encuentro
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𝗲 𝗻 𝗰 𝘂 𝗲 𝗻 𝘁 𝗿 𝗼
「 𝖽𝗈𝗇𝖽𝖾 𝖾𝗅 𝗁𝗈𝗌𝗉𝗂𝗍𝖺𝗅 𝗌𝖾 𝖽𝖺 𝖼𝗎𝖾𝗇𝗍𝖺 𝖽𝖾 𝗌𝗎 𝖾𝗋𝗋𝗈𝗋 」
˚ · • . ° . L
Louis sabia que los últimos meses habían sido difíciles.
Maldición, claro que lo sabia.
No estaba siendo el mejor jefe, ni el mejor padre, evidentemente tampoco estaba siendo el mejor alfa. ¿Y honestamente? El solo quería llorar.
Pero no podía.
No podía permitirse tal cosa como tomar cinco minutos y llorar para liberar solo un poco de la presión que ahoga su pecho y desgarra su garganta. No podía hacerlo porque tenia a una pequeña bebe de seis meses que aun es demasiado pequeña como para poder dejar en guardería —algo sobre ello parecía simplemente irritar a su alfa, negándose a pedir un poco de ayuda— y que requiere de su atención y cuidados en todo momento.
Aun cuando el no es capaz de alimentarla con algo más que formula con mamilas de plástico, y no posee un dulce olor para calmarla en la noche.
No puede pedir ayuda porque su hermosa madre vive en Doncaster cuando el reside en Londres, y la beta ya tiene a su cuidado demasiados niños. Y algo lastima su lengua al admitir que ha sido abandonado por su omega.
Gracias a la luna que habían esperado un tiempo para formar un lazo, porque de haberlo tenido Louis no se encuentra seguro de que habría sido de el. Pues sabe que los omegas internados por un lazo roto cuando sus alfas los abandonan es algo que sucede de forma frecuente; sin embargo no hay ningún registro de lo que le sucede a los alfas.
Sencillamente porque no se supone que un omega deje a su alfa.
A menos, claro, que seas Louis.
Porque a la presión del sentir que le falla a su pequeña cachorra por no poder ser todo eso que se supone que debe de ser, se le suma la tortura mental a la cual su lobo somete, repitiendo las crueles palabras de «eres un mal alfa, ni siquiera pudiste hacer que nuestra omega se quedara»
El quiere llorar.
Pero no se supone que los alfas lloren.
Así que no lo hace.
Solo intenta seguir con su día, esperando que la noche caiga y el pueda tener unas buenas tres o cuatro horas de sueño. Y repetirlo, hasta el momento en que se sienta un poco más digno de su pequeña hija, su querida Adora.
Entonces repite la rutina. Se levanta a las cuatro y media de la mañana para preparar una pañalera, tomar una ducha y terminar los papeles que su jefe le ha pedido la noche anterior. A las siete de la mañana se sirve una buena taza de café, y por alguna razón que no comprende, su bebe había resultado ser una pequeña curiosa que disfruta del observar como los rayos del alba se aparecen en su ventana. Así que revisa su pañal, la alista para el día dándose por vencido —una vez más— con esa maraña de rizos chocolate indomables que su beba posee, y finalmente se la cuelga en un canguro sobre su pecho para iniciar con su día.
Y al menos ello logra volver un poco más ligera su mañana, porque si algo había tenido el placer de descubrir es que su hija compartía esa energía caótica de todos los Tomlinson. Moviendo sus piernitas con emoción a cada paso que su padre da, y abriendo sus grandes ojos verdes ante cada cara conocida.
Por lo que ellos tienen aquel día un buen paseo mañanero, donde Louis le va contando sobre la gran ciudad en la que habitan, la historia de las grandes edificaciones o como identificar a cada tipo de ave que canta frente a ellos.
No sabe si Adora le entiende, pero ella sonríe mostrando sus labios regordetes y unas encías tan bonitas que aun no muestran ningún pequeño diente.
Sin embargo, su buena racha termina justo al entrar a las oficinas. Porque un gran cólico parece impedir la digestión de su hija, presumiendo a todas las recepcionistas y potenciales clientes del primer piso lo fuertes que sus pulmones son al sumirse en un llanto inconsolable y ganando con ello una serie de miradas de desprecio.
Louis se apresura a entrar a su oficina, para poder masajear la pancita de su hija. Moviendo sus piernas con cuidado al leer de reojo los correos de aquella mañana.
Es después de un rato y un pañal sucio que Louis llega, quince minutos tarde, a su primer junta del día. Pero esta bien, porque al terminar Adora ahora puede descansar sobre el cómodo tapete que ha adecuado en su oficina moviendo divertida una sonaja mientras Louis revisa los reportes que su equipo le ha entregado.
— Papapapaa — Adora dice en un gorjeo, que suena más a un balbuceo con el sonido p antes que la palabra que esta intentando decir. Pero aun así Louis sonríe levantando la vista con el corazón latiendo en calidez.
— Si amor, papá te ve. Es una linda sonaja ¿no? ¿te gusta? — ella le contesta con una risa adorable y Louis vuelve al trabajo.
Al menos hasta que su teléfono fijo suena, y el responde sin siquiera mirar el identificador de llamadas.
—¿Señor Tomlinson?
— Si, diga.
— Hablo del Hospital Universitario de Londres. Es una pena comunicarle esto, y quiero anteponer mis más sinceras disculpas informando que ya se castigo a la persona responsable, pero... bueno, hace seis meses la enfermera le entrego al bebe equivocado. Necesitamos acordar una ci-
Louis ya no escucha.
Un pitido taladra en su oído y siente regresar el improvisado almuerzo de sobras que tuvo en la madrugada.
— Paapaaapa — Adora dice de nuevo.
Esta vez, se permite llorar.
˚ · • . ° . H
El no había dejado de llorar en toda la noche.
Demasiado asustado como para cerrar los ojos y soñar. Temiendo que su mente y sus instintos le hiciesen soñar con un panorama que ya no le pertenece. Así que en su lugar, permanece sobre su cama, el colchón es delgado y la fina tela de la sabana no parece ser suficiente en esa temporada de invierno que inicia.
Pero esta bien, porque al ahorrar esa parte de su sueldo en la panadería en una sabana más gruesa o en ropa más cálida para el, había logrado conseguir una manta mucho más suave y un hermoso conjunto de ropa térmica, gorrito y guantes para su bebe. Quien ahora duerme plácidamente, disfrutando del calor del cuerpo de su madre y con la pancita bien llena de una buena dosis de leche materna.
Una ráfaga de viento entra y Harry sufre un escalofrió. Su nariz esta irritada de tanto llorar y teme que su garganta se irrite tambien por el frio. Así que encoge su cuerpo un poco más.
— Esta bien bebe — el dice, su voz siendo apenas un hilo. — Mami te cuida.
Excepto que Darcy no es su hija. Y el no es su mamá.
Su omega llora toda la noche.
A la mañana siguiente, ni su madre ni su hermana se encuentran en casa. De nuevo.
Porque Gemma debe repartir su tiempo entre el estudio y un trabajo de medio tiempo, y su mamá tiene tres trabajos diferentes donde hace turnos dobles porque así y solo así logran pagar la renta de la pequeña casa en la que viven.
No hay nadie para compartir el peso que agobia a su corazón.
Así que abriga a Darcy con la misma dulzura de siempre, la amamanta antes de salir, sintiendo su corazón apretujarse, y peina su liso cabello rubio con tintes castaños en dos pequeñas coletas que quedan demasiado elevadas, resaltando el bonito azul de sus ojos.
Ahora entiende porque nunca pudo reconocer ese azul.
Llora un poco más cuando Darcy pone su mano sobre la mejilla de su madre, mirando sin entender que sucede pero intentando consolarla porque su cachorra a sentido atreves del vinculo como el omega sufre. Sonríe tenuemente y balbucea un mam
Harry simplemente no entiende como no puede ser hija. No cuando tienen esa conexión.
El toma su turno en la panadería, horneando todo lo que le corresponde en la mitad del tiempo que debe para así pedir un permiso a la dulce Barbara de ausentarse por el resto del día.
Ella le mira con ojos compasivos, tal vez entendiendo que es un evento de causas mayores al observar lo angustiado que el niño se encuentra, y decide dejarle ir con una pequeña bolsa de panes calientes y la promesa de que por hoy no le descontara el día.
Harry sonríe, poniéndose su beanie y una chaqueta desgastada para salir a enfrentarse al frio de Londres. Y toma a Darcy en brazos sabiendo que no hay dinero suficiente como para conseguir un carrito de segunda mano, y entonces cuenta las monedas en su bolsillo sabiendo que solo alcanza para un solo viaje.
Suspira aguantando las lagrimas en sus pestañas, y dice — Caminando será, así al menos podemos tener una ultima platica, ¿no crees? — sonríe con tristeza para dirigirse al lugar donde había sido citado.
Veinticinco minutos después, sus piernas tiemblan y Darcy se ha dormido sobre su hombro. Pero Harry ha llegado a un edificio departamental demasiado lujoso, uno de esos lugares que solo se puede permitir observar por la ventanilla del bus; y de repente no sabe si sus piernas tiemblan por el esfuerzo físico o si tal vez es el miedo que le genera toda la situación.
La verdad es que no quiere subir.
No quiere conocer a la bonita familia que seguro espera tras la puerta.
Tampoco quiere entregar a su bebe, pero saber que su verdadera bebe esta en brazos de alguien más ahoga su corazón. Quiere llorar, quiere a su mamá y regresar hasta hace dos días donde aun, pese a las complicaciones, el y Darcy eran felices.
Pero nada de eso es posible.
Por lo que sintiéndose patético toma el elevador para bajarse en el penthouse al que fue citado. Porque llora en todo el trayecto, manteniendo sus lagrimas en silencio, pues a pesar de todo aun no quiere despertar a Darcy.
—Soy tu mami, soy tu mami — el le susurra aunque ella no esta consiente, y el sabe que no es verdad, pero su omega suplica por pronunciar aquellas palabras — Pase lo que pase siempre soy tu mami.
La aprieta un poco más fuerte, aun no listo para dejarla ir.
Sin embargo, apenas las puertas del elevador se abren, un denso olor lo golpea y su omega solo puede chillar un lastimero «alfa»
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