The House
Jeongin soltó una queja cuando se puso de puntas para alcanzar la rejilla de metal y cerrar la entrada de la tienda, agrachandose en el acto totalmente adolorido de la espalda y cerrando con candado.
— Tuve un día de perros... —habló a la nada, bostezando. Al otro día tendría su merecido descanso, así que eso de alguna manera lo reconfortaba.
Caminó por la calle pobremente iluminada tararareando "Mon Amour", pensando en lo lindo que era Sam.
Desde aquel día en el que el chico le había dado un rápido beso, no había podido despejar su mente. La escena se repetía una y otra vez, haciéndolo sentir como un pequeño niño experimentando su primer enamoramiento.
Jeongin no se explicaba porqué sentía tanta atracción por él, aceptaba que el joven era apuesto, tanto que dolía, pero se preguntaba si era su naturaleza y aura misteriosa lo que lo hacía sentirse inminente prendado de él.
Tal vez era la emoción y la espera para que llegara el día en el que Sam entrara a la tienda y le sonriera tan lindo y de manera tímida, deseando poder retenerlo por un rato más, admirando un poquito más sus torpes movimientos.
Se sentía atontado, pensando en él. Soltó una risilla mientras se mordía el labio como un niño emocionado y siguió caminando, parando la acción cuando un sonido sordo le hizo ponerse alerta.
Miró hacia donde creía que había sonado y vio una sombra alta, abrir la cajuela de un coche con prisa. Decidió que no estaba en el modo de querer ser descubierto dado que eran más de las doce de la noche y se escondió en uno de los callejones al lado de una gran casa vacía.
Vio a la sombra mirar hacia todos lados, como si inpeccionara a algún fisgón y torció la boca, ya no gustandole la idea de verse envuelto en algún problema por haber querido ahorrar un poco de dinero al no tomar transporte y haber decidido caminar por ese atajo hasta su hogar.
El hombre - deducía que era un hombre, porque tenía hombros anchos y un cuerpo delgado pero no precisamente femenino ‐ entró a el garaje, arrastrando una cubeta aparentemente pesada, ya que el individuo hizo bastante fuerza al sostenerla, soltando quejidos que desde la distancia en la que Jeongin se encontraba, podía escuchar.
El tipo se acercó al farol de la calle, arrojando el agua en el suelo y Jeongin frunció el ceño al notar que esta estaba totalmente teñida de un color rojo y, además, desprendía un olor a óxido y putrefacción, como si fuera sangre.
El aire abandonó sus pulmones cuando la persona miró hacia al frente, no a un punto fijo, sino descansando su espalda y suspirando dejando que la luz del farol diera a conocer su rostro.
"¿Sam?"
Era él, Yang estaba completamente seguro, no podría confundirlo ni en un millón de años dado que era la única persona que rondaba en su cabeza todo el tiempo.
Otro sonido se hizo escuchar, proveniendo del coche blanco que Sam siempre tenía impecable, pero que ahora que Jeongin ponía atención más allá de la figura de Sam, se percató que este estaba lleno de lodo y tierra, como si hubiera estado en algún terreno sin vegetación.
El chico abrió por completo la puerta trasera del coche y se alejó, inmediatamente algo cayó al piso y comenzó a arrastrarse. Sam se mantenía con los brazos cruzados, mirando a lo que Jeongin todavía no podía reconocer qué era, tomar camino hacia la calle como un gusano.
— No seas imbécil, no podrás en mil años escapar — las palabras duras de Sam se clavaron en sus oídos, dándole escalofríos por lo frías que habían sonado.
Jeongin comenzó a sudar frío, no entendiendo para nada la situación, cuando esa especie de animal se encontró debajo del faro, con espasmos.
"Es una persona... es un hombre, esa cosa es un hombre"
Tuvo ganas de vomitar en ese momento, teniendo miles de escenarios horrorosos en su cabeza, donde Sam era el verdugo, incluso pensando en aquel caso tan recurrente en las noticias.
Tal vez Sam era ese secuestrador, el que había privado a Hwang Hyunjin de su libertad hace tiempo, tal vez un asesino serial.
Sentía impotencia y miedo, al pensar en cuántas veces había convivido con él y lo mucho que llegó a gustarle, ahora pensando en que quizás era un secuestrador.
— Nadie podrá siquiera escucharte, ésto está tan muerto. Por eso me trajiste aquí, ¿No? Para que nadie pudiera oír absolutamente nada, porque estamos solamente tú y yo — Sam se acercó al hombre y le quitó la cinta de la boca, el tipo soltó una queja dolorosa y gritó fuerte, penetrando los oídos de Jeongin, haciéndolo sentir desesperación por querer salir de ahí.
El hombre seguía gritando, segundos después Sam también gritó, lo más fuerte que pudo y luego soltó una risilla.
— Eres estúpido, ¿Verdad? Cuántas veces quise gritar, y te burlaste de mí, ahora intentas hacer lo mismo, ¿Pero qué puedo esperar de ti? Maldito enfermo, hasta para ser un psicópata eres bastante inútil — Seguía diciendo, pateando al tipo, que sollozaba en su lugar, atado de manos y pies con cuerdas y unos cuantos alambres.
— L-lo lamento...
— Pues yo no, no lamento nada de esto, no mereces ni siquiera vivir como una rata de alcantarilla.
Jeongin seguía confundido, ahora también tiritando por el frío de la noche y el pánico que la situación le daba.
"¿Qué es todo esto? ¿Por qué Sam hace esto?" pensaba una y otra vez, buscando alguna explicación.
— ¡H-hyunjin, matame! ¡De una vez por todas! — gritó el viejo, sollozando cada vez más violentamente — por favor... ya no lo soporto más — dijo en un tono más bajo, cansado.
"Hyunjin"
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