── 🥥 ⋆ ࣪OO: esencia de vainilla ֶָ֢֪
Christopher Bang habría decidido no seguir cumpliendo años si hubiese sabido la gran responsabilidad que conllevaba llegar a los veinticinco. Apenas cumpliría veinticuatro, pero estaba aterrado por lo que la Diosa Luna le destinaría; más aún cuando su padre, el alfa de la manada en Daegu, le explicó sus deberes como líder, esta vez sin el usual tono comprensivo. El jefe Bang se mostraba indispuesto a ser amable con este tema; después de todo, se trataba del destino de la manada.
Aun así, Christopher habría preferido saberlo diez años atrás, cuando se presentó como alfa. Si alguien hubiese tenido la cortesía de informarle, él no habría deseado estar encima de la pirámide jerárquica. Aunque, bueno, tampoco podía hacer mucho para cambiarlo.
La Luna hacía las cosas por una razón.
El festival de invierno sería en dos semanas; ahí se presentaría de manera oficial como heredero, al mismo tiempo que celebrarían su cumpleaños. Sin embargo, en pequeñas letras bajo el contrato para su asistencia en dicho festival, estaba estipulado que debería unirse a un omega. Por ello, tendría que desposarse antes de la medianoche y unirse a su compañero para tomar el cargo el siguiente año; debían casarse en primavera, esperando el momento en el que Christopher Bang ascendiera al trono.
Y él no quería eso.
No tenía mayor problema con tomar el puesto, pero unir su vida a alguien que no conocía le aterraba. El único hijo de los Bang era un alfa inusualmente blando y de pensamiento romántico; detestaba la sola idea de casarse bajo esos términos. Él quería que fuera... mágico. Si es que existía, su deseo era obtenerlo de forma real. Pero el deber del líder lo requería así.
Y así se haría.
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"Madre, me estás... ahorcando" se queja el rubio mientras su progenitora, de dulce aroma, le anuda la corbata.
Christopher deseó que el festival jamás llegara, pero era inevitable.
"Lo lamento, cariño. Estoy muy emocionada" la mujer sonrió apenada. Afloja el nudo, dispuesta a dejar respirar al que, ante sus ojos, era todavía un pequeño cachorro.
Aunque ya no tan pequeño, claro está. Hoy cumplía veinticuatro.
Christopher sabía cuán emocionada se hallaba, pues toda su habitación tenía impregnada la empalagosa fragancia a caramelo. Signo de alegría, ella siempre fue incapaz de retener sus emociones. El alfa rubio no resultaba tan diferente.
"Lo sé, todo saldrá bien" Francamente, él también quería creerlo así.
La omega asintió, planchando una arruga inexistente en su traje azul eléctrico. Después, peina inquieta las ondas rebeldes del sedoso cabello rubio. El alfa lucía perfecto, pero la ansiedad carcomía a su madre.
Todo debía ser perfecto.
"Hey, tranquila" sonríe con diversión, notando que apenas es capaz de mantener sus manos quietas; ella se encoge en su sitio, disculpándose.
"Será mejor que bajemos, tu presentación será pronto" Sin más por decir, ve a la omega abandonar aquella habitación.
Espera que Christopher le siga hasta el recibidor, donde su padre se dedica a saludar con una sonrisa a los primeros invitados. Líderes de manadas vecinas, junto a familias adineradas de renombre, arribaban en la humilde mansión de los Bang, llevando consigo a sus jóvenes omegas. A la expectativa de que, con algo de suerte, consiguieran la atención del que consideraban su príncipe.
Christopher jamás apoyó el apelativo.
"Joven príncipe, luce increíblemente guapo el día de hoy" una alfa, de edad avanzada, reverencia apenas ingresa en la vivienda. Christopher no la corrige, por el contrario, le sonríe correspondiendo con una apenas perceptible venía.
"Muchas gracias, señorita Choi" debe prepararse para lo que resta del festival.
Su agudo olfato es particularmente sensible hoy en día, le preocupa el alto nivel de aromas que detectó en tan poco tiempo; a omegas y alfas por igual. Unos empalagosos, otros amargos; e incluso, diferencia algún ácido. Demasiado para su propio lobo; igual trata de no quejarse y atender a tan distinguidos invitados.
"¿Alguien que te haya llamado la atención?" pregunta con deje discreto su padre, mientras sonreían a la familia Kim, quienes caminan al enorme jardín donde se empezaban a repartir bebidas.
El rubio prefirió no mostrar su incomodidad ante esa interrogante; suena a que todo este teatro se trata de una vulgar subasta. Es repulsivo.
Simplemente niega.
"Aún no."
"Concéntrate" su voz es dura. Sin embargo, no percibe molestia en él.
Aún no.
Christopher, con franqueza, trata de buscar a alguien que llame su atención. Sin embargo, todos los aromas que capta le parecen molestos, empalagosos, o le revolvían el estómago. Percibe de todo, desde lo cliché como rosas rojas hasta inusuales manzanas frescas. No importa; él odia ambos. Si culmina la noche sin conseguir a alguien, sabe que terminaría por desposar a un omega de la elección del líder. Y estaba seguro de que ese sería el omega Kim, al cual conocía desde la niñez, pero definitivamente no desea de esposo.
"La última familia está entrando, señor Bang" anuncia un beta enfundado en su implacable traje negro, el señor Kang.
"¿Quiénes son?" echa un vistazo al costoso reloj que abraza su muñeca, ya pasan de las 6 pm; detesta la impuntualidad.
"La familia Lee, señor" explica, notando el pesado suspiro del alfa; acto seguido, señala su deber de recibirlos.
"Vale" murmura para sí mismo el líder, regresa su atención al novato alfa de pie junto a él. "Christopher, quédate a darles una cordial bienvenida. Iré a preparar todo. Te veré en catorce minutos, junto a las fuentes" sin esperar una afirmación, parte al jardín trasero donde todos los invitados se encuentran.
El joven suspira cansado, teme que el momento llegue antes de lo deseado. Los caóticos pensamientos habrían seguido su cauce propio si no fuese porque capta una deliciosa fragancia en el aire.
Esencia de vainilla, con hierbabuena; Christopher Bang siente agua en la boca ante tan deliciosa e inusual combinación de fragancias. Más tarde, el mayordomo aparece guiando a una pequeña familia.
El señor Lee, junto a una atractiva joven omega y dos chicos: uno con imponente porte, alfa; el otro, aburrido e irritado, omega.
"Joven Christopher, qué dicha verle de nuevo" saluda el líder de la familia, inclinándose respetuosamente hacia el heredero rubio.
Christopher ni siquiera se molesta en reconocerlo, pues es incapaz de despegar la mirada del joven omega acompañado de su hermano, un inexpresivo alfa.
"La dicha es mía, señor Lee" la profunda voz del anfitrión consigue una parcial atención del omega castaño, quien hasta ese instante se hallaba sumido en una oleada de pensamientos propios.
El azul de sus ojos se intensifica apenas cruza miradas con aquel rubio, atento a él en su totalidad, debido a que reconoce que es propietario del aroma, aquella deliciosa e hipnotizante esencia a vainilla.
"Qué jovencito tan lindo" sonríe enternecida la mujer que les acompaña; la señora Lee, supone Christopher.
"Oh, pero que maleducado soy" se reprende el alfa mayor con una sonrisa despistada. "Ella es mi esposa Seulgi. Y ellos mis hijos: Dongmin" señala al alfa azabache, quien le brinda una reverencia sutil " y Minho" el joven omega castaño apenas realiza movimiento, incómodo ante esa imponente mirada que recibe del príncipe.
Christopher sonríe levemente, asintiendo.
"Mucho gusto, pasen" señala el camino que dirige al jardín, donde todos ya conversan entre sí. "Les estábamos esperando" dice, siguiendo a la familia poco después.
La fragancia queda estancada en sus fosas nasales, pues apenas hay un metro distanciándolo del joven omega. Incluso si se siente un cachorro sin modales, le es imposible dejar de inhalar el bendito aire que le rodeaba.
Él amaba la vainilla.
6:20 pm
El joven heredero está justo donde su padre le citó, ansioso porque todo esto se termine. La máscara del alfa perfecto le incomoda a estas alturas de la noche.
"¡Bienvenidos al centésimo vigésimo sexto festival de invierno! Festival en el cual también celebramos el cumpleaños número veinticuatro del heredero al poder de la manada; mi hijo, Christopher" anuncia su padre ganando una ronda de aplausos por parte de todos los invitados. No obstante, el recién mencionado no se mueve centímetro alguno, se mentaliza para lo que sigue. "Es un honor contar con su presencia en este evento, donde nuestro único hijo elegirá a el o la omega que cuidará, velará y vivirá por él durante su mandato" El rubio quería que la tierra lo tragase y, de ser posible, lo escupiera en una playa desértica. "A continuación, un omega de cada familia, entre los 18 y 25 años, tendrá el honor de una oportunidad de conseguir la atención de nuestro hijo."
¿Qué? Christopher Bang intentó reprimir su expresión confusa. ¿Qué era esto? ¿Un concurso de citas? Mira horrorizado una hilera de jóvenes omegas que de a poco se organiza a lo largo del jardín, formando una perfecta línea.
"¿Qué se supone que haces? No me hablaste de esto" se apresura a replicar, intentando ser discreto al susurrarle al alfa que le acompaña quien protagoniza su mayor pesadilla.
"Es la tradición, sólo son detalles menores" palmea su hombro, dejándolo petrificado en el mismo sitio. "Debes elegir a alguien, o realmente me harás enojar."
El alfa líder sonríe con falsa amabilidad, orquesta una improvisada hilera de ansiosos omegas. Christopher no da crédito a lo que sucedía.
¡Esas familias ofrecían a sus hijos como mercancía! Y parecían felices por eso.
Santa Luna, ¿en qué se metió?
Lanza una fugaz mirada hacia su madre, quien luce una sonrisa culpable por no habérselo comentado antes. Christopher no tiene tiempo de replicar cuando, uno a uno, cada omega pasa frente a él; recita su nombre, dinastía, edad y cuán felices serían por ser selectos como su futura pareja, en caso de ser así.
El rubio trató de ser amable, mas consigue fastidiarse cerca del décimo omega. Su lobo está bufando aburrido hasta que esa exquisita esencia a vainilla y hierbabuena le alcanza, otra vez. Tarda dos segundos en diferenciar a cierto castaño esperando para posarse frente al futuro líder.
¿Él participaba en este extraño ritual?
"Minho, dinastía Lee. Veintiún años" aquél no parece particularmente contento, mientras el alfa rubio escucha maravillado el melodioso tono que posee. Esos zafiros azules le miran sin temor alguno, hay un destello de amenaza en ambos. "Si me eliges, trataré de matarte mientras duermes, ¿entendido? No tengo ningún interés en ser tu omega, ya estoy comprometido."
Christopher se asombra ante tan atrevidas palabras; siente a su lobo gruñir, incluso si no percibe ningún aroma sobre el omega de pie frente a él.
"Dudo que tu familia considere correcta tu unión con un beta" le responde con naturalidad, poco o nada importándole las miradas curiosas de aquellos omegas que esperaban a tan solo unos metros.
"Me temo que eso no es asunto suyo, majestad" riñe haciendo más notable su fresca fragancia a hierbabuena.
"¿Estás enamorado de él?"
"Sí" responde sin titubear.
Christopher indica el pase al próximo omega, tratando de pasar por alto cierta sensación amarga que se mantiene firme en el paladar. Los pretendientes siguen su curso habitual consiguiendo, al cabo de unos minutos, asquear al alfa; tantos aromas pican su frágil olfato. Él no podría vivir en la misma casa durante el resto de su vida con ninguno de esos omegas.
Bueno, tal vez había uno. Pero ¿sería correcto?
Minho no estaba interesado y aclamaba a otro sujeto como pareja. Sin embargo, tampoco tenía opciones tan viables. Aparte, el menor de los Lee se metería en problemas cuando su familia notara que su único hijo omega salía con un beta; no precisamente uno de respetable nivel.
"Espero que hayas elegido" sentencia su padre mientras los invitados esperan por una sabia decisión, la luna en su punto más alto velando por el futuro del joven príncipe.
Christopher asiente, susurrándole su respuesta al alfa líder
"Excelente elección, hijo" le sonríe satisfecho, alisando la solapa de su traje, solo para dar aquella noticia. "Los Bang, se complacen en anunciar su unión con el omega elegido, quien deberá unirse al joven heredero. Así que, Lee Minho, bienvenido a la familia."
"¡¿Qué?!" un agudo grito se escucha entre el público. Lo siguiente que el rubio siente es una amenazante mirada del castaño selecto. "Lo siento" articula hacia el omega, quien pronto es celebrado por el resto de los invitados.
Realmente lamenta tan egoístas decisiones, pero si iba a hundirse en esto, al menos sería junto a alguien que —tras un par de horas— no dañaría su preciado olfato.
Perdón, Lee Minho.
Omega con esencia de vainilla.
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