♧ ; veintiuno
『♧』
Desconocía qué sería realmente apropiado después de todo. Elegir qué ponerse siempre se trató de un dilema, siendo cuidadoso de hasta el más mínimo detalle. Verse bien había sido su mayor preocupación la mayoría del tiempo, y se notaba en la particularidad de su delicada y elegante vestimenta. Nunca le importó si algo era típico de mujeres o de hombres, al final de la historia todo era ropa de igual forma y Seokjin sabía que aquellas blusas aireadas y suaves le sentaban de maravilla. Se encontró pensando que a Yoongi le luciría demasiado bien una sedosa y azul que estaba en su armario, sonriendo para sí al acoplar el panorama en su cabeza.
Se puso una blusa con encaje en toda la espalda de color melocotón, pantalones negros y ajustados junto a un par de zapatos elegantes de cuero negro. Podía decirse que era un buen equilibrio entre verse bien sin pasarse, desconocía cómo sería la familia de Yoongi. Aún así, no se resistió a llenarse de joyas como era costumbre suya. Adoraba enfundar sus dedos de anillos y sus muñecas de pulseras y delicadas esclavas de oro.
Sencillo. Definitivamente. Trabajar en su cabello no fue tan difícil, simplemente secándolo y dejando que la onda por el calor adornara lo que ameritaba. Tras maquillarse levemente, podía decirse que Seokjin estaba listo, y tras menguar sus feromonas en un perfume que la hermana de Taehyung le regaló hace no mucho, bajó las escaleras con su bolso repleto de lo esencial.
El plan era más que fácil. Taehyung planeaba irse con su familia a cenar y quedarse hasta tarde tras su... inocente insistencia. Seokjin se quedaría con Yoongi y llamaría para avisar que su amigo Namjoon le había pedido que cuidara de su bebé recién nacida. Estaba orgulloso de aquel plan, en definitiva; era tan poco común en él idear cosas realmente funcionales que incluso estaba emocionado en su recóndito interior. Sería lo que más sentiría, pero aún así se hallaba nervioso y preocupado por cualquier mínima cosa que podría salir mal.
Decidió desechar aquellos negativos pensamientos, enfocándose en que Yoongi llegaría en cualquier momento a pasar por él. Pensó en retocar el compacto en su piel, pero aquello sólo eran impulsos de ansiedad que debía ignorar si quería que todo saliera bien. Y es que, esa era su mayor preocupación; necesitaba que todo saliese bien o no se lo perdonaría jamás.
—¡Carajo! —exclamó, su subconsciente rememorando cuánto le retarían sus padres por tal palabra de estar presentes. Corrió hacia la cocina, avistando lo que se le había olvidado. Una bandeja repleta de pequeños y delicados baram tteoks le esperaban, envolviéndolos posteriormente en papel de aluminio.
Al lado de ellos se encontraba una bolsa fucsia, grande y llamativa. Había comprado tres pares de blusas y dos vestidos de marca Chanel, además un perfume y un protector para su teléfono —según Yoongi, un iPhone 5s— rosa y brillante. Desconocía los gustos una adolescente actual, pero supuso que a la Jeongyeon que recordaba le habrían gustado esos obsequios, por lo que estaría bien. Esperaba no haberse ido demasiado de bruces.
Ese era su problema. Quería agradar, y le asustaba el hecho de no hacerlo y decepcionar a Yoongi. Por supuesto que tenía claro que las imágenes en su cabeza eran metas paranoias suyas, que Yoongi jamás cambiaría con él por el hecho de no lograr caerle bien a su familia, pero eran miedos que aún así florecían de forma desagradable en su interior.
La bocina de Yoongi le hizo despabilarse, tomando la bandeja entre su brazo izquierdo y su pecho, y tomando su bolso y el regalo con su mano derecha. Eran cerca de las tres de la tarde. Pasarían el resto del día allí, cenarían y luego verían si quedarse a pasar la noche o ir a otro lado. Todo dependería de qué tan bien se acoplaba, según Yoongi. Eso sonaba a que su familia sería un asunto complejo, tal como Seokjin lo temía.
Arribó al auto con una sonrisa, saludando a Yoongi con un beso en su mejilla mientras cerraba la puerta. Lejos había quedado el enojo del otro día, el cual le avergonzaba de cierta forma. Su vulnerabilidad actual, sus frustraciones y molestias desligadas a él lo hicieron actuar de manera impropia, descargándose con quién menos se lo merecía.
—Te ves hermoso. El blanco es tu color —sonrió el alfa pálido, observando luego los objetos que se hallaban ahora en su regazo—. Oh, Seokjinie, no era necesario...
—No quería llegar con las manos vacías —sonrió con nerviosismo, el rubor notándose en su cara. De verdad esperaba no haberse pasado con aquello—. Pero tú no te ves nada mal. Me encanta la camisa.
El alfa tenía una camisa de vestir vino tinto, jeans negros y algo desteñidos junto a una chaqueta marrón oscuro algo inflada, dándole un aspecto musculoso que Seokjin no pudo evitar notar, para su bochorno. Desvió su mirada, directo a la mano que intentaba colarse a la bandeja.
Dio una palmada en el dorso de la ajena, mirándolo luego con el ceño fruncido. —¡No seas pasado! Son para cuando lleguemos, aish, ya, ¡Yoongi! —chilló cuando el mencionado se soltó a reír mientras continuaba tratando de colar su mano—. ¡Ya basta!
Le dio un manotazo nuevamente, el cual pareció hacer que Yoongi se detuviera y arrancara el auto. —Eres demasiado tierno cuando te enojas. Me encanta.
—A mí me encanta que dejes de colar tu sucia mano y de concentres en llevarnos, muchas gracias.
Recibió un pellizco en su mejilla, una traicionera sonrisa escalando en sus labios cubiertos de brillo labial. Se sentía algo más seguro, era uno de los efectos de Yoongi en él, cuyo aroma siempre era reconfortante. Este seguía sonriendo, sus facciones siempre severas y endurecidas viéndose más serenas y relajadas. Era un gran contraste con el Yoongi que conoció por primera vez, duro y rudo por cada eje que poseyera, la desdeñosa mirada que anteriormente poseía al avistarlo a él siendo reemplazada por suavidad y ternura mal contenida.
¿Cómo había logrado obtener ese cambio? Siempre se haría esa pregunta. Lo hacía sentirse curioso, y no en el mal sentido. Adoraba verse tratado de aquella forma tan única, nunca antes experimentada con tanta sinceridad.
—Casi no siento tu aroma —musitó Yoongi, una pequeña mueca en sus finos labios mientras se acercaba a olisquear su cuello. El acercamiento le causó cosquillas, haciéndolo encogerse de hombros.
—Hey... Usé bastante perfume y, ya sabes, siempre uso neutralizadores. O al menos la mayor parte del tiempo —jugó con sus dedos, desviando su mirada a enfocarse en el aluminio sobre la bandeja—. Además, creo que sería lo más educado. No voy a llegar a casa de tu familia oliendo tanto a omega. De por sí es un aroma fuerte, más en mí... y lo sabes.
—En mi casa no importa eso. Además, vivo con cuatro omegas sin contar a mi tía, un primo, mis tíos... Créeme, no todos lo ven como un tabú como en tu- olvídalo —suspiró, pronto acercándose a besar su pómulo—. No te preocupes por nada. La idea es que disfrutes este día, cero estrés.
Deseaba tanto poder ser «cero estrés, Seokjin el seguro», pero no era tan fácil como respirar y enderezar la espalda. Estaba lleno de ansiedad del solo recordar el motivo de su salida, aunque la mano de Yoongi en su rodilla ayudaba un poco. Pronto el camino de hizo corto, y una serie de casas desiguales se asomaron en un vecindario extenso y de apariencia normal. No tenían aquella fachada lujosa e idéntica que el suyo, personalmente, tenía. Cada casa era única en el sentido agradable, de dimensiones distintas incluso. Unas de dos pisos, otras de una sola planta.
En el momento en que Yoongi estacionó detrás de una camioneta roja, pudo ver lo que sería la casa de sus progenitores. Era de una sola planta, se veía extensa a los lados, pintada en tono crema con un techo de ladrillo. Diversas decoraciones llenaban la fachada, esculturas de casas colgando en la pared y plantas bien cuidadas en el jardín a su frente. Había una puertita blanca entre el bajo muro de piedra, que Yoongi abrió antes que él en el momento de pasar.
—A mi mamá le gustan muchos las plantas. Es más hogareña que mi madre, la verdad.
—No sabía que tenías dos madres...
—Oh, olvidé mencionarlo, aunque no es la gran cosa. Son normales —Yoongi se encogió de hombros junto a una sonrisa, que luego se convirtió en una mueca—. Ignora eso, la verdad es que no son normales. A mamá Hyojin le ofendería lo contrario.
—¿Ser normales?
Yoongi se rió. —Algo así. Solo sonríe y yo me encargo.
Recibió un guiño de ojos, la puerta siendo abierta por Yoongi quién pasó primero antes de inspeccionar el interior. Seokjin se adentró tras él, recién el alfa pálido tomando la bandeja de sus manos. Se lo agradeció inmensamente, se había tornado una gran molestia.
Yoongi se encargó de cerrar con llave la puerta mientras el omega se fijaba en la decoración interna. Los muebles eran marrones y se veían acolchados, con lámparas de colores, cuadros y en general más que acogedora. A la izquierda estaba el comedor, y se veía una entrada con un marco circular sin puerta que Seokjin supuso que daría a la cocina. El pasillo se veía de considerable longitud, con puertas a sus lados y una al final, similar a un closet.
Las paredes eran algunas blancas y otras de color verde manzana. Globos estaban pegados al techo, uno incluso al lado del gran televisor frente al sofá. En la madera oscura del mini bar frente al comedor se hallaba una decoración de 'feliz cumpleaños', lucía hecha a mano en cartulinas de colores y con tiras colgando en los extremos.
Se quedo callado, pero la casa le parecía demasiado hermosa para lo que se había esperado. En su cabeza tenía la imagen de condiciones más humildes. Y lo eran, en comparación a lo que estaba acostumbrado, pero no en gran magnitud. Era hermosa y del tamaño perfecto, no como la casa en dónde vivía; a veces se sentía más como un lugar dónde hospedarse que su propia casa, demasiado grande y demasiado perfecta para realmente verse como un lugar dónde él vivía.
Además, una casa de esa magnitud para vivir solo... No era lo ideal. Escuchó voces desde la cocina, sintiéndose confortable por el frío dentro de la casa. El aire acondicionado brindaba un cómodo ambiente. —Ven, vamos a la cocina. Quién sabe en qué andarán que ni siquiera me escuchan llegar.
Seokjin se rió al ver su expresión, el puchero siempre resultándole adorable viniera de quien viniera. Pero por supuesto, Yoongi era especial es muchos sentidos. Fue tras él hasta lo que era la cocina, habiendo adivinado entonces desde su percepción.
—¡Yoon! —una voz aguda resonó, siendo el alfa envuelto en un abrazo aparentemente fuerte por una mujer. Olía agradable, como a alguien a quién Seokjin querría acurrucársele en el sentido maternal. Era de cabello lacio y castaño oscuro, corto hasta sus hombros. Era alta como Yoongi, de cuerpo atlético a pesar de verse en sus cuarenta, y con lentes de pasta roja y cuadrados colgando en su alargado rostro—. ¡Ay, te extrañé tanto!
—Mami, me viste hace unos días —Yoongi se rió, sonrojado y contento mientras devolvía el abrazo con su extremidad libre, la otra sosteniendo la bandeja.
La cocina era bastante grande, se veía vieja pero linda. La nevera y la cocina con el horno se veían amarillentas, con notas y postales pegadas en la parte superior de la nevera. Tenía cerámica en la mitad de la pared, encima del rojo de esta, con decoraciones de frutas y vegetales. Frente a las encimeras estaba una mesa con unos taburetes de felpudo negro de cuero, un mantel de bordado blanco cubriéndola.
Además de aquella señora, quién debía ser una de las madres de Yoongi, estaba otra señora similar pero mucho más joven. Sus rasgos eran finos y puntiagudos, con lentes de pasta de colores y cabello oscuro bastante largo. Su vestimenta era más jovial, con tacones bastante altos. Y aún así se veía más baja que Yoongi y su madre, su entero aroma dulzón gritaba que era omega. Estaba secándose las manos, debía estar ayudando a cocinar probablemente.
—¡Una madre siempre se alegra de ver a su hijo! Menos mal llegaste temprano. Tu hermana esta insoportable, te lo juro, no sé cómo he soportado lidiar con cinco adolescentes. ¡Y tus tíos aún no llegan! Tu abuela está arriba con tía Sunah y tío Jihyun y- ¡Hola, mi cielo! —la señora dirigió su atención a Seokjin, quién sentía su rostro caliente y sus manos temblar. Estaba realmente nervioso, aún mientras la mujer lo abrazaba y besaba su mejilla. Olía bastante similar a Yoongi—. ¡Qué omega tan lindo! ¿Es tu novio?
La señora gritaba mucho, Seokjin notó, pero no era molesto. Supuso que sería parte de su alegre y burbujeante personalidad. Lo hacía sonreír, mientras Yoongi dejaba la bandeja y se volteaba a ver a su madre con una expresión estupefacta. —Claro que no...
—¡Menos mal! Sabes que no apruebo eso de saltar a relaciones a penas terminas una, ¡Pero es tan lindo! —las manos ajenas atajaron mechones de su cabello y, oh, se sentían bien las uñas en su cuero cabelludo—. Soy Hyojin, mamá de Yoon, ¡Es un placer!
—Kim Seokjin, el placer es mío —extendió su mano con una educada sonrisa, siendo sacudida por una risotada de la mujer.
—¡Nada de eso, mi vida! Dime, ¿De dónde se conocen? Yoongi casi no trae a nadie, solo a Jimin, que en paz descanse su memoria...
—Mamá, Jimin no se ha muerto —Yoongi rodó los ojos, pasando un brazo protector por los hombros de Seokjin. Se sentía agradecido por el gesto, empezaba a sentirse intimidado—. Lo estás asustando. Seokjin, ella es mi mamá, obviamente. Y ella es mi tía.
Se dirigió a la señora más joven, quien estrechó su mano con una apretada sonrisa. —Hae Jinshil, el gusto es mío.
—Seokjin hizo dulces, má, para Jiwoo. Y los demás también, obvio —Yoongi señaló la bandeja, antes de acercarse a la nevera en búsqueda de... un vaso de agua. La cual bebió despreocupadamente de la jarra, lo cual el omega trató de ignorar y no quedarse a mirar y juzgar.
—Uf, mira tú si la haces comer azúcar —Hyojin rodó sus ojos, la tía de Yoongi soltando una pequeña risa. Luego esta se dirigió a Seokjin en un deje de confidencialidad—. A su mejor amiga le descubrieron diabetes y ha bajado de peso. Ahora Jiwoo quiere hacer dieta y adelgazar también. ¡Yo no la entiendo! Se vería hermosa cómo sea, pero quién entiende a la gente joven.
—Seokjin seguro la convence. Esos tteoks se ven de maravilla —Yoongi besó su sien, sacándole los colores a relucir ante ambas mujeres que lo observaban con curiosidad. Su madre se veía llena de picardía, sus ojos brillando con un "sé de mi hijo más que cualquiera", la otra, su tía, negando con su cabeza y chasqueando la lengua antes de guardar la bandeja en la nevera.
—Gracias, Seokjin. En esta familia nunca sobra comida —Jinshil se rió, cerrando luego la puerta—. Ya vas a ver, con suerte y podrás probar uno.
—Son para ustedes, no se preocupen por mí —dijo con calma, al menos lo mejor que pudo lograr mientras en su interior ya había fallecido unas tres o cuatro veces. Realmente se sentía ansioso.
—¡Ay, demasiado adorable! —Hyojin apretó una de sus mejillas, recibiendo un manotazo de Yoongi cuando el omega soltó un quejido por la fuerza empleada—. ¡Anda a ver a Jiwoo! No sé qué tanto tiempo le toma arreglarse. Tiene a tus hermanas y a tu madre en el cuarto, y aún así no está lista.
—Mejor... esperamos aquí —el brazo de Yoongi seguía en sus hombros, y sonaba algo dudoso. Seokjin supuso que no quería dejarlo solo tan pronto, y Seokjin se lo agradecía de sobremanera. No sabía cómo lidiaría estando en esa situación sin la ayuda del alfa pálido—. Además, Seokjin le trajo un regalo.
No quería seguir obteniendo atención hacia él, pero por suerte no fue así. Antes de que Hyojin pudiese seguir apretando sus mejillas, un quejido dramático y femenino sonó en el pasillo, llamando la atención de los cuatro.
Suspiró internamente. Todo iba bien, todo estaría más que bien.
『♧』
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top