𝔢𝔦𝔤𝔥𝔱




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CAPÍTULO OCHO
NICE TOO MEET YOU
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LA ANCIANA MUJER gritaba y lloraba con dolor en su corazón mientras intentaba ser calmada por otras pueblerinas a su alrededor, pero nada parecía funcionar.

Ella prometió cuidarla y protegerla de ese mal, pero no pudo hacer nada, ya era bastante tarde, su pequeña Aida ya no estaba.

Sentía un poco de ella pero su luz se apagaba poco a poco, ahora sólo percibía una nueva aura, demasiado pesada y malévola que se adueñaba poco a poco del ser de la pelirroja.

Todo esto le traía recuerdos espantosos, las viejas heridas se abrían y esta vez no estaba lo suficientemente segura de que podría cerrarlas.

Si no la detenía a tiempo Derry estará en vuelto en muerte y destrucción.



F L A S H B A C K

Era ella, estaba caminando por el bosque hace aproximadamente más de cuarenta años.

Once años tenia solamente.

Era una bella tarde de invierno. La nieve blanca caía lentamente, era un paisaje hermoso. Recogía tranquilamente ramas para la leña y las iba poniendo en su canasta de paja mientras tarareaba una canción jugando con el humo que salía de su boca debido al frío.

— Uno, dos, Eso no tiene nombre. Tres, cuatro, correa esconderte. — vio hojas secas en el suelo y las junto para así crear más fuego — Cinco, seis, cuidado con el bosque. Siete, ocho, hazlo sin gritar. — escuchó un ruido en seco junto al crujido de hojas a unos pasos de ella, en la dirección en la que se había ido su hermana gemela. Con curiosidad y algo de temor se acercó — Nueve, diez, él vendrá... — Se ahogo con su propio canto y quedó en completo shock. Una cosa extraña con piel grisácea y de aspecto viscoso con muchas patas sostenía con un tentáculo que salía de su boca a su hermana por el cuerpo, era como si una serpiente gigante saliera de la boca de una araña aún más gigante, sofocando a su presa.

Las lágrimas comenzaron a salir sin control de sus ojos pero aún así no emitía ningún tipo de sonido, estaba congelada, paralizada del terror que sentía. Tenía un grito atorado en su garganta, el cual comenzaba a desgarrarsela junto al nudo que también se comenzó a formar al ver a su otra yo mirándola rogando por ayuda, su piel ya estaba morada y sus ojos rojos inyectados en sangre dándole un aspecto aterrador. Solo un apretón más basto para que el crujir de sus huesos resonara por todo el bosque matándola en un segundo. La criatura ni siquiera se dio cuenta que ella estaba a sus espaldas, siguió apretando el cuerpo de su hermana hasta que comenzó a tragarlo de una, extendió su boca como un reptil y pudo ver sus millones de dientes iluminados por una luz amarilla y sin siquiera masticar se la tragó.

Eso pareció estirarse para después dirigirse hacia el cañón Neibolt el cual en ese entonces tenía una especie de cueva por encima.

La joven abuela de Aida estaba sin palabras, no podía hablar o moverse, estaba ida. Sentía un hormigueo en sus rodillas y picazón en los ojos por las lágrimas acumuladas, pero aún así ni se inmutó.

No fue hasta media hora después que un forastero detuvo su caballo al toparse con la presencia de la menor. Estaba por oscurecer y no era seguro que una niña estuviera en el bosque a altas horas de la noche.

Se acercó cauteloso notando el extraño comportamiento de la menor, y también con algo de terror. Cuando estuvo lo suficientemente cerca tocó su hombro.

Amelie giró despacio a ver al hombre. Era muy alto y delgado, tenía grandes ojos verdes y tez pálida, una nariz respingada y labios carnosos.

— ¿Estas bien, niña? — Ella aún en estado de shock lo único que pudo salir de su boca fue un suspiro tembloroso combinado con un sollozo.

— M-mi hermana... — tartamudeó.

— ¿Dónde está tu hermana? ¿Se encuentra bien? — el pobre hombre solo quería ayudar.

Amelie solo atinó a señalar la cueva que se encontraba en el cañón Neibolt.

El joven creyendo que la otra niña estaba atrapada y necesitaba ayuda se acercó a pasos rápidos a la cueva y sin pensarlo dos veces se introdujo en la boca del lobo.

Lo último que escucho fue el grito de terror del joven y ruidos extraños, lo estaba masacrando.

Abrió la boca aterrada queriendo dejar escapar el grito pero solo salieron pujidos pausados, pero aquello la ayudo a reaccionar y finalmente pudo correr hasta su casa.

Cuando vio a sus padres rápidamente los abrazó y entre balbuceos trató de explicar lo que había sucedido pero ninguno de sus progenitores logró entenderle. A l mañana siguiente un equipo de búsqueda salió para ver si alguno contaba con la suerte de encontrar a su hermana también aquella mañana Amelie dejo de hablar totalmente por nueve años.


FIN DEL FLASHBACK



























Aida aún estaba un poco en shock, sabía lo que tenía que hacer y su cuerpo respondía automáticamente. Debía buscar a la criatura y obligarla a darle respuestas, desde que esa cosa apareció se vio envuelta de cosas paranormales de las cuales ni siquiera ella podría imaginar una explicación.

Aunque después de que consiguiera lo que quería no sabría que hacer con Eso. Podrían venderla a un circo o de cualquier forma hacer dinero con él. Sonaba muy cruel pero ella estaba segura que esa cosa no tenía sentimientos. Un puerco era más merecedor de vivir plenamente.

Aunque la idea de decirle a sus padres aún se basaba en un "tal vez", no quería involucrarlos, además si ella sola ya pudo enfrentarse a él podría hacerlo nuevamente.

Llego al lugar donde recordaba haberlo dejado. Respiro hondamente y comenzó a quitar puños de las hojas secas que cubrían a la criatura. Segundos después comenzó a desesperarse y a sacar la basura de forma rápida y nerviosa hasta que no quedó nada.

Miro con temor el interior. No podía ser cierto, no había nada.

Se levantó de un salto mientras se tomaba la cabeza, ¿ahora que iba a hacer? Podría estar en cualquier lado. Necesitaba hablar con el y capturarlo, quien sabe ya a cuántas personas habrá lastimado. Esos y miles de pensamientos más cruzaban por su cabeza intranquila hasta que decidió calmarse.

No debía estar lejos.

Se levantó hasta las rodillas el galante vestido mientras corría por el bosque. Debía encontrarlo lo más pronto posible. Mientras se encaminaba al bosque escuchó varios rumores de que Edward y su equipo de cazadores había salido a cazar a la criatura que la había herido. La única ventaja con la que contaba es que ellos creían que era un lobo lo que la atacó, la mala es que ella no sabía exactamente qué era lo que buscaba, recordaba su figura, ambas de hecho, solo esperaba toparse con la más humanizada.

No supo cuándo tiempo estuvo corriendo pero en ningún momento se sintió cansada, solo hambrienta pero el pensar en cualquier alimento normal le causaba náuseas. Las nubes de la mañana comenzaban a expandirse junto el clima frío dando paso a los rayos de la tarde, ya era poco más de medio día.

A los minutos de aquello se dio cuenta que estaba por llegar al cañón Neibolt otra vez. Se sintió tonta por no pensar en ese lugar primeramente así que rápido volvió a remangarse su vestido y corrió hacia el gran pozo y no daba crédito a lo que veían sus ojos.

La suerte estuvo de su lado y frente a ella estaba el lado humano de la criatura, arrastrándose entre quejidos como vil gusano de tierra, cubierto de sangre y otras asquerosidades, quería llegar al pozo otra vez, la pregunta es ¿por qué?

Sonrió malvadamente y con más tranquilidad se acercó a pasos galantes y burlones hacía el monstruo en forma de joven hasta detenerse a su lado. El reconoció su aroma fácilmente. Levantó la cara desde el suelo lentamente, estaba demasiado débil por culpa de esa maldita humana, le dedicó una mirada de odio puro solamente a lo cual ella se arrodille a su lado mostrando sus ahora blancas y perfectas perlas.

— ¿Adónde crees que vas? — Encolerizado intentó arañarla pero ella en un ágil movimiento lo esquivó. Ni siquiera se detuvo a pensar que antes no tenía esos reflejos.

El siguió mirándola furioso desde el suelo, impotente, ya ni siquiera podía cambiar de forma, no por el momento.

— ¿Si puedes hablar, no? — Lo tomó bruscamente de la barbilla levantando su mirada con fuerza que ni siquiera sabía que tenía. Suspiro aún divertida. — No te preocupes, será igual que la otra vez. Y si no lo recuerdas, volveré a presentarme: Aida, mucho gusto. — Habló con una sonrisa sarcástica.

Volvió a tomarlo ahora con mucha más facilidad a pesar de que este se removía entre sus brazos y ponía resistencia clavando sus uñas en todos los árboles por los que pasaban tratando de evitar inútilmente ser llevado.
























Aida encadeno al joven-monstruo en los establos. Escogió un buen lugar para que nadie sospechara, era un cuadro no más de dos metros de largo y ancho, tenía una abertura debido a que la madera de ese espacio comenzaba a pudrirse y el espacio podía usarse como ventana.

Lo dejó bien escondido entre la paja, pensó en curarlo pero cuando reviso la herida en su pecho vio que se curaba muy lentamente, aun así se una forma sobrenatural.

Tomó un banco de madera desgastado, seguramente olvidado por los años y se sentó frente a él para simplemente lo observarlo de forma burlesca, ya hasta le había dejado de incomodar su desnudez.

Sabía que había algo raro en ella, pero estaba exageradamente tranquila con ello, es más, le gustaba.

Él en cambio la miraba molesto recargado en la pared del establo con la mano izquierda elevada esposada y con rayos de sol infiltrados por la abertura iluminando parte de su cabello y rostro.

Ninguno decía nada solo intercambiaban miradas. Lo tenía a su merced, podría hacer lo que quisiera, era un sentimiento de poder y adrenalina increíble, incluso sus más sádicas y sangrientas fantasías comenzaban a opacar su mente pero prefería guardarlas hasta el caso de una emergencia.

Eso estaba tan molesto consigo mismo, en un acto desesperado lo había arruinado todo, era su fin. A menos que no haya funcionado y siguiera a salvo.

Comenzó a tartamudear intentando hablar. Sabía el idioma, varios de hecho, incluso varías expresiones pero nunca lo había puesto en práctica, era la primera vez que hablaba con un humano sin intenciones de devorarlo, por el momento. Los observó por eones desde el macrocosmo antes de que su especie de extinguiera y se rebelara contra la tortuga.

— Ha-ha-¿hablaras? — ella soltó una fuerte carcajada.

— Entonces si hablas. — aplaudió feliz, podría darle las respuestas que necesitaba.

Él no dijo nada, su garganta dolía, odiaba la forma humana, era lo más débil en lo que se podía transformar pero lo más fácil para pasar desapercibido. Pero en esta forma se le notaba más afectado por las heridas y debilidad en su despertar, que en su forma natural. La obvia anemia se hacía notar en sus ojeras y pómulos marcados, su aspecto grisáceo por falta de luz solar y sus ojos dilatados por haber pasado tanto tiempo en la oscuridad.

Aida se alejo unos segundos para después regresar con una cubeta de agua, un trapo y ropa limpia.

— Te limpiare, ¿prometes no volver a morderme?

Ambos se miraron serios y desafiantes por unos cuantos segundos hasta que Aida terminó por suspirar.

Minutos más tarde la pelirroja pasaba un trapo por las manchas de tierra y sangre de los brazos del extraño mientras el la miraba furioso y con altas ganas de terminar por arrancarle toda la piel de su cuello. Lastima que tenía un tronco grueso sujeto con una mordaza que se lo impedían, por precaución de Aida, claro.

Cuando termino de vestirlo le quito la mordaza con cuidado evitando ponerse en peligro nuevamente y regreso a su lugar de antes frente a él.

— ¿Qué eres? — preguntó directa — ¿Un demonio? ¿Brujo? — Aida no tenía mucha imaginación para la dudosa procedencia del monstruo, no conocía más allá de la biblia y varios libros que hablaban de monstruos.

Casi no confiaba en las leyendas de estos mismos como los Baital, como odiaba ese cuento de terror. Fueron su más grande trauma de niña.

El frunció de ceño al no reconocer ninguno de esos términos. Sabía diferentes cosas como conceptos básicos de los humanos, pero no tenía idea de lo que le hablaba.

Negó lentamente, ni siquiera tenía fuerza para eso.

— T-tu entendimiento es tan simple para comprender lo que soy. — Arrastraba las palabras con dificultas y a Aida le resultaba tardado lograr entenderle por lo rasposo de su voz — Me conocen como el devorador de mundos. — Sonrió mostrando unos colmillos amarillentos y con sangre seca asqueando a Aida.

Bufo inconforme con su respuesta.

— ¿No cooperarás?

— Habrá tiempo para explicarlo todo, — tosió un poco de sangre, miró su mano cansado — si es que vivo.

— ¿Qué necesitas para vivir?

— S-s-soy un ser vivo como tú. — Se quejo — Necesito comida.

— ¿Qué es lo que comes? — preguntó curiosa pero el solo le dedicó una mirada obvia haciendo que ella niegue de inmediato. — No.

— Me matarás de hambre, — gruño enfadado — extinguirás toda una especie.

— Si todos son como tú. — se acercó hasta él — Es mejor que no existan.

— No te librarás de mi tan fácil. — En un rápido movimiento atrapó la cara de la pelirroja y la acercó a su rostro —  No soy sencillo de matar, viviré un mes sin comida, no soy lo suficiente fuerte para arrancarte la garganta ahora mismo pero haré de tu existencia una miseria... Solo hasta que decidas alimentarme, tu decides. — La soltó de forma brusca volteándole por completo el rostro haciendo que lo mire molesta.

— Olvídalo. — Se alejo — Estaré justo aquí, pasarán los días y yo veré como te pudres.

La respiración de Eso comenzó a acelerarse, debía convencerla de que alimentarlo era la mejor opción si no quería morir ahí de una forma tan miserable. Y lo peor de todo es que su miedo a morir a manos de esa humana se extendía poco a poco debilitándolo a pesar de querer convencerse de que podría con ella.

— Si tu no me dices que eres habrá alguien más que si sepa. — Se levanta del banco dispuesta a irse pero la risa de esa cosa la detiene — Solo espera a que todos te vean-

Ni siquiera pudo terminar su amenaza, pues él saltó en su lugar preocupado — sin mostrarlo— haciendo un gran estruendo con la cadena que lo sostenía.

— Si le dices a alguien sobre mi todos morirán — exclamó desesperado — ¡Y empezare contigo!

Era mentira, una clase de juego psicológico para manipularla, claro estaba que él en ese estado de debilitación no podría contra un pueblo entero, debía hacerle creer que si. Necesitaba moverla a su lado a base de miedo e intimidación.

— No puedes ni mantenerte de pie. — Señaló nerviosa.

La pelirroja sabía de lo que era capaz esa criatura y no quería ver a su pueblo como una mancha carmesí más en el mapa. Quería persuadirse a sí misma diciendo que si ella pudo con él sola lo que le podría hacer un pueblo entero estaba fuera de su imaginación.

— Guardó energías, en unos días estaré recuperado, así que yo que tú pensaba mejor mis acciones. — La paciencia de Aida se agotó y como si hubiera detonado una bomba explotó y corrió hacia el tomándolo fuerte del rostro y encajándole las uñas en los costados.

— ¿Qué eres? — pregunto de forma lenta y el al sentir el dolor punzante en su mandíbula sonrió con sorna.

— No puedo explicarlo con palabras que entiendas. — dijo con dificultad y ella cansada lo suelta de forma brusca.

Casi como un reflejo observó sus manos, sus uñas... o mejor dicho sus garras.

Las miro asustada y estás poco a poco volvieron a la normalidad. Miró a hombre frente a ella boquiabierta aterrada y él lucía igual de sorprendido que ella, después sonrió.

Sus ojos desorbitados e inyectados en sangre la miraron amenazante. Había cierto poder que el ejercía sobre ella, como si diera órdenes indirectas y ella debía obedecer, temía por eso. Prefirió huir antes de que él se diera cuenta de esa extraña fuerza y la usara a su favor.

Tragó saliva nerviosa y salió como alma que llevaba el diablo del establo. Solo quería dejar de tener miedo, no entendía nada de lo que pasaba.

Frente a los demás era como un ser superior, sin miedo y con poder de sobra pero frente a esa cosa se sentía... dominada.

De la nada sintió un olor dulce, apetecible, algo a lo que no se podía negar. Miró a su alrededor buscando la fuente de tan delicioso aroma y al no encontrar nada comible cerca tragó en seco antes de mirar sus dedos manchados de sangre de Eso.

Con asco y duda los acercó hacia su nariz, apartó su brazo abrumada. Lo pensó varios segundos y lo que termino haciendo le traería muchas pesadillas después.

Con lentitud acercó su mano hasta su boca y comenzó a lamer sus dedos saboreando el dulce néctar que le brindó de forma indirecta.

Pase lo que pase deberá hacer lo que sea para sacarle lo que quiere saber, estaba segura que esa cosa había hecho algo con ella y así tenga que sacarle la verdad a torturas sabría que cambio en ella.

Mientras tanto Eso podría casi adivinar lo que pasaba al otro lado del corral. No sabía si sonreír o espantarse. Había funcionado y tendría que domar a esa niña sino quería perder el control y terminar con todo.











No saben como esperaba escribir esta parte.

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