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Tres toques suenan en la puerta de su loft, fue un acto casi incosciente. Asi que cuando la puerta comienza a abrirse y el nerviosismo me invade, solo atino a correr y esconderme detras de una columna.

Rasca su cuello adormilado, y unas ojeras adornan sus ojos azules.

Quizás ser Arrow y dirigir Star City es demasiado, no necesita otra carga.

Frunce el ceño al no encontrar a nadie en la puerta.

Los recuerdos de las semanas pasadas sacuden mi mente.

Mi espalda chocar con la fria superficie de la pared, sentir sus besos en mi cuello al ritmo del vaivén de nuestros cuerpos.

Si, somos amigos, compañeros de batalla.

Pero para el, no era más que una forma de deshacerse del estrés de nuestras doble vidas, palabras que salieron de su boca.

Encuentros casuales despues de encerrar a algún malo, era nuestro secreto, tan íntimo.

Todos los sentimientos que tenia en un principio, me obligue a pasarlos a segundo plano conforme pasaba tiempo junto a el.

Incluso si Oliver Queen tuviese un espacio en su vida para mi, y la criatura en formación. No le corresponde, dudo que alguna vez lo hiciese.

El rubio da un paso fuera del marco de la puerta, preparándose para buscar a quien sea que toco a su puerta, esa fue mi señal para salir corriendo.

Sintiendo el aire colisionar en mi rostro, la cruda verdad me cae tal cual balde de agua fria.

Un bebé debe de ser recibido como algo bueno, motivo de goce, en una familia donde el amor y la prosperidad abunden.

No soy capaz de darle nada de eso.

Y por más ridícula y ciertamente extraña que me pueda resultar el afrontar la situación, lo decido.

No voy a tenerlo.

Y solo corro, intentando huir de algo que no puedo dejar atrás.

Al llegar a mi departamento, me siento en la oscuridad de la habitación y abro la computadora buscando métodos de aborto.

Muevo mi pierna en signo de ansiedad y mi labio sangra al morderle, intentando contener toda esta curiosidad.

 Un segundo es todo lo que me toma, tomar ese sobre y ver el contenido en el.

Mis gestos se relajan y estoy seguro de que toma un matiz de ternura.

- Oh mirate, si eres tan chiquito y ya eres una ternurita - acarició la ecografía que descansa en mis manos.

Y sonrió.

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