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Tal vez Louis no tuvo que haber cedido a su curiosidad. 

Definitivamente no tuvo que hacerlo.

Pero vamos, no podían culparlo. Si había sido esa misma cualidad la que le había ayudado a escalonar en su profesión, sería poco realista esperar que ignorase por completo como sus compañeros de la facultad parecían no despegar la mirada de él. Había sido algo enteramente natural el buscar la causa tras ello, ¿cierto?

Porque tras un par de semanas de su exilio autoinducido, ¿quién carajos voltearia a verlo? ¿Cierto?

Aparentemente todo el mundo.

Recorre los pasillos sintiéndose pequeño a cada mirada. Los deberes acumulados generan peso bajo su brazo y en ese momento agradece lo mucho que su flequillo ha crecido pues establece una fina barrera a la inseguridad que reflejan sus ojos.

Pero no baja el rostro, claro que no.

Siente que sus piernas tiemblan y el corazón amenaza con explotar en su pecho. Pero le había costado semanas enteras emprender ese camino para abandonar el estado de sonambulismo que conocer —dejar— a Harry provocó. No daría un paso en esa misma dirección. Aunque tomará hacerle frente a aquellas miradas carentes de brillo.

Niega con la cabeza para alejar la bruma de su mente y le toma un par de segundos recordar hacia que aula se estaba dirigiendo.
Retoma su camino al pensar en porque ahora le molestaba tanto la atención.

Siempre había sido un niño ruidoso.

Entre gritos, bromas, risas y canciones en un principio desentonadas cuyo único objetivo era que alguien le observará.

Que alguien le viese de la forma tan especial que lo hacía él con el resto del mundo.

Y al crecer, cambio las bromas por palabras filosas que comenzaron a construir lo que creyó hasta ese momento sería su expectativa de vida. Sus profesores buscaban sus opiniones con una seña de admiración y sus compañeros establecían conversaciones desbordantes de respeto.

Y hasta ahora, sus maestros parecían dedicarse a responder en monosílabos y sus compañeros desviaban en cobardía sus ojos en cuento se percataban del contacto que el azul ejercía.

Esa no era precisamente el tipo de atención que le gustaba.

De hecho. En ese momento, la idea de desaparecer resultaba mucho más llevadera.

Suspira en signo de cansancio y maldice a las normas de la escuela que prohíben el fumar entre pasillos. Incluso desea por un breve momento compartir clases con Liam y tal vez solo así no se sentiría tan vulnerable.

Es entonces que perdido en sus propias ideas, recibe un impacto que termina por hacer caer sus tareas. Pasa su mano brevemente por su brazo en un intento de aliviar el dolor provocado pero pronto lo olvida a notar sus cosas en el suelo.

— Carajo — exclama al notar las carpetas abiertas y los papeles revueltos que han salido de ellas.

" Por favor dime que he puesto numeración a las hojas " se inclina para juntarlos. Y agradece en silencio al notar los pequeños números en la esquina inferior derecha.

— Mierda, lo siento tanto. Eso se veía como mucho trabajo — añade una segunda persona tirándose al piso también — Es solo que ya sabes, los finales y... — Louis levanta la mirada evaluando el discutir o simplemente dejarlo pasar, y aquello corta el diálogo del hombre frente a el. —... Oh, Louis.

— Andrew.

El chico de cabellos rubios y ojos marrones aclara su garganta antes de desviar la mirada incómodo.

— Lo siento. — repite con mucha más brusquedad.

— Si. Lo que sea. — se ponen de pie aún manteniendo la mirada fija en el otro — Creo que eso es mío, Andrew.

— Si... Eh, toma — el extiende la carpeta que le ayudo a recoger — Andrew, ¿eh? Antes era Andy. Supongo que tienes algún rollo con la fonética de la «y»

— ¿Y ahora de que carajos hablas? — responde al tomar su carpeta.

— ¿Harry?

— Jodido infierno, Andrew. Esos rumores son tan falsos — una punzada de dolor atraviesa su pecho. Así que no piensa sus siguientes palabras — Aunque no me sorprendería que una idea tan simple como esa no entrará en tu cerebro saturado de literatura inglesa.

El chico deja escapar una amarga risa.

— Claro, mientete si quieres Tomlinson. No se que paso... Y honestamente no quiero escuchar como te jodiste a una estrella internacional. Quisiera dejar mi autoestima intacta. Pero — hace una pausa y Louis le mira sin comprender — Styles, no se ve bien.

— Deberías dejarle ese tipo de afirmación a lo del ala de psicología. Ahora si no te importa, yo voy a...

Pero Andrew le detiene por la muñeca.

— Lo siento, se que no te gusta que te tomen de la mano. Mi error  — el suelta su agarre — Pero Louis, tu más que nadie debería poder ver la verdad.

— Iluminame, Andrew, ¿cuál es tu aclamada verdad?

— Styles tiene los ojos apagados.

— ¿Y tu como podrías saber eso? No me hagas reír. No lo conoces.

No lo conoces como yo.

— Es la misma mirada que tuve yo cuando rompiste conmigo. Y es la misma mirada que tienes tu.

Louis voltea los ojos y rompe con brusquedad el toque que el otro hombre aún tenía sobre el.

— Guarda tus cuentos para tus clases Andrew. Gracias por ayudarme a recoger mis papeles.

Camina sin mirar atrás. Deseando no haber escuchado aquellas palabras.





Louis realmente no tuvo que haber cedido.

Ahora no tenía la voluntad suficiente para dejar de recargar todos aquellos perfiles con noticias de Harry. Cada vez más fotografías, más elaboradas, más comprometedoras.

Y aunque lo intento, fue incapaz de no buscar su mirada y notar como, en efecto, parecía apagarse un poco más en cada nueva secuencia.

Muerde su labio, aterrado. Sabiendose incapaz de ayudar. Reconociendo que no es por él que sufre de esa manera, si no a causa de su propia imprudencia.

Un nudo se forma en su garganta ante la mínima idea de que Harry podría odiarlo.

Y su estómago se encoge un poco más al percatarse de que la atención dirigida a su persona no había disminuido, ni un poco. Ni siquiera después de su declaración en la plazoleta de la Universidad.

Pues cientos de videos con el de protagonista comenzaron a circular en las redes. Acompañados de entradas a blogs con titulares amarillistas.

Apaga su teléfono, asustado, deseando que todo termine pronto.








Louis no tarda en encender su teléfono de nuevo. Lo revisa cada mañana para martirizarse un poco más al seguir el rastro de Harry y el suyo propio.

Lo hace cada día. Diez minutos antes de comenzar su jornada. Lo hace a medio día entre la clase de Pensamiento científico y periodismo y el Seminario de proyecto de investigación, mientras fuma un cigarrillo y pretende revisar las noticias. Y lo hace antes de dormir porque sólo de esa manera puede sentir que llega a cuidarlo. Aunque sea un poco.

Lo hace hasta que se detiene y no tiene más forma de seguirle el rastro, pues las fotos y titulares se han detenido y los videos sobre Louis han dejado de circular siendo reemplazados por el éxito de su artículo.

No se siente como una victoria.

Y en medio de su amargura nocturna, su puerta resuena en un constante golpeteo.

— Ábreme, por favor.

No estaba preparado para escuchar esa voz.

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