintou!—llamó su padre desde fuera de la casa, acompañado de su esposa sosteniendo una carretilla.—–¡Ya nos vamos, cuida de tus hermanos!
Tras la advertencia de su padre, la chica de cabello bicolor y suelto se asomó por la puerta, viendo como sus padres se retiraban de la vivienda para caminar en dirección al pueblo, su padre empujaba la carreta mientras que su madre sostenía unas canastas llenas de hiervas y verduras. Todo lo necesario para una venta excelente en el mercado. La mayor de sus hermanos sonrió con lentitud, después cerró la puerta de la casa, en la cual ahora reinaba sólo el silencio.
Suigintou. La hija mayor de la familia Mahara, agricultores y dueños de una huerta de calidad, sin mencionar que la pradera también era su territorio conjunto a otros pocos vecinos. No eran ni muy ricos, pero tampoco eran muy pobres, simplemente eran una familia que gozaba de tener mucha cosecha para vender, además de consumir. La bicolor, heredando tanto el color de cabello de su madre como el de su padre, y también presentando heterocromía en sus ojos, hacían de ella una chica única sin mencionar que su talento para la música y afinidad en su oído eran sencillamente impresionantes y envidiables. Hermana mayor de dos gemelos, dos pequeños hermanos de al menos diez años, con personalidades similares pero a la vez distintas.
Sai Mahara, siendo el gemelo mayor por dos minutos, chiquillo travieso con ojos violetas y cabello blanco. Parecido a su padre, era todo un niño lleno de energía y alegría, riendo de todo y a todo, siempre se le miraba corriendo de aquí y allá. Sei, su hermano por otro lado, el menor por dos segundos, tenía el cabello violeta y ojos de un tono gris, no blancos; claro que pese a esto él no era ciego. A diferencia de su hermano mayor, él era más tranquilo y obediente, siempre dispuesto a ayudar, pero nunca dejaba de sonreír.
Ahora mismo ambos hermanitos dormían juntos en dos futones diferentes. Sai tenía las sábanas hechas un desastre, mientras que Sei permanecía casi inmóvil. Su hermana mayor los observaba recostada al marco de la puerta con una sonrisa llena de agrado, viendo que los dos descansaban muy tranquilamente.
—–Es cierto. Debo cocinar.
Era una buena vida. Tal vez no era dueña de mucho, o no tenía riquezas, pero sí tenía una familia feliz que permanecía unida pese a cualquier adversidad que la vida les presentara. Estaban unidos por la música.
Dato curioso: todos tienen una gran voz y tocan algún instrumento.
—–Veamos...
—–¡Onee-chan!—escuchó chillar fuertemente la voz del albino. Antes de poder girarse, Sui sintió como el chiquillo la abrazaba fuertemente, mostrando una divertida y entusiasta sonrisa.—–¡Buenos días, Onee-chan!
Seguido de él, a un paso tranquilo y lento, llegó su hermano menor Sei, quien acomodando su cabello para apartar un mechón de su ojo derecho, bostezó levemente y realizó la misma acción que su hermano mayor: abrazar a su hermana. Ambos estaban contentos de verla de nuevo, de poder estar con ella. Los tres eran inseparables.
—–¿Podemos ayudarte, Onee-chan?—preguntó esta vez Sei, quien miraba a la bicolor.
Sui con ambas cejas levantadas simplemente sonrió tiernamente, agachándose para abrazar a sus hermanos dulcemente por verlos una vez más, contenta de que estuvieran despiertos y alegres como siempre. Ambos eran la luz de sus ojos, no soportaría tener que perderlos.
Y en un mundo que está plagado de demonios, las probabilidades son demasiadas.
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Ha pasado la tarde, los hermanos Mahara han hecho todo lo que pidieron sus padres. Desayunaron, almorzaron, hicieron los que haceres del hogar, también quitaron la maleza del jardín, vigilaron la cosecha y jugaron un rato a las escondidas entre todo el pasto y árboles que rodeaban la casa Mahara.
—–¿En dónde están? ¡Los voy a encontrar!
Suigintou era una hermana mayor muy complaciente, siempre estaba al tanto de sus pequeños hermanos y cuidándolos como se debe. Les enseñaba cosas nuevas, como a escribir, además de que también practicaban un poco de música, con ayuda de algunos instrumentos que tenían en la casa. Sei tocaba el tambor, también la mandolina, Sai tocaba la pandereta y también un poco de flauta. Sui por otro lado, tocaba cualquier cosa.
Ya se los dije, la chica es un prodigio de la música, o al menos tal vez lo sea.
Lo más divertido para esos tres hermanos al pasar el día juntos era esperar a la noche para que los gemelos se fueran a dormir y pudieran escuchar la hermosa nana que la mayor de cabello bicolor les cantaba con mucho amor, todas las noches sin falta. Absolutamente ninguna.
—–Bien. ¿Ya están arropados?—preguntó la bicolor en la oscuridad, sentándose cerca a Sei, quien ya comenzaba a cerrar los ojos.—–Sei. ¿Tomaste tus medicinas?
—–Sí. Onee-chan...—le escuchó responder con pereza, seguido de un lindo bostezo.—–Sai-nii me ayudó a beberla...
La bicolor ladeó un poco la cabeza, extendiendo una sonrisa muy calmada viendo como sus pequeños hermanos menores se acomodaban en sus sábanas, poco a poco siendo vencidos por el sueño. En ese momento, entonces vio la oportunidad, por lo que comenzó a tararear con dulzura aquella melodía de la nana, la preferida de los gemelos antes de dormir. Eso era ya una rutina, si Sui no lo hacía, ambos hermanos sufrían entonces de ataques de insomnio y ansiedad al dormir, por lo que era casi una obligación para su hermana mayor estar presente a su lado cada noche para cantarles. Dije casi, porque de hecho, a Sui le fascinaba cantar, más si se trataba de sus hermanitos a quienes más quería.
—–“Vengan pequeños y los llevaré,
a una tierra de encantos.”—empezó entonces, a recitar la letra.—–“Vengan pequeños, yo los cuidaré...
En mi jardín sacrosanto...”
Mientras tarareaba la melodía, la mayor estiró su mano hacia un lado, buscando con ésta el arpa que mantenía cerca todas las noches para acompañarse a sí misma en ese pequeño concierto que le daba a sus hermanos. Una vez lo encontró, cerró los ojos sabiendo exactamente en dónde, cuándo y cómo mover sus dedos teniendo como base la melodía de esa hermosa nana; que pese a que, si prestas atención a la letra no tiene un mensaje muy apto para niños, no hay preocupación puesto que ellos no lo entienden... Y simplemente se adormecen con el suave canto y tono de su sonata.
Siguió tocando acompañada de su voz, hasta que finalmente sus hábiles oídos le dieron a escuchar los pequeños y suaves ronquidos de ambos hermanitos gemelos, que dormían juntos sosteniendo sus manos el uno del otro en medio de sus futones separados. Ante esa imagen tan tierna, Sui, quién se hacía la fuerte pero su corazón no lo era, sintió sus ojos aguarse un poco por tanta ternura y una sonrisa se mostró en sus labios. Demonios, quería tanto a esos niños.
Susurrando antes de irse, diciendo “Buenas noches”, la hermana mayor caminó a la sala con cuidado tanteando en las paredes en la oscuridad de la vieja pero un poco gran casa, esperando no tropezar con algo. Ya ahí, se quedó sentada en un mecedor observando a la ventana vigilante, estando a la expectativa de la llegada de sus padres. A veces el hecho de que llegaran a altas horas no era motivo para preocuparla, ellos solían hacerlo ya y frecuentó mucho más cuando la bicolor cumplió los quince años. Ya era una joven, una señorita, podía cuidar bien de sus hermanos. A lo mejor estarán haciendo sus cosas de adultos en algún hostal, o al menos, Sui esperaba eso y lo prefería en lugar de pensar que ellos fueron la cena de algún “demonio” que merodeaba por la zona.
Mientras se mecía buscando mantenerse despierta, pensaba en todo y en nada a la vez, manteniendo su mirada fija en el techo al tararear una suave canción, inmersa en sus pensamientos y en su propio y ahogado silencio. La casa parecía imperturbable, como si nada o nadie viviera allí, silenciosa, sepulcral, muy tétrica por supuesto.
«Me pregunto que será de mis padres... ¿En dónde estarán?»—–El pensamiento de que ellos podrían estar en peligro pudo causar que se perturbara, pero, logró calmarse en poco tiempo cuando su mirada se enfocó en aquel estante sobre la chimenea.
En ese estante sobraban las cosas que eran las más importantes para la familia: Un cofre con las cartas de amor de sus padres, a su lado una libreta vieja en donde su padre anotaba sus canciones románticas escritas que sólo su esposa y sus hijos escucharon; y junto a ésta, en un cajón de vidrio, ofreciendo una vista al público, yacía una flauta hecha de plata. Dañada por el tiempo, pero intacta aún. Un recuerdo inmediato se vino a la cabeza de Sui, mostrándole una imagen de cuando ella tenía cinco años, entonces era una niña traviesa, muy curiosa.
Ese mismo día, la pequeña Sui que buscaba con qué jugar mientras sus padres laboraban en el jardín y la huerta, la pequeña de cabello bicolor y largo fijó sus curiosos ojos en la flauta que estaba en la caja de cristal. Fue tanta la curiosidad que ignoró las advertencias de sus padres que le gritaban que no la tocara y abrió la caja de cristal. Sacó la flauta y comenzó a soplar y a tocar una melodía tan suave que causó que incluso ella misma se sintiera extraña, como inmersa en un trance.
—–¡Suigintou!
—–¡Hijita!
Las últimas palabras que oyó de sus padres antes de caer desmayada y casi muerta.
«Aquel que toque éste instrumento debe de tener una mente fuerte para no caer con sus encantos. De lo contrario, la muerte te esperará al final de la luz...»—–repitió en su mente las palabras de advertencia que sus padres le habían dado con ojos llorosos luego de casi perderla para siempre.
Aquella flauta de plata tiene poderes especiales. Tiene habilidades, pero no sé sabe exactamente porqué. Aquella flauta cuenta con un poder hipnótico tan poderoso que hasta los demonios son vulnerables a éste, y de hecho, fue creada como una arma para defenderse de éstos. No obstante, también tiende a ser de doble filo, puesto que su portador debe de tener una mente serena y concentración perfecta para no caer rendido en el trance, mientras su corazón se detiene y su mente se apaga. También depende mucho del estilo de melodía que se toque. Si es tranquila, pasa lo ya mencionado, pero, si el portador lo prefiere, al tocarla puede causar incluso que sus ondas musicales lleguen al cerebro de la víctima, demonio o no, y que de la misma forma licue tu cerebro hasta la muerte causando un tortuoso y lento final con dolor de cabeza, como si tus oídos quisieran explotar. La bicolor la observaba con curiosidad imaginando un escenario en el que por fin pudiera tener la suficiente voluntad como para tocarla y no morir en el intento. Se levantó de la mecedora para tomarla y lo hizo, pero no la tocó, simplemente la mantuvo entre sus manos.
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Pasaron tantas horas en la fría y oscura noche, que sin darse cuenta, la única chica joven en la casa se había quedado completamente dormida sobre su mecedora, recostada a un lado de la madera como si nada, completamente cómoda y con realmente muchas ganas de descansar. La brisa fría entraba por las grietas de madera de la casa, la cual apagaba las velas que ella había dejado encendidas. Era muy inusual ese frío, y fue entonces que sucedió lo peor, aquello que finalmente perturbó la paz, el sueño y la vida de la joven chica de cabello bicolor.
Un estruendo aterrador proveniente de la habitación de los gemelos fue suficiente para levantar a Sui de un salto, angustiada y sin esperar mucho ella fue a revisar, encontrándose entonces con un escenario horrendo: Los gemelos estaban muertos.
O al menos, uno de ellos lo estaba.
Perpleja, la mayor contemplaba con mucho miedo y desdén cómo un demonio de aspecto humanoide mordía a el mayor de la pareja de gemelos mientras este estaba inconsciente, un estado similar al de Sei, quien estaba cerca pero tirado en el suelo boca abajo y con manchas de sangre sobre su espalda, estaba herido, probablemente sin signos vitales. En los oídos de Sui retumban a su corazón completamente lleno de pánico y terror, viendo la imagen terrible de su hermano menor siendo probablemente devorado por ese hombre al cual sólo pudo distinguir sus ojos rojizos en plena oscuridad de más de la media noche. ¿Qué haría? ¿Acaso sería la siguiente, sería el postre?
Quizá su cobardía era fuerte, pero si había algo que podía contrarrestar lo mejor sería su deseo por mantenerse viva. Puede que tal vez haya tomado la decisión más loca de su vida al llevar sus manos con la flauta inconscientemente hacia su boca, dispuesta a tocarla sin piedad hasta destruir a aquel demonio que ya le había arrebatado a su hermano, y quizás a sus padres también. En sus ojos la furia pronto tomó el lugar que él temor ocupó, demostrado con lágrimas cayendo de estos y deslizadas sobre sus suaves y rosadas mejillas además. Ya no había vuelta atrás, así que, sin importar qué, Sui tocó la flauta tal y cómo contaba en el proverbio: tonada rápida, provocaría un dolor intenso en la mente de la víctima, mayor al dolor del usuario. En ese momento, ella estaba decidida ya a morirse, haciéndolo con honor, pero, su voluntad fuerte característica se mantuvo con firmeza.
—–¡AGH!
El demonio soltó el cuello del hermano menor con cabello blanco, quien al caer al frío suelo comenzó a retorcerse como si también sufriera de ese dolor. Pronto esa tonada musical llegaría a tal punto en el que los tímpanos del demonio se verían tan afectados que provocaría una parálisis.
Fue ese momento que Sui ya no podía controlar su cuerpo, ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, sólo que su mente se rehusaba a ser aperitivo. Sus piernas se movían solas en ese instante, sus brazos buscaron a su hermano, y en un movimiento rápido acercándose a Sei, su hermano inconsciente, no pensó en otra cosa más que la supervivencia, sabiendo que se culparía a sí misma por el resto de su vida al haber abandonado a su otro hermano, pero no podía hacer nada, ya parecía que sus venas se marcaban en todo su cuerpo, ya parecía gritar y estar fuera de todo sentido humano. Su hermano Sai, su precioso hermanito había muerto, pero, había renacido como un demonio, todo mientras ella presencia a en primera fila el comienzo de lo que sería su dolor. Tomó al pequeño e indefenso Sei en sus brazos, colocándolo sobre su espalda y dejando de tocar su flauta por un momento lógicamente. Sólo así, aquel demonio y su renacido hermano pudieron descansar de ese dolor. Pero había llegado el tiempo de correr, sin saber a dónde, pero sabiendo muy bien porqué.
Sui corría con Sei a cuestas en su espalda, él estaba aún adormilado, parecía que la melodía a él tampoco le hacía ningún daño. Vaya suerte. Mientras corría con afanes, ella se preguntaba ¿porqué? ¿Terminará todo? Morir comida por un demonio es malo, pero, morir comida por tu propio hermano menor convertido en demonio es mucho peor. No había honor, ni gloria, ni siquiera una pizca de vida humana en ese niño de cabello blanco que ahora con colmillo y garras feroces perseguía a Sui sin descanso, esperando a alcanzarla y devorarla pronto. Ahora Sai, ese niño alegre y entusiasta, no era más que otra marioneta y juguete del mismísimo Kibutsuji que solamente fue a buscar más lacayos.
—–¡Atrápalos!
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Equipada solamente con una flauta y sus deseos de evitar una muerte dolorosa, llevando a su hermano a cuestas, corriendo de su destino, huyendo de éste sin querer hacer más, sólo liberarse. Sui no sabía ni sentía siquiera que podía pensar, apenas y podía ver bien por dónde iba.
Todo estaba sucediendo muy deprisa. Hace un momento ella le cantaba a sus bellos hermanos para dormir, imaginando que sería así hasta que ellos envejecieran junto a futuras esposas y familias propias, a las que ella visitaría todo el tiempo para jugar y divertirse, o incluso ayudar. Sin embargo, el destino quería mostrarle a la bicolor que ese camino feliz que ella se imaginó siempre no ha sido más que una cruel fachada, preparando la más bien para resistir el golpe de la dura realidad que le estaba esperando hasta que la alcanzó. Sai ni siquiera la reconocía, ya no era humano ¿Qué podía esperarse? Debía cuidar de Sei, debió cuidar de Sai.
Quizá todo eso era culpa suya, quizá fue mala hermana.
Cortando árboles y ramas, Sai perseguía convertido, hambriento, siguiendo órdenes de su ahora nuevo jefe sin en realidad saber mucho porqué. Pero lo hacía, de alguna forma, quería hacerlo, podría hacerlo por la eternidad. Además, tenía ventaja si se ponía a pensar, Sui no usaría esa flauta en su contra.
«¿Porqué me está pasando esto?...»—–pensaba envuelta en pánico, sintiendo como sus piernas pronto fallarían condenándola entonces a la muerte.—–«¿Por qué tuvo que ser Sai, por qué atacó a mi familia...?»
Seguía escuchando los rápidos pasos de su hermano que peligrosamente se acercaban, pronto la alcanzarían y tanto ella como su hermano inconsciente serían la cena. Sus piernas temblaban, sus manos estaban frías, su vista estaba nublada. Lo último que logró ver al salir de él bosque, alumbrada por la luz de la luna tan tenue, fue un barranco que los esperaban a ambos con la boca abierta. ¡Lo notó demasiado tarde! Se maldijo en ese instante, sintiendo después cómo sus brazos apretaban fuertemente al menor para no separarse y cubrir sus golpes con su cuerpo, girando colina abajo. Chocando con rocas, la fría tierra y suelo filoso que rasgaban su piel y golpeaban sus huesos sin piedad, causándole un fuerte dolor.
Volvió a maldecirse a sí misma, soltando un último respiro, soltando a su hermano sin querer hacerlo.
—–¡NO!...¡SEI!
Fue lo último que exclamó, antes de sentir un fuerte golpe en su cabeza, el cuál apagó sus luces.
Dos cadáveres: un niño de al menos diez años y una joven de quince, era todo lo que había recibido el río bajo que los esperaba a la falda del barranco. Su sangre por las heridas, por sus golpes, teñían el agua azul de un carmesí muy oscuro por parte de la noche y su sangre derramada. Por la posición de sus cuerpos y la expresión de sus rostros, el dolor que sintieron era evidente que toda esa situación, tan rápida, como cosa de un segundo, fue algo realmente tajante. Acabó con la buena y humilde vida que ya habían construido.
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El otro gemelo, Sai, convertido ya en demonio y guiado por una sed de sangre implacable, se preparaba para saltar al barranco detrás de sus hermanos, atraparlos, su señor los necesitaba y él debía obedecer. Pero la voz de su "Lord" en su cabeza, con un grito de "¡Alto!" fue suficiente para detenerlo.
—–¡Ya detente!
Recibiendo la orden, Sai se detuvo de golpe, en seco, y sin más se retiró para retornar con su nuevo amo.
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Quién iba a decir que en un día que había sido tan tranquilo, seguida de una noche en donde dos gemelos recibieron caricias y canciones dulces de su querida hermana, viviendo la felicidad, terminaría por convertirse en una tragedia de cuentos llevada a la realidad.
El río había recibido a dos, mientras que el otro habrá de ser separado por ser el más apto para convertirse en un leal vasallo de Kibutsuji, el "Rey demonio". Sai se había ido para siempre, sin mostrar nada más que ganas de asesinar a quienes lo quisieron más que nadie; y su hermana mayor y gemelo probablemente estarán ya muertos.
La noche: tiempo de caza de los demonios... Algunos comen a mujeres, otros sólo a hombres, otros sólo a niños, otros no discriminan. Cada uno tiene una habilidad de "sangre" la cuál es única, con también además, poderes únicos relacionados con su pasado o qué estuvieron ahí presentes a la hora de haberse convertido o bien, nacido siendo demonios. Son criaturas malignas, que no piensan con otra cosa si no es el estómago, pero voy a generalizar.
Existen demonios que son buenos.
—–¿Uh?
Una chica joven, de piel muy pálida y cabello sobre los hombros de un color rojo y negro, paseaba por los ríos como acostumbraba, con el permiso de su maestra, por supuesto. Llevaba sobre su hombro a su fiel paraguas de flores azules y blancas, que la acompañó en todo momento en su vida humana. Un objeto preciado para ella.
—–¿Qué tenemos aquí?
Su curioso olfato, la guió hasta la parte en donde el río se encontraba con el estrecho y empinado barranco, en donde la sangre se unía con el agua, olor que ella detectó y buscó la razón con curiosidad. Al encontrarlo, vio con impresión cómo dos siluetas yacían boca abajo sobre el río. Una era de un niño y la otra, no muy lejos, era de una chica de más o menos unos quince años. Entre ambos, estaba también una flauta de plata genuina que brillaba con la luna.
—–Oh mi...—murmuró impresionada por la escena, acercándose entonces con afán.—–¡Oh mi, Oh mi! ¡Son humanos heridos!—exclamó entre el silencio.—–¡Debo llevarlos con la maestra!
Les tomó el pulso, el cual era débil. Tomaba sus manos y evaluaba sus rostros, viendo lo pálidos que se volvían y lo fría que estaba la piel de ambos hermanitos que corrían ahora hacia los brazos de la muerte. No lo pensó dos veces.
Abrió su paraguas, recitando unas palabras en voz baja, algo que no diré ahora. Lanzó aquel al aire, quedó suspendido, y un aura roja rodeó tanto a los cuerpos de Sui y Sei como el de la joven demonio que sólo quería ayudarlos, y sin más... Entre la oscuridad, desaparecieron sin dejar ningún rastro posible de aquello que sucedió esa noche.
¿Qué será ahora de ambos hermanos?
WEEEEEEEENAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS
ESTE CAP YA LO TENÍA LISTO HACE TIEMPO, SOLO QUERÍA DARLE UNAS ÚLTIMAS REVISIONES ANTES DE PUBLICARLO. Ya saben que Miss es un poco distraída JAJAJAJAJAJA
Como sea, ya que ya está arreglado, espero que les haya gustado el cap uwu, de verdad me alegra volver con esa historia. Estaré tardando porque debo arreglar otras y seguir, pero como ya estoy de vacaciones voy a aprovechar este tiempo para dedicarme :D Mi vieja laptop y compañera me ayudará
Además de un amigo que siempre ve los errores que a mí se me pasan JJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ
ESPERO QUE HAYAN TENDIO UN LINDO DÍA, Y POR FAVOR TENGAN UN LINDO RESTO DE DÍA Y DE SEMANA UWU
Miss los quiere mucho <3 Cuídense bien. Tomen awita <333
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