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an. ، between darkness and light⸺eight ⎰chapter . by cardkgan𓆩﹙𝚠𝚛𝚒𝚝𝚝𝚎𝚗 𝚋𝚢 ┈ 𝚝𝚒𝚗𝚊 𓏲﹚

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El cielo comenzaba a teñirse de un suave anaranjado cuando Daella cruzó los portones secundarios de la Fortaleza Roja, exactamente a la hora que había prometido en su carta. El paseo con Ser Edric había sido todo lo que ella esperaba: un respiro de libertad, una conversación ligera y, por momentos, un silencio tan cómodo que se sentía como un alivio en medio de su vida llena de susurros y miradas calculadas. Sin embargo, al desmontar y entregar las riendas de su caballo a un mozo, no pudo evitar sentir el peso del deber cayendo sobre ella una vez más. 

Subió las escaleras de piedra con calma, asegurándose de que su paso reflejara la serenidad de alguien que no tenía nada que ocultar. No quería levantar sospechas ni atraer preguntas innecesarias. A su llegada a los aposentos, empujó las puertas con suavidad y encontró a Lyanna, su fiel sirvienta y confidente, esperando pacientemente. La joven, siempre atenta, dejó escapar un suspiro de alivio al verla regresar. 

⸻Todo salió según lo planeado, Lyanna, no hay nada de qué preocuparse.⸻murmuró Daella con una sonrisa tranquilizadora, quitándose los guantes de montar mientras se dirigía hacia su tocador. 

Lyanna, siempre perspicaz, notó el leve rubor en las mejillas de Daella y cómo su cabello había perdido algo de su orden habitual tras el paseo. Con un movimiento rápido y acostumbrado, comenzó a desabrochar la capa ligera que cubría los hombros de su señora. 

⸻¿Deseáis que os prepare una tina caliente, mi lady? ⸻preguntó con amabilidad, intuyendo el cansancio en los ojos de Daella. 

⸻Por favor. ⸻respondió ella, dejando escapar un suspiro aliviado. A pesar de haber disfrutado el paseo, el peso del día y las emociones acumuladas comenzaban a hacerse notar. 

Lyanna se apresuró a salir, dejando a Daella sola por unos momentos. La princesa se acercó a la ventana, empujando los pesados cortinajes para observar el horizonte. Desde allí, podía ver cómo la ciudad de Desembarco del Rey empezaba a oscurecerse, con pequeñas luces titilando aquí y allá. Sus dedos se deslizaron distraídamente por el alféizar de mármol, mientras su mente regresaba brevemente a los momentos con Edric y la sensación fugaz de libertad. 

No pasó mucho tiempo antes de que Lyanna regresara, acompañada de otras doncellas que traían cubos de agua humeante. Mientras llenaban la tina de madera tallada, Daella comenzó a deshacerse de sus prendas. Cada broche y cinta que se desataba parecía un pequeño ritual, una forma de desprenderse del día y de las tensiones que traía consigo. 

La habitación se llenó del suave aroma de hierbas, cortesía de Lyanna, quien siempre añadía un puñado de lavanda seca al agua para ayudar a relajar a su señora. Una vez lista, la tina parecía una invitación irresistible. 

⸻Gracias, Lyanna. Puedes retirarte por ahora. ⸻dijo Daella suavemente mientras se deslizaba en el agua, dejando que el calor envolviera su cuerpo y aliviara cada músculo tenso. 

Lyanna asintió con una pequeña reverencia y salió de la habitación, cerrando la puerta con cuidado para no interrumpir la paz de su señora. 

Daella cerró los ojos y dejó que el agua hiciera su trabajo. El agua de la tina era casi hirviente, y cualquier otra persona habría retrocedido ante el calor abrasador. Pero para Daella, descendiente de la sangre del dragón, aquella temperatura era más que soportable; era un consuelo, un abrazo cálido que parecía calmar cada músculo tenso y cada pensamiento inquieto. La fragancia de la lavanda llenaba el aire, mezclándose con el vapor que envolvía la habitación como un velo etéreo. Sus ojos se cerraron mientras su cuerpo se hundía más profundamente en el agua, permitiéndose un momento de descanso, una tregua momentánea de todo lo que la rodeaba.

Mientras descansaba en la tina, el peso de sus pensamientos la aplastó como una losa invisible. Por primera vez en semanas, no había nadie más que el agua caliente y sus propias reflexiones. En la superficie, Daella era todo lo que se esperaba de ella: la hija dulce, educada y hermosa de Alicent Hightower, la joven que parecía irradiar calidez y encanto allá donde iba. Pero, en lo más profundo de su ser, sentía una soledad que no podía expresar en palabras.

Desde que tenía uso de razón, su vida había estado diseñada para agradar. Sonreír cuando se esperaba que lo hiciera, inclinar la cabeza en sumisión ante sus mayores, aceptar los halagos con una humildad ensayada. Pero en el agua caliente, bajo la suave luz de las velas, se permitía ser honesta consigo misma: ¿Era esta la persona que realmente era?

A veces, en la quietud de la noche, se preguntaba si su personalidad era un reflejo verdadero de su alma o simplemente una máscara meticulosamente creada por las expectativas de su familia y el reino. ¿Cuánto de Daella era realmente ella misma y cuánto era el producto de años de entrenamiento, de miradas exigentes, de palabras repetidas hasta que se volvieran automáticas?

Sentía que su vida era una obra de teatro interminable, en la que siempre tenía un papel asignado. Era la dulce Daella, la hija más tierna de los Targaryen, el símbolo de paz y delicadeza en un mundo lleno de intrigas y conflictos. Pero esa dulzura, que todos veían como su mayor virtud, se sentía cada vez más como una prisión.

Por más que estuviera rodeada de personas, algunas genuinamente amables, otras simplemente atraídas por su apariencia o su posición, nunca sentía que alguien la viera realmente. No a ella, sino a lo que había detrás de la sonrisa perfecta y las palabras medidas. La soledad era un eco constante en su vida, un recordatorio de que, a pesar de todo, estaba sola.

El calor del agua no podía disipar la fría verdad que había crecido en su interior: su vida no parecía real. Todo lo que la rodeaba —los salones dorados, las sonrisas ensayadas, los gestos calculados— parecía una simulación, una jaula decorada con el esplendor del poder, pero una jaula al fin y al cabo.

Cerró los ojos y dejó que su cabeza descansara contra el borde de la tina, las gotas de agua resbalando por su cuello hasta desaparecer en el agua. ¿Cuál era su propósito? ¿Era simplemente existir como un símbolo de belleza y gracia para el reino? ¿Ser un premio, una herramienta política, una dulce melodía en un coro donde otros alzaban sus voces más fuertes?

No. Quería ser algo más. Necesitaba ser algo más.

La incertidumbre de lo que le deparaba el futuro la aterraba, pero también despertaba algo en ella, una chispa diminuta que, aunque débil, estaba ahí. Algo dentro de Daella deseaba rebelarse contra esa vida de apariencias, contra el destino que otros habían trazado para ella. Quería encontrar un propósito que no estuviera ligado a su apellido, a su apariencia o a las expectativas que otros tenían de ella.

La sangre de dragón corría por sus venas, pero no podía evitar preguntarse si alguna vez podría encontrar la fuerza para reclamar su lugar en el mundo como algo más que un adorno.

Cuando el agua empezó a enfriarse, Daella finalmente se levantó, dejando que su sirvienta Lyanna la ayudara a vestirse con una bata ligera. Daella se envolvió en una bata de seda color crema, con bordados dorados que reflejaban la luz de las velas. El cabello aún húmedo caía sobre sus hombros, dejando rastros oscuros en la tela ligera. Sus movimientos eran lentos, casi automáticos, como si cada paso la condujera a un destino incierto.

La noche había caído por completo, y el silencio en la Fortaleza Roja era inquietante, como si las mismas paredes conspiraran para guardar secretos.

Caminó hacia su lecho, los pies descalzos rozando la fría piedra del suelo. Se dejó caer en el colchón, mirando al techo con un vacío que no podía explicar.

No encontró respuestas esa noche. No encontró consuelo ni claridad. Solo un vacío que parecía crecer con cada pensamiento. Con los ojos abiertos y las sombras danzando en las paredes, la única certeza que tenía era que, por mucho que intentara, no lograba escapar de la prisión que era su propia mente.

Porque los dragones pueden soportar el calor, pero incluso ellos se queman cuando el fuego no tiene fin.

No tenía hambre, pero sabía que si no se presentaba al comedor, su madre podría notarlo. Alicent no dejaba pasar detalles, y Daella no estaba de humor para responder preguntas que no deseaba contestar. 

Luego de vestirse comodamente con un ligero vestido que cubria su camison para dormir. Avanzó por los corredores, las antorchas parpadeaban, proyectando sombras irregulares que bailaban en las paredes. Pasó frente a un ventanal, y sus ojos se desviaron al cielo. Era una noche despejada, y la luna llena iluminaba los tejados y las torres de la Fortaleza Roja, dándole un aire casi fantasmal. 

Finalmente, llegó a un salón más pequeño, utilizado por la familia cuando no deseaban el formalismo del gran comedor. Allí estaba Alicent, sentada junto a una mesa, con un libro en las manos. Su cabello estaba recogido en un moño simple, y su expresión, aunque serena, tenía un rastro de melancolía. 

⸻Daella, querida. ⸻dijo Alicent, levantando la vista al verla entrar⸻Te esperaba. 

Daella se acercó lentamente, inclinando la cabeza en un gesto de respeto. 

⸻No tenía hambre, madre, pero no quería preocuparla. 

Alicent sonrió levemente y señaló un asiento frente a ella. Daella obedeció, notando cómo el ambiente en la sala parecía más pesado de lo habitual. Un silencio incómodo se instaló entre ellas, roto solo por el crujido de las llamas en la chimenea cercana. 

⸻Hoy te vi paseando por los jardines antes del ocaso. ⸻comentó Alicent, su tono neutro, pero con un subtexto inquisitivo. 

Daella sintió un pequeño nudo formarse en su estómago. Sabía que su madre no solía hacer comentarios sin una intención clara. 

⸻Quería tomar aire fresco. ⸻respondió con suavidad⸻Los jardines son... tranquilos a esa hora. 

Alicent asintió, aunque su mirada parecía examinar a Daella con más detenimiento de lo usual. 

⸻Espero que no estés perdiendo de vista lo que es importante, hija. Estos días no son como antes. Hay demasiados ojos atentos, demasiadas lenguas que podrían malinterpretar incluso el gesto más inocente. 

Daella bajó la mirada hacia sus manos, entrelazadas sobre su regazo. Sentía las palabras de su madre como una advertencia, aunque no podía estar segura de cuánto sabía realmente. 

⸻Siempre tengo cuidado, madre. 

Alicent se inclinó ligeramente hacia adelante, dejando el libro a un lado. 

⸻Sé que tienes cuidado, Daella. Pero también sé que eres curiosa, y que tu naturaleza gentil puede hacerte confiar en quien no deberías. 

El comentario hizo que Daella alzara la mirada, sorprendida por el tono casi crítico de su madre. 

⸻¿He hecho algo que le preocupe? ⸻preguntó, tratando de mantener la voz calmada. 

Alicent suspiró, su expresión suavizándose un poco. 

⸻No. Pero este es un momento delicado para todos nosotros. Quiero que recuerdes quién eres, quiénes somos. Lo que representamos. 

Daella asintió lentamente, aunque las palabras de su madre no aliviaron la sensación de aislamiento que había sentido antes. Por el contrario, parecían reforzar la idea de que era solo una pieza más en el juego político que los rodeaba. 

Apenas había respondido a las palabras de su madre cuando el sonido de pasos resonó suavemente en el pasillo. La puerta se abrió, y Aegon y Aemond hicieron su entrada al salón. Ambos vestían con una elegancia que contrastaba con la informalidad de la reunión, pero sus presencias parecían cargar el ambiente con una tensión sutil. 

Aegon, con su andar despreocupado y mirada ligeramente ausente, fue el primero en hablar. 

⸻Madre, Hermana. 

Aemond, siempre más reservado, inclinó ligeramente la cabeza hacia Alicent y luego hacia Daella. 

⸻Madre, Hermana. 

Daella, acostumbrada a las breves formalidades de sus hermanos, simplemente asintió en respuesta. Los dos hombres tomaron asiento en la mesa sin más preámbulos. El silencio volvió a caer sobre el salón, solo interrumpido por el sonido de los sirvientes que entraron para servir los platos. 

Faltaba Helaena. Alicent frunció el ceño al darse cuenta de la ausencia de su hija. 

⸻¿Y Helaena? ⸻preguntó con un tono de preocupación, mirando a Aegon y Aemond. 

Aegon, con su típica indiferencia, levantó una mano mientras tomaba su copa de vino con la otra. 

⸻Dijo que no tenía hambre. No te preocupes, madre, seguramente está con los niños o en sus propias cosas. Ya sabes cómo es. 

Alicent suspiró, claramente insatisfecha con la respuesta, pero no presionó más. 

⸻Helaena siempre ha sido... peculiar, pero últimamente parece más distante. ⸻comentó en voz baja, más para sí misma que para los demás. 

Aemond mantuvo su mirada fija en el plato frente a él, mientras Aegon hacía un gesto con la mano como si quisiera disipar cualquier preocupación. 

⸻Madre, con todo respeto, no creo que sea algo que deba inquietarte esta noche. ⸻Luego, se dirigió a Daella, con una media sonrisa burlona⸻ Hermana, ¿no comes? Pareces más distraída que de costumbre. 

Daella levantó la mirada hacia Aegon, pero no respondió de inmediato. Su hermano mayor siempre tenía esa habilidad de disfrazar comentarios agudos bajo un tono ligero. 

⸻Estoy bien, Aegon. ⸻respondió suavemente, sin dejar que su voz reflejara más que cordialidad. 

Aegon soltó una breve risa, pero no insistió. Mientras tanto, Aemond la observaba de reojo, sin participar en la conversación, como era habitual en él. 

Cuando Alicent preguntó por Helaena, el pensamiento fue inmediato para Daella. Sentía una afinidad especial por su hermana menor, una que no compartía con el resto de su familia. Helaena siempre había sido distinta, perdida en su propio mundo, y quizás por eso, Daella se sentía protectora hacia ella. Pensó en ir a visitarla más tarde, quizás llevarle un pequeño pastel o algo dulce. Sabía que Helaena a veces se olvidaba de comer, especialmente en sus momentos de ensimismamiento.

La cena continuó en un silencio incómodo. Aunque estaban sentados juntos, la sensación de lejanía entre los miembros de la familia era palpable. Daella apenas probó bocado, concentrada en sus pensamientos. Su madre hablaba esporádicamente, intentando mantener algo de normalidad, pero era evidente que incluso Alicent tenía la mente en otro lugar. 

Aegon, por su parte, parecía más interesado en su copa de vino que en la comida, mientras que Aemond, meticuloso como siempre, comía en silencio, con movimientos precisos y sin levantar la mirada más de lo necesario. 

Cuando la cena concluyó, Alicent fue la primera en retirarse, seguida por Aegon, con su típico aire de desinterés, y finalmente, Aemond. O eso parecía. Daella permaneció sentada unos momentos más, absorta en sus pensamientos sobre Helaena y el peso de las expectativas que parecían rodearla por completo.

Sin embargo, al levantar la mirada, se dio cuenta de que Aemond no se había marchado. Su figura alta y silenciosa seguía al otro extremo de la mesa, observándola con una expresión indescifrable.

⸻¿No piensas retirarte, hermano? ⸻preguntó Daella, tratando de sonar despreocupada, aunque el ambiente se sentía extraño, casi tenso.

Aemond tomó un sorbo de su vino, sin apartar la mirada de ella.

⸻No tengo prisa.

El silencio que siguió no era incómodo, pero tampoco cálido. Aemond, como siempre, parecía estar meditando algo, y Daella lo conocía lo suficiente como para saber que no era alguien que hablaba sin un propósito, tal en común como su madre.

⸻Helaena no debería aislarse tanto. ⸻dijo finalmente, su tono bajo y casi reflexivo.

Daella asintió, sorprendida de que tocara ese tema.

⸻Estaba pensando en llevarle algo. No creo que haya comido esta noche.

Aemond inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras.

⸻Eres demasiado buena con todos, hermana. Incluso con quienes no lo merecen.

El comentario la tomó por sorpresa. No estaba segura de si era un reproche, un cumplido o algo más.

⸻Helaena no tiene culpa de nada. ⸻respondió, algo a la defensiva.

⸻No hablaba de Helaena. ⸻replicó Aemond, con una ligera curva en sus labios que podría interpretarse como una sonrisa.

Daella frunció el ceño, pero decidió no seguirle el juego. En lugar de eso, desvió la mirada hacia la copa de vino frente a ella, girándola distraídamente entre sus dedos.

⸻¿Por qué te quedaste realmente?

Aemond no respondió de inmediato. Su único ojo la observó con una intensidad que hizo que Daella se sintiera expuesta, como si él pudiera ver más allá de lo que mostraba al mundo.

⸻No tenía prisa por irme. ⸻Volvió a repetir, hizo una pausa antes de añadir, casi en un susurro⸻: Y tampoco quería dejarte sola.

El aire en la sala pareció volverse más denso. Daella no supo cómo responder a eso, así que decidió ignorar la última parte de su comentario.

⸻Deberías descansar. Ya es tarde.

Aemond se levantó entonces, con una gracia contenida que siempre lo caracterizaba. Dio unos pasos hacia la salida, pero antes de cruzar la puerta, se detuvo y giró ligeramente la cabeza hacia ella.

⸻Si decides visitar a Helaena, avísame. Prefiero que no vayas sola.

Y con eso, se marchó, dejando a Daella con una mezcla de confusión y una sensación que no podía nombrar. Había algo en la forma en que Aemond la miraba, algo que no lograba entender pero que la inquietaba profundamente.

Cuando el eco de los pasos de Aemond se desvaneció por el pasillo, Daella dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. Se quedó en la mesa unos minutos más, como si el peso del día necesitara ser dejado atrás antes de levantarse. 

El vino frente a ella ya había perdido su calidez, pero lo giró entre sus dedos por un instante, reflexionando sobre las palabras de su hermano. No encontraba lógica en su ofrecimiento de acompañarla; después de todo, era solo una visita a Helaena, algo que había hecho muchas veces antes, sola y sin incidentes. Sin embargo, había algo en su tono que no lograba quitarse de la mente. Una incomodidad sutil pero persistente. 

Finalmente, Daella se puso de pie, alisando las delicadas capas de su vestido para luego topar una pequeña tarta de vanilla antes de salir del comedor. Los pasillos de la Fortaleza Roja eran oscuros, iluminados solo por antorchas que proyectaban sombras largas y danzantes en las paredes de piedra. Con pasos ligeros, se dirigió hacia los aposentos de Helaena, llevando consigo la intención de consolar a su hermana. 

Mientras caminaba, el silencio del castillo se sentía más pesado de lo habitual, casi opresivo. Sus pensamientos no dejaban de divagar hacia Aemond, hacia esa mirada intensa que parecía buscar algo más allá de lo que ella estaba dispuesta a ofrecer. Había admirado a su hermano de pequeña, incluso después de la tragedia en Driftmark. Pero ahora, sus interacciones con él la dejaban con un nudo en el estómago, como si cada palabra tuviera un peso que ella no lograba comprender. 

Al llegar a la puerta de Helaena, tocó suavemente, dejando que sus nudillos apenas hicieran ruido contra la madera. 

⸻¿Helaena? Soy yo, Daella. 

No hubo respuesta inmediata, pero después de un momento, escuchó un murmullo suave al otro lado de la puerta. Daella la abrió lentamente, asomándose con cuidado. 

El cuarto de Helaena estaba como siempre: una mezcla de caos y encanto. Libros abiertos, pequeños frascos con insectos cuidadosamente recolectados, y bordados inacabados decoraban el espacio. Su hermana estaba sentada junto a la ventana, con la mirada perdida en el cielo nocturno. 

⸻Helaena... ⸻dijo Daella con suavidad, entrando y cerrando la puerta tras de sí⸻Pensé que te gustaría algo dulce. No es bueno saltarte la cena. 

Helaena giró lentamente la cabeza hacia ella, sus ojos grandes y soñadores enfocándose en su hermana menor como si recién la notara. 

⸻Los sueños no tienen hambre. ⸻murmuró, aunque Daella detectó una ligera sonrisa en su rostro. 

Daella se acercó, dejando el pequeño pastel que había traído sobre una mesa cercana. 

⸻Pero tú sí, querida hermana. Al menos prueba un bocado, por mí. 

Helaena asintió distraídamente, sus dedos delicados tomando el pastel mientras su mirada volvía al cielo. 

⸻¿Por qué estás despierta tan tarde? ⸻preguntó, su tono distante pero curioso. 

⸻Quería verte. Estaba preocupada. 

Helaena la miró nuevamente, esta vez con una dulzura que era rara en ella. 

⸻Siempre tan atenta, Daella. Pero no deberías preocuparte tanto. No todo en el mundo es tan terrible como parece. 

Las palabras, aunque suaves, hicieron eco en el corazón de Daella. Pensó en Aemond, en su madre, en el peso que cargaba sin saber siquiera por qué. Y mientras Helaena hablaba de estrellas, sueños y cosas que Daella apenas entendía, se dio cuenta de que su hermana, en su peculiar manera, estaba más en paz que ella misma. 

Pasaron un rato en silencio, compartiendo ese espacio entre dos mundos: el de los sueños de Helaena y las inquietudes de Daella. Finalmente, Daella se levantó, colocando una mano cálida sobre el hombro de su hermana. 

⸻Descansa, Helaena. Si necesitas algo, sabes dónde encontrarme. 

Helaena asintió, aunque su atención ya estaba lejos. Daella salió del cuarto, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella. 

El camino de vuelta a sus aposentos se sintió más solitario que nunca. Los pasillos parecían alargarse, las sombras más profundas, y el peso de sus pensamientos más insoportable. 

Cuando Daella regresó a sus aposentos, el silencio la recibió con una calma inquietante. Cerró la puerta tras de sí, se permitió un suspiro hondo y se acercó a su cama, donde se dejó caer, exhausta no solo por el día, sino por el peso de su mente. Los ecos de la conversación con su hermana resonaban en su cabeza, pero había algo más. Algo que persistía, esa sensación inconfesable que no lograba descifrar. 

La habitación estaba decorada de manera sencilla pero elegante, reflejando su naturaleza. Los colores suaves y los detalles refinados contrastaban con la dureza de sus pensamientos. Se deshizo del vestido de la cena con movimientos mecánicos, como si las prendas fueran una carga, y se acomodó en la cama, abrazando una almohada. 

El silencio del castillo era absoluto, pero por dentro, Daella estaba llena de ruido. Las palabras de su madre, las de Aemond, el rostro de Helaena… Todos estos elementos se entrelazaban en su mente, como hilos en un tapiz que no lograba entender. 

De repente, como si los muros de su habitación pudieran escuchar, Daella rompió el silencio con un susurro apenas audible: 

⸻¿Quién soy yo, realmente? 

No había respuesta. Solo el susurro del viento que atravesaba las ventanas entreabiertas. 

A su edad actual era capaz de reconocer que se sentia como una marioneta de seda, cuidadosamente adornada para agradar a todos, pero movida por hilos invisibles que nunca había aprendido a manejar. Su madre, siempre tan atenta a la apariencia y al deber; sus hermanos, cada uno con sus propias luchas y sombras; incluso los sirvientes que la miraban con un respeto teñido de cautela. Todos parecían esperar algo de ella, algo que nunca terminaba de comprender del todo.

Daella cerró los ojos y dejó que sus pensamientos fluyeran sin contención. Volvió al día de la cena en Driftmark, aquella noche que había cambiado todo. Recordó cómo los gritos llenaron la sala, el chorro de sangre que brotó del rostro de Aemond, las miradas llenas de odio y miedo. Jacaerys estaba allí, más joven, más inocente. Había intentado defender a su hermano, pero también había mirado a Daella con una mezcla de culpa y compasión.

Esa noche se podía clasificar como el fin de su inocencia pura, en donde no era capaz de darse cuenta como era manejada para el reino, como al ser pequeña, parecía vivir en una burbuja de paz, diversión y alegría. Una burbuja que fue pichada desde ese entonces.

hola mis cielos, quería dejar una aclaración, no recuerdo si ya la hice antes, pero por las dudas !!

hasta uno de los recientes capítulos, específicamente, el de la sucesión de Drikmak, donde Vaemond Velaryon se va con diosito. La historia le estaba siendo fiel a la serie en tiempos, pero decidí después de eso, hacer una pausa con las cosas que suceden en la serie.

¿Por que? Por que quiero introducirles un poco más sobre Daella, tanto su personalidad, como su relación con los personajes de la casa del dragón, antes de que suceda todo tal cual en la serie.
Se darán cuenta que esos capítulos creados totalmente por mi, acabarán cuando la cena en donde Aemond y Jacaerys se dan unos madrazos, suceda, osea que cuando pase eso, estaré retomando los tiempos de la serie.

Todo esto es con el propósito de no hacer un personaje vacío, si respeto los tiempos de la serie, no habrá mucho que decir sobre Daella, así que por eso preferí agregar un par de días luego de la llegada de Rhaenyra y sus hijos al reino.

Espero que hayan entendió y con ello, agradado el capítulo, si tienen dudas sin problema les responderé.♡

45 votos para el siguiente capitulo.

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