୨∙୧ :: 𝐅𝗂𝗇𝖺𝗅

Diciembre 24, 2010
Víspera de Navidad

—¡Mami! —gritó Rosé llamando la atención de su madre. —¡Yo no quiero este moño!

La señora Park suspiró; era el quinto moño que le ponía, sin embargo la pequeña no parecía complacida.

Estaba a punto de decirle algo, pero vio como la niña se acercaba a su armario, de donde sacó una pequeña cajita la cual en su interior tenía un moño rojo vino con rayas blancas que hacían la ilusión de cuadrados.

Era el que había usado el último día de clases, y el cual Jennie le había halagado.

Extendió el objeto a su madre. —Este, por favor.

La mujer suspiró. —La hubieses buscado desde un inicio. Ahora llegaremos tarde a casa de Lisa.

Oh sí, este año habían decidido celebrar junto a la familia de la Tailandesa, quienes luego de haber finalizado de decorar bien su hogar, quisieron invitar a la familia Park a pasar este año junto a ellos.

Irían ellos, incluyendo a sus tíos y prima.

Y obviamente estaría Lisa.

—Iré a ver cómo está tu hermana y nos vamos, ¡así que apúrate! —exclamó mientras veía como la pequeña se ponía sus propios zapatos.

La niña simplemente asintió y una vez lista se paró frente al pequeño espejo que tenía en su habitación. Ahí mismo se encontraba la nota que le había escrito a Jennie.

La tomó y la puso en su pechito, esperando a sentir como su corazón tomaba el mensaje y se lo enviaba a Santa: tal y como le dijo su profesora.

—¡Muévete enana! —escuchó gritar a su prima Jisoo.

Rápidamente escondió la carta y salió corriendo.

Ojalá Santa haya recibido su mensaje.

—¡Rosé! —gritó Lisa al verla llegar junto a su familia. —¡Mira, Santa me trajo un perrito!

Confundida, la pequeña Roseanne se acercó a su amiga. Notando como detrás de ella había un pequeño cachorro el cual jugueteaba con Lisa.

—¡Ahora Hank también tendrá una amiga! —hizo una pausa. —¿O amigo?

Ambas niñas observaron a la madre de Lisa, quien era el adulto más cerca de ellos.

—Es un macho, niñas.

—¡Un amigo! —exclamó esta vez Lisa. —Y se llamará... ¡Love!

Ambas niñas saltaron alegre, sentándose para jugar con el perrito, el cual felizmente aceptaba estar con ambas niñas.

Rosé por su parte se puso a pensar.

—Espera. —dijo, dejando a el perrito de lado. —¿Santa vino antes a tu casa?

La Tailandesa se encogió de hombros, no lo había pensado.

—No lo vi, pero seguro Santa dejó esto ahora y mañana traerá los demás regalos. —dijo restándole importancia.

La pequeña neozelandesa asintió, complacida con su respuesta.

La noche en sí fue divertida tanto para los adultos como para las niñas, quienes corretearon por toda la casa junto a el nuevo integrante de la familia Manobal. Ahora —luego de llenar su pancita con comida— descansaban en el sofá mientras veían una película con toda la familia unida.

Sin embargo sus ojitos no aguantaron tanto, incluso si se habían bebido cinco tazas de chocolate caliente diciendo que esperarían a Santa para poder agradecerle por los regalos.

Fue así como apenas a las diez de la noche las niñas ya estaban durmiendo, y sus padres al darse cuenta decidieron dejarlas en el cuarto de Lisa. Al fin y al cabo pasarían la noche ahí, como si se tratase de una pijamada familiar.

Las horas volaron, o al menos así lo sintieron pasar las pequeñas de la casa.

—¡Lisa, Lisa! —sacudió la pequeña. —¡No vimos a Santa!

De un salto, Lisa se paró de la cama, sintiendo sus ojitos quemar pues la cortina de la habitación estaba abierta, haciendo que la luz del sol entrara radiantemente.

—¡Los regalos! —esta vez exclamó Lisa. —Ven, ¡vamos!

Lisa tomó la manito de Rosé, la cual estaba fría por las bajas temperaturas que había en el exterior y se adentraba a la casa. Bajaron las escaleras casi corriendo, y al llegar a la sala observaron con un brillo en sus ojitos la cantidad de regalos que habían debajo del gran árbol.

¡Habían cientos! O al menos así lo percibían ambas niñas.

La familia ya se encontraba reunida nuevamente en la sala, pues a diferencia de las niñas, estos se habían levantado primero. Aparte de ellos, también habían nuevas personas adultas, las cuales no habían visto anteriormente. Sin embargo eso no era relevante en sus mentecitas.

—¡Hey, vengan! —llamó el papá de Rosë. —Supongo que algunos de estos regalos son de ustedes.

Ambas niñas se acercaron alegres, sin embargo lo que menos se esperaban era ver otra niña ahí, abriendo regalos.

Y no, no era Jisoo. Pues esta se encontraba junto a sus padres y ya había abierto sus regalos.

Era una castaña, la cual estaba dándoles la espalda y tenía un pequeño moño de regalo pegado en la cabeza, quizás por haber estado abriendo sus regalos, o quizás porque alguien se lo puso ahí.

¡Quizás Santa se lo puso!

—¡Jennie! —exclamó Rosé, y con alegría se acercó a abrazarla.

Abrazaditas, Bae empezó a sentir un calorcito en sus mejillas, pero aquello no era importante.

¡Jennie estaba ahí!

¡Debajo de su árbol!

Bueno, no era su árbol, ¡pero no importaba!

—¡Un arco! —gritó Lisa! —

Los padres de las niñas rieron, enternecidos por la emoción de ambas niñas.

La de Lisa por recibir muchos juguetes.

Y la de Rosé por tener a Jennie junto a ella en navidad.

Un rato después, por fin todos los regalos de navidad habían sido abiertos. La envoltura rodaba por toda la sala; algunos habían recibido alguna nueva tecnología, otros ropa, y luego estaban las niñas, quienes jugaban por la casa con sus nuevos juguetes.

El hogar estaba cubierto con nieve, la cual caía lentamente y cubría todo a su paso. En el jardín trasero se encontraban las niñas, jugando con la nieve que se había acumulado ahí, y usando sus nuevos juguetes.

—¡Nini! —gritó Rosé, viendo como Lisa le apuntaba con su arco. —¡Cuidado!

De inmediato se lanzó frente a Jennie, siendo su cuerpo tristemente atacado con las flechas de juguete del arma de la australiana.

—¡Gracias Rosie posie! —la castañita dejó un rápido besito en la mejilla de la rubia.

¡Jennie le había dado un besito!

¡Ahora eran novias!

O al menos eso pensaba, pues los niños grandes se daban besitos cuando eran pareja.

Así como lo hacía Irene con su novia.

—¿Estás bien? Estás rojita. —preguntó Kim, viendo como su amiguita se ponía lentamente roja.

—Es normal, —habló esta vez Lisa. —se pone así porque le diste un besito y eso a ella le gusta.

Bae abrió los ojos de golpe. —¡Lisa!

Nuevamente, a corretear por toda la casa.

Esta vez incluyendo a Jennie, pues si tenía que escoger un lado, tomaría el de Rosie sin pensarlo, pues ahora ella era su amiga favorita. Y como no, si la mayor le había dado algunos de sus juguetes y la había defendido de Lisa.

Además, si Lisa la atacaba y Rosie la defendía, eso significaba que podía darle cientos de besitos a su Rosie posie. Esa idea no sonaba nada mal.

Ahora ambas se encontraban escondidas en un armario, con la adrenalina al mil con miedo de ser encontrados por la Tailandesa.

—Nini. —susurró la rubia. —Gracias por ser mi regalo de navidad.

La menor se acercó aún más a él, dejando otro besito en su mejilla.

Definitivamente, la mejor navidad de la historia.

· FIN ·

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