𝗣arte 𝗨nica.

Mi nombre es Park Jimin, actualmente tengo veintiseis años y trabajo en una pastelería en un pequeño pueblo de Busan. No suelo hablar demasiado de mí vida debido a mí timidez, pero siempre he querido escribir.

Sí, escribo desde que mí madre me enseñó a mis dos años de edad y en definitiva desde que comencé el jardín de infantes; pero, lo que quiero decir es que mí sueño es contarle mí historia a alguien que quiera leerla, ya que la vergüenza me impide decirlo en voz alta. De todas formas, ¿no sería demasiado aburrido oírme hablar? Me entendería demasiado, sé que podría hablar por horas y horas, enamorado de mi propia narración.

Éste es mí primer intento de relato. Ojalá les agrade y sonrían como alguna vez yo lo hice.

(Cuando todo comenzó)

Lo recuerdo como si fuera ayer: el día estaba pésimo, lluvioso y frío a más no poder. A mí madre se le había ocurrido cocinar con ingredientes que no tenía en la casa, por lo cual se vio obligada a enviarme al almacén por pescado y una rama de laurel. Ésto último, claro, debía robarlo de la casa siguiente a la tienda y procurar no ser visto por nadie.

Básicamente, mí madre se había levantado con ganas de que su hijo menor fuera asesinado. Porque, si la dueña me veía, lo menos que tendría conmigo era compasión. Mí rostro angelical no podía ser de ayuda en ese caso, pues aquella mujer parecía ni querés a sí misma.

Renegando por lo bajo, no tuve otra opción que seguir mí destino y caminar junto a mí adorado Galileo, mí gran amor de cuatro patas: un caballo enorme de paso lento y delicado. Cuando me lo obsequiaron, siendo un pequeño potrillo, no sabíamos que sería un imponente percherón.

Para mí buena suerte, la lluvia había frenado. Me creí bendecido, todo estaba saliendo de maravilla: tenía el pescado y también el laurel de hoja verdes preciosas.

Sin embargo, lo bueno duró poco: la señora parecía tener una alarma en su sistema que le avisaba cuando algunas manos tocaban algo de su pertenencia. Furiosa, la ví salir hasta la calle. Agitaba su bastón hacía mí, y lo que más miedo me daba, es que no recordaba que ella usara aquel palo para soportar su propio peso.

Además, la señora me estaba insultando mientras me perseguía. Yo solo era un pre-adolescente de trece años que tenía un caballo gigante de mascota y que solo obedecía órdenes, el miedo lo sentí hasta la médula.

Y así, de tan asustado que estaba, terminé corriendo con Galileo por una calle a la que antes no había entrado. Conocía muchos lugares del pueblo porque siempre me gustó explorar, pero por algún motivo no recordaba haber estado en aquél sitio.

Cuando llegué al final de la calle, que no había notado no tenía salida y me veía obligado a regresar sobre mis pasos, divisé un parque. Parecía ser un sitio abandonado, la gramilla era alta, los juegos se mostraban descuidados, y recuerdo que estuve a punto de dar media vuelta sobre mis pasos y marcharme.

Pero la ví, majestuosa, casi que con brillo propio a mis curiosos ojos. Sentí en aquél momento que hice un gran descubrimiento; en ese momento no lo supe, pero lo era.

Nunca había visto una casa sobre un árbol: todas las que conocía, se encontraban en el suelo y eran de ladrillo revestido.  Sentí mucha curiosidad, y creo que Galileo también. Un árbol imponente albergaba entre sus ramas una casa no tan grande de madera y me sentí atraído por ella de alguna forma.

Sin embargo, al ver que las cortinas amarillas tras la pequeña ventana junto a la puerta se movían, hice lo único que sabía: huir.

Volví a mí casa, le entregué las cosas a mí madre y alimenté a mí caballo, pero aunque traté de distraerme, no pude evitar preguntarle a mí madre sobre lo que mis ojos habían visto.

Ella, con el amor y la paciencia que siempre me ha tenido, me explicó que mí gran descubrimiento se trataba de un sitio que había sido creado antes de que yo naciera para que los niños fueran allí a jugar. Pero que, en realidad, el terreno pertenecía a una familia que había tenido un final bastante trágico, y solo un niño de mí edad cuidaba la casa en el árbol.

Si mí madre buscaba calmar mí ansiedad con aquella información, solo logró que aumentara. Por ello, a penas salió el sol al día siguiente, me sentí en la obligación de ir allí otra vez: montado en mí caballo al natural, sin riendas ni silla de montar como siempre, tome el valor de subir a la plataforma y golpear la puerta.

A pesar de que me mostraba confiado y decidido, tuve miedo de que, quien me atendiera, no le gustara mí presencia e incluso, me empujara desde aquella altura.

Cuando la puerta se abrió, provocando un corto chirrido, sonreí. Él no parecía contento con mí visita, y estaba en su derecho; pero contra todo pronóstico, me dejó entrar. Sin saber, claro, que jamás podría volver a dejarme fuera.

Le pregunté su nombre dos veces al principio, pero él solo me observaba en silencio mientras se acomodaba las tiras de su overol blanco: quizá, más nervioso que yo.

Tras muchos intentos, después de haber mirado el interior de la casa y quedar fascinado con lo acogedora que era, con miles de juguetes que nunca me habían podido comprar, el chico rubio dijo su nombre.

“—Min YoonGi. E-es es mí nombre”

Su voz me tomó por sorpresa, estaba agachado sobre una alfombra junto a un cajón con autos y osos de trapo, pero me giré en su dirección: YoonGi se encontraba sentado en un pequeño sofá junto a la ventana, y la expresión en su rostro era más amigable que al inicio.

Yo solo pude sonreír, su nombre era muy lindo. Y no lo dejé en paz desde aquel momento: de haber sabido que yo era como una especie de peste que era difícil de ahuyentar, quizá él no me dejaba entrar.

YoonGi no hablaba mucho, aunque yo era experto en sacarle a tirabuzón una frase entera de vez en cuando. Cada día que aparecía frente a la casa, dando un par de golpecitos en la puerta, él me abría con su típica expresión malhumorada.

Pero aprendí como hacerlo sonreír. A YoonGi le gustaba escucharme hablar de las cosas que me pasaban durante el tiempo que no estábamos juntos: siempre mí querido Galileo aparecía en mis historias, pues lógicamente, era como un perro a mí lado. Donde yo estaba, mí caballo me hacía compañía de manera fiel.

Con el pasar del tiempo, YoonGi tenía la iniciativa de hablar. Tal vez su silencio solo se debía a la falta de confianza entre nosotros; pero, mientras los meses pasaban, él incluso hablaba más que yo.

Me sentía muy cálido a su lado, sin referirme en realidad al calor como tal. Era mí primer amigo de verdad, y no podía imaginar mis días sin él a mí lado.

Poco tiempo de haberse cumplido dos meses desde nuestro primer encuentro, llegaron dos personas más a nuestra vida.

Jungkook y Taehyung eran primos, hijos de hermanas adoptivas. Habían llegado a la casa del árbol de la misma manera que yo: la curiosidad pudo más.

A diferencia de YoonGi, que le había tomado muchos días el soltarse a hablar, ellos dos no cerraban nunca la boca y cada día aparecían con una historia nueva. De un momento a otro, éramos tres personas narrando aventuras. YoonGi nos escuchaba con atención, viéndonos con los ojos brillosos en ensoñación.

No solo yo tenía nuevos amigos, sino que incluso Galileo había conocido a Rookie, una yegua parda perteneciente a Jungkook. Ella era un poco arisca, pero no le molestaba la presencia de mí caballo en absoluto.

A veces me sentaba solo en la plataforma de la casa, con los pies colgando por el borde, y pensaba en las vueltas que da la vida, mientras oía de fondo aquellas inconfundibles carcajadas.

Nunca hubiera pensado en volverme tan inmensamente feliz por un accidente.

(Sentimientos extraños)

Todas las emociones se me estaban juntando, y me costaba gestionarlas. La escuela se volvía pesada a comienzos de octubre, siempre; mí cumpleaños estaba próximo; y algo andaba mal en mí interior.

Lo más preocupante para mí, era lo último de la lista. Había comenzado a notar diferentes cosas, pero que ocurrían en ámbitos similares y YoonGi siempre estaba implicado.

Si nos abrazabamos o teníamos cualquier tipo de interacción, mí estómago dolía como si me hubiera tragado mariposas que luego se esparcían por todo mí cuerpo, generandome un abrumador calor que se concentraba en mis mejillas.

Si YoonGi tomaba las manos, besaba las mejillas, tomaba las manos, o reía demasiado cerca de Taehyung: parecía como si algo me oprimía el pecho. Además, todo me molestaba a partir de ese momento.

Si YoonGi le prestaba más atención a mis otros dos amigos que a mí, también comenzaba a sentirme molesto sin razón.

Recuerdo que en ese periodo de tiempo me sentí muy frustrado por no saber qué sucedía conmigo mismo, y aquél estado anímico, me llevaba a tener diferencias incluso con mí madre a la que amo tanto. Las peleas con mis hermanos mayores eran comunes del día a día, pero jamás tuve una pelea con mí madre, hasta aquella tarde fría.

Era una tontería, siendo sincero, y claro que el culpable era yo por hacerlas cosas de mala gana: no se trataba de una tarea más tonta que abrir el grifo en cierta medida para que el riego se hiciera de goteando de a poco. Maldiciendo en susurros a mí amigo Taehyung, tras una discusión esa misma mañana, olvidé que debía abrir a penas la canilla y me fui a dormir una siesta: me despertó el llanto desconsolado de mí madre siendo consolada por mí hermana mayor, resultado de una inundación en el huerto que se había llevado toda la nueva producción.

La mayoría de las familias en el pueblo, producían para vender en la ciudad, y por mí culpa, se había arruinado. Pero a mí no me bastó solo con eso, sino que tuve el tupé de quejarme de los lamentos de mí madre que yo mismo había provocado.

Mí hermana era tranquila, aunque nuestra relación estaba distanciada por quince años de diferencia, nuestro trato no era malo sino lejano. Sin embargo, jamás se había metido en mí crianza: yo era el más consentido por ser el pequeño, lógico, y nunca recibí comentarios de queja por aquello. Sin embargo y aunque lo tenía merecido, nunca pensé que ella se atrevería a levantarme la mano incluso antes que mí propia madre.

Si, por supuesto que lo tenía merecido, y sí, sé que le dolió más a mí madre que a mí. Pero, en aquél momento solo era un niño, aunque sabía la diferencia del bien y el mal, todos comeremos errores.

Me sentía tan herido, que solo me quedó ir al único lugar en donde podía ser feliz de manera inmensa, donde no me jusgaban y me sentía cómodo. Mí madre al ver que me iba junto a Galileo, sabía dónde encontrarme, pero nos permitió darnos unas horas hasta que las aguas se calmaran.

Por otro lado, mí lindo YoonGi con sus cabellos rubios desparramados como un nido de pájaro, me observó con extrañeza cuando me vio entrar a la casa después de marcharme sin una explicación. Él parecía ser el único que ese día, a pesar de todo, no estaba molesto conmigo: por eso sonreí, con la sensación de una mano ardiendo en mí mejilla y lágrimas mojando mí piel.

Me abrazó toda la tarde, acariciando mí cabello con delicadeza. Esa vez fue él quien contó una historia para mí en un intento de hacerme sonreír: dijo antes de iniciar, que ese relato, a pesar de tener muchas partes fantasiosas para que fuera entretenido, se trataba del mejor suceso que le había pasado en la vida real.

Y mí nombre salió de sus labios muchas veces, hasta que la caída del sol trajo consigo mucho sueño.

YoonGi me despertó poco después, eran casi las ocho de la noche y afuera estaba oscuro. Él me acompañó hasta mí hogar, negándose a dejarme solo en el estado en el que me encontraba.

Mamá me estaba esperando, un tanto impaciente por lo que pude notar cuando llegamos. Estaba sentada fuera de casa, alumbrandose con una farola a queroseno. Creí que había llorado lo suficiente en brazos de YoonGi, pero en cuanto me apretó contra su pecho, no me pude contener.

Esa noche, mamá conoció a YoonGi. Le agradeció por haberme llevado a casa y por ser tan bueno conmigo, insistiendo tanto en que se quedara a cenar y ella misma lo acompañaba de regreso, que él se quedó.

Mamá no hizo muchas preguntas respecto a su familia, porque aunque ella nunca me lo dijo, creo que los conocía y prefirió no arruinar el buen ánimo de mí amigo. Sin embargo, disfrutó el avergonzarnos con otras preguntas que sí podía hacer sin problemas.

Lo peor, es que eran cosas totalmente normales, pero a nosotros por algún motivo, nos causaba vergüenza admitir

Mí madre llevó a YoonGi de regreso ese día, y cuando volvió, tuvimos una extensa charla donde pedí disculpas de todas las maneras que conocía, aunque según ella, no era necesario. Me obligó a meterme en su enorme cama, y en realidad no me opuse a la idea: dormir con mamá me causa tranquilidad.

El tema de mí cumpleaños surgió también. Yo solo quería una cosa que se me había ocurrido esa misma noche, viendo a YoonGi hablar tímidamente con mí madre. Los festejos por mi cumpleaños siempre eran lindos y significativos, pero vacíos en el fondo: solo éramos mis hermanos con los que rara vez cruzaba una palabra, mí madre, y yo. Ese año quería otra cosa, ya que tenía amigos y cumplía quince años, me atreví a pedir un deseo previo a soplar las velas.

Y fue concedido.

Taehyung y Jungkook también aparecieron ese día, trayendo consigo una cámara de fotos instantánea. Eran nuevas en el mercado, y de hecho, era la primera vez que YoonGi y yo veníamos una en la vida real: para ellos dos era normal, sus familias provenían de la gran ciudad, y Taehyung junto a su madre había pasado mucho tiempo en Francia.

Las fotos salían con nitidez, y me tenía asombrado el hecho de que aquella caja cuadrada de color negro pudiera retratar exactamente cómo nos veríamos. Nos divertimos toda la tarde tomando fotos, donde en la mayoría, aparecía yo. Beneficios de ser el cumpleañero, había dicho Tae: el regalo de ambos fue un rollo de fotos para mí, por lo que debíamos gastarlo entero ese día.

Claro, lo hicimos. Más por tontear que por realmente hacer buenas capturas, pero todas y cada una de las Polaroids me gustaban. Principalmente, las que tenía con YoonGi.

Cuando Jungkook me las entregó, me apartó un poco para hablar a solas conmigo.

La expresión en su rostro era nerviosa, y no comprendí el porqué hasta después.

“—¿Eres consciente de que estás enamorado? Cada foto con YoonGi me causa diabetes, vomitaría azúcar con el color del arco iris si yo no estuviera embobado por alguien, igual que tu". Recuerdo su voz susurrante a la perfección.

“—No entiendo de qué me hablas”, murmuré. Realmente, no lo entendía porque jamás me había pasado, y nadie me lo había explicado tampoco.

Pero Jungkook tenía hasta ejemplos propios para hacerme entrar en razón, y uno de ellos, le estaba poniendo dos moños rojos a YoonGi en la cabeza para luego empujarlo hacia mí.

Viendo cómo se acercaba, aunque obligado, con una sonrisa en los labios, tuve aquella rara sensación por todo el cuerpo. Insectos, mariposas. O la simple reacción química en mí cuerpo que se traducía como amor.

¿Era verdad aquello? ¿Me había enamorado de mí amigo, que además, era hombre como yo? No sé qué me asustaba más: tener que aceptar que eran ambas cosas ciertas, o asumir que en realidad no encontraba gran problema en la situación.

Bueno o malo, la decisión estaba tomada.

Jungkook dijo que, para saber si en realidad era enamoramiento lo que sentía por YoonGi, sabía de hacer dos cosas.

Acercarme más de la cuenta: si él se apartaba, significaba que los sentimientos no eran recíprocos. Pero, en caso de que sí lo fueran: según la lógica de mí amigo peli-negro, "si pruebas algo y luego quieres más de eso, significa que te gusta".

La última teoría podía decir que era acertada, aunque solo fuera comida, tenía razón. Cuando probé nueces por primera vez no me gustaron, y a día de hoy no lo hacen: con las mandarinas me sucedió lo contrario. Y aunque es una comparación banal, yo decidí creer en ella.

Taehyung y Jungkook no podían quedarse a pasar la noche en la casita del árbol, como habíamos organizado en un principio; sin embargo, cantamos los cuatro juntos la canción de Feliz cumpleaños y cortamos el pastel que mamá había preparado para mí con mucho amor.

A los chicos les gustó mucho el pastel que incluso pidieron un pedazo para llevar y seguir comiendo en el camino de regreso a sus casas.

Una vez YoonGi y yo nos quedamos a solas, mirando el atardecer, aquellos nervios regresaron a mí cuerpo. Era diferente a otras veces, el calor de su cuerpo contra el mío en aquél abrazo que manteníamos en la plataforma de la casita del árbol se sentía mucho más especial.

Pero el miedo a lo que podía suceder después, era tormentoso. No solo el pensamiento de si reacción, sino, el de mí madre también. ¿Que tal si ella después de enterarse, comenzaba a verme de manera distinta?, ¿que haría si no comprendía mi manera de ser?.

“—¿Por qué estás temblando, si el clima no está frío?", preguntó, tomándome por sorpresa.

Recuerdo que miré hacia arriba para encontrarme con sus ojos oscuros. Me alejé de su cuerpo, sentándome sobre mis propias rodillas, y sin decir absolutamente nada, acaricié con la yema de mis dedos sus mejillas suaves. Lo había hecho otras veces antes, pero el movimiento siguiente a ese, nunca lo había esperado.

Porque fue él quien tuvo la iniciativa y el valor de inclinarse para besar mis labios. Tan suave e inocente toque de pieles que se sintió como conocer el paraíso.


(Mucho amor después).

Teniendo un problema, que más que eso era una nueva aventura por el desconocido mar abierto de sentires, llegó el día en el que debía sentarme y ser sincero con mí madre.

YoonGi y yo llevábamos casi cinco años de noviazgo en las sombras, fingiendo en común acuerdo que solo éramos amigos muy cercanos. Ya pisando la adultez, yo con veinte años y él con veintitrés, era momento de esclarecer la situación. No solo por aceptarlo y ya, sino, por la incertidumbre.

Mamá aceptó la invitación de YoonGi a nuestro lugar especial, deseosa de conocer finalmente el espacio donde yo había pasado los últimos cinco años de mí vida, yendo y viniendo.

Ella quedó tan asombrada como yo aquella primera vez en el interior de la casa de madera, aceptando que era tan bonita como siempre le decía. Comimos algo tan simple como fideos con salsa picante, hablando de manera tranquila y amena.

Hasta que el momento de ser honesto, mirándola a los ojos, llegó. Ninguno de los dos podía ni quería dejar pasar más tiempo porque era incluso una tortura para nosotros. Mí madre asintió con tranquilidad cuando dije que quería contarle algo que también involucraba a la persona sentada a mí lado.

“—Quería que sepas... Que en realidad, YoonGi es mí novio desde que cumplí quince años. Y, sí, como dicen por ahí, ambos somos gays".

El valor para pronunciar aquella frase, no tengo idea alguna de dónde lo saqué. Me temblaban las piernas y quería llorar, y sé que, aunque se hiciera el fuerte, YoonGi estaba aún peor.

Mí madre guardo silencio con seriedad, tal vez solo para hacernos sufrir un poco más, porque lo que salió de sus labios después y la sonrisa dibujada en su rostro, no tenían punto de comparación.

“—No soy un monstruo, chicos. Lo he sabido desde hace mucho, y aunque confieso que al principio no podía aceptarlo, he presenciado que el cariño que se tienen va más allá de algo carnal, como se juzga desde siempre a los homosexuales. Sé cuánto YoonGi te ama y cuánto tú lo amas a él, jamás voy a oponerme entre ustedes porque lo que ésta vieja mujer quiere, es que sean felices”

Nos abrazamos los tres, torpemente, agradecidos con la vida por poner a un ángel como mí amada madre en el camino. Yo no hubiera podido ser tan fuerte sin ella, y YoonGi incontables veces me ha expresado que su vida sin sus padres no era triste desde aquella noche en casa donde la conoció.

Los rumores corrían rápido por el pueblo, pero dejó de importarnos realmente el "qué dirán".

Actualmente, a mis veintiseis años de edad, puedo decir con mucho orgullo que los tiempos han cambiado, y no importa tu orientación sexual o el género con el que te identifiques: solo procura ser feliz.

Así de feliz como yo, que ahora luzco un anillo plateado en mí dedo anular y no tengo vergüenza de decir en voz alta que me casé con el chico más bonito de todos,  que vivía en la casa del árbol.

Fin.

Nunca creí terminar en tan pocas horas un shot de casi 4k de palabras jajsjjajs pero tal vez me ayudó que ya tenía las "bases" de la trama, solo me quedó reescribir todo y pensar algunas nuevas cosas (no, no es poco jijiji me acabo de dar cuenta 😆)

Espero que está nueva versión les guste más que la anterior (seguro nadie la recuerda), yo estoy bastante satisfecho la verdad, está obra siempre me gustó mucho de por sí 🥺

Cuídense, espero verlxs por algún otro libro mío 💛

04052024|©Yoonniexjiminie5

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