Paul x Daniel (parte 2)
Puntitos blancos en el cielo.
....................
— Daniel, están tocando el timbre.
Daniel sólo asintió ante el aviso de Ted sin despegar los ojos de la pantalla de su computadora.
Ted volvió a pasar por su lado— Daniel están tocando el timbre.
— Sí, en un momento voy.
Incluso ante la indiferencia de Daniel, Ted volvió a pasar por el lado de su hermano una vez más— Daniel, están tocando el maldito timbre; y sabes que es para tí.
— Sí, si, sólo... necesito enviar esto y ya voy, ya voy.
— Sabes, si vas a tener novio, por lo menos deberías considerar organizarte mejor— masculló Ted un tanto fastidiado mientras se dirigía hacia la ventana que daba a la calle— ¿Que acaso no sabías que ese tipo de cosas toma tiempo? —siguió protestando aún desde allí— ¡Quién es! —le gritó a la nada cuando abrió finalmente la ventana de un sólo tirón.
— Hola Ted.
Ted miró hacia abajo con los brazos firmemente apoyados contra el marco y fingió sopresa al ver al risueño Paul mirarlo desde abajo— Oh, eres tú. Hola Paul.
— ¿Está Daniel?
— Claro ¿Si no, dónde más podría estar? Las únicas razones por las que sale de su cueva son por...
— Paso, paso —se abrió paso Daniel, con su gracia, haciendo a Ted a un lado en la ventana.
Ted se metió dentro refunfuñando quejas inaudibles y Daniel ocupó todo el marco de la ventana con su luminosa presencia.
— Hola Paul —le sonrió al joven bajo su ventana.
— ¡Oh, Daniel, Daniel —dramatizó Paul haciendo ademanes exagerados—, deja tu cabello caer!
— No jodas —rió Daniel con los ojos enchinados por las ocurrencias de Paul—, ya bajo, espérame ¡Oh, trajiste tu guitarra!, ya voy, ya voy...—y se metió dentro completamente emocionado—. ¡Ted, voy a salir!
— Aleluya —exclamó Ted con sarcasmo.
— ¿Viste mi guitarra? Oh, ya la ví.
— ¿Tienen ensayo? —consultó Ted apoyándose en el marco de la puerta de la habitación de Daniel.
— No, sólo saldré con Paul un momento —le respondió Daniel mientras se arreglaba primorosa pero rápidamente frente al espejo.
— ¿Y para qué es la guitarra?
— Para tocarla, obvio —bromeó Daniel con su sonrisa de ratoncito.
— Ajá.
— Ja, ja, sólo iremos al parque y seguramente nos sentaremos en algún lugar y tocaremos algo, no lo sé...
Ted miró a su hermano con los ojos entrecerrados— Ustedes dos son demasiado cursis—y dicho eso se dió la vuelta.
Daniel, indiferente ante el comentario de su hermano mayor, tomó su guitarra y su morral, y salió de su habitación a paso grácil y seguro; y, aún así, se cruzó a Ted en el pasillo.
— ¿Oye, vas al parque o una jodida excursión de campo?
— ¿Qué, por qué?
— Mira el tamaño de ese morral ¿Qué cargas ahí, tu casa de campaña? —le objetó Ted parándose frente suyo.
— Oh, hombre, no jodas —suplicó Daniel a punto de desesperarse—... Dame paso, paso, por favor, paso —y ya estaba desesperado—, Ted, déjame pasar ¡Ted!
— Oye, cálmate —le dijo Ted con seriedad mirándolo a los ojos—, ya, tranquilízate; escúchame ¿A qué hora volverás?
— No lo sé, no mucho ¿Dos horas? —suspiró Daniel intranquilo.
— ¿Dos horas? ¿Te llevarás todo ESO sólo para dos horas? —le señaló Ted.
Daniel bufó impaciente— No sé, entonces ¿Tres horas? Mierda, oye, Paul me está esperando y quiero volver rápido ¿Sí? También tengo cosas que hacer...Ted...
— Dan...
— Ted... —gruñó Daniel amenazante.
— Ya, cálmate. Escucha, también voy a salir y volveré muy tarde.
— Tarde es...¿por la noche?
— Si las cosas salen bien tal vez hasta mañana —le sonrió Ted con picardía.
— "Ja-ja" ¿Ahora yo ya me puedo ir? —insistió Daniel hastiado.
Ted le cedió pasó a regañadientes— Qué mal humor te traes hoy, joder.
Daniel se giró hacia su hermano— Tú eres el que me pusiste de mal humor para empezar, quiero decir ¿Era tan necesario que me hicieras todo este show sólo para decirme eso? ¿No podías simplemente decirme "Daniel, volveré muy tarde, o tal vez no vuelva hasta mañana...por favor, cuídate mucho, que te vaya bien, nos vemos"?? —circundó los ojos y forzó una sonrisa apenada.
— Sí, sí, sólo trato de hablar contigo...
— Que te vaya bien Ted —sentenció Daniel ansioso por dar fin a esa conversación.
— ...Mira, no vayas a dejar que ese niño te haga hacer cosas fuera de lugar ¿Escuchaste?
"¿A qué se refiere con cosas fuera de lugar?" Pensó Daniel, pero no lo dijo porque ya estaba bajando las escaleras, aunque Ted siguiera tras suyo.
— Sí, que te vaya bien Ted.
— Sabré si te metes en problemas por tu ropa.
— ¿Por mi ropa? —se detuvo Daniel sin quererlo.
— No la habrás lavado.
— ¡Ah! Sí la lavaré —gruñó Daniel—. QUE TE VAYA BIEN, TED —y se dió la vuelta para bajar las escaleras a toda prisa.
— Sabes que puedes hacer lo que quieras —lo persiguió Ted—; con tal que no quemes la casa o algo así...
— Agrr... está bien está bien...
— ...no olvides que no es mía ¿Escuchaste?
— Aaaaah —gritó Daniel sofocado huyendo hacia la puerta.
— ¡Daniel!
— DANIEL NO EXISTE, DANIEL SE FUE—le dijo Daniel con los ojos abiertos y salió inmediatamente por la puerta.
.........
Paul estaba observando a una fila de laboriosas hormigas entrar y salir de hoyo en el cordón de la acera —olvidando completamente que de hecho, distraído de esa manera, fue como le robaron la billetera el año pasado—, cuando de pronto vió a Daniel salir de la casa de su hermano, literalmente con los pelos de punta —más que de costumbre.
— Perdón perdón perdón...
— Está bien Danny.
— ...me ratrasé, vamos yendo.
Daniel tomó inconscientemente la mano de Paul y caminó apresurado, con sus pasitos gráciles, sin detenerse ni un momento.
— Daniel.
— Sí.
Paul se detuvo y sujetó a Daniel en el agarre de sus manos.
— ¿Qué pasó? —le preguntó Daniel entonces, con una expresión preocupada; expresión que se desvaneció en un embeleso cuando vió a Paul dibujar una sonrisa luminosa en su rostro.
— Tranquilízate un rato —le dijo entonces Paul sin dejar de sonreír.
— Okey —balbuceó Daniel, débil, perdido en aquella expresión.
— Ahora dime "Hola Paul"
— Hola Paul.
— Hola Daniel —sonrió Paul de lado—. Y ahora ¿Mi beso?
Daniel sonrió y se acercó tímidamente a Paul sin soltar su mano y, cerrando los nerviosos ojos, se estiró un poco para poder alcanzar los labios de Paul con los suyos, en un beso tembloroso y tibio. De alguna manera, en ese preciso momento, casi podía imaginar los rayos cálidos del sol iluminandolos, un contacto mágico y arrebatador.
........
— Tengo que comprarle cuerdas a mi guitarra —le señaló Paul a Daniel, mientras se sentaban en la banca frente a una lagunilla del parque—. Esta mañana se me rompieron la 4ta y la 6ta...
— Mierda... —musitó Daniel sorprendido.
— Mierda, exacto.
— ¿A qué hora te levantaste?
— Muy temprano ¿Tal vez seis? No sé, usualmente, cuando tengo que hacer algo por la mañana, me quedo durante la noche pensando en eso; y, me despierto temprano... Bueno, tal sólo estaba algo ansioso.
— ¿En serio?
— Por supuesto —le sonrió Paul con la mirada vaga—, hoy iba a ver a mi chico especial.
Daniel no pudo evitar otra sonrisa boba, con los ojos desviados a todo lado.
— Así que me puse a practicar un poco, tocar siempre me...es como si canalizara mis emociones ¿Tú lo entiendes, verdad?
— Sí, definitivamente —le respondió Daniel con más serenidad—. Te puedo prestar un par de cuerdas, mientras tanto.
— Daniel, tu amabilidad llega directo a mi corazón.
— Ja, ja, ja —rió Daniel—. Oh, sabes...
— Qué.
Daniel, mirando la guitarra de Paul, le señaló— ...Creo que tenías emociones muy fuertes para canalizar como para romper esas cuerdas, hombre.
Paul, sonriente, entrecerró los ojos azules sin dejar de mirarlo— Mira lo que provocas, Kessler.
— Ja, ja, ja —aún rió Daniel—, creo que ahora me siento responsable. Creo que debo cambiar el término de "prestar" por "indemnizar".
— Justo eso, págame Kessler.
Daniel no aguantaba la risa— Cuánto.
— Sería "Cómo".
— ¿"Cómo"? —le preguntó Daniel con los ojos abiertos de incredulidad divertida.
— En especie, Kessler, en especie...
— ¿En especie? Estás insinuando que te pagaré con...
— Sexo, Kessler...
— ¡Shh, cállate Dios mío! —le tapó la boca Daniel a risa suelta.
Paul retiró la mano de Daniel con delicadeza y, riendo, hundió el rostro en el cuello de éste. Daniel lo abrazó y siguieron riendo, sin entender exactamente por qué, hasta que sólo se quedaron con un par de sonrisas tranquilas en sus rostros.
.......
— No sé para que traje mi guitarra, finalmente —le dijo Paul a Daniel mientras, parados, observaban a los peces asomarse a la orilla de la lagunilla—. Creo que ya perdí la cabeza.
— "Y ya no te gusta ni tu ropa"
— ¿Hm? —lo miró Paul divertido.
— La canción ¿Specialist?. Nos mostraste la letra la semana pasada...
— Ay, esa mierda.
— Ay Paul...
— Es que...
— Pero si estabas tan emocionado; ese día nos reuniste a todos, trajiste cerveza y todo, y fue algo...
— ... vergonzoso.
— ¡Claro que no! Parecía que nos ibas a mostrar algo importante, y sí lo fue, porque a mi me pareció de puta madre...
— Sí, pero eso lo dices porque eres mi novio ¿Viste a Carlos? ¿Viste cómo me estaba mirando? A los cinco minutos estaba agarrando su reloj y cagándome con su jodido aburrimiento...
— Él es así siempre...
— Él es así siempre CONMIGO.
— No tanto...
— Creo que me ve como una amenaza...
— ¿Amenaza?
— No lo sé —dijo Paul, con la mirada perdida en el suelo, pateando polvo imaginario—; me han dicho que, no sé...
— Qué pasa —le preguntó Daniel, mirándolo con preocupación.
— Es que, en la universidad, me dijeron que a él tú le gustabas, que sólo se metió a la banda para poder estar contigo y esas vainas —intentó reír Paul, pero...no, no podía hacerlo.
— Son puras mierdas. No es cierto.
— Por qué estás tan seguro.
— Porque... Pues porque... —Daniel no sabía cómo justificar.
— Él me odia.
— ¡Claro que no!
— Me odia, y más aún desde que tú y yo estamos juntos. Es como —Paul le explicó Daniel con ademanes incluidos—, entiendo que, es como si él hubiese tenido un plan y de pronto llegué yo y lo arruiné todo.
— No, definitivamente no —dijo Daniel con absoluta seguridad.
— Sí, claro.
— No, es que, mira; si fuera así ¿por qué cuando supo de nosotros él simplemente no se retiró de la banda y mandó todo a la mierda?
— Esa es justamente la parte crítica —le señaló Paul—, porque eso significa que no se ha resignado.
Daniel lo miró, serio, con el ceño fruncido y ese particular gesto suyo de la mano en la barbilla: "símbolo de preocupación"
— No sé Daniel —le dijo Paul volviendo a patear polvo imaginario—. No me gusta ese ambiente...
— Paul, no...
— No es que esté pensando en irme —se apresuró a aclarar Paul, advirtiendo la preocupación de Daniel—, sé que eso no lo quieres, ya lo sé, tampoco quiero...hacer algo sólo porque a un idiota no le agrado, yo... Es que, no sé Daniel, es complicado...
Daniel chasqueo la lengua— Tranquilo, es que realmente no creo que sea como que él quiera hacernos daño o algo así.
— Es que tú eres demasiado bueno y no ves la maldad que se esconde en las personas...
— Carlos no es malo...
— Tal vez no, pero está loco.
— Sólo es excéntrico.
— ¿Lo estás defendiendo? —tanteó Paul con una sonrisa.
Daniel ya estaba asustado— No me gustan las peleas.
Paul se enterneció y atrajo a Daniel en un abrazo.
— Oh, Danny, Danny ... —le susurró, mientras acariciaba sus rizos castaños.
.........
— ¿Nunca lo persibiste?
— Qué.
— Que a Carlos le gustabas.
Daniel lo pensó seriamente mientras sacaba su guitarra del estuche antes de responder. Repasó todos los momentos desde el día que habló con Carlos por primera vez, hasta la semana pasada cuando le rechazó amablemente una salida para el sábado porque tenía que hacer sus deberes.
— La verdad, no lo había pensado muy bien hasta ahora, soy un poco despistado —le dijo Daniel a Paul con sinceridad—. Supongo que tal vez...
— ¿No te coqueteaba? —le sonrió Paul con diversión.
— Es que con él es difícil saber cuándo es de verdad o de broma...
— Un beso no es de broma.
— Nunca me ha besado.
— ¿Nunca te ha QUERIDO besar?
— ¿Te refieres a si se me ha insinuado?
— Sí.
— Que yo me haya dado cuenta, no.
— ¡Daniel! —se rió Paul.
— ¿¡Qué!? —rió también Daniel— Es que...es que, mierda, yo no tenía idea de que podía gustarle así de verdad, porque... ¿Desde cuándo YO le gusto a las personas?
Paul lo encontró divertido— A mí tú me gustaste.
— Sí pero, pero, eso pasó porque tú y yo pasábamos mucho tiempo juntos y...no sé... ¡No sé, Paul, joder, no sé!
— Ja, ja, ya, cálmate —lo tranquilizo Paul pasándole un brazo sobre los hombros—. Eres muy genial, sólo eres un tanto tímido...
— Sí... —sonrió Daniel apenado.
— ...pero una vez que te haces conocer, eres inolvidable, quién no podría amarte.
— Hm, gracias.
Paul rió un poco y besó a Daniel en la sien haciéndolo ruborizarse.
— Paul, alerta PDA, PDA...
— Daniel...
— Ya lo dijiste, soy tímido.
— ...pero no es tan "PDA", sólo es un beso sencillo...
— Es un gesto...UN GESTO PÚBLICO DE AFECTO —le señaló Daniel con convencimiento.
— Yo te haré perder esa timidez.
— Qué...
Y sin darle tiempo de reaccionar, Paul tomó a Daniel por la cintura y le plantó un beso en la boca que lo dejó sin respiración.
Daniel se alejó jadeante y se aferró a su guitarra como un niño asustado.
— Perdiste-la-cabeza —le señaló a Paul con la respiración entrecortada.
— Diablos, estás todo rojo ¿Estás bien?
— No...
— Danny... —le susurró Paul acercándose nuevamente.
— VOY A TOCAR LA GUITARRA —le anunció Daniel, como si aquello pudiera alejar lo inevitable.
— Ahora no, Danny —le contradijo Paul apartando la guitarra de Daniel con delicadeza.
— Hay gente... —musitó Daniel apenado.
— Y qué —le susurró Paul, con los ojos entrecerrados, deslizando suavemente la mano hacia la nuca de Daniel.
Daniel tenía el corazón desbocado, apenas podía respirar. Cerró los ojos y se entregó finalmente a ese sentimiento devastador. Los labios suaves de Paul deslizándose contra los suyos, la delicia de ese sabor recóndito, el adormecimiento absoluto... Estaba sorbiendo el éxtasis.
Hasta que escuchó el ladrido de un perro y se alejó de puro espanto.
Paul se rió ante la expresión de Daniel mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
— Besas rico —le observó entonces Paul.
— ¿Qué?
— Se siente bien.
Daniel lo miró inexpresivo, aguantando una risa— ¿Qué?
— Sabes de qué hablo.
Daniel finalmente rió— Sí, es bueno; demasiado bueno, en realidad. Yo creo que el que besa rico eres tú.
— ¿En serio?
— Yo sólo me dejo llevar.
— Como sea, me gusta, se siente muy bien.
— ¿Es tan bueno que es casi adictivo, no lo crees?
— Como una droga, sí. Una vez que pruebas, quieres más y luego un poco más...y nunca te cansas. Pero no me pasó nunca antes, no tanto así, contigo es demasiado fuerte —le dijo Paul, y estaba hablando en serio.
— Y, por qué crees que sea —tanteó Daniel, sabiendo absolutamente la respuesta.
— Pues, supongo que me gustas demasiado. No. La verdad es más que eso.
— A qué te refieres.
— Me refiero a que, a parte de que es rico y todo eso, es...¿mágico? No lo sé, es decir, tú sabes ¿No lo sientes? No es sólo placentero...es...
— Hermoso.
Paul se quedó quieto mirándolo.
— Eso-es... exactamente lo que iba a decir. Es hermoso —y entonces sonrió—, por eso sé que te amo.
— Yo también —susurro Daniel con el corazón derretido.
— Sí, te amo Daniel Kessler.
Daniel sonrió, con las mejillas rojas y los ojos adorables— Tanto como yo a tí, Paul Banks.
Paul, sonriente, le acarició la mejilla con cariño— Ahora sí, tócame algo —y entonces le devolvió su guitarra.
.........
— Había olvidado la principal razón por la que te traje aquí —dijo Paul cuando estaban caminando por el parque, en busca de un buen lugar en el césped para sentarse.
— ¿Cuál era?
— Quería invitarte al cine; la semana que viene, o el siguiente fin de semana, bueno, cuando tengas tiempo.
— ¿Al cine?
A Daniel le había tomado por sorpresa esa propuesta y, en cierto modo, hasta lo tomó también con diversión.
— Sí ¿No te gustaría?
Daniel le indicó un lugar a Paul para sentarse, cerca a un árbol y un pequeño pozo por detrás.
— Bueno, la verdad no he ido al cine en...¿años? ¿No sería mejor rentar una película y verla juntos o algo así?
— Es que el propósito no es sólo ver la película —le indicó Paul echándose sobre el césped—. Oye, el sol cae mucho de este lado...
— Ahm, traje un paraguas, espera...
Paul sonrió al ver a Daniel abrir su mágico morral para sacar un pequeño paraguas del mismo.
— ¿Aquí está bien? —le consultó Daniel a Paul, apoyando el paraguas abierto sobre el césped contra la luz, haciéndole sombra.
— Sí...sí, está perfecto. Gracias —le dijo Paul tomándole cariñosamente la mano—. Entonces, el propósito no es sólo ver la película, sino...
— ¿Sino?
— ...es sacarte.
— ¿Sacarme?
— Sí, salir. Si te has dado cuenta, casi no salimos mucho, me refiero así...a una salida completa, tipo: te cito a una hora, nos vemos, hacemos un montón de cosas y volvemos muy tarde ¿Entiendes?
— Un cita de todo el día.
— Una cita de todo. Es que, sólo nos vemos para los ensayos. Antes de las vacaciones, en la universidad, todavía nos veíamos todo el tiempo ¿Te acuerdas? Yo iba a tu habitación, tú venías a la mía, a veces nos quedábamos, había fiestas, reuniones, íbamos a la biblioteca, estudiábamos o lo que sea...
— Sí —dijo Daniel, quien de verdad echaba de menos su tiempo en el campus de la universidad, con Paul como una constante de todos sus días, fueran estos buenos o malos...Paul siempre era ese rayito de alegría, al final y al inicio de cualquiera de ellos.
— Y aún así, creo que nuestra situación sentimental amerita una cita completa.
— Ja, ja. Qué ocurrencias tienes Paul...—le dijo entonces Daniel, mirándolo con cariño, sentado y aún sosteniendo su mano—. Está bien. Hágamos eso. Vamos al cine y todo lo demás ¿Pero cuándo?
— Depende de tí, yo no tengo mucho problema. Me saco un día cualquiera.
— Yo diría que tú eres el más ocupado. Haces dos cosas: tu pasantía y luego el trabajo en el Café. Siempre admiré eso ¿Cómo lo haces todo?
— No sé, soy un tipo que se toma las cosas a la ligera y eso tampoco es bueno.
— Entiendo.
— Pero yo puedo cualquier día. Me vale una porquería ese trabajo, me pido un día libre y ya. Tú estás en algo importante y no siempre sales temprano...
— Sí, es cierto —se puso a pensar Daniel—. Hmm, bueno, a ver, mira; este jueves...
— Jueves.
— ... sí, jueves, es día de revisión de inventarios, pero yo ya hice el mío, sólo lo entregaré, ordenare toda mi mierda y saldré temprano, puntual, a las cuatro y media ¿Qué te parece?
— Perfecto, me parece muy bien —afirmó Paul, acomodando su cabeza sobre el césped—, la noche es joven y el día prometedor.
Daniel rió— ¿Y qué película veremos?
Paul hurgó los bolsillos de su pantalón— Saqué la sección del periódico de carteleras de los cines —dijo, sacando una arrugada hoja de papel periódico, la desdobló y se la alcanzó a Daniel—. Mira, es todo esto. Estaba pensando en ir al Regal, porque hay un patio de comidas, cerca hay una sala de juegos, esas cosas...
— Oh, yo pensaba ir al Quad —le dijo Daniel mirando la cartelera en la hoja de periódico que le había dado Paul—. Es que van a pasar un ciclo de cine italiano la semana entrante... "La Dolce Vita" qué hermoso...
Paul casi había olvidado que a Daniel le fascinaba el cine europeo, un tanto el cine independiente americano y esas "cosas cultas". Era lindo, a decir verdad.
— Bueno...
— Pero si quieres podemos ir al Regal...
— No, no importa, sólo vamos al cine. Y me parece genial, vamos al Quad, y luego vamos...
— Hay un centro de comida rápida y sala de juegos a unas calles, podemos tomar el sub hasta la 41 y de ahí vamos al Village...
— ¿Tú conoces el lugar? Es que yo no he vivido mucho tiempo aquí.
— Oye, yo soy el mayor, yo te guío —le dijo Daniel riendo.
— Muchos creen que yo soy mayor que tú.
— ¿En serio? No me sorprende, eres más maduro y seguro que yo, creo.
— Neh ¿Te acuerdas cuando viniste en el almuerzo el otro día? En la oficina creían que eras mi hermanito menor o algo así...
— ¡No puede ser! —rió Daniel, apoyado contra el árbol.
— ... sí, y la secretaria estaba encantada porque te encontró muy tierno. Pensaban que tenías 18 años o algo así.
— Cielos...— musitó Daniel, preocupado por no poder lucir sus 24 (prontamente 25) años con credibilidad.
— Ja, ja, ja, eres muy lindo. Yo voy camino a estar hecho mierda —dijo Paul, preocupado por no poder mantener vigentes sus 21 años con estabilidad.
— No inventes. Eres muy guapo.
— No lo soy... —entonces Paul sintió la necesidad de fumar, pero era consciente de no traer sus cigarros porque sabía que a Daniel no le gustaba mucho el humo.
— Lo eres —le dijo Daniel, mirándolo con cariño.
— ¿Por cuánto tiempo?
— Por el tiempo que dure tu sonrisa y tus ojos de cielo.
Paul, tocado imprevistamente por esas palabras, elevó la mirada para ver a Daniel. Ese muchacho, realmente era lindo.
— En serio tú sí eres lindo, Daniel Kessler.
Daniel sonrió y se deslizó sobre el césped para poder echarse al lado de Paul.
— Tú, a tu manera, también lo eres Paul —le dijo, dándole luego un suave beso en la mejilla, desatando una sonrisa luminosa y un montón de mariposas a su alrededor.
— Hmja, ja, mira —le señaló Paul mirando al cielo, despejado y azul — esos puntitos blancos ¿Los ves?
Daniel apoyó un lado de su cabeza en el hombro de Paul e intentó vislumbrar esos puntos en el cielo.
— Creo que no...
— Son como esporas, no lo sé, pero...se mueven... Antes creía que eran bacterias, ja, ja...Pero un día leí en una revista de que se trataba de un fenómeno, hmm...si no me equivoco "fenómeno entoptico del campo azul" o alguna mierda parecida.
— ¿Y de qué trata? —le preguntó Daniel con curiosidad.
— Sucede que lo que en realidad ves son tus glóbulos blancos que se desplazan a través de los capilares que están delante de la retina de tus ojos. Los puedes ver cuando miras hacia el cielo azul porque los glóbulos rojos que circulan por los mismos capilares absorben la luz azul, y el cerebro se las ingenia para ignorarlos; pero, en cambio, los glóbulos blancos son menos numerosos y no absorben la luz azul, así que resultan aparentes en forma de huecos en el torrente sanguíneo y el cerebro los interpreta como puntos blancos.
— Mierda...
Daniel nunca había escuchado sobre aquello y estaba sorprendido, más aún cuando finalmente pudo ver los famosos puntos blancos, rondando frente a su ojos avellana, en ese cielo azul...azul... ese azul era el mismo color de los ojos de Paul. "Ojos de cielo"
— Sí, mierda. Qué cosa, eh.
— Paul, el cielo es del mismo color que tus ojos.
Paul giró su cabeza para ver a Daniel— Y tus ojos se ponen claros con la luz del día.
— Paul, ya puedo ver los puntos.
— Y yo te veo a ti, Daniel.
Daniel, con una sonrisa, giró su cabeza en dirección a Paul, y se encontró con esa mirada conmovedora que había llegado hasta lo más profundo de su corazón, desde el día que la vió por primera vez.
Entonces Daniel deslizó su rostro hasta el de Paul y rozó su nariz contra la de él, era maravilloso.
"Bésame, bésame..." era lo único que se repetía en la mente de Paul, y eso fue justo lo que Daniel hizo, lo besó con suavidad y calma... suave, dulce, exquisito.
El beso mágico se acabó con un suspiro y sus miradas seguian clavadas una en la otra.
— Sabes qué, Dan...
— Hm.
— Creo que tengo sed.
— Oh, traje agua...
Paul sonrió— Bueno, no es tanto de líquidos, es como si quisiera comer algo fresco, pero...
— Creo que tengo una pera en el bolsillo de mi morral.
Paul rió— Mierda Daniel ¿Hay algo que no tengas en ese jodido gran morral?
— Mis ganas de alejarme de ti.
— ¿Qué?
— La verdad no quiero irme. Es que tengo que lavar mi ropa, pero ya no quiero, sólo quiero quedarme contigo todo el día...Paul, no me dejes ir, pídeme que me quede contigo todo el día, y me quedaré...
— Danny...
Daniel bajó la mirada con pena. Incluso Ted lo sabía, que no quería lavar su ropa y que si salía con Paul probablemente no volvería a casa temprano a hacer sus deberes.
— Oye, Danny, no estés triste —le dijo Paul acariciándole la mejilla— ¿Sabes qué?
— Qué.
— Yo soy capaz de ir a lavar tu ropa contigo.
Daniel estaba a punto de reír hasta que vió la seriedad tierna en la mirada de Paul. Era verdad.
— ¿En serio?
— Sí ¿Por qué no? Yo no tengo nada, sabes que meto toda mi ropa a la lavandería los miércoles...
Daniel lo recordaba, una vez había ido con Paul a ese lugar, se metió en una canastilla y dejó que Paul lo llevará por todo el pasillo riendo como un par de desquiciados. Días felices.
— Así que lo único que haré en la tarde será perder el tiempo y extrañarte. Ni siquiera me dan ganas de salir con nadie si no es contigo, al menos hoy no —le dijo Paul—. Entonces puedo acompañarte a tu casa, dijiste que Ted no estará. Terminamos de lavar tu ropa, pedimos comida o nos hacemos algo de comer, no importa, luego vemos TV, o jugamos video juegos un rato, haces tu ensayo y yo me quedo en tu cama... observandote, te preparo té, o te pongo música...lo que quieras.
Daniel estaba visualizando todo aquello y todo le parecía un sueño. Un sueño loco pero coherente a la vez, de vivir con Paul cada minuto de su vida. Ya en la universidad, habían hecho planes para poder cambiarse de dormitorios después del verano y poder así compartir juntos la misma habitación.
Y por su parte, para Paul, la mejor parte era observar a Daniel. Le gustaba echarse en la cama de éste, porque estaba impregnada de su aroma y era acogedor, y desde allí poder observar cómo Daniel leía o avanzaba su ensayo, era lindo verlo ensimismado en sus quehaceres, era una vista adorable. Luego, por la noche, quedarse a dormir junto a él, abrazándolo porque era tibio y dulce, dándole besos en la nuca, sosteniendo su mano, soñando despierto. Si pudiera vivir así, viviría contento, toda su vida.
— Entonces, qué dices ¿Vamos?
Daniel sonrió— Está bien, vamos.
— Perfecto, así, de paso, saldas tu deuda conmigo.
— ¿Qué deuda? —preguntó entonces Daniel extrañado.
— Mis cuerdas rotas...
— Oh, cierto...
— Sexo, Kessler, sexo...
— ¡Oh, diablos! —le intentó tapar la boca Daniel riendo.
— Sexo en la lavandería... —rió Paul.
— Cállate —siguió riendo Daniel, hundiendo su rostro en el cuello de Paul, dejando un beso allí—. La verdad sí quiero...
— ¿Qué?
— Eso...
— ¿Sexo en la lavandería?
— No lo digas así —le dijo Daniel en voz baja y tranquila, deslizando sus labios por el contorno del rostro de Paul.
Paul, con un suspiro le preguntó— ¿Entonces cómo?
— Nada —le susurró Daniel, llegando a la comisura de sus labios, comenzando a besarlo a una intensidad ascendente.
— Daniel —jadeó Paul— vámonos ya ¿Quieres?
Daniel se alejó un poco para reír.
— De qué te ríes ¿De mi debilidad hacía ti?
— No sé, ya me puse nervioso.
— Alerta PDA, Daniel, alerta PDA.
— Está bien, vámonos— le dijo finalmente Daniel, aún riendo.
Se irguieron y tomaron aire antes de guardar sus cosas.
— ¿Quieres la pera? —le ofreció Daniel mientras guardaba su paraguas.
— ¿Oh, era en serio que la traías? —preguntó Paul— Qué más tienes.
Daniel abrió su morral y le pasó la pera, la botella de agua, una bolsita de almendras, pañuelos desechables, vaselina, un cuaderno de notas, un bolígrafo azul, unas bandas curativas, alcohol en gel, y...
— Y estos masticables...
— ¡Eso! —exclamó Paul—, eso es exactamente lo que quería.
— Bueno, tengo de fresa y manzana... —sonrió Daniel.
— Oh, tomaré de ambos —dijo Paul, apoyando su cabeza en el hombro de Daniel y metiéndose un masticable a la boca—. Por cosas como esta, te amo en serio Daniel Kessler.
— ¿Merci, c'est un plaisir? —sonrió Daniel, nervioso y divertido.
Paul le devolvió la sonrisa encantado y entonces le dió un largo beso en la mejilla, que se sumaria al otro largo conteo de besos que aún le daría durante el resto de ese día...y ni que decir, de los próximos.
Sí, días felices.
*********************************
N.A.
Joder, creo que es lo más tierno que he escrito en mi vida JAJAJJAJAA..
Bueno, aún falta una última parte, que quiero que salga bien, porque he visualizado ese momento :v, okno. Como sea, amo a estos chicos... y aún quedan las luces neón, el motel y ese automóvil alquilado... Jajaja, sí, definitivamente, días felices.
:)
Bankssler<3
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