𝟶𝟼 » 𝑷𝒓𝒆𝒔𝒆𝒏𝒕𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏.

Pensando en si llamar al azabache que tenía como su vecino cayó en cuenta de algo.

¡Nunca preguntó su nombre! ¡Claro, por eso fue tan difícil buscarlo! No lo vio en todo el día en el colegio, si tan solo hubiera considerado ese detalle antes.

Tener a Anita preguntando que buscaba fue lo más fastidioso de eso, parecía una policía que se encargaba de vigilar cada pequeño movimiento que hiciera. Suspiró.

Por esa razón sus padres la querían, tenían tanto en común.

El helado que tenía en la cuchara se estaba derritiendo por estar pensando demasiado. Se levantó para caminar hacia la ventana. Parecía todo un acosador.

—Diablos... —se dio un golpe en la frente. —¿Qué estoy haciendo?

Ni siquiera se dignó a encender la luz de la habitación. Estaba en la penumbra.

Apenas lo hizo notó como la figura del moreno se acercaba curioso.

Quedó paralizado al ver que este apartaba las cortinas para abrir más la ventana. Gon estaba mirando hacia el frente, buscando señales de que el albino estuviera cerca.

Al menos eso quería pensar. Caminó de manera lenta para imitarlo, apenas sus miradas se cruzaron iba a abrir la boca pero el sonido de un teléfono lo interrumpió.

—Disculpa. —Gon sacó el celular de su bolsillo. Podía reconocer esa música, se trataba de una banda de rock con letras bastantes depresivas. El nombre era de un animal... ¿Quizás PXNDX?

Cuando volvieron al silencio Killua no pudo evitar decir un comentario al respecto.

—No sabía que te gustaba ese tipo de canciones.

—Oh. —el azabache parecía no haberle dado importancia. —Sí, suelo escucharlas a veces. 

—¿Quieres escuchar algunas bandas conmigo? 

Gon se mantuvo mirándole. Los orbes almendrados parecías brillar bajo la luz del comienzo de la noche.

—Es raro hablar y no habernos presentado. 

Aclaró su garganta. No pensó que iba a adelantarse a lo que pensaba decir.

—Soy Killua, ¿cuál es tu nombre?

De nuevo el moreno parecía indeciso. Mordió sus labios.

—Gon. Gon Freecss.

—¡Es un placer! Tienes un apellido muy lindo.

—Uhm... Gracias. —rascó su nuca con timidez.

—Entonces dame tu número, tengo muchos álbumes que te gustaran. —buscó su celular dejando al azabache solo.

En realidad Gon tenía el suyo en el bolsillo de su short, únicamente de contacto tenía a su padre, Kurapika, Leorio y a Retz. Al verificarlo dio un suspiro, no tenía muchas amistades. Pero ahora lograría tener cinco personas agregadas, todo un logro.

Apenas recibió el mensaje del albino este le fue enviando canciones. La mayoría de los artistas no los conocía. Su cabeza se sentía caliente del simple hecho de querer memorizar el nombre de un par para luego buscar su biografía por internet.

Observó como Killua se apoyaba de la ventana teniendo su atención en el aparato mientras seguía recibiendo notificaciones. ¿Cuantas canciones le iba a mandar?

—Oh... ¿Sucede algo? —sacó la lengua al notar su mirada. 

—No... —negó rápidamente. Quería apartar el pensamiento de su cabeza, los ojos azules se veían más brillantes por la iluminación del celular. 

—Diablos, se me derritió el helado. —lo escuchó decir.

Esta vez él hizo el mismo gesto. Sacando un poco la lengua, no era fan de los dulces.

Escucharon un ruido provenir de la puerta, alguien estaba tocando haciendo que Killua se alejara. Gon por su parte se apartó a un lado buscando descifrar que estaba pasando.

—Mamá te llama para la cena. —anunció Illumi sin entrar a la habitación.

—Ya voy. —respondió para luego ver como la sombra se alejaba por el pasillo. Asegurándose de que no fuera escuchado volvió a la ventana. —Gon, hablaremos luego. Te mandaré un mensaje.

Como un animal curioso se inclinó un poco siendo capaz de ver la cabellera blanca desaparecer de nuevo. Lentamente se dejó caer en el suelo abrazando sus piernas. 

¿Qué estaba haciendo? Se supone que debería enfocarse en tratar de hablar con Ging para ubicarlo pero ahora estaba perdiendo el tiempo. Volvió a ver el contacto de Killua en la pantalla quedando hipnotizado.

Él te habla ahora pero cuando se entere te va a dejar como el resto.

Tapó sus oídos dejando que el teléfono reposara en su regazo. No, no debía escuchar lo que su mente le decía. Valía la pena intentarlo, si iba a hacer lo mismo no lo juzgaría.

Eso es. Kurapika nunca se fue de su lado, lo sigue apoyando incondicionalmente.

Empezó a calmar su respiración que se volvía agitada al tener esos pensamientos negativos, recordaba la conversación que tuvo con Pakunoda sobre su infancia. Donde Kite le mostró su gran amor hacia los animales, por su culpa se lastimó una vez al entrar en un terreno peligroso y recibió una cachetada que lo marcó de por vida. Jamás volvió a ocurrir.

Cierto, ya era hora de alimentar a los perros que estaban al lado de la tienda.

Se levantó dejando el celular en la cama para buscar los restos que preparaba arriba del microondas. Con las llaves en mano salió de la casa caminando por varios minutos hasta llegar a una esquina, apenas dio unos pasos los animales se percataron de su presencia para acercarse con alegría. 

Estando de cuclillas acarició a cada uno, pronto olfatearon la carne que traía en la bolsa así que se apresuró de colocar la comida en los envases de siempre. Al verlos mover la cola una sonrisa se dibujó en rostro hasta asegurarse de que cada perro se alimentara justamente. 

Regresó pronto a su hogar, prefería no arriesgarse a estar solo en medio de la calle desolada por mucho tiempo. El cuerpo lo sentía cansado a pesar de que no realizó ningún esfuerzo físico, tal vez se trataba de lo que habló con la psicóloga de la escuela. La verdad le agradó, le resultaba muy agradable su compañía. Tanto así que no sentía que estuviera haciendo terapia.

Las hojas caían cubriendo la acera. Los árboles no faltaban en aquel vecindario. Se encontraban en cada cuadra, cosa que le gustaba mucho a Gon. 

Cuando cruzó para regresar notó la figura de alguien en la entrada, mientras más se acercaba sus miedos crecían a tal punto que se detuvo.

—¡Gon! ¡¿Estás en casa?! —caminó el individuo hasta la puerta. —Demonios... 

El cabello blanco se mecía con la brisa. El azabache se quedó estático viendo como el hombre frente a él hacia una llamada. Pudo entonces percatarse de que dejó el teléfono adentro.

Kite volteó a verlo. Por acto reflejó retrocedió.

En vez de ofenderse o molestarse por dicha acción se notó aliviado.

—Pensé que te ocurrió algo... Gon, te he dicho que no salgas sin el celular. —caminó hasta donde se encontraba. —Hueles a animal... ¿Acaso tú...?

Gon se alejó abruptamente, corriendo lo que pudo hasta la entrada trasera.

—¡Espera! ¡Gon!

La visión estaba borrosa por las lágrimas que caían. De todas las personas no podía creer que se encontraría con Kite. 

—¡No me dejes aquí afuera! ¡Escúchame! —lo alcanzó. Tocándolo con el único brazo que le quedaba.

Aquello lo hizo romperse. Nuevamente estaba ese sentimiento de frustración. 

—Perdóname, lo siento... De verdad no quise hacerlo... —cubrió su cara con sus manos mientras sollozaba. Kite lo atrajó hacia su cuerpo.

—Ya hablamos de esto. No fue tu culpa, Gon. Fue hace muchos años. —acarició su cabello. El llanto aumentó.

En eso alguien llamó al celular de Kite. Mantuvo a Gon cerca mientras atendía.

—Sí, Palm... Regresó hace unos minutos. No te mortifiques, te avisaré cualquier cosa. —no tuvo que hacer un esfuerzo para lograr escuchar los gritos alterados de su directora. —Lo sé, nos vemos pronto.

Gon que al principio estuvo terco de recibir a Kite ahora se aferraba a él como si su vida dependiera de ello. Tuvieron que caminar apegados del otro como solían hacer cuando el azabache hacía sus berrinches de niño, aunque siempre fue muy callado pero agradecido. El peli blanco lo malcriaba para el disgusto de Ging.

Adentro Kite dejó sus pertenencias con ayuda del azabache. 

—¿Qué sucedió con la prótesis? —Kite sudó un poco al escuchar la pregunta.

—Tuve mis inconvenientes. —no le iba a decir que perdió la paciencia al intentar acostumbrarse, además de que discutió con aquellos que se lo fabricaron y le cerraron la puerta para siempre. Bajó un poco de su sombrero disimulando sus nervios. —¿Comiste algo? Puedo preparar la cena.

—¡¿En serio?! ¡Claro! ¡Muero de hambre!

En realidad quería confirmar también lo que Palm le comentó. Notaba que definitivamente Gon bajó de peso, se encargaría de cambiarlo.

—Vamos a comprar los ingredientes entonces, estoy seguro que has sobrevivido hasta ahora con comida chatarra.

—Uhm... —infló los cachetes.

—Lo sabía. Seguro también comes fuera del horario, tampoco es bueno para tu salud. 

Al entrar a la tienda siguieron conversando para estar al día de lo sucedido los últimos meses. Kite siempre fue un hombre ocupado por su profesión, tenía varios veterinarios adentro y fuera del país. Rescataba a cualquier animal que se le atravesara en su camino demás de apoyar a causas de restauración de hospitales, orfanatos además a las personas de bajos recursos que tenían una ambición fuerte.

Descuidó mucho a Gon, lo veía como el hijo que nunca tuvo. Si tan solo hubiera sabido que le tendría tanto afecto reconsideraría su pasado de seguir por el camino que eligió, pero si no hubiera sido así no conocería a Ging en el presente.

No supo la capacidad de una persona de ser tan persistente hasta que habló con Palm por teléfono, buscó contactarlo por todos los medios posibles. Su teléfono por poco explota al notar la insistencia de comunicarse con ella, dar señales de vida y para colmo pedirle que asistiera a terapia familiar. Obviamente no iba a negarse, después de su ausencia tenía la responsabilidad de dar la cara aunque tuviera que cambiar sus planes y tomar un avión al último minuto.

Los tribunales podían tomar cartas en el asunto también si no hacia acto de presencia. Eso sería llevar las cosas a otro nivel más serio. Demonios, le debía una muy grande a Palm.

—¿Crees que con esto es suficiente? —volteo a ver a Gon que le consultaba sobre los vegetales que ponía en el carrito de compras.

—Sí. —sonrió.

A la hora de la comida Kurapika se comunicó con Gon al enterarse de que Kite estaba con él. Era gracioso leer los mensajes y darse cuenta que tenían ambos un comportamiento similar muy maternal. Todavía quedaban dos días para que fuera fin de semana, quería compartir con su amigo en persona para poder hablar cómodamente.

—¿Terminaste tus tareas? —al verlo recoger los platos se dejó caer en la mesa con desgano.

—Me falta matemáticas. ¿Podrías ayudarme?

—Puedo acompañarte, sabes que debes hacerlo por tu cuenta. 

—De acuerdo.

Gon perdía la concentración de vez en cuando por la emoción de tener a Kite a su lado. Pero agradecía haber hecho las preguntas pertinentes con Leorio antes de haber faltado a las demás clases. Después de terminar copió los apuntes que Kurapika le mandó.

—Mañana te llevaré al colegio. —le dijo mientras cepillaban sus dientes. 

—¡Ginil! —no se le entendió debido a la pasta dental en su boca pero Kite acarició el cabello en puntas.

—Buenas noches. Descansa. 

En la cama el azabache aprovechó de colocar un par de canciones antes de dormir. Tenía un mensaje de Killua pero se quedó con la mente en blanco sin saber que responder. Tampoco podía pensar demasiado en una respuesta, su intención al menos conllevaba la necesidad de agradecerle por el gesto que tuvo.

Abrió el chat una y otra vez pero nada. Kite podía entrar a la habitación en cualquier momento para asegurarse de que estuviera dormido. Apagó el celular suspirando dejando los audífonos a un lado en la mesita de noche.

Como esperaba, minutos después escuchó como el peli blanco iba al baño y abría lentamente la puerta. No se esperaba que entrara y dejara un beso en su frente. Tampoco que se quedara acompañándolo adivinando que le costaría asimilar el sueño cantando una canción de cuna que lo hizo rememorar viejas vivencias. 

Aquella noche Gon pudo caer en brazos de Morfeo sin ningún tipo de sueño o pensamiento que lo inquietara. 

Pero cuanto texto :'0 Juro que me moría por escribir este capítulo, ordene en mi cabeza los acontecimientos y parecía ya una detective del FBI AJAJAJA Lo disfrute muchoo

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