One.

Un bostezo salió de su boca a la par que entraba al establecimiento. Había tenido que ir caminando solo, gracias a que su hermano no estaba en casa.

Fue directo a su casillero para dejar lo que no necesitaba de su mochila, perdiendo el tiempo en su celular a la espera de su mejor amigo cuando ya hubo guardado lo necesitado.

Sin ninguna necesidad de levantar su vista, pudo sentir la mirada de alguien encima suya, como todos los días, además del, apenas perceptible, olor a fresas con chocolate.

Podía decir sin mentir que había descubierto esa mirada observándolo desde hace medio año, pero nunca pudo atrapar al dueño o dueña de esta para su curiosidad.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que le tomó por sorpresa cuando un brazo pasó por sobre sus hombros sacándolo de su mente.

—Hey Jinnie, ¿qué te tiene tan pensativo? —saludó una profunda voz.

—Lo mismo de siempre Lix. Por cierto, ¿haz visto a Minho? —respondió con media sonrisa.

El pecoso negó, sacándole un quejido al castaño.

Y como si sus pensamientos fueran escuchados, a lo lejos pudo ver una cabellera color morado entre la multitud acercándose a ellos con una sonrisa de oreja a oreja.

A nada más de unos cinco pasos de distancia, pudo captar la esencia de chocolate amargo y menta desprendiendo del cuerpo del pelimorado como si hubiese sido bañado en ella. Tapó su nariz con una mueca de desagrado.

—Minho, hueles a Chan hyung completamente, puaj —se quejó el castaño, causando que el alfa recién llegado rodara los ojos.

—Chris aún está en celo, y sinceramente no me molesta para nada que me llene de su aroma para marcar territorio —contestó el mayor de los tres con una risita divertida al recordar al susodicho gruñéndole a cualquiera que se le acercaba.

—Agradezco que mi hermano ya no viva con nosotros, no podría soportarlo en celo una vez más —habló el pecoso con una voz nasal, mostrando una mueca entre aliviado y aterrado.

Su hermano cuando entraba en celo era bastante agresivo y muy posesivo, llegando hasta romper cosas en cuestión de segundos por su mal temperamento en esas épocas.

No le sorprendía para nada el olor impregnado en Minho, y tampoco el hecho de que estuviera usando una camisa de cuello de tortuga.

El timbre de inicio de clases interrumpió la charla que tenían, terminando por despedirse del mayor brevemente para poder ir a la clase que les correspondía.

Sin embargo, Hyunjin no dejó de sentir esa mirada encima suya en ningún momento.

El pequeño pelinegro se encontraba observando al alfa castaño desde la comodidad de su casillero, hasta que el timbre de inicio de clases lo interrumpió en su tarea matutina.

Terminó de sacar rápidamente sus libros guardándolos en su mochila, e iba emprender camino a clase hasta que un olor desagradable para su nariz se posó delante suya.

Wang Yiren.

La pelirubia lo observaba con desdén y burla, como si fuese algo insignificante para ella.

—Será mejor que quites tu mugrienta mirada de Hyunjin. Ya supéralo Han, nunca será tuyo, él es mío —bramó la muchacha con superioridad y algo de ira bañando sus palabras.

El pelinegro sólo atinó a agachar la mirada desanimado, sintiendo la mirada complacida de la rubia antes de que se fuera.

Wang Yiren era la exnovia del lindo alfa castaño, y aunque existen diferentes rumores sobre su ruptura, el más frecuentado era que el castaño no soportaba más los celos sin sentido de la omega y había terminado su relación. Pero simplemente no le prestaba demasiada atención a dichos rumores, no le incumbía navegar en la privacidad del alfa.

Sin embargo, a pesar de ya haber pasado algunos meses desde su ruptura, la omega estaba empeñada en volver con el castaño, diciendo a todo viento que estaba cerca de hacer que el castaño volviera con ella. Pero todos sabían que eso no tenía ni una pizca de verdad.

El alfa cada que la rubia se le acercaba actuaba frío con ella a pesar de las múltiples insistencias de la fémina, y se daba en retirada cada que el hermano de este llegaba a echarla casi a patadas, alegando que no merecía si quiera la mirada de su hermano. Cosa que aumentaba los rumores sobre ambos.

Decidido a dejar de pensar en la situación de la expareja, se encaminó hacia su clase antes de que el profesor le cerrara la puerta en la cara de nuevo.

Una vez el timbre sonó, recogió sus cosas y salió soltando un bostezo mientras tallaba uno de sus ojos en un intento de despejar el sueño que albergaba su pequeño cuerpecito.

Odia ver clase de historia, la voz del profesor era tan monótona y baja que lo único que provocaba era echarse a dormir las dos horas completas.

Volvió hacia su casillero guardando lo que ya no necesitaba, viendo en el fondo aquella cajita que le sacó un sonrojo. El pequeño regalo que le había preparado al alfa castaño.

Sin querer pensarlo dos veces, lo guardó con cuidado en su mochila, intentando no arrepentirse de esa decisión. Una vez tuvo todo guardado colgó su mochila al hombro y sólo alcanzó a dar unos cuantos pasos antes de que una animada voz le llamara.

—¡Hannie! —volvió a escuchar a sus espaldas esta vez más cerca. Volteó su cuerpo encontrándose con aquel alfa peliverde que sonreía en su dirección.

Le sonrió devuelta.

—Chan hyung, ¿cómo está? —saludó alegremente, antes de arrugar su cara y tapar su nariz— Hyung, huele a alfa en celo.

El pelimenta rió avergonzado, jugueteando con el lóbulo de su oreja.

—Lo sé, Sunnie. Al parecer los inhibidores no sirvieron conmigo.

—¿Aún no termina su celo, hyung? —preguntó aún tapando su naricita. Realmente el aroma del mayor era bastante potente.

—No del todo, pero ya estoy en mejores condiciones para venir a clase. Aunque Min me trajo los apuntes de lo visto —murmuró con una sonrisa boba en su rostro.

El pelinegro rió enternecido, suspirando abatido segundos después. Desearía ser más valiente como su hyung.

El mayor al escucharlo suspirar, lo miró compasivo.

—Aún no te has acercado a él, ¿verdad? —preguntó, aún si ya sabía la respuesta.

El omega negó cabizbajo y sonrojado. Sintiendo después una mano posarse en su hombro junto a un apretón a modo de consolación.

—Ya verás que podrás, Sunnie. No hay motivos para que salga mal —sabía muy bien del enamoramiento de su pequeño amigo hacia el hermano menor de su pareja, y conociendo al castaño sabía de antemano que si el omega se animaba podía surgir algo bonito.

—Hyung, yo... —empezó el menor, hablando bajito sintiendo la mirada curiosa del mayor sobre él— Le hice un regalo y pensaba... Dárselo —terminó de hablar casi en un susurro.

El alfa no pudo evitar abrir sus ojos sorprendido ante la declaración del pelinegro, sonriendo minutos después.

—Mi Sunnie es muy valiente, ya verás que todo saldrá bien, ¿Si? —animó el mayor.

Y cambiando de tema se dirigieron hacia la cafetería para llenar sus hambrientos seres después de horas atascados en clase.

Mientras comía un emparedado de jamón, el pelinegro observaba de lejos al castaño charlar tranquilamente con sus amigos entre risas y algunos empujones.

Pensaba seriamente en acercarsele para darle su regalo. Pero sabía que hacerlo impulsivamente en medio de la cafetería no sería una buena idea. Hasta que la respuesta a su problema llegó a su mente.

El castaño siempre demoraba un poco frente a su casillero minutos antes de que sonara el timbre. Podía aprovechar ese momento y entregarle el regalo, solo rezaba a Dios no acobardarse.

Al cabo de unos minutos observó al castaño levantarse de la mesa, y supo que su oportunidad de acercarse había llegado. Recogiendo su mochila del suelo se encaminó a la salida de la cafetería yendo tras el alfa.

Disminuyó un poco el ritmo de sus pasos, sintiendo que su corazón se le saldría del pecho, estaba muy nervioso. Sacudió su cabeza intentando desviar sus pensamientos, echándole una mirada de reojo a la pequeña cajita azul que llevaba en manos, respiró profundo y siguió caminando decidido a lograrlo.

Divisó al mayor frente a su casillero a lo lejos, y pudo escuchar el acelerado latido de su corazón golpetear en sus oídos. Respiró hondo y siguió caminando hacia su dirección.

Hasta que su brazo fue sujetado y su cuerpo se vio estampado contra la pared del pasillo contrario. La pelirubia lo miraba bañada en cólera, causando que se escogiera en sí mismo, asustado.

—¿A dónde crees que vas, Han? —masculló irritada, sabiendo muy bien la respuesta.

El pelinegro no dijo ni una palabra, aumentando la cólera de la rubia.

Ésta soltó una risa burlesca— Te dije muy bien que no pensaras en acercarte a Hyunjin, y sin embargo lo hiciste, ¿En serio creés que él-... —La fémina cortó su propia oración cuando vio la pequeña cajita en manos del omega.

Una sonrisa torcida apareció en su rostro.

—No me digas que pensabas darle esa basura en tus manos —dijo inocentemente, antes de arrancarlo de las manos del omega.

—¡Yi-Yiren, espera! —espetó el pelinegro entrando en pánico al ver las intenciones de la omega.

Su corazón se estrujó en el momento en que la fémina tiró al suelo la cajita y la pisó, encajándole la punta de su tacón. Sus piernas cedieron a la par que las lágrimas recorrían sus mejillas.

—Alejate de él, Han —y diciendo eso último la omega se fue haciendo resonar sus tacones, dejando al pelinegro con su alma por los suelos.

Sin soportar la vergüenza de la humillación de la rubia, recogió los trozos de su regalo y salió corriendo en dirección a los baños. Necesitaba llorar un buen rato.

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