♡⃞ 🎀 ── 11: stress ֶָ֢֪

Estudiar te jodía la cabeza, trabajar te jodía la cabeza y los ánimos, estudiar y trabajar te jodía todo.

En un restaurante popular siempre hay gente la cual no está del todo satisfecha con las comidas, atenciones o precios a pesar de que estos son de buenísima calidad, siempre hay personas que ven a los empleados como máquinas creyendo que pueden pedir, molestarse, insultar o hacernos dar miles de vueltas solo para complacerlos.

Esas personas eran la única razón por la que no amaba al cien por ciento trabajar como mesero.

Diez de la noche, caminaba por las calles del vecindario, hacía un frío de mierda y yo solamente traía una camiseta blanca, debí hacerle caso a Minho cuando me dijo que habría frío más tarde. Crucé calles y casas, tratando de saludar amablemente a los vecinos que me daban las buenas noches pero era realmente difícil cuando tenía un estrés enorme.

En verdad espero no desquitar mi estrés con Minho, odiaría hacerle daño.

Con la mano temblorosa giré el pomo de la puerta y me adentré a mi cálido hogar, hace una hora que debía estar aquí pero me aumentaron una hora más de trabajo prometiéndome que me aumentarían el sueldo. Dejé mi mochila en el suelo apenas entré, las luces de la sala estaban encendidas pero no veía a Minho, supongo que ya está durmiendo.

Caminé hacia la cocina y me serví un vaso con agua, tragué de esta lentamente tratando de desaparecer mi estrés.

—¿Por qué volviste tarde?

Agradecía qué ya había acabado el agua cuando Minho habló ya que su repentina voz me asustó y si tuviera el agua en mi boca estaba seguro de que me hubiera atragantado con esta.

—Me aumentaron una hora porque un empresario llegó al restaurante, el jefe dijo que debíamos atenderlo de la mejor manera— dije rodando los ojos.

Min estaba sentado en el sillón, me veía con ojos adormilados, traía un suéter gris con su gorro puesto, eso hizo que sus cabellos no se despeinaran. Minho se levantó muy lentamente y caminó hacia mí igual de lento, abrí mis brazos esperando lo que ya era común para nosotros, un cariñoso abrazo después de un día sin vernos.

Tal vez dramatizamos un poco pero bueno, sus abrazos eran lindos.

—Te ves cansado— susurró con su mejilla en mi hombro.

—Digo lo mismo de tí, debiste ir a la habitación— tomé sus mejillas y las apreté haciendo que sus labios parezcan los de un pato. Él rió ante eso.

Me miró con sus ojos curiosos pensando quién sabe qué, a veces me gustaría estar en la cabeza de Minho para comprender que es lo que piensa, que es lo que siente, a que le tiene miedo y estar preparado para saber que hacer cuando él se sienta mal.

Minho se había vuelto mi prioridad sin darme cuenta.

Caminó de espaldas con sus manos sobre las mías tratándome de decir que lo siga sin quitar mis manos de su rostro y así lo hice, él caminaba tratando de no tropezar y abrió con cierta dificultad la puerta. Después de la primera noche que dormimos juntos no pudimos hacerlo separados, ambos sentíamos esa sensación de vacío cuando nos metimos entre las suaves sábanas. Decidimos dormir en una misma habitación, optamos por la mía ya que era unos cuantos metros más grande y cabía con mayor facilidad su cama ya que se nos ocurrió pegar ambas camas para formar una más grande y cómoda.

Caminamos a obscuras pues antes de retirarnos de la sala Minho apagó las luces y esa era la única fuente de luz que había en toda la casa. Nos golpeamos con algunos objetos al cerrar la puerta de la habitación pero aún así logramos llegar al destino de Minho: la cama.

Por la luz de la luna pude observar como se sentaba en medio de la cama posicionando su espalda en el respaldo, sus piernas estaban abiertas y supuse que me indicó que me sentará entre ellas por como palmeó la cama con sus manos. No me hice de rogar y me senté ahí mismo con mi espalda pegada a su pequeño cuerpo curioso a lo que Minho proceda a hacer.

— Mi mamá me decía que la mejor manera de liberar el estrés es con abrazos y caricias— comentó y al instante sentí sus delicadas manos en mis hombros apretandolos ligeramente, cambiaba de lugar sus manos y daba un apretón, los movía a la izquierda y daba un apretón, a la derecha y otro apretón, ese ritmo fue siguiendo hasta poder sentir como mi tensión bajaba. Sus manos se sentían espectaculares, eran tan suaves y delicadas que casi se sentían como plumas acariciando mi piel.

Minho hacia magia con sus manos, se sentía fantástica la delicadeza que utilizaba para masajear mis hombros.

—Uh Minho, si, sigue así— no pude evitar soltar un gemido de satisfacción al sentir los círculos que sus palmas hacían por detrás de mis hombros, este chico sabía como hacer que todo mi malestar se vaya en un segundo.

Soltó una risita ante mi comentario y reía cada vez que mis labios se abrían soltando suspiros de satisfacción por cada masaje que daba. Deslizó sus manos hasta mi cuello y con sus dedos comenzó a pellizcar suavemente mi piel, también hacia pequeños círculos con sus dedos sobrando distintas zonas, rozaba sus nudillos y cada vez me sentía más liviano y calmado a su tacto. Mierda que Minho me sorprendía cada vez más, sus deditos casi patinan por mi piel como si la conociera de memoria y supiera los lugares exactos en los cuales masajear para que el estrés se vaya.

Lo sentí moverse al momento en el cual sus manos bajaron hasta tocar mis clavícula mientras seguía con sus masajes, su mentón se posó en mi coronilla y lo movió sobando mi cabeza también, sus escurridizos dedos jugaban con el cuello de mi camiseta mientras consentía mis clavículas al mismo tiempo que su cuerpo me proporcionaba calor por el gran suéter que traía puesto.

La sensación de tranquilidad volvió y yo también comencé a acariciarlo, mis manos fueron a sus muslos los cuales están a cada lado de mi torso, hice círculos con mis pulgares presionando ligeramente la zona, subía y bajaba mi mano por ambos muslos pero sin llegar a más, solo dulces caricias que transmitían cariño. Sus dedos aún se movían, mi piel parecía ceder ante sus caricias y mi cuerpo pedía más de su sutil toque, sus dedos acariciaban con sutileza cada pequeña parte procurando mimarla con devoción.

Sus manos parecían pintar de un agradable amarillo todo mi cuerpo dejando que el tenso gris con el que llegué sea cubierto por este alegre color.

Su mentón dejó de jugar con mi coronilla en el momento justo que sentí su rostro cerca del mío, su respiración chocaba contra mi oreja causando e una sensación de escalofríos —Mamá también dice que los besos ayudan mucho— susurró travieso en mi oreja derecha, no pude reaccionar cuando sentí sus suaves labios tocar mi mejilla, suspiró aún con esos preciosos pétalos rosados que tenía por labios en el mismo lugar demostrándome que estaba disfrutando del momento al igual que yo. Sus belfos quemaron mi mejilla, un calor que pasó de ahí hasta mi espina dorsal para después expandirse a todo mi cuerpo, era un sensación realmente adictiva. Abultaba sus labios repetidas veces simulando dar varios besos y con un gracioso y fuerte sonido dejó un último beso y se separó de mí rostro.

No soy de sonrojarme muy a menudo pero podría apostar a que mis mejillas estaban más rojas que un tomate.

Escuché una pequeña carcajada de Minho cuando notó que giré mi cabeza para no verlo, ahora sé como se sintió cuando le besé la frente. Se dejó caer en la cama hasta que su cabeza quedara en la almohada y por inercia, mi cuerpo se movió con el usando su abdomen como soporte para mi cabeza. Mis manos siguieron con las caricias ya que habían parado al momento de sentir sus rechonchos labios en mi mejilla.

¿Joder, era normal que mi mejilla pique por querer sentir sus belfos nuevamente?

Enredó sus dedos en mi cabello haciendo para atrás mi poco flequillo rubio, jugaba con este tratando de peinarlo o para completar su sesión de caricias, no lo sé, solo sé que me estaba quedando dormido ante tal paz.

Minho era como una cajita de sorpresas, era bueno en la cocina, aseaba muy bien (cosa que le dije que no se preocupara en hacer pero aún así él insistió), tenía notas altas y ahora, descubrí que también sabe dar masajes. Si me preguntaran que fué la primera cosa sorprendente que descubrí de Minho es su aura de paz, no sé si solo a mi me causa esto pero él era el único que hacía latir mi corazón a gran velocidad al igual que podía hacer que lata de una manera pausada y tranquila, sentía un calor especial cuando estaba con él, sentía lo que solo sentí con mis padres: cariño.

Sus pequeños pies moviéndose de un lado al otro y sus nudillos acariciando mi rostro fue lo último que ví y sentí antes de caer en brazos de Morfeo.

Jamás me arrepentiré de haberle pedido a Minho que sea mi pareja, de eso estoy más que seguro.

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