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CAPITULO 02
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Al día siguiente de haberse instalado en lo que esperaba sería su nuevo hogar temporal, Eva se despertó temprano. La luz grisácea del cielo nublado entraba tímidamente por las pequeñas ventanas del apartamento. Miró a su alrededor, todavía adaptándose a aquel espacio modesto, pero que al menos podía llamar suyo.

Se levantó con un propósito claro: buscar trabajo. Sus ahorros eran escasos y sabía que no duraría mucho. El alquiler, la comida, y especialmente las cosas que necesitaría para su embarazo y luego el bebé, no se pagarían solos.

Luego de una ducha rápida y un desayuno improvisado con el pan y un poco de mermelada que había comprado la noche anterior, Eva salió al frío matutino. El aire fresco y húmedo de Forks le golpeó el rostro, pero no se inmutó. Le gustaba el frío de ese pueblo. 

Además de buscar trabajo, sabía que pronto tendría que ir al hospital.

- Es mejor empezar con los chequeos cuanto antes- se dijo a sí misma mientras caminaba por las calles tranquilas del pueblo, aún no muy transitadas. Forks tenía una calma peculiar, lo que la hacía sentirse completamente cómoda.

Recorrió el centro del pueblo buscando con la mirada algún aviso o cartel que indicara vacantes de trabajo. Una hora pasó sin resultados y comenzó a sentir el cansancio acumulado en sus piernas, pero no se permitió desanimarse.

No puedo rendirme, necesito esto, pensó mientras apretaba los labios y ajustaba su abrigo.

Finalmente, al doblar una esquina, vio lo que parecía ser un pequeño restaurante o cafetería,con un letrero sencillo en la puerta.

Se busca mesera. Preguntar dentro

Su corazón dio un pequeño brinco de esperanza. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y la campanita que colgaba en el marco anunció su llegada.

El lugar era acogedor, con mesas de madera pulida y una vitrina que exhibía pasteles y galletas caseras. Detrás del mostrador, una mujer de mediana edad con cabello recogido y mirada curiosa la observó acercarse.

-Buenos días -saludó Eva con una sonrisa, tratando de sonar segura- Vi el cartel afuera y quería saber si la vacante sigue disponible.

La mujer dejó el paño con el que estaba limpiando la barra y cruzó los brazos, evaluándola de pies a cabeza.

- ¿Tienes experiencia? - preguntó sin rodeos-

Eva tragó saliva. Afortunadamente sí tenía, el trabajo en su anterior pueblo le dio la experiencia necesaria de cómo tratar con clientes e incluso cocinar.

-Trabajé como mesera en mi anterior pueblo, no era todos los días pero se como tratar a los clientes e incluso puedo ayudar en cocina. Aprendo rápido y estoy dispuesta a trabajar duro.

La mujer entrecerró los ojos, dudando, pero asintió lentamente.

- No puedo ofrecerte un contrato ni nada fijo. Solo serían turnos según la demanda, y te pagaría al final del día. Sábados en la tarde y domingos libres la mayoría de las veces. ¿Eso te sirve?

Eva asintió de inmediato, aunque por dentro sentía una mezcla de alivio y preocupación.

Al menos es un comienzo, pensó.

-Por supuesto. Eso está bien- respondió rápidamente-

- Perfecto. Pero tengo que ser honesta contigo. Aquí trabajamos rápido y la mayoría de nuestros clientes son regulares, así que hay que tratarlos bien y con paciencia. ¿Crees que puedes manejarlo?

-Sí, lo puedo hacer- afirmó con más confianza-

-Soy Gloria, la dueña. Te daré un par de turnos de prueba para ver cómo te va. Si no funciona, no puedo prometerte más- La mujer la observó un momento más y finalmente extendió la mano-

-Muchas gracias, Gloria. No la defraudaré- Dijo Eva estrechando su mano con gratitud-

- Espero que no. Puedes empezar mañana a las 9 de la mañana. Y... - Gloria hizo una pausa, frunciendo el ceño ligeramente mientras evaluaba algo más-  Estás pálida, ¿estás bien de salud? No quiero empleados que se me desmayen en medio del trabajo.

Eva sintió un escalofrío de nervios al escuchar la pregunta. La verdad sobre su embarazo se clavó en su mente, pero decidió que no podía mencionarlo, al menos no ahora.

- Estoy bien, solo fue el viaje y el clima. Prometo que estaré lista para mañana.

Gloria la miró un momento más, luego asintió.

- Muy bien. Mañana a las 9. No llegues tarde.

- Gracias otra vez - repitió Eva antes de salir, sintiendo una mezcla de alivio y un nudo de preocupación en el estómago- 

Una vez fuera, inspiró profundamente el aire frío, intentando calmarse. Por ahora, al menos, había dado un pequeño paso hacia adelante.


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Después de asegurar, al menos por ahora, su trabajo, Eva decidió ir a hacer un poco de mercado. Su prioridad era empezar a comer bien, no solo por ella, sino por su bebé. Sabía que la nutrición sería fundamental para mantenerlo sano y fuerte.

Con el dinero que le quedaba, compró lo esencial. Algunas verduras, frutas, legumbres y un poco de carne. Hizo las cuentas con cuidado, dejando algo de dinero extra por si lo necesitaba para el hospital o cualquier imprevisto en los días siguientes. Mientras pagaba, la ansiedad la invadía, pero decidió no dejar que eso la paralizara. Era todo lo que tenía, por lo que esperaba con todas sus fuerzas que el trabajo del día siguiente fuera bien.

De regreso en su apartamento, organizó las compras con cuidado, intentando mantener el pequeño espacio ordenado. Luego, decidió preparar su almuerzo: una crema de tomate con un poco de pollo. Había aprendido a hacerla gracias a su exsuegra, y al menos eso era un recuerdo útil de su pasado.

Sin embargo, en cuanto su mente trajo de vuelta a esa mujer, sintió un sabor amargo en la garganta. Su pecho se tensó y las náuseas la invadieron, mezcladas con el repentino impulso de llorar. Apretó los labios y se detuvo un momento, apoyando las manos en el pequeño mostrador de la cocina.

No, no lo merecen, pensó con determinación, intentando sofocar esas emociones que amenazaban con desbordarse. No merecen ni mis pensamientos. Solo mi hijo importa ahora. Él es lo único que importa.

Repitió esas palabras como un mantra mientras terminaba de cocinar, dejando que el aroma cálido del plato llenara el pequeño apartamento. Era un recordatorio de que estaba construyendo algo nuevo, aunque fuese con pequeñas acciones. Y por ahora, eso tenía que ser suficiente.



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