04. 𝖡𝖾𝗍𝗐𝖾𝖾𝗇 𝖶𝗁𝗂𝗍𝖾 𝖳𝗁𝗋𝖾𝖺𝖽𝗌.
—C H A P T E R F O U R—
Entre Hilos Blancos.
Despertó de golpe, o eso creyó él. De un momento a otro se encontraba trasladándose en un autobús, le pareció extraño ya que con cierta anterioridad había estado conversando con una mujer de edad avanzada en el ascensor del edificio donde recide. El inevitable grito causado por sus "pesadillas" asustó a los pasajeros a su alrededor, quienes llegaron a considerarlo como raro.
—Hey, Steven—El nombrado giró su vista hacia la oji-azul, cambiando su semblante de horror a uno de confusión. ¿En qué momento habían llegado hasta ese punto? ¿Qué hacía ella allí?—¿Está todo bien?
Pasando saliva por su garganta, el azabache dirigió su mirada hasta una de las ventanas del vehículo, donde divisó a la causa de sus agonizantes miedos y noches de insomnio: un enorme ser de color blanco, con un rostro peculiar y/o similar al cráneo de un ave.
Pidiendo el pase para abandonar el transporte, el chófer detuvo el enorme vehículo y dejó al dúo en libertad de ese estrecho, y ya incómodo para los pasajeros, lugar.
—Oye, tienes que decirme qué está sucediendo—Pidió la fémina acercándose a su lado, a su vez ajustando las correas de la pequeña mochila color negro que portaba en su espalda.
—Otra vez él—Murmuró para sí mismo, observando a un hombre de cabellos largos y rubios con un bastón negro en manos que ejecutaba la misma acción—Es real.
Entonces Steven comprendió que los días pasados en los que había estado en una ciudad desconocida eran más que verdaderos, no un producto de su imaginación. La pregunta era, ¿por qué? ¿Cuál era el propósito de todo esto? ¿De todas las personas, por qué él?
Mara, observando al mismo hombre que el azabache veía antes de ser alejado gracias al avance del vehículo, colocó su mano en el hombro de su amigo—¿Estás en problemas o algo así?
Si era así, preguntaría la causa de ello e investigaría si el azabache a su lado había buscado el problema con toda la intención. De no ser así, no dudaría en defenderlo y protegerlo, porque eso era lo correcto.
Él no respondió, contrario a ello, avanzó con rapidez hasta la otra acera que conducía directo a la entrada del museo en el que ejecutaba sus labores como empleado, siendo seguido por una fémina que se negaba a quedarse sin respuestas.
—Hola, Jaime. ¿Todo bien?—Preguntó al guardia y monitor de las cámaras de seguridad en el área, tratando de sonar amable en el proceso.
—Hola, Scottie. Todo bien—Respondió, su atención completamente atrapada en el dispositivo móvil entre sus manos.
Mara, al llegar al lado del azabache, alzó una ceja y formuló una mueca de disgusto. No le gustaban para nada los holgazanes o las personas que hacían un trabajo solo porque sí. Sabía que dentro de los últimos, había ciertas razones y situaciones para realizar un trabajo de manera forzada, pero el sujeto frente a sus ojos no tenía justificación alguna.
Le parecía interesante y magnífico, o más bien amaba, la pasión que le daba el ser humano a aquello que tanto apreciaba.
Espera.
Entonces eso significaba que.... No. No era posible.
—Soy Steven—Corrigió por milésima vez el azabache, sacando de su burbuja a la chica—¿Estás viendo videos de nutrias otra vez?
—Es que son adorables.
—Si, son lindas y tiernas—Afirmó observando detrás de sí, buscando algún indicio o señal de peligro a sus vidas—Un favor. Quiero que vigiles la entrada, porque alguien me persigue.
Jaime despegó su mirada de su dispositivo y observó a su compañero de trabajo con el ceño fruncido e incredulidad—¿De verdad?
—Si. Si. Si—Sentenció—Es en serio. ¿Podrías no dejar entrar a nadie?
Él negó con la cabeza y una ligera presión en sus labios, los cuales formaron una línea recta—¿En un museo, bro? Va a estar muy difícil...
—Si. Claro. Obviamente yo me refiero a gente que veas sospechosa—Especificó entre balbuceos.
—Es que todos pasan libremente.
—Si, pero...
—No pagan—Siguió el rubio.
Mara, rodando sus ojos por la carencia de paciencia en su persona, rodeó la pequeña estructura y tomó por el cuello de la camiseta al empleado—Escúchame bien.
—¡Mara! ¿Qué haces? ¡Déjalo!—Chilló el de cabellos alborotados por lo bajo.
—¡Hey, Stevie!—Le llamó la rubia que la oji-azul había conocido días atrás. Mara murmuró unas palabras indescifrables para el nombrado, quien se limitó a ver a su jefa con una sonrisa nerviosa—Ven, ayúdame. Y lleva esto abajo—En sus manos portaba una caja de cartón con unos peluches azules como mercancía para los niños.
—Un segundo—Pidió antes de girarse y observar como la oji-azul zarandeaba a su compañero de trabajo, mientras que éste le pedía que lo soltase para poder responder la llamada en su celular, cosa que la fémina hizo a regañadientes—Solo quiero...
—Perdona, es mi mamá—Informó el rubio, una sonrisa burlona en su rostro dejando ser visible. Sonrisa que se borró al momento de ver a Mara enviándole una mirada filosa.
—Ayúdame y lleva esto abajo, por favor. Rápido—Demandó la rubia nuevamente—Ya te dije que lleves...
Steven observó por encima del hombro de su jefa. Sus ojos se agradaron ante la sorpresa de ver al mismo hombre de hace tan solo unos minutos—No es posible, él venía en el autobús.
Donna, como se llamaba la mujer de cabellos rubios, giró su mirada en la dirección en que Steven observaba a un hombre con traje. Regresó su atención a él y frunció el ceño.
—Me importa un pepino—Expresó con notable "honestidad"—Quiero que cargues estas cosas...
—¡Te lo suplico!—Le alzó la voz, generando un susto en ella y una sonrisa ligera en la oji-azul—Solo dame un minuto. ¿Si? Gracias, Donna.
Sin más que decir, se alejó de la zona, siendo seguido por la castaña a unos considerables metros de distancia, quien observó con una sonrisa triunfadora a la rubia, esta se limitó a rodar sus ojos con molestia.
Antes de ingresar en la misma área de exhibición que Steven, un hombre de cabellos marrones dejó visible la palma de su mano derecha en señal de detener su caminar.
—No puede pasar—Sentenció, con su voz saliendo mucho más gruesa de lo que había esperado.
—Es un lugar público, claro que puedo pasar—Obvió la menor Manson con seriedad e ignorando la petición.
Cuando trató de avanzar, el de cabellos marrones posó su mano sobre su hombro derecho, ejerciendo algo de fuerza en el proceso. Mara tomó con brusquedad su mano y dobló su brazo en el proceso, cosa que hizo soltar una maldición al hombre.
Deshaciendo el agarre y empujándole sin cuidado alguno, ella le dijo:
—No vuelvas a tocarme o para la próxima no tendré compasión—Amenazó.
—En serio si trabajas aquí—La voz de una persona desconocida para ella se adentró en sus oídos y su mente.
Justo antes de que las puertas se cerraran por completo, la imagen de un Steven nervioso y asustado retrocediendo de una silueta a la que solo le veía la espalda, quedó grabada en su conciencia. Una mueca de disgusto se formó en su rostro, y sin tiempo que perder, se dirigió rápidamente a los baños para mujeres de la instalación.
Al no haber alma alguna, observó una rendija en la parte alta de una de las paredes del lugar, y según las medidas en su cabeza, ella cabía a la perfección por ese lugar.
Sonrió con entusiasmo—Gracias, poder del guión.
La fémina se deslizaba con ayuda de sus brazos y piernas por los ductos de la instalación, con su mochila tapando parte de su visión gracias al empuje que ejercía sobre ésta delante de sí.
—Me retracto, poder del guión. Hubieras hecho que este lugar fuera más ancho y menos frío—Balbuceó por lo bajo.
La voz de Steven detuvo su habla y sus movimientos.
—¿Qué si conozco a Ammit? No, no en persona. Es una deidad egipcia, en su versión del hombre del costal.
Mara rió por lo bajo antes de observar a través de unas pequeñas rendijas debajo de ella, donde observó con mayor claridad a la causa de los problemas desconocidos en los que estaba involucrado el azabache.
—Ella solamente buscaba castigar a los malos—Aclaró el de cabellos largos y rubios, con tanta calma, tranquilidad y paz en su voz.
Era tanta su armonía que se le dificultaba escuchar su voz gracias al volumen bajo que usaba en esta, así que, tirando del cierre de su mochila, buscó en ésta el dispositivo auditivo que tanto necesitaba.
—Ah claro—Titubeó Steven alejándose de éste mismo lo más que podía, llegando al grado de rodear las exhibiciones.
—Se cansó de tener que esperar a que los pecadores cometieran un crimen antes de castigarlos. ¿Quitarías la hierba mala después de que las rosas murieran?—Cuestiono avanzando a paso lento hasta él.
—Supongo que no.
—La justicia de Ammit estudia nuestras vidas completas, pasado, presente, futuro. Sabe lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer.
—Okey. Claro. Okey—Balbuceó Steven con rapidez, retrocediendo en el proceso—Los libros nunca mencionan eso.
—Bingo—Murmuró Mara al tener los artefactos que tanto necesitaba—Te amo, Nat. Y te adoro, Clint—Musitó, creyendo que, en algún punto místico y extraño, ambos podían escucharla.
Colocó con delicadeza y rapidez un auricular en su oído derecho, y el otro lo dejó caer por una apertura de la rendija. Antes de impactar contra el suelo, éste se adhirió a uno de los monumentos en el lugar. Pero fue demasiado tarde, ya que Steven salía despavorido del lugar mientras que el hombre con el bastón solo lo miraba marcharse, con su semblante entre confundido y asombrado.
—Señor—Le llamó uno de sus secuases al acercarse—¿Qué hacemos con él?
—Ammit debe regresar a este mundo para eliminar la inmundicia de los seres humanos. Éste hombre no será un problema en nuestro camino. Lo esperaremos hasta que llegue el anochecer, nadie creerá que su muerte fue intencional y tampoco creo que alguien lo vaya a extrañar.
La castaña gruñó en su lugar con molestia y asombro antes de soltar una palabra por la que seguramente Steve la reprendería; la palabra sonó lo suficientemente alto como para que la atención del de cabellos largos se fijara en esa dirección. Retrocedió, maldiciendo internamente, solo para escuchar:
—Mataremos dos pájaros de un tiro.
Deslizándose tan rápido como su cuerpo se lo permitía a través de los ductos y con la adrenalina recorriendo su cuerpo al encontrarse en peligro, su cuerpo cayó con brusquedad al suelo húmedo del área de instalación de los baños femeninos.
—Por favor que sea agua, por favor que sea agua—Imploró entre quejidos de dolor, con su cuerpo retorciéndose gracias al impacto.
—Es agua. Acaban de hacer limpieza en el lugar.
Alzó su cabeza con rapidez al escuchar una voz aguda, sus ojos muy abiertos ante la respuesta obtenida a su deseo. Una pequeña niña rubia, con su uniforme escolar, la observaba con su cabeza de costado.
—¿Usted trabaja aquí?—Preguntó, su curiosidad y desconfianza saliendo en el tono de su voz.
—Si—Mintió—Estaba limpiando los ductos de ventilación.
—¿Por qué?
—Porque había mucho polvo—Respondió levantándose.
—¿Por qué?
—El viento arrastra, e inconscientemente las personas también, polvo desde afuera de la instalación—Explicó mientras sacudía su blusa y su pantalón.
—¿Por qué?
—Porque la tierra es un elemento vital del planeta y se esparce por todos los medios que le sean posibles —Respondió nuevamente, con su tolerancia llegando casi al límite.
—¿Por...?
—Linda, fue un gusto hablar contigo, pero tengo que irme—Forzó una sonrisa.
Tomando con rapidez su mochila y pasando sus brazos a través de los tirantes implantados en ésta, salió por la puerta de la instalación solo para ser golpeada fuertemente y anular todos sus sentidos.
¿En qué momento había permitido ese golpe? No tenía idea. Se distrajo y se regañaba por ello. Había dejado que el miedo la controlara.
¿Qué tan duro debió ser el impacto para dejarla inconsciente por tan largas horas? ¿Cuántas serían con exactitud? ¿Unas cinco? No lo sabía, la única información que su cerebro le permitía obtener y recordar era el hecho de que la noche ya había caído en la ciudad, ello gracias a una pequeña ventana en la parte alta de la habitación en que se encontraba.
No tenía visión nocturna, pero su mirada—en parte gracias a la luminosidad que el satélite de la tierra brindaba en su dirección—encontró múltiples instrumentos de limpieza y su preciada mochila.
Removiéndose en el suelo gracias al entumecimiento de sus glúteos por el tiempo desconocido en que permaneció sentada en el duro y frío lugar, tomó su mochila y tiró del cierre de ésta. Pasó su mano de un lado a otro, y según sus conocimientos anteriores, todo seguía allí.
—Raro—Masculló por lo bajo—¿Por qué alguien dejaría....?
Su incógnita se queda a media oración, puesto que un agudo grito paraliza su cuerpo y le hace dar un brinco en su lugar. Pero no se trataba de cualquier grito.
—Steven—Murmuró antes de levantarse, tirar de la perilla de la puerta y correr tan rápido como su cuerpo se lo permitió.
Su cuerpo giraba en múltiples pasillos con la intención de localizar al azabache, y resbalando un poco, escuchó un estruendoso golpe contra una superficie metálica y múltiples zarpazos y rugidos. Esa no era una buena señal.
Arqueó una ceja al preguntarse que podía ocasionar tales sonidos. No creía que se tratara del azabache, después de todo él no parecía ser alguien que recurriera a la violencia o siquiera supiera defenderse de forma verbal.
El sonido de cristales rompiéndose le hizo apresurar su correr y pasar por la exhibición en la que había estado por última vez. Detuvo sus movimientos en búsqueda de aliento, pero más que nada gracias a un extraño, horroroso y peculiar ser que intentaba escapar de algo que ella no podía percibir por el momento.
El peculiar chacal—como había logrado identificar—fue arrastrado con fuerza haciendo a las puertas de esa área danzar gracias al abrimiento y cerrar en estas, por otro lado, se lograba escuchar golpe tras golpe y quejido tras quejido agonizante de parte del ser místico.
Odiaba con toda su alma el hecho de tener que ser tan curiosa con las cosas debido a los problemas que siempre le habían traído, y esa misma curiosidad la había llevado hasta las puertas que justamente se detenían y le acceso al análisis visual del acontecimiento.
Destrozos por todos lados, agua corriendo por los suelos, y saliendo sin intención alguna de ser frenada, por las tuberías; cristales en el suelo, pero sobre todo, su vecino con el traje blanco que había visto con anterioridad golpeando incansablemente al monstruo chacal de vestimenta egipcia.
—¿Steven?
El llamado ocasionó como reacción un alto en las acciones del supuesto nombrado. Él dio media vuelta sobre sí mismo acercándose y dejando que su traje fuera más fácil de analizar e inspeccionar.
Mara retrocedió como consecuencia al avance de éste, pasando saliva por su garganta al tener el presentimiento de que todo terminaría mal.
—Steven, ¿qué estás haciendo?—Cuestionó ella con molestia, o eso intento, puesto que su voz y su labio tembló al emitir dicha cuestión.
Pero no obtuvo respuestas.
Dicen que las acciones valen más que mil palabras. Bueno, el supuesto "Steven" ejecutó mal dicho término.
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Llegamos al final del primer capítulo >:D
Tengo que apurarme ya que la serie casi finaliza—cries in sokovia.
El magnífico y hermoso banner gif que sus ojos contemplaron en la parte inicial del capítulo está hecho nada más y nada menos que por scarlxtsrep muchas gracias, darling <3♥️
Y nadie me lo pidió, pero como esta historia está recibiendo demasiado apoyo—se los agradezco de todo corazón—empezare a dedicar capítulos :3
Babby_Fanfic vas tu primero, mi vida♥️
Me apoyas en esta y demás historias y es lo mínimo que puedo hacer como agradecimiento, además, tu amistad ha sido y es de lo más grandioso que tengo en mi vida. Loviuuuu♥️
Vayan a su perfil, tiene una historia con Marc/Steven que está increíble y está desarrollando una con Oscar Isaac y es lo más>>>>♥️
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©-mandaloriana76
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