VACÍO

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Ambientado en el pasado.

◼️ La muerte de Miya destrozó a su hermano, llevándose consigo una parte de su alma y dejando en Kiyo un vacío imposible de llenar. No solo tuvo que vivir la pesadilla de ver morir a su gemelo en sus brazos, tuvo que enfrentarse a la desgarradora tarea de contarle a Mamasagi lo ocurrido. Al entregarle el cuerpo de su esposo, la vió romperse por completo, sumida en una desesperación incontenible. Mamasagi lloraba en negación, su mente incapaz de aceptar que su marido, el hombre que tanto amaba, se había ido para siempre

◼️ Entre sollozos, Mamasagi le exigía una explicación, pero Kiyo apenas podía sostenerle la mirada, abrumado por la culpa. Cada intento de hablar se ahogaba en su garganta, hasta que finalmente logró explicarle lo ocurrido, aunque nada de lo que decía podía aliviar el dolor de su cuñada. La realidad era simplemente insoportable: aquella misma mañana, Miya había salido a trabajar, y ahora regresaba sin vida

[...]

◼️ Con el apoyo de amigos y seres queridos, lograron reunir el dinero necesario para el velorio, que tendría lugar en casa de Mamasagi, permitiéndole despedirse junto a sus familiares más cercanos. Sin embargo, había una notable ausencia: el hijo de Miya. Mamasagi le pidió a Yuki que cuidara de su niño durante esos días; no quería que el último recuerdo de su hijo hacia su padre fuera su imagen en el ataúd

◼️ Así que, durante el velorio de Miya, Yuki permaneció en casa con su sobrino y su propio hijo, esforzándose por ser fuerte para ambos niños. La muerte de Miya también la había destrozado, tanto por el dolor de perder a su cuñado como por ver a su esposo, consumido por el dolor y la culpa

◼️ Miya Jr, con la incomprensión propia de su edad, le rogaba a su tía que lo dejara ver a su papá. Yuki, intentando ser fuerte, le negaba su petición, pero cada súplica rompía su corazón aún más. Sabía que su sobrino entendía de algún modo lo que era la muerte, pero tratándose de su propio padre, toda lógica parecía desvanecerse

◼️ Yuki contenía el llanto para apoyar a su sobrino y este no dejaba de llorar y preguntar por su padre, sin entender por qué no podía verlo ni abrazarlo una última vez

◼️ En el velorio, Mamasagi buscaba refugio en los brazos de Kiyo. Él temía que, en algún momento, su cuñada estallara en enojo y lo culpara por la tragedia, pero ella jamás lo hizo. Sí, ella estaba enojada con los hombres que asesinaron a su esposo, pero no podía enojarse con Kiyo; si bien, Mamasagi había perdido al amor de su vida, su cuñado había perdido a su gemelo... su otra mitad

◼️ Kiyo permanecía en un profundo silencio, pero las lágrimas caían sin detenerse de sus ojos. No pronunciaba ni una sola palabra; en cambio, en su mente se repetían incesantemente pensamientos de arrepentimiento y culpa, suplicando perdón a su hermano, a su cuñada y a su sobrino

◼️ Lo atormentaba la idea de que, quizás, si hubiera guardado silencio ante su patrón, su hermano seguiría vivo. Las escenas de aquel momento lo torturaban; imaginaba que, si en lugar de protegerse él mismo hubiera prestado atención a Miya, quizá hubiera podido salvarlo. Estos pensamientos lo llenaban de rabia, una furia que se dirigía a sí mismo

◼️ Al mismo tiempo, Mamasagi intentaba, en medio de su tristeza, encontrar calma. Durante breves momentos lograba detener sus lágrimas, pero el vacío que sentía al pensar en un futuro sin su esposo la derrumbaba de nuevo. Cada pensamiento era un tormento. En sus sueños, había imaginado envejecer al lado de Miya, disfrutando juntos de su hijo y de futuros nietos. La realidad ahora era amarga y cruel; debía enfrentar el hecho de que, cada noche, iría a dormir sola, sin los brazos de su esposo rodeándola. Y cada mañana, despertaría sin verlo a su lado

◼️ Kiyo sabía, aunque le doliera en el alma, que lamentarse no cambiaría la realidad. No existía forma de revertir el tiempo ni de devolver a Miya. Su hermano se había ido, y con su partida, debía asumir una responsabilidad aún mayor; no solo era el sostén de su propia familia, ahora también lo sería para Mamasagi y su hijo

◼️ Kiyo tenía bien presente la promesa que le hizo a su hermano: encargarse de su familia cuando él faltara. Pero ahora sin trabajo, parecía difícil cumplir la voluntad de Miya. Sin embargo, buscaría la manera de mantener a ambas familias, aunque eso significara un sacrificio mayor...

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