PERDÓNAME

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Ambientado en el pasado.

◼️ Dios, en su misteriosa forma de actuar, bendice a algunos con familias hermosas, como a Miya y Kiyo, pero les aprieta el alma con la incertidumbre de si al siguiente mes podrán llevar pan a la mesa. A otros, por el contrario, los maldice con la soledad, pero les otorga el poder... Tal fue el caso de su patrón

◼️ Aquel hombre, avaro y despiadado, sabía perfectamente el control que ejercía sobre quienes dependían de él. Disfrutaba jugar con las necesidades de sus empleados, y oh, disfrutó mucho cuando la crisis golpeó al pueblo

◼️ Si era tan terrible patrón, ¿por qué Miya y Kiyo aguantaron tanto? La respuesta es simple: no tenían otra opción. La crisis había reducido las oportunidades de empleo a casi nada, y aquellos que aún tenían trabajo, como ellos, se consideraban «afortunados»> Pero esa fortuna tenía un alto precio: humillaciones, malos tratos y la constante sensación de estar encadenados a una vida de abuso y servidumbre

◼️ Una tarde como cualquiera, al comenzar a bajar el sol, los campesinos empezaron a reunirse para recibir la paga por lo trabajado en la semana, entre ellos, los hermanos. A Kiyo le urgía recibir su sueldo, ya que se aproximaba el pago de la renta de su casa, y sin ese dinero, no habría forma de cubrirlo. Por otro lado, Miya tenía gastos relacionados con la escuela de su hijo

◼️ Los trabajadores hicieron una fila y uno a uno fue recibiendo un sobre que contenía su sueldo. Cuando tocó el turno de los hermanos, ambos recibieron el sobre y comenzaron a alejarse de ahí, pero cuando Kiyo lo abrió y contó la cantidad, se detuvo, molesto. El calor del enojo lo recorrió de pies a cabeza, y su semblante se endureció al darse cuenta que faltaba dinero en su paga

◼️ "Kiyo, no..." pronunció Miya, con tono de advertencia. Conocía a su gemelo y lo explosivo que podía ser, y aunque entendía su frustración, sabía que no era buena idea enfrentarse al patrón de esa manera. Sin embargo, no pudo impedir que Kiyo, lleno de rabia, se diera la vuelta y regresara a reclamar

◼️ Kiyo se plantó frente a su jefe, con el ceño fruncido. "Me falta dinero" exclamó con voz firme

◼️ Su patrón ni siquiera le dirigió la mirada, concentrado en seguir entregando los sueldos a los demás trabajadores. "Te desconté el día que llegaste tarde" respondió con indiferencia. "Es lo justo"

◼️ Kiyo apretó con fuerza el sobre. "Le expliqué que llevé a mi mujer al doctor porque estaba enferma. Además, me quedé a reponer las horas de retardo" insistió, intentando mantener la calma

◼️ Esta vez, su patrón se giró lentamente hacia él, con una sonrisa desdeñosa. "De ustedes dos" dijo señalando a los hermanos con la barbilla. "Tú, Kiyo, eres el que más jode. La semana pasada te excusaste diciendo que tu hijo se enfermó, y ahora tu esposa... ¿no puedes inventarte una chingadera más convincente?"

◼️ Kiyo lo miró fijamente, sin bajar la vista. "Es la verdad"

◼️ "Pues qué familia tan más pinche enfermiza tienes" replicó, su tono lleno de sarcasmo y desdén

◼️ Kiyo no pudo contenerse y lo empujó con fuerza. Dió un paso hacia adelante para dejarse ir encima, pero antes de hacerlo, su hermano lo sujetó por detrás. "¡Kiyo, basta! Ya vámonos" intervino antes de que todo empeorara

◼️ "¡Váyase a la mierda!" le gritó Kiyo mientras era jalado por su hermano

◼️ Cuando ambos salieron de la propiedad de su jefe, tomaron el camino de regreso a su hogar. Sin una camioneta que los transportara, tuvieron que recorrer a pie el extenso tramo de terracería. El silencio se alargó entre ellos, pesado y tenso, hasta que, al haberse alejado lo suficiente, Miya no pudo contenerse más

◼️ "No debiste volver" dijo con dureza, dejando salir la frustración que lo carcomía. "Sabes que nunca sale nada bueno de enfrentarse a ese cabrón"

◼️ Kiyo continuó caminando sin inmutarse, ignorando el reclamo. A pesar de sentir la mirada furiosa de su hermano clavada en él, no la correspondió, manteniendo su vista fija en el camino

◼️ "No me sorprendería que, por tu chistecito, no nos paguen la próxima semana..." insistió Miya, su voz cargada de molestia

◼️ Fue entonces cuando Kiyo se detuvo abruptamente, obligando a su gemelo a hacer lo mismo. Giró levemente la cabeza, su rostro mostrando cansancio y fastidio.  "¿Sabes qué me sorprende?" espetó Kiyo, claramente irritado. "Que te hayas quedado con el hocico cerrado. Hasta parece que te sobra el chingado dinero"

◼️ Miya apretó los dientes, sintiendo cómo las palabras de su hermano lo herían. "¡No me sobra, Kiyo!" respondió exaltado. "Necesitaba ese sueldo tanto como tú, pero sé que si le reclamo al pendejo de nuestro patrón, es casi seguro que me quede sin trabajo" su voz comenzó a quebrarse de la impotencia. "Y ni tú ni yo podemos darnos el lujo de ser desempleados"

◼️ Ambos se miraron fijamente, agitados. Kiyo guardó silencio una vez más, pero sus ojos comenzaron a humedecerse del coraje. Miya suavizó el gesto en su rostro, a uno de tristeza, y abrazó a su hermano con fuerza, consolándolo. "Perdóname, Kiyo"

◼️ Kiyo hundió su rostro en el sarape de su hermano, dejándose abrazar. "Lo... lo lamento" murmuró. "Pero ese cabrón me dió en mi madre al mencionarme a Yuki y Yui"

◼️ "Lo sé" Miya acarició su espalda en un intento de calmarlo. "Mira, puedo darte parte de mi dinero para que completes lo de la renta, por eso no te preocupes"

◼️ "Miya..."

◼️ Ambos fueron interrumpidos por una luz que los alumbró a lo lejos. Era una camioneta que se aproximaba rápidamente. El vehículo se detuvo de golpe frente a ellos, levantando una nube de polvo que los cegó momentáneamente. Cuando la tierra se asentó, vieron descender a cinco hombres. Para cuando Miya y Kiyo lograron enfocar la mirada, ya era demasiado tarde

◼️ "¡El patrón les manda un regalito!" gritó uno de ellos

◼️ Los hombres se abalanzaron sobre Miya y Kiyo. Los hermanos reaccionaron al instante, no dudaron en defenderse de los golpes. Sin embargo, la desigualdad de cinco contra dos pronto comenzó a notarse. En un abrir y cerrar de ojos, los separaron. Kiyo intentaba esquivar los puñetazos de dos de los agresores, devolviéndoles algunos golpes con toda la fuerza que tenía

◼️ Ninguno de ellos podía ver al otro, pero escuchaban los jadeos y gemidos de dolor de su gemelo, así como las amenazas y maldiciones de sus compañeros, haciéndoles saber que este era un castigo por parte de su patrón por revelarse contra él

◼️ Miya estaba en la misma situación, intentando mantenerse en pie a pesar de lo desnivelado que estaba la pelea. Aunque pronto entró en desventaja cuando, al tumbar a uno de ellos y ponerse encima de él para golpearlo, recibió un golpe en seco en la parte trasera de su cabeza, con una pesada piedra

◼️ Miya cayó enseguida al suelo, aturdido. Aprovechando su caída, los hombres le propinaron una serie de patadas. No obstante, al notar que un charco de sangre comenzaba a formarse bajo su cabeza, se alarmaron. Los golpes cesaron y uno de ellos dio aviso a los demás. En cuestión de segundos, huyeron hacia la camioneta, dejándolo tirado

◼️ Kiyo, confundido por la abrupta retirada, se giró en busca de su hermano. Cuando sus ojos se posaron en Miya, entendió de inmediato la razón de la cobardía de los agresores. "¡Miya!" gritó desesperado, arrastrándose como pudo hacia él. "No, no, no..."

◼️ Al ver el charco de sangre, el pánico se apoderó de él. Sostuvo la cabeza de Miya con cuidado, intentando detener la hemorragia. Tomó su mano, apretándola con fuerza, mientras sus lágrimas comenzaban a rodar por su rostro. "Miya, háblame..." suplicó, su voz quebrándose por el miedo. "Por favor... no me hagas esto..."

◼️ Con esfuerzo, Miya logró enfocar su mirada en la de Kiyo. Su hermano seguía hablándole, suplicando, pero Miya se sentía con menos fuerza, ni para articular una palabra

◼️ Kiyo, desesperado, miraba a su alrededor, buscando una solución, pero sabía que no había ninguna. No había forma de llegar a la clínica del pueblo a tiempo. En medio de su impotencia, se acercó más a Miya, hasta apoyar su frente contra la de él. Las lágrimas seguían cayendo por su rostro. "Perdóname... es mi culpa" susurró entre sollozos

◼️ Miya, con su último aliento, logró pronunciar el nombre de su hermano mientras apretaba débilmente su mano. Ese pequeño apretón decía tantas cosas; era su forma de perdonarlo, de disculparse, de decirle que lo amaba... de despedirse. Después de eso, cerró sus ojos

◼️ Kiyo, al verlo, se alteró. Su mente se negó a aceptar lo que estaba ocurriendo. Lo sacudió, rogando que volviera a abrir los ojos... pero Miya ya no lo haría

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