◖ ⩇𝟓 ˖ ✦다섯 ⊹࠭

You fill my emptiness

Y ahí estaba, un Choi Yeonjun de 14 años en el ático de su instituto, decidiendo por dónde sería mejor tirarse para acabar de una vez con su vida.

¿Por qué quería suicidarse? La respuesta era algo confusa para él. Siempre se sentía mal consigo, como que no encajaba en ningún lugar, una mentalidad fomentada por la actitud de sus propios padres hacia él, quienes solo lo deshumanizaban tratándolo como una especie de muñeco al que podían manejar a su gusto.

Como consecuencia, Yeonjun se volvió extremadamente introvertido, y junto a las malas experiencias acabó siendo alguien solitario que apenas podía expresar sus emociones, prácticamente una especie de muerto viviente.

Caminando lentamente hacia el mediano muro encargado de evitar las caídas accidentales, Yeonjun empezó a recordar toda su vida. Recordó como su madre lo odiaba a muerte y aún no es capaz de explicarse el por qué; cómo su padre, a pesar de nunca hacerle daño físico, lo trataba como un simple objeto al que poder explotar laboralmente e insultar sin razón; recordó como todos a su alrededor lo trataban como un estúpido que no tiene derecho a tener opinión propia; pero sobretodo recordaba esa intensa sensación de vacío que lo inundaba a todas horas, siendo esta lo que más le afectaba.

Apoyándose con ambas manos, logró subirse al muro sin dificultad alguna, y una vez parado miró abajo. No sentía vértigo, al contrario, las ganas de descender esos 6 pisos rápidamente solo con tirarse aumentaban considerablemente.

Observó un poco toda la zona de abajo para estar seguro de que no habría nadie cerca, si se va a matar prefiere que su muerte no cause daños a algún inocente alumno o profesor que pase por ahí, aunque en el fondo nadie allí era inocente. En ese instituto habían muchos casos de bullying, y aunque por suerte él no lo sufrió, era desalentador ver cómo todos se quedaban ahí observando sin hacer nada, incluído los profesores y él mismo.

Detuvo su mirada en uno de los bancos, dónde encontró a alguien sentado mirándole con esos dos intensos orbes rojos que ya conocía.

Con solo un vistazo pudo olvidar todo por un momento y recapacitar. ¿Realmente se quería suicidar? O más bien, ¿alguna vez se sintió vivo siquiera? No estaba seguro. Cuando intentaba hablar con los trabajadores de la mansión Kim —los únicos que le escuchaban— le decían que estaba siendo egoísta por querer morir aún siendo alguien que tiene de todo. Y aunque es cierto que el menor poseía muchas cosas, Yeonjun tenía la sensación de no tener absolutamente nada. ¿Estaba siendo egoísta? No lo sabe. Se siente mal viviendo, pero la charla con los trabajadores lo hicieron sentir mal por querer morir. ¿Entonces qué debía hacer?

Mientras pensaba en ello con la mirada perdida, llegó a la conclusión de que quizás debía vivir un poco más, cumplir esos pequeños caprichos que nunca pudo tener y tal vez así podría suicidarse de una vez sin sentirse mal.

Antes de siquiera poder bajarse del muro, teniendo ya claro que no se suicidaría ese día, la persona del banco apareció justo en frente suyo flotando en el aire, cosa que confundió a Yeonjun.

Lo miró directamente al rostro, se trataba de un chico bastante apuesto que parecía ser de su misma edad, rubio y de ojos grandes y rojos. Algo en él gritaba conocerlo, pero no estaba seguro.

Cuando el contrario le dió la mano, por alguna razón Yeonjun la tomó sin dudar, y de la nada notó como todo su peso emocional desaparecía siendo reemplazado por una agradable sensación que no lograba explicar. En este punto se dió cuenta de que ese sueño no se trataba de un recuerdo como los anteriores, desde que el chico apareció enfrente empezaba a ser un sueño normal.

—Jjunnie, volvamos a casa, Hobak nos está esperando —dijo el chico con una dulce voz que hizo que Yeonjun quedara hipnotizado.

Yeonjun lo siguió sin oponer resistencia alguna y en completo silencio. No entendía cómo podía sentir extrema confianza en él a pesar de no saber quién era, y aunque uno de sus pies estaba a punto de pisar el gran vacío y caer, eso nunca ocurrió. El también empezó a flotar en el aire, pero se encontraba más concentrado en el rubio como para darse cuenta de ello.

Estuvieron un rato flotando lejos del instituto hasta que todo a su alrededor se convirtió en un campo de flores con una linda casita tradicional coreana.

Yeonjun quedó maravillado, no sabía dónde estaba pero se sentía muy reconfortante al ver el lugar, con un gran sentimiento de nostalgia, como si se tratara de su propio hogar de la infancia o algo por el estilo.

El rubio volteó a verle con una linda sonrisa—. Llegamos —informó con calidez luego de soltar el agarre para poder caminar tranquilamente hacia la casita.

—¿Dónde estamos? —habló finalmente el castaño mientras lo seguía.

El chico rió con ternura—. ¿Ya te olvidaste de donde vives? —se desvío un poco del camino para tomar una flor y dejarla con cuidado en el cabello de Yeonjun—. Estamos en casa, lindura~

Yeonjun se ruborizó y tocó algo nervioso sus deditos—. ¿L-Lindura? ¿S-Soy lindo? —preguntó tímido y algo inaudible, aunque el chico logró escucharlo.

El rubio puso ambas manos en las mejillas de Yeonjun y apretó un poco, haciendo que se formara un tierno puchero en sus labios—. El más lindo del universo~ —soltó con sinceridad antes de dejar un piquito en el puchero, lo cual hizo que Yeonjun se ruborizara aún más.

Solo por esa respuesta y ese acto tan simple Yeonjun tuvo un sentimiento que jamás había logrado tener, y es esa sensación de ser querido, el saber que alguien te da afecto honesto. Quería sentir más de eso pero no estaba seguro de si podría pedirlo.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos, una sombra negra había aparecido detrás del rubio y lo engulló por completo, asustando mucho a Yeonjun quién por el shock del repentino cambio de ambiente no le dió tiempo a tomar al chico antes de que la sombra se lo llevara.

—¡¡Soobin!! —exclamó sin pensar, pero el rubio ya había desaparecido por completo.

Y así, el Yeonjun real despertó exaltado y confundido. Sabía que era una simple pesadilla, pero se sintió muy real. Aún tenía en su corazón la calidez del lindo momento y el pánico cuando el chico desapareció.

—¿Estabas soñando conmigo? —preguntó Soobin una vez el castaño despertó, pues Yeonjun lo había gritado en la vida real—. Qué lindo —dijo con un tono de burla.

Lindo... Repitió Yeonjun en su mente y un notorio rubor apareció en sus mejillas—. B-Buenos días —se levantó de la cama intentando no darle importancia a lo ocurrido y fue directamente al vestidor, cambiándose en unos 10 minutos. Esta vez no llegaba tarde, despertó antes de que sonara la alarma así que podía prepararse con más tranquilidad.

—¿Otra vez vas a ir a la universidad a hacer absolutamente nada? —el tono de voz del rubio indicaba frustración—. Podemos quedarnos aquí y ver películas.

—Pasar tiempo contigo fuera de esta habitación ya es hacer algo —Yeonjun tomó sus cosas y después de darle unas caricias de despedida a Hobak, miró al rubio al abrir la puerta—. ¿Vienes o vas por tu cuenta?

Soobin entrecerró los ojos dudando un poco, pero al final siguió a Yeonjun obedientemente. Frenó en medio del pasillo al darse cuenta de la situación. ¿Qué soy? ¿Un perro siguiendo a su dueño? Pensó. En parte su ego estaba siendo herido, pero por otro lado no le molestaba tanto como creía, probablemente debido a que Yeonjun le agradaba más de lo que podría admitir.

—Soobin, no te quedes atrás o te dejaré solito~ —bromeó el castaño al notar que el rubio se había detenido.

Lo dice como si no pudiera encontrarlo fácilmente... Oh, ahora que pensaba en ello, Soobin siempre pudo encontrar a Yeonjun sin necesidad de usar sus poderes. Normalmente le cuesta mucho encontrar a alguien y tiene que recurrir a estos, pero con Yeonjun no era así, lo cual es inusual. Seguramente su alma tenga mucha energía, se auto convenció con esa explicación rápida.

Cuando avanzó para quedar al lado de Yeonjun, apareció ese molesto humano al cual ya odiaba con todo su ser a pesar del poco tiempo que llevaba en ese lugar.

—Yeonjun.

El mencionado cambió por completo su semblante animado a uno más serio nada más ver al mayor—. Buenos días padre.

El señor Kim frunció el ceño—. Espero que esta vez dejaras a la sucia bola de pelo en tu habitación —soltó con asco.

El castaño quedó confundido, ¿Ayer dejé la puerta abierta? Por dentro estaba extremadamente asustado y triste pensando en todo tipo de situaciones que pudo haber pasado Hobak con ese maldito sociópata. Pero ver a Soobin negando con la cabeza le daba a entender que no ocurrió nada, algo que le hizo suspirar de alivio.

—Mañana es el photoshoot, no tienes permitido comer hasta que termine, debes verte delgado.

—Pero yo... —la poca confianza que tenía con su padre le impedía expresarse correctamente con él. Quería recordarle las consecuencias de los problemas de salud que tuvo en su infancia, necesitaba decirle que no podía simplemente pasar un día entero sin nutrientes porque eso le haría sentir muy cansado y lo suficientemente débil como para no poder aguantar su propio cuerpo al caminar. Aunque se quería suicidar, también quería disfrutar de sus últimos días con Soobin, por eso descuidar su salud no era una opción.

—Cállate —el mayor tomó sin delicadeza alguna las mejillas de Yeonjun y apretó lo suficientemente fuerte como para intentar intimidarlo, pero sin dejar sus manos marcadas en ese bello rostro que tanto dinero le daba—. ¿Aún no lo entiendes o debo explicártelo de otra forma menos agradable? Eres la imagen de mi compañía, tienes que obedecer si quieres seguir viviendo bajo mi techo, o si no vete con la zorra de tu madre.

Con esa escenita de padre tóxico, Soobin empezó a comprender un poco más cuando Yeonjun le dijo que la situación era complicada. Básicamente el castaño estaba entre la espada y la pared, obedecía o de patitas a la calle, y sabiendo cómo vivió Jung Hoseok sin duda la mansión era mejor. Al menos ahí tenía cobijo y comida... bueno, lo segundo más o menos porque ahora ve que en ocasiones se lo prohíben.

Por otro lado, Yeonjun, quién nunca se había visto afectado emocionalmente por las manipulaciones y amenazas de su padre, por primera vez en su vida tenía ganas de llorar ante la situación. Un nudo se formó en su garganta y el temor invadió todo su cuerpo. No tenía miedo de su padre, tampoco de su actitud de mierda, tenía miedo de esas sensaciones que nunca antes había sentido: ¿tristeza? ¿Enfado? ¿Impotencia? No estaba del todo seguro, pero le frustraba como algo que es literalmente su día a día le estaba empezando a afectar después de 23 años sin reacción alguna. ¿Por qué ahora? ¿Qué me pasa? Se repetía en su cabeza mientras su cuerpo comenzaba a temblar inconscientemente.

Lo normal en él en este tipo de momentos era asentir y seguir como si nada, dándole poca importancia al asunto a pesar de salir mal parado, pero las emociones que por primera vez sentía por su propia situación y no por la de otros florecían como si se tratara de hermosas rosas llenas de espinas que le llenaban ese vacío que tanto odiaba a la vez que le hacían daño, porque puede derramar lágrimas fácilmente solo con escuchar o leer las desgracias de otros, pero nunca había llorado por él mismo hasta ahora.

Soobin notó el estado del castaño y se estaba aguantando muy fuertemente las ganas de empujar al mayor como la última vez. Si no lo hacía, era por si el subnormal llegaba a pensar que fue Yeonjun quien lo hizo y lo pagaba con el pobre chico. Al final solo pudo tocar el hombro de Yeonjun en un intento de tranquilizarlo, lo cuál funcionó.

Yeonjun respiró profundo, apartó con desprecio las manos de su padre y siguió caminando, pasando al lado del mayor sin siquiera mirarlo.

Antes de Soobin seguirlo, aprovechó la lejanía de Yeonjun para darle una patada en los huevos al señor Kim. Viéndolo arrodillado en el suelo tocando su zona delicada con una mueca de dolor fue suficiente para satisfacer las fuertes ganas que tenía de hacerle algo por tratar mal tanto al chico como al gato.

—Jódete —maldijo a pesar de saber que el hombre no podía escucharlo y fue rápidamente con Yeonjun, quien ya había subido a la limusina—. Qué hombre más odioso, estoy deseando que se muera para hacerle de todo a su alma —soltó con enojo una vez se sentó frente al castaño y cerró la ventanilla que daba al chófer.

—Sí que es odioso, pero tenerle ese rencor a alguien no es bueno.

—Soy un dios, lo bueno y lo malo no entra en mi diccionario mientras haga mi trabajo —expresó con obviedad—. A todo esto, ¿y tu madre? El imbécil la mencionó como si fuera una amenaza.

—Ella se suicidó cuando yo era pequeño.

—¿Es algo de familia? —bromeó como si no fuera gran cosa, aunque en su interior estaba enojado con el padre de Yeonjun. Amenazarlo con irse con su madre era literalmente desearle la muerte, y no entiende porqué le enoja cuando él mismo le dijo varias veces y de manera más directa que se matara.

La pregunta fue tan casual que Yeonjun no pudo evitar reír—. Probablemente.

—Para ser un tema delicado no pareces nada afectado.

—Ella intentó matarme varias veces, y nunca tuvo filtro a la hora de mostrar su profundo odio hacia mi. Incluso siendo mi madre y habiendo estado con ella por unos 6 años no pude tenerle ni una pizca de cariño, así que es normal que no me afectara —confesó mirando a través de la ventana con inexpresividad, pero su mirada se tornó triste antes de seguir hablando—. Aunque pensándolo bien en verdad es triste y extraño. Nunca sentí nada por su muerte, pero siempre pensaba en que me hubiera gustado que siguiera viva por si de casualidad cambiaba con los años, tal vez incluso llegando a ser una de esas madres amorosas de películas que tanto desearía tener... Quien sabe —concluyó con una risa sarcástica.

—Sé que hay gente que cambia, pero en su caso lo dudo mucho.

—Sí, yo también lo dudo —suspiró con un gran alivio. Era la primera vez que hablaba sobre su madre, y ahora que por fin pudo expresarse sobre el tema y ser escuchado, se sintió aliviado, como si se hubiera quitado un peso de encima. Quería desahogarse de tantas cosas pero no tenía a nadie con quien hacerlo. Y ahí estaba su novio temporal y dios de la muerte Choi Soobin, escuchándolo atentamente sin hacer muecas que indicaran no estar prestando atención como lo hacían los trabajadores de la mansión Kim.

Bajó de la limusina una vez esta se detuvo frente a la institución y tragó saliva con nervios al ver que había demasiada gente en la entrada. No mentía al decir que le daba ansiedad la gente, pero ese día en específico parecía afectarle más. Creo que hoy me desperté muy sensible o algo.

Fue Soobin quien lo tomó de la mano y lo hizo avanzar viendo que Yeonjun no parecía poder moverse. Supuso que era por la gente así que lo llevó a donde menos adolescentes había.

Unos pocos miraron hacia ellos, no por ser el famosísimo modelo Yeonjum caminando tranquilamente por el lugar, si no porque desde fuera lo veían como un rarito que agarraba el aire al caminar.

Una vez parados, Yeonjun se detuvo a pensar que podrían hacer el día de hoy, mientras Soobin observaba atentamente a uno de los pasillos.

—Ya vuelvo —avisó el rubio antes de irse, dejando a Yeonjun solo.

Confiando plenamente en que Soobin realmente volvería, se sentó en el suelo pegado a la pared y sacó el móvil con la intención de entretenerse con algún juego mientras esperaba. Y eso hizo hasta que alguien le había arrebatado el teléfono de las manos con un fuerte movimiento que le costó procesar.

—Yeonjun, ayer te busqué para que me dieras la tarea que te pedí y no te encontré. Por tu culpa me bajarán la nota en el exámen —dijo el chico con notorio enojo.

Me había entretenido tanto pasando tiempo con Soobin que lo olvidé por completo—. Lo siento —se disculpó cabizbajo.

—¿Lo siento? ¿Crees que con decir 'lo siento' solucionas todo?

—¿Sí?

El chico frunció el ceño y le dió a Yeonjun una carpeta—. Hazme el trabajo de historia y te perdonaré, me quedaré con tu teléfono hasta que termines así que asegúrate de terminarlo pronto —el chico estaba a punto de irse pero alguien por detrás le quitó el aparato—. ¡Hey! ¿Qué coño haces?

—¿Qué coño hago? Qué coño haces tú, imbécil —gritó Soobin, quien estaba en su forma de humano. Le devolvió el teléfono a Yeonjun y lo ayudó a levantarse—. Vámonos de aquí, no me gustaría encontrarme con más idiotas.

—¿Y tu quien te crees que eres para llevarte a MI amigo? —cuestionó el chico con prepotencia resaltando posesivamente el 'mi'.

—Oh, disculpa por no querer que MI novio se ande juntando con imbéciles —respondió Soobin de la misma manera y tomó la carpeta que el chico le había dado a Yeonjun para tirársela a la cara—. Vete a la mierda y olvídate de Yeonjun, ¿quieres?

A todo esto, el castaño estaba sorprendido, pero dentro de su sorpresa también estaba aguantando las ganas de reír por la expresión estupefacta que se le había quedado a su supuesto amigo. Probablemente era la primera vez que alguien le enfrentaba cara a cara, después de todo se trataba de alguien extremadamente popular al que todos tenían miedo de enfrentar, de ahí que muchos universitarios que se pararon alrededor de ellos aplaudieron ante la actitud de Soobin, quién simplemente tomó la mano de Yeonjun y empezó a jalarlo hasta llegar al primer banco que vió y obligarlo a sentarse.

—No te puedo dejar ni un segundo solo —se quejó al aire rascándose la nuca con enojo.

—Perdón.

—No te disculpes, tonto, no es tu culpa, lo digo por los subnormales que te rodean —explicó y luego sacó un pequeño sándwich envasado—. Come.

Yeonjun miró el alimento con curiosidad—. ¿Cómo lo-...?

—Vi el cartel de la cafetería y fui —interrumpió el rubio.

—Pero mi padre di-...

—Me importas tú, no tu padre. No sé mucho de humanos, pero sería malo si mueres antes de terminar la lista.

Yeonjun rió bajo—. Un día sin comer no me va a matar, solo dejarme débil —abrió el sándwich—. Gracias por la comida~ —y empezó a comérselo a bocados pequeños, un detalle que le pareció lindo al rubio, le recordaba a un hámster.

Soobin se sentó al lado del castaño y lo miró con una sonrisa burlona—. Cómo ibas a recordar las estúpidas palabras de tu padre pensé que lo tirarías.

—Mmhh... A veces no soy tan obediente como parezco —dijo luego de tragar lo que masticaba—. Además, te molestaste en conseguirlo para mi, sería de mala educación rechazarlo.

—¿Entonces aceptarás cualquier cosa de mi parte?

Yeonjun solo asintió después de haber dado otro mordisquito al sándwich. No hablaría con la boca llena.

—Pues acepta que vayamos a los recreativos, tú y yo, ahora —propuso mientras jugaba con un mechón del cabello de Yeonjun—. No malgastemos tu tiempo en este lugar lleno de unineuronales —dijo y esperó a que Yeonjun terminara para poder hablar bien con él.

—No vi a la acosadora, pero tengo entendido que se va en dos días.

—No te preocupes por eso, ya me encargué de ella —Yeonjun, sabiendo quién es Soobin, lo miró con temor—. No me mires así, no la maté. Ahora debe estar feliz con sus hijos, no va a volver nunca más, o por lo menos no a acosarte —esas palabras hicieron que Yeonjun suspirara aliviado.

—Si es así, ¿qué estamos esperando? —Yeonjun se levantó muy animado del banco, tiró rápidamente el envoltorio del sándwich a la basura y jaló a Soobin de las manos para que se levantara—. Próxima parada, los recreativos~ —dijo con un tono infantil que hizo reír al rubio.

—Te sigo —esa fue la señal para que Yeonjun empezara a caminar hacia la entrada, ahora con menos alumnos en ella.

Aún confiando en las palabras de Soobin sobre que la acosadora ya no estaría presente, Yeonjun miró a los alrededores antes de salir del recinto universitario, y durante todo el camino estaba alerta hasta tal punto de sobresaltarse o esconderse rápidamente detrás de Soobin por escuchar el claxon de algún coche o por el roce de alguna hoja de los árboles.

—No te pasará nada si estoy aquí, ¿sabes? Puedes calmarte —pasó el brazo por el cuello de Yeonjun para tenerlo cerca, a ver si así iba más tranquilo.

—Perdón, es la costumbre. De todas formas ya casi llegamos, no está tan lejos.

—¿Alguna vez fuiste?

—No, veía que todos entraban con compañía y no me atrevía a entrar solo —Yeonjun volteó la cabeza para poder dedicarle una gran sonrisa al rubio—. Pero ahora te tengo a tí.

Al verlo, Soobin tuvo que mirar a otro lado con discreción para que Yeonjun no notara su boba expresión. Desde que están juntos Yeonjun decía muchas cosas que lo hacían sentir importante para él, y extrañamente amaba eso.

—¡Mirá, esa es la entrada! —exclamó Yeonjun para luego zafarse del brazo de Soobin y correr hacia la gran entrada llena de luces neón cuyos colores resaltaban incluso siendo de día.

Soobin paró a mirar asombrado por lo grande que era ese centro de recreativos. Tenía 4 pisos con cristaleras, y desde abajo podía visualizar que contaba con una gran cantidad de juegos que jamás había visto.

Recuerda cuando hace años tuvo un caso de un chico que murió en unos recreativos. Aquel no le llegaba a los talones al que está ahora justo enfrente suya. Aún vive en su memoria ese antro lleno de mugre con una cantidad de juegos que se podrían contar con una sola mano, entre ellos el famoso pac-man.

—¿Te enteraste de que Yeonjun será uno de los representantes de Calvin Klein? —escuchó decir a unas de las chicas que estaban por ahí, probablemente de compras por las múltiples bolsas de marcas que cargaban. Al escuchar el nombre de Yeonjun, sus oídos se enfocaron por completo en la conversación.

—¡Sí! Seguro que más adelante irá representando más marcas.

La amiga suspiró—. De eso no me cabe duda, es tan bello que parece irreal —dijo mirando uno de los carteles de Yeonjun promocionando una colonia.

Honestamente, no lo puedo negar, respondió Soobin mentalmente bien orgulloso de su acompañante.

—¿Te imaginas verlo en la vida real?

—Sería genial, ¿y si se enamora de alguna de nosotras con solo mirarnos? —Soobin rodó los ojos al escucharla.

—Tristemente la vida no es un dorama —tras esas palabras ambas rieron y pasaron literalmente al lado de Yeonjun, quien había volteado para indicarle a Soobin que entraran.

Las chicas siguieron caminando como si nada y eso confundió mucho al rubio. ¿No estaban hablando sobre ver Yeonjun? ¿Por qué acaban de pasar de él olímpicamente...? ¿Los humanos son tan ciegos?

Volvió a mirar a Yeonjun y pudo verlo sonriente, esperándolo y haciendo señales con las manos para que fuera rápido.

No es como si su presencia no fuera llamativa como para no darte cuenta de que está justo aquí... Qué malas fans.

Y por mucho que pensara que las chicas eran muy estúpidas por no notarlo, la verdad era que Yeonjun en sí tiene una vida un tanto extraña. La ciudad estaba repleta de anuncios donde él aparece, no cabía duda que se trataba de alguien bastante famoso, y a pesar de eso en la universidad es un completo don nadie y en las calles nadie volteaba a verlo.

A los ojos de Soobin no había mucha diferencia en el Yeonjun maquillado con el natural como para pensar que son dos personas distintas. Los humanos son raros... pensó, aunque investigaría un poco al respecto una vez termine la semana, por ahora lo dejaría pasar, estarían más cómodos pasándolo bien sin fans molestos que lo detengan cada cinco pasos para que firmara autógrafos.

Finalmente se acercó a Yeonjun y ambos entraron siendo invadidos por el divertido ambiente del lugar. Fue como pasar por un portal que los teletransporta a un mundo dónde la única iluminación provenía de los incontables arcades, tragaperras y múltiples juegos más que ninguno de los dos conocía.

Y así empezaron su pequeño pero largo recorrido por todo el local, probando todos los juegos que podían.

—¡Mira este! Creo que es el que vi por internet —informó el castaño acercándose animadamente a una máquina.

Soobin se acercó y simplemente metió una moneda—. ¿Cómo se juega?

Yeonjun le pasó un martillo que estaba unido al juego mediante una cuerda—. Solo debes darle a los topos cuando salgan.

El rubio tomó el martillo y se concentró demasiado en los agujeros. Al principio no lograba darle a todos los topos pero en algún punto no había ni uno que saliera sin llevarse un fuerte martillazo. Al terminar, la máquina mostró que tenía una puntuación muy alta, quedando el cuarto entre todos los que alguna vez jugaron.

—¡Woah, eres bueno! ¿Puedo probar? —ante la pregunta, Soobin insertó otra moneda para que el castaño pudiera jugar.

En su caso le costaba mucho darle a los topos porque se iban muy rápido. Al final obtuvo un puntaje muy por debajo de la media, algo que le hizo hacer un puchero decepcionado mientras Soobin reía por el berrinche silencioso que estaba teniendo.

—Oye, no te rías y dime como lo hiciste.

—Fácil, imaginé que los topos eran tu padre y el subnormal de la uni.

—Oh, supongo que es un método eficaz —dejó el martillo a un lado y siguió por la zona de las máquinas de gancho—. A ver qué tal se te da esto —insertó una moneda y cuando Soobin se acercó le explicó cómo era—. Aquí solo debes mover el gancho con el joystick y darle al botón para que baje. Si tienes suerte conseguirás algo.

El rubio miró el contenido de la máquina, eran todo puros peluches de Kakao Friends. Al buscar minuciosamente qué peluche quería conseguir, pudo ver uno que se parecía al que tenía Yeonjun para dormir. Era esa especie de osito amarillo con cara de poker, que gracias a Yeonjun supo que realmente se trataba de un león sin melena.

Conseguiría ese pensando en que tal vez Yeonjun se alegre al ver que su peluche tendría un acompañante.

Soobin se concentró demasiado en hacer unos cálculos mentales y posicionar el gancho de manera que tome dicho peluche, y cuando creyó que realmente lo consiguió, este cayó antes de que el gancho lo soltara en el orificio donde debería caer para obtenerlo.

—No te frustres, con solo haberlo tomado ya es bastante admirable —halagó Yeonjun al ver como Soobin frunció el ceño.

El rubio chasqueó la lengua y metió otra moneda. No se rendirá, aunque debió haberlo hecho porque acabó gastando demasiadas monedas en esa máquina. Yeonjun no quiso interrumpirle así que simplemente se puso a probar los otros ganchos que habían alrededor, dándose cuenta de que él sí era bueno en eso pues consiguió bastantes cosas.

—¡Lo logré! —exclamó Soobin muy feliz cuando finalmente obtuvo el peluche. Lo sacó, lo levantó en alto como si de un trofeo se tratara y Yeonjun le aplaudió por ello.

Estaba dispuesto a regalarle el peluche a Yeonjun, pero al verlo lo encontró con un gorrito de zorro y una mochila peludita a juego donde había metido los pequeños peluches que consiguió.

—¿Pasaste de chico Rapunzel a chico zorro? —cuestionó con algo de burla.

Yeonjun levantó las manitas e hizo como que eran garras—. Roar —gruñó intentando imitar a un zorro.

—Eres muy adorable —soltó Soobin sin pensar después de reír con ternura. Y aunque tardó en darse cuenta de sus palabras, no se arrepentía de decirlas. Era un hecho que no podía negar, Yeonjun es adorable.

El castaño se ruborizó y colocó ambas manos en sus propias mejillas, notando el calor que provenía de estas. Ahí recordó su sueño, aún no estaba seguro de si aquel chico era Soobin a pesar de haber gritado su nombre, y aunque los sentía muy distintos, decidió ponerlo a prueba.

—¿C-Crees que soy lindo? —preguntó avergonzado.

Soobin giró un poco la cabeza confundido. ¿No hemos tenido ya esta conversación? Se cuestionó. Iba a dar una respuesta simple donde únicamente afirmaba y ya, pero parece que Yeonjun le pilló con la guardia baja, o tal vez era su adorable apariencia la razón por la que acabó respondiendo algo un poco más sentimental.

—Me pareces el ser humano más lindo que existe —admitió sin ningún rastro de burla o duda.

Con esa respuesta, las metafóricas rosas florecientes que crecieron dentro de Yeonjun pasaron a ser un gran campo de flores inofensivas, sin espinas que le hicieran daño. Se estaba sintiendo más vivo que nunca con tan solo una frase, por eso fue fácil llegar a una conclusión sobre ese repentino florecimiento. Yeonjun no tenía duda alguna, estaba seguro de que es Soobin el causante de que esas dolorosas rosas crecieran, pero también es el único que podía hacer que no le hieran. Simplemente viéndolo bastaba para poder sonreír con sinceridad; con solo escucharlo era suficiente para hacerle sentir bien; con solo notar al menos un poquito de afecto por parte del mismo dios de la muerte se sentía curiosamente vivo, no como el muerto viviente que ha sido durante sus 23 años de vida.

Yeonjun bajó la cabeza para que Soobin no pudiera ver su rostro—. G-Gracias —agradeció tan bajo que el rubio no logró escucharlo por culpa de la musiquita de algunos juegos.

—¿Mmh?

Yeonjun volvió a levantar el rostro, esta vez haciendo contacto visual—. Gracias... —repitió más alto—... Gracias por todo lo de hoy, por ayudarme con aquel chico, por el sándwich, por venir conmigo... ¡Gracias por quedarte a mi lado! Pensaba que te irías al segundo día, pero aquí estás. Muchas gracias, en serio, no eres consciente de lo mucho que me hacías falta.

Soobin tardó un poco en procesarlo todo, pues una gran sensación de calidez lo había invadido por completo debido a la mezcla de las palabras de Yeonjun y su mirada llena de sentimientos que le estaba dedicando exclusivamente a él, el dios de la muerte que solo recibía odio y desprecio por parte de los humanos.

Aún no lo sabía, pero necesitaba a Yeonjun tanto como Yeonjun lo necesitaba a él, y en el fondo también tenía emociones floreciendo gracias al castaño.

—No seas bobo, te dije que mientras ande por el mundo mortal nunca estarás solo, y siempre cumplo lo que prometo —recordó dando un leve golpe en la frente de Yeonjun con el nudillo del dedo índice, y le entregó el peluche que consiguió—. Quédatelo, lo gané para ti.

Yeonjun lo tomó emocionado. Soobin lo miró suplicante con un puchero triste, como esperando algo por parte del castaño.

—¡Hiciste un gran trabajo consiguiéndolo, me encanta~, gracias! —fue lo único que se le ocurrió decir a Yeonjun, y parece que eso era lo que Soobin quería escuchar pues se quedó muy satisfecho, y eso se vió reflejado en la linda y contagiosa sonrisa que se formó en sus labios.

Después de eso decidieron irse ya, habían gastado todas sus monedas así que no tenía sentido quedarse.

Al salir del local vieron que estaba atardeciendo, notando así, que pasaron más tiempo del esperado. Probablemente regañarían a Yeonjun cuando llegue a casa por haberse saltado el estricto toque de queda que tenía, pero a ambos no les pudo importar menos.

Subieron a un bus para llegar a la mansión Kim, y durante el trayecto volvieron a compartir auriculares. Ninguno notó que sus manos no se habían soltado desde que salieron de los recreativos, y si lo llegaran a notar no tenían pensado soltarse.

El tercer día llegaría a su fin con ambos teniendo nuevas percepciones sobre el otro. Yeonjun, quién veía a Soobin como alguien frío, ahora sabía que el rubio realmente es alguien muy cálido que a veces tenía actitud de niño pequeño. Y Soobin, que veía a Yeonjun como un tonto que se dejaba herir, ahora lo ve como un lindo humano que tuvo la desgracia de nacer rodeado de escorias.

—Nadie te hará daño en lo que queda de semana, lo prometo —murmuró Soobin luego de colocar bien los mechones rebeldes de Yeonjun, quien había apoyado la cabeza en su hombro al quedarse dormido por la tranquilidad que había en el bus.

Ir a los recreativos: hecho ✓

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top