𝐗𝐈𝐈𝐈

Chuuya desapareció velozmente entre los aldeanos luego de una reverencia algo forzada, se notaba por el gesto entre compungido y confuso que tenía antes de marcharse. Dazai quiso ir detrás suyo, pero la mano firme de Ōgai sobre su hombro mirándolo con su mejor sonrisa política, le dieron a entender que si se atrevía a dejar a los invitados tirados a recién llegar, estaría en serios problemas en la mañana.

⠀⠀Pero él sabe que aún así estará en problemas, y no precisamente con su padre.

⠀⠀Normalmente nada le importa. Cumple con sus deberes cuando es necesario, obedece dentro de sus propios límites y el resto del tiempo todo le resulta tan banal como respirar: algo mecánico e involuntario. En otras circunstancias, que el lobo carmesí de cabellos como el atardecer se marchara hecho una furia y algo más, le habría importado un reverendo rábano. En general, a Dazai solo le importa cumplir sus funciones básicas y divertirse el resto del tiempo, así es menos aburrida su rutina. Aunque eso no impide que a la primera oportunidad, ponga en riesgo su propio bienestar por el placer culposo de sentir el ardor en la piel por alguna herida que él mismo se permite recibir; realmente siempre ha tenido la cabeza fría y la capacidad para evitarse todas las lesiones que ha sufrido desde que empezó a manejar su propia jauría a los quince años.

⠀⠀Pero esta vez, él de verdad siente un impulso necio de dejar a los invitados con la palabra en la boca y largarse a ver qué demonios tiene su enano malhumorado. Su padre se ha ido aparte con el señor Fukuzawa para tocar temas que no serán de su total interés hasta que su viejo pase a mejor vida o se jubile, dejándolo así acompañado del muchachito tímido y demasiado adorable a su lado y con Elise a punto de irse a jugar con sus amiguitos, no sin antes aprovechar de darle las galletas que más temprano compró para ella. Este chico, Atsushi si no mal recuerda su presentación, desprende (aunque ignora si es a propósito o sin querer) una leve cantidad de feromonas con un aroma dulce que le recuerdan de inmediato a las típicas golosinas del festival actual; manzana acaramelada. Intuye muy pronto que debe ser causado por los nervios, pues su hablar de vez en cuando se entrecorta si le pregunta algo o le juega alguna broma pequeña. Su sonrisa, más falsa que la posibilidad de crecer para Chuuya, intenta mostrarlo amable ante el joven príncipe que hablaba y hablaba, maravillado por cada cosa que veía; algo torpe aunque en exceso amable.

⠀⠀

⠀⠀―Señor Dazai, terminamos el recorrido del perímetro. ―interviene Akutagawa, apareciendo frente a ellos con una reverencia, mirando de reojo al albino con más seriedad de la habitual en él―. ¿Necesita algo más?

⠀⠀―Oh, Akutagawa. ―Casi cantó su nombre, con una idea brillante asomándose por su cabeza―. Llegas justo a tiempo, verás, necesito que le muestres al pequeño Atsushi el resto del festival hasta que termine su visita, si no le importa a mi estimado, claro está.

⠀⠀―Ah, no ―negó Atsushi―. No tengo problema con eso, no me gustaría acaparar a su alteza si claramente tiene otro invitado que atender también.

⠀⠀―Muchas gracias por tu comprensión, aunque no olvides que íbamos a tutearnos. ―Le recuerda Dazai, antes de hacer una leve reverencia para marcharse―. Puedes pedirle lo que sea que necesites a mi subordinado, él cumplirá con tus expectativas en mi nombre, ¿no es así, Akutagawa? ―dijo pausadamente, dándole una mirada que lo hizo estremecer de pies a cabeza aunque lo disimuló lo suficiente ante el invitado.

⠀⠀―Como ordene, señor Dazai.

⠀⠀

⠀⠀Se va tranquilo, dejando aquella ligera amenaza bailar en la mente del azabache. Admite que su rostro aún neutral, no podía ocultar de Dazai la sorpresa pintada en sus ojos grises como el acero, dudando en poder siquiera replicar en desacuerdo a su orden y a la vez, aceptando sumiso que no tenía más opción. Dazai tampoco ve qué tanto es su martirio si al fin y al cabo, el omega es lindo, ¿qué alfa se negaría a brindarle unos minutos u horas de atención? Ah cierto, él. Pero Osamu tiene muy buenos motivos: como su apatía por las feromonas demasiado dulces, así como las de Nakajima.

⠀⠀O quizás, porque no se encuentra disponible, según entiende.

⠀⠀Su mente retornó a balance cuando sus pasos, calmados y ligeros en medio de la celebración que aún estaba lejos de su cumbre, lo dejaron frente al nevado sendero que conduce a la cabaña secundaria, la suya, aquella que en este momento alberga la presencia de una fiera de ánimos endemoniados que seguramente se verán volteados hacia él tan pronto ponga un pie dentro; la idea lo hace estremecer. "¿Así se siente un marido cuando llega a casa, después de haber tomado hasta el cansancio y sabe que su mujer lo está esperando para acrecentar el dolor de cabeza que tendrá al día siguiente?" Casi puede imaginar a Chuuya sentado en el sofá con las piernas cruzadas y con un par de cacerolas en cada mano, listo para arremeter contra su ingeniosa cabeza. Una imagen sin duda excitante y mortal, que bien podría ser lo último que vea antes de morir. Pero aún no está listo para morir de ese modo, aún no.

⠀⠀Cruza el umbral de la puerta con cautela, el silencio y la oscuridad le reciben y aunque no tiene miedo, su corazón se acelera emocionado ante la idea de Chuuya saliendo de entre las sombras a descargar su ira contra él, o al menos haciendo el intento. Nada de eso pasa. Sube las escaleras despacio, procurando mantener la calma del ambiente con los amortiguados y lejanos ruidos del pequeño festival resonando a sus espaldas, tras la puerta de gruesa madera. Llega a la habitación, pasando lentamente por la entrada que abre con suavidad, encontrando el bulto casi inerte sobre la cama. La preciosa figura de Chuuya yace oculta bajo las frazadas, almohadas y demás, que por donde lo mire tiene un aspecto de nido que le remueve algo innombrable en el interior, no sabe si es anhelo o simple deseo de hacerle burla, pero su lobo interior gruñe rasguñándole el pecho desde dentro, ansioso por meterse en ese intento nada intencional de nido. E inconscientemente, se sienta en el borde de la cama a su lado, llevando una de sus manos al rostro que apenas es visible, tocando cuidadosamente su mejilla en la que aún se palpa el frío rastro de unas escasas lágrimas. Sus ojos se abren de golpe, chocando miradas con él. Esos bonitos ojos azules cual océano, le miran entre confusos y ofuscados.

⠀⠀

⠀⠀―¿Qué mierda estás haciendo?

⠀⠀―Dime, Chuuya ―objeta, ignorando su pregunta inicial―. ¿Acaso estuviste llorando? Bueno, es obvio que sí, pero ¿por qué?

⠀⠀―No preguntes estupideces, no sé de qué hablas, bastardo. Ve a hacerle compañía a ese bonito chico omega, estoy perfecto a solas.

⠀⠀―Oh... Así que era eso. Chuuya está celoso. ―Dazai prácticamente canturrea. Entonces él lo fulmina con la mirada, como si acabase de herir su delicado orgullo.

⠀⠀―¡Yo no estoy celoso! Y menos de ti... Tú... ―soltó con voz temblorosa por no saber qué decir―. T-tú, maldito intento de momia.

⠀⠀―Ah, qué lastima ―dice con calma, atrapando su atención total―. Un Chuuya celoso debe lucir muy lindo a la vista~

⠀⠀―Eres insufrible.

⠀⠀

⠀⠀Se abstiene de decir algo más, en cambio solo ríe en voz baja por su reacción, contagiándolo en el acto y gozando el deleite de oír un corto bufido que Chuuya intenta contener, precediendo una melodiosa risa cómplice. Y joder que sí, cada vez se da más por enterado que está cayendo vertiginosamente por Chuuya, por sus risas orgullosas, sus miradas despectivas ocultando su lado amable y sus dulces actos disfrazados de indiferencia. Por sus cabellos como el ocaso y sus ojos cobaltos que asemejan un mar inmenso, a veces calmado y relajante, a veces picado y tumultuoso.

⠀⠀

⠀⠀―Pide un retrato, te va a durar más ―comenta burlón, con esos aires suyos tan ególatras pero justificados.

⠀⠀―Tal vez lo haga, lo podría colgar en un cuadro enfrente de esta cama y verla cada día al levantarme en un futuro, cuando empiece a vivir aquí.

⠀⠀―Tsk, era sarcasmo. Además ¿para qué vendrías a vivir aquí?

⠀⠀―Bueno, es mi cabaña, se supone que debería vivir aquí. ―La información tarda en ser procesada por su cerebro, Dazai lo ve claramente en su cara de incertidumbre―. Chuuya, esta es mi cabaña, mi habitación, mi cama. Claro, fue de mis padres antes de mi y de mis abuelos antes de ellos. Y será de mi primogénito cuando lo tenga, ¿entiendes? Pero tranquilo, todo es cambiado en cada generación menos los muebles.

⠀⠀―Debes estar bromeando... ¡¿Por qué me diste esta habitación y no la otra?!

⠀⠀―Quería darte lo mejor ―contesta, sentándose mejor en la cama, dejando las getas en el suelo para subir los pies con las piernas cruzadas―. ¿Eso te molesta?

⠀⠀

⠀⠀Chuuya permanece en silencio, pasmado, viéndole como si Dazai fuera un bicho raro o algún producto de su imaginación. Lo ve abrir la boca y volver a cerrarla, repitiendo el proceso una vez más, boqueando como pez fuera del agua por estar buscando un argumento para evadir o negar lo que ya era más que evidente para los ojos de Dazai. Este sonríe. Chuuya es hermoso incluso aunque ponga una expresión tonta y finja ignorancia.

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