𝟎𝟐. ⠀UNWELCOME ADDITION.

✩✩✩

CAPÍTULO DOS :
ADICIÓN NO BIENVENIDA
i got 99 problems



"Mi curso está preparado para
un mar inexplorado."
── Dante Alighieri



VERANO⠀─ ⠀29 DE AGOSTO, 17:30
⠀⠀⠀Boston, Massachusetts


LA IRA ES UNA COSA TRANQUILA. Al principio no la sientes, hasta que empieza a burbujear y finalmente explota, golpeando a cualquiera que esté cerca.

Riley Adams sentía ira con frecuencia; era una persona fácil de sacar de quicio. Así que tener que vérselas con la desagradable gente que había secuestrado a su hermana era algo que definitivamente la pondría al límite. Era sólo cuestión de tiempo que el estrés la llevara a cometer estupideces. Y tal vez por eso Joel dudaba en aceptar que Riley los acompañara.

Ella era como una bomba de relojería en algunas situaciones, y no muy distinta de él. Al fin y al cabo, dos iguales se conocían.

Mientras caminaba, acompañando a Joel y a Tess, Adams flexionó un poco los dedos mientras se miraba la sangre y las heridas que se le habían formado en el dorso de la mano. Sus nudillos estaban completamente marcados, magullados gracias a su acto imprudente de unas pocas horas atrás.

—Puedo sentir toda tu irritación a un kilómetro de distancia, Joel —comentó Riley, notando los pesados pasos de Miller mientras caminaban por el túnel subterráneo. Tess iba más adelantada con la linterna, guiándoles por el camino que conocía mejor que ninguno de los dos—. Si quieres decirme algo, dilo ya.

—Tengo muchas cosas que decirte, pero no creo que sirva de nada, ya que nunca escuchas —respondió Joel, irritado. Riley puso los ojos en blanco. Se detuvo bruscamente, haciéndola retroceder unos pasos, y se volvió en su dirección—. ¿En qué narices estabas pensando, Adams? ¿Ir a por ese hombre y darle de hostias como una loca? ¿Qué es lo que te pasa?

—Primero de todo, no me llames loca. Segundo, le he hecho hablar, ¿no? —replicó ella, alzando las cejas—. Ése tío estaba vacilando a Tess, quería darle tiempo a Robert para escapar. Si no lo hubiera hecho, habríamos perdido el tiempo.

—¿Te das cuenta del problema en el que nos habrías metido si hubieran aparecido los de FEDRA? —cuestionó Joel, cruzándose de brazos.

—Por eso lo arrastré a un callejón vacío y le di una paliza —respondió Riley—. Ni siquiera fue para tanto.

—¿En serio?

—Mira, tú no puedes decir nada. Cuando un tío se te acercó diciéndote que buscaras la luz, le amenazaste con meterle una hostia.

—Eso fue diferente —replicó Joel, sin encontrarle la lógica al comentario de Adams—. No es nada comparado con lo que has hecho tú.

—De acuerdo, ya está bien. Ya he tenido suficiente —Tess se entrometió antes de que Riley pudiera continuar. Fue a su encuentro—. Vosotros dos... Tenéis que parar. Lo que ha pasado, ha sido una mierda —dijo, mirando a Riley—, pero funcionó y ahora tenemos la localización de nuestro hombre y con eso basta. Solucionemos esto y demos por terminado el día, ¿vale?

Riley asintió, incluso a regañadientes, pero Joel no contestó. Se limitó a darse la vuelta y continuar su camino, haciendo que las dos mujeres hicieran lo mismo.

Minutos antes habían estado en un pequeño patio de comidas, Tess se había encontrado con uno de los hombres cercanos a Robert y había intentado negociar con él para obtener información. Riley y Joel lo observaban todo desde lejos, Adams porque no podía llamar la atención y Miller porque es de los que mete miedo a las personas.

El problema era que el hombre tardaba en abrir la boca. Incluso después de que Tess le ofreciera dinero y alargara la conversación todo lo que pudo, nada hacía que James abriera la boca. Entonces Riley tomó la iniciativa y le hizo hablar. Sus métodos ──nada convencionales── surtieron efecto y obtuvieron lo que querían. Descubrieron que Robert vendería la batería y la mercancía en un edificio clausurado cerca de la esquina de Stillman con Cross.

La idea de Tess era tomar el túnel de metro que hay bajo el Haymarket por la noche y entrar en el edificio desde abajo sin llamar la atención, pillando así por sorpresa a Robert y resolviendo sus asuntos pendientes. Después de que Tess y Joel recogieran sus mochilas y algunos objetos extra, tomaron exactamente esta ruta, pero Miller seguía irritado por las acciones impulsivas de Riley. En parte, ella sabía que él tenía razón. Arrastrar a un hombre al callejón y pegarle hasta que le implorara que parara era imprudente y arriesgado.

Cuando su mente se aclaró, Riley se dio cuenta de lo descabellada que había sido aquella idea. Sobre todo porque ella era un objetivo actual de FEDRA y necesitaba mantener la discreción todo el tiempo que pudiera. Pero no era de las que se rendían tan fácilmente, mantendría la cabeza alta todo el tiempo que necesitara y no aceptaría que Joel tuviera razón.

Cuando empezó a oscurecer, fueron a Haymarket Norte y Joel rompió las cadenas, mientras Riley y Tess vigilaban. En aquel lugar oscuro y húmedo, utilizaron linternas para guiarse por el camino. La ropa de Riley ya estaba empapada por la lluvia que había empezado a caer antes de que entraran en el edificio, y ahora, cuando pisaba un charco, un poco de agua se filtraba a través de sus vaqueros.

Por suerte, no tardaron mucho en salir del túnel. Subieron las escaleras metálicas que conducían al interior del edificio, encontrando una habitación con material de oficina. Un escritorio, una silla y varios archivadores. Todo estaba completamente abandonado, lleno de polvo y telarañas.

Tess se sobresaltó cuando guió su linterna hacia una pared de aquel despacho, encontrando un infectado muerto adherido a la pared por el hongo que había crecido en su cuerpo. Joel y Riley sacaron sus armas, sobresaltados por el grito de la mujer.

—¡Oh, joder! —maldijo Tess, llevándose la mano al corazón. Riley y Joel alumbraron el cadáver con la linterna, sin percibir ningún tipo de movimiento.

—Está muerto —constató Joel.

—Y desde hace algún tiempo —añadió Adams, haciendo que el hombre asintiera.

—Ya. Lo sé, es que... no me lo esperaba —comentó Tess.

—¿No estaba ahí la última vez? —cuestionó Miller, los tres observando al infectado y alumbrándolo con sus linternas.

—No. ¿Creéis que bajó después de infectarse? —preguntó ella, mirándolos.

—O fue aquí abajo donde se infectó —comentó Riley, sin apartar su atención de ella. Sus ojos analizaron cada mínimo detalle, dándose cuenta de la complejidad y el horror de aquella muerte. Tenía la boca abierta, casi como si hubiera muerto gritando, suplicando ayuda—. Pobre desgraciado.

Tess y Joel se miraron, reflexionando sobre sus palabras y sobre la posibilidad de que hubiera algo peligroso allí abajo.

—Sigamos. —Rompiendo el silencio, Tess inclinó ligeramente la cabeza en dirección a la puerta por la que se suponía que debían pasar y volvió a tomar la delantera.

Riley tardó un poco en seguirlos, manteniendo la luz sobre el cuerpo durante más tiempo, antes de suspirar y decidir que ya había tenido suficiente, dándose cuenta de que necesitaba despejar su mente de aquello. Se echó la correa de la mochila al hombro y continuó, manteniendo la linterna en alto para iluminar su camino y el arma bajada.

Piensa en los muertos más a menudo de lo que le gustaría admitir. Volvían a su mente con frecuencia, quizá por eso siempre llevaba una botella de alcohol en la mano. Riley sabía que su mente en los últimos años se había convertido en un campo de minas. Cualquier movimiento involuntario desencadenaba una serie de recuerdos y momentos traumáticos que la dejaban atrapada en un ciclo complicado y doloroso.

Riley no era la mejor persona cuando se trataba de lidiar con el pasado, nunca lo había sido. Era muy consciente de ello. Pero era peor cuando tenía que lidiar con la muerte.

—Parece que cambiaron toda la estructura... quizá en los 80 —comentó Joel, mientras dejaba que Riley pasara delante de él y subiera las escaleras después de Tess.

El camino que seguían estaba en un lugar muy estrecho, donde dos paredes formaban un pasillo por el que sólo podía pasar una persona a la vez. Un pasaje entre dos edificios próximos uno al lado del otro. La escalera colocada allí era para tener mejor acceso a uno de ellos. Era metálica y reubicable, pero estaba sujeta a la pared con clavos.

—Se reducía el tamaño de los pisos para así poder vender más —terminó de decir Joel.

—¡Oh! "Y esta ha sido... La hora del constructor... con Joel Miller" —se burló Tess, forzando una voz de locutora. Riley dejó escapar una débil carcajada mientras subía las escaleras, con Joel siguiéndola justo detrás.

—¿Cuánto más hay que subir? —preguntó Joel, ignorando la broma. Tess subió un poco más, haciendo un esfuerzo, hasta que finalmente se detuvo.

—Hasta aquí —dijo,  saliendo de las escaleras hacia una zona que conducía a una puerta. Riley y Joel llegaron poco después que ella—. Vamos a ver... esto de aquí debería dar al pasillo.

Tess intentó abrir la puerta de madera, pero no ésta cedió. Eso la sorprendió.

—¿Qué cojones pasa? —preguntó la mujer, mientras seguía tratando de empujar la puerta para abrirla.

—¿Será que han puesto algo delante para bloquear el paso? —preguntó Riley—. ¿Un piano, tal vez?

Joel empezó a oler lo que había en el aire, algo que atrajo la atención de Riley hacia lo que estaba haciendo. Ella imitó sus acciones, percibiendo también el peculiar olor de la habitación. Un olor que provenía de detrás de aquella puerta de madera.

—¿Oléis eso? —Miller se guió con la linterna hasta la puerta, deteniendo la luz en el suelo y viendo la sangre que corría por debajo de ella.

—Sí. Pólvora —respondió Tess, luego también apuntó con la linterna al líquido viscoso que corría por el suelo y goteaba sobre las escaleras.

—Y sangre —añadió Riley, amartillando su arma y levantándola al mismo alcance que la luz. Joel imitó sus movimientos.

Haciendo uso de la fuerza, Tess consiguió abrir la puerta, a pesar de que Joel la llamaba e intentaba impedírselo. Consiguió apartar lo que bloqueaba el paso y atravesó la puerta, sorprendida al encontrar lo que la esperaba al otro lado.

Joel y Riley salieron después, viendo la misma escena que Tess. La mirada de Adams se posó en los numerosos cadáveres que había en el corredor, varias personas muertas a tiros, y entre ellas, estaba Robert. Tirado en el piso frente a la puerta que habían utilizado para llegar allí y con la batería de Tess junto a su cuerpo.

—La batería está rota —dijo la mujer mientras se agachaba junto al objeto, viendo el precario estado en que se encontraba—. Y aun así intentó venderla. Dos veces.

—Capullo avaricioso —dijo Riley, mirando el cuerpo del hombre con desprecio y rabia. Le dio una patada al cuerpo, un movimiento para ver si llevaba algo más encima, pero nada le llamó la atención.

Un gruñido de dolor hizo que los tres prestaran más atención al edificio, algo que los puso en alerta. Joel pasó junto a Riley y Tess, actuando con cautela para llegar hasta las personas que hablaban entre sí. Riley pudo distinguir unas palabras que le hicieron darse cuenta de que alguien estaba herido.

El hombre se arrastró a lo largo de la pared, observando en silencio quién estaba en el pasillo contiguo, antes de continuar finalmente cuando se percató de que las dos personas estaban de espaldas. Joel siguió caminando con pasos tranquilos, con la pistola en alto y las dos mujeres justo detrás de él. Cuando llegó a la mitad del pasillo, una de las puertas se abrió y una chica gritó mientras intentaba atacarlo con una navaja.

Miller se apresuró a esquivar su ataque y la empujó con fuerza contra la pared. Riley se sobresaltó por el fuerte golpe, algo que la hizo saltar de asombro y también alertó a las dos mujeres que se encontraban al final del pasillo. Sacaron sus armas hacia los intrusos.

—Joder —murmuró la chica, sentándose en el suelo. La navaja se le cayó de la mano en el proceso.

—¿Joel? —preguntó una voz familiar. Al mirar por el pasillo, Riley encontró a Marlene con una pistola apuntando en su dirección y la mano libre sobre la herida en su cintura, intentando detener la hemorragia. Su mirada se entrecerró—. ¿Adams?

—¿Marlene? —preguntaron Riley y Joel al mismo tiempo. Los dos se miraron debido a la aleatoriedad del momento, pero luego volvieron a mirar a la mujer.

—¿Estás bien? —preguntó Marlene a la chica que Joel había derribado, pero no apartó la mirada de los dos cuando habló.

—Sí —respondió la niña. Intentó coger la navaja, pero Joel la pisó.

—Ellie —la regañó Marlene—. ¡Ellie! —Volvió a llamarla cuando vio que no retrocedía. Cuando se dio cuenta de la herida de Marlene, los ojos de Ellie se abrieron de par en par y maldijo— No, tranquila. Me pondré bien. Pero no hagas más tonterías.

Marlene bajó el arma, pero Riley y Joel siguieron apuntando. Tess apareció en el pasillo, decidida a ver qué estaba pasando.

—No me digas que Robert nos la jugó por esta tía —dijo Tess—. Por la Che Guevara de Boston. La guerra tiene que ir como el culo si negociáis con tipos como él.

—Sí, no va demasiado bien. La mercancía era mala y no han aceptado un "que te follen" por respuesta.

—Eso te pasa por confiar en un gilipollas —dijo Riley—. Si hubieras mantenido nuestro acuerdo, las cosas habrían sido diferentes.

—Él tenía las armas, Adams. Él apareció, tú no.

—¡Porque me robó, coño! —exclamó ella, irritada—. Y en lugar de avisarme, te quedaste aquí, intentando negociar con esa escoria por mi mercancía.

Marlene no le contestó, se quedó mirándola, dándose cuenta de que había cometido un error. Si estuviera en mejor posición, tal vez habría intentado discutir con Riley sobre ello, pero la mujer prefirió el silencio, apoyándose en la pared para poder mantenerse de pie.

—Dame mi navaja —le dijo Ellie a Joel, pero este no se movió.

—¿Para qué necesitas una batería? —le preguntó Joel, ahora con el arma bajada. Ellie intentó coger la navaja otra vez al ser ignorada, pero Joel apretó la suela de su zapato con más fuerza y apuntó el arma en su dirección—. ¡No!

—¡A ella no! —dijo Marlene, apuntándole con la pistola. Tess y Riley hicieron lo mismo con ella y la mujer que estaba a su lado, que también llevaba una pistola—. Apúntame a mí —pidió ella de forma más cautelosa.

Joel miró a la chica fijamente, notando lo asustada que estaba y con ambas manos levantadas, en señal de rendición. Ellie exhaló un suspiro de alivio cuando él decidió hacer lo que le pedía Marlene.

—Respondiendo a tu pregunta, tengo un motivo mejor que el tuyo —dijo la líder de los Luciérnagas, bajando su arma, tal como hizo su compañera—. No te ofendas, pero Tommy es sólo un hombre. Tenemos que estar informados.

—¿Informados? —cuestionó Joel—. Por vuestra culpa, mi hermano se volvió contra mí.

—No, Joel...

—Ha habido disparos —dijo la mujer al lado de Marlene. Una luciérnaga, una aliada suya—. Los de FEDRA están ahí.

—Lo sé —respondió Marlene, pensativa. Tenía la mirada fija en Ellie—. Íbamos a sacar a Ellie esta noche. Pero así no podemos ir a ningún sitio, al menos de momento. Así que, se me ocurre... que os la llevéis.

—¡Yo no me voy con estos! —dijo Ellie.

—¿Qué coño dices? —preguntó Joel.

—Tienes que estar completamente majadera —añadió Riley.

—Déjame a mí —dijo la compañera de Marlene, tampoco apreciando la idea.

—Tess, no tenemos tiempo —le comentó Joel a Tess, mirándola.

—¿No tenéis tiempo? —preguntó Marlene, en voz alta y con los dientes apretados.

—¿Quién es ella? —preguntó Tess, con curiosidad.

—Para vosotros, mercancía —respondió con dureza.

—Querrás decir un problema —la corrigió Riley—. Y ya tengo bastantes, no me apetece añadir otro más a mi cuenta.

—No traficamos con personas —dijo Joel, coincidiendo con las palabras de la mujer—. Busca a otra persona.

—Puedo hacerlo yo —volvió a intentar la Luciérnaga al lado de Marlene, buscando incansablemente convencerla.

—¡Kim, te han volado la oreja de la puta cabeza! —exclamó la mujer, cabreada— Haz el favor. —Kim hizo lo que le pidió, conteniéndose— Hay unos Luciérnagas esperándola en el viejo ayuntamiento. —Joel intentó protestar, pero Marlene continuó— Ya sé lo que hay ahí fuera. Justo por eso íbamos con un escuadrón entero. Ya no tengo camión ni escuadrón y los de FEDRA están cerca, pero os tengo a vosotros. Y sé de lo que sois capaces. Para bien y para mal.

—¿De qué son capaces? —cuestionó Ellie, en un susurro, mientras Joel reflexionaba sobre el asunto.

—Entonces ya sabes que vas a tener que hacer un buen trato para que aceptemos este trabajo —contestó Riley, ignorando a la chica—. Y en estos momentos estoy muy cabreada, no va a ser fácil convencerme. Estoy segura de que a ellos tampoco.

—¿Qué es lo que quieres, Adams? ¿Recuperar tus armas?

—No, quiero recuperar a mi hermana —respondió—. Y un pasaje para salir de aquí. A lo mejor así acepto tu estúpida idea de sacar a esta chica de la zona de cuarentena.

—¿Qué le ha pasado a Sally? —preguntó Marlene con el ceño fruncido.

—Robert la secuestró después de robarme la mercancía —dijo ella—. Necesito encontrarla cuanto antes, porque los de FEDRA van detrás de nosotras por culpa de tu gente. Tú y los Jericós tuvistéis una pelea antes, cerca de donde íbamos a recibir el paquete. FEDRA se involucró y ahora piensan que Sally es una de vosotros.

—Siento mucho lo de tu hermana, sé que no tuvo nada que ver con eso —dijo Marlene con sinceridad—. Pero va a llevar un tiempo encontrarla, ahora mismo no cuento con mucha gente en la ciudad y hasta que no pueda contactar con ellos...

—A mí eso me da igual —interrumpió Riley—. Yo te ayudo, si ese fuera el problema, pero no pienso irme de aquí sin Sally. Me lo debes, Marlene.

—Yo no te debo nada —replicó la mujer—. Te estoy ofreciendo la oportunidad de restablecer nuestro acuerdo. Lleva a Ellie al ayuntamiento, yo buscaré a tu hermana y te la traeré enseguida. Con eso basta.

—También quiero que nos saques de aquí, ya he dicho eso. Quiero que nos lleves a un lugar seguro —respondió Adams—. Es lo menos que puedes hacer, después de llevarte mi mercancía sin pagar.

—Está bien, maldita sea. Si es lo quieres, lo haré. Pero tenéis que aceptar este trabajo y llevar a Ellie sana y salva. Si llega de una pieza, os darán lo que queráis —dijo Marlene, con un tono de voz más alto y firme—. Hacédlo y cumpliré mi parte del trato. No sólo una batería. Todo: un camión con gasolina, armas, provisiones... Os lo juro.

—Espero que de verdad hagas eso, porque si voy a ese infierno de lugar y mi hermana no aparece sana y salva inmediatamente. —Riley apuntó a Ellie con la pistola, inquietando a Marlene— Le meto dos balas en los ojos a esta mocosa sin pensarlo dos veces. Luego te mato a ti y a tu novia. —Pasó la pistola sobre ellas, apuntando— y a cualquier Luciérnaga de mierda que se cruce en mi camino.

—Os lo juro —afirmó Marlene, resignada—. Juro que os daré lo que necesitéis.

Joel miró a Tess y a Riley, los tres se miraron antes de que Tess inclinara ligeramente la cabeza hacia atrás, indicándoles a ambos que la siguieran para charlar. Ellie intentó coger la navaja, ahora que Joel se movía, pero él apartó el objeto de una patada.

—¡Capullo! —exclamó ella, mientras los tres se alejaban.

—¿Confiáis en ella? —preguntó Tess, en cuanto estuvieron lo suficientemente lejos como para hablar entre sí.

—Ni un poquito —respondió Riley. Miller no contestó, pero la expresión de su cara delató lo que sentía al respecto.

—Ya, ni yo, pero parece desesperada.

—Los Luciérnagas usan vehículos de FEDRA tuneados —dijo Joel—. Será más fácil llegar hasta Tommy en uno de esos. En cuanto entreguemos a esa cría...

—Ya lo discutiréis luego, me estoy desangrando —exclamó Marlene, haciendo que Riley pusiera los ojos en blanco.

—No me fío de Marlene, pero... Hasta la fecha, ella siempre ha mantenido en pie nuestro acuerdo —explicó Adams. Seguía sintiéndose un poco incómoda con el acuerdo, pero sólo pensaba en su hermana—. Y no puedo ir a buscar a Sally con FEDRA cazándome, quedarme aquí es un error. Lo odio, pero ella puede ser mi única oportunidad de encontrar a mi hermana con vida.

—Tú ya estabas apunto de aceptar el acuerdo —Tess se encogió de hombros.

—Estamos hablando de la vida de mi hermana, Tess —dijo, con convicción—. Arriesgaría todo por ella.

Joel se quedó mirando a Riley, dándose cuenta de lo desesperada que aparentaba estar. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo abatido que parecía su semblante. Tenía aquella típica arruga de irritación en la frente que no había desaparecido desde que se enteró de lo que le había pasado a Sally.

Las dos podían discutir de vez en cuando, pero nunca se odiaron. Sus personalidades, aunque tan parecidas, eran muy diferentes. Por eso había pequeños conflictos, pero también los mismos intereses.

Joel también tenía una buena relación con la Adams más joven, Riley podía ver que le caía bien e incluso que le importaba, porque Sally tenía ese efecto en la gente, a veces. Entendía lo preocupada que estaba, él también estaba preocupado por su propio hermano y sabía cómo se sentía eso.

Los tres se quedaron mirándose durante un corto período de tiempo antes de que Tess finalmente se diera la vuelta para darle una respuesta a Marlene. No necesitaban decir nada más, ya estaban seguros de lo que iban a hacer.

—Vale, este es el trato —dijo Tess—: Llevaremos a la cría al ayuntamiento. Pero antes de dársela a tu gente, nos darán todo lo que pidamos —apuntó brevemente a Riley—, incluyendo a su hermana.

—Vale, pero va a llevar un tiempo —Marlene repitió lo que había dicho antes—. Y yo necesito a Ellie fuera de aquí hoy mismo. Como mucho, puedo hacer que dos de los míos os la traigan al día siguiente o unas horas después de que lleguéis. Eso dependerá del tiempo que tarde en encontrarla.

—Nosotros esperaremos allí hasta que aparezca Sally, no será un problema —dijo Tess—. Si no, como ha dicho Riley, la mataremos allí mismo. Sin pensarlo dos veces. Y entonces serás tú la que se quede en la mierda.

—Hecho —acordó Marlene, sin pensárselo demasiado. Eso hizo que Adams se diera cuenta de lo desesperada que estaba y se preguntara por qué la niña era tan importante.

—Ah, ¿sí? ¿Tan rápido? —preguntó Ellie, con un tono irónico.

—Sólo nos importas tú. Mi equipo no se la jugará —explicó Marlene—. ¿Recuerdas lo que te he dicho? Coge tu mochila. —Ellie la miró, sin moverse— Vamos, Ellie.

La chica se levantó enfadada, hizo lo que Marlene le ordenó y fue a por su mochila. Volvió poniéndosela a la espalda y aún actuando con enfado, pero no dijo ni una palabra. Su mirada cambió a una mirada triste mientras miraba a Marlene, casi como si le rogara que no se fuera.

La líder de los Luciérnagas también parecía tener cierta tristeza y preocupación, pero no estaba dispuesta a cambiar de opinión.

—Vamos —dijo Tess, liderando una vez más el camino y tomando la delantera, girando hacia el pasillo. Ellie pasó rozando a Joel, recogiendo su navaja del suelo y fusilando a Riley con la mirada al pasar junto a ella para seguir a Tess.

—¡Joel, Riley! —les llamó Marlene, haciendo que la miraran una vez más—. No lo estropeéis. Por favor.

—Lo mismo te digo yo a ti, Marlene —respondió Riley, obervándola con una mirada impasible—. Cumple tu parte del trato y nosotros cumpliremos la nuestra.

Le dio la espalda a Marlene, dando por terminada la conversación, y caminó hacia la salida con Joel a su lado. Abandonaron el edificio sin decir una palabra sobre lo ocurrido.

La lluvia de verano se hizo más intensa al caer la noche. Las gotas de agua mojaban más y más sus cuerpos a cada paso que daban por la poco transitada calle de la ciudad ── los pocos residentes allí eran indigentes o comerciantes que cerraban sus pequeños negocios.

Muchos de los civiles se encontraban ahora en el interior de sus casas, resguardándose y abrigándose, echándose a dormir con la poca comida que habían conseguido consumir durante el día.

Riley se apretó más la capucha de su abrigo al pasar junto a un soldado de FEDRA. Se mantuvo al lado de Joel mientras caminaba, él ayudándola a mantenerse fuera de la vista del hombre, para que Adams pasara desapercibida.

Los cuatro sólo se detuvieron cuando llegaron al complejo de apartamentos donde vivía Miller, subiendo los tramos de escaleras hasta el piso donde se alojaba. Tess abrió la puerta y dejó pasar a Riley y Ellie.

—Dadnos un minuto —Tess cerró la puerta, dejándolas a las dos dentro del apartamento.

—¡No me jodas─! —intentó protestar Ellie, pero Tess la ignoró. Adams suspiró, dejando pasar el momento sin decir ni una sola palabra al respecto.

Riley se quedó a solas con Ellie en el apartamento de Joel, mientras los dos conversaban algo fuera. No sintió pena por no poder ser parte de la conversación, aunque podía oír parte de lo que discutían desde dentro. Por mucho que los tres estuvieran juntos en una relación en lo que se refería a este nuevo trabajo, la pareja de Joel siempre había sido Tess.

Caminando hacia la cocina, Riley abrió la nevera para encontrar algo que le interesara. La botella de whisky medio llena le llamó la atención, lo que hizo que Adams la sacara de la nevera y cogiera un vaso para servirse.

Era una alcohólica y la mayoría de la gente lo sabía, pero Riley no era el tipo de alcohólica «soportable». Aquellos que bebían en momentos puntuales y se convertían en personas animadas, parlanchinas y torpes. Aquellos que a la gente incluso le gustaba tener cerca porque pensaban que eran divertidos y entretenidos.

No, Riley era más bien del tipo gruñón. Del tipo que se bebía hasta la última gota sólo para poder dormir sin ninguna intromisión, para luego despertarse a la mañana siguiente e ir en busca de más.

Había llegado un momento en que Riley consideraba que la bebida era su mejor amiga. Era lo que calmaba sus nervios, le proporcionaba alivio y también le soltaba la lengua más de lo normal. No era dulce cuando bebía, más bien agria. Y muchas veces acababa yendo a trabajar después de beberse media botella de Smirnoff. Esto no gustaba a la gente involucrada y casi hizo que perdiera la confianza en ella, pero ahora Riley intentaba controlarse. El problema era que no siempre lo conseguía.

Todo el mundo había estado siempre pendiente de ella desde entonces y Joel parecía ser una de esas personas, pero ella intentaba no darle mucha importancia. Se limitaba a seguir adelante, actuando como si la forma en que el mundo la miraba no la incomodara.

Apoyada en la encimera de la cocina, Riley se llevó el vaso de whisky a los labios y bebió con cierto alivio. Durante todos sus movimientos, Ellie la había estado observando, aún de pie junto a la mesa.

—¿Qué pasa? —preguntó después del primer trago, cuando apenas quedaba un poco más de bebida en el recipiente—. ¿Por qué me miras con esa cara de pez muerto?

—Vete a la mierda —respondió la chica, dándole la espalda a Riley y echando un vistazo a la sala de estar de Joel. Adams aún podía oír las voces apagadas de los dos contrabandistas que estaban afuera.

—¿Sabes decir algo que no sean palabrotas? —preguntó—. No sé, socializar civilizadamente con las personas o algo así.

—No quiero "socializar" —Ellie hizo comillas con las manos— contigo. Me has amenazado con una pistola.

—Cariño, lo hago más a menudo de lo que crees. El 90% del tiempo estoy amenazando a alguien, el otro 10% me emborrachándome —contestó Riley, bebiendo el resto de su whisky y cruzándose de brazos—. No te sientas especial porque te haya hecho eso. Viene con el trabajo de contrabandista, ya te acostumbrarás.

Ellie resopló, poniendo los ojos en blanco. La chica siguió caminando por el salón de Joel, con la curiosidad en sus facciones. Riley le dio la espalda y volvió a llenar su vaso con la bebida, pensando que la conversación había terminado.

—Te han dejado fuera —comentó la chica—. ¿No deberías estar tú también en esa conversación?

—Ellos tienen sus asuntos, yo tengo los míos —dijo Riley, encogiéndose de hombros—. No somos exactamente compañeros, sólo tenemos algo en común.

—Y tú, ¿cómo te llamas? —preguntó Ellie—. Supongo que no es "Adams". No tienes cara de llamarte así.

—Haces muchas preguntas, ¿lo sabías? —resopló—. Me llamo Riley —contestó, volviéndose hacia Ellie ahora con el vaso lleno. Riley notó un rastro de sorpresa en sus facciones, como si el nombre la hubiera pillado desprevenida—. Aquí todo el mundo me llama Adams porque es mi apellido, se ha convertido en una costumbre. Tú también me puedes llamar así si quieres, pero no me llames mami.

—Que te den —La chica volvió a su aspecto estresado y Riley se rió, llevándose el vaso a los labios para acabar el resto de la bebida—. Eres un grano en el culo.

—Tú tampoco eres muy agradable, chica —dijo ella, dejando el vaso vacío sobre el fregadero—. Y puedes estar segura de que no eres la única que odia todo este plan, yo tampoco quería tener que pasar por un infierno para llevarte al puto ayuntamiento. Pero... Esto es lo que tenemos para hoy, así que te recomiendo que empieces a acostumbrarte.

Volvió el silencio entre las dos y Ellie aprovechó el momento para coger la lista de sucesos musicales de Joel, que estaba junto a la radio. Era un libro pesado, que empezó a hojear para pasar el rato. Mientras esto ocurría, se abrió la puerta y el propio hombre entró en su casa.

Joel las miró a ambas antes de cerrar la puerta y acercarse a Riley, dándose cuenta de que tenía su botella de whisky sobre la encimera de la cocina. Cogió la botella, la llevó al frigorífico y luego abrió el congelador para coger el molde de hielo. Adams observó sus movimientos en silencio, sobre todo cuando Joel cogió un paño de cocina y lo envolvió con el tejido.

—Extiende la mano —prácticamente ordenó Joel en cuanto estuvo cara a cara con Riley. Ella puso los ojos en blanco.

—No hace falta, Joel —dijo la Adams—. No es nada grave, ni siquiera es tan malo.

—Vamos, Adams —pidió de nuevo, dirigiéndole una mirada irritada—. Dame tu mano.

Riley resopló, pero hizo lo que le pedía, sabiendo que negarse sólo lo irritaría más y no valdría la pena el esfuerzo. Dejó que Joel le cogiera la mano magullada, ninguna de las heridas era demasiado grave, todas superficiales. Miller frunció el ceño, concentrado, mientras le aplicaba hielo.

Manteniéndose en su sitio, Riley ya no sentía mucho dolor. Podía mover los dedos con facilidad, así que no estaban rotos. Sólo le quedaba sangre seca y algunos rasguños en los nudillos.

—Te he dicho que no era para tanto —murmuró ella, rompiendo el momento de silencio que había entre ellos. Joel siguió concentrándose en aplicar el hielo para ayudar a reducir la hinchazón alrededor de las articulaciones—. No pegué tan fuerte.

—Lo habrías hecho si te hubiera dejado seguir —dijo él, en un murmullo. Con los ojos aún fijos en su mano, le pidió la otra e hizo lo mismo—. Parece que tengo el don de intentar de impedir que pegues a alguien hasta la muerte.

Él levantó la vista hacia ella y eso bastó para que Riley recordara algo del pasado, sabía exactamente a qué se refería. Un amargo recuerdo de Joel impidiéndole hacer daño a otra persona a la que odiaba mucho.

—Gracias por recordarme eso, ahora recuerdo por qué no te soporto. —Apartó la mano de él, conteniéndose— Ya has ayudado bastante, Joel. —Miller dio algunos pasos hacia atrás, sujetando el paño con lo que quedaba de los dos cubitos de hielo—. ¿Qué ha dicho Tess? ¿Cuál es el plan ahora?

—Esperar. Va a echar un vistazo por la zona, a ver cuál es nuestra mejor ruta. Nos quedaremos aquí hasta el amanecer —respondió. Joel descartó los cubitos y guardó el paño de cocina—. Puedes quedarte con la cama, yo me voy al sofá.

Joel fue a su habitación, cogió algo de un cajón y se acercó a Riley. Ella frunció el ceño cuando él le entregó un par de guantes negros sin dedos.

—Eran de Tommy —respondió antes de que ella pudiera preguntar—. Los dejó aquí después de que se fue, pilló una talla demasiado pequeña y nunca le quedaron bien. A ti te deberían de quedar bien.

Riley aceptó el regalo.

—Gracias —murmuró, sosteniendo los dos pares en la mano y pasando el pulgar por el cuero negro—. Ah, Joel —gritó antes de que él pudiera alejarse—. ¿Crees que este trabajo es una buena idea?

—¿Sinceramente? No —resopló, pasándose una mano por la cara, cansado—. Pero es lo mejor que tenemos ahora mismo. Tú necesitas encontrar a tu hermana y yo al mío. Es la alternativa más viable.

—Sí, tienes razón —Riley asintió con la cabeza—. Estoy un poco preocupada. Ahí afuera suele ser muy peligroso.

—¿No eras tú la que quería salir de la zona de cuarentena? —cuestionó él arqueando, una ceja.

—Sí, pero... —Riley suspiró y bajó la voz, acercándose a Joel—. No con una niña. Eso hace que las cosas sean muy diferentes ahora. Sé que lo hemos aceptado y que no hay vuelta atrás, ni siquiera quiero porque necesito encontrar a Sally, pero mi mente no deja de pensar en ello, Joel.

—Vamos a intentar hacerlo rápido. Podemos hacer una parada para repostar e intentar encontrar un camino menos peligroso —informó Joel—. Después es sólo cuestión de tiempo que acabemos con esta mierda y sigamos adelante. No tardaremos mucho, no estamos tan lejos del ayuntamiento como parece.

—Si ese es el plan, no parece tan malo. Ya hemos hecho trayectos similares antes.

—Tess sólo necesita garantizar un camino seguro. Planea tomar un atajo, pero podría ser más peligroso debido a las patrullas.

—Va a ser una putada pasarlas.

—Sí, pero lo conseguiremos —respondió él—. Duérmete, Adams. Te despertaré cuando sea la hora de partir. —Joel se alejó— Y nada de beber, ya has bebido bastante por hoy.

Riley puso los ojos en blanco.

—Eres un aguafiestas, Joel Miller.

Se acercó al sofá y se sentó. Dejando a Riley sola en la cocina, poniéndose con cuidado los guantes, utilizándolos para protegerse los nudillos magullados. Le serían muy útiles.

—¿Quiénes son Bill y Frank? —preguntó Ellie, que había oído mencionar sus nombres durante la conversación de Tess y Joel. Ninguno de los dos le contestó y él mantuvo su mirada fija en ella durante un momento—. ¿Es un código entre contrabandistas?

Los dos miraron la radio de Joel junto a la ventana, Riley se acercó a ellos con los brazos cruzados.

—La chica es lista —comentó Adams. Joel le lanzó una mirada que decía «no le des cuerda» y Riley se encogió de hombros.

—Canción de los 60: Sin novedad. De los 70: Mercancía nueva —continuó Ellie, haciendo que él se levantara y fuera hacia ella—. ¿Y los 80?

Joel le quitó la lista de las manos, la cerró y la tiró sobre la mesa, haciendo que Ellie levantara las manos en señal de rendición, al ver que él estaba enfadado. Luego volvió al sofá y se tumbó.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó la chica.

—Matar el tiempo.

—¿Y mientras qué hago yo?

—Algo se te ocurrirá —contestó Joel, manteniendo los ojos cerrados.

Ellie no dijo nada más, se limitó a coger la lista de la mesa con brutalidad, haciendo suficiente ruido para que Joel la oyera. Decidida a no interferir, Riley se limitó a suspirar y caminó hacia el cuarto.

—Tienes roto el reloj —oyó que la niña le decía al hombre. Riley pensó que ya estaba dormido, pues no oyó ninguna respuesta a su comentario.

Riley suspiró de satisfacción mientras se acostaba en la cama de Joel. La tensión abandonó su cuerpo en capas, haciéndola darse cuenta de lo cansada que estaba. Sólo había sido un día, pero había bastado para dejarla KO por una semana. Todo siendo demasiado.

Se removió en la cama, tratando de encontrar una posición que la hiciera sentir cómoda. Su cuerpo ya no estaba acostumbrado a los colchones. Aunque tenía dos dormitorios en su apartamento, Riley ya casi no dormía en el suyo. Cada vez que volvía a casa a altas horas de la noche, simplemente se dejaba dormir en el sofá y su cama permanecía intacta.

Al principio fue porque, en el pequeño apartamento en el que vivían antes de mudarse, sólo había un cuarto. Cedió la cama a Sally y la dejó dormir sola durante varias noches, hasta que la chica le suplicó que compartiera la cama con ella. Pero siempre le resultaba difícil dormir a causa de las pesadillas, los recuerdos y su mente que nunca parecía dejar de albergar pensamientos conflictivos e inoportunos, que sólo le venían cuando intentaba dormir.

Con el paso del tiempo, Riley se acostumbró al sofá. A beberse varias botellas de cerveza hasta que por fin era capaz de cerrar los ojos durante toda una noche entera, a tumbarse sola en él, escuchando los sinuosos sonidos que llegaban de la calle a altas horas de la madrugada. Los lloriqueos y gritos de algún borracho, las palizas de los soldados, los vehículos de FEDRA patrullando.

Al darse cuenta de que tardaría un rato en conciliar el sueño, Riley aprovechó que estaba sola para quitarse el collar que llevaba oculto bajo la ropa. Sostuvo el colgante metálico en forma de círculo entre los dedos, el familiar símbolo de los Luciérnagas brillando débilmente a la tenue luz de las farolas que entraban por las persianas e iluminaban suavemente la habitación.

Sus dedos jugaron con el colgante, observando los detalles, los pequeños arañazos de la superficie y, sobre todo, el nombre escrito en el lado opuesto del símbolo. Un nombre que no era el suyo.

Cerrando los ojos, rodeó el colgante con la palma de la mano y lo apretó con fuerza, sintiendo la frialdad del metal sobre su piel. Riley respiró hondo, llevándose esa mano al pecho como si pudiera encontrar algún tipo de consuelo, algún tipo de conexión que lo trajera de vuelta y la envolviera en una paz que había estado mucho tiempo buscando alcanzar.

Su cuerpo se hundió más en el colchón y Riley se conformó con su propio consuelo, que era lo único que podía proporcionarse a sí misma en aquel momento.

Imaginaba que eso debería bastar.


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