Paul x Daniel (Parte 3-Final)
Je t'aime
Daniel estaba tratando de recordar el día en que "vió" a Paul por primera vez. No es que no hubiese sabido de su existencia antes, ya que Paul era el típico chico que llegaba siempre tarde a clases con una maravillosa excusa que contar; a veces, ensimismado todavía en los apuntes de sus cuadernos, Daniel sólo sonreía a medida que esas excusas se hacían cada vez más "brillantes"; aún así, nunca miraba ni reparaba demasiado en Paul, hasta ese día en el que tuvo su primer examen oral de francés. Había pasado en Francia una buena parte de su infancia y en ese entonces, ya en los albores de su juventud, estaba decidido a recuperar ese idioma porque lo consideraba hermoso; esa fue una de las principales razones por la que se inscribió a un programa de verano de la universidad en Francia, las otras razones iban desde pasar tiempo con Ted hasta el conocer chicas; pero, lo importante, era que Daniel estaba conciente de su dominio sustancial en el idioma, así que un examen oral del mismo a un nível más avanzado no debería haberlo puesto nervioso...pero lo estuvo. Tomó aire y recordó el monólogo que había elaborado la noche anterior, era una mierda sobre el clima y un reporte falso acerca de un inventado huracán en la Costa Este, sí, tan inventado como las brillantes excusas que Paul Banks contaba cada mañana en la que llegaba tarde...y, de hecho, allí estaba el mismo Paul, mirándolo desde su asiento al final de la clase; a medida que Daniel se esforzaba por lograr hacer fluir las palabras francesas desde su boca, Paul asentía mirándolo con esa mirada vaga de azul despreocupado; Daniel, lo notó cuando dejó de enfocarse en un punto vacío de la pared frontal para encontrarse con esos ojos azules, grandes y tristes... No lo miraban con compasión, sino con total convencimiento. Daniel acababa una frase y Paul, sin dejar de mirarlo, asentía apenas sonriendo. Tal vez la intensión de Paul era tranquilizarlo y alentarlo, pero logró todo lo contrario porque Daniel terminó poniéndose más nervioso, aunque al final aprobó el examen. Lo aprobó, con el corazón acelerado, sabiendo que había logrado algo más que eso, ya que había "visto" a Paul Banks primera vez.
De ahí para adelante fue una sucesión de situaciones que lo animaron a acercarse más a Paul; y, no es que al final se hubiesen convertido en grandes amigos, pero a veces sí salían por ahí con otros compañeros, a las fiestas y a otras actividades; hasta el punto en el que podía encontrarselo a mitad de la calle, con el estuche de una guitarra al hombro, preguntándole por si acaso no tenía hierba para fumar; ante esto, Daniel sólo reía y le ofrecía llevarlo con su hermano Ted, para que hablasen de música y de chicas.
Incluso Paul no estuvo entre sus pensamientos cuando Daniel retornó a Estados Unidos. Hasta que un día cualquiera, de pura y absoluta casualidad, volvió a toparselo en un pasillo de la universidad. Lo reconoció de inmediato, porque no era fácil olvidar a un chico como Paul Banks, especialmente cuando en su momento había quedado impresionado por la soltura y la seguridad tranquila con la que éste se manejaba. Lo encontró y de inmediato lo consideró para la banda que había estado planeando formar.
Finalmente, los ríos del destino, los llevaron a encontrarse en una pasantía en el mismo sitio; una situación difícil para Daniel que de naturaleza era tímido, todo lo contrario para Paul que no se hacía lío por nada. Esa particularidad los hizo cercanos mientras estaban allí, y los llevó a compartir almuerzos y confidencias, temores y... sentimientos. La banda no hizo más que reforzar todo aquello, porque se veían a todas horas del día. De pronto ya eran buenos amigos, de pronto... De pronto ya no podían vivir el uno sin el otro.
— Sonríe.
Daniel, ensimismado en sus recuerdos, ni siquiera pudo decir "¿Qué?", cuando Paul ya había tomado una fotografía de ambos mientras iban sentados en el metro.
Por supuesto, Daniel en la fotografía salió con esa cara de asustado.
— Diablos, qué fue eso ¡Paul!
— Shh, cálmate. Mira qué buena foto...
— No quiero verla, debo salir horrible ¿Quieres a la próxima decirme antes de...
— Shh... —le susurró Paul acercando seductoramente los labios a los suyos hasta hacerlo entrar en pánico.
— Oye, aquí no —suplicó Daniel en voy baja y penosa... sumamente penosa.
Paul casi rió y sólo le dió un beso rápido e intenso en la mejilla. No podía molestarse con él; empatizaba mucho con Daniel y entendía que para una persona como él todavía sería muy difícil ir por ahí exponiendo su amor como un adolescente de verano. Había decidido no molestarse con Daniel por eso, además tampoco era como si estuviese desesperado por andar besuqueandolo ante el público; tenían sus momentos... Daniel era Daniel.
Y su sonrisa lo valía todo.
— Me bajo aquí —se apresuró a decirle Paul cuando llegaron a la siguiente parada— ¿Quieres un dulce? —le ofreció mientras se levantaba de su asiento y recogía sus cosas.
— ¿Un dulce? —sonrió Daniel con una sonrisa vaga, apoyando la cabeza contra el respaldar del asiento— ¿Un dulce de otro dulce?
Paul sonrío de lado ante la ocurrencia de Daniel. Lo miró fugazmente con diversión y cuando hubo cerrado su morral le lanzó una pequeña trufa envuelta en un llamativo papel brillante que llegó directamente a sus manos; puntería de ex basquetbolista del seleccionado español.
— Nos vemos más tarde, Danny boy.
Paul le lanzó un coqueto beso fugaz al aire con toda la intensión divertida en su mirada y entonces se alejó en medio de la multitud de la atestada gran ciudad.
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Daniel estaba ansioso; Paul vendría a recogerlo a las cuatro y media de la tarde. Tendrían la gran cita de sus vidas, o al menos eso habían acordado.
A las tres menos cuarto ya había arreglado la mayoría de sus pendientes en la disquera. Llevando papeles de aquí para allá, recogiendo firmas y sellos, peleándose con el chico tonto de la fotocopiadora que no quería fotocopiarle más de veinte hojas porque no le habían dado su estipendio mensual y estaba en protesta. Daniel subió al piso octavo a pie porque los ascensores estaban en mantenimiento y allí se prestó la fotocopiadora de cuatro oficinas distintas. Su jefe estaba de viaje atendiendo los negocios de la disquera con otra disquera de la costa oeste y el encargado de turno casi no hablaba mucho con Daniel; todo parecía tan sofocante y deprimente, y en eso pensaba Daniel cuando finalmente se sentó en su cubículo acariciando distraídamente el envoltorio brillante de la trufa que Paul le había dado por la mañana; aún no la había probado, tenía intenciones de hacerlo en ese momento... Quería imaginar que, como en aquellos días de cuando hacía la pasantía junto a Paul, éste venía a visitarlo trayendole cosas con una sonrisa inagotable. Su compañía era un alivio en la jornada, y ahora lo extrañaba más que nunca.
Ojalá ya fuesen las cuatro y media, porque irían al cine y entonces serían complemente felices.
Daniel suspiró y tarareó una canción estúpidamente romántica. Quién sabría cuánto amaba a Paul.
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16:30 y Daniel no había podido contar los minutos por el ajetreo de sus deberes. Cuando todo terminó, lo hizo con satisfacción y, recogiendo risueñamente sus cosas, se despidió del trabajo hasta el día siguiente.
Casi sintió las ganas de silbar mientras se iba acercando a la salida y entonces, a través del vidrio de las puertas pudo vislumbrar a Paul con su camisa suelta, la mirada perdida, una mano en el bolsillo y la otra sujetando su chaqueta de mezclilla; sintió un vuelco en su corazón de alegría por verlo finalmente.
Daniel salió del edificio con la sonrisa más luminosa del mundo.
— Danny... —le dijo Paul apenas al verlo, sonriente y contento.
— Hola.
Claro, sus pequeños labios decían solamente "Hola", pero su corazón desbocado saltaba diciendo "¡Paul, Paul, llegaste! ¡Vámonos, vámonos ya!"
Se dieron un suave abrazo y comenzaron a caminar uno al lado del otro por la calle con la finalidad de llegar hasta la estación del metro.
— A la próxima semana tendré mi examen de suficiencia de francés —comentó de pronto Paul.
— Maldita sea ¿Es serio? ¿Quieres que estudiemos? Podemos hacerlo el fin de semana ¿Qué día cae tu examen?
— Es un miércoles de mierda, Danny.
— ¿Tu día menos favorito de la semana? —sonrió Daniel.
— Ni tanto, los lunes son muchísimo peor. Pero, retomando, me parece excelente ¿Puede ser en tu casa?
— ¿Lo de estudiar?
— Sí.
— ¿Y por qué no en tu lugar esta vez?
— Mi lugar no es muy inspirador. Me gusta tu habitación, huele a posibilidades...
Daniel casi rió— ¿Posibilidades?
— Posibilidades. Es posible lograr algo, cualquier cosa, por más difícil o mierda que sea, es posible. Es una sensación jodidamente motivante, sabes Dan.
— Bueno —dijo Daniel solamente, con una mueca de fingida impresión— si tú lo dices...
A pesar de que Daniel conocía de más las mañas de Paul, no puso más objeciones. Sabía, de hecho, qué fue así como él y Paul tuvieron s primer beso. Paul estuvo un tiempo haciéndose el tonto con el francés para poder atrapar a Daniel y llevarlo a su casa un día de esos, en donde a final lo menos que hacían era estudiar: tocaban música, jugaban videojuegos, fumaban hierba y...en una de esas, finalmente el maldito beso llegó; en parte fue bueno porque eso alivió mucho su inevitable tensión, y por otra parte fue complicado porque tuvieron que asumir ante medio mundo su peculiar relación. Nunca antes habían estado con "otro chico" ¿Cómo se supone que deberían ser las cosas desde ese entonces en adelante?
De alguna manera, ambos lograron encontrar "su" camino.
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Estaban en la fila del cine para recoger los boletos que Paul había reservado días antes, cuando el teléfono de Daniel comenzó a sonar.
Daniel supuso que era Ted, pero su tranquilidad se esfumó cuando vió que el número que lo llamaba correspondía al de su jefe.
— ¿Quién es? —consultó Paul, sin mucha preocupación.
— Saldré afuera un momento, la señal... —se excusó Daniel, mientras se alejaba con una desazón naciente en su rostro.
Ahora Paul sí estaba preocupado.
Al rato volvió Daniel, pero volvió casi alterado, con esos tiernos ojos avellana sumidos en la tímida desesperación.
— ¿Danny, qué sucedió?
— Oye, mi jefe me llamó, me pidió que haga un informe de negociación urgente. Es para esta noche...
Paul comprendió de inmediato.
— Está bien, calma...
— Pero ya compraste los boletos, vinimos hasta aquí... —Daniel se estaba sumiendo en la tristeza desesperante.
— Cálmate, Danny, cálmate —le tranquilizó Paul tomándole delicadamente por los hombros—; oye, escúchame, hagamos esto: te despacho a tu casa en un taxi...
— Pero..,
— Shh, shh, tranquilo; mientras tú te adelantas, yo solucionare lo de los boletos aquí, no te preocupes por eso, olvídalo. Luego te alcanzo en tu casa para ayudarte con tu informe o lo que necesites. Sólo, TRANQUILÍZATE y has las cosas con calma ¿De acuerdo?
Daniel se pasó la mano repetidas veces por la frente y el cabello mientras escuchaba a Paul.
— Bien —respiró—, hagamos eso. Y, lo siento mucho...
Paul le colocó delicadamente un dedo sobre sus pequeños y tiernos labios y sonrió— luego arreglamos esto, primero lo tuyo. Oh, y luego seré feliz de mandar a tu jefe a la mierda.
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Cuando Daniel llegó a la casa donde vivía con su hermano, se sorprendió de encontrarlo allí, puesto que éste le había dicho que tenía "planes" aprovechando que Daniel tampoco estaría esa noche. Lo interesante fue que tampoco encontró a Ted solo, pues estaba con una chica.
Bien, Daniel entendió rápidamente los "planes" que había estado teniendo su hermano aprovechando su ausencia y realmente se disculpó por haberle arruinado la noche a él también.
— ¿No tenías que estar con tu novio a estas horas?
— Sí, pero... —Daniel no tenía mucha cabeza para dar explicaciones mientras subía las escaleras.
— No me digas que pelearon... Ya se estaban tardando, ya me preguntaba cuándo comenzarían las discusiones de pareja...
— ¡No es eso! —protestó tiernamente Daniel—. Es sólo que me llamó mi jefe pidiéndome un informe para esta noche...
— ¡Qué hijo de puta!
Daniel circundó los ojos mientras ya intentaba abrir la puerta de su habitación.
— En fin...
— ¡Daniel, te he dicho que no puedes permitir que se aprovechen de ti de esa manera!
"Cielos, Ted ahora no..." Se lamentó Daniel en su interior.
Ted tenía una expresión de disgusto serio en su rostro y sermoneó a Daniel un poco más antes de que éste pudiera entrar a su habitación sin ser lo poco amable de dejarlo con la palabra en la boca.
— Está bien, no dejaré que vuelva a ocurrir. —finalizo Daniel con toda la paciencia del universo.
— Qué necesitas ¿Necesitas ayuda? —le consultó Ted todavía molesto— Qué tienes que hacer.
— Es sólo un informe corto, de unas cinco páginas, ya tengo la plantilla... Sólo es copiar unos datos de una planilla de presupuesto... Paul vendrá a ayudarme...
— ¿Ese niño vendrá aquí?
¿Por qué Ted estaba tan, pero tan molesto? Okay, la pregunta sobraba por todas partes.
— No es un niño...
— Seguro que no. A qué hora viene.
— Creo que llegará en unos minutos, tenía que arreglar lo de los boletos, me mandó en un taxi y dijo que me alcanzaría...No tardará en llegar.
— Bueno, tal vez tú eres el niño.
— Cielos, Ted...
— Dile que cuándo esté cerca mande un mensaje. Yo le abriré la puerta, has tus cosas —dijo finalmente Ted, serio, alejándose a su propia habitación donde su chica, preocupada, lo esperaba.
— Está bien.
Daniel se metió a su habitación rápidamente con un suspiro y encendió su computadora de inmediato.
Durante todo el camino de vuelta a su casa había estado recibiendo mensajes de Paul, el cual monitoreaba su bienestar y de paso intentaba tranquilizarlo.
Mientras su computadora se iniciaba, Daniel le envió otro mensaje a Paul.
"Ted dic q le envíes 1 sms cuando estes cerca.te abrirá la puerta"
"¿Está allí? Pensé que saldría como dijiste"
"Sorpresa! Le arruinamos la noche TMB :'v"
":'D. OK, le mandaré un sms ¿Cómo van las cosas?"
"La jod#@ gran comptdra esta encendindo"
"Ja, ja. Paciencia. Y ya llego"
"Q hicist con los boletos?"
"Cuando llegue te cuento"
Daniel suspiró medio cansado medio resignado mientras veía la oscura pantalla de su computadora... Tardaba como diez minutos en cargar...
"Hey..."
Nuevo mensaje de Paul.
"Q pasa"
Jugó desganado con el teléfono entre sus manos mientras esperaba la respuesta. Y después de unos segundos que parecían eternos, finalmente llegó:
"Te amo <3 :)"
Y ahí estaba, su tonta sonrisa otra vez.
Paul tenía ese poder.
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— Hola Ted.
— Hola Paul.
Ted, de pocos ánimos, dejó a Paul ingresar a la casa cuando le hubo abierto la puerta y, de inmediato notó algo...
— Oye ¿Qué mierda es eso?
Paul sonrió levantando un poco las bolsas que traía en cada mano— Provisiones. La noche podría ser muy larga.
Ted lo miró parpadeando y no supo qué más decirle.
"Ese niño..." Musitó después.
Paul subió las escaleras y caminó por el pasillo en un rumbo que ya conocía muy bien por todas las veces que había estado con Daniel en esa casa. Llegó hasta la habitación del muchacho de sus sueños y se limpió el sudor dela frente con su antebrazo antes de tocar.
— ¡Adelante!
Paul abrió un poco la puerta y metió su cabeza adentro para encontrar a Daniel de espaldas a él, completamente ensimismado en su computadora.
— Pss.
Daniel dió un respingo y se volteó inmediatamente para ver a Paul, sonriente, mirarlo desde la puerta.
Nunca podía explicar completamente cómo aquella sonrisa le daba mil años de vida, era tan hermosa... Paul era tan hermoso...
Bien, sí estaba enamorado.
— ¡Ya llegaste! Ven, entra entra.
Daniel se paró para recibir a su novio y éste último ingresó con todas sus cosas.
— Vaya, qué trajiste... —le preguntó Daniel al ver todas las bolsas en las manos de Paul.
— Pasé un momento por el supermercado —respondió Paul acomodando las cosas a un lado de la cómoda de Daniel—. Traje unas cosas, sodas, golosinas, no sé... ¿No tienes sed?
— ¿Paul?
— Dime —Paul tenía una lata de soda en una mano.
— Tú me sorprendes cada día, en serio —dijo Daniel casi riendo y volviendo a sentarse frente a su computadora.
— Ten, bebe algo... —le ofreció Paul.
— Está bien —se lo recibió Daniel con una sonrisa distraída.
— Te traje un sándwich...
Daniel lo miró de reojo con diversión.
— Qué... —protestó Paul con desgano.
— Te-A-mo...
— Ja, ja, ja...
— Te amo, ven, compartiremos tu sandwich.
Paul tomó una silla y se sentó al lado de Daniel...de hecho, muy muy cerca de él. Quería estar muy muy cerca...
— Siempre dicen que se piensa mejor con el estómago contento —dijo Paul sacando el sándwich de una de las bolsas para Daniel.
— ¿Ah sí? —le dijo Daniel distraído, concentrado en cambio en besar la mejilla de Paul una y otra vez. Su nariz recorría con encanto los mechones rubios e iba a su vez dejando un beso tras otro.
Sin poder evitar sonreír por las caricias, Paul señaló la pantalla de la computadora— Qué hay que hacer.
Entonces ladeó su cabeza y sus ojos se encontraron con los de Daniel. Un choque eléctrico.
Cerca, tan cerca; había la tentación inevitable de...
Tenía que ser.
Por un momento, Daniel olvidó todos sus problemas y se dejó llevar por sus sentimientos; cerrando los ojos junto a Paul, su cercanía se terminó sellando con un corto...suave... y cálido beso.
Paul sonrió— Primero lo primero...
Y tenía razón; a pesar de que en Daniel había despertado un sentimiento inmenso de querer tomar a Paul y llenarlo de incontables besos, no podía descuidar sus deberes profesionales.
Daniel sacudió un poco la cabeza— Sí, tienes razón, acabemos con esta mierda.
— Entonces qué hay que...
— Oh, espera —se apaciguó Daniel— Quisiera que me ayudes a transcribir la lista de compra... Sería genial otra computadora...
— ¿Ted no tiene una?
— Sí, sí, pero no sé si la tiene en su habitación ahora o... ¡Tal vez está cargando abajo! Iré a ver...
— ¿Quieres que vaya yo?
— No, espera, yo voy —dijo Daniel levantadose de su asiento—. Puedes ir arreglando esta primera parte —le señaló—, con la fecha de hoy y eso...
— OK
— Ya vengo —le dijo Daniel finalmente, dejándole un beso rápido en la sien.
Mientras Daniel iba por la computadora portátil de su hermano, Paul se acomodó tranquilamente en el lugar de Daniel presto a llenar el formulario de solicitud que ya se sabía de memoria porque él mismo había hecho muchos de esos cuando había sido pasante. Inclusive hasta se puso música en el reproductor de la computadora.
Cuando Daniel regresó encontró a Paul totalmente risueño haciendo su trabajo frente al computador. Hasta le dió pena interrumpirle.
— Ahm, tengo la portátil...
Paul volteó a verla con una mirada tranquila— Cool.
Pronto se acomodaron en sus respectivos lugares y, después de un último bocado de comida, comenzaron a trabajar.
— Vaya, avanzaste mucho...
— Sabes que parezco vago, pero en realidad soy muy hábil...
— ...Cuando quieres —le sonrió Daniel.
Paul solamente rió.
— No sabía que escuchabas a The Outfield —le señaló después Paul con una sonrisa burlona.
— Pues yo tampoco —respondió Daniel con tranquilidad—. Esta computadora también es de Ted. Prácticamente todas las canciones son suyas.
Paul volvió a reír.
— Yo sólo tengo mis discos —añadió Daniel con una sonrisa divertida.
— Mi hermano también escuchaba The Outfield. Estoy traumado con esa canción, "Your Love"; hubo una temporada en la que la ponía todo el jodido día en la casa...to-do el jo-di-do día...
Daniel rió— Tienen un sonido pegajoso...
— Ya estás moviendo tu cabeza.
— ¿Qué?
— Que ya se te está pegando.
— Ja, ja, ja. "I'm in love..." —canturreó Daniel divertido.
— Tu hermano debe tener un montón de música...
— En todas partes. Una biblioteca llena, de todo tipo, es en serio. Él ama la música.
— Su trabajo es un sueño —suspiró Paul.
— Sí, nada de estás mierdas.
— Definitivamente.
— Sí, joder.
De pronto Rod Stewart comenzó a sonar y Paul soltó una risa maniática.
— "Shh shh, tranquilo" —le amonestó Daniel aguantandose la risa.
— Lo siento —dijo Paul aún riéndose.
— ¿Te gusta Paul Anka? —le preguntó de pronto Daniel cambiando a otra canción en el reproductor.
— ¿Qué? —entonces la canción comenzó a sonar— ¡Oh, esa canción! A mi papá le gustaba. Es un clásico.
— Claro... "Put your head on my shoulder..." —cantó Daniel con una sonrisa, mirando a Paul de reojo.
Paul sonrió y, sin decir nada, apoyó su cabeza en el hombro de Daniel.
Una canción romántica de Paul Anka, su corazón latiendo tan fuerte en su pecho y la calidez de Daniel a su lado, eran la combinación perfecta para hacerle sentir que pisaba nubes de algodón en un cielo claro lleno de revoloteantes mariposas. Sin poder evitarlo, restregó cariñosamente su cabeza en el hombro de Daniel, totalmente convencido de su amor.
"Put your head on my shoulder..! Whisper in my ear, baby..." Cantaron los dos, en voz baja, sonriendo uno al lado del otro, moviéndose suavemente de un lado para otro "...words I want to hear, baby. Put your head on my shoulder..."
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Antes de las nueve de la noche, a las 8:41 para ser exactos, Paul y Daniel terminaron el (jodido) informe de negociación y Daniel se lo envío por correo electrónico a su jefe (HDP) con absoluta tranquilidad.
— Y ahora qué hacemos —le consultó Paul a Daniel mientras se metía un par de ositos de goma a la boca.
— ¿Qué hiciste con los boletos del cine?
— Cambié la fecha...era una función única por este día.
— A cuándo.
— Domingo por la mañana.
Daniel lo miró con los ojos muy abiertos a punto de reír— Paul...
— No te rías.
— No, en serio prefiero no saber las razones de que hayas escogido un domingo por la mañana para ir al cine...
— ¿Y qué tiene de malo?
— Paul, es raro...
— Claro que no, joder.
Daniel se echó a reír de todas maneras. Se levantó de su asiento y estiró los brazos sobre su cabeza y se dejó caer sobre su cama bostezando.
Paul, alegre como un niño, no lo pensó ni dos segundos para dejar de lado los ositos de goma e irse a lanzar sobre la cama de Daniel, a su lado.
— ¡Ah, cálmate! —le dijo Daniel algo asustado ante las risas de Paul.
Paul dejó de reír pero mantuvo una sonrisa en su rostro sereno mientras, apoyado en sus brazos, observaba tranquila y silenciosamente a Daniel. Éste último, para no sentirse tan nervioso, trató de ignorar que Paul mantenía la vista fija en él por largos diez segundos.
— Por qué me miras tanto —le susurró entonces Daniel a la nada, con cierta timidez— Tengo monos en la cara...(?)
— Eres muy lindo.
Y Daniel no pudo evitar sonreír ante ese vuelco en su corazón que aquellas simples pero sinceras palabras habían provocado. Casi entumecido, cerró los ojos y sólo entonces se percató que "High and Dry" de Radiohead estaba sonando desde el reproductor de la computadora aún encendida. Era perfecto.
Era el momento absolutamente perfecto.
"Don't leave me high... don't leave leave me dry ..."
En ese mundo oscuro de pequeñas luces naranjas parpadeantes, sintió la caricia de los labios suaves de Paul recorriendo el contorno de su rostro hasta llegar a la comisura de su boca. Sabía que moriría por un rato entonces.
Suspiró.
Suspiró y dejó que el amor de Paul empapara cada centímetro de su piel.
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— ¿Deberíamos ir a un bar?
En la penumbra de su habitación, ya en oscuras, cuando de hecho ya casi eran las once de la noche, Daniel pensaba en la pregunta de Paul mirando la noche brillante desde su cama, donde estando acostado de costado, recibía caricias constantes y distraídas de Paul quien lo abrazaba por la espalda.
— ¿A emborracharnos?
— No se me ocurre otra cosa —le respondió Paul en voz baja y resignada.
Daniel aún lo pensó un poco más.
— Tengo frío —dijo finalmente, con una timidez dulce.
— Oh, sí, espera.
Paul se incorporó y tomó la manta que se encontraba a los pies de la cama para entenderla sobre ambos.
Daniel aprovechó el movimiento para colocarse su camiseta y acomodarse los bóxers.
— Ponte algo —le señaló Daniel el torso desnudo—, podrías resfriarte.
Paul gateó hasta Daniel con una sonrisa y se dejó caer a su lado sin hacerle caso.
— Estoy "caliente" —le susurró con picardía al oído.
Daniel rió nervioso e hizo su cabeza a un lado, acto que Paul aprovechó para estamparle un beso en el cuello provocándole risas nerviosas y escalofríos por todo el cuerpo.
— Me haces cosquillas —reía Daniel.
Paul, sonriente, repartía aún sus besos por doquier. Hasta que Daniel le tomó la cabeza entre las manos y lo miró fijamente a los ojos. Un brillo nocturno.
— Sabes, tengo una mejor idea —le dijo entonces Paul en voz baja.
— Hmm.
— Deberíamos follar toda la noche —sonrió Paul a punto de reírse.
— Oh, cállate —estalló en risas Daniel haciéndose a un lado—. Eres un sucio...
— Soy una máquina de sexo —le dijo Paul divertido, atrapandolo entre sus brazos.
— Shh, Ted puede escucharnos, está al lado —se rió Daniel.
— ¡Si ya debió escuchar todo! —se burló Paul.
— Pero igual tratamos de no hacer ruido...
— Taparte la boca mientras gimes no es lindo... Hasta decirlo no suena lindo.
— ¡Shhh! —se rió Daniel.
Paul, riendo, jugueteó con las manos de Daniel, como si fuesen dos pequeños gatos en la penumbra.
— Nos escuchó todo, Dan —le dijo finalmente Paul—, y lo sabes —dejo de jugar y tomó sus manos con delicadeza para mirarlo con seriedad dulce y preocupada— ¿Oye, eso te incomoda demasiado?
Daniel se tomó su tiempo para responder.
— Sinceramente no tanto; pero eso no quita que soy penoso —se rió—. Pero, eso de taparse la boca mientras gimes sí es incómodo...
Paul rió un poco y hundió su cabeza en el cuello de Daniel con cierta resignación.
Daniel lo abrazó tiernamente— Pero igual lo disfruté mucho.
Paul dejó escapar una risa en e cuello de Daniel.
— ¿De qué te ríes, Banks? —le encaró con dulzura divertida.
Paul se apartó un poco para poder mirarlo.
— ¿Podemos hacerlo de nuevo? —le suplicó entonces— Te amo tanto que no sé qué hacer con todo lo que siento por ti; a veces siento que podría explotar.
— Maldición, Paul... —susurró Daniel, completamente rendido, manteniendo el contacto brillante y sincero de su mirada.
Entonces, en el silencio tranquilo de la noche, Daniel rodeó a Paul por el cuello y lo atrajo hasta sus labios otra vez. Se comía sus besos insaciables y se derretía con el leve roce de su piel.
— Espera —jadeó Daniel con los ojos cerrados, tratando de encontrar su propio dominio—, Ted, el ruido... No sé...
Paul detuvo sus besos y quiso ser comprensivo.
— Está bien —le dijo—. Tenemos que salir de aquí —y se dejó caer a su lado.
— ¿A dónde iremos?
Un breve silencio.
— Kessler...
— Banks —lo miró Daniel con curiosidad graciosa.
Paul le correspondió la mirada.
— ...Tendremos que ser intrépidos esta noche.
Daniel se aguantó para no reír.
— Oh, mierda...
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— Súbete, príncipe azul.
Daniel estaba de buen humor. Habían escapado de su casa casi a media noche y ahora estaba al volante de un viejo Ford alquilado. Se bajó las gafas oscuras hasta la nariz para mirar a Paul con diversión.
— Te tomaste en serio lo de ser intrépidos, eh Kessler... —le dijo Paul con una sonrisa mientras se disponía a acomodar sus cosas en el asiento trasero del auto.
— ¿Y cómo piensas entonces que llegaremos a Boston? ¿A pie? ¿A dedo?
Paul rió— Más bien compré provisiones. Algo me decía que la noche sería muy larga.
— Y todavía no ha comenzado —le sonrió Daniel abriéndole la puerta del copiloto.
— Oh bien —se sentó Paul y miró dubitativo a Daniel a su lado— ¿Sólo vamos recto, no?
— Paul ¿Quién soy?
Paul no pudo evitar sonreír— Uhm...¿Daniel...Kessler?
— SOY EL JODIDO GRAN DANIEL KESSLER Y TE LLEVARÉ A BOSTON SANO Y SALVO, TEN ESO POR SEGURO.
— OK, sí, vamos a Boston...
— Sí.
— Sí, vamos por esa jodida cerveza...
— Sí, joder, allá vamos.
Y Daniel, con determinación y sin quitarse la gafas, arrancó el auto ante la sonrisa tranquila de Paul a su lado.
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A lo largo del camino, Daniel dejó que Paul pusiera su música, que consistía básicamente en hip hop; porque era prácticamente lo único que escuchaba la mayor parte del tiempo.
No tenían ningún plan definido, se habían aventurado a la incertidumbre sólo por hacer algo "atrevido" y, ya para las dos de la madrugada, casi a medio camino, aceptaron que habían llegado muy lejos en su pequeña hazaña y se resignaron a buscar un motel al paso.
— Mierda ¿Cómo fue que pensamos que podríamos llegar a Boston a estas horas? —se arrepintió Daniel, ya sin las valientes gafas oscuras puestas, pero aún conduciendo, con los dedos ahora temblorosos sobre el volante.
A medida que iban avanzando más en la carretera, Paul comenzaba a sentir un escalofrío creciente. Todo se ponía más oscuro y solitario a medida que los kilómetros pasaban y los ositos de goma ya no surtían tanto efecto como al inicio... Fumar no podía, porque no quería incomodar a Daniel.
Qué mierda de situación. Eso no era como en las películas.
— Mierda, mierda —suspiró Paul apoyándose con los ojos cerrados contra e respaldar del asiento.
— Está bien, vamos a calmarnos —dijo entonces Daniel recuperando el control de la situación—. Estamos en un punto muerto de la carretera, es normal que todo esté tan... escabroso; pero, pero, en unos kilómetros más, estoy seguro de que encontraremos una estación de servicio o algo así...y de seguro habrá un motel o alguna mierda parecida, porque siempre hay de esos en esos sitios, y entonces... —otra vez estaba hablando rápido— Entonces nos quedaremos y entonces todo estará bien... Todo estará bien.
Paul estaba tieso en su posición en el asiento con los ojos cerrados y el frío calandole el alma ¿Porque no había sugerido otra cosa? Si hubiese sido menos ambicioso ahora podría estar durmiendo cálidamente abrazado a su amado Danny en su acogedora habitación.
— ¡Paul, mira!
Paul se respingó de golpe asustado.
— ¡Luces neón, Paul, luces neón!
Paul vió las luces de colores brillantes a lo lejos en medio de la noche oscura y sonrió ante las risas estrambóticas de Daniel.
— AH, JA, JA. ¡Lo logramos, joder, lo logramos! ¡Somos unos jodidos cabrones! ¡si!!! —vociferó Daniel completamente emocionado.
Pronto, y sin equivocación por parte de Daniel, un letrero de "Motel" con luces de neón los recibiría.
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— Tienes que aceptar que sí fue una aventura —le dijo Paul a Daniel mientras se quitaba los zapatos para subirse a la cama junto a él.
— Lo acepto —sonrió Daniel—; y, al menos, tenemos provisiones —señaló levantando alegremente una lata de cerveza— ¿Quieres? —le ofreció a Paul.
— No, gracias —se acomodó Paul a su lado en la cama—. No me gusta la cerveza tibia. Por eso tampoco compré mucho de ella.
— ¿Quieres fumar?
Paul no se atrevió a mirarlo ante esa pregunta porque en serio sí se moría de ganas de siquiera darle una calada a un cigarrillo.
— Hmmm... No... —respondió sin embargo, fingiendo distraerse con el control de la televisión.
Daniel lo observó con cierta compasión por unos segundos.
— Si quieres pued...
— No, Danny —le interrumpió entonces Paul volviéndose a él— mejor...
— Es que...
Paul acurrucó su cabeza en el hombro de Daniel— ...Mejor abrázame, Danny.
Daniel suspiró conmovido y rodeó a Paul entre sus brazos.
— Bueno —le dijo en voz baja. Entonces apoyó su mejilla contra la cabeza de Paul y lo abrazó tiernamente.
Pasaron un rato así, mirando distraídamente la televisión, con Daniel dejando de rato en rato besos suaves en la coronilla de Paul y éste aferrándose dulcemente a su torso.
Cuando la televisión les aburrió, no la apagaron, tan solo la ignoraron y comenzaron a hablar de nimiedades, riendo, como si lo único que saliera de sus bocas fueran chistes absurdos.
— Te contaré un secreto... —le dijo entonces Paul, mirándolo con los ojos brillantes.
— Qué.
— Iba a comentárselo a la banda el lunes pero... Reescribí la letra de "Specialist".
— No inventes —sonrió Daniel emocionado.
— Sí, y ahora sí...
— ¿Sí? ¿Ahora sí te gusta?
— Sí —le dijo Paul tomando su mano con cariño.
— Cántala.
— ¿Hm?
— Cántala, ahora ¿Qué parte cambiaste? ¿Todo?
— No, no, no todo. Unas frases y... también el outro... Adiós a esa mierda de "Spice up your life. Find your balance" y esas...
— Cántala.
Paul hizo una mueca y bajó la mirada. Daniel lo observó espectante sin soltar la mano de su agarre cálido.
"Circle around me now baby it'll be OK..." Musitó Paul sin mirar a Daniel.
"Cause we all go downtown sometimes..." y entonces sí comenzó a entonar tímidamente su canción ante una sonrisa creciente en el rostro de Daniel.
"Somehow baby we'll beat this mess..." y ese ya era Paul cantando, aunque sea con los ojos cerrados. En cambio, la expresión en el rostro de Daniel era luminosa.
"¡It's the time fuck the surface to meet the specialist!"
— ¡¡¡Sí!!! JODER —exclamó Daniel emocionado y saltando en la cama— Sigue, sigue...
Paul abrió los ojos y sonrió de oreja a oreja al ver a Daniel tan emocionado.
Así que siguió cantando, con Daniel dando pequeños saltos a su alrededor.
Y, entonces, estuvo seguro de una cosa: Nunca en su vida se había sentido tan jodidamente feliz.
Mientras las cosas afuera seguían su propio curso... A través de cada minuto, cada día, cada año... Nada lo cambiaría, nada cambiaría ni borraría todo lo que había estado sintiendo. Sí, desde que unos pequeños ojos avellana, lo miraron fulgurantes un día de verano... Sí, fue en verano... Lo hizo sentir como el único. Bajaría la abultada capucha de ese maldito abrigo para besarlo otra vez. Una y otra vez, hoy, mañana... qué importaba realmente el tiempo. Sabes... Sabes cuando alguien es "tu persona", porque es como si fuera tu hogar, es parte de ti...es tu lugar especial... por siempre.
— Je t'aime.
De pronto Paul estaba en una nueva penumbra silenciosa al lado de Daniel, echado de espaldas sobre una vieja cama de motel. Vestido, aún. Con las manos rendidas tímidamente sobre su abdomen en donde, tras escuchar esa declaración en la voz dulce que tanto amaba, unas imaginarias y torpes mariposas comenzaban a revolotear alegres de un lado para otro.
Paul ladeó su cabeza y se
miró en el fulgor de los ojos de Daniel.
— Eres mi persona favorita, Daniel Kessler —le dijo entonces en voz baja— y te amo tanto...
Daniel sonrió y cerró los ojos para acercar su rostro al de Paul y besarlo... ta suave... tan dulce...
Sabía lo que sentía. Lo que sucediera mañana sería siempre un gran misterio, una aventura a oscuras en una carretera incierta; tenían tanto por vivir... Pero de algo sí estaba seguro: Amaba a Paul Julian Banks, y un amor así... se queda siempre, siempre grabado en el corazón.
Un final es siempre un comienzo
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N.A.
Gracias por acompañarme en esa aventura Bankssler <3
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