chapter I: the town on the mountain
Un golpe en su cabeza hizo que abriera dolorosamente sus ojos, enfocando su borrosa vista en los otro niños que lo acompañaban. Se levantó con cuidado de no resbalar ante el constante movimiento del carruaje, mirando de soslayo a los hombres que los custodiaban.
Lo último que recordaba era haber acompañado a su padre hacia el bosque más cercano, donde se habían encontrado con unos hombres extraños. No había entendido nada de lo que su padre hablaba con esos tipos, solo recordaba haber escuchado a su padre decir algo sobre un "Intercambio por comida" para después de unas cuantas palabras más empujarlo hacia los sujetos, recibiendo un costal grande. Recuerda haber estado confundido y asustado cuando vio a su padre irse sin él, para después sentir un golpe en su nuca y ver todo negro.
Después de observar el lugar donde se encontraba, entendió perfectamente a lo que su padre se había referido. Lo habían intercambiado por un poco de comida. Inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas, cayendo éstas como cascadas de sus ojitos.
Él no era tonto, sabía la situación que estaba atravesando la gente en su pueblo, la ubicación entre las montañas no era la mejor gracias al terreno casi infértil que había. La comida escaseaba y los habitantes morían de apoco.
En especial los niños. Pero al parecer no era solo por la falta de comida.
Una mano en su hombro lo sacó de su ensoñación, dirigiendo sus acuosos ojitos hacia un niño, al parecer mayor que él, quien le dirigía una pequeña sonrisa.
—No llores niño, sólo tienes que aceptar tu destino, no es tan malo —dijo en voz baja, desviando su mirada de vez en cuando hacia los hombres que custodiaban.
Cuando iba a contestarle, sintió el carruaje detenerse, los hombres que loa acompañaban empezaron a sacar toscamente a los niños que estaban adentro. Ahí fue cuando notó los grilletes que adornaban sus muñecas y tobillos.
Para evitar ser golpeado se levantó con la mayor rapidez que pudo y siguió a la fila que bajaba del carruaje. Sin embargo no contó con que su pie se enredaría con la cadena, terminando por caer al piso en un sonoro golpe.
Sintió el aire salir de su pecho ante el impacto, seguido de una patada en su espalda que lo dejó más adolorido de lo que estaba.
—Levántate mocoso.
Dijeron a sus espaldas, dirigiendo su borrosa vista a un hombre robusto con un arma en manos que lo miraba con desdén. Como pudo, intentó levantarse, terminando por caer de nueva cuenta.
Escuchó un bufido por parte del hombre, y antes de que este volviera a acercarse para golpearlo intentó levantarse otra vez. A pesar de haberlo logrado, sentía que su cuerpo iba a ceder en cualquier momento hasta que nuevamente una mano en su hombro lo estabilizó. Dirigió su vista hacia su costado, encontrándose de nuevo al niño que lo había "consolado" dentro del carruaje.
Sin decir una mínima palabra, este lo ayudó a caminar cuidando que ninguna de sus cadenas y las propias se enredaran. Sin más interrupciones de ningún tipo siguieron caminando hasta un tipo de campamento donde habían mas tipos llevando algunas cosas de aquí a allá.
Al fondo pudo observar a unos pocos niños encadenados ayudando con las cargas. Se les veían cansado y en mal estado pero a los hombres que los acompañaban parecían no importarles.
—¡Hey! Trajimos nueva mercancía, ya saben qué hacer —escuchó el grito de un nombre, dirigió su vista hacia este reconociéndolo inmediatamente. Era uno de los tipos con los que su padre lo había intercambiado.
Un pequeño apretón en su hombro lo hizo desviar su mirada, mirando confundido al mayor.
—Camina más rápido niño, no querrás hacerlo enojar, creeme —murmuró bajo el castaño mayor, caminando hacia donde veía que llevaban a los demás.
Desde su llegada a ese lugar habían pasado cinco días. Cada día la cantidad de niños que habían disminuía las veces que los hombres bajaban a los otros pueblos.
Temía desaparecer igual que ellos, por eso evitaba sobresalir demasiado entre el grupo de infantes que quedaba. También había descubierto el nombre del chico que lo había estado ayudando desde que despertó.
—Minho... —murmuró bajo, sacudiendo con suavidad el hombro del mayor. El contrario abrió sus ojos, enfocando rápidamente al menor y observando su alrededor en busca de peligro.
Ya era de madrugada, y por ende tenía cuidado de no ser vistos por alguno de esos tipos. No se les permitía estar merodeando de noche, aunque en sí no se les permitía de ninguna manera.
Al comprobar que todo estuviera en orden, dirigió su vista de nuevo hacía el menor, quien lo miraba con ojos asustados.
—¿Qué pasa, Seungmin?
—Min, tengo... Tengo un mal presentimiento. No quiero que llegué el sol —murmuró bajo, abrazándose a sí mismo con temor. El mayor suspiró rendido, atrayendo al castaño en un abrazo mientras murmuraba que todo estaría bien.
Pero había algo que le decía que no sería así. Sabía que Seungmin tenía una especie de sexto sentido, después de haberlo visto esos días acertar en lo que decía que saldría mal.
Se mantuvo abrazando al menor hasta que por fin cayó dormido, pero él no puedo volver a pegar un ojo el resto de la noche hasta que salió el sol.
Temía por Seungmin.
Minutos después de que saliera el sol, se escucharon algunos gritos y después algunos golpes fueron dados en la carpa donde dormían. Poco a poco y de manera rápida salieron todos, observando a aquellos hombres ir de un lado para el otro.
Sabían lo que significaba tanta movida. Se llevarían una nueva tanda de niños. Minho apretó el brazo de Seungmin con temor. Ahora entendía su mal presentimiento, pero no dejará que se lo llevaran. Sobre su cadáver.
Se dirigieron hacia donde estaba la cocina improvisada del campamento para recibir la poca comida que les eran proporcionada. El mayor no se separó en ningún momento de Seungmin, estando atento de que no sobresalieran mucho.
Después de un corto tiempo de comer, los mandaron a trabajar. Lamentablemente no pudo estar al lado de Seungmin, pero eso no evitó que lo tuviera en la mira en todo momento.
Y así estuvieron todo el día hasta que dieron las diez de la noche. En ningún momento quitó sus ojos del castaño, cosa que éste agradeció. Ya casi debían dormir y nada había pasado.
Aunque Minho estaba más tranquilo por eso, no dejaba de estar alerta. En cambio Seungmin se sentía confundido, nunca se había equivocado en sus premoniciones. Así que supuso que solo había sido un mal trago.
El momento de dormir llegó para todos, dirigiéndose a la carpa donde dormían, Minho hizo que desaceleraran un poco el paso, haciendo que Seungmin lo viera con curiosidad.
—Seungmin, ¿seguro no sientes algo más? No has errado ninguna vez pero aún no ha pasado nada.
El menor negó con lentitud. Ya habían llegado a la carpa y debían tomar sus puestos rápido antes de que a algún tipo le diera por mandarlos a trabajar demás.
Mientras que Seungmin dormía después del agitado día, Minho no cerró sus ojos en ningún momento. Algo le decía que no debía dormir, no aún.
Una hora más tarde, escuchó ruidos provenientes de afuera que se acercaban a la carpa. Cerró sus ojos fingiendo dormir al momento en que la carpa fue abierta. Pudo escuchar unos murmullos y su cuerpo se tensó al sentir movimiento cerca.
—Anda, coge algunos y vámonos ya, la entrega no puede tardar o no nos pagarán.
Dos hombres entraron al interior de la carpa, escogiendo niños al azar para levantarlos y llevarlo. Sus caras eran del más puro terror, sabían que se los llevarían.
Algunos intentaron poner resistencia, terminando por ser golpeados hasta dejarlos inconscientes para mayor facilidad. Otros simplemente lloraban en silencio sin hacer nada.
De tanto ajetreo todos terminaron despiertos, mientras se arrinconaban con terror no queriendo ser escogidos. Minho cubría con su cuerpo a un tembloroso Seungmin, rezando mentalmente para que no lo descubrieran y se lo llevaran.
—Ya tenemos suficientes, saquen a los inconscientes y pónganlos en el carruaje — al escuchar esas palabras provenir del líder de aquel nefasto lugar Minho soltó un suspiro aliviado. Pero su alivio no duró mucho.
Justo cuando los hombres sacaban a los últimos niños, el hombre quien tenía una cicatriz en su rostro dirigió su vista hacia ellos, causando que Minho sintiera un escalofrío por todo su cuerpo.
—Esperen —alzó una mano llamando la atención de los otros— El niño castaño que se esconde detrás del otro mocoso, traiganlo —dicho eso los dos hombres acataron la orden dirigiéndose hacia el grupo de niños.
Minho sintió a su alma irse de su cuerpo, aferrándose desesperadamente al menor como último recurso. Ambos hombres los separaron, ignorando los gritos desesperados de Minho y el llanto lastimero de Seungmin.
—No, no ¡Sueltenlo, no se lo lleven! Sueltenme, ¡Seungmin, Seungmin!
Se removió con agresividad en los brazos del hombre que lo retenía, haciendo enojar a éste que sólo atinó a golpearlo para que se callara.
—Silencio mocoso.
Escupió hacia el suelo mirando desafiante al hombre frente a sí. Recibiendo una sonrisa de burla de su parte.
—¿Qué harás, niño? ¿Te pondrás a llorar? —dijo con burla.
Sintiendo su cuerpo temblar, tomó impulso abalanzándose hacia el hombre, tirándolo al suelo ante la mirada sorprendida del resto de infantes. Lo que no se esperaban era que fuera a sacar una daga y la terminara clavando en el cuello del sujeto.
El hombre se empezó a retorcer violentamente en el suelo en medio de su agonía, mientras Minho se levantaba de encima observándolo tembloroso por lo que acababa de hacer.
Sin querer mirar al tipo, extrajo de un movimiento la daga de su cuello escuchando al sujeto ahogarse en su propia sangre. Decidió pensar en ello después, su prioridad era salvar a Seungmin.
Saliendo de la cara con prisa bajo la atónita mirada de los niños, se escondió detrás de unos costales observando al grupo extraído de niños anteriormente ser encadenados por los dos sujetos bajo la mirada del líder.
Apretó el puñal de la daga en su mano, suspirando antes de decidir dar un paso.
Pero justo cuando iba a salir de su escondite unos gritos seguidos de múltiples disparos se escucharon en las puertas del campamento.
Alguien había entrado y estaba atacando el campamento.
Minho sintió la sangre irse de su rostro observando con horror el panorama. Uno de los hombres que patrullaban acababa de entrar corriendo hacia ellos bañado en sangre, pero no alcanzó a correr demasiado hasta que un joven de traje negro y cabellos rubios lo agarró arrancando su cabeza bajo la aterrada mirada de los presentes.
Minho y Seungmin tenían algo en cuenta. Ninguno saldría vivo esa noche.
Amixes, agarren sus pelucas pq empezó lo bueno 🥳🥳🥳
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