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───── chapter 07 ─────

SOMBRAS DEL PASADO

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LOS EVENTOS CONTINUARON, Y CADA DOJO MOSTRABA
su fortaleza no solo individual, sino como equipo. Jud y Kwon, aunque todavía no se llevaban del todo bien, lograron encontrar un ritmo que funcionaba. Chocar las palmas como señal de victoria tras cada combate se había convertido en un hábito entre ambos, un gesto casi mecánico.

Axel, observando desde la distancia, intentaba ignorarlo... o al menos eso intentaba convencerse de hacer. A diferencia de Robby, quien parecía completamente distraído por la presencia (o ausencia) de Tory, Axel canalizaba esos sentimientos negativos que le provocaba ver a Kwon tan cerca de Jud. Usaba esa frustración como combustible, despachando a sus oponentes con rapidez y determinación.

Con Cobra Kai en tercer lugar, Iron Dragons en primero y Miyagi-Do ocupando un distante undécimo lugar, Kreese estaba más que satisfecho con el desempeño de sus estudiantes.

—Dios, estoy agotada. —Tory dejó caer su cuerpo en la banca junto a Jud, soltando un largo suspiro.

—Y eso no es nada. —Jud respondió mientras masajeaba su nuca, sintiendo la tensión acumulada.

—Vamos, niñas, aún nos faltan dos eventos más. —Yoon, sentado frente a ellas, les dirigió una sonrisa mientras tomaba de su botella de agua.

—Y las eliminaciones no comienzan hasta la segunda ronda. —Kwon apareció entre todos, su mirada fija en Jud.— Te necesito concentrada.

Jud alzó una ceja, claramente irritada.

—¿Por qué me lo dices como si no lo estuviera?

—A lo que me refiero es que deberías cerrar la boca en cada combate. —Kwon dio un paso hacia ella, enfrentándola directamente.

—¿De qué hablas? —Jud se levantó de su lugar, cruzándose de brazos.

—Tiger Strike y otros dojos ya te odian porque nunca te callas mientras peleas.

Jud rodó los ojos y soltó una carcajada.

—Draga, la de Tiger Strike. —Sonrió con desdén.— Esa idiota me odia porque la derribé a dos segundos de haber tocado la lona.

Kwon tensó la mandíbula, claramente molesto.

—Te estás ganando enemigos, y nos estás arrastrando contigo. —Señaló a los demás con un movimiento de la mano.

—Si a mí no me importa, ¿por qué te importa a ti? Es una competencia, ¿o no?

Kwon negó con la cabeza, su paciencia al borde del límite.

—Deberías aprender a callarte mejor. —Al pasar junto a ella, le dio un leve empujón con el hombro antes de salir de los vestidores.

—Idiota. —Jud murmuró con frustración, apretando los puños.

—No es por apoyarlo, pero tiene razón. —Yoon habló con voz baja, mirando al suelo.— En la lona podemos defendernos, pero fuera de ella no. Algunos de los otros dojos nos empujan o murmuran cosas cuando pasamos.

Jud miró a ambos, claramente contrariada.

—¿Desde cuándo nos importa lo que digan de nosotros?

Tory y Yoon se miraron entre sí, pero no respondieron. Su silencio decía más de lo que las palabras podían expresar.

—Bien. —Jud agarró su maleta con brusquedad, girándose hacia la puerta.

—Judith... —Tory intentó detenerla, pero fue inútil.

—No, está bien. —La voz de Jud sonó más baja, pero aún firme, antes de salir del vestidor.

Sabía, en el fondo, que Kwon tenía algo de razón. Pero admitirlo era un peso que no estaba lista para cargar.

Jud, buscando escapar de los pensamientos oscuros y sus propias batallas internas, decidió dirigirse a su habitación para intentar descansar un poco.

Cuando entró al elevador, agradeció que estuviera vacío. Pero justo antes de que las puertas se cerraran, una mano las detuvo. Jud se tensó al reconocer a Sam en la entrada. La chica dudó un momento antes de hablar.

—Oh, lo siento, ¿puedo entrar?

Jud vaciló, incómoda, antes de responder con torpeza:

—Oh... sí, claro. Adelante. —Se hizo a un lado, permitiéndole el paso.

Sam entró, trayendo consigo una ola de tensión palpable que llenó el elevador. Ambas se mantuvieron en silencio, observando las frías y metálicas paredes como si fueran fascinantes.

—Les está yendo bien, ¿eh? —Sam rompió el silencio, su tono amistoso aunque cauteloso.

—Sí... algo así. —Jud evitó mirarla, fijando su atención en el suelo.

—¿Algo así? —Sam arqueó una ceja, sorprendida por la modestia.— Literalmente están en tercer lugar en la tabla.

Jud sonrió débilmente y se encogió de hombros.

—Ustedes tampoco lo están haciendo mal. —Intentó animarla, aunque su tono no sonaba del todo convencido.

—Lo estamos haciendo terrible. —Sam soltó una risa suave.— Bueno, un undécimo lugar no está tan mal, ¿cierto?

—No... en realidad les está yendo muy bien. —Jud respondió con una sonrisa tenue, siguiéndole la corriente. Ambas rieron por unos segundos.

—Tú y Tory nos hacen falta. —Sam habló más seria esta vez, con un ligero toque de tristeza en su voz.

—Bueno, si intentaban sustituirnos con Devon o Demetri... créeme, eso sí nos ofende. —Jud bromeó, arrancándole a Sam una sonrisa de lado.

—Todos lo hemos estado haciendo terrible. —Sam bajó la mirada, su tono adquiriendo un matiz más sombrío.— Solo... ¿por qué? —Levantó la vista hacia Jud.— ¿Por qué se fueron?

Jud suspiró y desvió la mirada antes de responder:

—¿Por qué nos fuimos? —Repitió, casi para ganar tiempo.— Bueno, la razón de Tory es obvia. La gritó cuando intentaba desahogarse después de la muerte de su madre, en su combate contigo.

Sam bajó la mirada, recordando con claridad la expresión de Tory aquel día.

—¿Crees que debieron dejarnos terminar? —preguntó Sam en voz baja.

—Sí. —Jud respondió sin titubear.— Pero Daniel siempre buscará beneficiar a los que ama.

—Él intentó ayudarte cuando tu padre... —Sam se detuvo al ver cómo Jud se tensaba al instante.— Cuando Silver... ya sabes.

Jud apretó la mandíbula, sintiendo el peso de esas palabras, y la miró por primera vez en toda la conversación.

—Eso es lo que crees. Pero yo nunca tuve una oportunidad real de ganar contra ti o Tory para ser elegida como capitana en el Sekai Taikai. —Hizo una pausa, su mirada cargada de frustración.— Daniel nunca me quiso en su dojo desde el inicio. Todos ahí me odian por ser hija de ese monstruo.

—Yo nunca te juzgué por eso. —Sam habló con sinceridad, intentando suavizar la conversación.— Solo... creí que éramos amigas.

Jud bajó la mirada, sin saber qué decir. Un incómodo silencio se instaló entre ellas, roto únicamente por el sonido de los botones cuando Jud comenzó a presionar repetidamente el del nivel donde debía bajarse.

—¿Cuánto tarda esta mierda? —murmuró, impaciente.

Cuando las puertas finalmente se abrieron, Jud salió del elevador con rapidez, sin mirar atrás.

—Siempre habrá un lugar en Miyagi-Do para ti. —La voz de Sam resonó antes de que las puertas se cerraran, dejándola sola dentro.

Jud se quedó parada frente al elevador, viendo cómo las puertas se cerraban. Susurró para sí misma:

—Sabes que eso no es cierto.

Y con esas palabras, la conversación terminó. Jud se dio la vuelta, deseando escapar de todos, pero el destino parecía tener otros planes para ella ese día. Frente a la puerta de su habitación, sentado con una paciencia inquietante, Miguel la estaba esperando.

—Dios, ya suéltame. —murmuró para sí misma mientras rebuscaba las llaves en su bolsillo.

—Jud. —Miguel se levantó rápidamente al verla.

—No soy yo, no quiero hablar, no quiero escuchar, no estoy, no estaré, y no presto dinero. —Jud soltó de corrido, sin darle oportunidad de hablar.

—Muy graciosa. —Miguel se apoyó en el marco de la puerta, observándola mientras intentaba abrirla apresuradamente.

—No lo estoy siendo. —Jud esbozó una sonrisa irónica antes de finalmente abrir la puerta. Pero antes de que pudiera cerrarla, Miguel la detuvo con una mano.

Jud exhaló con resignación, sabiendo que era inútil resistirse. Rodó los ojos y se adentró en su habitación, dejando la puerta abierta en un gesto que, a regañadientes, le daba permiso de entrar.

—Tenemos que hablar de lo que pasó. —Miguel cerró la puerta tras él, siguiéndola.

—No, no tenemos. —Jud negó con la cabeza y cruzó los brazos, mirándolo con firmeza.

Miguel guardó silencio por un momento, intentando elegir sus palabras con cuidado. Sabía que el tiempo era limitado, pero cada palabra parecía un riesgo. Mientras pensaba, recorrió la habitación con la mirada, observando los detalles.

—¿Compartes con Tory, no? —preguntó casualmente.

—Mhm. —Jud asintió apenas, pronunciando un sonido corto mientras mantenía los brazos cruzados.

—Lindo, lindo. —Miguel asintió, intentando mantener la conversación ligera.

—Sí, lamento que tú no tengas una habitación igual de linda. Esa te la ganó Kwon. —Jud sonrió, recordando con satisfacción lo que había ocurrido en el acuario.

—Fue culpa de Robby. —Miguel frunció el ceño al recordarlo, casi recuperando la furia que había sentido en aquel momento.

Miguel caminó un poco más, hasta llegar a la cama de Jud, donde un par de peluches descansaba lado a lado.

—¿Trajiste a Wall-E? —preguntó con una sonrisa mientras tomaba el peluche.

—¿Crees que iría a algún lugar sin él? —Jud se lo arrebató de inmediato, mirándolo con desconfianza.

—Ese es nuevo. —Miguel señaló un pingüino entre los demás, pero esta vez no se atrevió a tocarlo. Sabía que corría el riesgo de ganarse una patada.

—Sí, un regalo. —Jud sonrió con inocencia fingida, anticipando la reacción de Miguel.

—¿Ah, sí? ¿De quién? —preguntó, acercándose a ella. Jud, por instinto, retrocedió hacia la puerta.

—¿Qué te importa? —dijo mientras abría la puerta de golpe, dejándole claro que la conversación había terminado.

—¿De Kwon? —insistió Miguel con una ceja levantada, pero no tuvo tiempo de decir más.

Jud, sin pensarlo dos veces, lo tomó de la camiseta y lo empujó fuera de la habitación.

—No, y si fuera así, ¿Qué?

—Kwon es un idiota. —Miguel se giró hacia la puerta, claramente molesto.

—No más que tú. — añadió, con un tono lleno de frustración — Ocúpate de tus asuntos, Díaz, y ve con Sam... o con quien sea, pero vete.— cerró la puerta frente a él con un movimiento rápido.

Miguel, derrotado y sin palabras, se quedó frente a la puerta cerrada, sabiendo que no conseguiría más respuestas por esa noche.

Jud suspiró profundamente, recargándose contra la pared con un cansancio que no era solo físico. Primero Sam, luego Miguel. Irónicamente, la pareja que había sido el eje de uno de los capítulos más confusos de su pasado. Una verdad enterrada que solo compartían ella y Miguel, un secreto tan delicado que cualquier chispa podía hacerlo estallar.

El roce entre ellos era inevitable, pero cada encuentro parecía añadir una tensión casi insoportable. Jud sabía que la rivalidad entre los dojos no era lo único que aumentaba la presión entre ambos. Había algo más, un peso invisible que seguía a cada palabra, cada mirada. Algo que ella prefería ignorar, aunque sabía que no podría hacerlo para siempre.























































































WATER FOUNTAIN ❞ just in Wattpad
by Eli_fanfic / Lizzie Arellano

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