Capítulo 02. Las Pléyades: Sueños galácticos.


¡Magia, luz y color! Luchemos contra la rebelión oscura y desafiemos las fuerzas gravitatorias, somos polvo de estrella y lo llevamos disuelto en el aparato circulatorio. Maticemos los relámpagos de la tormenta con coloridas nubes estelares y cielos azules de arcoíris, cantemos bajos la luz del Sol y soñemos bajo la luz de la Luna con los céfiros serenos que se llevan nuestras pesadillas, vivamos entre las sombras de los amaneceres para perdernos en el brillo de los tornasoles que centellan la vida con un aura mística y celestial. Bendita sea cada estrella que destella sobre mi perdida mirada de vacío y soledad, porque, aunque mi mundo se apague son ellas las que seguirán brillando para mí en el paso de los siglos; quizá y esté predestinado a una vida corta sin éxitos y sin victorias, pero, de lo que sí puedo estar seguro es que mis sueños galácticos son los que me llevarán hacia los lugares más lejanos y deslumbrantes de la Vía Láctea, hasta esas 7 estrellas que fulguran y centellan mis razones de vivir, esas 7 hermanas llamadas las Pléyades que pertenecen a un cúmulo estelar al que quisiera pertenecer. Porque en ellas es donde veo una vida cristalina e invulnerable, como un rey seré tratado por cada uno de los pleyadianos y con ellos construiré una nación que se haga mi imperio.

Será verdaderamente imposible olvidar ese impacto cósmico e interestelar que tuve en mi corta vida; lo admiro, lo amo, lo exalto, lo honro, lo aclamo y lo encumbro. Con él aprendí a que sí estoy solo, nada en el cosmos podrá derribarme en escombros ni atomizarme con la energía electromagnética de un cuásar, porque soy una poderosa estrella hipergigante que arde en fuego como el infierno, soy el universo y puedo manifestarlo con el brillo que todos quieren robarme. Soy un pulsar a punto de estallar con mi potente campo magnético, sólo soy polvo de estrella fusionado con partículas atómicas y diamantinas extragalácticas. Ese polvo de estrella siempre lo conservaré en mi corazón, por cada latido y respiro que ocurra mientras viva. Los planetas giran alrededor de mí.

La vida me ha conectado entrañablemente con la Luna y sus efectos, en mi estómago se revuelven un tempestuoso mar de emociones cuando la encumbró y la vislumbro, los estragos que ocasionan esas emociones marítimas me sumergen en el profundo mar que se apodera de mis sentidos, me convierto en el náufrago de mi propio mar. Quizá y mirando al cielo evite que me pierda en las profundidades de mi mente, hace tiempo era un planeta errante y vagabundo que caía en el vacío del espacio, la negrura del universo me perdía en un martirio espacial en el que sólo buscaba la energía de una estrella para orbitar a su alrededor, me sentía angustiado al ver que simplemente era un desolado trozo de roca flotante cuando miraba a los demás planetas, ellos giraban en torno a sus estrellas mientras que simultáneamente su galaxia los hacía bailar con su gravedad. Después de todo, la luz propia que hay en mí ahora brilla tanto como la del planeta Venus, porque con cada sonrisa estallo resplandecientes nebulosas con la esperanza de conquistar el universo entero. El olvido custodia y salvaguarda mi pacto con la soledad, abriendo caminos que me lleven hasta las estrellas.

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